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La adquisición del sistema fonológico

Carla Chacón Alonso

La adquisición del sistema fonológico en los niños es un proceso extremamente


intrincado que se estudia desde hace décadas por lingüistas e investigadores en el campo
de la adquisición del lenguaje. El sistema fonológico puede definirse como el conjunto
de distinciones sonoras que los hablantes nativos utilizan para expresar diferencias de
significado. Es un conjunto de reglas que rigen la producción y el uso de los sonidos en
una lengua. Incluye las reglas sobre cómo se utilizan los sonidos para crear palabras y
frases con sentido. Por lo general, este sistema se adquiere a una edad temprana y es un
componente crucial en lo que respecta al aprendizaje de idiomas.

Un referente en este ámbito es Jakobson, el cual recopiló sus abstracciones e


impresiones en “Child Language, Aphasia, and Phonological Universals”. Destaca que
el desarrollo lingüístico del niño y las diferentes lenguas existentes en el mundo están
interrelacionados, y demuestra que los rasgos que adquiere primero y pierde por último
se corresponden con los más universales entre las lenguas del mundo.

Numerosos estudios previos distinguen entre una "etapa prelingüística" y una "etapa
lingüística", produciéndose la separación entre ellas en el momento en que el niño
adquiere su primera palabra. Esta distinción entre ambas etapas se basa de manera
arbitraria en el criterio que aplican los propios adultos con respecto a una manifestación
para ellos “evidente” a la que se le puede otorgar una cierta explicación en términos de
su propio habla, aunque no aplica necesariamente a la capacidad lingüística que el niño
posee. Según Moskowitz, el niño comienza su desarrollo lingüístico poco después de
nacer, por lo que no manifiesta ninguna etapa prelingüística como tal. Jakobson, sin
embargo, sí aplica esta etiqueta. Esta etapa preverbal es muy breve y va seguida del
balbuceo, crucial para el desarrollo lingüístico. Este periodo comienza con la
producción de enunciados cortos y progresa hasta incluir la producción de enunciados
bastante largos que pueden caracterizarse por sonar subjetivamente mucho más
parecidos al lenguaje de los adultos.

Al principio de esta etapa, el niño es consciente de la diferencia entre los sonidos


humanos y no humanos de su entorno, lo que Chomsky definiría como una dotación
innata del lenguaje con la que cuentan todos los individuos desde su nacimiento. El
primero de los avances del niño que se pueden observar es la longitud de las cadenas
que produce, pues se produce un aumento de la cantidad de producción verbal por
intervalo de tiempo. Puede ser que el aumento de la producción se deba parcialmente a
un efecto madurativo y, en parte, una muestra que refleja la conducta de que el niño es
cada vez más consciente de que el habla de los adultos de su entorno consiste en
cadenas largas pero finitas de sonidos aleatorios. Los primeros enunciados cortos del
niño le han proporcionado la práctica necesaria para estas producciones más largas, que
son más gratificantes precisamente porque se aproximan más a lo que percibe como
lenguaje, es decir, largas cadenas de sonido aleatorias. Del mismo modo, desarrolla una
identidad lingüística propia, es decir, cuanto más se acerque en sus producciones
sonoras a los sonidos humanos que percibe, más fácil le resultará identificarse como
miembro de su comunidad.

Asimismo, se ha observado que el niño puede producir durante este periodo todos los
sonidos posibles del lenguaje. Esto no significa que todos los niños produzcan todos los
sonidos posibles, sino que cada uno de ellos es capaz de hacerlo y, de hecho, la mayoría
de los niños balbucean un gran número de ellos. En este período es capaz de acumular
articulaciones que no se pueden encontrar en una lengua o grupo de lenguas, es decir,
sus capacidades fonéticas son mucho mayores de lo que volverán a ser nunca. Sin
embargo, más adelante comienza a perder esta capacidad según va entrando en la
primera etapa del lenguaje tras adquirir su primera palabra. Los sonidos que no existen
en el mundo que le rodea desaparecerán de su repertorio. Un interesante fenómeno que
Jakobson señala es que se ha observado que el niño descarta sonidos que sí están
presentes a su alrededor y que después puede tardar incluso años en recuperar.

Mientras que la sucesión de las adquisiciones fonológicas en el desarrollo infantil


parece ser estable en sus características fundamentales, la velocidad de esta sucesión es,
por el contrario, extremadamente variable e individual y dos fenómenos que se suceden
inmediatamente en un niño pueden estar separados por meses en otro. Hay niños que
adquieren el sistema de sonidos de su lengua materna con especial rapidez y que lo
dominan por completo a mediados de su segundo año, mientras que otros no han
dominado por completo su sistema fonémico en la edad escolar.
Las primeras sílabas que producen son de tipo CV (consonante más vocal), presentes en
la gran mayoría de las lenguas existentes, las cuales se caracterizan por ser las más
frecuentes y también las más simples. Es en este período que el niño comienza a
concebir el concepto de lo que es una palabra y llega a la conclusión de que se puede
permitir una cierta variación fonética en lo que a esta respecta. Es decir, aprende el
rango de variación fonética que se considera como tolerable de modo que sus
producciones puedan ser entendidas, eliminando las combinaciones que sopasen estos
límites. De este modo, ya es capaz de reconocer los rasgos fonéticos distintivos de
aquellos que no lo son. El orden en que se adquieren los segmentos individuales varía
mucho de un niño a otro. Sin embargo, el orden en que se adquieren los rasgos
distintivos es regular, como ya ha sido previamente indicado por Jakobson, y las
regularidades esperadas son precisamente las que este ha descrito como propiedades
generales de la naturaleza del lenguaje.

Poco después de que el niño empiece a extraer segmentos de sus sílabas, está en
condiciones de comparar los segmentos y derivar de ellos una unidad aún más
elemental. Esta unidad representa para ellos el rasgo distintivo, y sus primeras
apariciones serán de carácter general, por ejemplo, consonántico frente a vocálico. Más
adelante, este proceso se refinará, resultando en la división de un rasgo en dos:
consonántico frente a no consonántico y vocálico frente a no vocálico. Dado que estos
rasgos representan las unidades finales que el niño ha estado buscando, no se anhela
ningún otro aprendizaje más allá del perfeccionamiento de este sistema en sí. Ahora la
atención del niño se centrará en descubrir la estructura que subyace al sistema
fonológico.

Las afirmaciones teóricas previamente expuestas han surgido de experimentos como los
que implican la técnica de succión de gran amplitud (HAS). Es un método experimental
utilizado para evaluar a lactantes desde el nacimiento hasta aproximadamente los cuatro
meses de edad aprovechando el reflejo de succión de estos. Las pruebas consisten en
someter al niño a un estímulo continuo donde el infante escucha repetidamente las
mismas sílabas, su ritmo de succión es constante, así como el cardíaco. Sin
embargo, si el estímulo auditivo se cambia a otra sílaba a la que no está habituado, su
tasa de succión aumenta, lo que sugiere que el bebé puede reconocer la diferencia entre
ambas sílabas. El número de succiones de gran amplitud producidas se utiliza como
índice de interés. Se pueden utilizar variantes del procedimiento para evaluar la
discriminación y preferencia de los niños por diversos estímulos lingüísticos. Esta
técnica ha sido fundamental para comprender la percepción del habla en bebés muy
pequeños. Sin embargo, la popularidad de esta técnica ha disminuido recientemente
para dejar paso a nuevas técnicas cerebrales que no requieren una respuesta conductual
manifiesta. Estos experimentos han probado que la percepción auditiva se basa en
contrastes binarios, tal y como había sido previsto por la corriente del estructuralismo.

Todos los niños, sin importar cuál sea su lengua materna, siguen el mismo orden en la
adquisición de distinciones fonológicas, lo que provoca que sean sensibles a todas las
distinciones posibles que se puedan producir con el aparato fonoarticulador. Sin
embargo, existe la posibilidad de que más adelante el niño descarte las distinciones que
no considere útiles para el modelo fonológico que está construyendo, lo que parece
indicar que el bebé dispone de funciones cognitivas correspondientes a la memoria y al
pensamiento desde muy temprano.

En definitiva, el discurso del niño tiene una estructura propia que muestra
correspondencias con el de un adulto. El niño busca responder y a adaptar su discurso
en base a la persona con la que esté hablando, notando incluso cambios en el volumen.
El infante modifica su modelo lingüístico y normalmente persevera en estas
desviaciones y se resiste los intentos de ser corregidos, conduciéndole a adoptar un tipo
de lenguaje separado. Sin embargo, son capaces de reconocer e intentar corregir errores
en el habla de un adulto y seguir cometiéndoles ellos mismos.

El proceso por el cual los niños adquieren los fonemas o sonidos “ideales” no tiene
lugar de forma excepcional, sino que sucede de forma gradual y durante extensos
periodos en los cuales los sonidos van siendo perfeccionados, desde los más fáciles
hasta los más difíciles y tardíos en lo que respecta a su articulación. Este fenómeno fue
mencionado en la década de los cincuenta por Fritz Schultze en su “principio del
mínimo esfuerzo”, según el cual los niños producen en primer lugar los sonidos que
requieren menos esfuerzo por su parte. No obstante, esta teoría se ha puesto en
entredicho puesto que determinar qué sonidos suponen un menor o mayor esfuerzo es
bastante subjetivo.
A modo de conclusión personal, considero la adquisición del sistema fonológico una
cuestión extremadamente intrigante, pues antes de ahondar en las teorías de
renombrados lingüistas como los mencionados en este comentario, me imaginaba el
proceso de adquisición completamente a la inversa, es decir, que partiendo de unos
conocimientos nulos, el niño iba adquiriendo los fonemas de su lengua a partir del
discurso de los adultos. Sin embargo, la realidad es completamente contradictoria
considerando que desde el nacimiento contamos con una capacidad innata que nos
permite producir cualquier tipo de sonido existente. Asimismo, disponemos de
numerosos estudios que aluden al orden específico en el que los niños adquieren cada
tipo de fonema dependiendo de su lengua materna, aunque he preferido no adentrarme
en ese tema, las conclusiones que he descubierto me resultan sin duda muy sugerentes.
En general, las nociones sobre adquisición del lenguaje (más allá del propio sistema
fonológico) son cruciales en el proceso de la enseñanza de lenguas y a mi parecer
deberían estar siempre presentes de alguna forma en los cursos de formación del
profesorado.

FUENTES

Byers-Heinlein, K. (2014). High amplitude sucking procedure. In P. J. Brooks, & V.


Kempe, [Eds.], Encyclopaedia of Language Development. Thousand Oakes, CA: Sage
Publications., 263-264.
Chomsky, N., & Halle, M. (1965). Some controversial questions in phonological
theory. Journal of linguistics, 1(2), 97-138.
Jakobson, R. (2014). Child language, aphasia and phonological universals. In Child
Language, Aphasia and Phonological Universals. De Gruyter Mouton.
Montoya, C. L. A., Osorio, J. F. R., & Guerrero, G. Y. P. (2020). Adquisición y
desarrollo del nivel fonológico del español en niños de 0 a 7 años, una aproximación
desde la lingüística y la psicolingüística. Latinoamericana de Estudios
Educativos, 16(1), 70-92.
Moskowitz, A. I. (1970). The Acquisition of Phonology.

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