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Mons.

Jesús Castro Marte

La formación intelectual permanente

Intellectus fidei o inteligencia de la fe


Dar razón de la esperanza (1Pe 3,15)

“Al proclamar la verdad de que Dios se ha revelado en la


creación, la redención y la reconciliación como origen y
fin del hombre y del mundo, la teología se ve obligada a
no excluir, por principio, ninguna parcela del
conocimiento como posible objeto de su reflexión”
(H. L. MÜLER)
1. Introducción

Los estudios eclesiásticos tienen la gracia de ser en sí mismos y casi que por definición un saber de
tipo hermenéutico que exige una permanente puesta al día de su objeto de estudio, cuestión
primordial para su estatuto científico.

La teología responde a algo propio de vivir y comprender la fe, su exposición, el testimonio de lo


que se cree. Podemos citar el testimonio bíblico de 1Corintios 1,21-25 y 1Pedro 3,15 como una
referencia clave del modo cristiano de creer. Creer implica una comprensión del objeto de nuestra
fe que no se agota en un saber sin más, sino en un saber que procura comprender para exponer de
modo inteligible nuestra experiencia de fe.

El texto paulino muestra esa tensión comprensiva, que podríamos señalar como el sabio ejercicio de
mover nuestra comprensión hacia la sabiduría divina, objeto de nuestra fe. Diría que la carta de
Pedro explicita esto en cuanto que eso es posible cuando se es capaz de dar razón, respuestas,
demostración.

Así el mundo hebreo y griego conocen una tensión provechosa o apologética que busca hacer
inteligible el mensaje cristiano y su exposición haciendo uso de categorías filosóficas. En ese
sentido podemos comprender la reflexión y sistematización de la teología como un esfuerzo por
hacer comprensible el objeto (Revelación) y los postulados (dogmas, magisterio) de nuestra fe.

Cuando hablamos de Intellectus fidei o inteligencia de la fe lo podemos precisar como la tarea que
sigue al a la escucha de la Palabra o auditus fidei o momento positivo, dígase los datos de la
Revelación (Escritura, Tradición y enseñanza del Magisterio) en donde se destaca el aspecto
testimoniar de la fe1, que supone una condición racional capaz de esa experiencia, su comprensión y
su consecuente adhesión, que podemos entender como la certeza o verificación de ese acto, lo que
Juan Luis Segundo identifica como un acto de comunicar, que cumple su cometido cuando genera
una diferencia (un cambio en lo adelante)2.

Se trata de la inteligencia de la fe. Una epistemología del acto de creer y testimoniar: teología.

“Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de las realidades como de las
palabras del depósito de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia:
• «Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón» (DV 8); es en

1
Cf. R. LATOURRELLE, Teología de la revelación, Capítulo V.
2
Cf. J.L. SEGUNDO, Revelación, fe, signos de los tiempos: I. ELLACURÍA y J. SOBRINO, Mysterium liberationis:
conceptos fundamentales de la teología de la liberación, Trotta, Madrid, 1990. p. 444-446.
particular la «investigación teológica [...] la que debe profundizar en el conocimiento de la
verdad revelada» (GS 62,7; cfr. Ibíd., 2; DV 23; Ibíd., 24; UR 4)” (CEC 94).

I. Inteligencia de la fe y filosofía

Dios se ha dado a conocer comunicándosenos él mismo en nuestras propias condiciones humanas.


Esa actuación suya se da en la historia y está sujeta a las mediaciones del hombre, su cultura,
lenguaje, su mundo, sus categorías. Ese acontecimiento divino y humano (encarnación) precisa de
una articulación o formulación que sea racionalmente “tangible” en la historia y lenguaje humanos.
Surge de fondo la inquietud por las posibilidades en que se da esa experiencia, pero al mismo, el
cómo se la puede hacer conocible, haciendo de la reflexión sobre la fe una disciplina segura, que
siguiendo ciertos parámetros (método) lo que se transmita este sobre bases sólidas (ciencia)3.

He aquí que esta pretensión y la vez necesidad de la teología tiene en la filosofía un fundamento
racional y crítico que apunta al ser (ontología), a la conciencia de las limitaciones en que nos
sabemos existentes referidos a una instancia última y trascendente (metafísica) y a expresar en
nuestro lenguaje el modo en como eso es posible (gnoseología).

Visto así la razón cumple en la tarea teológica una triple función (estatuto de ciencia de Aristóteles):

i. Demostrar los preámbulos de la fe


ii. Ilustrar las verdades reveladas por la confrontación entre esas mismas verdades
iii. Con las verdades puramente racionales defender las verdades de la fe de las
acusaciones que elevan contra ella.

Esta concepción tiene de fondo la concepción de las posibilidades del conocimiento entendido
como “conocimiento universal de las cosas y de sus causas: cómo se relaciona lo universal y lo
particular (pensar) y la relación causa y efecto (la razón entendida como capacidad para la
demostración o deducción y como facultad de los principios)4.

Siguiendo ese fondo aristotélico la teología es ciencia en cuanto que ontología (ser), pero esa
apreciación no será estática; esa relación conoce un desarrollo crítico que aborda la relación
teología-filosofía dando otras apreciaciones.

• Santo Tomás: teología como ciencia conclusionem, porque en ella están los principios de
las conclusiones (de lo particular a lo universal)

• Para otros la teología se la comprende como sabiduría, un saber particular de los primeros
tres siglos (la de los Padres)
• Una ciencia práctica (Buenaventura y Escoto).

ARISTÓTELES-KANT: CRISIS METAFÍSICA Y CIENCIA ARISTOTÉLICA, TRASCENDENTAL Y EMPIRISMO


KANTIANO

Con Kant se replantea de modo mucho más claro que el conocer no nos viene dado por el ser
(pensamos por el ser), sino inverso, el pensar sienta las condiciones para preguntarnos por el ser. La
teología no sería ciencia por una vía ontológica (del ser), sino por la conciencia trascendental del

3
Cf. M. SECKLER, “reflexión sobre las tareas críticas en la teología”: Selecciones de teología, N° 92, Vol. 23 (1984)
345-346. Madrid.
4
A. MARGARITTI, “Teología y filosofía”: AAVV, Diccionario teológico interdisciplinar, Tomo IV, Edt. Sígueme,
Salamanca, 1983. P. 488.
ente, teología de la fe racional, moral o de los postulados de la razón práctica.

Cabe la pregunta ¿podríamos hablar de una teología que prescinda del ser (el absoluto griego), y
que en consecuencia se ampare en una concepción fáctica o demostrable de la ciencia? La
preocupación no se fija ya en lo inmutable, sino en lo concreto en el tiempo, en la historia, lo
demostrable en hechos.

En esa visión se consideró a la metafísica, y en consecuencia a la teología, como un saber


insostenible y por tanto privado de rigor de cientificidad y veracidad, dado que su objeto no se
contrasta fácticamente. Sin embargo, a partir de esa misma epistemología de la ciencia se puede
comprender la teología como ciencia por:

a. Tarea deductiva: porque sus enunciados parten de unos presupuestos, y no porque


estos sean dogmáticos, sino eso presupuestos (objeto)
b. Polaridad de la realidad (fe-razón, filosofía-teología), unidad y tensión a la vez (R.
Guardini)
c. Aporía metafísica: el reino de la incertidumbre, en que razón y fe, por ser esferas
distintas no se podrán, en principio, nunca poner de acuerdo más que en la libertad
de prescindirse mutuamente.
d. Reflexión sistemática trascendental que parte de la filosofía como pre-comprensión
de la existencia (K. Rahner)
e. Análisis epistemológico del kerigma (I. Mancini), desde la teología de la religión.

Podemos argüir que lo clave en todo esto es que la filosofía sirve de estatuto epistemológico a la
teología, para asegurar su cientificidad, pertinencia o validez de su reflexión.

La filosofía se vuelve para la teología una tarea de reinterpretación de su corpus conceptual y una
colaboración irrenunciable a su propósito de transmitir el contenido de la revelación bajo categorías
y lenguaje humanos5.

II. la inteligencia de la fe y los distintos saberes humanos6

“Quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los


secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la
mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el
ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no
comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se
han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que,
seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una
oposición entre la ciencia y la fe. (GS 36)

La modernidad marcó el distanciamiento entre fe y razón, cristianismo y ciencia. Su racionalidad y sus


presupuestos fácticos de cientificidad marcaron el camino de un distanciamiento en que lo religioso se
consideró como irracional y carente de toda pertinencia o validez científica, sobre todo desde la reflexión que
procurase un discurso o exposición de las creencias o la fe cristiana (teología).

LA CIENCIA: PRESUPUESTO DE LA NATURALEZA DE LA FE CRISTIANA

La visión y valoración cristiana hacia la ciencia y la razón es propio de su naturaleza. Desde sus inicios se

5
G. L. MULLER, Dogmática: teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona, 2009. P. 34-35
6
Sigo en este a desarrollo a M. SECKLER, “Teología y ciencias”: AAVV, Op. Cit., p. 1423-1429.
reconoció esa autonomía propia de la fe y propia del ámbito de la racionalidad y la ciencia, en el sentido que
tanto una como otra apuntan al logos, al Creador. Las diferencias se las señala como consecuencia de las
propias limitaciones humanas.
HISTORIA CIENCIA-VIDA CRISTIANA

• La concepción griega de ciencia sirvió para sostener la teología como ciencia, lo que devino en una
caracterización o epistemología de la ciencia en clave aristotélica que auspició la teología. Así la
cientifización de la teología supuso la institucionalización de la ciencia en la Edad Media (Relación
interna)
• La emancipación de las ciencias movilizada en gran parte por las ciencias empíricas y exacta, con
Bacon y Descartes, supuso un antagonismo entre ciencia y vida cristiana y conoció el desarrollo de
una comprensión que impulsó epistemológicamente a separar los ámbitos de conocimiento de fe y
razón como contrapuestos. Algunas concepciones sobre el mundo con base en las Escrituras
sirvieron para antagonizarse aún más en plano de la cosmología, la historia, la geología… (Vgr.
Galileo) (Relación externa)

ASPECTOS SENSIBLES

Visto así la comunidad científica y la teológica ¿nunca podrían ponerse de acuerdo dado su carácter
polarizado o antagónico sobre su conocimiento de la realidad? Un camino puede intentar algo, cuando se
habla sobre el modo de conocer la naturaleza y la existencia, el saber como dominio para una y sabiduría
salvífica para otra.

Ateísmo, como método: La ciencia insiste en partir de un principio, Dios no puede ser una consideración
científica, si lo es, es para ponerlo al margen. Con ello se afianza un proceder metodológico que busque en
la ciencia concreciones sin el salto a poner como explicación de lo que no se puede explicar a Dios.

Gnoseología: el problema del conocimiento: La comunidad científica hace una concesión de saber a la
labor teológica, pero de un saber pre-científico, reducido al ámbito de lo mítico, lo cual se cita como estadio
superado por la ciencia y sus criterios de verificabilidad, eficiencia y progreso. Una segunda concesión sería
para el discurso religioso el ocuparse de aquellos aspectos llamados residuales o de poca importancia,
relevancia o control científico, que da un cierto conocimiento con alguna validez más humana o afectiva,
pero no algo en lo que se pueda uno fiar (duda). En otras palabras, la teología tendría que prescindir del
absoluto o el logos, ya descartados, pero si tiene espacio para las supersticiones.

Verdad y fe cristiana. Así las cosas, la tarea o preocupación por la verdad dejaría de ser ocupación de la
teología. Pero si no hace eso no tendría ningún caso su labor que precisamente ser consecuente con las
exigencias racionales de propia actividad que siempre exige del objeto de creer una actualización y
concreción que media la razón. De modo que su pretensión de la verdad no es en absoluto una fantasía o una
ilusión, sino exigencia, una tarea, y que en consecuencia empuja a abandonar la tentación de sentirse
acomplejada por la dictadura de cientificidad que quiere imponer silencio a la disidencia que concurre en
otros modos de comprender y saberse en el mundo. De modo que ocupándose de lo que le es propio la
teología puede y tiene que asegurar un espacio en la comunidad científica tomando como referencia la mutua
esfera en que la razón media el discurso sobre la verdad.

Comunidad científica: entre cooperación y disenso. La comunidad científica se vuelve relevante para la
teología en cuanto que le exige actitud dialogal y espíritu de mutua colaboración, al tiempo que el fogueo o
confrontación ofrece a la teología una continua renovación de su discurso y una profundización del mismo
cuando su hacer se vuelve interdisciplinar.
III. La Función Especulativa de la inteligencia de la fe: logicidad7

RESPUESTAS A LAS OBJECIONES DE RAZÓN

La inteligencia de la fe, teología, ha de dejar por sentado y con claridad que la incompatibilidad
entre verdad de fe y verdad racional, solo es un supuesto falso o erróneo, exponiendo el sentido de
la verdad de fe de modo preciso y controlado (exacto) y al mismo tiempo demostrar lógicamente
que es falsa la argumentación según la cual hay contradicción entre fe y razón, en el sentido de que
tanto creación (razón) como salvación (fe) remiten a un mismo origen: Dios. Sin embargo, no se
puede hacer de la verdad de fe un objeto que se pueda acceder solo por la mediación racional,
porque ello trasciende la capacidad filosófica: es Revelación, cuyo ámbito de comprensión genuino
es la fe.

RESPUESTA DESDE LA RACIONABILIDAD DE LA FE

Hay dos actitudes creyentes: Analogía y sentido

1. Hacer comprensible la verdad de fe, por medio de la comparación con la experiencia


humana y la realidad (Método comparativo)

Partiendo del entendido de que existe una homogeneidad entre el orden de la creación y el orden de
la salvación, se puede colegir, salvando las distancias y las diferencias más profundas, que existe
una semejanza entre verdades de fe y naturaleza, que facilitan la comprensión de las primeras
(principio de analogía).

Así la tarea especulativa de la teología se sirve de esas posibilidades de comparación (razón) que
puede señalar como punto concreto para emprender su discurso (argumentaciones).

2. El intento de proponer una argumentación racional para hacer surgir el sentido positivo del
mensaje de fe para la realización de la existencia (Método de correspondencia)

El punto de partida es la convicción del valor salvífico de la verdad de fe, y que en consecuencia
sería una verdad de intelectual.

Así la tarea especulativa de la teología pone sus esfuerzos en elaborar un discurso que mueva a
comprender la experiencia de fe como algo válido y sensato, una verdadera respuesta a las
inquietudes de la existencia humana y sus problemáticas (sentido).

Resumen:
“el teólogo se esfuerza en precisar, es decir en aclarar mejor, en definir
técnicamente los conceptos expresados de manera pre-científica en la
Escritura y en la Tradición. En este trabajo de explicitación se apela a todas
las formas de inteligencia que ofrece la razón humana, de manera especial al
método de comparación, basado en la analogía de las verdades de fe con las
verdades naturales : al método de correspondencia, cuyo presupuesto es el
nexo que existe entre los misterios revelados y el fin último del hombre: al
principio epistemológico de la analogía de la fe, que tiene la finalidad de
descubrir y resaltar las múltiples vinculaciones que existen entre los datos de

7
Cf. G. POZZO, “Teología sistemática”: “Método”: R. LATOURELLE y R. FISICHELLA, Diccionario de teología
fundamental, Adaptación española de S. PIE-NINOT, Edt. Paulinas, Madrid, 1990. P. 908-927.
la fe”8.

IV. La Función Explicitativa de la inteligencia de la fe9:


síntesis o principio de unidad y no contradicción.

La teología en esta función no es más que la tarea de ubicar algún argumento o elemento del
contenido de la fe que esté aún sin precisar técnicamente bien. La tarea aquí se reduce a buscar esos
aspectos que están digamos que sueltos o no sujetos a la comprensión total del contenido de la
verdad cristiana y así ser fiel al principio católico de no-contradicción entre las verdades de fe, para
lo cual se remite siempre como control metodológico la referencia al acontecimiento Cristo.

Esta función implica dos momentos, el primero que consiste en identificar un aspecto del contenido
pendiente de formulación precisa y técnica, y segundo se consigue esa formulación mediante un
proceso de explicitación con el corpus de las mismas verdades de la fe y su centro: Cristo.

V. La Función Actualizadora de la inteligencia de la fe10: tensión entre lo inmutable y lo


cambiante

Es función de la teología hacer comprensible al hombre racionalmente la verdad de la fe, cuyo


alcance es de carácter universal y siempre, en todo tiempo, lugar y cultura. Por ello ha de estar
particularmente interesada en las novedades del hombre y el mundo, localizando sensibilidades,
preocupaciones, métodos, nuevos abordajes y lenguajes, para precisamente insertarse allí y desde
ahí articular y expresar su discurso.

Todo el mundo de la cultura se vuelve un terreno no fácil de abordar, dada su constante movilidad,
novedades y riquezas. He aquí donde entra una distinción sustancial entre el contenido doctrinal
definitivo y el esquema argumentativo del que se sirve para expresarlos, por un lado, y por otro
lado la distinción entre actualización científica y actualización práctica.

En el fondo se trata de una renovación de la teología que haga de la praxis pastoral una actuación
novedosa, porque su fondo reflexivo permanece fiel a su condición o estatuto científico y su
adhesión eclesial.

Es la criticidad que le permite renovación, no por su adecuación a las novedades que surjan, sino
por ese ejercicio de distinción crítica o discernimiento a la luz de la fe de las distintas perspectivas
que ofrecen una lectura de la realidad a la que se mira buscando siempre la verdad.

BIBLIOGRAFIA
H. PEUKER, Teoría de la ciencia y teología fundamental, Herder, Barcelona, 2000.
G. POZZO. Método. Teología Sistemática, en D.T.F. p. 908 – 927.
R. LATOURELLE. La Teología, Ciencia de la Salvación. Salamanca 1968
R. LATOURRELLE, Teología de la revelación, Edt. Sígueme, Salamanca, 2005.
J.L. SEGUNDO, Revelación, fe, signos de los tiempos: I. ELLACURÍA y J. SOBRINO,
Mysterium liberationis: conceptos fundamentales de la teología de la liberación, Trotta,
Madrid, 1990.
A. MARGARITTI. Teología y Filosofía, en D.T.I. Tomo IV. P. 487 – 506

8
G. OCCHIPINTI, “Intellectus fidei”: AAVV, Op. Cit. AAVV, Diccionario teológico interdisciplinar, Tomo IV, Edt.
Sígueme, Salamanca, 1983. P. 488.
9
Cf. Cf. G. POZZO, “Teología sistemática”, p. 924-925.
10
Cf. Ibid. p. 926.
G. L. MULLER, Dogmática: teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona, 2009.
M. SECKLER, “Reflexión sobre las tareas críticas en la teología”: Selecciones de teología,
N° 92, Vol. 23 (1984) 345-346. Madrid
M. SECKLER. Teología y Ciencias, en D.T.F. p. 1423 – 1430.

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