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Si bien tiene peso propio, la ley forma parte de un marco normativo en materia de
derechos que ha registrado un avance notable en la última década;citando algunos ejemplos
con estrecha relación, la Ley de Derechos del Paciente en su relación con los profesionales
e instituciones de la Salud y la Convención de los Derechos de las Personas con
Discapacidad, de reciente incorporación a la Constitución Nacional a través de la Ley N°
27.044, permiten una lectura conjunta que las integra y potencia. Asimismo, sienta las
bases y otorga consistencia al Plan Nacional de Salud Mental, el cual se encuentra en
marcha y en donde se pregona el cierre de las instituciones monovalentes en salud mental
para el año 2020.
Me interesa destacar algunos ejes en los que hace hincapié la ley, los cuales
considero centrales para pensar las disputas actuales que se dan en el terreno de las
prácticas profesionales y las instituciones que habitamos los trabajadores de la salud.
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Datos relevados en 18 provincias -entre las cuales no figura la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, territorio hostil a
avances en materia de política pública en salud- en informe presentado el último 10 de octubre, en el marco del Día
Nacional y Mundial de la Salud Mental.
El primero de ellos es el inherente a las prácticas profesionales, corriendo el eje del
modelo tutelar a uno que se consolida desde un enfoque de derechos, partiendo de la
presunción de capacidad de las personas. Se plantea así una modificación en los modelos de
intervención clínica, del modelo hospitalocéntrico a los tratamientos con base en la
comunidad, orientando los mismos a la promoción, restitución y fortalecimiento de los
lazos sociales. Está por demás demostrado que el encierro por sí mismo no ofrece ninguna
instancia de cura, por lo que también se ha avanzado en postular la necesaria disminución
de los tiempos de internación en los casos que amerite llevar adelante la misma, evitando
las internaciones por motivos sociales, y posibilitando instancias de monitoreo y legítima
defensa de los usuarios ante internaciones prolongadas. En todos los casos es la clínica la
que debe orientar las intervenciones, contemplando la voluntad e intereses del usuario.
Por otro lado, y como segundo eje, la importancia de la acción intersectorial como
modo de abordar una temática que supera ampliamente las incumbencias del sector salud.
En esta línea, resulta significativa la puesta en funcionamiento del Órgano de Revisión
Nacional, integrado intersectorialmente con representación del Estado, así como de
asociaciones de usuarios y familiares, asociaciones de profesionales y trabajadores de la
salud, y de organizaciones no gubernamentales abocadas a la defensa de los Derechos
Humanos, como organismo de prevención de derechos humanos, supervisión y monitoreo.
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La cual pueden interrumpir cuando así lo desearan, salvo que mediara una situación actual de risego cierto
e inminente.
Asimismo se pueden ubicar los aportes realizados desde la Comisión Nacional
Interministerial en Políticas de Salud Mental y Adicciones, con participación de todas las
áreas de gobierno, en la cual se han tomado temas cruciales como las recomendaciones para
los planes de estudio de las carreras de grado en las Universidades, la medicalización en la
infancia, o el funcionamiento en su seno del Consejo Consultivo Honorario, con
participación de 30 organizaciones de la sociedad civil.
Por otro lado y en continuidad con los puntos señalados, es importante remarcar la
necesidad de articulación entre las instituciones y las organizaciones sociales que se
encuentran en los territorios, dado el aporte que las mismas realizan en torno al armado de
un tejido social posible para lograr la externación e inclusión social de ciudadanos con
padecimiento subjetivo, cronificados por innumerables prácticas y dispositivos
institucionales que resultaron iatrogénicos como modo de dar respuesta a su problemática
en salud.