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Facultad de Filosofía

Razón y Fe
Verónica Duque Hall

Dios en cuanto a la existencia y proyección del ser humano

La concepción de Dios y su relación con la proyección filosófica del ser humano es un tema
amplio y complejo que ha sido abordado por diversas corrientes filosóficas y religiosas a lo
largo de la historia. A lo largo de la historia, los filósofos han explorado diversas perspectivas
y argumentos en un intento por comprender la existencia de un ser supremo y su relación con
el mundo y la humanidad. Desde la antigua Grecia hasta la era moderna, la filosofía ha
abordado la existencia de Dios desde un enfoque racional y lógico. Filósofos como Platón y
Aristóteles argumentaron a favor de la existencia de un primer motor inmóvil o una causa
primera que explicaría el orden y la regularidad del cosmos. Estos argumentos, conocidos
como argumentos cosmológicos, trataban de demostrar la existencia de Dios a través de la
observación, la fe y la razón.

Como lo menciona Descartes en el discurso del método, "La existencia de Dios no se puede
demostrar por argumentos puramente racionales, pero podemos encontrar evidencias
racionales que nos llevan a creer en su existencia" (Descartes, 1637) la existencia de Dios
puede llegar a ser una razón para que el ser humano encuentre su proyección, esto en cuanto a
la creencia que tiene el ser humano sobre lo divino. Así mismo, la razón y la fe permiten al
ser humano proyectarse de diversas maneras.

La razón y la fe son dos conceptos fundamentales en la búsqueda de conocimiento y


comprensión en el ámbito humano. A lo largo de la historia, han surgido diversos debates y
tensiones entre ambos, planteando la pregunta de si son compatibles o antagónicos. La razón
se refiere a la capacidad humana de pensar, analizar, deducir y utilizar la lógica para llegar a
conclusiones y comprender el mundo que nos rodea. La razón se basa en la observación, la
evidencia empírica y el razonamiento lógico. Es un proceso que utiliza la mente humana para
analizar, descomponer y reconstruir ideas y conceptos, llegando así a conclusiones basadas en
la evidencia y la lógica. Como lo menciona Hans Kung en su obra, "La pregunta sobre la
existencia de Dios es una cuestión vital y trascendental que nos afecta a todos, creyentes
y no creyentes por igual. Es un desafío que nos invita a reflexionar y explorar nuestra
comprensión del mundo y de nosotros mismos". (Küng, H. 1969)

Por otro lado, la fe se refiere a la creencia o confianza en algo que no puede ser demostrado o
verificado empíricamente. La fe se basa en la confianza y en la aceptación de verdades o
principios que están más allá de la experiencia directa. Implica una dimensión más emocional
y subjetiva, y puede estar relacionada con creencias religiosas, espirituales o metafísicas. El
debate entre la razón y la fe ha existido desde tiempos antiguos y ha llevado a posiciones
extremas. Algunos argumentan que la razón es la única fuente confiable de conocimiento y
que la fe es irracional y ciega. Por otro lado, otros sostienen que la fe es superior a la razón y
que proporciona acceso a verdades más profundas y significativas.
Sin embargo, es importante reconocer que la razón y la fe no son mutuamente excluyentes.
En realidad, pueden ser complementarias y coexistir de manera armoniosa. La razón puede
proporcionar un marco intelectual y lógico para analizar y comprender el mundo, mientras
que la fe puede brindar un sentido de trascendencia y significado que va más allá de lo que la
razón puede alcanzar. La razón puede ayudarnos a explorar y comprender los fenómenos
naturales, investigar los principios científicos y analizar los argumentos filosóficos. Es a
través de la razón que podemos buscar evidencia y pruebas sólidas para respaldar nuestras
creencias y teorías. La razón nos desafía a cuestionar, investigar y discernir entre ideas
válidas y falacias. Por su parte, la fe puede aportar una dimensión emocional y espiritual a
nuestra vida. Puede brindar consuelo, esperanza y una sensación de propósito y
trascendencia. La fe puede inspirar valores éticos, fomentar el sentido de comunidad y
promover la compasión y el servicio hacia los demás.

Descartes aborda la existencia de Dios, aunque su punto de partida es la duda, no con un


escepticismo total, sino con el propósito de alcanzar una verdad indudable. Su objetivo es
establecer un conocimiento seguro y cierto que sirva como fundamento sólido para todo el
edificio cartesiano. Descartes sostiene que la construcción de un sistema permanente de
conocimiento requiere cimientos firmes, basados en principios sólidos y no en opiniones o
cuestiones dudosas. Reconoce que esta tarea es desafiante y debe abordarse con
determinación. Para construir un edificio de conocimiento de tal naturaleza, Descartes
sostiene que debemos someter a duda todo lo que sabemos, comenzando por los
conocimientos que dependen de los sentidos. Reconoce que este tipo de conocimiento es
imperfecto y limitado, ya que se basa únicamente en lo que hemos percibido a través de los
sentidos. Sin embargo, como los sentidos nos han engañado en ocasiones, Descartes
considera prudente no confiar siempre en ellos. De esta manera, propone someter a escrutinio
y cuestionamiento crítico todas nuestras creencias y conocimientos previos, para establecer
una base sólida y confiable para la búsqueda de la verdad.

Como lo menciona Descartes en su obra, ¿Pienso luego existo?, “lo que hace que haya
muchos que estén convencidos de que es difícil conocerlo, o incluso conocer lo que es su
alma, es que no elevan nunca su espíritu más allá de las cosas sensibles, y están tan
acostumbrados a no considerar nada sin imaginario, lo cual es una manera de pensar
particular para las cosas materiales, que todo lo que no es imaginable, les parece que no
es inteligible.” (Küng, 1979:41). De lo expuesto anteriormente se puede concluir que
Descartes busca afirmar que ningún sentido puede garantizar la veracidad de las cosas ni la
certeza del conocimiento si no interviene nuestra capacidad de entendimiento. Más allá del
conocimiento de los objetos externos, sobre los cuales incluso se puede dudar de su
existencia, se encuentra el conocimiento del yo como una entidad que piensa, duda, niega,
afirma, imagina y siente. Esta conciencia del yo parece ser una verdad inicial, cierta e
indudable. Por lo tanto, debemos ser persuadidos por la evidencia de nuestra razón y no por la
imaginación o los sentidos.
Cuando Descartes se da cuenta de que puede dudar de los elementos externos y de su
existencia, concluye de manera inequívoca que lo único de lo que no puede dudar es de que
duda, por lo tanto, piensa, y por lo tanto, existe como una sustancia pensante. Esto lleva a que
la primera verdad que se nos presenta según Descartes, y que sirve como fundamento, es que
somos seres pensantes. Aquí radica la cuestión del análisis sobre si la existencia de Dios es
una creación engañosa como se plantea, o si dejar de lado estas cuestiones nos impide tener
certeza concatenada sobre cualquier otra cosa.

Es importante tener en cuenta que tanto la razón como la fe pueden ser susceptibles de sesgos
y limitaciones. La razón puede ser influenciada por prejuicios, suposiciones ocultas y
limitaciones cognitivas, mientras que la fe puede llevar a creencias infundadas y dogmáticas.
Es importante destacar que la fe no es necesariamente incompatible con el razonamiento y la
exploración científica del universo. Muchas personas encuentran que la fe y la razón pueden
coexistir y complementarse mutuamente en su búsqueda del conocimiento y la comprensión.
Como Ricoeur lo menciona en la primera parte de su libro, El hombre y su misterio, Ricoeur
examina la naturaleza del ser humano, explorando la idea de que los seres humanos son seres
simbólicos y que su capacidad de crear y comprender símbolos es una parte esencial de su
ser. También examina las diversas dimensiones de la existencia humana incluyendo la
corporalidad, la subjetividad y la historicidad. La tesis central que desarrolla este teólogo del
Vaticano II es que la presencia de Dios se manifiesta a través de la existencia misma del ser
finito. En otras palabras, Dios se revela en la creación y en la existencia del mundo y de los
seres humanos. Hans Küng en su obra ¿Existe Dios? logra plantear varias ideas que apoyan
la tesis central de Rahner, por ejemplo cuando dice que: "La creencia en Dios es una
cuestión de fe, no de conocimiento". (Küng, H. 1981). La creencia de Dios va de la mano de
las creencias y el razonamiento del hombre.

A partir de su descontento con la filosofía tradicional basada en métodos


aristotélico-escolásticos y su fascinación por la certeza matemática, Descartes plantea un
cuestionamiento inicial que impulsa el desarrollo de su obra. ¿Qué valor tiene una filosofía
cuyas bases científicas se vuelven cada vez más inseguras? En respuesta a esta pregunta,
busca una nueva ciencia unitaria y universal que, mediante el método
matemático-geométrico, pueda explicar las leyes de la naturaleza y del espíritu, abarcando
tanto la física como la metafísica. Descartes utiliza su nuevo y riguroso método para abordar
las cuestiones de la existencia de Dios y la esencia del alma humana, desarrollando las
Meditaciones como una herramienta para avanzar en su filosofía.

En una de estas meditaciones, se enfoca específicamente en la existencia de Dios, aunque su


punto de partida es la duda, con el propósito de alcanzar una verdad indudable. Es importante
destacar que esta duda no es escéptica, sino que busca obtener un conocimiento seguro y
cierto que sirva como fundamento para todo el sistema cartesiano. Descartes afirma que la
construcción de un sistema de conocimiento sólido debe basarse en principios firmes, no en
opiniones o dudas. Reconoce que esta tarea es ardua y requiere determinación. Para lograr
una edificación de tal naturaleza, es necesario someter a duda todo conocimiento,
comenzando por aquel que depende de los sentidos. Descartes reconoce la imperfección y
limitación de este tipo de conocimiento, y argumenta que solo aquellos que no pueden elevar
sus mentes más allá de su propia imaginación se aferran a él. Considerando que los sentidos
nos han engañado en ocasiones, es prudente no confiar siempre en ellos y cuestionar lo que
hemos aceptado como absolutamente cierto hasta ahora, lo que hemos percibido a través de
los sentidos. Es por esto que Descartes en su obra, “Pienso, luego existo”, dice que "La
razón es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales."
(Descartes, R. 1980). Descartes sostiene que el uso de la razón y la capacidad de pensar de
manera crítica y reflexiva son características únicas de los seres humanos, que nos permiten
conocer el mundo y a nosotros mismos.

Según esta perspectiva, Dios es el horizonte trascendental de todo ente y sujeto cognoscente,
es decir, que Dios es la fuente última y el fundamento de todo lo que existe y todo
conocimiento humano. Esta presencia de Dios se manifiesta en el hecho de que los seres
finitos existen y pueden ser conocidos. Como se mencionó anteriormente, Hans Küng es un
gran seguidor de la idea que plantea Rahner en su obra, Küng menciona que, "la idea de Dios
es una respuesta a las preguntas sobre el significado de la vida y la muerte, la justicia y
el sufrimiento, la libertad y la responsabilidad". (Küng, H. 1981). Por lo dicho
anteriormente, se puede decir que es fundamental la existencia de Dios puesto que este va a
darle las respuestas a la existencia del hombre mediante la fe, así para poder proyectarse a sí
mismo mediante la religión y las creencias.

Varios autores se han manifestado en cuanto a la existencia de Dios en varios ámbitos. “Para
Aristóteles, todo lo que es movido es movido por algo (el balón se mueve porque alguien
lo golpea). El movimiento de un cuerpo, por tanto, siempre es dado por otro cuerpo
anterior que le confiere dicho movimiento. Visto así, el universo entero es una cadena de
acción/reacción, de cuerpos que se traspasan el movimiento unos a otros.” (Correa, J.
2023) Aristóteles argumenta que como todo es movido por algo, el primer motor es Dios,
probando así la existencia de este mismo. Por esto se puede decir que eso que impulsa y da
vida es Dios, por lo tanto este ser divino es fundamental para la existencia del ser humano y
para que este pueda proyectarse para el mismo y para los demás.

Por otro lado, Feuerbach abre un debate sobre la relación entre la filosofía y la religión,
cuestionando por qué la filosofía depende de esta última. Según él, la naturaleza existe de
manera independiente a cualquier sistema filosófico. Feuerbach no concibe la existencia más
allá de lo natural y lo humano, y por lo tanto, identifica un patrón recurrente en la
idealización de lo supremo, que es la exaltación y concepción de la plenitud humana. En otras
palabras, ve en la idea de lo divino un reflejo de las aspiraciones y potencialidades humanas.
Durante su reflexión sobre la divinidad y la religión, Feuerbach distingue tres etapas de
pensamiento: Dios, la razón y el hombre. En sus años de juventud, se dedicó a la teología. Sin
embargo, con el tiempo, su deseo de conocimiento y su búsqueda de la verdad, entendida
como unidad, determinación e incondicionalidad, lo llevan a situarse en una posición
intermedia entre la filosofía y la teología, influenciado por el pensamiento hegeliano. Es
gracias a esta influencia que su mente y su corazón toman un nuevo rumbo en su trayectoria
intelectual. “La figura de Dios descansa en una impostura: es el hombre el que ha creado
a Dios. Por tanto, Dios es una proyección de la conciencia humana: las mayores
capacidades humanas proyectadas al infinito.” (Pavón, A. 2020) Este enunciado sostiene
que la idea de Dios es el resultado de una construcción humana y no una realidad objetiva.
Según esta perspectiva, el hombre ha creado a Dios en lugar de que Dios haya creado al
hombre. En este sentido, Dios se convierte en una proyección de las capacidades humanas
más elevadas, llevadas al extremo y concebidas como infinitas. La idea central es que las
características y atributos que tradicionalmente se le atribuyen a Dios, como la omnipotencia,
la omnisciencia y la bondad absoluta, son cualidades que los seres humanos desean alcanzar
pero que se proyectan más allá de los límites humanos, convirtiéndose en una figura divina.
De acuerdo con esta interpretación, Dios es considerado una creación de la conciencia
humana, una construcción conceptual que representa las aspiraciones y potencialidades más
altas del ser humano. Esta visión pone énfasis en la capacidad humana para imaginar y
concebir conceptos trascendentales y los atribuye a la creación de la idea de Dios.

En el terreno religioso, según Feuerbach, el hombre debe ocupar el lugar de Dios: tomar
como fin "aquello que la religión presenta como medio, exaltar a la dignidad de
principio, de cosa esencial, de causas, aquello que para la religión es cosa secundaria,
accesorio, condición" (Feuerbach, 1960a: 325). Feuerbach argumenta que en la religión, el
hombre se veía simplemente como un medio o una condición para alcanzar a Dios,
considerado como lo único verdaderamente importante. En este contexto, el amor en el
ámbito religioso se convertía en un sentimiento aparente e ilusorio. Feuerbach afirma que el
amor religioso no ama realmente al ser humano, sino que lo ama solo en apariencia, ya que
en realidad ama a Dios. Además, Feuerbach ve la filosofía de Hegel como una forma
encubierta de teología. Aunque Hegel sostiene la idea de un absoluto inmanente en lugar de
un absoluto trascendente, según Feuerbach, propone una "reconciliación" dentro del mundo y
sus instituciones, lo que resulta en una alienación. Es decir, Feuerbach crítica que Hegel, a
pesar de su enfoque en lo inmanente, aún propone un sistema que perpetúa la separación
entre el ser humano y su verdadera esencia, lo que genera una sensación de extrañamiento o
alienación.

En conclusión, la concepción de Dios y su relación con la proyección filosófica del ser


humano es un tema amplio y complejo que ha sido abordado por diversas corrientes
filosóficas y religiosas a lo largo de la historia. Los filósofos han explorado diferentes
perspectivas y argumentos en un intento por comprender la existencia de un ser supremo y su
relación con el mundo y la humanidad. Tanto la razón como la fe son conceptos
fundamentales en la búsqueda de conocimiento y comprensión en el ámbito humano. Aunque
han surgido debates y tensiones entre ambos, no son mutuamente excluyentes y pueden
coexistir de manera armoniosa. La razón proporciona un marco intelectual y lógico para
comprender el mundo, mientras que la fe brinda un sentido de trascendencia y significado.

La existencia de Dios puede ser una razón para que el ser humano encuentre su proyección,
ya que la creencia en lo divino puede brindar consuelo, esperanza y un sentido de propósito y
trascendencia. La razón y la fe pueden complementarse mutuamente, ya que la razón busca
evidencia y pruebas sólidas para respaldar nuestras creencias y teorías, mientras que la fe
aporta una dimensión emocional y espiritual a nuestra vida. En la búsqueda de certeza y
conocimiento, Descartes plantea la importancia de la duda metódica y reconoce que la razón
es la única cosa que nos hace humanos y nos distingue de los animales. Utilizando su método,
Descartes busca establecer un conocimiento seguro y cierto que sirva como fundamento
sólido para todo el edificio del conocimiento.

La existencia de Dios ha sido abordada por diferentes filósofos a lo largo de la historia, desde
los argumentos cosmológicos de Platón y Aristóteles hasta las reflexiones de Hans Küng y la
idea de que Dios es la respuesta a las preguntas fundamentales sobre el significado de la vida
y la existencia humana.
En resumen, la concepción de Dios y su relación con la proyección filosófica del ser humano
involucra tanto la razón como la fe, y aunque puedan haber debates y tensiones entre ambos,
no son mutuamente excluyentes y pueden coexistir de manera complementaria. La existencia
de Dios puede proporcionar un sentido de trascendencia y significado, mientras que la razón
nos desafía a cuestionar y buscar evidencia para respaldar nuestras creencias y teorías.

Hans, Küng (1969), 4ª ed., ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo,
Madrid, Ediciones Cristinaidad.

Descartes. René (1980), 9ª ed., Meditaciones metafísicas, Buenos Aires, Aguilar

Rahner, K. El hombre ante el misterio absoluto en Curso fundamental sobre la fe (1979)


Salamanca, pp.65-116,

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