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3.- Justifique las ideas del texto en relación con la filosofía del autor.
Los contenidos expuestos se entienden sabiendo que D. es el inaugurador del Racionalismo
moderno, corriente que, confiando en exceso en el poder de la razón humana, pone pocos límites
a nuestra capacidad cognoscitiva.
Asimismo hay que recordar que el objetivo que se propone D. es revisar y fundamentar el
conjunto del saber (Filosofía), al que concibe como un árbol, con sus raíces (metafísica), tronco
(física) y ramas (otras ciencias prácticas). Quiere ordenar deductivamente el saber en un sistema
en el que no se dé por supuesto nada que no sea indudable, con sus partes orgánicamente
conectadas y descansando todo en un fundamento seguro (una especie de axioma con contenido
metafísico -raíces del árbol-). Esto pretende hacerlo solo con la razón, pero necesita un método
adecuado.
Diseñado su método, D. nota que no está justificado, porque que en matemáticas se utilice
con éxito no asegura que también dé resultado en otras ciencias (quiere un método universal).
Además la primera regla pide partir de un principio evidente que aún no tiene.
Para justificar el método adopta una actitud de crítica radical de todo el saber, la duda
metódica, procedimiento consistente en considerar provisionalmente falsa toda proposición que
ofrezca la más mínima duda (estado en el que la mente fluctúa entre alternativas epistemológicas
sin adherirse a ninguna). Lo que busca D. es una proposición que se resista a ser falsada por
evidente o indudable.
La duda de D. es universal (se aplica a toda proposición dudosa), metódica (una etapa en la
búsqueda de la certeza; no escéptica), provisional (solo pretende revisar el saber, no sustituirlo) y
teórica (no aplicable a las normas y leyes que rigen la conducta moral o social).
Descartes cree que hemos de dudar de:
a.- La objetividad de la información que obtenemos por los sentidos, a menudo engañosos.
b.- La existencia de las cosas percibidas (hipótesis del sueño: no podemos saber si es la
vigilia o es el sueño el estado que nos pone en contacto con la realidad).
c.- Las verdades matemáticas: aunque solo en esta ciencia había encontrado Descartes
razonamientos ciertos, decide dudar también con la hipótesis del genio maligno. Puede que se
plantee que la mente, por su propia constitución, capte como evidentemente verdadero lo que no
lo es, con lo que la duda se convierte en hiperbólica.
De la radicalidad de la duda se le presenta la primera certeza: para dudar es necesario ser
algo y no nada. La proposición “cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”) es absolutamente
verdadera, porque la propia duda la confirma. No es una inferencia, sino una intuición de la
necesaria (su negación es un absurdo) conexión que existe entre pensar y ser. En “cogito”
incluye D. todos los estados de conciencia ademas del dudar. El “cogito” manifiesta la existencia
de la sustancia metafísica de la mente.
En definitiva, en “cogito” encuentra Descartes:
a.- El primer principio evidente y metafísico -raíz del árbol, base del sistema- sobre el que
reconstruir deductivamente todo el saber.
b.- La justificación de la aplicación de su método a todas las ciencias (la primera regla le
pedía partir de una evidencia que ya tiene).
c.- El modelo de toda verdad, lo que le hace optar por la evidencia como criterio: todo lo
que se capte con la misma claridad y distinción -evidencia- que “cogito” será verdadero.
Más tarde repara en que “cogito” no demuestra la existencia de ninguna realidad
extramental. Además vuelve a plantearse la duda sobre si nuestra mente pudiera captar como
evidentemente verdadero lo falso, por su propia constitución. Esto lo obliga a tener que justificar
el criterio de evidencia.
Recurre a lo único que tiene: el pensamiento y sus ideas. Descarta las adventicias y facticias
(dudosas) y repara en las innatas. Entre ellas encuentra la idea de “infinito” o “ser perfecto”, que
identifica con la idea de “Dios”. Entonces demuestra la existencia de Dios a priori, a partir de su
idea.
Un argumento que expone es el ontológico: tengo en la mente el concepto de Dios como Ser
Perfecto, la existencia es una perfección, por tanto debe estar incluida en la esencia divina (Dios
existe).
Ahora bien, si Dios existe y es perfecto, ha de ser veraz (no engañador; refuta hipótesis del
genio maligno), por lo que las ideas innatas evidentes que ha puesto en mi mente han de ser
verdaderas.
De este modo queda justificado el criterio de evidencia para separar las ideas verdaderas de
las falsas o dudosas y queda demostrada la existencia de la realidad extramental, puesto que
tenemos ideas evidentes sobre el mundo.
Razonando así comete la falacia de la petición de principio (círculo vicioso): para justificar
el criterio necesita demostrar la existencia de Dios. Esta la demuestra utilizando ese mismo
criterio (partiendo de la idea innata “evidente” de “ser perfecto”).
No obstante, cree haber resuelto el problema crítico y puede construir la metafísica.
Descartes cree que en la realidad hay tres tipos de sustancia (no la conocemos; una cosa que
existe por sí misma, con el concurso de Dios; el soporte de un atributo, que es lo que conocemos
y nos permite diferenciar tipos de sustancia), cada una con sus atributos esenciales (los captamos
como algo imprescindible de la sustancia, como su esencia) y sus atributos no esenciales o
modos (modificaciones cambiantes de los atributos esenciales que sí concebimos como
separables de la sustancia).
Siguiendo el orden en que fueron descubiertas por Descartes las sustancias son:
a.- Mentes o almas (sustancia finita espiritual; res cogitans): su atributo esencial es el
pensamiento y sus modos son los pensamientos particulares y los diversos estados de conciencia.
b.- Dios (sustancia infinita): su atributo esencial es la perfección. No tiene modos porque no
está sometido a cambios.
c.- Cuerpos (sustancia finita material; res extensa): su atributo esencial es la extensión
(dimensiones) y sus modos son las particulares formas o cantidades de extensión, el movimiento,
etc.
Por último decir que respecto del ser humano Descartes mantiene un dualismo psicofísico
sustancial, pues cree que está compuesto por dos sustancias (alma y cuerpo) distintas e
independientes, aunque interaccionan al comunicarse en la glándula pineal del cerebro.
Para Descartes el alma no es principio vital, sino razón o mente. Además, como hemos
visto en el “cogito”, cree que es más fácil de conocer (se conoce por introspección infalible) que
el cuerpo.
“El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido
evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención,
admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a
mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas
como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente”.
DESCARTES, Discurso del método, parte II.
3.- Justifique las ideas del texto en relación con la filosofía del autor.
Los contenidos expuestos se entienden sabiendo que Descartes inaugura el Racionalismo
moderno, una corriente que confía en exceso en la razón humana, a la que pone pocos límites.
También conviene recordar el objetivo que se propuso: revisar y fundamentar todo el saber
(Filosofía), que compara con un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las
ramas son las demás ciencias. Pretende ordenar el saber en un sistema que no incluya nada
dudoso, con sus partes conectadas deductivamente y descansando todo en una base segura (como
un axioma, pero con contenido metafísico -raíces-). Para esto necesitó elaborar un método.
Para justificar el método adopta una actitud de crítica radical de todo el saber, la duda
metódica, procedimiento consistente en considerar provisionalmente falsa toda proposición que
ofrezca la más mínima duda (estado en el que la mente fluctúa entre alternativas epistemológicas
sin adherirse a ninguna). Lo que busca D. es una proposición que se resista a ser falsada por
evidente o indudable.
La duda de D. es universal (se aplica a toda proposición dudosa), metódica (una etapa en la
búsqueda de la certeza; no escéptica), provisional (solo pretende revisar el saber, no sustituirlo) y
teórica (no aplicable a las normas y leyes que rigen la conducta moral o social).
Descartes cree que hemos de dudar de:
a.- La objetividad de la información que obtenemos por los sentidos, a menudo engañosos.
b.- La existencia de las cosas percibidas (hipótesis del sueño: no podemos saber si es la
vigilia o es el sueño el estado que nos pone en contacto con la realidad).
c.- Las verdades matemáticas: aunque solo en esta ciencia había encontrado Descartes
razonamientos ciertos, decide dudar también con la hipótesis del genio maligno. Puede que se
plantee que la mente, por su propia constitución, capte como evidentemente verdadero lo que no
lo es, con lo que la duda se convierte en hiperbólica.
De la radicalidad de la duda se le presenta la primera certeza: para dudar es necesario ser
algo y no nada. La proposición “cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”) es absolutamente
verdadera, porque la propia duda la confirma. No es una inferencia, sino una intuición de la
necesaria (su negación es un absurdo) conexión que existe entre pensar y ser. En “cogito”
incluye D. todos los estados de conciencia ademas del dudar. El “cogito” manifiesta la existencia
de la sustancia metafísica de la mente.
En definitiva, en “cogito” encuentra Descartes:
a.- El primer principio evidente y metafísico -raíz del árbol, base del sistema- sobre el que
reconstruir deductivamente todo el saber.
b.- La justificación de la aplicación de su método a todas las ciencias (la primera regla le
pedía partir de una evidencia que ya tiene).
c.- El modelo de toda verdad, lo que le hace optar por la evidencia como criterio: todo lo
que se capte con la misma claridad y distinción -evidencia- que “cogito” será verdadero.
Más tarde repara en que “cogito” no demuestra la existencia de ninguna realidad
extramental. Además vuelve a plantearse la duda sobre si nuestra mente pudiera captar como
evidentemente verdadero lo falso, por su propia constitución. Esto lo obliga a tener que justificar
el criterio de evidencia.
Recurre a lo único que tiene: el pensamiento y sus ideas. Descarta las adventicias y facticias
(dudosas) y repara en las innatas. Entre ellas encuentra la idea de “infinito” o “ser perfecto”, que
identifica con la idea de “Dios”. Entonces demuestra la existencia de Dios a priori, a partir de su
idea.
Un argumento que expone es el ontológico: tengo en la mente el concepto de Dios como Ser
Perfecto, la existencia es una perfección, por tanto debe estar incluida en la esencia divina (Dios
existe).
Ahora bien, si Dios existe y es perfecto, ha de ser veraz (no engañador; refuta hipótesis del
genio maligno), por lo que las ideas innatas evidentes que ha puesto en mi mente han de ser
verdaderas.
De este modo queda justificado el criterio de evidencia para separar las ideas verdaderas de
las falsas o dudosas y queda demostrada la existencia de la realidad extramental, puesto que
tenemos ideas evidentes sobre el mundo.
Razonando así comete la falacia de la petición de principio (círculo vicioso): para justificar
el criterio necesita demostrar la existencia de Dios. Esta la demuestra utilizando ese mismo
criterio (partiendo de la idea innata “evidente” de “ser perfecto”).
No obstante, cree haber resuelto el problema crítico y puede construir la metafísica.
Descartes cree que en la realidad hay tres tipos de sustancia (no la conocemos; una cosa que
existe por sí misma, con el concurso de Dios; el soporte de un atributo, que es lo que conocemos
y nos permite diferenciar tipos de sustancia), cada una con sus atributos esenciales (los captamos
como algo imprescindible de la sustancia, como su esencia) y sus atributos no esenciales o
modos (modificaciones cambiantes de los atributos esenciales que sí concebimos como
separables de la sustancia).
Siguiendo el orden en que fueron descubiertas por Descartes las sustancias son:
a.- Mentes o almas (sustancia finita espiritual; res cogitans): su atributo esencial es el
pensamiento y sus modos son los pensamientos particulares y los diversos estados de conciencia.
b.- Dios (sustancia infinita): su atributo esencial es la perfección. No tiene modos porque no
está sometido a cambios.
c.- Cuerpos (sustancia finita material; res extensa): su atributo esencial es la extensión
(dimensiones) y sus modos son las particulares formas o cantidades de extensión, el movimiento,
etc.
Por último decir que respecto del ser humano Descartes mantiene un dualismo psicofísico,
pues cree que está compuesto por dos sustancias (alma y cuerpo) distintas e independientes,
aunque interaccionan al comunicarse en la glándula pineal del cerebro.
Para Descartes el alma no es principio vital, sino razón o mente. Además, como hemos
visto en el “cogito”, cree que es más fácil de conocer (se conoce por introspección infalible) que
el cuerpo.
3.- Justifique las ideas del texto en relación con la filosofía del autor.
Los contenidos expuestos se entienden sabiendo que Descartes es el inaugurador del
Racionalismo moderno, corriente que, confiando en exceso en el poder de la razón humana, pone
pocos límites a nuestra capacidad cognoscitiva.
También hemos de conocer el objetivo de Descartes: revisar y fundamentar el conjunto del
saber (Filosofía), al que concibe como un árbol, con sus raíces (Metafísica), tronco (Física) y
ramas (otras ciencias prácticas). Quiere ordenar deductivamente todo el saber en un sistema en el
que no se dé por supuesto nada que no sea indudable, con sus partes orgánicamente conectadas y
descansando todo en un fundamento seguro (una especie de axioma con contenido metafísico -
raíz árbol-).
Esto quiere hacerlo solo con la razón, a la que concibe como única o con igual funcionamiento
en todos los hombres (piensa en la razón matemática), sistemática y deductiva. Para Descartes la
razón es la fuente de conocimiento más fiable, ayudada con la memoria y la imaginación, pues
no confía en los sentidos, y sus operaciones básicas son intuir y deducir.
Para desarrollar su proyecto necesita diseñar con un método que sirva para demostrar verdades
(como el del análisis geométrico, y no como la silogística de Aristóteles o el arte de Lulio),
deductivo (como los de las ciencias formales en los que se inspira y a los que no obstante hace
críticas) y además universal, uno solo para todas las ciencias (puesto que la razón es única y el
saber también -el verdadero y cierto y no conjetural-).
Finalmente diseña un método en cuatro reglas (pocas, para seguirlas estrictamente, no como
la lógica o el álgebra, que contienen demasiadas reglas), para utilizar bien las capacidades y
operaciones de la mente (como posibilita la lógica) y evitar que se desvíe de su correcto
funcionamiento por factores como la prevención, la precipitación o las pasiones. Las reglas son:
Primera: Evidencia, que exige partir de una idea evidente.
Segunda: Análisis o descomposición de una idea compleja (no evidente) en las simples que
la forman, que serán evidentes por intuición.
Tercera: Síntesis o recomposición de la idea compleja mediante la captación intuitiva del
encadenamiento deductivo (demostración) de las simples obtenidas en el paso anterior.
Cuarta: Enumeración, o comprobación del análisis, y revisión o comprobación de la
síntesis.
Tras aplicar estas reglas se obtendría una intuición o captación evidente de las conclusiones
remotas como implicadas necesariamente por los primeros principios dados por intuición.
El propio Descartes nota que el método no está justificado, porque que en matemáticas
(álgebra, análisis geométrico, en cuyo método axiomático-deductivo se inspira) se utilice con
éxito no asegura que también dé resultado en otras ramas del saber. Además la primera regla le
pide partir de un principio evidente que aun no tiene.
Es entonces cuando decide hacer una crítica radical de todo el saber mediante la duda
metódica, un procedimiento consistente en considerar provisionalmente falsa toda proposición
acerca de cuya verdad sea posible la más mínima duda (estado mental de no adhesión a ningún
contenido de conocimiento, fluctuando la mente entre diversas alternativas epistemológicas).
Con esto trata de encontrar una proposición que se resista a ser falsada, por indudable o evidente.
La duda cartesiana es universal (se aplica a cualquier proposición dudosa), metódica (una
etapa en la búsqueda de la certeza; no quiere quedarse en el escepticismo), provisional (no
pretende sustituir el saber, solo revisarlo y fundamentarlo) y teórica (no se debe aplicar a los
principios y leyes que rigen la conducta personal o social).
Descartes cree que debemos dudar de la objetividad de la información que nos proporcionan
los sentidos, e incluso de que las cosas percibidas existan en la realidad, porque no sabemos si es
la vigilia o el sueño (en el que también creemos percibir cosas) el estado que nos pone en
contacto con la realidad. Fiel a su actitud revisionista decide dudar incluso de la veracidad de las
proposiciones matemáticas, única ciencia en la que había creído encontrar demostraciones
ciertas. Para ello se plantea la posibilidad de que nuestra mente esté de tal modo constituida que
capte como evidentemente verdadero lo que no lo es (hipótesis del genio maligno).
Del carácter radical de la duda se le presenta la primera certeza: para pensar es necesario
(no se puede negar sin contradicción) ser algo y no nada. No se trata de una inferencia, sino de la
intuición o comprensión inmediata de la conexión necesaria entre pensar y ser. La proposición
“cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”) es absolutamente verdadera porque hasta la duda la
confirma. Hay que aclarar que en “pienso” incluye todos los estados de conciencia, como el
dudar. En el cogito se pone de manifiesto su existencia como mente o sustancia pensante.
Hay que recordar que para Descartes una sustancia (no la conocemos) es una cosa existente
que no requiere más que de sí misma para existir (con el concurso de Dios) y el sujeto inmediato
de un atributo (lo que conocemos y nos hace distinguir los tipos de sustancias). Los atributos
pueden ser esenciales (los captamos como algo no separable o imprescindible de la sustancia,
como constituyendo su esencia) y no esenciales o modos (modificaciones variables de los
atributos esenciales que sí concebimos como separables de la sustancia).
La mente (res cogitans, más fácil de conocer que el cuerpo, por introspección infalible) es
una sustancia cuyo atributo esencial es el pensamiento, con modos como los pensamientos
particulares o los diversos estados de conciencia. El cuerpo (res extensa) es una sustancia cuyo
atributo esencial es la extensión (dimensiones), con modos como la forma o cantidad de
extensión, el movimiento, etc.
Según Descartes alma (que no es principio vital, sino razón) y cuerpo son en el ser humano
dos sustancias distintas e independientes, aunque interaccionan (dualismo antropológico
interaccionista y sustancial) al comunicarse en la glándula pineal sita en la base del cerebro.
En cogito encuentra Descartes la primera verdad metafísica evidente sobre la que
reconstruir deductivamente el saber, la justificación de la aplicación universal de su método
(cuya primera regla pedía partir de un principio evidente) y el modelo de toda verdad, lo que le
hace optar por la evidencia como criterio. Este criterio tuvo que justificarlo por los motivos ya
explicados, para lo que tuvo que demostrar la existencia de Dios.
“Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era
preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en
lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no
quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que
nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosas
alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se
equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y
que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error,
rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como
demostraciones”.
DESCARTES, Discurso del método, parte IV.
3.- Justifique las ideas del texto en relación con la filosofía del autor.
Los contenidos expuestos se entienden sabiendo que D. es el inaugurador del Racionalismo
moderno, corriente que, confiando en exceso en el poder de la razón, pone pocos límites a
nuestra capacidad cognoscitiva.
También hemos de recordar que el objetivo de D. es reconstruir y fundamentar el conjunto
del saber (al que llama “Filosofía) y que compara con un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el
tronco la física y las ramas las demás ciencias. Quiere ordenar el saber en un sistema, en el que
no se dé por supuesto nada que no sea indudable, con sus partes conectadas deductivamente y
descansando todo en un fundamento seguro (algo parecido a un axioma, pero con contenido
metafísico -raíz del árbol-).
Para desarrollar su objetivo necesita un método. Quiere uno que sirva para demostrar
verdades (como el del análisis geométrico, y no como las lógicas de Aristóteles o de Lulio), que
sea deductivo (como los de las ciencias formales, en los que se inspira, aunque también les hace
críticas) y universal (un solo método para todas las ciencias).
Finalmente diseña uno con cuatro reglas (pocas, a diferencia del exceso de reglas del
álgebra y la lógica), destinadas a utilizar bien las capacidades naturales y operaciones de la
mente (como posibilita la lógica), y evitar que la razón se desvíe de su correcto funcionamiento
por factores como las pasiones, la precipitación o la prevención. Las reglas son:
Primera, la evidencia, que exige partir de una idea evidente.
Idea para D. es lo que conocemos (no conocemos cosas directamente -idealismo-). Es la
“forma” de un pensamiento por la inmediata captación de la cual se es consciente de ese
pensamiento. Tiene una concepción representativista de las ideas, porque cree que, además de ser
actos de pensar, tienen contenido, se refieren a alguna realidad.
Las ideas pueden ser adventicias (elaboradas a partir de la experiencia, por tanto dudosas),
facticias (elaboradas por la mente combinando ideas; también dudosas, no tienen la propiedad de
la “distinción”) e innatas (las que posee el pensamiento sin haberlas extraído de la experiencia.
Puede que D. se refiera a que la mente, por su constitución, tiende a interpretar la realidad de
esas maneras: “causa”, “sustancia”, etc.).
Las ideas innatas son evidentes, y han sido implantadas en nuestra mente por Dios.
Según D. las ideas innatas evidentes se captan por intuición intelectual (comprensión súbita
de un contenido de conocimiento, sin recurso a los sentidos ni necesidad de demostración),
siendo ésta el punto de partida del verdadero conocimiento. El conocimiento se desarrollaría por
deducción (paso de premisas a conclusión necesario -la conclusión no puede negarse sin
contradicción- basado en leyes lógicas, no en la experiencia), que no es más que una intuición
seriada.
La segunda regla es el análisis o descomposión de una idea compleja (no evidente) en las
simples que la forman, y que serán evidentes por intuición.
La tercera es la síntesis o reconstrucción de la idea compleja mediante la captación intuitiva
del encadenamiento deductivo (demostración) de las simples obtenidas en el paso anterior.
La cuarta es la enumeración (repasa el análisis) y revisión (repasa la síntesis).
Tras aplicar las reglas se obtendría una intuición general evidente de todo el conjunto,
viendo las conclusiones remotas como evidentemente implicadas por los primeros principios
dados por intuición.
Como se ha explicado, D. justificó el método con la duda, de la que extrajo el cogito.
Hay que aclarar que en “pienso” (cogito) D. incluye todos los actos de conciencia, además
de dudar. “Cogito, ergo sum” no es una inferencia, sino una intuición de la necesaria (no se
puede negar sin contradicción) conexión que existe entre pensar y ser. Así en cogito se pone de
manifiesto la existencia de una sustancia, una mente que piensa.
Para D. la sustancia (no la conocemos) es una cosa existente que solo requiere de sí misma
para existir, con el concurso de Dios. También es el sujeto de un atributo (lo que conocemos y
nos permite distinguir tipos de sustancia). Los atributos pueden ser esenciales (los concebimos
como inseparables de la sustancia, como constituyendo su esencia) y no esenciales o modos
(modificaciones variables de los esenciales, que concebimos como separables de la sustancia).
Pues bien. La mente o alma (res cogitans) es una sustancia espiritual finita cuyo atributo
esencial es el pensamiento, con modos como los diversos estados de conciencia o los
pensamientos particulares. Según D. es más fácil de conocer que el cuerpo, porque se conoce por
introspección, que es infalible.
Con cogito D. obtiene la primera verdad evidente y de contenido metafísico sobre la que
reconstruir deductivamente todo el saber; la justificación de la aplicación universal del método
(la evidencia que le pedía la primera regla); el modelo de toda verdad, lo que hace que D. opte
por la evidencia como criterio: todo lo que capte con la misma claridad y distinción que el cogito
será verdadero.
Llegados a este punto, como se ha señalado, D. ve que el cogito no demuestra la existencia
de la realidad extramental o mundo. Además está la posibilidad de que la mente, por su propia
constitución, capte como evidentemente verdadero lo falso. Así, tiene que justificar el criterio de
evidencia.
Para ello recurre a lo único que tiene, el pensamiento y sus ideas. Repara solo en las ideas
innatas, las evidentes, entre las que encuentra la de idea de “infinito”, “Ser Perfecto” o “Dios”.
Entonces, demuestra la existencia de Dios, a priori, partiendo de la idea de “Dios”.
Un argumento que plantea es: tengo en mi mente la idea de “dios” como “ser pefecto”.
Ahora bien, la existencia es una perfeccción, por lo que debe estar incluida en la esencia divina.
Por tanto, Dios o el Ser Pefecto existe.
D. argumenta entonces que Dios, por perfecto, es también veraz. Así que siendo él el autor de
mis ideas innatas evidentes, estas tienen que ser verdaderas. Queda así garantizado el uso del
criterio de evidencia, y la existencia de la realidad, puesto que tenemos ideas evidentes sobre el
mundo.
D. comete una petición de principio o círculo vicioso: para justificar el criterio de evidencia,
demuestra la existencia de Dios, pero para demostrarla usa ese mismo criterio (ya que demuestra
a partir de una idea evidente). No obstante, creyendo haber resuelto el “problema crítico”,
construye su metafísica.
En la realidad, además de las mentes, D. dice que hay cuerpos (res extensa), sustancias
finitas materiales cuyo atributo esencial es la extensión (dimensiones), con modos como las
particulares formas o cantidades de extensión, el reposo, el movimiento, etc.
El ser humano es concebido por D. desde un dualismo sustancial interaccionista: un
compuesto de alma (no es principio vital; es la razón) y cuerpo, dos sustancias distintas e
independientes, aunque interaccionan, ya que se comunican en la glándula pineal de la base del
cerebro.
Por último, en la realidad, como ha demostrado, está la sustancia infinita Dios, cuyo
atributo esencial es la perfección y del que no se pueden predicar modos porque es inmutable.
“Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que
todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y
dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las
extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que
podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba”.
DESCARTES, Discurso del método, parte IV.
“Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para
afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que
cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y
habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a
no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir
como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas
verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son
aquellas que concebimos distintamente”.
DESCARTES, Discurso del método, IV parte.