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Reflexiones a 5 años de la implementación de la Ley Nacional de Salud Mental

Lic. Mariano G. Rey

Este año se cumplen 5 años de la sanción de la Ley N° 26657 -dos de su decreto


reglamentario-, y son considerables los avances que se han dado en materia de aplicación
de la misma, con una variabilidad en función de las realidades y voluntades políticas
jurisdiccionales. Asimismo, y en una proporción similar resultan las resistencias, que
provienen de distintos sectores que han visto amenazado su poder y hegemonía disciplinar
tanto en las prácticas como a nivel político-institucional. Producto de un amplio debate con
participación activa de los usuarios de los servicios de salud mental y sus familiares,
asociaciones profesionales, organizaciones sociales y políticas entre otros, resulta un paso
cierto en la construcción de ciudadanía de los sujetos con padecimiento mental, desde una
concepción de la salud como un derecho y el Estado como garante del mismo. Conceptos
como el de accesibilidad, disponibilidad, gratuidad y equidad son contenidos a lo largo del
articulado, constituyéndose como una vía más en camino a zanjar las desigualdades
sociales, claves en lo que representa el proyecto nacional y popular en materia de salud.

Si bien tiene peso propio, la ley forma parte de un marco normativo en materia de
derechos que ha registrado un avance notable en la última década;citando algunos ejemplos
con estrecha relación, la Ley de Derechos del Paciente en su relación con los profesionales
e instituciones de la Salud y la Convención de los Derechos de las Personas con
Discapacidad, de reciente incorporación a la Constitución Nacional a través de la Ley N°
27.044, permiten una lectura conjunta que las integra y potencia. Asimismo, sienta las
bases y otorga consistencia al Plan Nacional de Salud Mental, el cual se encuentra en
marcha y en donde se pregona el cierre de las instituciones monovalentes en salud mental
para el año 2020.

Dentro de los avances mensurables, la Dirección Nacional de Salud Mental y


Adicciones pondera un crecimiento en la asignación de camas para internación en salud
mental en los hospitales generales, así como también una reducción de las camas en
neuropsiquiátricos públicos de aproximadamente un 20%1.

Me interesa destacar algunos ejes en los que hace hincapié la ley, los cuales
considero centrales para pensar las disputas actuales que se dan en el terreno de las
prácticas profesionales y las instituciones que habitamos los trabajadores de la salud.

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Datos relevados en 18 provincias -entre las cuales no figura la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, territorio hostil a
avances en materia de política pública en salud- en informe presentado el último 10 de octubre, en el marco del Día
Nacional y Mundial de la Salud Mental.
El primero de ellos es el inherente a las prácticas profesionales, corriendo el eje del
modelo tutelar a uno que se consolida desde un enfoque de derechos, partiendo de la
presunción de capacidad de las personas. Se plantea así una modificación en los modelos de
intervención clínica, del modelo hospitalocéntrico a los tratamientos con base en la
comunidad, orientando los mismos a la promoción, restitución y fortalecimiento de los
lazos sociales. Está por demás demostrado que el encierro por sí mismo no ofrece ninguna
instancia de cura, por lo que también se ha avanzado en postular la necesaria disminución
de los tiempos de internación en los casos que amerite llevar adelante la misma, evitando
las internaciones por motivos sociales, y posibilitando instancias de monitoreo y legítima
defensa de los usuarios ante internaciones prolongadas. En todos los casos es la clínica la
que debe orientar las intervenciones, contemplando la voluntad e intereses del usuario.

Al tratarse de decisiones sobre la salud de los ciudadanos, resulta clave el lugar de


responsabilidad del equipo de salud en las mismas, disminuyendo la injerencia de los jueces
como actores decisores, y reservando para estos últimos el lugar de garantes de las mejores
condiciones de internación en los casos que esta resulte necesaria. Una clave en esta línea
es la conformación de equipos interdisciplinarios, que atiendan a las distintas aristas que se
desprenden para el abordaje de una problemática compleja, sin perder de vista la
singularidad del sujeto. A tal fin no basta sólo con exigirla, sino que para construir real
interdisciplina se requiere un trabajo diario que no diluye las incumbencias sino pone en
cuestión la hegemonía disciplinar, desde la cual se sostienen abordajes reduccionistas. Otro
punto a remarcar en la misma línea es el uso del consentimiento informado, instrumento
que da cuenta de la voluntariedad de los sujetos de decidir sobre su salud, participando de
una modalidad de tratamiento particularizada2, en donde se expresen objetivos, alcances y
metodología que llevarán adelante los equipos profesionales para lograr los objetivos
propuestos, los cuales se deben comunicar en un lenguaje claro y asequible a los usuarios o
sus representantes legales. Resulta un acierto entonces interpelar la totalidad de las
prácticas, incluyendo en la discusión el uso y alcance de la terapia farmacológica, que se
constituye muchas veces como chaleco químico, arrasando la subjetividad de los sujetos
con padecimiento subjetivo.

Por otro lado, y como segundo eje, la importancia de la acción intersectorial como
modo de abordar una temática que supera ampliamente las incumbencias del sector salud.
En esta línea, resulta significativa la puesta en funcionamiento del Órgano de Revisión
Nacional, integrado intersectorialmente con representación del Estado, así como de
asociaciones de usuarios y familiares, asociaciones de profesionales y trabajadores de la
salud, y de organizaciones no gubernamentales abocadas a la defensa de los Derechos
Humanos, como organismo de prevención de derechos humanos, supervisión y monitoreo.
2
La cual pueden interrumpir cuando así lo desearan, salvo que mediara una situación actual de risego cierto
e inminente.
Asimismo se pueden ubicar los aportes realizados desde la Comisión Nacional
Interministerial en Políticas de Salud Mental y Adicciones, con participación de todas las
áreas de gobierno, en la cual se han tomado temas cruciales como las recomendaciones para
los planes de estudio de las carreras de grado en las Universidades, la medicalización en la
infancia, o el funcionamiento en su seno del Consejo Consultivo Honorario, con
participación de 30 organizaciones de la sociedad civil.

Por otro lado y en continuidad con los puntos señalados, es importante remarcar la
necesidad de articulación entre las instituciones y las organizaciones sociales que se
encuentran en los territorios, dado el aporte que las mismas realizan en torno al armado de
un tejido social posible para lograr la externación e inclusión social de ciudadanos con
padecimiento subjetivo, cronificados por innumerables prácticas y dispositivos
institucionales que resultaron iatrogénicos como modo de dar respuesta a su problemática
en salud.

Ubico como tercer eje el de la formación. Al respecto, se debe partir del


reconocimiento de la convivencia en tensión de dos modelos de intervención en salud
mental, resultando necesario avanzar por este motivo en la elaboración de programas de las
carreras de grado así como en las residencias hospitalarias que contengan la construcción
de redes, el trabajo interdisciplinario, el abordaje de grupos, así como también que
incorporen la trama territorial desde una perspectiva de derechos, muy ajena a la formación
liberal que se dicta actualmente en buena parte de las facultades que forman a los futuros
trabajadores de la salud. Asimismo, garantizar la formación permanente de los trabajadores
que vienen desarrollando sus prácticas en los diferentes niveles de atención, en miras a la
incorporación de herramientas novedosas frente a realidades cambiantes, facilitando la
conceptualización y apropiación crítica del saber para favorecer el desarrollo de estrategias
de intervención complejas, ofreciendo tratamientos integrales. No menos importante es la
posibilidad de consolidar un movimiento organizado de trabajadores de la salud formados
desde esta perspectiva, en vías a sostener las políticas públicas vigentes y comprometidos
con el diseño de las políticas complementarias para garantizar el proceso de reforma.

Más allá de recuperar la riqueza de un proceso lleno de virtudes, para continuar


avanzando en la plena implementación de la ley se requiere profundizar en los procesos
participativos superando obstáculos político-financieros, técnico-corporativos e
ideológicos, que muchas veces continúan operando como insumos desde donde se inscriben
los movimientos resistenciales, como modo de consolidar el reconocimiento del derecho a
la salud mental, sin estigmatización ni discriminación hacia las personas con padecimiento
subjetivo. Tengo un pleno convencimiento que hacia allí nos dirigimos.

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