Está en la página 1de 15

Sección nº 02 de la Audiencia Provincial de Madrid

C/ de Santiago de Compostela, 96 , Planta 4 - 28035


Teléfono: 914934540,914934715
Fax: 914934539
GRUPO DE TRABAJO ST 91 4934741
jus_seccion2@madrid.org
37050100
N.I.G.: 28.005.00.1-2021/0006543

Apelación Juicio sobre delitos leves


Origen:Juzgado de Instrucción nº 02 de Madrid
Juicio sobre delitos leves

Apelante: D./Dña. GUILLERMO MARTINEZ


Procurador D./Dña. VIRGINIA SANCHEZ DE LEON HERENCIA
Letrado D./Dña. ERIC SANZ DE BREMOND ARNULF

Apelado: D./Dña. EL ABOGADO DEL ESTADO y MINISTERIO FISCAL


Procurador D./Dña. MARIA ISABEL HERRADA MARTIN
Letrado D./Dña. JAIME VALDENEBRO MADRIGAL

S E N T E N C I A Nº

En Madrid, a 15 de febrero de 2022.-

VISTO por Dña. MARÍA DE LOS ÁNGELES MONTALVÁ


SEMPERE, Magistrada de la Sección 2ª de esta Audiencia Provincial de
Madrid, en grado de apelación, el presente Rollo ADL núm. 167/2022 en
Juicio sobre delito leve núm. 934/2021, procedente del Juzgado de
Instrucción núm. 02 de los de Madrid, seguido por lesiones, siendo parte
apelante, el denunciante: Guillermo Martínez, asistido por el letrado Sr.
Sanz de Bremond Arnulf, con intervención del acusado: asistido por el
letrado Sr. Valdenebro Madrigal, de la Abogacía del Estado y del Ministerio

1 de 16
Fiscal, y en atención a los siguientes:

I) ANTECEDENTES DE HECHO.-

PRIMERO.- Con fecha 16/11/2021 se dicta por el Juzgado de Instrucción


núm. 02 de los de Madrid, sentencia núm. 334/2021, cuya parte dispositiva
dice:

“ Que debo absolver y absuelvo al agente UIP Nº de la acusación por los


hechos origen de este procedimiento.
Se imponen las costas procesales a Guillermo Martínez.

Dedúzcase testimonio de las actuaciones por si las declaraciones de


Guillermo Martínez, Fermín, periodista de Público, y Juan Carlos pudieran
constituir un delito de los previstos en los artículos 458 y ss. del CP.

Notifíquese la presente resolución a las partes, haciéndoles saber que no


es firme, y que contra la misma cabe interponer recurso de apelación en ambos
efectos en este Juzgado para ante la Ilma. Audiencia Provincial de Madrid en el
plazo de cinco días”

SEGUNDO.- Notificada, se recurre en apelación por el denunciante


alegando los motivos que constan en su escrito presentado.

TERCERO.- Elevadas las actuaciones a esta Ilma. Audiencia Provincial,


se acuerda incoar recurso, formar rollo y designar Magistrada ponente, y
quedan en su mesa para resolución el 15 de febrero de 2022.

2 de 16
Se acepta la narración histórica de la sentencia instancia, que queda como
sigue:

II) HECHOS PROBADOS

“UNICO- Ha quedado acreditado y así expresamente que el día 7 de


abril de 2021 Guillermo Martínez se encontraba en la Plaza de la Constitución
de Madrid cubriendo como periodista para “El Salto Diario” el mitin del
partido político Vox y los disturbios generados en dicho acto. El Sr. Martínez
no portaba nada que le identificara a simple vista como periodista, llevando su
acreditación como periodista en la cartera guardada en su bolsillo. En torno a
las 20:00 horas de la tarde fue requerido para acreditarse por el agente de la
UIP, y al no hacerlo, saltándose el control policial y prosiguiendo la marcha, el
agente UIP se fue tras él y le agarró del brazo, precipitándose a continuación el
Sr. Guillermo Martínez al suelo. Una vez en el suelo el Sr. Martínez manifestó
que era periodista, el agente de la UIP le ofreció la mano para levantarle del
suelo, a la vez que el Sr. Martínez exclamaba “pero no me tires al suelo…”, y
una vez de pie, Guillermo Martínez le exhibió su acreditación.”

III) FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO.- Se absuelve al acusado y disconforme el denunciante, insta


que se revoque la sentencia, alegando, en síntesis, que, ha existido error en la
valoración de la prueba por cuanto resulta irracional e ilógica, yendo más allá
de considerar que no se ha enervado la presunción de inocencia del denunciado
pues concluye que, no existió ningún golpe al reportero denunciante y haber
interpuesto la denuncia conociendo el contenido de esos vídeos, supone una

3 de 16
actuación temeraria y de mala fe.
Se alega que nos encontramos ante prueba documental y para poder
revisarse la prueba es necesario que el error fáctico resulte de una verdadera
prueba documental, y continúa: “el error tiene que resultar de su misma
literosuficiencia y por su propia eficacia demostrativa directa y que el hecho o
dato que se dice erróneo ha de ser trascendente por su capacidad para
determinar o modificar el sentido del fallo.”
Igualmente alega que, ha habido vulneración del derecho a la imparcialidad
de la juzgadora quien tomó una parte muy activa en los interrogatorios,
realizando preguntas antes que las partes que venían asistidas por su
correspondiente letrado y preguntando más que ninguna de ellas.
Plantea, con carácter subsidiario, la improcedencia de la imposición de
costas por vulnerar el principio de rogación, e incide en que solo puede
considerarse que ha existido temeridad si se da por probado y cierto que los
vídeos demuestran, sin ningún género de dudas, que la agresión nunca existió y
que por lo tanto se construyó una denuncia falsa, cuando la realidad es que el
denunciante se encontraba trabajando y ese día recibió un fuerte golpe en su
glúteo derecho que le hizo caer al suelo y que le dejó un hematoma longitudinal
de 10 cm x 2,5.
Por último, alega que, no procede la deducción de testimonio acordada,
cuando no solo contamos con los tres testimonios sino también con los vídeos,
y ninguno de ellos prueba que los testigos de la acusación faltaron a la verdad.
La defensa, Abogacía del Estado y Ministerio Fiscal impugnan el recurso.

SEGUNDO.- Pues bien, realmente el recurso resulta poco claro pues


respecto de los dos primeros motivos no se explicita qué se insta, debiendo ya
adelantar que no podemos revocar una absolución sin oír al acusado, tenemos
vetada la modificación del factum y tampoco podemos anular la sentencia

4 de 16
cuando no se ha solicitado de forma expresa, sin que la nulidad se puede
apreciar de oficio ex artículo 240 in fine de la LOPJ.
En efecto, no solo se basa la convicción que se ataca en prueba documental
sino que esta se evalúa conjuntamente con otra de valoración eminentemente
personal y, en todo caso, el obstáculo o limitación antedicha se extiende incluso
a la valoración de otro tipo de pruebas que no son estrictamente de naturaleza
personal.
En ese sentido es conocida la imposibilidad de revocar una sentencia de
contenido absolutorio por aquél a quien corresponde el conocimiento del
recurso, sin llevar a cabo una celebración de vista oral y pública, a modo de
reproducción de juicio.
Nuestro alto tribunal, completando y desarrollando la doctrina de la STC
167/2002, en la sentencia dictada en Pleno de fecha 11/3/2008 nº 48/2008
afirma: “(…) La doctrina que parte de la STC 167/2002 no comporta que deban
practicarse necesariamente nuevas pruebas en apelación cuando los recurrentes
cuestionen los hechos declarados como probados, cuestión que sólo al
legislador corresponde decidir en su competencia de configuración de los
recursos penales, sino únicamente que al órgano judicial le está vedada la
valoración de las pruebas personales que no se hayan practicado ante él… En la
STC 167/2002, en suma, este Tribunal no ha venido a cuestionar por
constitucionalmente insuficiente el ámbito de la apelación penal en nuestro
ordenamiento jurídico, sino sólo a exigir que en su desarrollo se observen las
garantías constitucionales y, en concreto, las de inmediación y contradicción en
la valoración de las pruebas de cargo cuando tal valoración se haya de producir
conforme a las previsiones legales. De este modo infringe el art. 24.2 CE el
órgano judicial que modifique el factum de sentido absolutorio por otro de
sentido condenatorio (ATC 467/2006, de 20 de diciembre, FJ 3) valorando
pruebas sin la garantía de inmediación, sea porque el órgano judicial entienda

5 de 16
que la ley le impide la práctica de la prueba, sea porque no aprecie como
oportuna o necesaria tal práctica (...)”
Igualmente, y según las SSTS de 11/10/2012 y la nº 1423/2011: “(…) En los
últimos tiempos el Tribunal Constitucional ha dictado dos sentencias en las que
impone, ajustándose a la jurisprudencia del TEDH, en los casos en que se
cambia en la segunda instancia la convicción probatoria sobre la concurrencia
de los presupuestos fácticos de los elementos subjetivos del tipo penal, que
sean escuchados los acusados sobre quienes pueda recaer una condena ex novo
en la sentencia a dictar por el tribunal ad quem. La primera es la sentencia
184/2009, de 7 de septiembre (…) La segunda sentencia relevante para el caso
es más reciente: la nº 142/2011, de 26 de septiembre. En ella se anula la
condena dictada en apelación contra tres sujetos acusados de un delito contra la
Hacienda Pública que habían sido absueltos por en el Juzgado de lo Penal. En
esta ocasión, al igual que sucedió con la sentencia 184/2009, el Tribunal
Constitucional considera que no se ha infringido el derecho a un proceso con
todas las garantías desde la perspectiva del principio de inmediación, ya que la
condena en apelación se fundamentó en la prueba documental y en la pericial
documentada, prueba que el órgano constitucional consideró “estrictamente
documental”. Sin embargo, sí entiende que se ha conculcado el derecho de
defensa por no haber sido oídos los acusados por el órgano de apelación que
acabó condenándolos”.
Traemos también a colación la STEDH del 24 de septiembre de 2019 (‘caso
Camacho Camacho contra España’), de la que hacemos un breve pero
esclarecedor extracto, pues se trata de una revocación de absolución con
condena en la alzada pese a que los hechos declarados probados en primera
instancia permanecieron inmutables. Así, según la misma (la cursiva es
nuestra): [“(…) 1. El Gobierno considera que el tribunal de apelación se ha
limitado a rectificar la decisión del juez penal sobre la base de la evidencia que

6 de 16
no requería respeto por el principio de inmediación. Argumenta que el tribunal
de apelación no eliminó los hechos declarados por el tribunal a quo ni agregó
nuevos hechos, sino que simplemente modificó la inferencia errónea hecho por
este último a partir de hechos probados (…) 34. En el presente caso, esta es la
opinión de la Corte, con una nueva apreciación de los elementos subjetivos de
los delitos en cuestión resulta una alteración de los hechos declarados
probados en primera instancia. Esta alteración ocurrió sin que el solicitante
haya tenido la oportunidad de ser escuchado personalmente para impugnar,
sujeto a un examen contradictorio, la nueva evaluación realizada por la
Audiencia Provincial (Roman Zurdo y otros c. España, núms. 28399/09 y
51135/09, § 39, 8 de octubre de 2013)… 36. A la luz de los argumentos
anteriores, el Tribunal concluye que en el caso, por el alcance de la revisión por
la Audiencia Provincial, ha sido necesario escuchar al solicitante y los testigos.
Por lo tanto, ha habido una violación de Artículo 6 § 1 del Convenio (…)]”
O STEDH de 14 de enero de 2020: (“asunto Pardo Campoy y Lozano
Rodríguez v. España). En el caso, igualmente se determina que ha habido la
misma violación pese a que la AP conservó los hechos establecidos por el Juez
de lo penal. Nuestro Gobierno consideró que no era necesaria una vista en
apelación, porque “las cuestiones decididas por la Audiencia Provincial fueron
puramente jurídicas y juzgadas estrictamente sobre la base de pruebas
documentales” (como ahora defiende el apelante Sr. Martínez Martínez). Y
afirmó el Gobierno que, “el tribunal de apelación se limitó a rectificar la
decisión del juez penal sobre la base de elementos que, a su juicio, no exigían
el cumplimiento del principio de inmediatez”. Sin embargo, argumenta el
tribunal de Estrasburgo: “cuando la inferencia de un tribunal se refiere a
elementos subjetivos (como la existencia de un eventual dolo en el presente
caso), no es posible hacer una evaluación jurídica de la conducta del acusado
sin tratar primero de probar la realidad de esa conducta, lo que implica

7 de 16
necesariamente verificar la intención de los acusados de cometer los hechos
que se le atribuyen”, y: “dado que las cuestiones tratadas eran en parte de
índole fáctica, este tribunal considera que la condena de los demandantes en
apelación por la Audiencia Provincial, tras un cambio en la valoración de
elementos como la existencia de dolo, sin que los demandantes hayan tenido la
oportunidad de ser oídos presencialmente y de impugnar dicha valoración
mediante un examen contradictorio durante una audiencia pública, no se
ajustaba a los requisitos de un juicio justo garantizados por el artículo 6.1 del
Convenio.”

TERCERO.- A mayor abundamiento, tampoco se aprecia ningún error en la


valoración de la prueba.
En efecto, ya en la denuncia inicial lo que sostiene el denunciante es que, “a
tenor de las imágenes facilitadas, el agente identificado como (actual apelado)
se abalanza sobre mí, me golpea con la porra y me tira al suelo”.
Y visto el dvd que se adjunta al f. 7 de las actuaciones, no podemos alcanzar
conclusiones distintas a las que se combaten en ese sentido.
En ninguna de esas tres grabaciones que se reseñan nuevamente en la alzada,
se ve, no al menos con la necesaria claridad, que el funcionario fuese quien
provocara la caída del periodista, y en otro, solo se ve cómo se recupera un
carné. A partir de esas imágenes, que el apelante interpreta según su parcial y
subjetivo interés, la confrontación que se hace por parte de la juzgadora a quo
entre ellas y los testimonios prestados también es lógica y racional, sopesando,
amén de esa documental, por un lado, la versión del acusado corroborada por
otro testigo funcionario del CNP y que estuvo con él el día de autos, y, por otro,
la versión del denunciante y las declaraciones de tres testigos, también
periodistas, que estaban con el denunciante en el mismo acto y que la juzgadora
a quo las valora, nada menos, del siguiente modo: “adolecen de múltiples

8 de 16
contradicciones, cuando no han resultado manifiestamente falsas, por lo que
carecen de toda credibilidad.”
Es la juzgadora a quo quien ha presenciado en directo toda esta prueba, quien
ha visto a todos los testigos, les ha observado, escuchado, ha apreciado sus
gestos, su tono de voz, sus balbuceos o no, tratándose de una apreciación que
goza de especial singularidad y que no tengo en la alzada por más que se revise
y supervise todo lo actuado, amén del visionado del acto del juicio.

CUARTO.- Tampoco se aprecia ninguna irregularidad invalidante respecto


de la actuación de la juzgadora a quo y su forma de dirigir el juicio.
Los jueces y las juezas no somos estatuas de mármol, no somos bustos
inertes. Nuestra ya vetusta ley adjetiva regula las facultades del presidente o
presidenta en sus artículos 683 y ss.
Dirigimos los debates cuidando de impedir las discusiones impertinentes y
que no conduzcan al esclarecimiento de la verdad, naturalmente, sin coartar a
los defensores la libertad necesaria para la defensa, sin que interrogar en
primera persona coarte tal libertad. Disponemos de todas las facultades
necesarias para conservar o restablecer el orden en las sesiones y mantener el
respeto debido al tribunal y a los demás poderes públicos, pudiendo corregir en
el acto con multa (actualmente de 30 a 150 euros) las infracciones que no
constituyan delito, o que no tengan señalada en la Ley una corrección especial.
Llamamos al orden a todas las personas que lo alteren, a quienes podemos
hacerles salir del local si se considera oportuno y sin perjuicio de la multa
reseñada. Podemos acordar que se detenga en el acto a cualquiera que
delinquiere durante la sesión, poniéndole a disposición del Juzgado
competente.
Todos los concurrentes al juicio oral quedan sometidos a la jurisdicción
disciplinaria del presidente/a y si alteran el orden con un acto que constituya

9 de 16
delito, serán expulsados del local y entregados a la autoridad competente. Y
tenemos que prohibir las muestras de aprobación o de desaprobación.
En cuanto a la práctica de las diligencias de prueba y al examen de los
testigos, preguntamos al testigo acerca de las circunstancias expresadas en el
artículo 436.1º LECrim, tras lo cual se efectúa su interrogatorio, pudiendo el
presidente o presidenta dirigir a los testigos las preguntas que estime
conducentes para depurar los hechos sobre los que declaren, sin que se permita
que el testigo conteste a preguntas o repreguntas capciosas, sugestivas o
impertinentes, y pudiendo adoptar medidas para evitar que se formulen a la
víctima preguntas innecesarias relativas a su vida privada que no tengan
relevancia para el hecho delictivo enjuiciado.
Y relacionado ello con el derecho a la imparcialidad judicial, la
imparcialidad ha de ser presumida y corresponde a quien denuncia su pérdida,
acreditar suficientemente o poner de relieve las razones poderosas que la
cuestionen, debiendo recordar que, para prevenir y remediar la actuación que
denuncia el hoy recurrente el sistema instrumenta los mecanismos
correspondientes bajo la forma de los institutos procesales de la abstención y la
recusación, a través de los cuales podrá apartase del proceso a aquél en quien
concurra con fundamento esa tacha esencial, y en el caso, el apelante no recusó
a la juzgadora a quo, sin que apreciemos, previo visionado de todo el juicio,
que esté objetivamente justificada la existencia de apariencia de ningún
prejuicio previo.

Por todo ello, fenecen los dos primeros motivos.

QUINTO.- También solicita el apelante la revocación de la sentencia en


cuanto al pronunciamiento relativo a la deducción de testimonio contra él
mismo y sus testigos.

10 de 16
Pues bien, se trata de un requisito procesal para su perseguibilidad al amparo
del art. 456.2 del CP: “No podrá procederse contra el denunciante o acusador
sino tras sentencia firme o auto también firme, de sobreseimiento o archivo del
Juez o Tribunal que haya conocido de la infracción imputada. Estos mandarán
proceder de oficio contra el denunciante o acusador siempre que de la causa
principal resulten indicios bastantes de la falsedad de la imputación, sin
perjuicio de que el hecho pueda también perseguirse previa denuncia del
ofendido.”
Como reitera la jurisprudencia, el contenido de la denuncia, en cuanto que
acto de iniciación del proceso penal, son los hechos denunciados con eventual
relevancia punitiva pero no su valoración jurídica, que ni siquiera incumbe
efectuarla al denunciante; del mismo modo que el objeto del proceso son los
hechos posiblemente punibles y no su calificación que adquiere trascendencia
solo al tiempo de configurar la pretensión punitiva.
Amén de exigirse que, sean falsos los hechos atribuidos al acusado, sin que a
esos efectos tenga trascendencia la valoración jurídica que el querellante o
denunciante pueda hacer de los mismos, pues lo que se sanciona penalmente no
es una errónea calificación de parte, sino la imputación de hechos falsos; que,
de ser ciertos los hechos imputados, estos fueran constitutivos de infracción
penal, y que, la imputación se haga ante funcionario judicial o administrativo
que deba proceder a su averiguación, el tipo subjetivo exige que, el autor
conozca la falsedad de la imputación.
De ahí las referencias a la inveracidad subjetiva, por lo que no basta con la
falsedad de los hechos que se imputan, sino que es preciso que quien hace la
imputación tenga la conciencia de que esos hechos no se corresponden con la
realidad.
Por tanto, puede acordarse proceder de oficio del modo descrito, o también
puede denunciar el ofendido u ofendida, pero para proceder de oficio, y

11 de 16
repetimos, ello puede hacerse: “siempre que de la causa principal resulten
indicios bastantes de la falsedad de la imputación”, y en el caso, es el/la Juez/a
competente a quien corrreponde si se infiere la existencia de esos indicios
bastantes porque la absolución no se funda en la duda, no se aplica el principio
in dubio pro reo, ni siquiera se puede deducir que se absuelve al abrigo del
mismo porque se absuelve por insuficiente prueba de cargo y se hace hincapié
no solo en que los testigos “adolecen de múltiples contradicciones, cuando no
han resultado manifiestamente falsas” (ahí es nada), sino que finaliza su FJ 2º
concluyendo que (la lesión, el hematoma): “no puede ser atribuido a una
agresión por parte del agente UIP nº que se ha demostrado inexistente.”
A partir de ahí, la decisión coherente es la que se adopta, sin perjuicio de lo
que se consiga en la investigación pertinente, o no, según resolución soberana
del instructor a la hora de indagar si la imputación fue o no mendaz y si los
testigos que ha propuesto el denunciante mintieron en el acto del juicio, que
será su consecuencia lógica si se acredita la primera premisa.

SEXTO.- Imposición de costas al denunciante.


Las impone la juzgadora a quo al interpretar que el acusador particular ha
obrado con temeridad y mala fe.
Pues bien, es necesario partir de dos premisas generales. 1ª) Nuestro sistema
procesal, desde una concepción de la promoción de la persecución penal como
poder también de titularidad ciudadana (art. 125 de la Constitución), se aparta
de aquellos otros que reservan al Estado, a través del Ministerio Público, la
promoción del ius puniendi, este sí de monopolio estatal. 2ª) En la actuación de
aquel poder reconocido a los ciudadanos, ha de ponderarse la concurrencia del
ínsito derecho a la tutela judicial bajo la manifestación de acceso a la
jurisdicción, con el contrapunto de no someter a los denunciados a la carga de
un proceso como investigados o, después, acusados, sin la apreciación de

12 de 16
causas más o menos (según el momento del procedimiento) probables.
De ello se deriva el sistema de regulación de la eventual imposición a cargo
del acusador no oficial de las costas ocasionadas al acusado absuelto.
La jurisprudencia ha ido configurando su interpretación en las siguientes
pautas y su fundamento es, precisamente, la evitación de infundadas querellas o
a la imputación injustificada de hechos delictivos, pero dadas las consecuencias
que cabe ocasionar al derecho constitucionalmente reconocido antes indicado,
la línea general de viabilidad de la imposición ha de ser restrictiva. Las pautas
son:
1/. El concepto de mala fe, por su carácter subjetivo, es fácil de definir pero
difícil de acreditar, no así el de temeridad y ambas (temeridad y mala fe) han de
ser notorias y evidentes, aunque se mantiene una interpretación restrictiva, por
lo que la regla general será su no imposición.
2/. Es necesario que la acusación particular perturbe con su pretensión el
normal desarrollo del proceso penal, que sus peticiones sean reflejo de una
actuación procesal precipitada, inspirada en el deseo de poner el proceso penal
al servicio de fines distintos a aquellos que justifican su existencia.
3/. No es determinante que la acusación no oficial haya mantenido
posiciones en el proceso diversas, incluso contrapuestas, a la de la acusación
oficial.
4/. Como factores reveladores de aquella temeridad o mala fe, suele
indicarse, más que la objetiva falta de fundamento o inconsistencia de la
acusación, la consciencia de ello por parte de quien, no obstante, acusa, por lo
que se impone la condena cuando se estime que existen “razones para suponer
que no le asistía el derecho” o cuando las circunstancias permiten considerar
que “no podía dejar de tener conocimiento de la injusticia y sinrazón de su
acción”. Desde luego se considera temeridad cuando se ejerce la acción penal,
mediante querella, a sabiendas de que el querellado no ha cometido el delito

13 de 16
que se le imputa (STS 508/2014 de 9-9).
5/. También se ha indicado como determinante, que el acusador tuviera
conocimiento de datos que demostrarían la inexistencia de delito y los oculta o
no los aporta, dotando así de una apariencia de consistencia a la acusación que
sostiene (STS nº 144/2016, de 22-2).
6/. Más cuestionable es la trascendencia de las decisiones jurisdiccionales
que, a lo largo del procedimiento, controlan la admisibilidad de la pretensión.
La apertura del juicio oral y el sometimiento a proceso penal del que luego dice
haber sido injustamente acusado, no es fruto de una libérrima decisión de la
acusación particular (STS 91/2006, de 30-1).
De modo que, si el órgano jurisdiccional con competencia para resolver la
fase intermedia y decidir sobre la fundabilidad de la acusación, decide que ésta
reúne los presupuestos precisos para abrir el juicio oral, la sentencia absolutoria
no puede convertirse en la prueba ex post para respaldar una temeridad que, sin
embargo, ha pasado todos los filtros jurisdiccionales (STS 508/2014, de 9-6).
No obstante, la expresión de las razones de aquellas decisiones interlocutorias
puede dar una adecuada perspectiva para la decisión sobre la imposición de las
costas (STS 384/2008, de 19-6).
7/. El tribunal a quo ha de expresar las razones por las que aprecia la
concurrencia de un comportamiento procesal irreflexivo y, por tanto, merecedor
de la sanción económica implícita en la condena en costas (SSTS 508/2014, de
9-6; y 720/2015, de 16-11).
8/. Por último, corresponde su prueba a quien solicita la imposición.

Aplicado ello al presente caso, por esta última pauta hace agua la
imposición combatida, pues, efectivamente, no consta que se solicitase por
ninguna de las partes (secuencia 11:05 y ss. del soporte videográfico), por lo
que difícilmente puede asumirse esa carga de la prueba, tratándose de una regla

14 de 16
de aplicación restrictiva que se aparta de la general y que no puede ser aplicada
de oficio.

Procede, pues, estimar en parte el recurso.

SÉPTIMO.- Se declaran de oficio las costas causadas en la alzada.

VISTOS los preceptos legales de general y pertinente aplicación:

F A L L O:

ESTIMO EN PARTE el recurso de apelación interpuesto por la


representación procesal del denunciante: Guillermo Martínez, contra la
sentencia núm. de fecha 16/11/2021, dictada por el Juzgado de
Instrucción núm. 02 de los de Madrid en Juicio sobre delito leve núm.
, a los solos efectos de eximir al denunciante del pago de costas,
declarando de oficio las producidas en ambas instancias.

Contra esta sentencia no cabe recurso alguno.

Notifíquese y devuélvanse los autos originales al Juzgado de procedencia.

Así, por esta mi sentencia, de la que se unirá certificación al Rollo de


apelación, lo pronuncio, mando y firmo.

E/

15 de 16

También podría gustarte