Está en la página 1de 5

20. EL COSTUMBRISMO.

LA FUERZA DEL PENSAMIENTO Y LA ESCRITURA DE


MARIANO JOSÉ DE LARRA. RAMÓN MESONERO ROMANOS Y SUS ESCENAS
MATRITENSES. SERAFÍN ESTÉBANEZ CALDERÓN Y LAS ESCENAS ANDALUZAS.
FERNÁN CABALLERO Y LA TRANSICIÓN HACIA EL REALISMO.

COSTUMBRISMO

El costumbrismo es una forma propiamente romántica por lo que tiene de querer


conservar elementos populares y castizos, costumbres inveteradas. No participa de lo que
tiene esta corriente general de violencia, ritmo y movimiento pero forma parte de interés
cultural más general por lo histórico, por la descripción de monumentos, anotaciones de
viajes, evocaciones del pasado, leyendas. Además, poco a poco la gente va conociendo cada
vez más, y abriéndose a las tradiciones de otras regiones.
Venía anticipado por las formas satíricas ilustradas, pero no tiene la intención de
reforma del siglo anterior que, ingenuamente, parte del supuesto de una conciencia moral de
valor universal. Aquí lo importante es la costumbre, lo típico y pintoresco, y por lo que hay de
melancólico: esa costumbre va a desaparecer. Lo “pintoresco” es algo propio de esa época y
los costumbristas toman de los plásticos gran parte de su nomenclatura: esbozo, retrato,
cuadro, boceto.
Otra característica importante de este género es que está ligado al periodismo, lo cual
constituye un modo de comunicación secuencial con el lector. El autor costumbrista adopta un
estilo que le define: más benévolo o irónico, triste o simpático, misántropo o sociable… Esto
se refleja en los pseudónimos que solían utilizar.
Entre 1820-1830 sobresalen Larra, Mesonero y Estébanez Calderón en revistas y
periódicos. Publican sus Artículos (Larra, 1835-37), Panorama matritense (Mesonero, 1835)
y Escenas andaluzas (Estébanez, 1846). A ellos se suman otros escritores: Antonio Flores,
Modesto Lafuente, etc. Y un libro colectivo: Los españoles pintados por sí mismos, de 1834-
44. Por un lado los costumbristas pretendían salvar un mundo que se iba, el alma castiza de la
nación. Por otro, testimoniar un mundo cambiante y defender a España de la visión de los
extranjeros, algo deformada, con una descripción de sus tipos y costumbres realista. También
censurar los defectos de la sociedad española. Larra era crítico profundo y Mesonero más
superficial. La importancia del costumbrismo romántico fue grande. Con sus métodos de
observación y análisis de la realidad abrió el camino a la novela realista.
En los años 40 se hace también muy popular Wenceslao Ayguals de Izco, creador de la
industria de la literatura por entregas en España, fundador en 1843 de la Sociedad Literaria y
autor de innumerables folletines sociales y críticos (María o la hija de un jornalero, La
Marquesa de la Bella-Flor o el niño de la inclusa, Pobres y ricos o la bruja de Madrid).
Otros autores de éxito en esta línea fueron Pedro Mata, Juan Martínez Villergas, Antonio
Altadill o Enrique Pérez Escrich.

Características formales

El costumbrismo es un tipo de literatura menor, de extensión breve, que prescinde del


desarrollo de la acción o que la presenta muy rudimentariamente, limitándose a pintar como
un pequeño cuadro colorista, en el que se refleja el modo de vida de una época, una costumbre
popular o un tipo representativos. Hay quienes ven en el costumbrismo un parentesco con el
“género chico”, que responde a la visión del mundo como un teatro, y quienes ven en él el
origen (junto con la novela histórica) de lo que será la novela realista (piénsese por ejemplo
en Pereda). Algunos opinan que por su carácter moralizante la retrasó. Es indudable que en
cualquier caso tuvo una gran influencia. Hay modos muy distintos de enfocar el
costumbrismo: desde la postura comprometida de Larra hasta el estilo bonachón y apolítico de
Mesonero Romanos. Sin embargo todos tienen en común el interés por reflejar la sociedad
española de la época con fidelidad.

Los artículos de costumbres suelen comenzar por un título, epígrafe o lema, tras el que
sigue una breve reflexión sobre el tipo o escena que protagoniza el cuadro. Luego llega el
núcleo, condensado según un doble enfoque: escenario muy plástico y detallado o anécdota
que se asemeja al relato cuentístico (escena y tipo). Son importantes el elemento de nostalgia
y el efecto de sorpresa o asombro ante, por ejemplo, el defecto que se pretende criticar
(Vuelva usted mañana, de Larra). Los nombres de los protagonistas suelen ser muy
elocuentes. Mesonero Romanos, por ejemplo, llama a un viejo alegre “don Plácido
Cascabelillo” y a un pícaro “don Solícito Ganzúa”. Un mismo personaje puede aparecer en
varios artículos. En los comienzos del costumbrismo la escena es más importante que el tipo,
que sin embargo será el elemento central en la culminación del Costumbrismo. Surgen así
colecciones como Los españoles pintados por sí mismos (1843-44) o Madrid por dentro y por
fuera (1873). En estas se fija un comportamiento social relacionándolo con una determinada
profesión o lugar de procedencia. A pesar de su poca imaginación y de, a veces, su excesiva
intención moralizante, en la evolución de estas colecciones se puede ver cómo va cambiando
el panorama social español a lo largo del siglo XIX.

Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882)

Su seudónimo más importante fue “El Curioso Parlante”. Gran conocedor de la empresa
periodística. Pocos autores han sabido captar en su obra la esencia del Madrid castizo como
Mesonero Romanos. Mientras Estebánez Calderón buscaba sobre todo recrear el color local
andaluz en una prosa arcaica y poco natural, y Larra iba más allá de la mera descripción para
satirizar los vicios de su sociedad, Mesonero Romanos se situaba en una vía intermedia: sus
textos –escritos en un estilo ameno, llano y amable, desprovisto de toda pretensión–
constituyen un retrato lleno de vida de las calles, costumbres y gentes del Madrid
decimonónico y romántico. Desde su puesto de funcionario e inspector de obras públicas
municipales, tuvo una participación activa en la renovación urbanística de la capital española
durante el siglo XIX, de la que sus escritos son fiel reflejo. Su vocación literaria tiene su
origen precisamente en esta ocupación, no en balde su primer escrito fue una Guía de Madrid,
publicada en 1831. La excelente acogida que obtuvo por parte del público lo empujó a
dedicarse de manera seria y continuada al cultivo de su afición literaria, representada a partir
de entonces mediante sus colaboraciones en numerosos periódicos y revistas. Su primera
“escena” del Panorama matritense (1835-38) la publicó en la revista Cartas Españolas.
Anhelando un nuevo tipo de publicación que, al margen de las disputas ideológicas de
su época, pudiera llegar a un amplio espectro de público, en 1836 fundó el Semanario
Pintoresco Español, periódico literario conservador con grabados, bonito, que atrae ya
externamente. Se publicó de 1836 a 1957 y llegó a tener más de 5.000 suscriptores, lo cual fue
un éxito rotundo durante mucho tiempo. Este periódico tenía en el fondo una intención
ilustrada, docente y divulgativa. En estos artículos se ve una doble faceta de documentación
histórica y aguda observación de la realidad circundante. Los títulos de los cuadros son del
tipo: “La casa de Cervantes”, “El camposanto”, “La romería de San Isidro”, “Las tiendas”…
Tiene un cierto matiz irónico, pero no en la línea crítica, sino sensata. Hay algo de lo que en
nuestro siglo llamaremos personaje colectivo, que en este caso es la sociedad madrileña. Da
mucha importancia al acompañamiento iconográfico, a los grabados, que amplían el
contenido del artículo. En él dio a conocer sus artículos costumbristas, más tarde recogidos en
libros como Escenas matritenses (1842) y Tipos y caracteres (1862). En 1880 publicó su
autobiografía Memorias de un sesentón, muy simpática. Mesonero Romanos tuvo como
discípulo y continuador genial a Pérez Galdós.

Serafín Estébanez Calderón (1799-1867)

Tuvo una brillante carrera política (diputado, senador, consejero de Estado y ministro de
Guerra y Marina). Solía firmar como “El Solitario”. También liberal moderado y comprador
de libros que provenían de bibliotecas desamortizadas. Formación libresca y humanística;
especial vocación por la descripción y análisis de tipos y escenas. Llega a Madrid (desde
Málaga) en 1830 y desde el primer momento colabora en el Correo Literario y Mercantil.
También aparecerá su firma en otras publicaciones periódicas como Cartas Españolas y
Revista Española.
En 1846 publica en volumen Escenas andaluzas colorista, pintoresco y llamativo.
Siempre quiso escribir sobre su querida andalucía y contribuyó a crear la “imagen típica
española”, tanto por los tipos como por el lenguaje. Destacan artículos como “El bolero”, “Un
baile de Triana”, “Manolito Gázquez, el sevillano”. Su prosa es de gran verbosidad (debido a
su gran conocimiento de las obras del Siglo de Oro), revitaliza vocablos y locuciones
perdidas, pero acaba resultando farragoso. Se diferencia de Mesonero Romanos en que es más
castizo, más pintoresco. Pinta menos la clase media y más la popular, es más folklorista.
Conjuga en un mismo cuadro la escena y el tipo, y cuida elementos como el diálogo. En él la
nota moralizante está completamente ausente, su intención es entretener, dislocar el lenguaje,
hacer reír.
Publicó un volumen de Poesías (1831). También intentó unirse a la novela histórica con
Cristianos y moriscos. Novela lastimosa (1838). En esta obra es mucho más interesante el
choque entre la dos culturas que el argumento amoroso. Tuvo como gran admirador a Valera.

Mariano José de Larra (1809-1837)

Tuvo que exiliarse a Francia (a Burdeos) en 1813 al llegar Fernando VII por haber sido
su padre médico de José I. Larra solía recordar que su primera lengua fue el francés. Gracias a
la amnistía concedida por Fernando VII en 1818, la familia regresó a Madrid, y su padre se
convirtió en médico personal del hermano del rey Fernando. Larra estudió medicina en
Madrid, aunque no llegó a terminar la carrera; en 1825 se trasladó a Valladolid para cursar
derecho, estudio que continuaría en Valencia. En 1829 casó con Josefa Wetoret, en lo que fue
un matrimonio desgraciado que pronto acabó en separación. Pronto comenzaría Larra sus
amoríos con Dolores Armijo. En 1835 emprendió un viaje a Portugal, Londres, Bruselas y
París, donde conoció a Victor Hugo y Dumas. De regreso en Madrid, trabajó para los
periódicos El Redactor General y El Mundo. En esta época, la preocupación política
dominaba en sus escritos. Además, decidió intervenir en la política activa a favor de los
conservadores, e incluso llegó a ser elegido diputado por Ávila (1836), aunque el motín de La
Granja impidió que entrara en funciones. Su creciente desaliento e inconformidad ante los
males que asediaban a la sociedad española y el dolor que le produjo su separación definitiva
de Dolores Armijo, quedaron reflejados en su escrito El día de difuntos de 1836, publicado en
El Español, y en el que detrás de su habitual ironía aparecía un hondo pesimismo. Tras una
nueva discusión con Dolores Armijo, se suicidó de un pistoletazo en su domicilio, a los
veintiocho años (en febrero de 1837). Aunque no compartió los postulados literarios del
romanticismo, su agitada vida y su muerte lo acercan a los ideales y modelos románticos. Su
figura sería reivindicada, años más tarde, por los integrantes de la Generación del 98. La
muerte del escritor, en su momento, fue muy comentada y con ocasión de su entierro se dio a
conocer Zorrilla como poeta.
Suele decirse que los años que residió en Francia podrían estar en el origen de su
acerado sentido crítico con la realidad de España. Sus primeros escritos son poemas de tipo
neoclásico. Su primera aparición en el ámbito que le daría la fama es la publicación en 1828
de las cinco entregas del El Duende Satírico del Día. En este “folleto” aparecen sus primeros
artículos, algunos de los cuales (“El café” por ejemplo) sigue conservando algún interés. En
ellos se ve todavía una dedicatoria a Boileau y sus lecturas de Moratín. De más vuelos es El
Pobrecito Hablador, otra nueva revista que aparece en 1832 y dura unos meses (ambas fueron
cerradas por la censura). También estaba redactado exclusivamente por él, pero su editor era
importante, las polémicas no son de circunstancias sino de fondo: sobre el arte neoclásico,
sobre el teatro. También tenía preparados otros artículos, en los que se empieza a ver en ellos
la ideología liberal del autor, que fueron censurados por los editores. Tenía 23 años y se puede
apreciar un excelente talento literario. Después de sus intentos de publicar revistas propias
colabora en publicaciones ajenas y prepara El doncel de don Enrique el Doliente (novela
histórica, 1834) y Macías (drama histórico, 1834). Por estas fechas firma la mayor parte de
sus artículos con el nombre de Fígaro y los publica en la Revista Española (especialmente las
críticas de teatro, con el seudónimo de “Fígaro”) y El observador. En 1835 se publica el
primer tomo de Fígaro. Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de
costumbres (ya el título habla de la variedad del contenido). Gran éxito literario. Su visión
política es perspicaz y le lleva al desaliento y a atacar con sarcasmo lo que considera que no
va bien. Critica tanto la decepción tras las revoluciones liberales europeas de 1830 como los
problemas nacionales. Condena la moderación política y a los radicales. También tiene
artículos más sociales, sobre las cárceles o las penas de muerte.
En 1835 en su viaje a Portugal, Inglaterra y Francia, ve ciertas modernizaciones que
quiere trasladar España. A su vuelta el ambiente político está muy exaltado. Escribe reseñas
muy elogiosas de los grandes éxitos de los dramas románticos españoles, pero al mismo
tiempo critica el retraso que encuentra. Piensa que la literatura puede ayudar a la
modernización. Su artículo Literatura es un repaso pesimista de la historia de la literatura
española y un proyecto en el que propone la fusión de lo clásico y lo romántico en una
literatura que sea útil y ayude a mejorar el país. Está en un momento más moderado pero ve
que todo va a peor: su vida personal, profesional y el país. Empieza a colaborar en El
Europeo, y sus artículos son cada vez más negativos, muestra un gran hastío y una gran
indiferencia ante las alternativas concretas de la política del momento.

Larra por temperamento era más bien clásico, y en sus primeros poemas tiene como
modelos a Quintana y Lista. Mas que costumbrista es satírico. Su estilo encuentra su perfecto
acomodo en la prensa periódica, que le “obliga” a adoptar su concisión y brevedad en la
exposición del tema. Al mismo tiempo, Larra aporta una gran dignidad literaria al género. Al
principio sigue el modelo de la sátira clásica (en tercetos encadenados), después sigue el
modelo de los extendidos artículos de costumbres (fijándose especialmente en Jouy, francés)
y el del ensayo. Por su preocupación por la modernidad y por la expresividad y fuerza
moderna de su prosa Larra se ha convertido en uno de los mayores escritores de ese siglo.
Sus artículos tratan de costumbres sociales, políticas y literarias. Espíritu mordaz que
ironiza sobre personajes y situaciones, pero dando al mismo tiempo meditadas soluciones.
Larra propone el amor por la verdad y el trabajo frente a la mediocridad, a la pereza física e
intelectual y pensaba que el remedio a todos los males es el despertar cultural de la nación.
Dentro de los más conocidos están:
— políticos: Dios nos asista, Fígaro de vuelta.
— costumbres: Vuelva usted mañana, sobre la burocracia, Quiero ser artista sobre la
ignorancia de actores y escritores. En este país, donde critica la manía de poner verde todo lo
español (por parte de los propios españoles), El casarse pronto y mal.
— teatrales: Son también muy importantes sus reseñas teatrales (quizá forman el mayor
número si se clasifican por temas), en las que es un genio para captar la esencia de lo que se
está representando, tanto en España como en el extranjero (El trovador, Los amantes de
Teruel, Hernani). Cierta tendencia a los clásicos en comedia, pero no le gusta tanto la
tragedia.
— literarios: Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su
estado actual. Su porvenir. Profesión de fe.
No se considera un escritor “romántico”, considera ese término una denominación de
escuela sin vida. Por ser él de formación neoclásica le cuesta aceptar las nuevas corrientes,
aunque se va notando una progresiva apertura hacia ellas. Poco a poco dice que ha cambiado
la mentalidad y que por lo tanto debe cambiar el modo de expresar las ideas. Piensa que el
cambio de mentalidad ha sido debido a los cambios políticos: independencia de EE.UU.,
Revolución francesa, formación de los Estados modernos. Tiene rasgos ilustrados como la
búsqueda de la regeneración del país por medio de la instrucción y la educación, utilización
de la prosa, preferencia por el retrato antes que por la imaginación, búsqueda de cierta
veracidad. Durante mucho tiempo Larra participa de una corriente de pensamiento muy
difundida en su época como es la del progreso universal del hombre (dentro de una
concepción católica), pero pronto pondrá junto a esta condición el interrogante de si el
hombre cada vez va a conseguir ser más feliz. Este escepticismo nos lo hace muy cercano
hoy.
La subida al poder de Mendizábal provocó un sentimiento de euforia entre los liberales,
que pronto acabó en frustración y cinismo en 1836. Larra veía cómo la contradicción entre las
ideas liberales y la realidad se producía también en España. La realidad traicionaba las
aspiraciones. A mediados de 1836 el compromiso de Larra con la reforma liberal se había
convertido en una enfermedad romántica: alienación de las realidades presentes del
liberalismo en la práctica y duda radical acerca del futuro. Lejos del distanciamiento crítico,
manifiesta en su obra la idea romántica de que sólo la subjetividad es verdad. Larra, en sus
últimos artículos ("El día de difuntos", "La nochebuena de 1836") adopta la forma del yo
romántico, irreconciliable consigo mismo y con los demás. Imagen prototípica del poète
maudit, un alma demasiado angustiada por su sensibilidad y su extraordinaria lucidez como
para sobrevivir en el mundo hostil y monótono de la existencia social, en sus aspectos
públicos (políticos) y privados (fracaso amoroso).

También podría gustarte