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C) La realización de deseos.

El sueño entraña un sentido y un valor psíquico.


Según la definición correcta, pero insuficiente, de Aristóteles,
el sueño no es sino la continuación del pensamiento durante
el estado de reposo.
Si el pensamiento crea durante el día tan diversos actos
psíquicos como juicios, conclusiones, refutaciones, hipótesis,
propósitos, etc. ¿Cómo puede quedar obligado luego, durante
la noche, a limitarse única y exclusivamente a la producción
de deseos? ¿no habrá quizá gran número de sueños que
entrañen otro acto psíquico dentro; por ejemplo, una
preocupación? Todo esto es exacto, y nos obliga a examinar
más detenidamente el sueño desde los puntos de vista de la
realización de deseos y de la significación de los
pensamientos en la vigilia en el continuados.
La realización de deseos nos ha hecho ya dividir los sueños
en dos grupos. Sueños que mostraban francamente tal
realización y otros en los que no nos era posible descubrirla
sino después de un minucioso análisis. En estos últimos
sueños reconocimos la actuación de la censura onírica. Los
sueños no disfrazaron demostraron ser característicos de los
niños.
Podemos preguntarnos ahora de donde procede en cada
caso el deseo que se realiza en el sueño. Procede de la
antítesis existente entre la vida diurna consciente y una
actividad psíquica inconsciente durante el día y que solo a la
noche puede hacerse perceptible. Hallamos tres posibles
procedencias del deseo:
1 puede haber sido provocado durante el día y no haber
hallado satisfacción a causa de circunstancias exteriores, y
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entonces perdura por la noche un deseo reconocido e
insatisfecho. Se dan en el sistema Prcc.
2 puede haber surgido durante el día, pero haber sido
rechazado, y entonces perdura en nosotros un deseo
insatisfecho, pero reprimido. Supondremos que han sido
obligados a retroceder desde el sistema Prcc. al sistema Icc.,
y que si se han observado tienen que haberse conservado en
él.
3 puede hallarse exento de toda relación con la vida diurna y
pertenecer a aquellos deseos que solo por la noche surgen
en nosotros, emergiendo de lo reprimido. Creemos que son
totalmente incapaces de salir del sistema Icc.
Una cuarta fuente de deseos provocados por impulsos
surgidos durante la noche, como la sed, la necesidad sexual,
etc., y nos inclinamos después a afirmar que la procedencia
del deseo no influye para nada en su capacidad de provocar
un sueño.
No me parece verosímil que un deseo insatisfecho pueda
bastar para provocar un sueño en un sujeto adulto. El sueño
no nacería si el deseo Prcc no quedase robustecido por otros
factores. Estos factores proceden de lo Icc. Imagino que el
deseo Cc solo se constituye en estimulo del sueño cuando
consigue despertar un deseo Icc de efecto paralelo con el que
reforzar su energía. Sucede con estos deseos lo que con las
sombras infernales de odisea, las cuales volvían a la vida en
cuanto se les daba a beber sangre. Estos deseos reprimidos
son de procedencia infantil. El deseo representado en el
sueño tiene que ser un deseo infantil. En los adultos procede
entonces del Icc. En los niños, en los que no existe aun la
separación y la censura entre el Prcc y el Icc, o en los que

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comienza a establecerse poco a poco, el deseo es un deseo
insatisfecho, pero no reprimido, de la vida despierta.
Dirigiré mi atención ahora a los estímulos psíquicos
procedentes de la vida diurna y que no poseen carácter de
deseos. Cuando decidimos entregarnos al reposo podemos
conseguir la cesación interina de las cargas psíquicas de
nuestro pensamiento despierto. Aquellas personas que si lo
logran con facilidad gozan de un tranquilo reposo. Pero no
siempre conseguimos tal cosa, y cuando la conseguimos, no
siempre por completo. Los problemas aun no solucionados,
las preocupaciones que nos atormentan y una multitud de
impresiones diversas continúan la actividad mental durante el
reposo y mantienen el desarrollo de procesos anímicos en el
sistema que hemos calificado con el nombre de Prcc. Estos
estimulos mentales que continúan durante el reposo pueden
ser divididos en los siguientes grupos:
1 aquellos procesos que durante el día no han podido llegar a
tiempo por haber quedado interrumpidos a causa de una
circunstancia cualquiera.
2 aquello que ha permanecido sin terminar o sin solución por
paralización de nuestra energía mental.
3 aquello que hemos rechazado y reprimido durante el día.
A estos tres grupos se les añade otro más importante,
formado por aquello que la labor diurna de lo Prcc ha
estimulado en nuestro Icc.
Por ultimo podemos agregar como 5to grupo el formado por
las impresiones diurnas indiferentes y, por tanto, inderivadas.
La exitacion nocturna desarrollada en el Prcc no encuentra
otro camino que el seguido por las excitaciones optativas

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procedentes del Icc y tiene que buscar refuerzo en este último
y dar los rodeos de las excitaciones Icc.
¿Cómo se conduce el sueño cuando encuentra en las ideas
latentes un material de naturaleza opuesta a la realización de
deseos? esto es, cuando dichas ideas entrañan una
preocupación, una reflexión dolorosa o un conocimiento
penoso:
a) la elaboración consigue sustituir todas las
representaciones desplacientes por representaciones
contrarias y reprimir los efectos desplacientes que a las
primeras corresponden, y entonces resulta un puro sueño de
satisfacción, o sea una franca realización de deseos, en la
que nada tenemos que investigar.
b) las representaciones penosas pasan más o menos
transformadas, pero bien reconocibles, al contenido
manifiesto.
Los sueños desplacientes pueden ser sueños punitivos.
Aquello que en ellos queda realizado es igualmente un deseo
Icc. El de un castigo del soñador por un deseo ilícito
reprimido.
El carácter esencial de los sueños punitivos sería el de que
en ellos no es el deseo Icc procedente de lo reprimido, es
decir del sistema Icc, sino el deseo que reacciona a él,
procedente del yo, anqué también Icc, esto es Prcc. El
momento apropiado para hacer referencia al súper yo.
Hay una clase de sueños que su estimulo procede de los
restos de la vida diurna, y opino que mi deseo de recibir mi
título me hubiera dejado dormir tranquilo aquella noche si no
hubiera perdurado aun en mí el cuidado que la salud de mi
amigo me inspiraba. Pero este cuidado no habría provocado,
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sin embargo, sueño ninguno, pues la fuerza impulsora de que
el sueño precisaba tenía que ser reforzada por un deseo. Asi
pues, para formar el sueño tuvo mi preocupación que buscar
tal deseo y aliarse con él.
Es muy posible que la idea diurna represente en la formación
del sueño el papel de socio industrial: el socio industrial
posee una idea y quiere explotarla; pero no puede hacer nada
sin capital y necesita un socio capitalista que corra con los
gastos. En el sueño el capitalista que corre con el gasto
psíquico necesario para la formación del sueño es siempre,
cualquiera que sea la idea diurna, un deseo de Icc.
El socio industrial puede aportar una pequeña suma de
capital; varios socios industriales pueden dirigirse al mismo
capitalista o varios capitalistas reunir entre si lo necesario
para auxiliar al socio industrial. Correlativamente, hay también
sueños mantenidos por más de un deseo.
Vemos entonces que la representación Icc es incapaz, como
tal, de llegar a lo Prcc. Lo único que puede hacer es
exteriorizar en él un efecto, enlazándose como una
representación Prcc no censurable, a la que trasfiere su
intensidad y detrás de la cual se oculta. Este hecho, al que
damos el nombre de transferencia, contiene la explicación de
muchos singulares procesos de la vida anímica de los
neuróticos. La transferencia puede dejar intacta la
representación procedente de lo Prcc, la cual alcanza
entonces una gran intensidad inmerecida o puede imponerle
una modificación paralela al contenido de la representación
Icc. (transferencia como transferir la energía Icc a un
representante simbólico).
En cambio, no nos hemos aproximado un solo paso a la
solución del problema de porque lo Icc no puede ofrecer
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durante el reposo otra cosa que la fuerza impulsora para su
realización de deseos.

Primera vivencia de satisfacción. Los primeros estímulos que


llegaron al aparato anímico fueron los correspondientes a las
grandes necesidades físicas. La excitación provocada por la
necesidad interna buscará una derivación en la motilidad,
derivación que podemos calificarla de modificación interna o
de expresión de las emociones. El niño hambriento grita y
patalea, pero esto no modifica nada su situación, por la
excitación emanada de la necesidad. No corresponde a una
energía de efecto momentáneo, sino una energía de efecto
continuado. La situación continuará siendo la misma hasta
que por un medio cualquiera, en el caso del niño, por un
auxilio ajeno, se llega al conocimiento de la experiencia de
satisfacción, que suprime la excitación interior. La aparición
de cierta percepción, el alimento en este caso, cuya imagen
mnémica queda asociada a partir de este momento con la
huella mnémica de la excitación emanada de la necesidad,
constituye un componente escencial de esta experiencia. En
cuanto la necesidad resurja, surgirá también, merced a la
relación establecida, un impulso psíquico que cargará de
nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará
nuevamente esta última, esto es, que tenderá a reconstruir la
situación de la primera satisfacción, tal impulso es lo que
calificamos de deseos, y la carga psíquica completa de la
perfección, por la excitación emanada de la necesidad, es el
camino más corto para llegar a dicha realización.
Esta primera actividad psíquica tiende, por lo tanto, a una
identidad de percepción, o sea la repetición de aquella
percepción que se haya enlazada con la satisfacción de la

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necesidad. Una amarga experiencia de la vida ha debido de
modificar esta actividad mental primitiva, convirtiéndola en
una actividad mental secundaria más adecuada al fin.
Para alcanzar un aprovechamiento más adecuado de la
energía psíquica será necesario detener la regresión, de
manera que no vaya más allá de la huella amémica y pueda
buscar, partiendo de ella, otros caminos que la conduzcan al
establecimiento de la identidad deseada en el mundo exterior.
Nota al pie: se reconoce necesaria la realización de un
examen de la realidad. principio de realidad.
Esta coerción y la derivación consiguiente de la excitación
constituye en la labor de un segundo sistema, que domina la
motilidad voluntaria, esto es, un sistema en cuya función se
agrega ahora el empleo de la motilidad para fines antes
recordados. Pero toda complicada actividad mental que se
desarrolla desde la huella Mné, hasta la creación de la
identidad de percepción por el mundo exterior, no representa
sino un rodeo que la experiencia ha demostrado necesario
para llegar a la realización de deseos. Los dos principios del
funcionamiento mental, el principio del placer y el principio de
la realidad.
Resulta, pues, perfectamente lógico que el sueño sea una
realización de deseos, dado que sólo un deseo puede incitar
al trabajo a nuestro aparato anímico. Realizando sus deseos
por un breve camino regresivo, nos conserva el sueño una
muestra del funcionamiento primario del aparato psíquico
como funcionamiento abandonado luego por inadecuado fin.
El soñar es una parte de la vida anímica Infantil superada.
Cuando este guardián crítico (Prcc) se entrega el reposo, y
tenemos además la prueba de que su sueño no es nunca
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muy profundo, cierra la puerta que conduce a la motilidad. El
peligro es mayor cuando el desplazamiento de energías no es
provocado por el relajamiento nocturno de la censura crítica,
sino por una debilitación patológica de la misma o por un
robustecimiento patológico y las excitaciones inconscientes, y
tiene efecto hallándose cargado lo inconsciente y abiertas las
puertas de la motilidad. En este caso queda derrotado el
guardián, las excitaciones inconscientes logran subyugar a
los preconsciente y dominan desde allí nuestras palabras y
nuestros actos o conquistan la represión alucinatoria, dirigen
al aparato psíquico, no destinado a ellas, por medio de la
atracción que las percepciones ejercen sobre la distribución
de nuestra energía psíquica. Este estado es el que
conocemos con el nombre de psicosis.
Hemos hallado la explicación de que el sueño es siempre una
realización de deseos, por ser una función del sistema
inconsciente, el cual no tiene otro fin que la realización de
deseos y no dispone de fuerzas distintas de los
impulsos optativos.
Si es cierto que existe un sistema inconsciente, no puede ser
el sueño su única manifestación. Todo sueño es, desde
luego, una realización de deseos, pero tiene que haber
también otras formas de realizaciones anormales de deseos
distintas del sueño. Así es, en efecto, pues la teoría de todos
los síntomas psiconeuróticos culmina en el principio de que
también estos productos tienen que ser considerados como
realizaciones de deseos del inconsciente.
Una parte del síntoma corresponde a la realización de deseos
inconscientes, y otra, a la reacción contra la misma.
Para la formación de un síntoma histérico tienen que
colaborar las dos corrientes de nuestra vida anímica. El
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síntoma no es simplemente la expresión de un deseo
inconsciente realizado, pues para su formación tiene que
concurrir además un deseo preconsciente que halle también
en él su realización, resultando así doblemente determinado
por lo menos, o sea una vez por cada uno de los sistemas en
conflicto.
La determinación que no procede del inconsciente es, a mi
juicio, siempre un proceso de reacción contra el deseo
inconsciente, por ejemplo, un auto castigo. Puedo, por tanto,
afirmar, en general, que el síntoma histérico no nace sino
cuando dos realizaciones de deseos, contrarios y
procedentes cada una de un sistema psíquico distinto,
pueden coincidir en una expresión. Un ejemplo de síntoma
histérico: En una paciente demostraron ser los vómitos
histéricos la realización de una fantasía inconsciente de sus
años de pubertad, esto es, la del deseo de hallarse
continuamente embarazada, tener muchísimos hijos y
tenerlos del mayor número posible de hombres. Contra este
deseo se elevó naturalmente un poderoso impulso defensivo.
Pero dado que los continuos vómitos habían de desmejorar a
la paciente, haciéndole perder su belleza, de manera que no
pudiera inspirar a los hombres ningún deseo, resultaba que
también el proceso mental punitivo hallaba su realización en
síntoma. Aprobado así por ambos lados, podía este pasar a
la realidad. Esta forma de realizar un deseo nos recuerda la
empleada por la reina de los parthos con el triunviro Craso.
Suponiendo que era el ansia de riquezas lo que le había
llevado a declararle la guerra, hizo verter oro fundido en la
boca del cadáver de su enemigo, diciéndole: toma aquí tienes
lo que deseabas.

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Del sueño no sabemos hasta ahora, sino que expresa una
realización de deseos del inconsciente, y parece que el
sistema dominante preconsciente permite dicha realización
después de imponerle determinadas deformaciones.
El sueño puede dar expresión a un deseo del inconsciente
después de haberle impuesto toda clase de formaciones.

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