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La primera manifestación
visible de ese modo de vida es la de entrañas de
compasión. Literalmente de un corazón de compasión,
expresado en el sentimiento profundo hacia los demás
que desea llegar a la experiencia del afecto de Cristo.
El corazón impregnado de este tipo de amor, produce
una vida compasiva. Es el amor ilustrado en la razón
motivadora de las acciones compasivas del buen
samaritano en la parábola de Jesús (Le. 10:33 ss.). Es
el amor compasivo que Jesús mostró para con los
suyos (Jn. 13:1). La vida se orienta hacia quien no
tiene derecho y, por tanto, no puede reclamar nuestro
amor, buscando desinteresadamente el bien de otro y
no el propio (1 Co. 10:24). Todos los creyentes
estamos incluidos en la demanda, porque todos
tenemos que manifestar al mundo el vestido de que
estamos cubiertos, que busca los intereses del otro
antes de los privilegios propios. Ese es el gran ejemplo
de Jesús (2 Co. 8:9: Fil. 2:6). En relación con los
hermanos se establece la renuncia suprema que incluye
la propia vida (1 Jn. 3:16b).

Xpr¡cr.ó.r¡.a. El vestido de la benignidad, forma


también parte de la expresión visible de la vida
cristiana. Es lo opuesto a la malicia Ya la maldad del
corazón no regenerado. Tiene directamente que ver con
lo
LA VIDA EN CRISTO 305
que es justo y recto. Es la disposición del corazón que se manifiesta en hechos
bondadosos. No solo se trata de la bondad como cualidad, sino de ésta en acción. La
benignidad es una perfección propia de Dios. El salmista dice que debemos gustar y
ver que Dios es bueno. El creyente revestido de Cristo se manifestará como alguien que
de natural es afable, piadoso (Sal. 34:8). No se trata de debilidad, sino de entrega sin
resistencia a favor de otros. La benignidad se manifiesta en la dimensión admirable de
la entrega de Jesucristo: ''.Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero
fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció,
y no abrió su boca"(ls. 53:7). De otro modo habla Pablo esa benignidad:
"Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno
osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Ro. 5:7-8). La benignidad es la capacidad
de favorecer a todos, incluyendo a los ingratos y malos que no son merecedores de ese
trato. Así también en la relación hermanable:
''.Antes sed benignos unos con otros" (Ef. 4:32). Por formar parte del carácter moral de
Jesús, tiene necesariamente que ser producida por el Espíritu Santo en el creyente.
Expresando en cada momento de la vida cristiana el carácter de ser hijos de Dios, que
es capaz de favorecer a todos, incluyendo a los ingratos y malos, de modo que quien es
hijo de Dios en Cristo debe manifestarlo (Mt. 5:45). Lucas ajusta ese modo de actuar a
la benignidad de Dios "... porque Él es benigno para con los ingratos y malos" (Le.
6:35). La benignidad es una de las virtudes requeridas para el servicio (2 Ti. 2:24-26).
La primera manifestación visible de ese modo de vida es la de entrañas de compasión.
Literalmente de un corazón de compasión, expresado en el sentimiento profundo hacia
los demás que desea llegar a la experiencia del afecto de Cristo.
El corazón impregnado de este tipo de amor, produce una vida compasiva. Es el amor
ilustrado en la razón motivadora de las acciones compasivas del buen samaritano en la
parábola de Jesús (Lc. 10:33 ss.). Es el amor compasivo que Jesús mostró para con los
suyos (Jn. 13:1). La vida se orienta hacia quien no tiene derecho y, por tanto, no puede
reclamar nuestro amor, buscando desinteresadamente el bien de otro y no el propio (1
Co. 10:24). Todos los creyentes estamos incluidos en la demanda, porque todos
tenemos que manifestar al mundo el vestido de que estamos cubiertos, que busca los
intereses del otro antes de los privilegios propios. Ese es el gran ejemplo de Jesús (2
Co. 8:9: Fil. 2:6). En relación con los hermanos se establece la renuncia suprema que
incluye la propia vida (1 Jn. 3:16b).

El vestido de la benignidad, forma también parte de la expresión visible de la vida


cristiana. Es lo opuesto a la malicia Y a la maldad del corazón no regenerado. Tiene
directamente que ver con lo que es justo y recto. Es la disposición del corazón que se
manifiesta en hechos bondadosos. No solo se trata de la bondad como cualidad, sino de
ésta en acción.
La benignidad es una perfección propia de Dios. El salmista dice que debemos gustar
y ver que Dios es bueno.
El creyente revestido de Cristo se manifestará como alguien que de natural es afable,
piadoso (Sal. 34:8). No se trata de debilidad, sino de entrega sin resistencia a favor de
otros. La benignidad se manifiesta en la dimensión admirable de la entrega de
Jesucristo: ''Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado
al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió
su boca"(ls. 53:7).
De otro modo habla Pablo esa benignidad: "Ciertamente, apenas morirá alguno por un
justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. Mas Dios muestra su
amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros"
(Ro. 5:7-8).
La benignidad es la capacidad de favorecer a todos, incluyendo a los ingratos y malos
que no son merecedores de ese trato. Así también en la relación hermanable:

''.Antes sed benignos unos con otros" (Ef. 4:32). Por formar parte del carácter moral de
Jesús, tiene necesariamente que ser producida por el Espíritu Santo en el creyente.
Expresando en cada momento de la vida cristiana el carácter de ser hijos de Dios, que
es capaz de favorecer a todos, incluyendo a los ingratos y malos, de modo que quien es
hijo de Dios en Cristo debe manifestarlo (Mt. 5:45). Lucas ajusta ese modo de actuar a
la benignidad de Dios "... porque Él es benigno para con los ingratos y malos" (Lc.
6:35). La benignidad es una de las virtudes requeridas para el servicio (2 Ti. 2:24-26).

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