S E N T E N C I A Nº
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Fiscal, y en atención a los siguientes:
I) ANTECEDENTES DE HECHO.-
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Se acepta la narración histórica de la sentencia instancia, que queda como
sigue:
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actuación temeraria y de mala fe.
Se alega que nos encontramos ante prueba documental y para poder
revisarse la prueba es necesario que el error fáctico resulte de una verdadera
prueba documental, y continúa: “el error tiene que resultar de su misma
literosuficiencia y por su propia eficacia demostrativa directa y que el hecho o
dato que se dice erróneo ha de ser trascendente por su capacidad para
determinar o modificar el sentido del fallo.”
Igualmente alega que, ha habido vulneración del derecho a la imparcialidad
de la juzgadora quien tomó una parte muy activa en los interrogatorios,
realizando preguntas antes que las partes que venían asistidas por su
correspondiente letrado y preguntando más que ninguna de ellas.
Plantea, con carácter subsidiario, la improcedencia de la imposición de
costas por vulnerar el principio de rogación, e incide en que solo puede
considerarse que ha existido temeridad si se da por probado y cierto que los
vídeos demuestran, sin ningún género de dudas, que la agresión nunca existió y
que por lo tanto se construyó una denuncia falsa, cuando la realidad es que el
denunciante se encontraba trabajando y ese día recibió un fuerte golpe en su
glúteo derecho que le hizo caer al suelo y que le dejó un hematoma longitudinal
de 10 cm x 2,5.
Por último, alega que, no procede la deducción de testimonio acordada,
cuando no solo contamos con los tres testimonios sino también con los vídeos,
y ninguno de ellos prueba que los testigos de la acusación faltaron a la verdad.
La defensa, Abogacía del Estado y Ministerio Fiscal impugnan el recurso.
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cuando no se ha solicitado de forma expresa, sin que la nulidad se puede
apreciar de oficio ex artículo 240 in fine de la LOPJ.
En efecto, no solo se basa la convicción que se ataca en prueba documental
sino que esta se evalúa conjuntamente con otra de valoración eminentemente
personal y, en todo caso, el obstáculo o limitación antedicha se extiende incluso
a la valoración de otro tipo de pruebas que no son estrictamente de naturaleza
personal.
En ese sentido es conocida la imposibilidad de revocar una sentencia de
contenido absolutorio por aquél a quien corresponde el conocimiento del
recurso, sin llevar a cabo una celebración de vista oral y pública, a modo de
reproducción de juicio.
Nuestro alto tribunal, completando y desarrollando la doctrina de la STC
167/2002, en la sentencia dictada en Pleno de fecha 11/3/2008 nº 48/2008
afirma: “(…) La doctrina que parte de la STC 167/2002 no comporta que deban
practicarse necesariamente nuevas pruebas en apelación cuando los recurrentes
cuestionen los hechos declarados como probados, cuestión que sólo al
legislador corresponde decidir en su competencia de configuración de los
recursos penales, sino únicamente que al órgano judicial le está vedada la
valoración de las pruebas personales que no se hayan practicado ante él… En la
STC 167/2002, en suma, este Tribunal no ha venido a cuestionar por
constitucionalmente insuficiente el ámbito de la apelación penal en nuestro
ordenamiento jurídico, sino sólo a exigir que en su desarrollo se observen las
garantías constitucionales y, en concreto, las de inmediación y contradicción en
la valoración de las pruebas de cargo cuando tal valoración se haya de producir
conforme a las previsiones legales. De este modo infringe el art. 24.2 CE el
órgano judicial que modifique el factum de sentido absolutorio por otro de
sentido condenatorio (ATC 467/2006, de 20 de diciembre, FJ 3) valorando
pruebas sin la garantía de inmediación, sea porque el órgano judicial entienda
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que la ley le impide la práctica de la prueba, sea porque no aprecie como
oportuna o necesaria tal práctica (...)”
Igualmente, y según las SSTS de 11/10/2012 y la nº 1423/2011: “(…) En los
últimos tiempos el Tribunal Constitucional ha dictado dos sentencias en las que
impone, ajustándose a la jurisprudencia del TEDH, en los casos en que se
cambia en la segunda instancia la convicción probatoria sobre la concurrencia
de los presupuestos fácticos de los elementos subjetivos del tipo penal, que
sean escuchados los acusados sobre quienes pueda recaer una condena ex novo
en la sentencia a dictar por el tribunal ad quem. La primera es la sentencia
184/2009, de 7 de septiembre (…) La segunda sentencia relevante para el caso
es más reciente: la nº 142/2011, de 26 de septiembre. En ella se anula la
condena dictada en apelación contra tres sujetos acusados de un delito contra la
Hacienda Pública que habían sido absueltos por en el Juzgado de lo Penal. En
esta ocasión, al igual que sucedió con la sentencia 184/2009, el Tribunal
Constitucional considera que no se ha infringido el derecho a un proceso con
todas las garantías desde la perspectiva del principio de inmediación, ya que la
condena en apelación se fundamentó en la prueba documental y en la pericial
documentada, prueba que el órgano constitucional consideró “estrictamente
documental”. Sin embargo, sí entiende que se ha conculcado el derecho de
defensa por no haber sido oídos los acusados por el órgano de apelación que
acabó condenándolos”.
Traemos también a colación la STEDH del 24 de septiembre de 2019 (‘caso
Camacho Camacho contra España’), de la que hacemos un breve pero
esclarecedor extracto, pues se trata de una revocación de absolución con
condena en la alzada pese a que los hechos declarados probados en primera
instancia permanecieron inmutables. Así, según la misma (la cursiva es
nuestra): [“(…) 1. El Gobierno considera que el tribunal de apelación se ha
limitado a rectificar la decisión del juez penal sobre la base de la evidencia que
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no requería respeto por el principio de inmediación. Argumenta que el tribunal
de apelación no eliminó los hechos declarados por el tribunal a quo ni agregó
nuevos hechos, sino que simplemente modificó la inferencia errónea hecho por
este último a partir de hechos probados (…) 34. En el presente caso, esta es la
opinión de la Corte, con una nueva apreciación de los elementos subjetivos de
los delitos en cuestión resulta una alteración de los hechos declarados
probados en primera instancia. Esta alteración ocurrió sin que el solicitante
haya tenido la oportunidad de ser escuchado personalmente para impugnar,
sujeto a un examen contradictorio, la nueva evaluación realizada por la
Audiencia Provincial (Roman Zurdo y otros c. España, núms. 28399/09 y
51135/09, § 39, 8 de octubre de 2013)… 36. A la luz de los argumentos
anteriores, el Tribunal concluye que en el caso, por el alcance de la revisión por
la Audiencia Provincial, ha sido necesario escuchar al solicitante y los testigos.
Por lo tanto, ha habido una violación de Artículo 6 § 1 del Convenio (…)]”
O STEDH de 14 de enero de 2020: (“asunto Pardo Campoy y Lozano
Rodríguez v. España). En el caso, igualmente se determina que ha habido la
misma violación pese a que la AP conservó los hechos establecidos por el Juez
de lo penal. Nuestro Gobierno consideró que no era necesaria una vista en
apelación, porque “las cuestiones decididas por la Audiencia Provincial fueron
puramente jurídicas y juzgadas estrictamente sobre la base de pruebas
documentales” (como ahora defiende el apelante Sr. Martínez Martínez). Y
afirmó el Gobierno que, “el tribunal de apelación se limitó a rectificar la
decisión del juez penal sobre la base de elementos que, a su juicio, no exigían
el cumplimiento del principio de inmediatez”. Sin embargo, argumenta el
tribunal de Estrasburgo: “cuando la inferencia de un tribunal se refiere a
elementos subjetivos (como la existencia de un eventual dolo en el presente
caso), no es posible hacer una evaluación jurídica de la conducta del acusado
sin tratar primero de probar la realidad de esa conducta, lo que implica
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necesariamente verificar la intención de los acusados de cometer los hechos
que se le atribuyen”, y: “dado que las cuestiones tratadas eran en parte de
índole fáctica, este tribunal considera que la condena de los demandantes en
apelación por la Audiencia Provincial, tras un cambio en la valoración de
elementos como la existencia de dolo, sin que los demandantes hayan tenido la
oportunidad de ser oídos presencialmente y de impugnar dicha valoración
mediante un examen contradictorio durante una audiencia pública, no se
ajustaba a los requisitos de un juicio justo garantizados por el artículo 6.1 del
Convenio.”
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contradicciones, cuando no han resultado manifiestamente falsas, por lo que
carecen de toda credibilidad.”
Es la juzgadora a quo quien ha presenciado en directo toda esta prueba, quien
ha visto a todos los testigos, les ha observado, escuchado, ha apreciado sus
gestos, su tono de voz, sus balbuceos o no, tratándose de una apreciación que
goza de especial singularidad y que no tengo en la alzada por más que se revise
y supervise todo lo actuado, amén del visionado del acto del juicio.
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delito, serán expulsados del local y entregados a la autoridad competente. Y
tenemos que prohibir las muestras de aprobación o de desaprobación.
En cuanto a la práctica de las diligencias de prueba y al examen de los
testigos, preguntamos al testigo acerca de las circunstancias expresadas en el
artículo 436.1º LECrim, tras lo cual se efectúa su interrogatorio, pudiendo el
presidente o presidenta dirigir a los testigos las preguntas que estime
conducentes para depurar los hechos sobre los que declaren, sin que se permita
que el testigo conteste a preguntas o repreguntas capciosas, sugestivas o
impertinentes, y pudiendo adoptar medidas para evitar que se formulen a la
víctima preguntas innecesarias relativas a su vida privada que no tengan
relevancia para el hecho delictivo enjuiciado.
Y relacionado ello con el derecho a la imparcialidad judicial, la
imparcialidad ha de ser presumida y corresponde a quien denuncia su pérdida,
acreditar suficientemente o poner de relieve las razones poderosas que la
cuestionen, debiendo recordar que, para prevenir y remediar la actuación que
denuncia el hoy recurrente el sistema instrumenta los mecanismos
correspondientes bajo la forma de los institutos procesales de la abstención y la
recusación, a través de los cuales podrá apartase del proceso a aquél en quien
concurra con fundamento esa tacha esencial, y en el caso, el apelante no recusó
a la juzgadora a quo, sin que apreciemos, previo visionado de todo el juicio,
que esté objetivamente justificada la existencia de apariencia de ningún
prejuicio previo.
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Pues bien, se trata de un requisito procesal para su perseguibilidad al amparo
del art. 456.2 del CP: “No podrá procederse contra el denunciante o acusador
sino tras sentencia firme o auto también firme, de sobreseimiento o archivo del
Juez o Tribunal que haya conocido de la infracción imputada. Estos mandarán
proceder de oficio contra el denunciante o acusador siempre que de la causa
principal resulten indicios bastantes de la falsedad de la imputación, sin
perjuicio de que el hecho pueda también perseguirse previa denuncia del
ofendido.”
Como reitera la jurisprudencia, el contenido de la denuncia, en cuanto que
acto de iniciación del proceso penal, son los hechos denunciados con eventual
relevancia punitiva pero no su valoración jurídica, que ni siquiera incumbe
efectuarla al denunciante; del mismo modo que el objeto del proceso son los
hechos posiblemente punibles y no su calificación que adquiere trascendencia
solo al tiempo de configurar la pretensión punitiva.
Amén de exigirse que, sean falsos los hechos atribuidos al acusado, sin que a
esos efectos tenga trascendencia la valoración jurídica que el querellante o
denunciante pueda hacer de los mismos, pues lo que se sanciona penalmente no
es una errónea calificación de parte, sino la imputación de hechos falsos; que,
de ser ciertos los hechos imputados, estos fueran constitutivos de infracción
penal, y que, la imputación se haga ante funcionario judicial o administrativo
que deba proceder a su averiguación, el tipo subjetivo exige que, el autor
conozca la falsedad de la imputación.
De ahí las referencias a la inveracidad subjetiva, por lo que no basta con la
falsedad de los hechos que se imputan, sino que es preciso que quien hace la
imputación tenga la conciencia de que esos hechos no se corresponden con la
realidad.
Por tanto, puede acordarse proceder de oficio del modo descrito, o también
puede denunciar el ofendido u ofendida, pero para proceder de oficio, y
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repetimos, ello puede hacerse: “siempre que de la causa principal resulten
indicios bastantes de la falsedad de la imputación”, y en el caso, es el/la Juez/a
competente a quien corrreponde si se infiere la existencia de esos indicios
bastantes porque la absolución no se funda en la duda, no se aplica el principio
in dubio pro reo, ni siquiera se puede deducir que se absuelve al abrigo del
mismo porque se absuelve por insuficiente prueba de cargo y se hace hincapié
no solo en que los testigos “adolecen de múltiples contradicciones, cuando no
han resultado manifiestamente falsas” (ahí es nada), sino que finaliza su FJ 2º
concluyendo que (la lesión, el hematoma): “no puede ser atribuido a una
agresión por parte del agente UIP nº que se ha demostrado inexistente.”
A partir de ahí, la decisión coherente es la que se adopta, sin perjuicio de lo
que se consiga en la investigación pertinente, o no, según resolución soberana
del instructor a la hora de indagar si la imputación fue o no mendaz y si los
testigos que ha propuesto el denunciante mintieron en el acto del juicio, que
será su consecuencia lógica si se acredita la primera premisa.
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causas más o menos (según el momento del procedimiento) probables.
De ello se deriva el sistema de regulación de la eventual imposición a cargo
del acusador no oficial de las costas ocasionadas al acusado absuelto.
La jurisprudencia ha ido configurando su interpretación en las siguientes
pautas y su fundamento es, precisamente, la evitación de infundadas querellas o
a la imputación injustificada de hechos delictivos, pero dadas las consecuencias
que cabe ocasionar al derecho constitucionalmente reconocido antes indicado,
la línea general de viabilidad de la imposición ha de ser restrictiva. Las pautas
son:
1/. El concepto de mala fe, por su carácter subjetivo, es fácil de definir pero
difícil de acreditar, no así el de temeridad y ambas (temeridad y mala fe) han de
ser notorias y evidentes, aunque se mantiene una interpretación restrictiva, por
lo que la regla general será su no imposición.
2/. Es necesario que la acusación particular perturbe con su pretensión el
normal desarrollo del proceso penal, que sus peticiones sean reflejo de una
actuación procesal precipitada, inspirada en el deseo de poner el proceso penal
al servicio de fines distintos a aquellos que justifican su existencia.
3/. No es determinante que la acusación no oficial haya mantenido
posiciones en el proceso diversas, incluso contrapuestas, a la de la acusación
oficial.
4/. Como factores reveladores de aquella temeridad o mala fe, suele
indicarse, más que la objetiva falta de fundamento o inconsistencia de la
acusación, la consciencia de ello por parte de quien, no obstante, acusa, por lo
que se impone la condena cuando se estime que existen “razones para suponer
que no le asistía el derecho” o cuando las circunstancias permiten considerar
que “no podía dejar de tener conocimiento de la injusticia y sinrazón de su
acción”. Desde luego se considera temeridad cuando se ejerce la acción penal,
mediante querella, a sabiendas de que el querellado no ha cometido el delito
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que se le imputa (STS 508/2014 de 9-9).
5/. También se ha indicado como determinante, que el acusador tuviera
conocimiento de datos que demostrarían la inexistencia de delito y los oculta o
no los aporta, dotando así de una apariencia de consistencia a la acusación que
sostiene (STS nº 144/2016, de 22-2).
6/. Más cuestionable es la trascendencia de las decisiones jurisdiccionales
que, a lo largo del procedimiento, controlan la admisibilidad de la pretensión.
La apertura del juicio oral y el sometimiento a proceso penal del que luego dice
haber sido injustamente acusado, no es fruto de una libérrima decisión de la
acusación particular (STS 91/2006, de 30-1).
De modo que, si el órgano jurisdiccional con competencia para resolver la
fase intermedia y decidir sobre la fundabilidad de la acusación, decide que ésta
reúne los presupuestos precisos para abrir el juicio oral, la sentencia absolutoria
no puede convertirse en la prueba ex post para respaldar una temeridad que, sin
embargo, ha pasado todos los filtros jurisdiccionales (STS 508/2014, de 9-6).
No obstante, la expresión de las razones de aquellas decisiones interlocutorias
puede dar una adecuada perspectiva para la decisión sobre la imposición de las
costas (STS 384/2008, de 19-6).
7/. El tribunal a quo ha de expresar las razones por las que aprecia la
concurrencia de un comportamiento procesal irreflexivo y, por tanto, merecedor
de la sanción económica implícita en la condena en costas (SSTS 508/2014, de
9-6; y 720/2015, de 16-11).
8/. Por último, corresponde su prueba a quien solicita la imposición.
Aplicado ello al presente caso, por esta última pauta hace agua la
imposición combatida, pues, efectivamente, no consta que se solicitase por
ninguna de las partes (secuencia 11:05 y ss. del soporte videográfico), por lo
que difícilmente puede asumirse esa carga de la prueba, tratándose de una regla
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de aplicación restrictiva que se aparta de la general y que no puede ser aplicada
de oficio.
F A L L O:
E/
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