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LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

Saludos en Cristo Jesús.

1-Amor

II. Gozo

III. Paz

IV. Paciencia

V. Benignidad

VI. Bondad

VII. Fe

VIII. Mansedumbre

IX. Templanza

INTRODUCCION

La Biblia enseña que los que estamos en Cristo hemos sido llamados a
ser libres de las demandas de la ley de Moisés. Pero al mismo tiempo se
nos exhorta a no hacer uso de esta libertad como ocasión de la carne,
sino que no sirvamos unos a otros por amor (Gálatas 5:13).

Otra cosa que aprendemos es que no sólo debemos ser llenos del
Espíritu Santo sino que también debemos andar o vivir en el Espíritu. Si
lo hacemos así no daremos lugar a satisfacer los deseos de la carne
(Gálatas 5:16; Romanos 8:4-9, 12, 13). Para que esto sea una realidad, el
creyente tiene que cooperar con el Espíritu Santo. La Biblia se refiere a
esta actitud como autodisciplina o templanza. Con ese fin se nos manda
hacer morir las obras del cuerpo, es decir, de la carne pecaminosa. En
cambio, se nos presenta una lista de todas las cualidades o
características en que se ramifica el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23).
En 2 Pedro 1:5-7 se nos da otra lista del fruto del Espíritu. Allí se hace
énfasis en que el cristiano debe someterse con todo empeño y diligencia
a la voluntad del Espíritu Santo. Debemos agregar algo más a nuestra fe;
es decir, debemos incrementarla por medio de la práctica y el ejercicio, a
fin de que se vayan uniendo a ella otras virtudes igualmente importantes
en el desarrollo de la vida cristiana.

EXPOSICION BIBLICA

I. Amor

Filipenses 1:9-11;

1 Juan 4:7-11

Pregunta: ¿Qué clase de amor es el fruto del Espíritu?

Este es un amor abundante, continuo y fiel, como el que se describe 1


Corintios 13:4-7. Es un amor sublime, santo y abnegado que procede
inmenso amor de Cristo, derrama por el Espíritu Santo en nuestro
corazón. Es un amor humilde y generoso que no depende de un mero
sentimentalismo ni mucho menos de guste preferencias. Este es un amor
abarca el corazón y la mente del creyente. Es perceptivo, inteligente y
práctico. Es un amor que discierne y se esfuerza por escoger lo mejor y lo
que realmente agrada a Dios y a los demás seres humanos.

Pregunta: ¿Por qué dice Juan que todo aquel que ama es nacido de Dios
y conoce a Dios?

Aquí el apóstol Juan no habla del amor enfermizo, sentimental, emocional


y carnal que se hace pasar en el mundo por "amor". El se refiere más
bien a esa clase de amor que manifestó Dios al enviar a su Hijo
Jesucristo a morir en la cruz por nuestros pecados. Ese tipo de amor sólo
es posible cuando hemos nacido de nuevo (Juan 3:3). No hay otra
manera de conocer a Dios en forma personal, pues el conocerlo significa
reconocer, aceptar y experimentar su amor el cual nos ha sido otorgado a
nosotros en la persona de Cristo Jesús.
El amor como fruto del Espíritu es lo único que puede hacernos "sinceros
e irreprensibles para el día de Cristo". Este, a la vez, se convierte en la
base para el desarrollo de otros frutos de justicia "para gloria y alabanza
de Dios".

II. Gozo

Nehemías 8:10; Hechos 20:24

Pregunta: ¿Cómo podemos hacer distinción entre este fruto del Espíritu y
la alegría, la diversión y los momentos placenteros que se disfrutan en la
vida?

Este es un gozo profundo y firme que persiste victorioso aun cuando las
cosas no marchen nada bien. La persona mundana puede disfrutar de
cierta felicidad momentánea, pero en cualquier instante se puede quedar
sin ella. Los no cristianos no saben lo que es el verdadero gozo. El
escritor inglés y profesor de la universidad de Oxford, C. S. Lewis dijo que
su conversión del ateísmo había sido un asunto totalmente intelectual. El
estudió los postulados del evangelio y se dio cuenta de que la verdad
estaba del lado de Cristo. Después de sus descubrimientos no tuvo más
remedio que decirle a Jesús:

"Aquí me tienes, Señor, si me quieres." Pero el señor Lewis testifica que


más tarde lo sorprendió un torrente de gozo celestial.

Según la experiencia de Nehemías y de todo el pueblo, el gozo del Señor


viene como resultado de una actitud de consagración y entrega a Dios y a
su plan para nuestra vida. Ese gozo inunda el corazón cuando uno está
dispuesto a compartir todo lo que Dios le ha dado con los que no tienen
nada. El apóstol Pablo lo encontró cuando se dedicó sin reservas ni
egoísmo a seguir la "carrera" y cumplir el "ministerio" que había recibido
del Señor (Hechos 20:24).

III. Paz

Isaías 32:17

Pregunta: ¿A qué se refiere la Biblia cuando habla de la «paz" como fruto


del Espíritu?

Esta paz es más que una simple quietud o la ausencia de problemas en


la vida. Ella ofrece, ciertamente, un ambiente de tranquilidad y sosiego,
pero también incluye salud y bienestar espiritual, junto con la certidumbre
de que se está en buena relación con Dios. No hay desbordes de
ansiedad y angustia, porque hemos aprendido a abandonar con
confianza nuestra vida y nuestras circunstancias en las manos del Señor.
Esta paz de Dios nos ayuda a reconocer que El suplirá todo lo que nos
falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:9).
Nos hace confiar decididamente en Dios de tal manera que descansamos
en El en medio de las tormentas de la vida.

Es imposible pensar en expresiones de amor y gozo provenientes de un


corazón destrozado por la ansiedad y la congoja. O con una actitud de
contienda y malas relaciones con Dios y con los demás seres humanos.
El amor, el gozo y la paz siempre tienen que ir juntos. Cuando estos tres
se encuentran en acción, entonces el Espíritu Santo los usa para
desarrollar las demás facetas del fruto.

IV. Paciencia

Gálatas 5:22

Pregunta: ¿Pueden las fuerzas enemigas levantarse y atacar a una


persona cuyo corazón está lleno del amor, el gozo y la paz que da el
Espíritu Santo?

El Espíritu Santo nos ayuda a ser pacientes y de temperamento calmado


aun hacia esas personas que hacen todo lo posible por enojarnos o
hacernos daño. Solamente el poder del Espíritu nos da la fuerza
suficiente para no reaccionar de manera agresiva o con resentimiento
contra los que repetidamente nos ofenden y nos atacan de diversas
maneras.

Este aspecto del fruto del Espíritu nos ayuda a caminar la segunda milla,
dar la otra mejilla y resistir los insultos y las burlas que muchas veces
tenemos que sufrir, ya sea en lo personal o en las cosas de Dios.
Dios demostró su inmenso amor e infinita paciencia cuando envió a su
Hijo Jesucristo para que viniera a este mundo a dar su vida por los
pecadores, aun después de recibir tanta ofensa. (Vea Romanos 2:4; 9:22;
2 Pedro 3:9.) Jesús manifestó su amor al permanecer callado y soportar
con absoluta paciencia todas las injurias y el maltrato que sufrió cuando
estaba en manos de los pecadores (Isaías 53:7). Lo sublime de su
paciencia se echa de ver en que oró al Padre intercediendo por sus
enemigos (Lucas 23:34). Dios espera que nosotros también demostremos
ese mismo amor paciente hacia los que nos rodean (Efesios 4:1, 2).
¿Cómo vamos a demostrar la paciencia de Cristo y a desarrollar los
demás dones espirituales si persistimos en nuestro mal carácter hacia
aquellos por quienes murió Jesús? ¿Cómo podemos manifestar el amor,
el gozo, la paz y la benignidad como fruto del Espíritu Santo si
sucumbimos ante la tentación de la venganza? (Romanos 12:19; Efesios
4:2; Santiago 1:19).

Enseñanza práctica

Jesús ilustró el significado de la humildad cuando nos dio la ley sublime


de las relaciones humanas: "Al que quiera ponerte y quitarte la túnica,
déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por
una milla, ve con él dos" (Mateo 5:40, 41).

El verdadero sentido de estas dos declaraciones del Señor se puede


percibir mejor cuando se entienden las costumbres orientales con las
cuales se relacionan.

En primer lugar, una persona podía ser llevada a la corte para demandar
la entrega de su túnica. Pero de acuerdo con la ley de Moisés se podía
dar la capa como garantía o fianza (Exodo 22:26, 27). En tales casos, la
capa debía ser devuelta antes del anochecer. La capa no sólo servía de
día sino que también era necesaria para protegerse del frío durante la
noche. Pero aunque, legalmente, nadie podía quitarle la capa a otro
individuo, Jesús manda a sus seguidores que demuestren su paciencia al
dar no sólo la túnica sino también la capa. Eso era dar más de lo que
requería la ley.

En segundo lugar, un soldado romano tenía suficiente autoridad para


obligar a cualquier individuo a que le llevara una carga por una milla, sin
ningún pago, y sin poder protestar. Eso significaba una grave molestia.
Pero Jesús recomendó a sus discípulos que no se limitaran a llevar dicha
carga sólo por una milla, que era lo requerido, sino que demostraran su
capacidad de carácter y su paciencia llevándola por dos millas, con una
actitud de bondad y muy a gusto.

La verdadera paciencia, como fruto del Espíritu Santo, capacita al


cristiano para actuar de esta manera con toda naturalidad.

V. Benignidad

Santiago 3:13-18

Pregunta: ¿Cómo se explica la benignidad que viene del Espíritu Santo?

La persona que la posee es pacífica, sumisa, gentil, incapaz de


ofenderse. Siempre está dispuesta a cooperar en cualquier forma
necesaria para propiciar ese espíritu de unidad y concordia que tanto
agrada al Señor y que el Espíritu Santo bendice.

La benignidad se manifiesta en generosidad y en un deseo de hacer bien


a otras personas y de ponerlas en un mejor plano. Jamás usa las faltas
de otros para ponerlos en aprietos. Una persona benigna muestra
simpatía a los que sufren y se empeña en ayudar a resolver los
problemas de los demás. Ese es el individuo que da siempre la blanda
respuesta que quita la ira y se aleja de los choques y explosiones
temperamentales (Proverbios 15:1).

Enseñanza práctica

FRÁGIL. MANEJESE CON CUIDADO.

Cuando vemos este rótulo en un paquete o caja inmediatamente


reconocemos que dentro de ellos hay mercaderías u objetos que
demandan mucho cuidado para su manejo.

También se sabe que las perlas necesitan un cuidado muy especial. Si no


se lavan y se secan como debe ser, pueden dañarse. El ácido de la
transpiración del que las usa también puede destruirlas.
Estas dos ilustraciones quizá sirvan como ejemplo. El ser humano es
frágil y necesita un cuidado especial. Las emociones humanas son tan
delicadas como las perlas y deben ser tratadas con amor y benignidad.

VI. Bondad

Efesios 5:9

Efesios 5:8 indica claramente que este, así como todo el fruto del
Espíritu, es el producto de una vida llena de la luz del Señor. Estar
inundado de la luz de Dios es conocerlo más y más, a través de su
Palabra. Mientras más cerca andemos del Señor, más fácil se nos hace
desarrollar en nuestra vida el fruto del Espíritu Santo. Una de las
cualidades que surgen en una vida consagrada es la bondad: "Porque el
fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad" (versículo 9).

Pregunta: ¿Es posible ser bueno sin ser generoso?

No podemos manifestar "bondad", que es el fruto del Espíritu, sin ser


generosos y buenos con los demás.

En primer lugar, esto es algo que tiene que integrarse en lo íntimo de


nuestra naturaleza y de nuestro carácter. Cuando venimos a Cristo, nos
convertimos en nuevas criaturas: una nueva creación de Dios. Tenemos
que desarrollar esta nueva vida en Cristo para poder demostrar bondad,
justicia y verdad. Por otra parte, como lo hizo Jesús, debemos ir en busca
de los necesitados para ayudarlos y demostrarles nuestra bondad.

VII. Fe

Romanos 1:17; 10:17

Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre la fe como un don espiritual (1


Corintios 12:9) y como fruto del Espíritu (Gálatas 5:22)?

La fe como fruto del Espíritu se traduce mejor como fidelidad. En


Romanos 1:17 hallamos una cita que hace el apóstol Pablo de Habacuc
2:4. Este texto en hebreo tiene definitivamente el sentido de "fidelidad".
Pero debemos recordar que en el Nuevo Testamento jamás se habla de
la fe como una actitud mental solamente. Siempre se da la idea de
fidelidad y obediencia a Dios. En Gálatas 5: 19-23 se hace un contraste
bien marcado entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Esto es
también una prueba más de que la fe como fruto es esencialmente la
fidelidad del cristiano.

En cambio, como don del Espíritu Santo, la fe es la manifestación del


poder de Dios en obras y portentos. Puede hallar más información sobre
este tema en la lección de la semana próxima.

VIII. Mansedumbre

Salmo 22:26; 1 Pedro 5:5

Pregunta: ¿Con qué contrasta la Biblia la mansedumbre?

La mansedumbre es simplemente una actitud de humildad, opuesta


totalmente a la arrogancia, la vanagloria, el orgullo y el despotismo contra
los pobres y los débiles. La verdadera mansedumbre no se demuestra en
una degradación o subestimación de uno mismo. Ser manso significa
estar dispuesto a hacerse cargo de las tareas humildes y pequeñas. La
mansedumbre hace que la persona sea cortés, considerada y servicial
con los demás, sin importar quiénes sean. Esta virtud se manifiesta en la
modestia de la persona que la posee, pero a la vez ella misma capacha a
dicha persona para que se enfrente a cualquier tarea con plena
confianza. Otro aspecto de la mansedumbre es que no impulsa a la
persona a defenderse ni mucho menos atacar a los que le atacan. Lo que
hace es dejar su causa en las manos de Dios y esperar que el Espíritu
Santo se encargue de su situación. Y, por supuesto, Dios actuará a su
favor.

Enseñanza práctica

La manifestación de la mansedumbre en la vida del creyente pone a este


a salvo de presentarse a sí mismo primero. El mundo sustenta la errónea
opinión de que "Si uno no cuida de sus propios intereses, nadie lo hará".
Pero Jesús responde a esta actitud de la siguiente manera: "Muchos
primeros serán postreros, y postreros, primeros" (Mateo 19:30).
La mejor señal de madurez en el cristiano es que pone a Cristo en un
plano superior al suyo. Su crecimiento espiritual se da en proporción al
grado en 9ue exalte a Jesucristo y asuma una posición de humildad.

IX. Templanza

Tito 2:2

Pregunta: ¿Cuál es el significado fundamental de la templanza en la


Biblia?

La templanza no es una mera actitud de moderación. Es, más bien,


dominio propio que surge como resultado de la autodisciplina. El sentido
práctico de la templanza se da en 1 Corintios 9:25 donde se habla de la
autodisciplina de los atletas. "Todo aquel que lucha, de todo se abstiene."
Allí mismo se indica que -si ellos ejercen tanta disciplina, a fin ganar
trofeos materiales, ¡cuánto más los cristianos, que hemos emprendido
una carrera superior! El Espíritu Santo no siempre elimina
inmediatamente los deseos, impulsos y tendencias de la carne. Pero la
templanza que El implanta en el corazón nos ayuda a hacer morir esos
deseos, pasiones y apetitos carnales. En otras palabras, el Espíritu Santo
nos ayuda a autodisciplinarnos. Ser "sobrios", como lo expresa Tito 2:2
es algo que sólo ocurre cuando hemos recibido de parte de Dios ese
"espíritu de dominio propio" que El pone en nuestro corazón (2 Timoteo
1:7).

Enseñanza práctica

El amor, el gozo y la paz son sentimientos internos del corazón.

La paciencia, la benignidad y la bondad son cualidades cristianas de tipo


social.

La fe, la mansedumbre y la templanza son virtudes de la conducta


cristiana opuestas a la vida del mundo.

El fruto del Espíritu está en conflicto directo con las obras de la carne
LLENOS DE FRUTOS DE JUSTICIA ,QUE SON POR MEDIO DE
JESUCRISTO,PARA GLORIA Y HONRA DE DIOS.
Porciones de E. dominical -Editorial Vida.

LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO

Articulo I. De la naturaleza de los frutos Espíritu Santo.

Cuando con fervor se ha ejercitado uno largo tiempo en la práctica de las


virtudes, adquiere facilidad para cumplir sus actos. Ya no se sienten las
repugnancias que se sentían al principio No es preciso combatir ni
hacerse violencia hace con gusto lo que antes se hacía con sacrificio. Les
sucede a las virtudes lo mismo que a los árboles: los frutos de éstos,
cuando están maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable
sabor; lo mismo los actos de las virtudes, cuando han llegado a su
madurez, se hacen con agrado y se les encuentra un gusto delicioso.
Entonces estos actos de virtud inspirados por el Espíritu Santo se llaman
frutos ~ el Espíritu Santo, y ciertas virtudes los producen con tal
perfección y tal suavidad que a esos estos se los llama bienaventuranzas,
porque hacen que Dios posea al alma planamente.
Pues cuanto más se apodera Dios de un alma más la santifica ; y cuanto
más santa sea, más cerca está de la felicidad, que es donde, estando ya
la naturaleza como curada de su corrupción, se poseen las virtudes como
naturalmente. Los que tienden a la perfección por el camino de prácticas
y actos metódicos, sin abandonarse enteramente a la dirección del
Espíritu Santo, no alcanzarán nunca esta dulzura esta como especie de
madurez sin la virtud : sienten siempre dificultades y repugnancias :
combaten continuamente y a veces son vencidos y cometen faltas. En
cambio, los que orientados por el Espíritu Santo van por el camino del
simple recogimiento, practican el bien con un fervor y una alegría digna
del Espíritu Santo, y sin lucha, obtienen gloriosas victorias, o si es
necesario luchar, lo hacen con gusto.
De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble dificultad en la
práctica de la virtud que las fervorosas que se entregan de buena gana y
sin reserva : porque éstas tienen la alegría del Espíritu Santo que todo se
lo hace fácil, y aquéllas tienen pasiones que combatir y sienten las
debilidades de la naturaleza que impiden las dulzuras de la virtud y hacen
los actos difíciles e imperfectos. La comunión frecuente es un excelente
medio para perfeccionar en nosotros las virtudes y adquirir los frutos del
Espíritu Santo ; porque nuestro Señor, al unir su Cuerpo al nuestro y su
Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los
vicios y nos comunica poco a poco sus divinas perfecciones, según
nuestra disposición y como le dejemos obrar, por ejemplo: encuentra en
nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya pasó, ha dejado en
nuestro espíritu y en nuestro corazón una impresión, que queda como
simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. ¿Qué
hace nuestro Señor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento ;
destruye la impresión que se había grabado en nuestras potencias y
ahoga completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los
frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma
manera las raíces de cólera, de intemperancia y de los demás defectos,
comunicándonos las virtudes y sus frutos.

Artículo II: - De los frutos de caridad, de gozo y de paz.

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la
paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo : la caridad, porque
es el amor del Padre y del Hijo ; el gozo, porque está presente al Padre y
al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza ; y la paz,
porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.
Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro. La
caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios; el gozo nace de la
posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se
encuentra en el goce del bien poseído. La paz que, según San Agustín;
es la tranquilidad en el orden, - Mantiene al alma en la posesión de la
alegría contra toda lo que es opuesto. La caridad excluye todas las
demás alegrías; la paz, toda clase de turbación y de temor.
La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el
que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por
consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el
que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un
hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea
posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los
placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se
pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no
ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el
poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que
resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan
eminente como queráis ; que tenga además el don de profecía, de
discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. Y
yo os digo, que al menor grado de santidad que pueda tener este
hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo
eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más
excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos
razones.

La primera, porque participar de la santidad de Dios, es participar de


todo lo más importante, pos decirlo así, que hay en Él. Los demás
atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a
los hombres de tal manera que les sean naturales ; únicamente la
santidad no puede serles nunca natural.

La segunda, porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas


inseparables, y porque Dios no se da ni se une más que a las almas
santas, y no a las que sin poseer la santidad, posean la ciencia, el poder
y todas las demás perfecciones imaginables.
Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la
aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que
perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales,
perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.
No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos
del Espíritu Santo, por dos razones.
Primera: porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las
turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa
mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta
por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás no es nada.
Segunda : porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni
contentar plenamente. Vaciad el mar, y a continuación, echad en él una
gota de agua : ¿llenaría este vacío inmenso? Aunque Dios hiciera una
infinidad de criaturas cada vez más perfectas, no podrían todas juntas
llenar nuestra alma ; le quedaría siempre un vacío que sólo Dios puede
llenar. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el
dueño y es la que mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios.
Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza
donde se atrinchera. Por la paz, como que ataca y se apodera de todas
las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no
pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos
están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los
acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos.

Articulo III. De los frutos de paciencia y mansedumbre.

Los frutos anteriores disponen al alma a los de paciencia, mansedumbre


y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos
de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de
cólera, que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. Estas
dos virtudes combaten, pero no alcanzan la victoria sino a costa de
violentos esfuerzos y grandes sacrificios; mas la paciencia y la
mansedumbre, que son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos
sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto.

La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así
los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones y a la vista
de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le
cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma
sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al
tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en
ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión ; y hasta el
mismo demonio teme a esta alma y no se atreve a acercársele.

Artículo IV: - de los frutos de bondad y benignidad


Estos dos frutos miran al bien del prójimo. La bondad y la inclinación que
lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene. No
tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el
significado de benígnitas: y

la palabra benignidad, se usa únicamente para, significar dulzura; y esta


clase de dulzura consiste en, manejar los demás con gusto, cordialmente,
con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad
sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.

artículo V. Del fruto de longanimidad.

La longanimidad o perseverancia impide el aburrimiento y la pena que


provienen precisamente del deseo del bien que se espera, o de la lentitud
y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la
grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias. La
longanimidad hace, par ejemplo, que al final de un año consagrado a la
virtud seamos más fervorosos que al principio.

Artículo VI: Del fruto de la f e.

La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo
lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la
verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas
oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las
materias de la fe.
Para esto debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al
entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no poseer este
piadoso efecto, los judíos, aunque convencidos por los milagros de
Nuestro Señor, no creyeron en Él, porque tenían el entendimiento
oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo que sucedió a los
judíos, respecto a la esencia de la fe, nos sucede con frecuencia a
nosotros en la tocante a la perfección de la fe, es decir, de las cosas que
la pueden perfeccionar y que son la consecuencia de las verdades que
nos hace creer.
Coma por ejemplo, nos dice que Nuestro Señor es a la vez Dios y
Hombre, y lo creemos. Si de aquí sacamos la conclusión de que
debemos amarlo sobre todas las cosas, visitarlo a menudo en la santa
Eucaristía, prepararnos para recibirlo y hacer de todo esto el principio de
nuestros deberes y el remedio de nuestras necesidades, entonces
vacilamos y nuestra voluntad está en pugna prácticamente con la
creencia del entendimiento. Si estuviera de acuerdo, creceríamos sin
cesar en la fe en los misterios de Nuestro Señor. Pero ahogamos con
nuestros vicios este piadoso afecto, tan necesario para llegar a la
perfección de la fe. Si nuestra voluntad estuviese verdaderamente
ganada por Dios, tendríamos una fe profunda y perfecta.
Algunos entienden por la palabra fides, la fidelidad, la constancia en
mantener las promesas hechas; otros, la facilidad para creer todo lo que
se refiere a las cosas humanas, sin, dejarse llevar por desconfianzas mal
fundadas, por sospechas y juicios temerarios.

Articulo VII: De los frutos de modestia, de templanza y de castidad

La modestia es bastante conocida como virtud. Regula los movimientos


del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo
esto lo hace sin trabajo y como naturalmente; y además dispone todos los
movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios. Nuestra
espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando par todos loa lados,
apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia la
detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone
para ser la mansión y el reino de Dios: el don de presencia de Dios
sigue rápidamente al fruto de modestia; y ésta es, respecto a aquélla, lo
que era el rocío respecto al maná. La presencia de Dios es una gran luz
que hace al alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus
movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más claridad que
vemos los colores a la luz del mediodía.
La modestia nos es completamente necesaria, porque la inmodestia, que
en sí parece poca cosa, no obstante es muy considerable en sus
consecuencias y no es pequeña señal en un espíritu poco religioso.

Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo,


reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos : aquélla refrena la
des: ordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que
pudieran cometerse; ésta regula o cercena el uso de los placeres de la
carne.
Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma
del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen
sin trabajo en perfecta sumisión.

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