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Acompañamiento Terapéutico en la Salud Pública. Interlocuciones posibles.

Andrea Flory y Lucas Roskopf

Uno de los propósitos de este escrito es poner de relieve el trabajo que se viene realizando
en nuestra región -Entre Ríos durante estos años, en relación a la formación de los
Acompañantes Terapéuticos y su articulación con la Salud Pública.

La idea que nos lleva a trabajar sobre este punto es, necesariamente, el camino que se ha
desarrollado desde la Universidad Pública -UADER- hacia las Instituciones de Salud y
viceversa, sustentado a través de las prácticas que realizan los estudiantes.

Queremos remarcar y dar valor al trabajo realizado en la institución académica desde el año
2001, -momento de creación de la carrera ya que es a partir de este origen, que se ha
logrado configurar e instituir el lugar del AT en diferentes servicios de salud pública de la
región.

Al menos cuatro dimensiones se pueden desprender de las articulaciones planteadas entre


la Tecnicatura Universitaria en Acompañamiento Terapéutico de la UADER y la posibilidad -
a partir de allí de la inscripción de la figura del AT en las instituciones de Salud Mental en
Entre Ríos.

Por un lado, nos permitiremos pensar la dimensión política, dado el puente que se ha ido
construyendo entre estos dos escenarios, lo que lleva a poder formalizar el trabajo del
acompañante terapéutico. En tanto dimensión política se busca inscribir -en principio-
modos sustitutivos a la lógica asilar-manicomial en el campo de la salud mental, y en
sentido amplio, en la comunidad. Esto se

1 Una versión de este trabajo fue presentado en el XV Congreso Argentino de AT.


Rosario.2019.

conjuga a través de la producción de prácticas pensadas desde una perspectiva de


derechos, centradas en la restitución de condiciones que dignifiquen a los sujetos, que -en
ocasiones- han sido víctimas de procesos de psiquiatrización y de intervenciones
iatrogénicas. Para esto encontramos una fuerte referencia en los lineamientos que plantea
la Ley Nacional de Salud Mental 26657/10

Cuando hablamos de la dimensión política queremos resaltar y recuperar el trabajo que se


viene realizando hace ya varias décadas en nuestra provincia, esfuerzo incesante de
diferentes generaciones de profesionales y trabajadores que buscan llevar adelante modos
sustitutivos a las prácticas manicomiales. Esto no escapa del escenario académico, ya que
es en la Universidad donde se dan los primeros pasos en la formación y donde se
adquieren herramientas necesarias para el futuro trabajo profesional.

La dimensión política -además- se juega a través de la transmisión académica, en la


selección de contenidos, en la bibliografía, en el sentido particular otorgado a las prácticas y
a la formación. Para esto es necesario historizar y contextualizar las ideas y nociones que
se transmiten, otorgándole anclaje, referencias y fundamentos. En este sentido se trata de
pensar en situación, ubicando los saberes en el contexto político y social en el que se
inscriben, abriendo preguntas, apostando a un espíritu crítico. Esta perspectiva permite
visibilizar en su horizonte, la dimensión ética que anida en toda práctica profesional.

Para ello resulta insoslayable advertir las lógicas que subyacen a las prácticas que se
sostienen en la actualidad, en tanto -algunas de ellas- desconocen los derechos de las
personas con las que se interviene. En tanto practicantes del campo de la subjetividad no
estamos exentos de reproducir lo que venimos a denunciar, vale decir este carácter
manicomial de ciertas prácticas.

Debemos estar advertidos -también- que estas no desaparecerán al cerrar los manicomios.
Dado que lo manicomial es una forma de entender el abordaje del sufrimiento mental. Lo
manicomial es cultura (Di Nella, 2012). Es necesario apostar entonces a generar prácticas
que se interroguen, insistiendo en caracterizar y situar el lugar desde donde se posiciona
todo practicante.

A partir de lo anterior, la propuesta desde la formación académica será pensar y propiciar


nuevas formas de llevar adelante el abordaje del padecimiento subjetivo, lo que
comúnmente se llama prácticas sustitutivas.

Allí radica el carácter político del que partimos. Se trata de una apuesta -entendida como
decisión que lleva en sí, ciertas incertidumbres. Por lo cual hay que decir también que
desconocemos los alcances de nuestra tarea, habitamos un mientras tanto, con un
desfasaje entre lo esperado y lo que ocurre, dado que son haceres y saberes sin garantías.

Entendemos el AT como una herramienta valiosa para incidir en la sustitución de lo


manicomial. Se trata de una práctica fundada en un enfoque de derechos, que se basa en
el reconocimiento de la dimensión singular del sujeto, el respeto de sus tiempos y sus
espacios, lo que apunta a devolver cierta potencia creadora. Esta lectura se basa en el
profundo respeto por lo que ese otro, en su alteridad radical, pueda poner en juego, y en la
perspectiva de habilitar las condiciones para que esto sea posible (Romero, 2012).

Con la constitución del campo de la salud mental el acompañamiento terapéutico fue


ganándose su lugar conjuntamente con otras prácticas. Con el transcurrir de los años fue
consolidando su tarea y su saber hacer. Aparece el AT como una función fundamental a la
hora de pensar un trabajo clínico próximo al domicilio, en la trama comunitaria y en situación
de cotidianeidad.

Se trata de un eslabón esencial para el proceso de sustitución de prácticas manicomiales,


ya que permite poder intervenir en la comunidad, en el espacio público, y más allá de la
institución hospitalaria. Por lo cual, se ha ganado el nombre de práctica extramuros. En sus
comienzos, en los años 60/70, desde ese lugar de exterioridad a la internación hospitalaria,
ha permitido y permite con su intervención, la posibilidad de pensar formas clínicas que no
se basen en el aislamiento (Rossi, 2007).

El AT es un recurso formado en una especificidad que opera en el campo de la salud.


mental. Su hacer -en tanto recurso clínico apuesta a la producción de lazo social y a la
subjetividad. La posibilidad de contar con el AT en nuestro medio, se ha ido inscribiendo en
un plano discursivo y práctico, dado que, al producirse la oferta desde la institución
académica, se han generado diversas demandas desde los servicios de salud y la
comunidad.

Partimos de la consigna "para que un AT pueda acompañar, debe estar acompañado”.


Desde ahí se orienta la tarea con la perspectiva del trabajo en equipo. El AT forma parte de
una cadena de intervenciones que se producen en el abordaje de complejas problemáticas
y situaciones propias del campo de la Salud Mental. El AT en sí mismo, con su presencia,
inscribe un modo particular de hacer la clínica. Esta práctica en particular, al trascender
ciertos muros institucionales y circular por los territorios donde transcurre la vida misma del
acompañado, inscribe una dimensión política.

Salud pública-intersectorialidad

“Pensar la salud es pensar en la vida, es pensar en la vida cotidiana y sus problemas”


(Souza Campos, 2009).

Para abordar el entrecruzamiento AT en la Salud Pública, diremos que la salud -ante todo-
es un derecho fundamental, por lo tanto es un deber del Estado garantizar su acceso a toda
la población.

En el entrecruzamiento que establecemos - y al pertenecer a la universidad pública -


planteamos la necesidad de accionar y planificar políticas públicas en conjunto, bajo el
amparo de la Ley Nacional de Salud Mental 26657/10 y sus recomendaciones a las
universidades en la formación de profesionales en carreras de orden público”²

La Ley Nacional de Salud Mental plantea la adecuación de la formación de los profesionales


y técnicos al paradigma de la salud mental. La formación y las prácticas del AT deben poder
sistematizar abordajes que promuevan la interdisciplina y la intersectorialidad

2 (Decreto reglamentario 603/13) ARTICULO 33.El Ministerio de Educación, a través de sus


áreas competentes, prestará colaboración a la Autoridad de Aplicación a fin de efectuar las
pertinentes recomendaciones dirigidas a las universidades para adecuar los planes de
estudio de formación de los profesionales de las disciplinas involucradas con la salud
mental. Deberá ponerse de resalto la capacitación de los trabajadores en servicio del equipo
interdisciplinario de salud mental, de atención primaria de la salud, y de todas las áreas que
intervienen en orden a la intersectorialidad. La Autoridad de Aplicación deberá promover la
habilitación de espacios de capacitación de grado y posgrado, residencias, concurrencias y
pasantías, dentro de los dispositivos comunitarios, sustituyendo progresivamente los
espacios de formación existentes en instituciones monovalentes.

necesarias para garantizar una perspectiva de derechos en las intervenciones de salud.

Situamos una fuerte y clara necesidad de articulación entre los sectores (intersectorialidad)
en el armado de acciones que garanticen este derecho.
La experiencia de la Tecnicatura en AT de UADER desde 2001 ha sustentado su historia de
trabajo académico con un fuerte anclaje en los servicios públicos de salud. Ámbito de
intersecciones donde se ha ido construyendo laboriosamente una clínica del AT, que no
sólo se asienta sino que remarca la producción de prácticas universitarias en los servicios
públicos de salud (Hospitales, centros de Día, casa de medio camino, centros de salud,
entre otros efectores).

Acompañamiento Terapéutico en la salud pública

“La lógica manicomial actualmente no se manifiesta sólo en la persistencia de las


instituciones psiquiátricas, sino también en la creciente tendencia a patologizar la vida
cotidiana y los problemas sociales complejos, dando respuesta a ellos de manera individual
a través de la prescripción de medicamentos, lo que se denomina proceso de
medicalización/medicamentalización. Frente a esta tendencia, que se funda en la expansión
de los mercados de psicofármacos, también se hacen necesarias acciones de salud mental
que brinden promoción y asistencia fundada en los lazos sociales. Se trata de brindar
respuesta sin patologizar o medicalizar, lo cual implica necesariamente un abordaje
interdisciplinario, intersectorial y participativo” (Stolkiner, 2015).

Desde este planteo, el lugar del AT es una figura clave para producir intervenciones
fundadas en el lazo social, que tiendan a despatologizar y desmedicalizar la vida cotidiana.

Según el informe publicado desde la DNSM y Adicciones (AA.VV.2015) los temas


acuciantes en Salud Mental en Argentina son los suicidios, el consumo problemático de
sustancias, además de las personas internadas en hospitales psiquiátricos, colonias, entre
otros. Es relevante atender a esas investigaciones y situar el lugar del AT en línea con tales
prioridades, en los ámbitos donde se inserta (sean político-legales, académicos y de la
salud pública), lo que además muestra alcances indiscutibles, en términos de su eficacia
clínica.

“En 2007 el CELS y el MDRI (organismos de Derechos Humanos) publicaron un informe


sobre la situación de las personas internadas en los asilos psiquiátricos en el país (Vidas
arrasadas). Se diagnosticaba la existencia de 25.000 personas internadas en asilos
psiquiátricos, de las cuales el 80% estaban encerradas más de un año y muchas de por
vida. Se daban evidencias de tratamientos inapropiados, situaciones de abuso físico y
sexual, muertes dudosas y falta de monitoreo de derechos” (Stolkiner, 2015).

Respecto a este problema, dicho documento visibiliza que las internaciones en hospitales
psiquiátricos en nuestro país siguen siendo un problema de salud, un problema político, un
problema de derechos humanos y por ende, un problema de orden público.

Volviendo a lo local, podemos situar (aunque sin datos estadísticos elaborados) que la
participación de los estudiantes de la Tecnicatura en AT ha incidido en gran medida en el
trabajo de externaciones y acompañamientos a personas internadas en el HESM de
Paraná, en la posibilidad de acompañar la circulación y la llegada a los dispositivos
sustitutivos como Hospital de día, casa de medio camino, tratamientos ambulatorios,
centros de salud, entre otros. Esto nos ubica en una intervención presente, anclada a las
políticas del hospital público, y nos sitúa en un futuro, en tanto se trata de recursos en
formación en la universidad pública, en la lógica de generar y sostener dispositivos y
prácticas comunitarias.

“La ley es básicamente una herramienta de acción (...) de donde se desprende un modelo
asistencial en el que las crisis que ameriten internación la recibirán en un hospital general
con servicios adecuados. Pero además se deben generar las medidas y recursos
necesarios para dar soporte en la comunidad a las personas con padecimiento mental dado
que nadie puede permanecer internado por simples carencias sociales, y que se deben
crear dispositivos asistenciales comunitarios para quienes requieran cuidados prolongados,
tales como casas de convivencia, hogares, hospitales de día. Se espera que los centros de
salud puedan también integrar acciones y servicios de salud mental” (Stolkiner 2015).

La inscripción de la figura del AT en nuestro medio, se ha ido dando en razón de la inclusión


de los estudiantes en los diferentes ámbitos institucionales que se ocupan de la atención de
los problemas de salud de la comunidad. A partir de ello, se ha ido generando una
demanda, cada vez mayor, viabilizada a través de nuestros egresados, tanto en el ámbito
público como privado, sumándose en los últimos años, el sector de obras sociales.

Podemos decir que es a partir del campo académico en su intersección con las instituciones
de salud, que se va gestando, inscribiendo y consolidando la figura del AT en sus múltiples
semblantes, al mismo tiempo que en su misma expansión, va generando nuevas prácticas
clínico-comunitarias hacia el interior del sistema de salud.

Esto ha permitido un reconocimiento explícito por parte de los equipos de salud, de los
propios usuarios y la comunidad, como así también de diferentes organismos, por ejemplo,
el Ministerio de Salud, a través de la matrícula provincial y la inclusión de los egresados en
la Carrera Asistencial Sanitaria de la Provincia de Entre Ríos.

Lo recién expresado da cuenta de una tendencia en nuestra región y nuestro país hacia
modalidades de la clínica que apuntan a revalorizar lo ambulatorio, el lazo social, lo
cotidiano y lo comunitario.

Este crecimiento en la práctica debe ir de la mano de la consolidación y profundización de


los saberes que la sostienen, los fundamentos que la sustentan, lo que requiere una
necesaria sistematización.

En cuanto a la inserción del AT en la salud pública, Pulice expresa que podemos plantear
un listado de situaciones donde se manifiesta la precariedad de las condiciones laborales de
los AT (en la inscripción formal, en el cobro de honorarios, en la articulación del trabajo en
las instituciones, etc ) pero también va a decir que la trama del sistema de salud público: el
hospital público, las intervenciones comunitarias se configuran y se manifiestan en la trama
singular del tratamiento de un sujeto, y ahí, en ese marco general se pone en juego la
dimensión ética del AT, cuando el AT toma una posición (Pulice,2018). Vale decir que son
dos niveles de lectura que requieren un análisis y sistematización, pero que no dejan de
incidir uno sobre el otro.

Esto nos da pie para avanzar en otro punto de la reflexión, que es la dimensión clínica,
enraizada en el complejo escenario que venimos describiendo. Dimensión propiciada por la
relación entre la Universidad y los servicios públicos de salud, anclada precisamente en el
trabajo clínico que los estudiantes (futuros acompañantes) llevan adelante. Estas prácticas
se realizan incluyéndose en equipos interdisciplinarios, produciendo un hacer específico, el
cual genera efectos en las situaciones, en los equipos, tanto como en los usuarios.

Las prácticas de los estudiantes en el trabajo con los equipos, se puede leer en su
particularidad en el ámbito académico, a través de los espacios de supervisión que se
realizan a lo largo del recorrido de las materias específicas (Núcleo Prácticas de AT del plan
2015) de la Carrera. En estos espacios se da la posibilidad de producir relatos sobre las
experiencias, nombrar /o que se hace, producir una elaboración discursiva sobre los casos
donde se interviene, pensar los obstáculos que se presentan y abrir nuevas preguntas.
Estos espacios -grupales- son dispositivos producidos académicamente para pensar un
hacer particular, propiciar una lectura de la experiencia y construir una orientación sobre el
quehacer específico del AT.

En cuanto a la dimensión académica, brevemente comentaremos que nos encontramos


transitando la implementación del plan nuevo, a partir del año 2016. Plan que se configura
luego de un largo proceso de evaluación del plan viejo, produciendo una reforma estructural
(Resolución 1724 C.D/2015 FHAyCS-UADER).

En esta dimensión podemos situar el modo en que entendemos el desarrollo de la


formación específica, las herramientas teóricas en sí y las formas que se han ido
configurando en los diferentes espacios áulicos. Estos no tendrán la intención de producir
una mera repetición de contenidos, sino que se pondrán a funcionar como herramientas
simbólicas que permitan revisar las prácticas y pensar las intervenciones. En estos ámbitos
-académicos- es preciso reflexionar sobre el alcance del Acompañamiento Terapéutico en
las instituciones públicas. Vale decir cómo se ha venido construyendo este saber en
situación, el ida y vuelta entre los servicios de salud y la universidad, el desarrollo y
expansión que los mismos espacios académicos han ido permitiendo en los servicios
públicos de salud, cómo se ha ido enmarcando y configurando su lugar y su trabajo
específico, y a la vez, nutriéndose y diferenciándose de otras prácticas.

Por último, nos detendremos en la dimensión transferencial, recurso que se pone en juego
en todo acompañamiento que se considere terapéutico. A través de una breve presentación
de caso, situaremos el trabajo realizado con un equipo interdisciplinario del Hospital Escuela
de Salud Mental de Paraná, a partir de la inclusión de dos estudiantes de la Tecnicatura en
AT.

La transferencia se pone a jugar en el trabajo del acompañamiento como una herramienta


que guiará las intervenciones.

La pregunta que nos puede guiar en este punto es: ¿De qué hablamos cuando decimos
transferencia dentro de la clínica del AT? Considerando que -en esta ocasión- se trata de un
acompañamiento enmarcado como práctica universitaria. Aspecto que adquiere relevancia,
dado que, dentro de un escenario de aprendizaje y formación, suele ser la primera vez que
el estudiante se ubica en posición de intervenir clínicamente. Además debemos decir que el
usuario (o la usuaria) accede a este recurso a través de la posibilidad que ofrece la Carrera
en el formato de las prácticas estudiantiles.
Un relato clínico. Acompañar "A S"

Esta viñeta es el reflejo de la práctica que se realizó en el año 2017, en la Sala de


Internación de Hombres del Hospital Escuela de Salud Mental. Desde este espacio surge el
pedido de intervención de dos acompañantes para un usuario que se encontraba internado,
con la intención de poder lograr su externación.³

Ubicamos aquí -ante todo-el valor clínico que tiene esta práctica, dado que ofrece la
posibilidad de acompañamiento concreto a un usuario que, por su condición particular de
padecimiento subjetivo, así lo requiere.

“Cuando conocí a A S, hacía tres meses que se encontraba internado. Él mismo había
tenido su acercamiento al hospital dos años antes de su internación, llevado por sus
hermanos, porque presentaba episodios de “ansiedad”. Desde ese momento comienza su
tratamiento a través de consultorio externo.”

³ Se transcriben recortes de las crónicas del acompañamiento terapéutico realizado por


Lucas Roskopf.

(...) En el tiempo del acompañamiento, "S" relata cuestiones sobre su vida, manifiesta
ciertas ideas hipocondríacas que giraban sobre una posible enfermedad que tenía, decía
que los profesionales le mentían para ocultar esa posible afección. Esto aparecía
acompañado de un miedo hacia algo que no podía especificar, junto con insomnio y una
dieta estricta, que respondía a esta posible enfermedad, llegado al punto que sólo ingería
mandarinas, porque era lo único que contrarrestaba la afección que decía tener.

"S" vivía con su madre, pero a su vez se estaba construyendo una casa. Meses antes de su
internación, la madre es llevada a un geriátrico...La familia empieza a manifestar
preocupación por el estado de salud de S, su casa se encuentra deteriorada, y creen que ya
no toma los medicamentos. Se lo ve adelgazar mucho y pasar gran tiempo en la casa de su
madre, la cual se encontraba deshabitada (...)

(...) El equipo del hospital toma la decisión de ir a la casa, pero él no los atiende. Cuando
logran entrar al domicilio, lo encuentran muy deteriorado físicamente y sin fuerzas para
levantarse. La casa se encontraba con gran cantidad de basura.

En esos momentos, sólo ingería galletitas, único alimento que elegía para alimentarse.

A partir de esta situación, el equipo tratante decide que lo mejor en ese momento, era la
internación.

(...) Luego de tres meses de estar internado, en base a su favorable evolución, el equipo
decide iniciar el acompañamiento de la externación. A partir de ese momento se decide
convocar a los acompañantes, -observando a su vez- las posibilidades materiales del propio
usuario, dado que contaba con una casa propia.
La estrategia que propone el equipo, al convocar a los ATs, consistía en poder hacer salidas
hacia la casa, dirigirse en colectivo desde el hospital (donde él residía en ese momento)
hacia su antiguo hogar y volver al hospital; con la idea de que pueda realizar las actividades
que haría, sí viviera solo. Teniendo los ATs la función de “ver e inspeccionar” su
desenvolvimiento dentro de su propio espacio y así “medir” las posibilidades de externación.

Cuando la persona a acompañar es llevada por un tercero, en ocasiones, nos encontramos


con la imposibilidad de sostener un tratamiento. Dentro de la clínica del AT, este tercero
puede ser la escuela o sus padres - en el caso de un niño-, un profesional de otro campo, o
como en el caso "S", un equipo interdisciplinario que solicita dos acompañantes para el
proceso de externación.

La cuestión reside en pensar cómo trabajar en este imposible freudiano, cómo establecer
algo del orden de la transferencia a lo largo de los primeros encuentros. Cómo pasar de ser
uno más en la vida del sujeto a ocupar un lugar no anónimo, y donde el acompañado,
pueda transferir algo sobre la persona del acompañante, parafraseando a Freud (Freud,
1979).

En los primeros encuentros, suele ocurrir que el AT se apresura a realizar acciones que
responden a una idea previamente armada, acciones que sostiene guiado por un sujeto
supuesto saber de los textos o por las indicaciones dadas por el equipo que convoca.

Este suele ser uno de los efectos observables a priori, que podemos entender como un
síntoma propio del entrecruzamiento de estos dos ámbitos (académico y salud), ligado a la
inexperiencia del practicante y a la necesidad de cubrir con saber.

Al poder propiciar una lectura clínica desde lo académico, se habilita el reconocimiento de


ciertos avatares y deslizamientos de la situación transferencial con los acompañantes,
posibilitando a su vez, ubicar las coordenadas propias del caso, insumos valiosos para el
trabajo integral del equipo y para redireccionar el tratamiento.

Sin dudas el escenario académico está fuertemente vinculado a la.transmisión de ideas y a


poder leer la realidad a partir de estas. La fidelidad hacia la teoría es lo que muchas veces
lleva al regular suelo de la ortodoxia y al dogmatismo. En estas primeras experiencias suele
aparecer esta insistencia en tratar de encajar la teoría con la práctica, y leer los problemas
que surgen en el acontecer de la experiencia desde un solo punto de vista, sin tener en
cuenta que la principal característica de los problemas es su carácter indisciplinar (Stolkiner,
2005).

En los ámbitos de formación centrados en la práctica, se trata de transmitir un saber-hacer a


través de conceptos y nociones que se presentan en su carácter de herramientas, que
ayudarán a pensar las situaciones dadas en los diferentes acompañamientos. Y a través de
la supervisión, dar la posibilidad de interrogar la lectura dogmatizante que tiende a colmar
de sentido aquello que aparece como no saber, permitiendo ver cuándo el saber opera
intentando tapar la angustia que aparece ante el no saber.

La problemática de "S" manifestaba una sintomatología psicótica, aspecto que se considera


como un elemento más para orientar las intervenciones.
En el caso S podemos ver a un sujeto al que se le da la posibilidad de hablar. Desde el AT
se evitan sostener intervenciones desde un aparato normativizador, que intenta situar al
usuario en esa casa, que haga lo que deba hacer, cocinar, limpiar y como fin privilegiado,
consumir. Sino que intentamos ubicarnos desde un lugar de semejante, habilitando que algo
de lo propio del sujeto se ponga a jugar en la escena transferencial, lo que permite hacer
lazo, poder habitar y construir espacios, entendiendo a estos corno puntos claves,
intervenciones pensadas desde una capacidad de estar más que de hacer.

Tenemos que tener en cuenta que desde el momento en que el sujeto habla, hay
transferencia en juego, pero es desde ese hablar -sostenido desde la escucha donde
pensamos la función del acompañante (Pulice, 2016).

A partir de la lectura y la intervención sobre la transferencia pensamos la construcción de


espacios lo suficientemente significativos, que permitan un lugar propio por parte del
acompañado. Que esta casa pase de ser el escenario donde se realicen las tareas
domésticas, a un espacio donde el paciente pueda desarrollar algo de sí. Una actividad que
haga a la construcción de un sitio propio, que en el caso de S fue su casa, aquella donde
podía “tomar mates”, realizar allí en eso que tanto le gustaba y no podía hacer en el
Hospital (López Ocáriz y otros,2018).

Esto es posible -para Sen tanto el acompañante ha sostenido el lugar de semejante, el lugar
de aquel que va a ofrecer su presencia, no sólo estar allí físicamente con el deber de estar
al lado del usuario que le designaron acompañar, sino que es estar dispuesto a prestar la
escucha y el diálogo. Ofreciendo escucha a lo que el usuario tenga para decir, sus
malestares, sus inquietudes o sus preferencias, donando consistencia al espacio, a través
de su presencia. Esto podrá llevar a que el acompañante no sea uno más en una serie, sino
que adquiera un contorno particular en la economía libidinal del acompañado. El AT va a
estar allí con su nombre propio, saliendo del lugar anónimo o desconocido, del uno más.
Aportará un más uno, un uno que cuente.

Poder ser la persona que lo acompañaba a su casa y con la que se sentaba a compartir
mates con él. En eso consistieron las primeras intervenciones en el acompañamiento con
"S", comandadas por la transferencia que se puso a jugar en el caso.

Destacamos el valor de esta práctica, reflejada en el trabajo con S. Este acompañamiento


brindó la posibilidad de inscribir un modo diferente de abordar el padecimiento subjetivo de
"S", debido a ciertas intervenciones a tiempo, que le permitieron reconstruir su propia casa
como un lugar posible para habitar y para vivir. Esta posibilidad -de la que estaba muy
alejado al momento de su internaciónse pudo conseguir dada la impronta clínico-política de
las intervenciones propuestas, que tuvieron como eje el reconocimiento y respeto de sus
derechos como usuario, y la insistencia en desmantelar prácticas de aislamiento y encierro,
desubjetivantes y cronificantes,

Conclusiones y cierre

Los procesos de transformación de las prácticas en Salud Mental que se han activado con
la sanción de Ley Nacional de Salud Mental siguen un insistente camino, con diversas
modalidades y ritmos en las regiones de nuestro país. Consideramos que hay una vasta y
sólida experiencia que da sustento a las prácticas que se desarrollan en la actualidad, lo
que permite también una permeabilidad a los nuevos aportes que puedan llegar.

Podemos decir -retomando algunos planteos- que no debemos descartar la dimensión


reivindicativa de los trabajadores por mejorar sus condiciones laborales en el ámbito de la
Salud Pública. Pero eso no es todo. Es necesario que el AT -como todos los demás
trabajadores del sistema de salud puedan sostener su actividad en el marco de una
inscripción académica, legal y administrativa, vale decir: consolidar las titulaciones
universitarias, generar marcos legales específicos, asociaciones o colegiaciones que
regulen la práctica profesional, además de propiciar la investigación, la escritura, la
fundamentación teórico clínica, aspectos que hacen a la profesionalización del campo
específico, pero sin descuidar, fundamentalmente , la dimensión ética de toda práctica que
interviene con la subjetividad.

Para cerrar retomamos a Souza Campos, quien nos dice que para poder incidir en la salud
pública es necesario producir reflexiones teóricas y experiencias prácticas y crear
movimientos, situaciones y contextos que favorezcan la constitución de sujetos colectivos
“para poder inventar nuevos modos de andar por la vida”.

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