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RESUMEN EDUCACIÓN FÍSICA

Antes, durante y después de una programación de ejercitación física, sea de


carácter aeróbico o anaeróbico se debe recurrir a una serie de herramientas que
ayudan a facilitar el aprovechar las capacidades físicas de un individuo al máximo;
véase: el estiramiento, calentamiento, pero esencialmente, el pulso. Concretamente,
el pulso no es más que el latido del corazón, que en forma de onda propaga la
sangre a lo largo de las arterias. Su utilidad lo convierte en un recurso elemental
para determinar el grado de intensidad del ejercicio al que se somete una persona,
discernir su condición física y delimitar los períodos de recuperación.

Lógicamente, al pulso se le puede entender como una magnitud física, pues


es algo que se puede cuantificar en una serie de valores como resultado de (en este
caso) una frecuencia específica. De ahí sucede el concepto de la Frecuencia
Cardíaca, que mide el ritmo al que el corazón se expande y se contrae, o en otras
palabras, el ritmo al que late. Matemáticamente se entiende como pulsaciones o
contracciones por minuto (p.p.m.).

El pulso puede tomarse con la yema de los dedos índice y medio, sin
necesidad de instrumento o artilugio técnico, es tan fácil como presionarlos
suavemente en la faz de: la sien, el femoral, la parte interna del brazo; la arteria
humeral, la muñeca, radial, en la parte dorsal del pie; pedia, o en la arteria apical; en
la tetilla izquierda del pectoral, o en la arteria carótida; entre el hueso y el tendón
sobre ella. Tras sentir los latidos, deben contarse durante una cantidad de tiempo
que tenga un múltiplo equivalente a 60. Por ejemplo: 10 segundos × 6, 15 segundos
× 4 o 12 segundos × 5. De esta forma, obtenemos nuestras pulsaciones por
minuto.

En promedio, la frecuencia cardíaca varía entre las 60 p.p.m. y 80 p.p.m.


cuando se está en reposo, es decir, cuando no se está realizando ninguna actividad
que implique un potencial energético mayor al normal. De acuerdo a esto, se puede
asumir que mientras más actividad se realice, se amerita un mayor consumo de
energía; y mientras más energía haya, incrementa la temperatura corporal y la
frecuencia respiratoria, generando sudoración y descargas repentinas de ATP
(Adenosín Trifosfato) en las mitocondrias de las células.

En el caso de las oportunidades en las que se está ejercitando el cuerpo


físicamente, las pulsaciones pueden oscilar entre los 90 p.p.m. y 220 p.p.m. en
atención a la intensidad del ejercicio y del tipo de capacidad que se necesita para
sustentarlo. Mayormente se requiere del sistema aeróbico para los ejercicios de baja
intensidad, por medio del cual el cuerpo produce energía (ATP) empleando hidratos
de carbono y grasas.

Ejercicios de capacidad aeróbica:

● Entre 90 y 120 p.p.m. (muy poca intensidad)


● Entre 130 y 150 p.p.m. (baja intensidad)
● Entre 160 y 170 p.p.m. (mediana intensidad)

Aquellos por encima de estos valores, caben en el funcionamiento del


sistema anaeróbico, donde por falta de oxígeno y por el hecho de que no se
necesita implícitamente de la presencia de este elemento, el cuerpo utiliza otros
mecanismos para producir el ATP respectivo, como la glucólisis, o las reserva de
energías de los músculos que se ven alteradas cuando se hipertrofian.

Ejercicios de capacidad anaeróbica:

● Entre 190 y 200 p.p.m. (alta intensidad)


● Entre 210 y 220 p.p.m (muy alta intensidad)

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