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La Iglesia católica, primero por la voz de su órgano representante para las cues-
tiones bíblicas, la Pontificia Comisión Bíblica, y más tarde por la voz del supremo
pastor. Pío XII, salió al frente de este folleto condenándolo como totalmente
erróneo, y afirmando la necesidad de recurrir a una seria lectura crítica de la
Biblia en todos los campos, por tratarse de la Palabra de Dios, escrita en lenguaje
de hombres. Estos debates, que parecían superados, volvieron a repetirse, casi
de forma idéntica, a comienzos del C. Vaticano II y fueron resueltos igualmente
en la magnífica Constitución Dei Verbum, sobre la Palabra de Dios.
Con estos casos, sin embargo, hemos querido presentar la postura más o menos
solapada, de todos los que militan contra la crítica de la Biblia y prefieren leerla
de una forma acrítica y "fundamentalista": en el fondo, no difieren mucho de los
que se imaginan que Dios ha "dictado" la Biblia por teléfono o por algún rayito de
luz a los hagiógrafos y, por consiguiente, hasta los acentos y las comas, están
escritos por Dios mismo. Para todos ellos es un escándalo simplemente oír hablar
de "crítica" aplicada a la Biblia. ¿Cómo criticar la Palabra de Dios?, dicen.
Este ha sido y debe ser el trabajo de la auténtica crítica científica. Eso es lo que
han pretendido todos los autores, conscientes de su saber científico, y lo que hizo
un Ricardo Simón, sacerdote oratoriano, auténtico fundador a mediados del siglo
XVII, de la crítica bíblica moderna; eso es lo que hizo el médico católico Astruc
cuando en 1753 publicaba en Bruselas sus "Conjeturas sobre los textos originales
de los que parece haberse servido Moisés para componer el libro del Génesis";
esto lo han hecho otros muchos autores católicos para llegar a la mejor
comprensión del texto sagrado. Hay que reconocer, sin embargo, que han sido
sobre todo nuestros hermanos Protestantes los que han realizado el trabajo más
crítico de la Biblia.
A pesar de este gran valor, hay que reconocer que la crítica bíblica tiene sus
límites: es un punto de partida solamente para comprender un libro; con la crítica
llegamos fácilmente a entender el elemento humano de la Escritura, que por ser
humano, está bajo el control; pero el elemento divino escapa a los linderos de !a
crítica. Además, la mayor limitación a la crítica le viene por lo que es ella misma
en sí, humana, y por consiguiente limitada. Por mucho que la ciencia trabaje, no
liega ordinariamente más que a algunas cosas ciertas y a muchas hipótesis de
estudio. La historia de la crítica bíblica puede demostrarlo. Pero reconocer los
límites de la crítica bíblica, no es rebajarla, despreciarla; es situarla sencillamente
en su punto. Porque amamos la Biblia queremos leerla tal cual es, sin escorias ni
glosas, sin lecturas falsas que nos lleven a tergiversar el mensaje divino.