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La fascinante historia de las palabras –942–

ESPEJO
Por lo visto, a los españoles del medievo les costaba pronunciar las palabras
latinas que iniciaban con ‘s’, de ahí que antepusieran una vocal. Tal es el caso de
‘stadium’ (estadio), ‘schola’ (escuela), ‘spiritum’ (espíritu) y ‘spéculum’ (espejo). El
cambio de ‘cul’ en ‘jo’ es también común: ‘pedúculus’ (piojo), ‘pectinículus’
(pendejo), óculus (ojo) y ‘spéculum’.
Spéculum provenía del verbo latino ‘specêre’ (ver). Y de spéculum derivaron tanto
la palabra italiana: ‘specchio’, como la alemana: ‘Spiegel’ y nuestro espejo. En
cambio, del verbo latino ‘mirare’ (mirar) llegó al francés, a mediados del siglo XIII,
la palabra ‘miroir’ y de ahí pasó al inglés como ‘mirror’.
No es difícil imaginar que ‘mirarse’ es una costumbre muy antigua, empezando
por inclinarse ante un charco de agua (inmortalizado por el mito de Narciso) y,
luego, con la invención de los espejos. Hay restos arqueológicos de espejos de
civilizaciones en la China de 2000 años a.C., así como de los fabricados por los
artesanos de Kerma, en Nubia. Producían discos pulidos de bronce, cobre y plata.
El espejo ha sido desde antiguo la primera forma de ‘conocerse a sí mismo’.
Recomendado del día: el libro de la antropóloga francesa Sabine Melchior
Bonnet, ‘Historia del espejo’, Edhasa, Buenos Aires 2014.

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