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SUPREMA CORTE DE JUSTICIA - SALA SEGUNDA

PODER JUDICIAL MENDOZA

CUIJ: 13-05375289-0/1((048501-1377))
INCIDENTE DE CASACION EN AUTOS N° P-662/20 CARATULADOS
FC/ PRIETO FRANCO, ALOS NAHUEL P/ ROBO AGRAVADO P/
RECURSO EXT.DE CASACIÓN
*105548357*

En Mendoza, a los ocho días del mes de julio del año dos mil
veintiuno, reunida la Sala Segunda de la Suprema Corte de Justicia en
acuerdo ordinario, tomó en consideración para dictar sentencia definitiva
la causa Nº 13-25375289-0/1 caratulada “F. C / P RIETO F RANCO , B RIAN D . Y

A LOS D ÍAZ , N AHUEL A. P / ROBO AGRAVADO P / RECURSO DE CASACIÓN ”.

De conformidad con lo determinado en audiencia de deliberación


quedó establecido el siguiente orden de votación de la causa por parte de los
Señores Ministros del Tribunal: primero, el DR. OMAR A. PALERMO; segundo, el
DR. MARIO D. ADARO y tercero, el DR. JOSÉ V. VALERIO.

La defensa del acusado Alos Díaz Nahuel Alejandro interpone


recurso de casación (fs. 1/8 del incidente de casación) contra la sentencia n° 993 y
sus fundamentos dictados por el Primer Juzgado Penal Colegiado de la Cuarta
Circunscripción Judicial, en tanto lo condenó a la pena de cinco años de prisión
por considerarlo partícipe necesario del delito de robo agravado por el uso de
arma que se le atribuye en el marco de los autos N° P-662-20 (art. 166 inc. 2 del
CP).

De conformidad con lo establecido por el artículo 160 de la


Constitución de la Provincia, esta Sala se plantea las siguientes cuestiones a
resolver:

PRIMERA: ¿Es procedente el recurso interpuesto?

SEGUNDA: En su caso, ¿qué solución corresponde?


TERCERA: Pronunciamiento sobre costas

SOBRE LA PRIMERA CUESTIÓN, EL DR. OMAR A. PALERMO DIJO:

I.- La resolución recurrida

El tribunal de juicio tuvo por corroborada con certeza la plataforma


fáctica endilgada al acusado, que sostiene que «[e]l día 03 de Enero de 2020
siendo aproximadamente las 00:20 hs., en inmediaciones de calles Marinelli e
Irigoyen del Departamento de Tunuyán, Brian David Prieto Franco descendió de
un automóvil Volkswagen Golf de color blanco con una línea negra dominio
CAD-810 que era conducido por Nahuel Alejandro Alos Díaz, para luego
abordar corriendo a Alberto Fidel Pavez quien circulaba en su bicicleta por el
lugar, a quién amenazó exhibiéndole un cuchillo tipo carnicero de treinta
centímetros de largo con cabo de color blanco mientras le decía “ dame el
teléfono y no digas nada” y seguidamente le sustrajo un celular marca Samsung
J2Prime de color negro con funda de color marrón, para luego subir por la
puerta del acompañante al mismo automóvil en que se trasladaba y junto a Alos
Díaz se dieron a la fuga hacia el sur. Momentos después y siendo ya las 01:05 hs.
de la fecha inicialmente mencionada, en la estación de servicios Shell ubicada en
calle San Martín y Lisandro de la Torre del Departamento de Tunuyán, el
automóvil descripto fue interceptado por efectivos policiales quienes fueron
alertados por personal del Centro de Monitoreo de Cámaras, procediendo a la
aprehensión de Brian David Prieto Franco y de Nahuel Alejandro Alos Díaz así
como también al secuestro del automóvil y del cuchillo empleado, sin lograr
recuperar el teléfono celular» (ver fundamentos protocolizados, fs. 1 y 5).

Respecto de la misma, el tribunal consideró que existe una


razonable concatenación entre los principales medios de prueba recolectados por
el Ministerio Público Fiscal, que conducen unívocamente a sostener la hipótesis
que incrimina al acusado Alos Díaz como partícipe necesario del delito
investigado. En este sentido, valoró los dichos de la víctima del suceso, el acta de
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procedimiento, distintas actas de secuestro, los testimonios del personal policial


que intervino, acta de reconocimiento en rueda de personas y la declaración del
acusado (ver fundamentos protocolizados, fs. 5/7).

II.- El recurso de casación de la defensa

La defensa del imputado Nahuel Alos Díaz impugna la sentencia


individualizada en razón de lo dispuesto por el art. 474, inc. 2 del CPP, es decir,
por entender que contiene vicios in procedendo.

Critica la valoración de la prueba formulada por el tribunal de


sentencia. En este sentido señala que sin pruebas directas sobre la intervención del
acusado en los hechos, el tribunal llegó a la certeza necesaria para condenarlo con
argumentos arbitrarios sobre la credibilidad que le mereció la declaración del
acusado.

Al respecto, y en primer lugar, critica lo dicho por el tribunal a quo,


en el sentido de que la declaración de Alos Díaz debía considerarse mendaz por
haber sido ofrecida en la última instancia del debate. Señala al respecto que la ley
no limita temporalmente el derecho del acusado a prestar declaración, de modo
que este no pudo ser valorado como un indicio de participación en el hecho.

En este punto, además, entiende desacertada la consideración de la


a quo, que señala que una declaración tardía como la del acusado no permitió al
representante del Ministerio Público Fiscal controvertir la versión exculpatoria.
Considera que no es adecuado utilizar este argumento para restar peso convictivo
a los dichos del acusado, puesto que el fiscal tuvo oportunidad de interrogar, y de
hecho lo hizo.

En segundo lugar, critica lo dicho por el tribunal de instancia


anterior respecto de la veracidad de la versión del acusado. Explica que, de
acuerdo con ella, éste entregó su vehículo a un amigo (co-acusado y condenado)
en momentos previos a la consumación de los hechos para que fuese a bañarse y
volviese luego a buscarlo. Señala que el tribunal descreyó de esta versión con base
en dos aspectos que lo convencieron de que el acusado manejaba el vehículo
utilizado para el robo. Por un lado, porque consideró que una persona instruida
como el acusado no podía ignorar que un automóvil ajeno no puede ser conducido
sin permiso; y, por otro lado, porque transcurrió un tiempo “escaso” entre la
detención del acusado y el momento del hecho.

Al respecto de las precisiones de la a quo el recurrente advierte, por


un lado, que no es lógico restarle valor a la declaración del acusado en virtud de
una prohibición que, en la práctica, no se respeta. En este sentido, indica que es
habitual prestarse un vehículo entre amigos sin mayores consideraciones sobre un
permiso de manejo. Por otro lado, afirma que las especulaciones del tribunal sobre
el tiempo transcurrido son inexactas, lo que derrumba una de las líneas de
valoración sobre la se construyó la condena. Señala en este aspecto que pasaron
cuarenta y cinco minutos, lo que demuestra que no existió un lapso “escaso”, sino
suficiente para tener como probable la versión de Alos Díaz.

Así, en virtud de estas formulaciones críticas sumado al hecho de


que no se encontró el objeto sustraído en el domicilio del acusado, estima que no
existen motivos para considerar que este manejaba el vehículo descripto por la
acusación.

Subsidiariamente, entiende que el aporte endilgado al acusado no


puede ser considerado uno relevante, de modo que su intervención debe ser
calificada como una participación secundaria. En este sentido, considera que la
utilización de un cuchillo por parte del co-condenado Prieto fue determinante para
asegurarse el celular de la víctima, y no la ayuda prestada por Alos mediante su
vehículo. En otras palabras, entiende que Prieto pudo escaparse
independientemente de la asistencia prestada por Alos Díaz, razón por la que el
aporte de este no fue esencial.

En función de lo expuesto, solicita la absolución del acusado y, en


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grado subsidiario, el cambio de calificación mencionado.

IV.- El dictamen del señor Procurador General

El Procurador General, tras evaluar la procedencia formal del


recurso incoado por la defensa, advierte que debe ser rechazado sustancialmente.

Al respecto, repasa los elementos de prueba valorados por el


tribunal de juicio, así como sus consideraciones respecto del testimonio del
acusado, y considera que los fundamentos ofrecidos para la sentencia cuestionada
lucen adecuados. Asimismo, advierte que los dichos del acusado no se encuentran
apoyados en las constancias de la causa y que la versión acusatoria, valorada con
toda la prueba en su conjunto, resultaba más verosímil.

Por tales motivos, señala que no existe motivo alguno en la


motivación del tribunal de sentencia que apoye lo solicitado por el recurrente.

IV.- La solución del caso

Puestos en consideración los motivos de agravio invocados por la


parte recurrente, adelanto mi posición en el sentido de que no corresponde hacer
lugar a la presentación casatoria y, en consecuencia, debe confirmarse la sentencia
recurrida.

El recurso presentado por la defensa puede sintetizarse en dos


segmentos claros. Por un lado, contiene una crítica a la valoración formulada por
el tribunal de sentencia, en concreto, a las premisas de las que se ha valido para
sostener la certeza lograda respecto de la plataforma fáctica controvertida. Por
otro lado, de modo subsidiario, un pedido de reconsideración sobre la calificación
de los hechos acreditados, en el entendimiento de que el aporte del acusado no
contiene la entidad de un aporte necesario.

Con relación al primer punto de análisis, entiendo que el recurso


presentado por la defensa no plantea argumentos suficientes para demostrar que la
condena ha sido elaborada sobre premisas arbitrarias.
Al respecto, por un lado, debe rechazarse la crítica defensiva en
contra de la valoración que realiza la jueza a quo, respecto del momento en que el
acusado ofreció su versión de los hechos. En este sentido considero adecuado
sostener, como hace el tribunal de la instancia anterior y, con base en las reglas de
la experiencia, que “[I]nsisto, si bien es cierto que una persona tiene derecho a
guardar silencio y declarar en cualquier estado y grado del proceso, no es menos
cierto que la experiencia indica que ninguna persona privada de la libertad
espera calladamente hasta la última instancia para decir, como lo hace el Sr.
Alos, que no estuvo en el lugar de los hechos. Dicha declaración por la
oportunidad procesal en la que se realiza luce cuanto menos absolutamente
especulativa y de imposible confirmación» (ver fundamentos protocolizados, fs.
6). Por ello, no resulta desacertado que el tribunal de sentencia haya restado
credibilidad a la versión de Alos Díaz, entre otras consideraciones, por haber sido
ofrecida hacia el final del debate y no en el inicio del proceso. Por este motivo, el
agravio de la defensa en este aspecto debe ser rechazado.

Por otro lado, tampoco puede considerarse que sea una premisa
inválida para determinar el grado de credibilidad de la versión del acusado, la
posición del tribunal de sentencia en el sentido de considerar poco creíble que
aquél prestara un vehículo que no era suyo, sino de su madre, a alguien que no
poseía habilitación para su manejo. Con esta refutación, el tribunal sumó una
consideración más para construir un juicio de credibilidad sobre la hipótesis del
acusado, lo que, según mi entender, resulta adecuado.

Finalmente, se observa que el recurrente no refuta las


consideraciones del tribunal de sentencia respecto del contraste que existe entre
las desgrabaciones de las constancias del CEO y la versión del acusado. En este
sentido, la a quo señaló que no puede considerarse creíble la versión que Alos
Díaz ofreció en el debate, en la medida que las desgrabaciones del CEO indican
que, en el momento de ser trasladado en el móvil policial desde el lugar de
detención, el acusado manifestó que «el celular se encontraba en su domicilio y
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que estaba dispuesto a ir a buscarlo» (ver fundamentos protocolizados, fs. 6).

Contra estos últimos argumentos el recurrente no ha ofrecido


crítica alguna. Esto demuestra, según entiendo, que el recurso sólo atomiza
algunas premisas del tribunal para atacarlas aisladamente, estrategia que no resulta
de recibo en esta instancia pues no ofrece una explicación lógica e integral que
demuestre cómo es que la sentencia recurrida ha sido construida sobre una
valoración arbitraria de la prueba. Por estas razones, el primer núcleo de agravios
debe ser desestimado.

El análisis del segundo eje propuesto por el recurrente determina


que las consideraciones del tribunal de sentencia también son adecuadas en este
sentido y que las críticas de la defensa carecen de fuerza para torcer la conclusión
a la que se ha llegado. Según observo, en este aspecto la defensa reedita las
mismas ideas alegadas en el debate respecto de la entidad del aporte del acusado
en el hecho y no ofrece mejores argumentos para fortalecer su posición, en el
sentido de que la intervención de Alos Díaz en el hecho no fue esencial.

La explicación del tribunal, al contrario, aquí se comparte, pues


explicó cómo la intervención del acusado fue determinante en el hecho
investigado. En este sentido, sostuvo que la ayuda prestada por Alos significó una
ventaja comparativa respecto de la víctima, pues esta se trasladaba en bicicleta, y
contar con el automóvil del acusado significó un aseguramiento de las
posibilidades de escape para Prieto (ver fundamentos protocolizados, fs. 8). De tal
manera el grado de intervención del acusado en el hecho investigado, ha sido
debidamente fundado por la jueza de la instancia previa; por lo que tampoco
pueden prosperar los agravios expuestos en este sentido.

En suma, por las razones expuestas precedentemente entiendo debe


contestarse de manera negativa a la primera cuestión planteada. Por ello, el
recurso de casación presentado debe ser rechazado y, en consecuencia, debe
confirmarse la sentencia n° 993 provenientes del Primer Juzgado Colegiado de la
Cuarta Circunscripción Judicial.

No obstante lo señalado, entiendo oportuno realizar algunas


consideraciones que estimo importantes. Por un lado, aproximaciones críticas
respecto de uno de los mecanismos procesales con los que se resolvió el conflicto
en esta causa, en concreto, acerca del juicio abreviado celebrado en el expediente
(a). Por otro lado, precisiones sobre la crítica recursiva a la valoración llevada a
cabo por el tribunal de sentencia (b).

a. Acerca del juicio abreviado celebrado en el expediente.

Entiendo oportuno destacar que en la presente causa se han dictado


dos sentencias en actos separados. La primera, fue dictada en virtud del juicio
abreviado celebrado ante el Primer Juzgado Penal Colegiado de la Cuarta
Circunscripción Judicial (art. 419, 420 y concordantes) y por su intermedio se
condenó a Brian David Prieto Franco como autor del robo investigado (ver. fs.
369). La segunda, que ha sido recurrida y ha impulsado el dictado de esta
sentencia, fue dictada en virtud de un juicio oral celebrado ante el mismo tribunal,
aunque con una integración diferente, y determinó la atribución de
responsabilidad de Nahuel Alos Díaz como partícipe necesario.

Esta sucesión de juicios, según mi criterio, resulta no ser de recibo


político criminalmente pues resulta inconveniente, más allá de la habilitación
legal, celebrar juicios abreviados en expedientes con más de un imputado si uno
de ellos no consiente tal mecanismo.

Efectivamente, por un lado, se desprende con facilidad de las


constancias de la causa, que se han impulsado dos procedimientos para resolver
un solo conflicto, un procedimiento para cada acusado de los hechos. Esto, por un
lado, ha determinado que el Juzgado Penal Colegiado N° 1 de la Cuarta
Circunscripción no lograse resolver el conflicto de modo eficiente, aminorando el
costo en recursos humanos y materiales para lograr el descubrimiento de la verdad
real, sino que ha visto congestionada su operatividad al tener que disponer de
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mayores tiempos y recursos para sustanciar dos juicios. Todo esto, con el riesgo
de llegar a dictar sentencias contradictorias.

Por otro lado, también ha provocado una estrategia criticable por


parte del representante del Ministerio Público Fiscal en la labor desplegada en el
juicio oral.

En efecto, al momento de alegar, uno de los argumentos utilizados


por el acusador para convencer al tribunal fue que, el ya condenado Prieto, había
confesado que los hechos que se acusaban a Alos Díaz en el juicio oral habían
sucedido con la participación de este. Es decir, el fiscal pretendió que la confesión
de Prieto, concedida como parte de un acuerdo celebrado en un juicio abreviado,
valiese en otro juicio como un elemento de cargo contra el acusado Alos Díaz (ver
constancia de audio del día 27/7/2020, a partir del minuto 13:46, sobre todo a
partir del minuto 24:55). Si bien es cierto que esto no ha sido valorado por el
tribunal de sentencia, también lo es que la estrategia del órgano acusador merece
ser destacada en términos cuestionables. Esto, en virtud de que el acusado Nahuel
Alos Díaz no participó de la celebración de aquel juicio abreviado, por considerar
que una confesión no presentaba ventajas para él y puesto que contaba con buenas
razones para discutir su participación en los hechos en un juicio oral, razón por la
que no puede resultar válido pretender, como lo quiso el órgano acusador, que un
acuerdo del que no participó Alos Díaz sea valorado en su contra.

b. Acerca de la valoración del tribunal

Preliminarmente en este apartado, debe explicarse qué aspectos de


los hechos no han sido controvertidos en el juicio celebrado ante el 1° Juzgado
Penal Colegiado de la Cuarta Circunscripción. El día 3 de enero de 2020, siendo
las 00:20 hs. aproximadamente y en inmediaciones de calles Marinelli e Irigoyen
del Depto. de Tunuyán, Brian David Prieto Franco (condenado en virtud de un
juicio abreviado, cfr. obra a fs. 369), se bajó del habitáculo del acompañante de un
vehículo Volkswagen Golf blanco, dominio CAD-810, y, con la ayuda de un arma
blanca, abordó a Alberto Fidel Pavez, que se trasladaba en bicicleta, lo amenazó y
le exigió la entrega de su celular. Luego, Prieto reingresó al vehículo por el mismo
lugar y emprendió su huida. Momento después, alrededor de las 01:05 hs.,
efectivos policiales interceptaron el automóvil descripto en la estación de servicio
Shell, ubicada en calles San Martín y Lisandro de la Torre de Tunuyán, marco en
el que aprendieron a Brian David Prieto Franco y a Nahuel Alejandro Alos Díaz,
secuestraron el arma utilizada pero no hallaron el celular sustraído a la víctima.

Conforme con la tarea observada en el debate, la tarea


contradictoria de las partes giró sobre la pregunta sobre si Nahuel Alejandro Alos
Díaz fue el conductor del vehículo Volkswagen Golf que trasladó a Prieto Franco
en el contexto de la comisión del hecho. El tribunal de sentencia consideró, con
base en indicios, que efectivamente el acusado fue el conductor y, además,
compartió con el representante del Ministerio Público Fiscal que su aporte fue
típico de una participación necesaria.

Conforme señalé corresponde confirmar la conclusión condenatoria


del tribunal a quo y, por ello debe rechazarse el recurso presentado por la defensa.
Por una parte, puesto que el recurrente no explica con base en las pruebas
recolectadas en el debate y en todas las premisas de valoración utilizadas por el
tribunal, en qué medida la conclusión condenatoria es la expresión de una
arbitraria valoración del plexo probatorio incorporado. En este sentido, se advierte
que la hipótesis defendida por la defensa carece de apoyo en las constancias
incorporadas. Por otra parte, puesto que entiendo que no le asiste razón al señalar
que el aporte de Alos Díaz haya tenido el sentido de un aporte secundario. El
sentido de su intervención ha sido, según mi parecer, lo suficientemente relevante
para considerarlo co-configurador del hecho en su aspecto esencial.

Con todo, como anticipé, formularé algunas consideraciones


críticas respecto de tres ideas que ha utilizado el tribunal de sentencia, sin dejar de
aclarar que, si bien es cierto que estas ideas pueden presentarse como criticables,
lo cierto es que ello no tienen repercusiones suficientes para lograr anular la
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condena.

1. Por un lado, el tribunal sostuvo que la declaración del acusado le


pareció ganancial y especulativa, y por ello menos creíble, por haber sido ofrecida
en el final del debate, tras incorporarse la prueba ofrecida por las partes (ver
fundamentos protocolizados, fs. 5/6). Esta posición es criticable según mi parecer.

En primer lugar, porque vulnera el sentido de la garantía que tiene


toda persona sujeta a proceso, a declarar en el juicio cuando lo considere oportuno
siempre que refiera a su defensa (art. 390 del CPP). De considerarse como
acertada la postura del tribunal, se avalaría un precedente contradictorio con la
norma, pues dicha postura asume como plausible que el tiempo de la declaración
del acusado es determinante para decidir sobre la verosimilitud de su hipótesis. En
otras palabras, la idea de la jueza a quo afirma que el derecho a declarar en
cualquier momento del debate cobra pleno sentido sólo si se hace en el inicio del
mismo, o avanzado este, pero no hacia el final, lo que no se ajusta a la garantía
constitucional.

En segundo lugar, la posición del tribunal no tiene en cuenta que la


tarea contradictoria de las partes en un proceso de corte adversarial imprime a la
dinámica de un debate la posibilidad de que las estrategias se readapten
constantemente en la medida del avance de la labor de la las partes. El hecho de
que el acusado no declarase sino hasta luego de compulsar la prueba de cargo y de
este modo brindara su versión de los hechos, no puede ser un elemento de
valoración negativo sobre la credibilidad de la hipótesis que este presenta. De lo
contrario, se avalaría que el tribunal de juicio tiene la facultad de decidir sobre qué
estrategia es mejor para representar los intereses del acusado. Si bien la estrategia
de la defensa y el acusado ha sido, en palabras del tribunal, “especulativa”, no es
por ello menos creíble, pues toda estrategia que se asume en el marco
contradictorio de la etapa de juicio lo es, incluso, la del órgano acusador o demás
partes.
2. Por otro lado, para el tribunal de la instancia anterior el acusado
fue el conductor del vehículo, pues «[…] en modo alguno el imputado Alos, quien
sabe que no el propietario del vehículo sino que lo conduce por tener
autorización para hacerlo, pudo prestar lo que sabe que no le pertenece» (ver
fundamentos, fs. 6). En otras palabras, para la a quo no es creíble lo dicho por el
acusado Alos Díaz, en el sentido de que prestó su vehículo a su amigo Prieto y
desconoce lo que este hizo con él, en la medida que el acusado sabía que no podía
prestar un vehículo que no es suyo a una persona que carece de un permiso para
circular.

Esta idea, según mi parecer, no es un buen argumento, pues


confunde dos planos distintos de análisis. Por un lado, el plano normativo, en el
que podemos ubicar a las normas de carácter administrativo que rigen la
conducción de automotores, y por otro lado, el plano en el que se discute la
factibilidad de una hipótesis alternativa. La circunstancia de que se exijan ciertos
requisitos para circular en un vehículo automotor y que el acusado los conociera,
nada dice sobre las posibilidades fácticas de su explicación. Esto es así pues, a
pesar de conocer que no podía prestar un vehículo suyo a alguien sin autorización,
pudo, en realidad, hacerlo.

3. Finalmente, entiendo necesario realizar algunas aproximaciones


críticas a la valoración del tribunal en torno de los dichos del acusado, que fueron
registrados en el sistema de grabación del CEO (fs. 86 vta.) y que se valoraron
como contradictorios con la versión ofrecida en el debate. Según se desprende de
esta constancia, uno de los efectivos policiales que trasladaba a Alos Díaz reportó
que el acusado dijo que el celular de la víctima se encontraba en su domicilio.

Esta circunstancia, según advierto, remite a la pregunta acerca de la


medida en que las “declaraciones espontáneas” en sede extrajudicial pueden ser
valoradas como válidas por su semejanza con la confesión de los hechos ofrecida
en sede judicial. Al respecto, lo esencial es preguntarse si, bajo la etiqueta de
“espontaneidad”, en realidad, no se esconde una declaración que ha sido obtenida
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mediante violencia o coacción y, por ello, imposible de valoración en la medida


que atenta contra el principio constitucional que postula que nadie puede ser
obligado a declarar contra sí mismo (art. 18 CN).

Sobre la inquietud, por un lado la Corte Suprema de Justicia de la


Nación ha sostenido que la «mera comunicación de un dato por el imputado al
personal, policial en la medida que no sea producto de coacción, no es un indicio
que deba desecharse de la investigación criminal» (doctrina de Fallos 315:2505;
37:241; 317:956). En esta línea, se entiende que las declaraciones espontáneas
efectuadas por un detenido al personal policial no pueden ser consideradas
violatorias del principio constitucional, sobre la base de que las constancias de la
causa indiquen la ausencia de coacción y que, al momento de realizar una
declaración judicial (en la declaración indagatoria o acto de imputación formal,
por ejemplo), la persona detenida no denuncie en ese sentido.

Dicho en pocas palabras, para esta posición, las declaraciones


extrajudiciales de una persona detenida son producto de un ejercicio de libre
voluntad y pueden valorarse, en tanto que no existan pruebas en contrario de una
libre autodeterminación y en la medida que no se haya formulado una denuncia en
este sentido.

En otra línea, sin embargo, se considera que, descartada la


presencia de indicios físicos de coacción, la circunstancia de que el imputado no
haya aducido que su declaración le fue “arrancada”, es decir, que no haya
denunciado un acto de coerción de la fuerza policial, sólo puede ser relevante en
la medida en que, ya ante el órgano jurisdiccional, reconozca el hecho en cuestión.
Como señala Petracchi, cuando la versión que el acusado ofrece en sede judicial
respecto de los hechos que se acusan es totalmente diferente de la que dan los
funcionarios policiales (o, como en este caso, de la que surge de una grabación
con base en los registros del CEO), la pretensión de que afirme que efectivamente
su declaración le fue arrebatada bajo presión, carece de sentido (Fallos: 330:3801,
voto del Dr. Petracchi por la minoría).
En otras palabras, según entiendo, de esta línea se desprende un
argumento de peso que no puede ser soslayado, en el sentido de que la propia
situación de detención y la no convalidación de las manifestaciones “espontáneas”
en el momento en que sí puede juzgarse sin dudas que el acusado declara
libremente (esto es, en principio, ante el tribunal), permiten inferir la existencia de
coacción, razón por la que tales manifestaciones no pueden ser valoradas.

Comparto esta última posición respecto de las declaraciones


“espontáneas”, motivo por el que encuentro criticable una de las premisas de
valoración del tribunal. En efecto, en el caso de examen la a quo prestó atención a
las constancias del informe del CEO que obra a fs. 86, donde consta que uno de
los funcionarios policiales que llevaba detenido al acusado reportó que este dijo
que el objeto robado estaría en su domicilio. Atento a la contradicción de esta
constancia con la explicación que el acusado dio en la audiencia de debate, le
restó credibilidad a tal declaración (ver fundamentos protocolizados, fs. 6).

Según los argumentos que apoyo, esto no ha sido adecuado. En


sede judicial, ámbito donde puede presumirse con buenas razones la plena libertad
del acusado para declarar –pues lo hace en un contexto de control judicial y con
asesoramiento de su abogado–, éste dio una versión que no se condice con la
versión extraída de una constancia documental como lo es el informe del CEO.
Ante esta divergencia, el tribunal no debió valorar lo asentado en tal informe, pues
se trataría de una declaración ofrecida en un contexto de detención que no fue
convalidada luego. Estos elementos permiten dudar de la espontaneidad de tal
declaración.

En definitiva, y a pesar de las consideraciones hechas en los puntos


(a), (b) y (c), el recurso debe ser rechazado pues, conforme he dicho, las premisas
criticadas al tribunal carecen del peso suficiente para justificar las pretensiones del
recurrente.

ASÍ VOTO.
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Sobre la misma cuestión, el DR. MARIO D. ADARO adhiere, por sus


fundamentos, al voto que antecede.

SOBRE LA MISMA CUESTIÓN, EL DR. JOSÉ V. VALERIO, DIJO:

Adhiero al voto preopinante en cuanto a los fundamentos y la


solución a la primera cuestión contestando de manera negativa y proponiendo el
rechazo del recurso de casación el voto preopinante, pero disiento con mi
distinguido colega de Sala en cuanto al obiter dictum promovido sobre la
apreciación crítica del juicio abreviado celebrado por el co-acusado previamente,
como a la valoración de la prueba llevada a cabo por el tribunal de grado; me
explico.

De manera preliminar, estimo que todo tribunal en su tarea de


revisión (en sentido amplio) debe circunscribirse a su competencia fijada por ley y
con el máximo de prudencia; por lo tanto, entiendo que no es conveniente hacer
referencia a cuestiones que no tengan vinculación directa o indirecta con la
cuestión tratada o con la solución del mismo o, en su caso, que impliquen por su
consecuencia influencia para otras causas o tengan un impacto evidente, notorio y
nocivo. De acuerdo con ello, todo lo que al respecto se analice y examine por
fuera de cuanto resulta pertinente a la solución del caso bajo examen precisa ser
desarrollado y expresado con profunda reflexión, a fin de no perder de vista los
alcances casuísticos que de ello pueda derivarse en lo sucesivo. De no ser así, se
puede generar la sensación de selectividad de casos o magistrados a criticar.

Dicho cuanto precede, conviene ahora referirme concretamente al


procedimiento de juicio abreviado celebrado previamente en la presente causa por
el condenado Brian David Prieto Franco.

Tenemos que el hecho investigado en autos ocurrió el día 3 de


enero de 2020 y su tratamiento ha sido por el procedimiento de flagrancia
regulado por los arts. 429 bis, ter y quater del CPP. Dentro del cual se dispuso la
detención domiciliaria el 3 de marzo. El día 14 de mayo se celebró la Audiencia
de Detención y Acuerdos prevista por el art. 439 bis CPP, oportunidad en la cual
el co-acusado Pietro Franco optó por admitir los hechos y acordó celebrar un
juicio abreviado que fue homologado el 15 de mayo, mientras que el co-acusado
Alos Diaz resistió la acusación para que se dilucidara en juicio en la Audiencia de
Finalización (art. 439 quater).

La descripta ha sido la secuencia lógico-jurídica y procesal que


transitó la causa hasta la celebración del debate oral con relación al co-imputado
Alos Díaz.

En lo que sigue, y de acuerdo a las apreciaciones vertidas en el


párrafo segundo del presente voto, el análisis extensamente desarrollado en el
voto emitido por el Ministro preopinante me persuade a advertir la necesidad de
referirme, aún de modo escueto, limitado y centrado en cuanto resulta pertinente
al caso, acerca de algunas de las cuestiones allí ventiladas. Esto es, con estricta
observancia de los alcances de lo que aquí se diga en el universo de procesos que
son sometidos a consideración de este Tribunal, efectuaré apreciaciones
personales acerca de los argumentos vinculados a la política criminal, como
temática general, y al procedimiento de juicio abreviado, como subtema especial.
Ello sin pretensión de agotar, ni mucho menos cerrar posibles discusiones que
aparecen involucradas en ambas materias.

Hablar de política criminal implica, entre otras cuestiones,


considerar elementos, intereses, fines, situaciones que, dada su interacción e
interrelación permanente, evidencian notoriamente la complejidad de la temática,
permitiéndonos, en base a esa visión sistémica e integral de la cuestión, identificar
los diversos diseños que puede asumir su determinación para, desde allí,
considerar cuál resulta ser, dentro de las posibilidades constitucional y legalmente
autorizadas, la política criminal que más se ajusta y mayores beneficios irroga
para el sistema de administración de justicia, en un momento histórico y
situacionalmente dado. Lo cual denota, con absoluta claridad que no nos
enfrentamos ante una cuestión sencilla y unívoca, sino más bien compleja y
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esencialmente contingente.

En ese contexto, vale la pena aclarar que la política criminal es


definida en nuestra forma de gobierno por los poderes legislativos constituidos,
según el diseño y reparto de competencias previsto en la Constitución Nacional. A
su vez, por ese mismo argumento, es que el ejercicio de esa política lo es por parte
de los Poderes Judiciales y Ejecutivos, tanto a nivel federal, como en la órbitra
provincial, de acuerdo al modelo de república federal adoptado
constitucionalmente (art. 1 de la CN), el que, esencialmente, implica y reconoce el
pluralismo en el plano político, así como también, en el ámbito jurídico. Ello
demuestra, también, que resulta entonces un ámbito altamente complejo efectuar
consideraciones al respecto.

Por otra parte, debe decirse que las opiniones de política criminal,
son muy válidas e importantes en tanto, a través de ellas, es posible que la
sociedad conozca los diversos puntos de vista que puedan pregonarse sobre ella,
permitiendo un debate racional y democrático en que sea posible individualizar
falencias y ventajas de uno u otro diseño, así como también, apoyos, críticas y
propuesta de modificación o profundización. Con mayor provecho esa discusión
moderada les permitirá a los legisladores adoptar las medidas que, a su entender,
representen en consecuencia la mejor decisión en aras de los intereses de la
sociedad en general y no sólo de algunos sectores de aquella. Pero, reitero, e
insisto con el término, se trata sólo de opiniones, las que, por definición, son
atribuibles sólo a quienes las expresan, y, por tanto, pueden o no ser compartidas
por los demás.

En el particular, y siguiendo el esquema de análisis adelantado,


tenemos que está definida como política procesal el sistema acusatorio
adversarial, que es la única forma procesal compatible con el enjuiciamiento
mediante juicio por jurados previsto en el Código Fundamental de la República,
dentro del cual se debe enmarcar la política criminal a seguir. Así, y entendido
como una manifestación de aquel carácter, se debe establecer legalmente la
posibilidad de realizar procedimientos de juicio abreviados o no, y, en su caso,
con qué característica se autoriza, cuál es la amplitud de casos a los que se puede
aplicar, entre muchas otras cuestiones. Ello, en la necesidad de mantener la
coherencia del sistema penal, respetando el pluralismo jurídico derivado del
principio federal, y asegurando la garantía de igualdad consagrada
constitucionalmente.

Por otra parte, no podemos desconocer que en toda causa penal


coexisten el interés de la sociedad/pueblo, con el derecho/interés de la víctima
como el derecho/interés del acusado y el deber del Estado de garantizar una
administración de justicia eficaz y eficiente.

Por mi parte no advierto la inconveniencia a la posibilidad de


amplitud del juicio abreviado como está regulado en nuestra provincia; tanto en
relación con la oportunidad para plantearlo, como a los hechos o delitos respecto
de los cuales se puede aplicar, o si pueden elegir esta vía sólo alguno de los
acusados en una causa. Por el contrario, sólo encuentro buenas razones para
mantener esta amplitud de derechos. Regulación que en definitiva habilitó a Brian
David Prieto Franco a acordar un juicio abreviado en la Audiencia de Detención y
Acuerdos. Más allá de ello pienso que puede mejorarse su reglamentación y que
se deberían eliminar los resabios inquisitivos que todavía quedan y son
incompatibles con el sistema.

Resulta evidente que si el co-acusado Prieto admite el hecho y


acuerda la pena con el representante del Ministerio Público Fiscal, opta por ejercer
su derecho del modo que, a su entender, mejor lo beneficia en la situación en la
que se encuentra. Por ello, solicita el juicio abreviado, definiendo su situación
jurídica. Esto le permite ingresar inmediatamente en el régimen de ejecución de la
pena y evita la pena del “banquillo”. Ahora bien, si por su parte el co-acusado
Nahuel Alejandro Alos Diaz, en la misma oportunidad, prefiere resistir la
acusación y que se realice el debate/juicio con relación a él dada su situación,
también tiene derecho a decidirlo de acuerdo a cómo entiende le convenga mejor a
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sus intereses. Entonces, el ejercicio de los derechos de cada acusado, de la manera


que lo entendieron más conveniente y oportuno, según sus estrategias e interés, ha
sido posible porque actualmente está regulado el instituto con la amplitud que los
habilita.

Pero si se prohibiera realizar el juicio abreviado al co-acusado


Prieto porque el otro co-acusado Alos Diaz quiere resistir la acusación en un
debate oral, no sólo estaríamos privando a aquél de su derecho, sino que al co-
acusado Alos Diaz se lo estaría obligando a enfrentar un juicio acompañado con
un co-enjuiciado que admite el hecho tal cual se imputa. En consecuencia, se
estarían violando los derechos de ambos acusados a enfrentar la acusación de la
mejor manera que consideraban que correspondía ejercer sus intereses.

No puedo dejar de advertir que tampoco se puede observar cuál es


el beneficio del Estado de proceder de otra manera a la prevista legalmente en
cuanto al deber de la provincia de asegurar la administración de justicia (art. 5
CN), como de los jueces de administrar justicia bien y legalmente (art. 112 CN).
En definitiva, el supuesto descubrimiento de la «verdad real», como deber del
Estado, tal cual lo sostiene el activismo judicial, con reminiscencia del sistema
inquisitivo, en conflicto con el derecho de los acusados en el particular, no me
deja lugar a ninguna duda que debe primar éste, por ser el constitucional,
convencional y legalmente válido y vigente, como el más conveniente a una
política criminal y procesal, que incluso es más beneficioso para el servicio de
justicia en cuanto a su eficacia y eficiencia.

Es el propio sistema normativo y las instituciones que regula las


que evidencian el acierto de nuestra postura normativista ya «que no hay
compatibilidad lógica alguna entre la denodada búsqueda de la verdad real y la
absolución por la duda; y el sobreseimiento, tanto definitivo como provisional; y
la caducidad de la instancia; y la prescripción liberatoria; y la carga probatoria;
y la caducidad de las pruebas por negligencia del oferente en su producción; y la
congruencia procesal del juzgador en su sentencia en función de lo pretendido,
resistido y regularmente probado; y la cosa juzgada material; y la prohibición
legal de discutir la causa obligacional en juicio ejecutivo, donde sólo se acepta la
excepción de inhabilidad de título pero referida exclusivamente a sus aspectos
externos (y nunca a su causa); etcétera, etcétera» (ALVARADO VELLOSO,
Adolfo; “Proceso y verdad”; editorial Fundación para el Desarrollo de las
Ciencias Jurídicas”; 2017; p. 80).

Por otra parte, frente a los derechos constitucionales de los


acusados, es de dudoso valor el simple argumento de los mayores costos por la
separación en juicio abreviado y juicio común por otro lado. Esto por cuanto
estimo que existen buenas razones para mantener esa posibilidad/derecho, por
cuanto en el sub examine no ha existido ningún mayor costo, porque por ley debía
realizarse la primera audiencia donde Prieto Franco acordó el procedimiento el
abreviado y, al resistir la acusación Alos Diaz, respecto de él debía realizarse el
debate. En consecuencia, resulta evidente que no hay ni desgaste jurisdiccional, ni
mayor costo; sólo beneficio para ambos acusados y para la administración de
justicia.

Sin perjuicio que no está probado que es mayor el costo, tenemos


que la eficacia y eficiencia es del sistema penal y, por tanto, éste debe ser
analizado y valorado en su conjunto, dinámicamente y de acuerdo a cómo está
implementado y no sólo en una causa, que aunque pueda servir para verificar
cómo funciona el sistema, nunca puede habilitarnos a extraer conclusiones
generales y que éstas puedan considerarse válidas.

Para determinar el costo económico de una causa, no sólo debe


invocarse la realización de dos procedimientos (juicio abreviado y juicio común),
sino que deben merituarse todas las variables que influyan aumentando y
disminuyendo no sólo en el tramite procesal de la causa, sino todas las actividades
que se deben realizar o las relacionadas (detención preventiva, ejecución de pena)
y consecuencias que su tramitación, o no, implica. Ello no se ha realizado.
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En cuanto a la posibilidad de criticar la estrategia del Fiscal por el


uso de la admisión del hecho por parte del ya condenado en el juicio abreviado,
además de carecer de interés judicial concreto, como de competencia recursiva
(art. 462 CPP), por cuanto no ha sido motivo de agravio, ni la jueza lo ha tenido
en cuenta al dictar su sentencia, cae rendida la crítica cuando es el propio Código
Procesal Penal en el inc. 3 del art. 401 el que autoriza la lectura en el debate/juicio
de actas o documentos a pedido del Fiscal o de las partes de «[l]as declaraciones
efectuadas por coimputados absueltos, sobreseídos, condenados o prófugos si
aparecieran como partícipes del delito que se investiga o de otro conexo». Sin
perjuicio de ello, simultáneamente se invoca la «verdad real», pero se cuestiona el
uso de la información legítimamente obtenida y legalmente autorizada. Asimismo
se pretende que ese confeso concurra al juicio, con lo cual se está contribuyendo a
la acusación fiscal, violentando los derechos de los co-acusados.

En otro orden, con relación a la valoración de los elementos de


prueba, debe recordarse que tenemos el expreso mandato legal que debe ser
formulado por los jueces técnicos según la sana crítica (at. 206 CPP), siempre
dentro del marco constitucional, convencional y legal del debido proceso, que
«[…] pensado y asegurado por el constituyente no es ni puede ser otra cosa que el
proceso lógicamente concebido que, como tal, respeta sus propios principios,
debe admitirse que es un método de debate pacífico, dialogal y argumentativo que
sirve para que dos sujetos naturalmente desiguales que se encuentran en situación
de antagonismo respecto de un bien cualquiera de la vida, puedan discutir en
términos de absoluta igualdad ante la ley asegurada por un juzgador gracias a sus
cualidades de impartialidad, imparcialidad e independencia» (ALVARADO
VELLOSO; ob. Cit.; pgs. 77/78); como corresponde al enjuiciamiento acusatorio
adversarial.

Como explica el referente latinoamericano y argentino del


“garantismo procesal” Adolfo ALVARADO VELLOSO impartialidad «significa
que el tercero juzgador es ajeno y neutral. Lo que implica que no es parte
procesal y, por tanto, no puede ni debe hacer las cosas propias de las partes.
Imparcialidad significa que carece de todo interés mediato o inmediato, directo o
indirecto, tanto respecto de las personas que litigan como del objeto del litigio. Y
la independencia implica no subordinación al mandamás político de turno ni a
las partes procesales. Pero también independencia de todo prejuicio respecto de
la raza, del color, del sexo, de las ideas políticas, de situación económica de los
litigantes, etcétera, etcétera. (ob. cit. Notas 17, 18 y 19; p. 78)

En consecuencia, la valoración debe ser producto del análisis


contextualizado, como también su formulación. Actividad que debe ser ejercida
de esa manera y por supuesto debe ser exigido su cumplimiento, y en toda causa,
porque ello nace del principio constitucional de igualdad: «todos los habitantes de
la Provincia son iguales ante la ley y ésta debe ser una misma para todos y tener
una acción y fuerza uniforme» (art. 7 CdeM).

Pero el olvido del método de la sana crítica racional (obviamente


contextualizado) y de este principio de igualdad de su aplicación para todo caso
judicial materializado con impartialidad, imparcialidad e independencia llevó a
que algunos operadores del derecho, incluso promovidos desde la academia, a la
aplicación sesgada de la valoración en base a prejuicios hasta que el oportuno
llamado de alerta desde distintos sectores significó que estos promotores del
cambio tengan la pretensión de establecer diverso estándar de análisis y
valoración según el tipo de caso o la pertenencia o situación jurídica del acusado o
de la víctima; aplicación indebida que profundizaba aisladamente principios sin
tener en cuenta el sistema procesal constitucional y convencionalmente vigente, y
con mayor razón el marco del sistema acusatorio adversarial.

Entonces, en la sentencia sub examine se evidencia que la


juzgadora ha realizado una extensa explicación, analizando la declaración del
acusado y concluyendo en su falta de credibilidad, que resulta ser la parte medular
y más amplia del acto judicial.
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Tenemos que si bien es cierto que el acusado tiene pleno derecho


constitucional a declarar o no, a que su silencio no pueda ser valorado en su
contra, como a decidir el momento de hacerlo, de formular una o varias
declaraciones, como de modificar o cambiar su versión de los hechos o
circunstancias, de ello no se deriva necesariamente la obligación del juez de
creerle, sino que, por el contrario, tiene el deber de analizar y valorar según la
sana crítica y en contexto. Esto implica la obligación de determinar la credibilidad
de aquella versión, como deber que se impone en la tramitación de todo tipo de
proceso judicial penal, y con relación a toda declaración, sea aquella ofrecida por
el imputado en el ejercicio de su derecho de defensa material, o de cualquier otro
sujeto que comparece al proceso a exponer su conocimiento sobre los hechos
investigados en calidad de testigo. Ello adquiere una especial consideración
cuando el deponente cambia la versión o la ofrece tardíamente, casos en los cuales
siempre se examina o se debería hacerse, el por qué del cambio o el motivo por el
que se la brinda en esa oportunidad. Conocer los motivos o argumentos en los que
se justifica nos permite saber si estamos ante evidencias, pruebas o buenas razones
que lo sustentan y con ello puede el juzgador determinar la credibilidad de la
declaración.

Actividad ésta que, en el caso en análisis, realiza la jueza ya que no


valora el momento de la declaración, sino el contenido de aquella declaración
relacionada con el momento en que la hace y, analizado desde la experiencia,
como cuando expresa: «sin perjuicio que es un derecho el declarar en cualquier
etapa del proceso, la declaración dada por el imputado Alos aparece como poco
creíble, especulativa y sumamente ganancial» e inmediatamente expresa «no
resulta creíble» y la analiza en contexto, por su condición de estudiante
universitario tener una autorización legal para conducir el vehículo. O cuando
expone que «la experiencia indica que ninguna persona privada de la libertad
espera calladamente hasta la última instancia para decir, como lo hace el Sr.
Alos, que no estuvo en el lugar d ellos hechos. Dicha declaración, por la
oportunidad procesal en la que se realiza luce cuanto menos absolutamente
especulativa y de imposible confirmación»; o cuando inmediatamente la contrasta
con el contexto procesal al afirmar «observo una versión claramente ganancial en
la que el Sr. Alos esperó a asegurar la prueba de cargo existente en su contra
para simplemente acomodar una versión que lo sacara de escena y luego
tranquilamente señalar que los elementos de cargo colectados por la acusación
generaban cuanto menos duda razonable respecto de su participación en el
ilícito». Del mismo modo, al cotejarla con el argumento defensivo según el cual al
momento de la actuación policial se encontraba sorprendido. O al decir «[…]lo
expresado al final del debate aparece como una declaración marcada por la
especulación y la transforma en un mero indicio de mala justificación». Con ello
se aprecia que la sentenciante ha tenido suficientemente clara la diferencia entre el
momento de declarar y el contenido de esa declaración y la ha cotejado para
determinar la credibilidad. Se podrá compartir, o no, el análisis sentencial, o la
forma de exponerlo, pero no se puede inferir errónea y fragmentadamente que la
jueza ha cuestionado el momento que declaró el acusado en soledad y mucho
menos pretender que se lo puede tener como dato a valorar en contexto.

La condición de impartialidad, imparcialidad e independencia del


juzgador impone el deber de realizar su función sin prejuicios, es decir sin
estereotipos fundados en apreciaciones personales o sociales sobre las cualidades
o conductas de las personas, según sea su actividad o profesión, la posición
económica, la condición cultural, el sexo, la raza, la nacionalidad, entre otras, sino
que siempre debe analizar y valorar sabiendo que la verdad no se posee, que nadie
la posee, sino que se busca. Y en el proceso penal es alcanzable, pero de manera
limitada. Por ello, asiste razón a Ferrajoli cuando afirma que el fin del proceso no
puede ser otro que aquella verdad alcanzada mediante el respeto a reglas precisas
y relativas sólo a los hechos y circunstancias penalmente relevantes. Esto implica
que esta verdad no pretende ser «la verdad», pues está condicionada en sí misma
por el respeto a los procedimientos y las garantías de la defensa. De acuerdo a
esto, la denomina «verdad procesal» y su característica esencial es que es una
verdad más reducida en cuanto al contenido informativo. Es una verdad probable,
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sólo aproximativa en relación con la perfecta correspondencia (FERRAJOLI,


Luigi, “Derecho y razón”. Ed. Trotta, págs. 45 y ss).

Por todo lo señalado, y con el alcance aquí expresado, considero


que debe responderse de manera negativa a la primera cuestión planteada.

ASÍ VOTO.

SOBRE LA SEGUNDA CUESTIÓN, EL DR. OMAR A. PALERMO DIJO:

Corresponde omitir pronunciamiento sobre este punto, puesto que


se ha planteado para el eventual caso de resolverse afirmativamente la cuestión
anterior.

ASÍ VOTO.

Sobre la misma cuestión los DRES. MARIO D. ADARO Y JOSÉ V.


VALERIO adhieren, al voto que antecede.

SOBRE LA TERCERA CUESTIÓN, EL DR. OMAR A. PALERMO, DIJO:

Atento al resultado a que se arriba en el tratamiento de las


cuestiones que anteceden, corresponde imponer las costas a la vencida y diferir la
regulación de honorarios profesionales para su oportunidad.

ASÍ VOTO.

Sobre la misma cuestión los DRES. MARIO D. ADARO Y JOSÉ V.


VALERIO adhieren, al voto que antecede.

Con lo que se dio por terminado el acto, procediéndose a dictar la


sentencia que a continuación se inserta.

S E N T E N C I A:

Atento al mérito que resulta del acuerdo precedente esta Sala


Segunda de la Suprema Corte de Justicia, fallando en definitiva,
RESUELVE:

1.- No hacer lugar al recurso de casación interpuesto por la defensa


del acusado y, en consecuencia, confirmar la sentencia recurrida y sus
fundamentos.

2.- Imponer las costas a la parte vencida y diferir la regulación de


honorarios para su oportunidad.

3.- Remitir las presentes actuaciones al tribunal de origen, a sus


efectos.

Regístrese. Notifíquese.

DR. JOSÉ V. VALERIO DR. MARIO D. ADARO


Ministro Ministro

DR. OMAR A. PALERMO


Ministro

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