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INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS
En este tema, y como cierre del temario, vamos a profundizar sobre cómo nuestro
cerebro procesa la palabra hablada y escrita y sus implicaciones prácticas.
Comenzaremos conociendo cómo se produce la adquisición del lenguaje y las áreas
relacionadas con los diferentes procesamientos, así como la implicación diferencial
de los hemisferios cerebrales. Después, hablaremos de las diferentes alteraciones
del lenguaje, tanto en la producción como en la comprensión. Y, a continuación,
hablaremos de las dificultades en la lectura y en la escritura. Finalizaremos el tema
presentando los hallazgos sobre los dos principales métodos de enseñanza de la
lectura.
A continuación, se detallan los objetivos de aprendizaje de este tema:
A partir de los seis meses de edad, los bebés comienzan a organizar los sonidos del
habla en prototipos fonéticos que representan las categorías fonéticas más
frecuentes en su idioma (Kandel et al., 2013).
Por tanto, parece que los niños aprenden el lenguaje a través de un análisis
detallado y sofisticado del lenguaje que escuchan. Y el aprendizaje de estos
patrones del lenguaje altera la percepción para favorecer la lengua materna.
Aunque existe debate al respecto, los investigadores parecen inclinarse porque los
niños aprenden de manera más natural y eficiente que los adultos, a pesar de que
sus habilidades cognitivas sean inferiores.
LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Para producir un mensaje significativo es necesario, en primer lugar, tener algo que
decir. Cuando usamos el habla como forma de comunicación, hablamos de algo
que está sucediendo actualmente, de algo que sucedió en el pasado o de algo que
puede llegar a ocurrir. Tanto las percepciones de los acontecimientos actuales como
los recuerdos de los hechos pasados implican mecanismos cerebrales situados en
los hemisferios cerebrales posteriores (lóbulos occipital, temporal y parietal), que
son los responsables de que tengamos algo que decir. Cuando hablamos de algo
que no ha llegado a ocurrir (una mentira o un posible evento futuro),
utilizamos nuestra imaginación. Y, aunque actualmente aún sabemos poco de los
mecanismos responsables de la imaginación, parece muy probable que también
estén implicados nuestros recuerdos y percepciones, dado que, cuando inventamos
una historia, la basamos en el conocimiento que almacenamos en nuestra memoria
(Carlson y Birkett, 2017).
A pesar de esta relevancia del hemisferio izquierdo, algunos estudios también han
encontrado que la comprensión de conceptos abstractos y figurativos del lenguaje,
como los proverbios o los refranes, involucra la corteza temporal superior
derecha (Carlson y Birkett, 2017).
Bilingüismo
Prosodia
Además de todos los aspectos que hemos visto hasta ahora, como el significado o el
estado emocional, el habla puede transmitirnos información sobre la identidad del
hablante, su sexo e incluso su edad.
Aprendemos a reconocer las voces de las personas de nuestro alrededor a una edad
muy temprana. De hecho, incluso los recién nacidos pueden reconocer las voces de
sus padres. Pero algunas personas con daño cerebral tienen dificultad para
reconocer las voces (fonoagnosia).
Los estudios muestran que este déficit está asociado a una lesión de la corteza
temporal superior anterior derecha (Carlson y Birkett, 2017).
Los estudios de las alteraciones del lenguaje han revelado que la producción y la
comprensión responden a estructuras y redes cerebrales diferentes pero
interconectadas (Figura 1). Por tanto, las diferentes lesiones o alteraciones durante
el desarrollo darán lugar a diferentes alteraciones del lenguaje. Y resulta
imprescindible conocerlas para entender cómo se da el aprendizaje del lenguaje y la
lectura y, por tanto, cómo pueden alterarse.
El área de Broca está implicada en la producción del lenguaje, por tanto, una
alteración en esta zona se caracteriza por un habla lenta, laboriosa y sin
fluidez. Estas personas pronuncian mal las palabras, pero esas palabras suelen ser
significativas, con sentido. Quieren comunicar algo y saben lo que es, pero tienen
problemas en la expresión. Suelen tener dificultades especiales con las palabras
funcionales. Además, los aspectos relacionados con la comprensión del lenguaje
están conservados, por lo que estas personas pueden comprender el lenguaje mucho
mejor de lo que son capaces de producirlo. Esta alteración se denomina afasia de
Broca (Carlson y Birkett, 2017).
Por ejemplo, existen casos descritos de familiares de hasta tres generaciones que,
afectados por una mutación genética, tienen dificultades específicas en el
componente de producción del lenguaje. Esta mutación causa un desarrollo
anormal de la zona del área de Broca.
Los estudios indican que el área de Broca contiene las memorias de las secuencias
motoras necesarias para articular las palabras y por eso conecta directamente con la
corteza motora primaria, que controla los movimientos. Las alteraciones en el
área de Broca producen tres síntomas principales: dificultades de articulación,
anomia y agramatismo.
Podemos pensar que estos tres tipos de déficits se organizan de forma jerárquica.
Así, en el nivel más bajo encontramos el control de la secuencia de movimientos
articulatorios, cuyas dificultades se relacionan con los problemas de articulación.
En el siguiente nivel tenemos la selección de los programas articulatorios
particulares asociados a cada palabra, cuya dificultad se relaciona con la anomia.
Por último, el nivel más alto de procesamiento se refiere a la selección de las
estructuras gramaticales correctas, cuya alteración conlleva al agramatismo.
El área de Broca y el área de Wernicke están unidas por un haz de fibras nerviosas
conocidas como fascículo arqueado.
Usamos este camino para transportar los sonidos del habla desde el lugar donde los
tenemos almacenados (el área de Wernicke) hasta el lugar en el cual tenemos la
forma en que se articulan (el área de Broca). Usamos este camino cuando esos
sonidos no proceden de nuestra memoria, sino de lo que oímos; por ejemplo,
cuando tratamos de repetir una palabra de un idioma nuevo. Cuando este fascículo
se lesiona, las personas ven afectada únicamente la capacidad de repetir un mensaje
verbal. Se denomina afasia de conducción y en ella está conservada la producción
y la comprensión. Esta habilidad se pone especialmente de manifiesto en los casos
de palabras desconocidas o inventadas (Carlson y Birkett, 2017).
Pero existe otro camino, en este caso indirecto, que se basa en el significado de las
palabras. Cuando a una persona con afasia de conducción le pedimos que repita una
palabra, esta palabra evoca un significado para ella y, dado que no es capaz de
repetir la palabra exacta, reproducirá el significado que se haya activado en su
memoria (y que muchas veces dará lugar a términos semánticamente relacionados).
Esta vía es la misma que usamos para traducir nuestros pensamientos a palabras
(Figura 4).
TRASTORNOS DE LA LECTURA
Hasta ahora, hemos hablado de cómo accedemos a las entradas auditivas de nuestro
diccionario cognitivo, pero a continuación profundizaremos sobre las entradas
visuales.
Librero Vituperio
Casa Agibílibus
Educación Nefelibata
Posiblemente, habrás comprobado que las palabras de la derecha las lees letra a
letra, mientras que las palabras de la izquierda puedes leerlas de un golpe de vista.
Esto se debe a que las palabras de la derecha no las reconoces, probablemente
porque nunca las hayas leído, y necesitas recurrir a lo que sabes sobre los sonidos
que están representados en cada letra para poder pronunciarlas (Figura 5).
Dislexia superficial
Las personas con este tipo de trastorno cometen errores relacionados con la
apariencia visual de las palabras y las reglas de pronunciación, no con el
significado de las palabras, que podría entenderse como algo más profundo. De
hecho, por eso se denomina superficial. Estas personas tienen dificultad para
reconocer las palabras como un todo y necesitan escuchar su propia
pronunciación para entender lo que están leyendo. Podríamos decir que tienen
alterada la vía izquierda de la Figura 5. Por tanto, tienen dificultad para distinguir
palabras que suenan igual, pero se escriben de diferente forma: palabras
homófonas (Carlson y Birkett, 2017).
Dislexia fonológica
Dislexia directa
Los dos primeros tipos de dislexias proporcionan claras evidencias de que existen
dos vías de lectura. Y debemos tener en cuenta que la lectura fonológica es la
única manera en que podemos leer palabras inventadas o nuevas. Una
evidencia especialmente interesante la encontramos en el japonés. Este idioma
posee dos tipos de símbolos escritos. Los símbolos kanji son pictogramas, por lo
que representan conceptos mediante símbolos visuales. Sin embargo, los
símbolos kana son representaciones fonéticas de las sílabas. Para las palabras
extrajeras, por ejemplo, se utilizan los kana (dado que no existe el pictograma
correspondiente) o también para conceptos cuyo kanji correspondiente es poco
conocido. Así, la dificultad para leer símbolos kanji es una forma de dislexia
superficial, mientras que la dificultad para leer símbolos kana es una forma de
dislexia fonológica (Carlson y Birkett, 2017).
Por tanto, los estudios parecen indicar que el giro fusiforme izquierdo es
responsable de la forma visual de las palabras conocidas (Figura 6). De hecho,
se plantea que el giro fusiforme izquierdo sería a la forma visual de las palabras lo
que el giro fusiforme derecho a las caras de personas conocidas. En ambos casos, el
reconocimiento se produce de manera global, sin que sea necesario un análisis
detallado de cada característica. De hecho, algunos estudios que han explorado los
cerebros de niños pequeños que aún no sabían leer han encontrado que la visión de
palabras impresas activaba el giro fusiforme izquierdo y derecho, y, tras el
aprendizaje de la lectura, esa activación se observa solo en el hemisferio izquierdo
(Carlson y Birkett, 2017).
En este caso cabe preguntarse, ¿qué hacía esa zona de la corteza visual antes de que
se inventara el lenguaje escrito? Si tenemos en cuenta que la escritura se desarrolló
hace unos 5500 años, debemos pensar que esta no ha podido modificar la
formación de nuestro cerebro, sino que, más bien, se ha servido de regiones que se
desarrollaron en la evolución para fines parecidos, pero, gracias a la plasticidad del
cerebro, han podido asumir esas funciones de reconocimiento visual de símbolos
escritos. Precisamente, eso explica que cerebros similares puedan aprender idiomas
tan diferentes.
La dislexia del desarrollo consiste en una dificultad en la que los niños tienen
dificultades para la lectura a pesar de su inteligencia promedio. Este tipo de
trastorno suele darse en las mismas familias, lo que indica un componente
genético. De hecho, los estudios con gemelos monocigóticos (aquellos que tienen
un material genético idéntico) indican una tasa de concordancia para la dislexia de
entre el 84 y el 100 %, mientras que disminuye al 20-35 % en los casos de gemelos
dicigóticos (solo comparten la mitad de su material genético).
Tal y como dijimos antes, el hecho de que el lenguaje sea un invento relativamente
reciente hace poco probable que tengamos mecanismos cerebrales específicos para
ello, por lo que los déficits en lectura deberían acompañarse de otras dificultades. Y
esto es lo que han encontrado los estudios. Un déficit muy habitual es la deficiencia
en la conciencia fonológica, es decir, una dificultad específica en mezclar y
reordenar los sonidos de las palabras. También tienen dificultades para distinguir el
orden de las secuencias de los sonidos, comenten errores ortográficos, hacen una
mala disposición espacial de las letras o las omiten y su nivel gramatical suele ser
bajo.
Por último, en el caso de palabras de uso muy frecuente tenemos memorizadas las
secuencias motoras para escribirlas. Pero estas secuencias motoras son diferentes,
por ejemplo, si estamos escribiendo en papel (o una tableta electrónica con un lápiz
digital) o estamos tecleando en un ordenador. Estas dos formas diferentes de
escritura representan procesos motores diferenciados y también pueden lesionarse
de forma independiente.
LA ENSEÑANZA DE LA LECTURA
¿Crees que debemos enseñar a leer a los más pequeños? Hacer este planteamiento
implica la posibilidad de que pueda no ser necesario hacerlo y los niños aprendan a
leer del mismo modo que aprenden a hablar, es decir, sin una enseñanza
sistemática, donde basta con la presencia de adultos que practiquen la lengua. Sin
duda, los hallazgos de la psicología cognitiva y de la neuropsicología, algunos de
los cuales han sido expuestos previamente, nos llevan a pensar que esta idea resulta
demasiado ilusoria y que, si bien algunos niños muestran una asombrosa habilidad
para el aprendizaje de la lectura, la mayoría no sería capaz de desarrollar tal
aprendizaje sin una instrucción reglada. Por tanto, la siguiente pregunta que
debemos hacernos es: ¿cómo debemos enseñar a leer?
Básicamente, podemos diferenciar entre dos métodos de enseñanza de la lectura:
los métodos fónicos o sintéticos y los métodos globales o analíticos. La
diferencia fundamental entre ambos radica en que los métodos fónicos dan
prioridad a la enseñanza del principio alfabético, mientras que los métodos globales
priorizan el significado que transmiten los mensajes escritos (Alegría, Carrillo y
Sánchez, 2005).
Este método propone beneficiarse del principio alfabético que está en la base de
nuestro sistema de lectoescritura: la correspondencia existente entre las letras
(grafemas) y los sonidos (fonemas). Por tanto, plantea la necesidad de enseñar este
principio alfabético al estudiante de manera explícita, sistemática y
temprana (Alegría, Carrillo y Sánchez, 2005). Explícita se refiere a que el maestro
debe ayudar al alumno a comprender la relación existente entre grafemas y
fonemas sin esperar que sea este el que descubra espontáneamente dicha relación.
Sistemática hace referencia a que esta enseñanza debe organizarse siguiendo un
orden preciso y estructurado, donde la enseñanza será más exitosa, por ejemplo, si
se comienza por las vocales y las consonantes fricativas que pueden ser aisladas. Y
temprana indica que este código alfabético debe enseñarse desde el comienzo del
programa de enseñanza.
Los defensores de este método asumen que la fonología no forma parte de los
procesos que intervienen en la identificación de las palabras escritas por parte de un
lector experto y que ese proceso de conversión grafema-fonema hace más lento el
acceso al significado, por lo que debería ser eliminado (Alegría, Carrillo y Sánchez,
2005).
¿Cuál es el mejor?
Además, algunos de los principios de los que parte el método global no son ciertos.
Por ejemplo, y como hemos visto previamente, el proceso de decodificación
fonológica es un paso previo al acceso al significado en muchas palabras poco
habituales. Como hemos expuesto, la especialización de las áreas cerebrales
dedicadas a la forma visual de las palabras solo se apreciaba tras la exposición a las
reglas que guían la lectura, por lo que este conocimiento no es innato o intuitivo,
como sostiene el método global. Además, existen redes nerviosas que comunican
las áreas de Broca y Wernicke específicamente dedicadas a la conversión
grafema-fonema que permiten a quienes no reconocen la forma global de las
palabras leer mediante esta estrategia de conversión.
Hasta aquí, por tanto, las conclusiones son claras. Si queremos que los niños sean
hábiles lectores, es estrictamente necesario enseñarles el principio alfabético de
manera explícita, sistemática y temprana.
Sin embargo, aún cabe hacernos un planteamiento adicional más: ¿las conclusiones
alcanzadas en idiomas opacos como el francés o el inglés son extensibles al
español? Podemos pensar que, si el aprendizaje de las reglas alfabéticas es
necesario en idiomas donde existen grandes y frecuentes irregularidades, más lo
debe ser en idiomas transparentes, dado que ese principio alfabético es mucho más
estable y eficiente. De hecho, esas mismas conclusiones son las que alcanzan los
estudios donde los niños hispanohablantes desarrollan su léxico más
tempranamente que los niños de otros idiomas, como el francés o el inglés (Alegría,
Carrillo y Sánchez, 2005). Es decir, nuestro idioma representa el paradigma para
trabajar de forma temprana la conciencia fonológica en los más pequeños.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Purves, D., Augustine, G., Fitzpatrick, D., Hall, W. C., LaMantia, A. S. y White, L.
E. (2012). Neuroscience (5.ª ed.). Sinauer Associates.
Énfasis después
Ejercicio
Características