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FILOSOFÍA 5to.

Prof. Marcelo Béjar


Repartido I – Parte II

El problema del origen del conocimiento: el


racionalismo de Descartes y el empirismo de
Hume.
1. El racionalismo cartesiano como respuesta al origen del conocimiento.
Objetivo: En este repartido profundizaremos en el racionalismo cartesiano como respuesta al problema del
origen del conocimiento en la modernidad.

Competencias y empoderamientos:

• Analizar el texto fuente del filósofo René Descartes.


• Aprehender conceptos claves del autor y sobre la historia de la moderniad.
• Comparar diferentes posturas del conocimiento.

René Descartes (1596 -1650)

Descartes puede considerarse como el más ilustre entre los grandes iniciadores de la época moderna en el campo
de la filosofía. Fue el maestro de Europa para muchas generaciones, reemplazando a Aristóteles, que hasta la Edad
Media había ejercido un dominio absoluto sobre todas las doctrinas y sistemas filosóficos.

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía a una familia de la baja
nobleza, siendo su padre, Joachin Descartes, Consejero en el Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su
madre, Jeanne Brochard, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela
materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en el
colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers.
Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas
del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción
de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.

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Esta muestra de escepticismo, que Descartes presenta como un rasgo personal es, sin embargo, una característica
del pensamiento de finales del siglo XVI y principios del XVII, en los que el pirronismo ejerció una notable influencia.
Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder
encontrar en ellas el verdadero saber:
"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el
estudio de las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el
gran libro del mundo, dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de
diversos temperamentos y condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las
ocasiones que la fortuna me deparaba, y a hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que
pudiese obtener algún provecho de ellas." (Discurso del método)
En 1619 abandona Holanda y se instala en Dinamarca, y luego en Alemania, asistiendo a la coronación del emperador
Fernando en Frankfurt. Se enroló entonces en el ejército del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de
Baviera durante el invierno, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde elabora su método,
fusión de procedimientos lógicos, geométricos y algebraicos. De esa época será la concepción de la posibilidad de
una matemática universal (la idea de una ciencia universal, de un verdadero saber) y se promete emplearla en renovar
toda la ciencia y toda la filosofía.
De 1620 a 1628 viaja a través de Europa, residiendo en París entre los años 1625-28, dedicando su tiempo a las
relaciones sociales y al estudio, entablando amistad con el cardenal Bérulle, quien le animará a desarrollar sus teorías
en afinidad con el catolicismo. Durante este período se ejercita en su método, se libera de los prejuicios, acumula
experiencias y elabora múltiples trabajos descubriendo especialmente en 1626 la ley de refracción de los rayos
luminosos. También en esta época redacta las "Reglas para la dirección del espíritu", obra inacabada que expone lo
esencial de su método.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia,
completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el
alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la
física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones
metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado
temprana la fecha como para que Descartes estuviese ya en posesión de su metafísica.
Posteriormente realiza tres viajes a Francia, en 1644, 47 y 48. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal.
Su fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella en febrero de 1649 para que le
introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para Suecia. El alejamiento, el rigor
del invierno, la envidia de los doctos, contraría su estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la
madrugada para recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer escribiendo en la
cama hasta media mañana, toma frío y muere de una neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de
53 años.

Contexto histórico de la filosofía cartesiana


Hacia la mitad del siglo XVI comienzan en Europa una serie de crisis, que suponen la caída definitiva de los
fundamentos de la Europa medieval y el establecimiento de los nuevos pilares de la Europa moderna. Por ello
podemos entender, en ese contexto, por qué Descartes habla del método y cree necesario un cambio de camino
hacia el conocimiento.

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En el aspecto económico-social, el desarrollo del capitalismo, surgido en la Revolución Industrial en Inglaterra, se ve


favorecido por el desarrollo del comercio. Los inventos son numerosos y en numerosos campos. Se perfila el tipo de
capitalista emprendedor y sin escrúpulos que reclama la libertad individual. Se exalta el valor de la razón frente al de
los libros, y se surge el desarrollo científico.
En el aspecto político, existía una gran inestabilidad política, manifestándose en guerras y revoluciones. Se v an
formando los estados modernos, enfrentados en sus afanes colonialistas, y se afianzan las monarquías absolutas.
El movimiento religioso propuesto por Lutero y Calvino rompe el monopolio religioso del cristianismo romano. Esta
crisis inspira el Concilio de Trento, la fundación de la Compañía del Jesús y la Contrarreforma, con la que Roma
pretendía conservar la obediencia de los países occidentales, dando lugar a largas guerras en las que Descartes
participó.
También se dio una crisis de las mentalidades. Los modelos construidos en la Edad Media y las soluciones
renacentistas no eran suficiente para responder a las necesidades del momento. El desarrollo del pensamiento
cartesiano se enmarca en el proceso abierto en el Renacimiento con el antropocentrismo, la consolidación del
humanismo y el desarrollo de la ciencia. Dios deja de ser el centro de preocupación filosófica y el hombre ocupa un
lugar importante como centro de conocimiento.
El desarrollo científico que se manifiesta en astronomía, medicina, matemáticas y física y los descubrimientos en estos
campos llevan a una modificación de la concepción del mundo y ahondan en el enfrentamiento entre lo partidarios de
Aristóteles y de Copérnico. Quienes pensaban como Aristóteles creían que la Tierra estaba en el centro del universo
y que el sol, la luna y las estrellas giraban en torno de ella. El astrónomo Copérnico expuso su teoría de que la Tierra
era un planeta y giraba alrededor del Sol. Surge un enfrentamiento entre lo defensores de la teoría Aristotélica y la de
Copérnico
Poco a poco la ciencia avanza hacia el método experimental, y los estudios dejan de hacerse exclusivamente en los
libros de texto. La creencia en hechicerías pierde fuerza y la gana la mentalidad racional influida por el cartesianismo
y el desarrollo científico que se refleja en la astronomía con Kepler y Galileo y en la medicina con Harvey, que descubre
la circulación de la sangre y el movimiento del corazón, en matemáticas destacan Gassendi, Descartes y Leibniz.
En el terreno espiritual, surgen nuevas doctrinas y la Reforma fue un serio ataque contra la unidad de la Iglesia. Se
rompe el monopolio religioso controlado por el cristianismo romano a causa del movimiento religioso creado por Lutero
y Calvino, esto afectará a lo político, moral y cultural de la nueva época.

El racionalismo cartesiano
Corriente filosófica que se desarrolló en el siglo XVII en Europa y que se caracteriza por afirmar que la razón es la
fuente de nuestros conocimientos. Sus representantes más destacados fueron Descartes, Spinoza y Leibniz, quienes
ofrecieron distintas versiones del modo en que la razón fundamenta el conocimiento, así como de su relación con la
experiencia. Habitualmente se considera que el racionalismo se opone al empirismo británico, quien considera que la
experiencia es la fuente de nuestros conocimientos. En un sentido más general, el término "racionalismo" remite a
toda doctrina filosófica que considera que la realidad es inteligible, es decir, que tiene un carácter racional
(racionalismo metafísico). En este sentido, muchas otras filosofías son y fueron llamadas racionalistas, como las
sostenidas por Parménides, Platón o Hegel, por ejemplo.

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Frente a otras soluciones al problema del conocimiento y de la constitución de la "ciencia" que surgirán en la época,
como el empirismo, Descartes optará por la solución racionalista. El racionalismo se caracterizará entonces por la
afirmación de que la certeza del conocimiento procede de la razón, lo que va asociado a la afirmación de la existencia
de ideas innatas. Ello supondrá la desvalorización del conocimiento sensible, en el que no se podrá fundamentar el
saber, quedando la razón como única fuente de conocimiento.
Paralelamente, los modelos matemáticos del conocimiento (en la medida en que las matemáticas no dependen de la
experiencia) se ven revalorizados. Las explicaciones del conocimiento basadas en la abstracción serán igualmente
rechazadas, ya que la abstracción se produce a partir de la captación de las sustancias por medio de la sensibilidad
(la explicación del conocimiento de Aristóteles y santo Tomás) que ya ha sido rechazada como fuente de
conocimiento.
Por el contrario, el racionalismo afirmará la intuición intelectual de ideas y principios evidentes, a partir de las cuales
comenzará la deducción del saber, del mismo modo que todo el cuerpo de las matemáticas se deduce a partir de
unos primeros principios evidentes e indemostrables. La relación de estas ideas con la realidad extramental será
afirmada dogmáticamente, lo que plantea no pocos problemas a los racionalistas. Todo ello conduce al racionalismo
al ideal de una ciencia universal, aspiración de la que la filosofía cartesiana es un buen exponente.

ACTIVIDAD

a) ¿Cuáles son las tesis fundamentales del racionalismo?


b) Piense: ¿Una evidencia se puede demostrar?

Fragmentos de René Descartes

“Reglas para la dirección del espíritu” (1751)

Así pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará
nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre
gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento de todo aquello que es capaz.

ACTIVIDAD

c) Piense: En la vida cotidiana, ¿qué conocimiento falso puede tomarse como verdadero? ¿Es posible?

“Discurso del método” (1637)

La facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón,
es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de
que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros
diferentes y no consideramos las mismas cosas. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los
vicios, siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas, así también,
en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto
que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera: Fue el primero, no admitir
como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la

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precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y
distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.

El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas
requiriese su mejor solución.
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de
conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.

Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro
de no omitir nada.

Así, fundándome en que los sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa alguna que fuese
tal y como ellos nos la hacen imaginar; y, en vista de que hay hombres que se engañan al razonar y comente
paralogismos, aun en las más simples materias de geometría, y juzgando que yo estaba tan sujeto a equivocarme
como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que antes había aceptado mediante demostración; y
finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también
ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en este caso ninguno de ellos sea verdadero, me resolví a fingir que nada de
lo que hasta entonces había entrado en mi mente era más verdadero que las ilusiones de mis sueños. Pero
inmediatamente después caí en la cuenta de que, mientras de esta manera intentaba pensar que todo era falso, era
absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo; y advirtiendo que esta verdad: pienso, luego existo, era
tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos eran incapaces de conmoverla, pensé
que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.”

VOCABULARIO

• Precepto: regla.
• Evidente: aquello que se capta de manera clara y distinta.
• Conocimiento claro: aquel que se impone al espíritu.
• Conocimiento distinto: aquel que no se confunde con ningún otro.
• Espíritu humano: alma, sustancia pensante inmaterial.
• Verdad: adecuación entre el intelecto y la cosa (def. escolástica).

Por método entiende Descartes: "una serie de reglas ciertas y fáciles, tales que todo aquel que las
observe exactamente no tome nunca a algo falso por verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo
mental, sino por incrementar su conocimiento paso a paso, llegue a una verdadera comprensión de
todas aquellas cosas que no sobrepasen su capacidad”

ACTIVIDAD

C) Según Descartes, ¿en qué conocimiento se debe fundar la ciencia y por qué?
D) En resumen, ¿cuáles son las cuatro reglas del método en que se debe basar la ciencia?

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E) Plantea un problema cualquiera y resuélvelo siguiendo los cuatro preceptos del método cartesiano. Explicítalos a
medida que lo vayas resolviendo

Las Meditaciones metafísicas


El objetivo de las meditaciones

En la primera meditación, Descartes comienza estableciendo lo incierto y dudoso de sus


conocimiento y la necesidad de encontrar fundamentos incuestionables a partir de los cuales
levantar todo el edificio del conocimiento: “Tiempo hace ya que he comprendido que desde mis
primeros años había aceptado como verdadera muchas opiniones falsas, debiendo ser, por tanto,
muy dudoso e incierto todo lo que después he fundado sobre tal mal seguros principios. Por esta
razón he pensado que de todas las opiniones que antes aceptara, y comenzarlo todo otra vez desde
los fundamentos, si algo firme y permanente había de establecer en las ciencias”1.

La puesta en duda de todos los conocimientos

Él no va a tratar de demostrar que todos sus conocimientos son falsos, por cuanto esto es
prácticamente imposible. Pero va a tomar como criterio descartar todos los conocimientos del cual
tenga la más mínima duda y para ello no es necesario poner en duda cada uno de sus
conocimientos, alcanza con poner en duda los cimientos de los mismos, “…porque la ruina de los
fundamentos lleva consigo la de todo el edificio…” 2.

La puesta en duda de los sentidos: el argumento del sueño y la vigilia. La


hipótesis del Genio maligno y la plenitud de la duda

Descartes plantea que todo lo que ha creído como verdadero lo ha


aprendido por los sentidos y estos en múltiples ocasiones le han engañado, sobre
todo en cosas remotas o distantes, por eso dice que “…la prudencia ordena no
fiarse nunca por entero de los que una vez nos han engañado”3. Este es el primer
argumento que esboza para poner en tela de juicio a los datos de los sentidos.
Pero continúa diciendo que habría que estar loco para dudar de cosas cercanas
como nuestro propio cuerpo o cosas similares. Es aquí donde interpone el argumento del sueño y
la vigilia, considerémoslo atentamente:
“Debo considerar, sin embargo, que soy hombre, y por consiguiente,
que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños cosas iguales y

1
Descartes, René. Meditaciones Metafísicas. 1a. Ed. Montevideo: La casa del estudiante, 1978, p. 36
2
Ibíd. P. 36
3
Ibíd. P. 36

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menos verosímiles a veces, que las que se imaginan esos insensatos cuando están despiertos.
¡Cuántas veces me ha sucedido soñar que me hallaba en este sitio, que estaba vestido, y al lado
del fuego, aunque en realidad estaba desnudo y metido en la cama! Cierto es que ahora me parece
que no veo este papel con ojos dormidos; que esta cabeza que muevo no está amodorrada; que
con intención y propósito deliberado extiendo esta mano y que la siento y que nunca lo que sucede
en el sueño es tan claro ni distinto como todo esto. Pero pensando atentamente en ello, me acuerdo
de haber sido muchas veces engañado al dormir por ilusiones semejantes, y al detenerme en este
pensamiento, veo con tal claridad que no hay indicios ciertos para distinguir la vigilia y el sueño de
una manera terminante, que me lleno de asombro, y este asombro es tal, que casi es capaz de
persuadirme de que estoy dormido”4.
Fundado en este argumento, concluye que todas las ciencias que se ocupan de los objetos
extramentales son dudosas e inciertas. Así derriba el conocimiento de la física, de la química y las
demás ciencias fácticas. Pero el límite de este argumento, está en que no prueba que sean dudosas
ciencias como la matemática y la geometría, que no se ocupan de objetos existentes en el mundo
extramental. Es posible dudar de la existencia de todo el mundo e incluso de mi propio cuerpo, pero
eso no invalida, ni pone en duda, las afirmaciones matemático-geométricas como “todo triangulo
tiene tres lados y tres ángulos” o la propiedad asociativa de los números naturales. Sembrar la duda
acerca de estos conocimientos es la finalidad del argumento del Genio Maligno. Es más, este
argumento pone en tela de juicio todos nuestros conocimientos, si bien no prueba que sean falsos,
les inyecta a todos el veneno gangrenoso de la duda.

Veámoslo con atención:


“Supondré, por tanto, no que nos engaña Dios, que es
muy bueno y es la soberana fuente de la verdad, sino que un
Genio Maligno, no menos astuto e impostor que poderoso ha
empleado toda su industria en engañarnos; pensaré que el
cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y
todas las demás cosas exteriores, no son más que ilusiones
y sueños de que se ha servido para tender lazos a nuestra
credulidad; me consideraré privado de manos y de ojos, de
carne y de sangre, y de sentidos, pero falsamente convencido
de que tengo estas cosas; permanecerá obstinadamente
adherido a tales pensamientos; y por si este medio no me es
posible llegar al conocimiento de verdad alguna, los será al
menos suspender mis juicios. Por esto
pondré gran cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad y prevendré también mi espíritu contra
todas las asechanzas de ese gran impostor que, por astuto y poderoso que sea, no conseguirá
engañarme en nada”5.
Aquí alcanzamos el punto álgido de la duda, una duda metafísica e hiperbólica que alcanza
a todo conocimiento humano. Es en esta situación desesperada y de máxima victoria de la
incertidumbre, en la cual Descartes se encuentra frente a dos alternativas. Por una parte, declarar
su incapacidad para salir del pantano de la duda y optar por la epojé de los escépticos o alcanzar al
menos una verdad indubitable que a modo de piedra arquimedal sea el primer principio y cimiento

4
Ibíd. P. 37
5
Descartes, René. Op. Cit., p.39

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de todo conocimiento. Será la segunda Meditación el lugar en el cual sonará estrepitosa la derrota
del Genio Maligno y se establecerá la primera verdad y certeza: “Pienso, luego existo”.

La primera verdad: “Pienso, luego existo.”


“La meditación que hice ayer me ha llenado de tantas dudas, que no me es posible ya darlas
al olvido (…) ¿Qué es, por tanto, lo que podrá reputarse verdadero? Acaso únicamente que en el
mundo no hay nada cierto (…) Pero me he convencido de que nada existía en el mundo y de que
no había cielo, ni tierra, espíritu ni cuerpos: ¿no me he persuadido, por tanto, de que yo no existía?
Todo menos eso; pues si me he persuadido de algo o al menos he pensado alguna cosa, yo existo
a no dudarlo. Hay cierto impostor muy poderoso y astuto que emplea su industria en engañarme;
luego si me engaña no hay dudas de que existo: engáñeme cuanto quiera, que nunca ha de lograr
que yo no sea nada, mientras piense que soy algo. De manera que después de haberlo pensado
bien y de haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir declarando que esta
proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera siempre que la pronuncio o la
concibo”6.
“Yo soy, yo existo” es la primera verdad indubitable y piedra angular
del sistema racionalista cartesiano. “Cogito, ergo sum” 7, como lo formula
en el Discurso del Método, es el estandarte triunfal que levanta
Descartes contrala duda que todo lo invade. El Genio Maligno
engañador y todo poderoso, es incapaz de levantar la más mínima sospecha
sobre la verdad dela existencia del yo pensante. En tanto que pienso
soy y no puede ser de otra manera. El Genio maligno puede
engañarme en todo lo que quiera, pero no me puede engañar en que tanto
engañado soy algo. Luego de esta primera verdad, Descartes tratará de reconstruir el edificio del
conocimiento.
La existencia del yo es una primera verdad indudable que se me aparece
en la mente en forma clara y distinta. ¿Qué es esa cosa que piensa (res cogitas)? Una cosa que
siente, que quiere, concibe, imagina…
Descartes analizará el contenido de ese “yo pienso” para evitar el solipsismo. Solipsismo, “del latín
"[ego] solus ipse" (traducible de forma aproximada como "solamente yo existo"), es la creencia
metafísica de que lo único de lo que uno puede estar seguro es de la existencia de su propia
mente…”

El yo piensa, ¿en qué piensa? qué es lo que hay en el pensamiento? Contenidos mentales que
Descartes llama ideas.

Clasifica las ideas en:

a) Adventicias: son las ideas que tenemos sobre el mundo, provienen de nuestra experiencia
externa, ej. “árbol”
b) Facticias: ideas producidas por nuestra imaginación, son una combinación de las ideas
adventicias, ej. “centauro”.

6
Ibíd. P. 40-41
7
Expresión latina que significa: “Pienso, luego existo”, la cual es una de las más famosas frases de Descarte y tal vez de la filosofía en general.

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c) Innatas: son las que no dependen del exterior y tampoco de nuestra imaginación. Ej, idea
de infinito y perfección.

La demostración de la existencia de Dios - “RES INFINITA”

Argumento de la idea de la perfección divina en nuestra conciencia. Descartes afirma que él, que
no es del todo perfecto poseía la idea de algo perfecto. Pero, si es imposible que algo perfecto surja
de algo imperfecto, ¿de dónde podía haber extraído entonces esa idea? Y concluye que tuvo que
ser de una realidad, un ser perfecto, que existe independientemente de su conciencia. Luego Dios
existe y es la causa de la idea que yo tengo de tal perfección absoluta.
La prueba de la existencia de Dios, la idea de un ser perfecto (y que por su misma perfección,
debe existir), rompería el solipsismo en el que se encontraba la conciencia; una conciencia que
había escapado de la duda metódica, pero no podía afirmar todavía la existencia de una realidad
exterior a ella, ni siquiera la de su propio cuerpo. Descartes necesita a Dios para afirmar el mundo,
o sea, la “res extensa”.

ACTIVIDAD Explique el proceso de la duda metódica por la cual Descartes concluye que
es un “cosa pensante.” ¿Cuáles son las características de la res cogitas? G) ¿Es Descartes
un solipsista? Justifique.

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2- El empirismo de Hume como respuesta al problema del


origen del conocimiento.
EMPIRISMO – Contexto histórico de David Hume

El término empirismo viene de la voz griega "empeiría" que se


puede traducir como "experiencia". Cuando hablamos de
"experiencia" en este contexto nos referimos más exactamente
a la experiencia sensible o conjunto de percepciones. En un
sentido amplio llamamos empirista a toda teoría filosófica que
considera los sentidos como las facultades cognoscitivas
adecuadas para la adquisición del conocimiento.
El “empirismo clásico” es un movimiento filosófico que se
desarrolla durante los siglos XVII y XVIII en las Islas Británicas,
cuyos principales representantes fueron Francis Bacon,
Hobbes, Locke, Berkeley y Hume.

Entre los principales rasgos que caracterizan a este


movimiento cabe destacar los siguientes:

El objeto del conocimiento son las ideas, no el mundo exterior. Existe una primacía de la experiencia
en el orden del conocimiento. Al contrario que los racionalistas, quienes afirmaban que la razón era
el principal factor que nos permitía acceder al conocimiento de la realidad, los empiristas consideran
ilegítimo cualquier intento que no tenga un correlato previo en la experiencia. De ahí que los
empiristas adopten la evidencia sensible como criterio gnoseológico de verdad: sólo el
conocimiento sensible nos puede poner en contacto con lo real y sólo la evidencia sensible
nos permite distinguir entre lo real y lo no real, entre lo verdadero y lo falso. Por lo tanto, el el
origen del conocimiento se funda en la experiencia sensorial.
Negación de la existencia de ideas innatas. Los empiristas mantienen que todas nuestras ideas se
originan a partir de la experiencia. Nuestra mente es como un papel en blanco (“tábula rasa”), en el
que no hay ninguna idea impresa, gasta que la experiencia comience a escribir en él.
Prioridad del método inductivo. Característico de las ciencias empíricas como la física, frente al
método inductivo propio de las matemáticas.
Negación de la posibilidad de un conocimiento con validez universal y necesaria. Puesto que la
experiencia sensible, que es según los empiristas la única fuente válida de conocimiento, nunca
puede agotarse en su totalidad, quedando siempre la posibilidad de que ulteriores experiencias

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invaliden las anteriormente tenidas, todas nuestras proposiciones


científicas acerca de la realidad tendrán una validez meramente
provisional, nunca una absoluta certeza.

Para situar en la historia y en la filosofía a David Hume (1711 – 1776)


deberíamos empezar por las ideas de Locke.. Empirismo y racionalismo
aparecen como dos maneras opuestas de teorizar sobre el conocer. Los
siglos XVII y XVIII son testigos de ambas tendencias, que Kant
sintetizará más tarde. El momento que le toca vivir a Hume es el
momento en que los filósofos pretenden orientar al hombre hacia las
luces de la razón. La máxima expresión de este fenómeno es la
Enciclopedia.
La Ilustración es el movimiento intelectual que empezó en Inglaterra en el siglo XVII y se desarrolló en
Francia en el s. XVIII (con los enciclopedistas, como Voltaire y Diderot) y en Alemania. Toda Europa se vio
afectada de ello. Este movimiento contrasta con la irracionalidad y superstición de la Edad Media y se podría
definir con las siguientes palabras de Kant: "La ilustración se define como el final de la minoría de edad del
hombre, en la que se mantiene por su culpa. La minoría de edad es la incapacidad para servirse del
entendimiento sin dirección ajena (...). Sapere aude!(¡atrévete a saber!) ¡ten el valor de servirte de tu propio
entendimiento".
La ilustración escocesa (Hume) como la inglesa (Locke) y la francesa (Diderot, D’Alembert…) destaca la
idea del progreso de la humanidad y el desarrollo del saber.
En la Inglaterra se produjo un proceso de cambio, rápido y profundo, de las estructuras económicas,
industriales, capitales y técnicas de producción. Este proceso se denominó Revolución industrial y uno de
sus grandes acontecimientos fue la creación de la máquina de vapor por James Watt. La obra de Hume es
una síntesis de las ideas de la Ilustración. De entre las obras de Hume destaca el “Tratado de la naturaleza
humana”, publicado en 1739, que contiene los fundamentos de su filosofía, entendida como una ciencia del
ser humano: es necesario volver al estudio de la naturaleza humana, al estudio del alcance y la validez del
conocimiento, antes de intentar conocer las cosas mismas. Hume establece que hay que estudiar el
conocimiento y la naturaleza de las ideas en las que se fundamenta, emplear el método experimental y
limitar el ámbito del conocimiento a la experiencia humana. En obras posteriores como Investigación sobre
el entendimiento humano, Investigación sobre los principios de la moral e Investigación sobre las pasiones
explicará los conceptos fundamentales de su sistema.

1. Los elementos del conocimiento humano: Ideas e impresiones.

<Es así que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se
distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas

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comúnmente son llamados pensamientos o ideas, las otras carecen de un nombre en nuestro idioma,
como en la mayoría de los demás, según creo, pero solamente con fines filosóficos es necesario
encuadrarlos bajo un término o denominación general. Permitámonos entonces un poco de libertad,
y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción distinta de la usual. Con el
término impresión quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, vemos,
sentimos, amamos, odiamos, deseamos, o queremos. Las impresiones se distinguen de las ideas
pues son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre
las sensaciones o acciones arriba mencionadas>>

Tanto en el Tratado como en la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume comienza la


presentación de su filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A diferencia de Descartes, para quien
todos los contenidos mentales eran "ideas", Hume encuentra dos tipos distintos de contenidos: las
impresiones y las ideas. La diferencia que existe entre ambas es simplemente la intensidad o vivacidad con
que las percibimos, siendo las impresiones contenidos mentales más intensos y las ideas contenidos
mentales menos intensos. Además, la relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que
la del original a la copia: "o, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones
más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas". Es decir, las ideas
derivan de las impresiones; las impresiones son, pues, los elementos originarios del conocimiento; de esta
relación entre las impresiones y las ideas extraerá Hume el criterio de verdad: una proposición será
verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna impresión; y falsa sino hay tal correspondencia.

Las impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de sensación, y de reflexión. Las impresiones de
sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los sentidos, y son las que percibimos
cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc; las impresiones de reflexión son aquellas que van
asociadas a la percepción de una idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos
similares. Además, las impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión
simple sería la percepción de un color, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de una ciudad.

Las ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas simples son la copia de una
impresión simple, como la idea de un color, por ejemplo. Las ideas complejas pueden ser la copia de
impresiones complejas, como la idea de la ciudad, o pueden ser elaboradas por la mente a partir de otras
ideas simples o complejas, mediante la operación de mezclarlas o combinarlas según las leyes que regulan
su propio funcionamiento.

2. Las leyes de la asociación de ideas: semejanza, contiguidad y relación causa – efecto.

La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero por poco que nos
hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta combinación de ideas podremos

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observar cómo "incluso en nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros mismos sueños",
esa asociación se produce siempre siguiendo determinadas leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el
tiempo o en el espacio, y la de causa o efecto.
Cuando la mente se remonta de los objetos representados en una pintura al original, lo hace siguiendo la
ley de semejanza. Si alguien menciona una habitación de un edificio difícilmente podremos evitar que
nuestra mente se pregunte por, o se represente, las habitaciones contiguas; del mismo modo, el relato de
un acontecimiento pasado nos llevará a preguntarnos por otros acontecimientos de la época; en ambos
casos está actuando la ley de asociación por contigüidad: en el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en
el segundo caso. El caso de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga nuestra mente
la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en este caso la ley de la causa y el
efecto.
Según Hume, pues, son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de ideas, de tal
modo que todas las creaciones de la imaginación, por delirantes que puedan parecernos, y las sencillas o
profundas elaboraciones intelectuales, por razonables que sean, les están inevitablemente sometidas.
3.-Los tipos de conocimiento: relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
Siguiendo la distinción que había hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho, Hume nos
dirá que todos los objetos de la razón e investigación humana puede dividirse en dos grupos: relaciones
de ideas y cuestiones de hecho.

Relaciones de ideas: Aquí pertenece la geometría o la matemática. El conocimiento es universal y necesario.


Se puede demostrar su falsedad apelando al principio de no contradicción.

Cuestiones de hecho: Aquí las operaciones del entendimiento están reguladas necesariamente por la
experiencia, ya que al depender de la ley de asociación de la causa y el efecto, siendo una distinta del otro,
no hay razonamiento a priori posible que nos permita deducir una a partir del otro. No hay ninguna
contradicción, dice Hume, en la proposición "el sol no saldrá mañana", ni es menos inteligible que la
proposición "el sol saldrá mañana". No podríamos demostrar su falsedad recurriendo al principio de
contradicción. ¿A qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o
falsa? Todas los razonamientos sobre cuestiones de hechos parece estar fundados, nos dice, en la relación
de causa y efecto.

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Prof. Marcelo Béjar
Repartido I – Parte II

Crítica a la relación de causalidad

“Hemos de apresurarnos por llegar a una conclusión en


esta cuestión, que ya se ha prolongado
excesivamente. En vano hemos buscado la idea de poder
o conexión necesaria en todas las fuentes de las que
podíamos suponer se deriva. Parece que en casos
aislados de la actividad (operation) de cuerpos
jamás hemos podido, ni siquiera en el más riguroso
examen, encontrar más que el que un suceso sigue a otro,
sin que seamos capaces de comprender la fuerza o
poder en virtud del cual la causa opera, o alguna
conexión entre ella y su supuesto efecto.
Pero aún queda un modo de evitar esta conclusión y
una fuente que todavía no hemos examinado.
Cuando se nos presenta un objeto o suceso cualquiera,
por mucha sagacidad y agudeza que tengamos,
nos es imposible descubrir, o incluso conjeturar sin
la ayuda de la experiencia, el suceso que pueda
resultar de él o llevar nuestra previsión más allá del objeto que está inmediatamente presente a nuestra
memoria y sentidos. Incluso después de un caso o experimento en que hayamos observado que
determinado acontecimiento sigue a otro, no tenemos derecho a enunciar una regla general o anticipar lo
que ocurrirá en casos semejantes, pues se considera acertadamente una imperdonable temeridad juzgar
todo el curso de la naturaleza a raíz de un solo caso, por muy preciso y seguro que sea. Pero cuando
determinada clase de acontecimientos ha estado siempre, en todos los casos, unida a otra, no tenemos ya
escrúpulos en predecir el uno con la aparición del otro y en utilizar el único razonamiento que puede darnos
seguridad sobre una cuestión de hecho o existencia. Entonces llamamos a uno de los objetos causa y al
otro efecto. Suponemos que hay alguna conexión entre ellos, algún poder en la una por el que
indefectiblemente produce el otro y actúa con la necesidad más fuerte, con la mayor certeza.
Parece entonces que esta idea de conexión necesaria entre sucesos surge del acaecimiento de varios casos
similares de constante conjunción de dichos sucesos. Esta idea no puede ser sugerida por uno solo de estos
casos examinados desde todas las posiciones y perspectivas posibles. Pero en una serie de casos no hay
nada distinto de cualquiera de los casos individuales que se suponen exactamente iguales, salvo que, tras
la repetición de casos similares, la mente es conducida por hábito a tener la expectativa, al aparecer un
suceso, de su acompañante usual, y a creer que existirá. Por tanto, esta conexión que sentimos en la mente,
esta transición de la representación (imagination) de un objeto a su acompañante usual, es el sentimiento
o impresión a partir del cual formamos la idea de poder o de conexión necesaria. No hay más en esta
cuestión. Examínese el asunto desde cualquier perspectiva. Nunca encontraremos otro origen para esa
idea. Esta es la única diferencia entre un caso del que jamás podremos recibir la idea de conexión y varios
casos semejantes que la sugieren. La primera vez que un hombre vio la comunicación de movimientos por
medio del impulso, por ejemplo, como en el choque de dos bolas de billar, no pudo declarar que un
acontecimiento estaba conectado con el otro, sino tan solo conjuntado con él. Tras haber observado varios

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Repartido I – Parte II

casos de la misma índole, los declara conexionados. ¿Qué cambio ha ocurrido para dar lugar a esta nueva
idea de conexión? Exclusivamente que ahora siente que estos acontecimientos están conectados en su
imaginación y fácilmente puede predecir la existencia del uno por la aparición del otro. Por tanto, cuando
decimos que un objeto está conectado con otro, solo queremos decir que han adquirido una conexión en
nuestro pensamiento y originan esta inferencia por la que cada uno se convierte en prueba del otro,
conclusión algo extraordinaria, pero que parece estar fundada con suficiente evidencia.”

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