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Informe final

Centro de prácticas: Consejeria de Salud Sexual y Derechos Humanos –


Hospital Alejandro Korn

Cátedra: Trabajo Social V

Taller: Salud

Profesoras: Alejandra Parkansky - Florencia Bonfiglio

Referente de la institución: Leonela Caiela

Estudiantes:

De Bárbara, Melisa 10866/9

González, Gabriela 9056/5

Medina, Maria Camila 11101/3


Caracterización del centro de prácticas

En el marco de las prácticas de formación profesional de la Cátedra de Trabajo Social V,


realizamos las prácticas en el Hospital Alejandro Korn, específicamente, en la Consejería en
Salud Sexual y Derechos Reproductivos. El hospital se encuentra ubicado en calle 520 y
174, en el barrio Melchor Romero. Fue creado en el año 1884, dos años después de la
fundación de la Ciudad de La Plata. Cuenta con 520 personas internadas, y es uno de los
más grandes de la provincia de Buenos Aires.

Con respecto a la estructura interna del hospital, está dividido por cuatro sectores. Siendo
uno de ellos el hospital general, que funciona de manera independiente del neuropsiquiátrico;
además de atender a personas internadas también está abierto a la comunidad. “La
estructura de la organización del trabajo manicomial ‘urgencia’, agudos, subagudos y
crónicos’ reproduce lo que para la lógica psiquiátrica es la evolución de la enfermedad. Por
ello, la distribución de las salas se encuentra dividida según sexo y la evolución de los
pacientes: sala de agudos, en donde los sujetos permanecen entre tres y seis meses, sala
de subagudos y sala de crónicos, donde las personas pueden estar internadas toda su vida”.
(Caiella, Banfi, Bermuchi, (2018).

La Consejería de Salud Sexual y Reproductiva destinadas a usuarios/as que residen en el


hospital “Alejandro Korn” se crea en junio de 2018 y surge como una línea de trabajo desde
la Comisión de Salud Sexual Libre de Violencia. Dicha comisión nace como producto de la
coordinación de una mesa de trabajo integrada por organismos de Derechos Humanos,
autoridades del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires y autoridades
hospitalarias para intervenir ante la vulneración de derechos, y los reiterados casos de
violencia sexual que acontecen en dicha institución. Es importante resaltar que dicha
Consejería es la primera en el país en el ámbito de Salud Mental en donde se propone
garantizar el pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Se problematiza, a su
vez, la dificultad de pensar la sexualidad de una manera autónoma, integral y como un
derecho humano, sino se tiene como horizonte la externación de los/as usuarios/as.

En sintonía con la ley de Salud Mental, que se instala como marco normativo, se busca
implementar un nuevo paradigma sobre los derechos humanos, en contraposición a la lógica
manicomial. Se empiezan a problematizar la pauperización de las condiciones de vida de las
personas internadas, los diversos casos de violencia sexual e institucional, las muertes
dudosas o por desidia estatal, y un amplio conjunto de derechos vulnerados.

Sin embargo, estas prácticas manicomiales aún se encuentran íntimamente enquistadas


dentro de las instituciones. Foucault (1994) las entiende como parte del “pensamiento
médico”, es decir una manera de percibir las cosas que se organizan dentro de la norma,
esto es que procura deslindar lo que es normal de lo que es anormal, asignándoles medios
de corrección que no son necesariamente métodos de castigo, sino un medio para la
transformación del comportamiento de los sujetos. Esto se encuentra profundamente ligado
al desarrollo del capitalismo como una de sus funciones constitutivas de vigilancia y control,
en pos de la sistemática reproducción del capital.

La Consejería se encuentra dirigida específicamente a los usuarios/as que


permanecen en dicha institución manicomial. Sin embargo, como la intervención profesional
tiene como horizonte la externación sustentable, en es ese marco con el que también se
trabaja con usuarios y usuarias que residen en casas semi asistidas.

Partimos de pensar a la Consejería como un dispositivo disruptivo: en una


institución de encierro donde todavía se aplica el disciplinamiento de los cuerpos, la
patologización de las identidades disidentes y la moralización de la sexualidad; este
dispositivo se proyecta en la constitución de espacios que pretenden garantizar derechos
sexuales y reproductivos, produciendo nuevos imaginarios y sentidos acerca de las prácticas
profesionales y el abordaje de la sexualidad de manera integral. Sin embargo, su
funcionamiento resulta también un desafío,ya que históricamente desde la
institucionalizacion, se ha escindido a usuarios/as de su sexualidad, aplanando cualquier
libertad de deseo y elección. Lejos de pertenecer a la esfera de lo privado, la sexualidad es
una de las vías donde el poder opera, donde se despliegan los más diversos discursos y
prácticas de vigilancia y control.
Demanda de la institución en relación al proceso de intervención propuesto

Desde el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, se define a las


Consejerías como “una estrategia central de promoción y prevención de la salud sexual y
reproductiva con perspectiva de derechos y género”. Caiella, Banfi, Bermuchi, (2018).

Particularmente, esta Consejería tiene la peculiaridad de ser la primera dirigida a usuarios/as


que residen en un hospital psiquiátrico o que se encuentren en procesos de externación. Se
encuentra integrada por una trabajadora social, tres acompañantes terapéuticos, y una
médica generalista; trabajan en coordinación con los diferentes profesionales de las salas y
las casas de externación.

Esta línea de trabajo, nace con la necesidad de incorporar una perspectiva crítica de las
prácticas profesionales acerca de la salud sexual y reproductiva. Su marco normativo está
conformado por: la ley n°26150 de Educación Sexual Integral, la ley n°25673 que crea el
Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, la ley n°26743 de Identidad
de Género, ley n°26529 sobre los Derechos del Paciente, historia clínica y consentimiento
informado, la resolución 989/2005 sobre atención post aborto, el artículo 86 del Código Penal
sobre abortos legales (no punibles), la ley n°26485 de protección integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y la ley n°26657 de Salud Mental; etc.

El objetivo general de la Consejería está centrado en “construir un espacio para promover


la reflexión crítica sobre las prácticas y nociones individuales e institucionales de los
trabajadores y usuarios en relación a la salud sexual y reproductiva, alojando inquietudes,
dudas, deseos y temores de los mismos”. (Caiella, Banfi, Bermuchi, (2018).

Sus dos líneas principales de trabajo son:

• Atención de la demanda de usuarios/as de los servicios de salud mental en relación a


su sexualidad, vista de forma integral y desde una perspectiva de derechos.

• Asesoramiento y acompañamiento a los equipos en cuanto a la intervención en


problemáticas complejas y situaciones de violencia sexual.

La forma de intervención de distintas situaciones puede darse de diferentes modalidades: de


forma individual para trabajar con usuarios/as que así lo requieran, de forma
grupal/comunitaria con usuarios/as, pero también con profesionales. En este punto, resulta
elemental no solo atender situaciones críticas que pueden presentar los usuarios/as en
cuestión, sino que también es importante retomar las inquietudes, dudas, sentidos comunes
que pueden traer los/as profesionales. Un ejemplo de aquello, son los “talleres de
sensibilización” que tienen como objetivo trabajar la formación de los trabajadores/as de
diferentes salas desde una perspectiva de género y derechos humanos.

El abordaje integral y comunitario es otro objetivo clave; no puede pensarse un ejercicio


pleno de la sexualidad, la autonomía de los usuarios/as en la toma de decisiones sin pensar
en sus condiciones de vida, en el contexto en el que viven. La incesante búsqueda para tejer
redes comunitarias los ha llevado a mantener constante dialogo con Organismos de
Derechos Humanos como el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales). En el último
tiempo, también, ha generado lazos con la Facultad de Trabajo Social trabajando en conjunto
desde la Cátedra de Trabajo Social V y la Cátedra de Medicina Social y Salud Colectiva.

La inserción de nosotras como estudiantes en la Consejería realizando nuestras prácticas


de formación profesional, se torna un desafío constante, no solo por ser el primer año centro
de Practicas, sino también porque la Consejería está en proceso de conformación, por ende
nos encontramos atravesando un proceso de conocimiento y aprendizaje que nos lleva a
poder desconstruir y desnaturalizar lógicas en relación a la salud mental con perspectiva de
derechos humanos y de género. La particularidad del abordaje de la sexualidad en salud
mental implica romper con determinados sentidos y prácticas, pensar en una intervención
con el usuario/a considerándolo sujeto de derechos, tensionados en reconstruir una
subjetividad aplacada por el contexto de encierro.

La caracterización de la demanda institucional, en este sentido, parte de pensar a la


Consejería como un dispositivo de intervención que se torna central al momento de articular
con los demás equipos, generar redes y acompañamiento a las prácticas de los trabajadores.

Como ya mencionamos, la modalidad de trabajo está en pleno proceso de evaluación, siendo


flexible y tratando de que se ajuste a las necesidades de las personas donde cada integrante
de la Consejería pueda evaluar, en cada reunión de equipo, si es necesario realizar algunas
modificaciones en cuanto a la línea de trabajo. Es por ello, que la comunicación constante y
reuniones de equipos con todos/as los miembros de la Consejería, se torna un eje
fundamental.
Desde nuestro aporte como estudiantes, creemos que es importante seguir una línea de
comunicación y constante aprendizaje, ya que queremos aportar desde todo lo que esté a
nuestro alcance para contribuir al espacio de la Consejería. Retomando su objetivo general,
partimos de poder pensar y elaborar diferentes objetivos para poder seguir una línea de
trabajo.

Para ello, Leonela, nuestra referente, nos fue invitando a participar de diferentes actividades,
de manera más activa. Por lo tanto, asistimos a varios talleres de sensibilización profesional,
como ya mencionamos en párrafos anteriores, que se fueron haciendo a lo largo del año con
trabajadores/trabajadoras de diferentes salas. Cada taller consistía en pensar diferentes
líneas para abordar con los profesionales de cada sala, enfocado al debate sobre la
importancia de intervenir desde una perspectiva de género y derechos humanos. Dichos
talleres están dirigidos por profesionales del Ministerio de Salud, que se encargan de
planificar previamente actividades para trabajar en grupos reducidos. La consigna del
segundo taller, por ejemplo, consistió en abordar mediante lo lúdico, que representaciones
tenían los trabajadores/trabajadoras sobre la sexualidad dentro y fuera del manicomio. En la
exposición de lo trabajado, surgieron muchísimas situaciones/dudas que llevaron a que el
debate sea extenso e interesante.

Finalizado el taller, como grupo de prácticas, nos llevamos diferentes elementos que luego
retomamos para iniciar un debate. Sostenemos que, si bien es cierto que existe en cada
profesional el conocimiento de la ley de Salud Mental y otras normativas, en la mayoría de
los casos, la promoción de derechos de los usuarios no está garantizada. La vulneración de
derechos muchas veces, no se da solamente por falta de recursos o por desconocimiento de
la ley. La vulneración también, opera, cuando no hay una línea de intervención pensada el
marco de los derechos humanos. Podemos pensar, que quizás, la ausencia de esta líneas de
intervención son consecuencia de una falta de adhesión, por parte del conjunto de los
trabajadores/as, a un determinado proyecto societario y/o de profesión que tiene como piso
valores éticos y políticos que direccionan la profesión.

Con las diferentes actividades que la Consejería ha realizado a lo largo del año, lo que se
pretende es poder entender el trabajo con los usuarios/as no como una práctica alienada,
sino como proceso que tiene como horizonte la restitución de derechos vulnerados. Esto, en
la actualidad, si lo relacionamos con las condiciones laborales adquiere total relevancia para
comprender las particularidades de los procesos de intervención profesional, superando
análisis que reduzcan los mismos a aspectos individuales de los profesionales.

Por lo tanto, en este sentido, se busca desde la Consejería, apelar en todo momento a los
derechos de los sujetos en situación de encierro, y desnaturalizar, desde un pensamiento
crítico, que si bien existen normativas que están escritas, hay prácticas cotidianas dentro de
cada sala que siguen vulnerando derechos. Un claro ejemplo de esto, es la falta de
privacidad de usuarios/usuarias; algunos de los baños de las salas todavía no tienen cortina
de baño, los cuartos son compartidos por muchas personas, no hay espacios privados para
el encuentro sexo-afectivo con otros/as. La falta de privacidad dentro del manicomio, sigue
siendo una prácticas no sólo cotidiana, sino también naturalizada por muchos/as
profesionales.

Expresiones de la cuestión social

Netto (2002) explica como a partir del surgimiento del capitalismo monopolista, se da una
re conversión en el tratamiento de la “cuestión social”. El re-dimensionamiento del Estado
burgués, ahora en su función cohesiva central, incorpora las derivaciones del carácter
público de aquellas refracciones; las expresiones del orden burgués pasaron a ser tomadas
como áreas y campos que legítimamente reclamaban la intervención de la instancia política.
Sin embargo, la legitimación de las políticas sociales no corta con el ethos individualista,
elemento constitutivo de la programática liberal, sino que lo re ubica incorporándolo como
elemento subsidiario de las secuelas de la vida social burguesa. Es decir, las refracciones de
la cuestión social mantienen su carácter privado, ya que se sigue responsabilizando al sujeto
individual (a través de la moralización y la psicologización) de su existencia; pero también
adquiere carácter público, ya que, interviene en las refracciones de la “cuestión social”
transformándolas en problemas sociales individuales.

Específicamente en el manicomio, estas dos dimensiones, cobran vida de una manera


particular.
Si bien la ley de salud mental plantea la imposición de un paradigma sobre otro, en la
realidad, las “viejas lógicas” aún persisten. Si hacemos un recorrido sobre las historias de
vida de cada usuarios/as podemos determinar que la mayoría pertenecen a los sectores más
relegados del sistema. Según un informe del CELS (2018), la población de usuarios/as
internados en el Hospital Korn, la mayoría son “pacientes sociales”, es decir, el criterio de
internación se debe a motivos socioeconómicos. No contar con una vivienda, una pensión,
un trabajo obstaculiza la posibilidad de ser externados/as. En este marco, la moralización y
psicologización de los sujetos individuales sobre sus condiciones de existencia suelen
reproducirse en lo cotidiano. Las manifestaciones de la cuestión social son consideradas por
el Estado burgués como problemas sociales, producto de desvíos y falta de adaptación de
los sujetos que no alcanzan a incorporar los valores y las normas socialmente legitimadas.
La organización económica y la estructura social nada tiene que ver con la existencia de la
desigualdad social y sus consecuencias en las condiciones de vida de la clase trabajadora
(Mendoza, 2003).

En términos de Silvia Bleichmar, el manicomio se convierte en una maquinaria de


desmontaje de la identidad:

“Para que los seres humanos se dejen despojar, es necesario decirles, antes de que ello
ocurra, que son nada, que no tienen derecho a nada de lo que poseen, ni siquiera a su
propia imagen, a su historia, a su convicción de que son parte de la misma especie que sus
expropiadores. No se trata de que reconozcan que no son nada para el otro, sino que deben
considerarse nada para sí mismos”

Como plantea Mendoza (2003), “el hospital neuropsiquiátrico ha prevalecido como respuesta
social a la atención de las problemáticas de salud mental; fortaleciendo la idea de control
social, y alejando de la comunidad aquellos sujetos considerados peligrosos, que alteran el
orden social establecido y esperado”. Los “locos” junto a los sectores más pobres de la
sociedad y las personas que ejecutaban “actos delictivos” constituían ese sector marginado
por el incipiente capitalismo monopolista, que no tenían ni siquiera la posibilidad de
integrarse a las filas del ejército de reserva. Como respuesta, el Estado construye diferentes
instituciones de encierro (cárceles, hospicios, manicomios) para alojar a todo sujeto que se
encuentre fuera de los límites de aquel engranaje económico, político y social.

Por otra parte, el carácter público que toma las refracciones de la cuestión social (recortados
como problemas sociales) son intervenidos por la órbita estatal por medio de las políticas
sociales. Particularmente en salud mental, las políticas sociales operan de manera
focalizada y descentralizada (como lo son los subsidios SUPEBA), y el presupuesto
destinado a los procesos de externación son casi nulos. Cabe destacar que, la externación
sustentable sólo es posible para aquellos usuarios/as que son beneficiarios/as de pensiones,
subsidios, o alguna otra prestación social que les otorgue el capital necesario para poder
sostener un alquiler y elementos de consumo básico.

Por último, es importante, no aislar el abordaje de la salud mental con el contexto político,
social y económico actual. Netto (2009) plantea que resulta crucial pensar las políticas
sociales vinculadas a las políticas económicas actuales si nos proponemos el desafío de
concretizar derechos en el marco de la “globalización” (es decir, la mundialización del capital
y la concentración de la economía). En los últimos años, se dio un proceso abismal en
relación a la regresión en materia de derechos. Particularmente en el área de salud y salud
mental, los despidos, el cierre de programas, el congelamiento de subsidios y medicamentos,
el recorte de presupuesto e incluso la desaparición del Ministerio de Salud a nivel nacional
vuelven crítico al contexto en el cuál se interviene.

Como grupo de prácticas, nos resulta relevante dejar plasmada la intencionalidad ético
política la cuál direccionan nuestra intervención.

Partimos por un lado, adhiriendo a la perspectiva de derechos humanos, visualizándolo como


un horizonte que no puede ser garantizado en su totalidad, en el marco del sistema
capitalista. En esta línea, si bien nuestros años de formación profesional nos han brindado un
bagaje teórico que nos permite cuestionar lógicas que hacen al sentido común, (además de
acercarnos al marco normativo vigente), al momento de insertarnos en este caso, en el
campo de la salud mental, un conjunto de dudas e inquietudes nos atraviesaron a la hora de
realizar nuestro proceso de prácticas. ¿Cómo podemos generar líneas de trabajo que se
acerquen a los marcos de nuestra intencionalidad ético política? ¿De qué manera se da este
proceso en una institución donde predomina lo que Menendez (1990) llama el pensamiento
médico hegemónico? ¿Cómo evitar que se desgaste esta intencionalidad cuando las
deplorables condiciones de trabajo recaen en la vida anímica y sobrepasan a los
profesionales?

Por otra parte, al momento de pensar el proceso de intervención con los usuarios/as del
hospital, nos encuentra envueltas en un contexto socio histórico que nos atraviesa
generacionalmente. La lucha del movimiento de mujeres e identidades disidentes nos ha
brindado herramientas que nos permiten desnaturalizar no sólo nuestro cotidiano individual,
sino también sobre lo colectivo. Pensar desde una perspectiva de género, se traduce en
romper con los marcos heteronormativos, biologiscistas y moralizadores sobre la sexualidad,
los cuerpos y las formas en las que se construye el género. Estas herramientas nos ayudan a
esclarecer las relaciones desiguales de poder que sufren los usuarios y usuarias. La
patologización y la violencia institucional; el sentido común de que sólo las mujeres quedan
embarazadas, cuando la denominación “cuerpos gestantes” también incluye a las personas
trans y queers; la reproducción de los estereotipos heteronormativos y binarios
(hombre/mujer) no dando paso a la infinidad de posibilidades que propone la diversidad
sexual y de género; la no implementación de las leyes de identidad de género y de educación
sexual integral que nos enseñan el respeto al cuerpo propio y ajeno, y que también nos
propone la libertad de autodescubrirnos para poder entender que nuestra orientación sexual,
nuestro género autopercibido y que nuestra expresión de género no devienen en un estado
inalterable sino más bien que se constituyen como un proceso que a través de nuestra
trayectoria de vida podemos transformar.

La instrumentalidad en el proceso de prácticas

Según Yolanda Guerra (2007) “la instrumentalidad en el ejercicio profesional se refiere, no al


conjunto de instrumentos y técnicas, sino a una determinada capacidad o propiedad
constitutiva de la profesión, construida y reconstruida en el proceso socio-histórico”. Esta
propiedad que adquiere la profesión en el marco de las relaciones sociales de producción,
posibilita la atención de demandas y el alcance de objetivos (profesionales y sociales) y se
constituye como una condición elemental de reconocimiento social de la profesión.

Por medio de esta capacidad, los profesionales trasforman sus intencionalidades en


respuestas concretas modificando condiciones objetivas y subjetivas existentes en un
determinado nivel de la realidad social: la vida cotidiana. A medida que los profesionales
modifican las condiciones existentes, transformándolas enmedios/instrumentos para la
objetivacíon de las intencionalidades, sus acciones son portadoras de instrumentalidad.

En este marco, Guerra (2007) también destaca la naturaleza y configuración de las políticas
sociales (focalizadas y fragmentadas), que, como espacios de intervención profesional, le
atribuye distintas formas, contenidos y dinámicas al ejercicio profesional; enfocadas a la
resolución puntual e inmediata o a una intervencion microcopica de las refracciones de la
cuestión social

Por lo tanto, concebimos a la instrumentalidad como una mediación que permite el pasaje de
las acciones meramente instrumentales para el ejercicio profesional crítico:

"Es decir, reconocer la instrumentalidad como mediación significa considerar al Servicio


Social como una totalidad constituida de multiples dimensiones: técnico instrumental, teorico
intelectual, ético político y formativa; y a la instrumentalidad como una particularidad (campo
de mediaciones), que tiene la capacidad tanto de articular estas dimensiones como de ser el
conducto por el cual las mismas se traducen en respuestras profesionales. En el primer caso,
la instrumentalidad articula las dimensiones de la profesión y es la síntesis de las mismas; en
el segundo posibilita el pasaje de los referenciales teoricos, técnicos, valorativos y políticos, y
su concreción, de modo que se traduzcan en estrategias profesionales, en estrategias
políticas, en instrumentos técnicos operativos. En otro términos, permite que los sujetos
apuesten, frente a su intencionalidad, en la creación y en la articulación de los medios e
instrumentos necesarios a la consecusíon de sus finalidades profesionales" (Guerra, 2007,
pág.169)

Siguiendo a la autora, y pensando en nuestro proceso de prácticas, la instrumentalidad en la


Consejeria, podemos visualizarla en la capacidad que adquieren los y las profesionales a la
hora de atender las demandas concretas de la institucion y de los sujetos; al mismo tiempo
que se intenta transformar las condiciones objetivas y subjetivas de la realidad social, en pos
de alcanzar sus intencionalidades. Cabe destacar, que dichas intencionalidades estan
intimamente ligadas a determinados valores éticos que la fundamentan y abren la discusión
sobre los proyectos profesionales y societarios, sobre los que están apoyados el quehacer
profesional. Mallardi (2014) nos ofrece una reflexión diciendo que, en toda intervención
profesional se encuentran presentes valores, que son incorporados en los objetivos
profesionales y dan cuenta de la ética profesional
En este sentido, la instrumentalidad como mediación se puede plasmar en cómo la
Consejeria responde a demandas institucionales y de los sujetos (generalmente son
situaciones donde prima la urgencia resolutiva y se interviene de forma fragmentaria); pero al
mismo tiempo generan estrategias profesionales, (enmarcadas en el marco de la ley de salud
mental y en el paradigma de los derechos humanos), que aborden los derechos sexuales y
reproductivos de manera integral y como un proceso que tiene como horizonte la verdadera
autonomia de los sujetos por medio de la externación sustentable.

- Obstáculos, facilitadores y propuestas de líneas de continuidad de los procesos


iniciados

El grupo de prácticas está conformado por tres integrantes mujeres, las cuales
transitamos diferentes experiencias en la inserción de las practicas pre Profesionales. La
realización de dichas prácticas en el área de Salud Mental, parte del interés en conjunto por
transitar y conocer diferentes realidades y campos de acción profesional. En cuanto a la
concurrencia al centro de prácticas, asistimos semanalmente. Tuvimos como primera
aproximación la familiarización de la dinámica institucional y el funcionamiento de la
Consejería, a través de charlas informales con la referente y acompañantes terapéuticos/as,
como así también la realización de una entrevista a una de las integrantes del equipo.
Asimismo, en el espacio de la Consejería, nos permiten presenciar (si las usuarias así lo
desean) las instancias de intervenciones del equipo hacia las situaciones expresadas por las
usuarias que se acercan a dicho espacio, permitiéndonos de esta manera tener un
acercamiento y conocimiento de las historias de cada sujeto. Es importante aclarar, que
hasta el momento, todas las demandas y/o consultas fueron en relación al reconocimiento
del cuerpo, falta de intimidad, privacidad a la identidad, prácticas sexo- afectivas que tienen
compañeros/as de algunas salas. También, se acercan a la Consejería, profesionales desde
las salas a solicitar que realicen charlas y/o talleres de sexualidad dentro de las distintas
salas.

Por otro lado, nos proponen participar en una capacitación sobre Perspectiva de Género y
Diversidad Sexual desde el Ministerio de Salud de la Provincia. Cabe aclarar que nosotras
como grupo, en el marco de las prácticas pre-profesional nos parece importante asistir a
estos espacios con el objetivo de construir un primer conocimiento sobre contexto
institucional y social.

Por lo tanto, consideramos como facilitador, la predisposición del equipo de la Consejería al


momento de nuestra inserción en el marco de nuestras prácticas ya que, al brindarnos
espacios de participación para el desarrollo de nuestro proceso de aprendizaje nos facilita
construir en forma conjunta posibles estrategias de intervención.

Siguiendo esta línea, podemos caracterizar a la Consejería como un lugar en la que


convergen dos procesos de aprendizajes. Es decir, al ser un dispositivo creado hace muy
poco tiempo, transitan por un proceso de conocimiento que irá enriqueciéndose en el
desarrollo de la práctica y abordajes de las situaciones que se les presentan.

Por otra parte, reconociendo que al ser la primera Consejería que aborda la temática de
salud sexual dentro de un manicomio, los profesionales que la integran expresan que existen
poca u escasa bibliografía teórica e investigaciones destinadas a trabajar el tema de la
sexualidad de usuarios y usuarias.

En relación a esto, nos permitimos pensar no como un obstáculo el hecho de no tener un


informe que nos permitiese obtener un conocimiento previo, sino más bien reconocemos
como un desafío el desarrollo de un encuadre teórico que incluya un análisis crítico,
problematizando y desnaturalizando la perspectiva que se siguen manteniendo hasta el día
de hoy sobre la sexualidad de usuarios/as. Es necesario remarcar este punto. Hablar de
salud sexual integral no es solo el buen uso de los métodos anticonceptivos (que
consideramos importante si hablamos de prevención y planificación familiar); sino que
también se relaciona al reconocimiento del cuerpo, de las capacidades y potencialidades de
los sujetos. Aquí aparece un obstáculo al respecto. Hemos visualizado en el discurso de los y
las profesionales de algunas salas, donde ponen mayor interés en que el usuario/a aprenda
a utilizar métodos anticonceptivos; como si la sexualidad se tratase solamente de un aspecto
biológico, sin poder cuestionar la privación de las libertades de los sujetos en relación a su
cuerpo y a su sexualidad, impuesta por el proceso de institucionalización.
Bibliografía:

Bleichmar Silvia. Despojados. Selección de textos.

Caiela, Leonela, Bermuchi Antonella, Banfi Juan Pablo (2018). Consejería en Salud
Sexual y Derechos Humanos. Hospital Alejandro Korn, Melchor Romero, La Plata.

Consejería en Salud Sexual y Productiva. Propuesta de diseño, organización e


implementación. Documento de trabajo. Ministerio de Salud de la Nación.

Foucault Michel (1977) El poder, una bestia magnifica. Sobre el poder, la prisión de la vida.
4 edición.

Guerra, Yolanda (2007) La instrumentalidad en Servicio Social. Cortes, editoras. San Pablo.
Págs 149 a 180. Brasil

Mendoza, Fabiana (2003). La modalidad de atención en salud mental: aproximación


analítica desde la intervención del trabajo social. Ponencia en las ii jornadas de investigación:
la investigación en trabajo social en el contexto latinoamericano. UNER, Paraná, Entre Ríos.

Netto, José Paulo (1997). Capitalismo monopolista y Servicio Social. Cortez Editora. Brasil.

Netto, José Paulo . La concretización de derechos en tiempos de barbarie. EN:


BORGIANNI, E. Y MONTAÑO, C. Coyuntura actual, latinoamericana y mundial: tendencias y
movimientos. Cortéz Editora. San Pablo. 2009.

Guerra, Yolanda. La Instrumentalidad en Servicio Social. Cortez Editora. San Pablo. Brasil
2007. Cap. III

Mallardi, M. et ali,. Procesos de intervención en trabajo social: contribuciones al ejercicio


profesional critico. Pcia. De BS. AS 2014

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