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Esquema del Psicoanálisis Resumen

Capítulo I “El aparato psíquico”

La psique está constituida por dos partes: la primera, un órgano corporal, el encéfalo, y la segunda,
nuestros actos conscientes.

De estas dos partes parten dos supuestos.

- El primero, referente a la localización, que la vida anímica es generada por un aparato, al que se
le atribuye ser extenso en el espacio y estar compuesto con varias piezas. Este aparato psíquico,
se ha descubierto gracias a los estudios del desarrollo individual del ser humano.
- Ell segundo, los procesos concomitantes somáticos son lo psíquico genuino y para hacerlo
primero prescinde de la cualidad de la conciencia.

La más antigua de las instancias psíquicas es llamada “Ello”. Su contenido es todo lo heredado, lo que se
trae de nacimiento; principalmente, las pulsiones, que provienen de la organización corporal y se
expresan mediante el ello.

El “Yo”, es otra instancia del aparato psíquico, es una parte desarrollada del ello, bajo la influencia del
mundo real-objetivo, conocido mediante la percepción de estímulos, a través de diversos órganos.

El yo medio entre el ello y el mundo exterior; además, dispone de los movimientos voluntarios, tiene la
tarea de autoconservación, que cumple utilizando la memoria para almacenar experiencia sobre los
estímulos y reaccionar de diferente manera, según la intensidad del estímulo (huida o adaptación).
Coordina la actividad, enfocada a modificar el mundo, para satisfacer las pulsiones, pudiendo también
desplazarlas o suprimirlas totalmente. Las tensiones de objeto que surgen, son registradas mediante el
displacer, el yo busca el placer y evita el displacer, que genera angustia.

En la infancia, cuando el ser humano depende completamente de sus padres, se forma dentro del yo
otra instancia, producto del influjo de otro(s), especialmente de los padres, y que prolonga el influjo de
estos, el superyó.

Los “otros” que influyen en la formación del superyó son la sociedad y la cultura, otras formas de
autoridad como maestros, doctores, héroes de la comunidad, otros miembros de la familia y las
tradiciones, heredan al niño un código moral y valorativo que determina sus actitudes y motivaciones en
la etapa adulta, al igual que en el ello, se habla de una herencia del pasado, no genético, de un pasado
asumido por otros, mientras que el en yo está dirigido por lo que el mismo individuo a vivenciado.

Cuando una acción, realizada por el yo, cumple los requerimientos del ello, del superyó y de la realidad
objetiva, esa acción será correcta. Este esquema general del aparato psíquico habrá de considerarse
válido también para los animales superiores; sin embargo, la psicología animal aún no ha abordado esta
propuesta.

Capitulo ll. Doctrina de las pulsiones

Llamamos pulsiones a las fuerzas que suponemos tras las tensiones de necesidad del ello, representan
los requerimientos que hace el cuerpo a la vida anímica, aunque son de naturaleza conservadora, de
todo estado alcanzado por un ser brota un afán por reproducir ese estado tan pronto se lo abandono.
Hemos averiguado que las pulsiones pueden alterar su meta (Mediante el desplazamiento) también,
pueden sustituirse unas a otras al traspasar la energía de una pulsión sobre otra.

Hemos resuelto a aceptar dos pulsiones básicas: “Eros y pulsión de destrucción “(La oposición entre
pulsión de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como la otra entre amor yoico
y amor de objeto, se sitúan en el interior del Eros).
Eros: La meta es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas o sea una ligazón.

Pulsión de destruccion: la meta es, al contrario, disolver nexos y así destruir las cosas del mundo.

Así mismo la pulsión de destrucción, podemos pensar que aparece como su meta última transporta lo
vivo al estado inorgánico, por eso también la llamamos “pulsión de muerte”, suponemos que lo vivo
adivino más tarde que lo inerte y se generó desde esto, la pulsión de muerte responde a la fórmula
consignada, a saber, que una pulsión aspira al regreso a un estado anterior.

En cambio, no podemos aplicar a Eros esa fórmula, esto presupondría que la sustancia viva fue otra una
unidad luego desgarrada y que ahora aspira a su reunificación.

Las dos pulsiones básicas producen efectos una contra la otra o se combinan entre sí, por ejemplo en el
acto de comer es una destrucción del objeto con la meta última de la incorporación; es el acto sexual,
una agresión con el propósito de la unión más íntima. Esta acción conjugada y contraria de las dos
pulsiones básicas produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida.

Representamos un estado inicial de la siguiente manera: La integra energía disponible de Eros. Que
desde ahora llamaremos “Libido” está presente en el yo-ello todavía indiferenciado y sirve para
neutralizar las inclinaciones de destrucción simultáneamente presentes. Esta última produce efectos en
el interior como pulsión de muerte, sólo comparece ante nosotros cuando es vuelta hacia afuera como
pulsión de destrucción. Con la instalación del Superyó, montos considerables de la pulsión de agresión
son fijados en el interior del yo y allí ejercen efectos autodestructivos.

Es difícil enunciar algo sobre el comportamiento de la libido dentro del ello y dentro del superyó, todo lo
que sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacena inicialmente todo el monto
disponible de libido, llamamos “Narcisismo” primario absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo
empieza a investir con libido las representaciones de objetos, a trasponer libido narcisista en libido de
objeto.

Una de las características de importancia vital es la movilidad de la libido, la presteza con que ella
traspasa de un objeto a otro. Es innegable que la libido tiene fuentes somáticas, y afluye al yo desde
diversos órganos y partes del cuerpo, entre los lugares del cuerpo de los que parte esa libido se les
denomina como Zonas Erógenas, pero en verdad el cuerpo íntegro es una zona erógena tal.

Capítulo V. La interpretación de los sueños

El sueño como es de todos bien consabido, puede ser confuso, ininteligible sin sentido alguno; llegado el
caso, sus indicaciones contradicen todo nuestro saber de la realidad y nos comportamos como unos
enfermos mentales pues, mientras soñamos atribuimos a los contenidos del sueño una realidad
objetiva.

El estudio del trabajo del sueño nos enseña mediante un destacado ejemplo , como un material
inconsciente, un material originario y reprimido se impone al yo, deviene preconciente y en virtud de la
revuelta del yo, experimenta las alteraciones que conocemos como desfiguración onírica.

Las pruebas de la participación del ello inconsciente en la formación del sueño son:

a) La memoria del sueño es mucho más amplia que la del estado de vigilia. El sueño trae recuerdos que
el soñante ha olvidado y le eran-inasequibles en la vigilia.

b) El sueño usa sin restricción alguna unos símbolos lingüísticos cuyo significado el soñante la mayoría
de las veces desconoce.
c) La memoria del sueño reproduce muy a menudo impresiones de la primera infancia del soñante, de
las cuales podemos aseverar de manera precisa que no sólo han sido olvidadas, sino que devinieron
inconscientes por obra de la represión. Sobre esto se basa la ayuda, indispensable las más de las veces,
que el sueño presta para reconstruir la primera infancia del soñante, cosa que nosotros intentamos en el
tratamiento analítico de las neurosis

d) Además, el sueño saca a la luz contenidos que no pueden provenir de la vida madura ni de la infancia
olvidada del soñante. Nos vemos obligados a considerarlos parte de la herencia arcaica que el niño trae
congénita al mundo, antes de cualquier experiencia propia, influido por el vivenciar de los antepasados.
Y luego hallamos el pendant de ese material filogenético en las sagas más antiguas de la humanidad y en
las supervivencias de la costumbre.

El trabajo del sueño es, pues, en lo esencial, un caso de elaboración inconsciente de procesos de
pensamiento preconcientes. Hay, sobre todo, una llamativa tendencia a la condensación, una inclinación
a formar nuevas unidades con elementos que en el pensar de vigilia habríamos mantenido sin duda
separados.

El desplazamiento, otra propiedad del trabajo del sueño, de intensidades psíquicas (investiduras) de un
elemento sobre otro, de suerte que a menudo en el sueño manifiesto un elemento aparece como el más
nítido y, por ello, como el más importante, pese a que en los pensamientos oníricos era accesorio; y a la
inversa, elementos esenciales de los pensamientos oníricos son subrogados en el sueño manifiesto sólo
por unos indicios mínimos.

Todo sueño en tren de formación eleva al yo, con el auxilio de lo inconsciente, una demanda de
satisfacer una pulsión, si proviene del ello; de solucionar un conflicto, cancelar una duda, establecer un
designio, si proviene de un resto de actividad preconciente en la vida de vigilia. Ahora bien, el yo
durmiente está acomodado para retener con firmeza el deseo de dormir, siente esa demanda como una
perturbación y procura eliminarla. Por ejemplo, si el soñante anuncia una necesidad de comer, sueña
con un soberbio banquete y sigue durmiendo. Desde luego, tiene la opción entre despertarse para
comer o continuar su dormir, si se decide por lo último y quedo satisfecho mediante el sueño. Al menos
por un rato, si el hambre persiste, no tendrá remedio que despertar.

La tesis de que el sueño es un cumplimiento de deseo será recibida con incredulidad si se recuerda
cuántos sueños poseen un contenido directamente penoso o aun hacen que el soñante despierte presa
de angustia. No se debe olvidar que el sueño es en todos los casos el resultado de un conflicto, una
suerte de formación de compromiso. Los sueños de angustia son casi siempre aquellos cuyo contenido
ha experimentado la desfiguración mínima. Si la demanda de lo inconsciente se vuelve demasiado
grande, a punto tal que el yo durmiente ya no sea capaz de defenderse de ella con los medios de que
dispone, esta resigna el deseo de dormir y regresará a la vida despierta.

Para finalizar; los mecanismos inconscientes que hemos discernido merced al estudio del trabajo del
sueño, y que nos explicaron la formación de este, permiten también inteligir las enigmáticas
formaciones del síntoma en virtud de las cuales las neurosis y psicosis reclaman nuestro interés. Una
coincidencia como esta no puede menos que despertar en nosotros grandes esperanzas.

El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo cual tiene que
solventar grandes fastos de contrainvestiduras. El yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros
tenemos que acudir en su ayuda.

Capítulo VI. La técnica psicoanalítica

Es preciso entender cómo funciona en trabajo del psicoanalista ante su paciente, la forma en la que se
enfrenta a la psicopatología, llámese psicosis o neurosis.
El Yo tiene la tarea de responder a tres demandantes -la realidad externa, el Ello y el Súper yo-
manteniendo una organización óptima de estas instancias y sus requerimientos. Los estados
psicopatológicos, como se ha revisado, son la expresión de una desorganización de estas instancias
psíquicas, es decir, un debilitamiento del Yo ante la demanda de tareas exigidas.

En la psicoterapia, el analista y el Yo trabajan en conjunto para que este Yo debilitado pueda volver a
regir adecuadamente, y combatir las exigencias del Ello, el Súper yo y el mundo externo.

La primera herramienta para esta lucha es la total sinceridad de ese Yo debilitado, es decir, todo el
material del que disponga, material que el psicoanalista deberá revisar exhaustivamente. Este trato, sin
embargo, no es fructífero en todo momento. En un caso de psicosis, el Yo ni siquiera podría mantener
coherencia, coherencia que es necesaria para el manejo del material por parte del terapeuta, si no hay
tal coherencia, corresponde aquí determinar de qué estrategias nos ayudaremos para recabar el
material psíquico. Con los neuróticos por otra parte, el debilitamiento del Yo,a pesar de ser grave, ha
mostrado mayor capacidad de resistencia, y el trabajo del analista será más fluido.

Pero ¿Qué abarca dicha sinceridad por parte del Yo? Cuando se hace referencia a todo el material, se le
pide al sujeto no sólo las cosas que sabe, sino también las que no sabe, es decir, debe informarnos de
todo lo que acontece en su mente, sea agradable o desagradable, para el terapeuta, todo este material
resulta valioso, pues a menudo, gran parte de este deviene de inconsciente.

Aquí entre en juego otro factor importante en la terapia, y es la visión del Yo ante el analista, que más
que un amigo a quien le cuenta sus penas, reconoce en el analista una imagen de Súper yo, que por lo
general puede ser alguna persona importante como un familiar, por ejemplo, sobre la cual el paciente
pueda poner una carga o transferencia. Esto mismo puede ser muy benéfico -en el sentido de recurso- ,
pero también peligroso.

Esta transferencia es ambivalente, es decir, puede incluir actitudes positivas y negativas.

De forma positiva, se puede entender a este proceso como una palanca para el psicoanalista en el
sentido de tener el visto bueno del paciente, el cual busca agradar y colaborar, cosa que facilita el
trabajo terapéutico. Como ya habíamos mencionado, el analista también adquiere para el paciente el
papel de un Súper yo, el cual puede educar a ese Yo debilitado, sin olvidar que su papel el dar fortaleza a
ese Yo, más no adoctrinarlo nuevamente, respetando la peculiaridad del paciente. Y finalmente, otra
ventaja de esta transferencia positiva, es la escenificación que el paciente haga respecto a su vida,
representa, además de informar.

Es importante no olvidar que por ser ambivalente, esta transferencia puede traer actitudes negativas
del paciente hacia el analista, justamente por el vínculo que ese Yo haya desarrollado con el Súper yo
que ha transferido. Si, por ejemplo, la transferencia fuese del padre, así como se muestra una
obediencia por cortejo -por deseo erótico-, se puede mostrar una desobediencia, o bien, una cuestión
erótica que busca satisfacerse. Aquí el papel del analista ante estas demandas debe ser rígido, no ceder
por ningún motivo, ni de la forma más sútil.

Si el analista corresponde a dichas transferencias puede conllevar un gran peligro como el que el
paciente desconozca su naturaleza y lo considere como una nueva vivencia dando lugar a la creencia de
haberse enamorado. Por ello el analista deberá tener como objetivo quitarle en cada caso esa peligrosa
ilusión, mostrándole que es un espejismo del pasado, si no se hace de esta manera y el analista lo hace
de forma brusca, comprometerá el trabajo analítico dando paso a un odio por parte del paciente.

Lo anterior es importante porque se debe de considerar que para fortalecer al yo debilitado se tiene que
partir de la ampliación del conocimiento de sí mismo del paciente, y este material el analista lo obtendrá
de lo que le significan las comunicaciones, asociaciones libres, lo que muestra en las transferencias, lo
que extrae de la interpretación de los sueños y lo que deja traslucir el paciente por sus operaciones
fallidas; permitiendo esto establecer construcciones sobre lo que le ha ocurrido en el pasado y ha
olvidado, así como lo que le ocurre en su interior y no comprende.
El analista debe de evitar dar abruptamente las deducciones a las que se llega, haciéndolo en el
momento más oportuno, si no se hace de esta forma puede provocar un violento estallido de
resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la haría peligrar.

Como es el caso del estallido de resistencia; se debe de considerar que el yo se protege mediante
contrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados originarios del ello inconsciente y reprimido,
y están ahí para que el yo funcione normal. Mientras más amenazado se sienta el yo más resistentes se
harán dichas contrainvestiduras; dicha intensidad de las investiduras será entonces la resistencia a la
represión. El fin del analista será entonces mover al yo para que venza sus resistencias y acepte la guía y
auxilio del analista. En este sentido el desenlace puede ser que el yo acepte de nuevo una exigencia
pulsional hasta entonces rechazada o vuelva a desestimarlo de manera definitiva. Vencer las resistencias
demanda el mayor tiempo en la terapia, pero es el mayor logro y conlleva una ventaja en la alteración
del yo, que se conserva independiente del resultado de la transferencia.

Hay otros factores que pueden ser fuente de resistencia, los cuales el paciente desconoce y no tienen un
punto de partida del Yo como tal. Freud los denomina de forma general como “Necesidad de estar
enfermo”. El primero es el sentimiento de culpa, aunque el paciente no lo registre conscientemente.
Esta culpa puede devenir de un Súper yo muy duro, que no permite al paciente sanar porque no lo
merece. Con esta culpa, el trabajo del analista se vuelve poco eficaz, no solo porque podemos llegar a
pensar en que no hay padecimiento, sino porque dicha culpa puede llegar a somatizarse. Lo que
corresponde hacer con esta resistencia es hacerla consciente y al mismo tiempo, tratar de quitar dureza
a ese Súper yo.

La segunda es la pulsión de destrucción hacia uno mismo. Con esto hacemos referencia a aquellas
personas cuya pulsión de autoconservación parece estar dañada, por lo que solo buscan dañarse o en
otros casos, el suicidio. Estos pacientes no responden al tratamiento y no lo toleran, Freud menciona
incluso que ni siquiera lo ha logrado esclarecer del todo.

Dejando de lado esto, retomemos el punto principal ¿Qué hacer ante la psicopatología, específicamente
ante un Yo neurótico? Lo principal es llenar lagunas anímicas, es decir, hacer partícipe al paciente en una
interpretación intelectual; después, logramos una trasferencia -como autoridad, es decir, como Súper
yo-alentamos en la lucha contra las pulsiones del ello, a vencer resistencias y se busca restablecer un
orden del Yo tomando contenido inconsciente. Con todo esto, elevamos nuevamente el rango del Yo. Al
mismo tiempo el paciente, motivado por un deseo de curarse y por el interés intelectual despertado por
el tiempo de sesión, hace más eficaz este trabajo; y aun con las transferencias negativas o resistencia
que pudieran presentarse, o incluso otros factores que pudieran ralentizar o complicar el trabajo del
analista, el resultado dependerá de nuestra energía puesta en la campaña, así como la del paciente.

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