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Uno de los propósitos de este escrito es poner de relieve el trabajo que se viene realizando
en nuestra región -Entre Ríos durante estos años, en relación a la formación de los
Acompañantes Terapéuticos y su articulación con la Salud Pública.
La idea que nos lleva a trabajar sobre este punto es, necesariamente, el camino que se ha
desarrollado desde la Universidad Pública -UADER- hacia las Instituciones de Salud y
viceversa, sustentado a través de las prácticas que realizan los estudiantes.
Queremos remarcar y dar valor al trabajo realizado en la institución académica desde el año
2001, -momento de creación de la carrera ya que es a partir de este origen, que se ha
logrado configurar e instituir el lugar del AT en diferentes servicios de salud pública de la
región.
Por un lado, nos permitiremos pensar la dimensión política, dado el puente que se ha ido
construyendo entre estos dos escenarios, lo que lleva a poder formalizar el trabajo del
acompañante terapéutico. En tanto dimensión política se busca inscribir -en principio-
modos sustitutivos a la lógica asilar-manicomial en el campo de la salud mental, y en
sentido amplio, en la comunidad. Esto se
Para ello resulta insoslayable advertir las lógicas que subyacen a las prácticas que se
sostienen en la actualidad, en tanto -algunas de ellas- desconocen los derechos de las
personas con las que se interviene. En tanto practicantes del campo de la subjetividad no
estamos exentos de reproducir lo que venimos a denunciar, vale decir este carácter
manicomial de ciertas prácticas.
Debemos estar advertidos -también- que estas no desaparecerán al cerrar los manicomios.
Dado que lo manicomial es una forma de entender el abordaje del sufrimiento mental. Lo
manicomial es cultura (Di Nella, 2012). Es necesario apostar entonces a generar prácticas
que se interroguen, insistiendo en caracterizar y situar el lugar desde donde se posiciona
todo practicante.
Allí radica el carácter político del que partimos. Se trata de una apuesta -entendida como
decisión que lleva en sí, ciertas incertidumbres. Por lo cual hay que decir también que
desconocemos los alcances de nuestra tarea, habitamos un mientras tanto, con un
desfasaje entre lo esperado y lo que ocurre, dado que son haceres y saberes sin garantías.
Salud pública-intersectorialidad
Para abordar el entrecruzamiento AT en la Salud Pública, diremos que la salud -ante todo-
es un derecho fundamental, por lo tanto es un deber del Estado garantizar su acceso a toda
la población.
Situamos una fuerte y clara necesidad de articulación entre los sectores (intersectorialidad)
en el armado de acciones que garanticen este derecho.
La experiencia de la Tecnicatura en AT de UADER desde 2001 ha sustentado su historia de
trabajo académico con un fuerte anclaje en los servicios públicos de salud. Ámbito de
intersecciones donde se ha ido construyendo laboriosamente una clínica del AT, que no
sólo se asienta sino que remarca la producción de prácticas universitarias en los servicios
públicos de salud (Hospitales, centros de Día, casa de medio camino, centros de salud,
entre otros efectores).
Desde este planteo, el lugar del AT es una figura clave para producir intervenciones
fundadas en el lazo social, que tiendan a despatologizar y desmedicalizar la vida cotidiana.
Respecto a este problema, dicho documento visibiliza que las internaciones en hospitales
psiquiátricos en nuestro país siguen siendo un problema de salud, un problema político, un
problema de derechos humanos y por ende, un problema de orden público.
Volviendo a lo local, podemos situar (aunque sin datos estadísticos elaborados) que la
participación de los estudiantes de la Tecnicatura en AT ha incidido en gran medida en el
trabajo de externaciones y acompañamientos a personas internadas en el HESM de
Paraná, en la posibilidad de acompañar la circulación y la llegada a los dispositivos
sustitutivos como Hospital de día, casa de medio camino, tratamientos ambulatorios,
centros de salud, entre otros. Esto nos ubica en una intervención presente, anclada a las
políticas del hospital público, y nos sitúa en un futuro, en tanto se trata de recursos en
formación en la universidad pública, en la lógica de generar y sostener dispositivos y
prácticas comunitarias.
“La ley es básicamente una herramienta de acción (...) de donde se desprende un modelo
asistencial en el que las crisis que ameriten internación la recibirán en un hospital general
con servicios adecuados. Pero además se deben generar las medidas y recursos
necesarios para dar soporte en la comunidad a las personas con padecimiento mental dado
que nadie puede permanecer internado por simples carencias sociales, y que se deben
crear dispositivos asistenciales comunitarios para quienes requieran cuidados prolongados,
tales como casas de convivencia, hogares, hospitales de día. Se espera que los centros de
salud puedan también integrar acciones y servicios de salud mental” (Stolkiner 2015).
Podemos decir que es a partir del campo académico en su intersección con las instituciones
de salud, que se va gestando, inscribiendo y consolidando la figura del AT en sus múltiples
semblantes, al mismo tiempo que en su misma expansión, va generando nuevas prácticas
clínico-comunitarias hacia el interior del sistema de salud.
Esto ha permitido un reconocimiento explícito por parte de los equipos de salud, de los
propios usuarios y la comunidad, como así también de diferentes organismos, por ejemplo,
el Ministerio de Salud, a través de la matrícula provincial y la inclusión de los egresados en
la Carrera Asistencial Sanitaria de la Provincia de Entre Ríos.
Lo recién expresado da cuenta de una tendencia en nuestra región y nuestro país hacia
modalidades de la clínica que apuntan a revalorizar lo ambulatorio, el lazo social, lo
cotidiano y lo comunitario.
En cuanto a la inserción del AT en la salud pública, Pulice expresa que podemos plantear
un listado de situaciones donde se manifiesta la precariedad de las condiciones laborales de
los AT (en la inscripción formal, en el cobro de honorarios, en la articulación del trabajo en
las instituciones, etc ) pero también va a decir que la trama del sistema de salud público: el
hospital público, las intervenciones comunitarias se configuran y se manifiestan en la trama
singular del tratamiento de un sujeto, y ahí, en ese marco general se pone en juego la
dimensión ética del AT, cuando el AT toma una posición (Pulice,2018). Vale decir que son
dos niveles de lectura que requieren un análisis y sistematización, pero que no dejan de
incidir uno sobre el otro.
Esto nos da pie para avanzar en otro punto de la reflexión, que es la dimensión clínica,
enraizada en el complejo escenario que venimos describiendo. Dimensión propiciada por la
relación entre la Universidad y los servicios públicos de salud, anclada precisamente en el
trabajo clínico que los estudiantes (futuros acompañantes) llevan adelante. Estas prácticas
se realizan incluyéndose en equipos interdisciplinarios, produciendo un hacer específico, el
cual genera efectos en las situaciones, en los equipos, tanto como en los usuarios.
Las prácticas de los estudiantes en el trabajo con los equipos, se puede leer en su
particularidad en el ámbito académico, a través de los espacios de supervisión que se
realizan a lo largo del recorrido de las materias específicas (Núcleo Prácticas de AT del plan
2015) de la Carrera. En estos espacios se da la posibilidad de producir relatos sobre las
experiencias, nombrar /o que se hace, producir una elaboración discursiva sobre los casos
donde se interviene, pensar los obstáculos que se presentan y abrir nuevas preguntas.
Estos espacios -grupales- son dispositivos producidos académicamente para pensar un
hacer particular, propiciar una lectura de la experiencia y construir una orientación sobre el
quehacer específico del AT.
Por último, nos detendremos en la dimensión transferencial, recurso que se pone en juego
en todo acompañamiento que se considere terapéutico. A través de una breve presentación
de caso, situaremos el trabajo realizado con un equipo interdisciplinario del Hospital Escuela
de Salud Mental de Paraná, a partir de la inclusión de dos estudiantes de la Tecnicatura en
AT.
La pregunta que nos puede guiar en este punto es: ¿De qué hablamos cuando decimos
transferencia dentro de la clínica del AT? Considerando que -en esta ocasión- se trata de un
acompañamiento enmarcado como práctica universitaria. Aspecto que adquiere relevancia,
dado que, dentro de un escenario de aprendizaje y formación, suele ser la primera vez que
el estudiante se ubica en posición de intervenir clínicamente. Además debemos decir que el
usuario (o la usuaria) accede a este recurso a través de la posibilidad que ofrece la Carrera
en el formato de las prácticas estudiantiles.
Un relato clínico. Acompañar "A S"
Ubicamos aquí -ante todo-el valor clínico que tiene esta práctica, dado que ofrece la
posibilidad de acompañamiento concreto a un usuario que, por su condición particular de
padecimiento subjetivo, así lo requiere.
“Cuando conocí a A S, hacía tres meses que se encontraba internado. Él mismo había
tenido su acercamiento al hospital dos años antes de su internación, llevado por sus
hermanos, porque presentaba episodios de “ansiedad”. Desde ese momento comienza su
tratamiento a través de consultorio externo.”
(...) En el tiempo del acompañamiento, "S" relata cuestiones sobre su vida, manifiesta
ciertas ideas hipocondríacas que giraban sobre una posible enfermedad que tenía, decía
que los profesionales le mentían para ocultar esa posible afección. Esto aparecía
acompañado de un miedo hacia algo que no podía especificar, junto con insomnio y una
dieta estricta, que respondía a esta posible enfermedad, llegado al punto que sólo ingería
mandarinas, porque era lo único que contrarrestaba la afección que decía tener.
"S" vivía con su madre, pero a su vez se estaba construyendo una casa. Meses antes de su
internación, la madre es llevada a un geriátrico...La familia empieza a manifestar
preocupación por el estado de salud de S, su casa se encuentra deteriorada, y creen que ya
no toma los medicamentos. Se lo ve adelgazar mucho y pasar gran tiempo en la casa de su
madre, la cual se encontraba deshabitada (...)
(...) El equipo del hospital toma la decisión de ir a la casa, pero él no los atiende. Cuando
logran entrar al domicilio, lo encuentran muy deteriorado físicamente y sin fuerzas para
levantarse. La casa se encontraba con gran cantidad de basura.
En esos momentos, sólo ingería galletitas, único alimento que elegía para alimentarse.
A partir de esta situación, el equipo tratante decide que lo mejor en ese momento, era la
internación.
(...) Luego de tres meses de estar internado, en base a su favorable evolución, el equipo
decide iniciar el acompañamiento de la externación. A partir de ese momento se decide
convocar a los acompañantes, -observando a su vez- las posibilidades materiales del propio
usuario, dado que contaba con una casa propia.
La estrategia que propone el equipo, al convocar a los ATs, consistía en poder hacer salidas
hacia la casa, dirigirse en colectivo desde el hospital (donde él residía en ese momento)
hacia su antiguo hogar y volver al hospital; con la idea de que pueda realizar las actividades
que haría, sí viviera solo. Teniendo los ATs la función de “ver e inspeccionar” su
desenvolvimiento dentro de su propio espacio y así “medir” las posibilidades de externación.
La cuestión reside en pensar cómo trabajar en este imposible freudiano, cómo establecer
algo del orden de la transferencia a lo largo de los primeros encuentros. Cómo pasar de ser
uno más en la vida del sujeto a ocupar un lugar no anónimo, y donde el acompañado,
pueda transferir algo sobre la persona del acompañante, parafraseando a Freud (Freud,
1979).
En los primeros encuentros, suele ocurrir que el AT se apresura a realizar acciones que
responden a una idea previamente armada, acciones que sostiene guiado por un sujeto
supuesto saber de los textos o por las indicaciones dadas por el equipo que convoca.
Este suele ser uno de los efectos observables a priori, que podemos entender como un
síntoma propio del entrecruzamiento de estos dos ámbitos (académico y salud), ligado a la
inexperiencia del practicante y a la necesidad de cubrir con saber.
Tenemos que tener en cuenta que desde el momento en que el sujeto habla, hay
transferencia en juego, pero es desde ese hablar -sostenido desde la escucha donde
pensamos la función del acompañante (Pulice, 2016).
Esto es posible -para Sen tanto el acompañante ha sostenido el lugar de semejante, el lugar
de aquel que va a ofrecer su presencia, no sólo estar allí físicamente con el deber de estar
al lado del usuario que le designaron acompañar, sino que es estar dispuesto a prestar la
escucha y el diálogo. Ofreciendo escucha a lo que el usuario tenga para decir, sus
malestares, sus inquietudes o sus preferencias, donando consistencia al espacio, a través
de su presencia. Esto podrá llevar a que el acompañante no sea uno más en una serie, sino
que adquiera un contorno particular en la economía libidinal del acompañado. El AT va a
estar allí con su nombre propio, saliendo del lugar anónimo o desconocido, del uno más.
Aportará un más uno, un uno que cuente.
Poder ser la persona que lo acompañaba a su casa y con la que se sentaba a compartir
mates con él. En eso consistieron las primeras intervenciones en el acompañamiento con
"S", comandadas por la transferencia que se puso a jugar en el caso.
Conclusiones y cierre
Los procesos de transformación de las prácticas en Salud Mental que se han activado con
la sanción de Ley Nacional de Salud Mental siguen un insistente camino, con diversas
modalidades y ritmos en las regiones de nuestro país. Consideramos que hay una vasta y
sólida experiencia que da sustento a las prácticas que se desarrollan en la actualidad, lo
que permite también una permeabilidad a los nuevos aportes que puedan llegar.
Para cerrar retomamos a Souza Campos, quien nos dice que para poder incidir en la salud
pública es necesario producir reflexiones teóricas y experiencias prácticas y crear
movimientos, situaciones y contextos que favorezcan la constitución de sujetos colectivos
“para poder inventar nuevos modos de andar por la vida”.