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Noam Chomsky afirma que uno de los rasgos más sobresalientes de la lengua es la
discrepancia entre su aparente complejidad (fonología, morfología, sintaxis, etc.) y la
facilidad con que los niños la adquieren en un periodo corto de tiempo tomando como
base un conjunto de datos lingüísticos reducido. Las lenguas humanas son mucho más
complejas que las lenguas artificiales que usamos para programar ordenadores, por
ejemplo. Sin embargo, aprender dichos lenguajes artificiales requiere instrucción
explícita (profesor, materiales, horas de estudio, entre otros requisitos), mientras que
aparentemente los niños aprenden su lengua materna simplemente por estar expuestos a
ella. Cualquier niño tiene la capacidad para convertirse en un hablante nativo de
cualquier idioma (español, inglés, chino, guaraní, etc.).
La explicación que propone Chomsky para dar cuenta de este hecho innegable es que la
mayor parte de lo que sabemos sobre nuestra propia lengua no tiene que aprenderse
porque nacemos con ese conocimiento. Nuestro cerebro está “preprogramado” para
adquirir una lengua. La hipótesis más razonable que podemos postular para explicar la
uniformidad y la velocidad con la que adquirimos nuestra lengua es proponer que el
desarrollo de la adquisición de una lengua está determinado por una facultad lingüística
innata en nuestro cerebro (al igual que hay aspectos del comportamiento animal que son
innatos, como ciertos patrones en la migración de las aves).
Esta facultad se halla presente desde el nacimiento y nos dota de la habilidad para
entender y producir oraciones en la lengua que adquirimos como hablantes nativos, a
partir de los datos derivados de nuestra experiencia. Esta propuesta recibe el nombre de
hipótesis innatista. El lenguaje es una característica que la biología crea en los niños, de
la misma manera en que, por ejemplo, la biología hace que los murciélagos se cuelguen
boca abajo. La información lingüística innata debe ser parte de la información
codificada en el código genético del niño que aprende una lengua. Esto significa que
determinados aspectos del lenguaje se desarrollarán en el niño de la misma manera en
que se desarrollarán el cabello y las uñas en vez de alas o aletas. Adquirir una lengua es
parte del ser humano, no se puede evitar.
Del hecho de que los niños tengan la habilidad de adquirir cualquier lengua natural se
deriva que la facultad humana de adquisición del lenguaje no debe ser específica con
respecto a una lengua determinada. Si esta facultad es capaz de explicar la rapidez y la
uniformidad en la adquisición de una lengua (el español, por ejemplo), debe ser capaz
de explicar la rapidez en la adquisición de cualquier otro idioma como lengua materna.
Es generalmente aceptado que, mientras que los niños son capaces de convertirse en
hablantes nativos de por lo menos una lengua, ningún adulto que estudie una segunda
lengua es capaz de igualar dicha “proeza”. Además, mientras que algunos idiomas
extranjeros presentan mayor dificultad para su aprendizaje como segundas lenguas a
hablantes de lenguas determinadas, todas las lenguas son igual de fáciles para un niño.
El lenguaje es uno de los primeros sistemas cognitivos que desarrollamos. Los niños, a
una edad muy temprana, cuando aún no saben atarse los zapatos o hacer matemáticas,
ya usan el lenguaje (por ejemplo, ya pronuncian las primeras frases de su lengua).
Entender cómo funciona el lenguaje nos ayuda a entender cómo funciona la adquisición
del conocimiento, y a contestar preguntas más complejas sobre la arquitectura mental.
Cabe ahora preguntarse qué tipo de evidencia empírica apoya esta hipótesis. Los
estudios psicolingüísticos encuentran datos para favorecer esta idea en los siguientes
argumentos: las etapas en la adquisición de la lengua y el periodo crítico.
A pesar de que postulemos que el lenguaje es innato, los niños no nacen hablando. El
conocimiento de su lengua se desarrolla en etapas muy delimitadas, de manera que cada
una es sucesivamente más cercana a la gramática del lenguaje adulto. Al observar las
etapas del desarrollo en distintas lenguas se ha notado que las etapas en la adquisición
de la lengua por parte del niño son muy similares, y a juicio de algunos lingüistas,
universales.
Los niños producen sus primeras palabras aisladas al comenzar el periodo lingüístico (al
primer año aproximadamente), aunque entienden ciertas palabras meses antes de llegar
a este momento. Las clases más frecuentes de palabras que un niño produce en esta edad
son nombres de individuos específicos (“papá”), de objetos (“mesa”) o de sustancias
(“agua”). Este tipo de palabras aparece de forma uniforme en todas las lenguas y
culturas. A partir de ahí se adquieren algunos verbos (“dar”) y adjetivos (“grande”). Las
primeras palabras tienden a nombrar objetos que resaltan en su entorno y no incluyen
palabras que nombren objetos o acciones abstractas.
Alrededor de los dos años y medio de edad, la etapa telegráfica termina abruptamente y
empiezan a aparecer enunciados de longitud variable, al tiempo que aparecen de manera
uniforme en su habla las palabras de contenido gramatical (la mayoría de las
preposiciones que faltan en la etapa anterior, por ejemplo). Este es el comienzo de la
etapa sintáctica.
Las estructuras sintácticas que usa el niño se hacen y más complejas con la edad. A los
tres años, en promedio, se va consolidando el conocimiento sintáctico. Surgen así con el
paso del tiempo oraciones interrogativas (“¿Tienes hambre?”), oraciones de relativo
(“El coche que me gusta”) y cierto tipo de subordinación (“Quiero comer”). El
vocabulario crece a un ritmo trepidante, un promedio de nueve palabras diarias entre los
dieciocho meses y los seis años de edad.
Cualquier niño que es parte de una comunidad lingüística adquiere, por lo menos, una
lengua a una edad temprana. Una vez llegada la pubertad, el desarrollo de su
conocimiento lingüístico ha alcanzado un nivel estable que no difiere en términos
generales del nivel alcanzado por otros niños de la misma edad en la misma comunidad.
En este sentido, el desarrollo del lenguaje presenta las mismas características que todo
comportamiento animal que este condicionado biológicamente, tal como señaló por
primera vez Lenneberg, puesto que tanto uno como otro se desarrollan siguiendo etapas
claramente diferenciadas y que además presentan un “periodo crítico” para la
adquisición de dicho comportamiento. Así, por ejemplo, las neuronas visuales en los
gatos se desarrollan y ajustan para percibir líneas horizontales, verticales y oblicuas solo
si se ven expuestos a ellas antes de alcanzar determinada edad. Lo mismo sucede con el
instinto de algunas aves para seguir a su madre o con la capacidad de algunos pájaros,
como los canarios, para aprender a silbar como sus padres. ¿Existen periodos críticos en
el aprendizaje de la lengua? Si la adquisición del lenguaje no solo se desarrolla en
etapas bien diferenciadas e independientes de la lengua en cuestión, y si la adquisición
presenta un periodo crítico para el aprendizaje, tenemos datos relevantes para deducir
por analogía que el lenguaje esta biológicamente condicionado al igual que lo están
determinados instintos animales.
Todos sabemos que es mucho más difícil aprender una segunda lengua durante la
madurez que una lengua materna durante la infancia. Los adultos raras veces dominan
una segunda lengua que han aprendido después de la pubertad, especialmente la
fonética y la fonología de la nueva lengua. No tenemos más que pensar hasta qué punto
está presente en cualquier cultura la noción de “acento extranjero”.
Se han hecho estudios en los que se compara la lengua de inmigrantes que han residido
más de diez años en su país de adopción con la lengua de los nativos de ese país. Las
personas que inmigraron entre los tres y los seis años obtienen los mismos resultados en
las pruebas gramaticales propuestas y producen los mismos juicios de gramaticalidad
que los hablantes nativos, mientras que los que inmigraron entre los ocho y los quince
años de edad obtienen resultados mucho peores. Y los resultados de los que inmigraron
cuando tenían más de diecisiete años son los peores desde un punto de vista gramatical.
En este grupo, a pesar de las diferencias de edad entre las personas que lo constituyen,
no existen curiosamente diferencias observables en cuanto al uso de la nueva lengua.
Parece evidente que existe un límite de edad para aprender una lengua materna, cierto
plazo dentro del cual hay que aprenderla.
Aunque los casos de hablantes que han alcanzado la pubertad sin haber aprendido una
lengua son escasos, no son inexistentes, y su estudio es fundamental para corroborar la
hipótesis de la edad crítica. El caso de Genie, una muchacha que, debido a trágicas
circunstancias familiares, se vio completamente aislada del mundo exterior hasta
alcanzar los trece años de edad, encerrada en un cuarto y sin verse expuesta a ninguna
lengua, es uno de los más famosos en Estados Unidos. Genie comenzó el proceso de
adquisición del lenguaje durante la pubertad. Curiosamente, su desarrollo lingüístico
contrastaba enormemente con su capacidad comunicativa. Mientras que las oraciones
que Genie era capaz de producir, incluso varios años después de su liberación, estaban
constituidas meramente por una sucesión de frases muy simples, ella había creado un
sistema de miradas, gestos y mecanismos para solicitar la atención que le permitían
expresar sus ideas y sentimientos a pesar de que su sintaxis estaba muy poco
desarrollada. Las producciones lingüísticas de Genie jamás alcanzaron el nivel que
correspondería ni siquiera a un niño normal de tres años (es decir, su capacidad quedó
fijada en la etapa telegráfica). El caso de Genie, muy estudiado, junto con otros casos en
la historia de niños que por diversas circunstancias se han visto expuestos por primera
vez a una lengua una vez pasada la pubertad, se ha usado como dato tanto para
corroborar la hipótesis de que el lenguaje es un módulo cognitivo autónomo,
independiente de la inteligencia y otras facultades cognoscitivas, como para apoyar la
idea de que existe un periodo crítico en la adquisición del lenguaje, después del cual la
adquisición plena de las facultades gramaticales es imposible.
GUĺA DE LECTURA
1. ¿Por qué las lenguas humanas serían mucho más complejas que las lenguas
artificiales?
3. ¿Qué implica que los niños no tengan instrucción explícita para adquirir una lengua?
6. ¿Cuáles son las dos evidencias que propone el autor para fundamentar la hipótesis
innatista?
REVISIÓN DE CONCEPTOS
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6. La gramática universal es
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9. El maternés es
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REFERENCIAS