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(Sacado de internet.

Teorìas Cortesía atenuación autores Puga, , Kerbrat-Orecchioni ,)

La atenuación en las cartas astrales

Lourdes Díaz Blanca

Universidad Pedagógica Experimental Libertador

Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara”

Maracay, Venezuela

Existen distintas clasificaciones de estrategias, mecanismos y procedimientos de

atenuación (Caffi, 1999 citada por Álvarez, 2055; Ballesteros, 2002; Harverkate, 1994;

Calsamiglia & Tusón, 1999). Sin embargo, para efectos de este trabajo se considera la

propuesta de Briz (2001), quien distingue dos grupos de atenuantes:

a. Semántico-pragmáticos. Este grupo opera en dos niveles distintos, aunque no

siempre resulte sencillo establecer límites entre ellos. Directamente, atenúan una

parte o el todo de lo dicho (contenido proposicional y conceptual), esto es, mitigan

la fuerza significativa de una palabra o expresión en el nivel del enunciado.

Indirectamente, afectan el nivel de enunciación. Entre los procedimientos de este

tipo tenemos:

1. Atenuación semántico- pragmática de un elemento. Se lleva a cabo a

través de distintos recursos: adverbios (poco, poquito), cuantificadores

(algo, poco, más o menos, casi) o partículas (como, así como, algo como)

que modifican externamente al sustantivo; perífrasis para sustituir un

verbo por razones de formalidad o estilo; eufemismos para enmascarar

voces o temas impropios, descorteses o censurados socialmente (Álvarez,

2005); y lítote mediante diminutivos (gordita) o negación de lo contrario

a lo que se quiere decir por medio de adjetivos de valor positivo,

negados, en vez de adjetivos de connotación negativa (no es muy

atractivo, no es muy joven; en lugar de es feo, es vieja).


2. Atenuación semántica de toda la proposición. Se presenta a través de

modificadores proposicionales “como los que añaden cierto tipo de

subordinadas en períodos concesivos, condicionales, adversativos” (Briz,

2001:149).

b. Estrictamente pragmáticos. Atenúan la fuerza ilocutiva (la intención) del acto

de decir y el papel de los participantes de la enunciación (el yo o el tú). Entre los

procedimientos de este tipo de atenuación se encuentran:

1. Atenuación pragmática performativa (expresa acción, intención o

punto de vista del hablante), por la acción atenuadora del verbo

performativo (pensar, creer, imaginar, parecer, querer, poder) y por su

modificación a través de tiempos verbales (imperfecto de cortesía o

condicional), modos verbales como el subjuntivo que alejan “al hablante

del tiempo de la enunciación” y tornan las acciones en “más lejanas e

hipotéticas” (Álvarez, 2005:186) o modalidades oracionales

(interrogativas, exclamativas, de posibilidad y probablilidad, optativas,

etc.).

2. Atenuación pragmática por modificaciones al margen. Se lleva a cabo

con el uso de expresiones modalizadoras del acto de habla, fórmulas

estereotipadas, locuciones, modismos u otro tipo de expresiones, tales

como: si no me engaño, puede que me equivoque pero…, igual (no es

así); por lo que dicen, según cuentan, todo el mundo, sé que… pero, a

decir verdad, en mi opinión, a lo mejor, yo sé que-no sé, y que…, entre

otros.

3. Atenuación por elipsis de la conclusión. Se trata de exhortaciones o

peticiones indirectas (el exceso de grasas te hace daño) o enunciados

LA ATENUACIÓN EN LAS CARTAS ASTRALES DÍAZ

LENGUA Y HABLA N° 15. ENERO-DICIEMBRE, 2011 18


suspendidos propios del registro coloquial con los cuales el hablante

evade el compromiso o responsabilidad frente a algo o alguien (de

haberlo sabido…, si me hubieras avisado más temprano…).

4. Atenuación por impersonalización del yo. Se minimiza el papel del yo

para salvar responsabilidades sobre lo que dice, con el empleo de estos

recursos o tácticas verbales: forma se (se dice que no hay reprobados),

indefinido uno/una (uno no sabe qué decir en estos casos) y tú

impersonalizado (tú estudias y estudias, pero no sales bien en la prueba).

De manera que “el yo, con una intención persuasiva, presenta de forma

confusa la referencia deíctico-personal a la hora de adjudicar a alguien lo

que se va a decir: ‘no soy yo, sino nosotros’, ‘somos todos y ninguno’,

‘es cualquiera”, ‘eres tú también’. Todos ellos, sin embargo, se

personalizan en el yo, latente” para proteger la imagen frente al

interlocutor. (Briz, 2001:155).

5. Atenuación por despersonalización u ocultación del tú. Se distancia al

tú, que resulta afectado directamente por el acto de decir del yo. Se

mitiga con impersonal (hay que repasar las clases de gramática todos los

días), nosotros (no vayamos a creer que con este repaso es suficiente),

ustedes (¿Lo acompañaste? Es que las madres son muy protectoras) o

forma se (se debe prestar más atención en una futura oportunidad). “La

lectura es ahora: ‘no eres tú, sino nosotros’; ‘no eres tú, sino yo’; ‘es

cualquiera’; más exactamente, es el tú, velado, despersonalizado, pero,

sin duda, el verdadero objeto de la enunciación. De este modo el yo

salvaguarda la imagen del tú.” (Briz, 2001:156). Cuadro 1. Procedimientos de


atenuación e indicadores lingüísticos

Procedimientos de atenuación Indicadores lingüísticos

Adverbios poco, poquito


Cuantificadores algo, poco, más o menos, casi

Partículas como, así como, algo como

Perífrasis verbo auxiliar más forma no personal del verbo (participio,

infinitivo y gerundio)

Eufemismos selecciones léxicas en lugar de formas inaceptables

socialmente

Diminutivos sustantivos o adjetivos con los sufijos -ico, -illo, -ín, -ina, -

ino, -ito, -ecito, -ececito

Lítote negación de lo contrario a lo que se quiere decir, por ejemplo

el café no está muy caliente por el café está frío

Construcciones

proposicionales

concesivas, condicionales, adversativas, etc.

Verbos performativos pensar, creer, imaginar, parecer, querer, poder.

Tiempos verbales imperfecto de cortesía, condicional

Modalidades oracionales interrogativas, exclamativas, de posibilidad y probablilidad,

optativas, etc.

Expresiones modalizadoras del acto

de habla, fórmulas estereotipadas,

locuciones, modismos u otro tipo de

expresiones

si no me engaño, puede que me equivoque pero…, igual (no

es así); por lo que dicen, según cuentan, todo el mundo, sé

que… pero, a decir verdad, en mi opinión, a lo mejor, yo sé

que-no sé, y que…, entre otros

Elipsis de la conclusión exhortaciones o peticiones indirectas, enunciados

suspendidos
Impersonalización del yo forma se, indefinido uno/una, tú impersonalizado

Despersonalización u

ocultación del tú

haber impersonal, nosotros, ustedes, forma se

Conviene establecer una distinción conceptual entre los términos intensificación

y atenuación, por un lado, y cortesía y descortesía, por otro, puesto que cada uno de

estos pares corresponde a diferentes esferas:

Intensificación vs. atenuación = estrategias lingüísticas

Cortesía vs. descortesía = fenómenos sociales

Intensificación y atenuación son funciones discursivas, propias del lenguaje, se

manifiestan a través de elementos y rasgos lingüísticos. También su ámbito de actuación

y sus efectos se dan en el discurso, bien en el mensaje lingüístico mismo, bien en alguno

de los demás elementos del discurso (los participantes, la situación, el tema).

Por su parte, cortesía y descortesía son fenómenos con valores y efectos en el

nivel social de la lengua, en un nivel externo, en tanto que afectan a las relaciones entre

seres humanos que entablan una comunicación. Si bien uno de sus modos de

manifestarse es la comunicación lingüística, existen otros modos de expresar la cortesía.

En este sentido, se reconoce en la cortesía una determinada actitud social, un modo de

comportarse y, por tanto, es intencionada, se muestra, pues se refiere a cómo deseamos

Vid. también Hernández Flores (1999: 38, 42; 2001: 108).

que se nos vea y a cómo se nos ve. La descortesía es el fenómeno contrario a la cortesía;

sus efectos perjudican las relaciones sociales entre los interlocutores afectados.
Ambos, fenómenos sociales y fenómenos discursivos, pueden actuar

conjuntamente combinándose de diversas formas, algunas de ellas más prototípicas que

otras:

a. cortesía expresada mediante atenuación

b. cortesía expresada mediante intensificación

c. descortesía expresada mediante intensificación

d. descortesía expresada mediante atenuación

Los casos de (a) y (b) se han mostrado en los ejemplos del apartado anterior (1, 2

y 3). Se pueden realizar actos corteses por medio de estrategias discursivas de

atenuación e intensificación: una amenaza que dañaría la imagen del receptor se atenúa

con la finalidad de ser socialmente cortés; también puede reforzarse la imagen del

receptor a través de un acto intensificador de lo dicho, como sería por ejemplo el caso

de un cumplido o de un halago. Respecto a la situación que se plantea en (c), también es

habitual, como se puede observar en el siguiente ejemplo:

3. Conclusiones en relación al concepto de cortesía

Esta distinción teórica entre fenómenos lingüísticos y sociales y la consecuente

desarticulación de los dobletes cortesía/ atenuación, descortesía/ intensificación invita a

cuestionarse la caracterización de la cortesía.

La teoría de Brown y Levinson (1987 [1978]) se fundamenta en la necesidad de

facilitar las relaciones sociales y compensar la agresividad o amenaza de la imagen de

los participantes. La misión de la cortesía, según su propuesta, sería únicamente reparar,

mitigar o evitar esas amenazas para lograr una cierta armonía. Presentan un sistema de

estrategias corteses como resultado del establecimiento de las distintas amenazas que
pueden realizar los actos verbales (y no verbales). Sin embargo, como se ha

comprobado en los ejemplos anteriores, la cortesía no es siempre el resultado de evitar o

reparar amenazas, y la atenuación, por tanto, tampoco es el único modo de expresarla.

Entre otros autores, Kerbrat-Orecchioni (1992, 1996) ha señalado y definido el


concepto de FFAs (face flattering acts), actos de refuerzo de la imagen. Estos no

funcionan a modo de reparación o compensación al daño o agresión sufridos por la

imagen, sino que son un comportamiento estimulante y positivo para la relación

interpersonal. La introducción de los FFAs, junto a los ya descritos FTAs, permite

definir de modo más completo el concepto de cortesía, pues a partir de estos se puede

distinguir una cortesía valorizante de una cortesía mitigadora. De acuerdo con


KerbratOrecchioni (1996: 54 y ss.), la cortesía valorizante es de naturaleza
produccionista,

consiste en efectuar FFAs y se realiza sin que exista un posible riesgo de amenazas. Por

su parte, la cortesía mitigadora es naturaleza abstencionista o compensatoria “consiste

en evitar producir un FTA o suavizar su realización” (Kerbrat-Orecchioni 1996: 54) y

convive con un posible riesgo de amenazas y se dirige a evitarlas o repararlas (Carrasco

Santana 1999: 22). En definitiva, la producción de actividades corteses puede ser

motivada por dos causas: o bien, por un posible riesgo de amenazas, o bien por el deseo

de producirla sin que ni siquiera se contemple la posibilidad de preocuparse por las

amenazas.

2.2.1 Imagen social y actividades de imagen

Una de las ideas recurrentes en las teorías de la atenuación es la caracterización

como un medio para salvar la imagen social (face‟), concepto introducido a la

teoría social por Goffman (1967), quien lo define así:

The term face may be defined as the positive value a person effectively claimes for

himself by the line others assume he has taken during a particular contact. Face is an

image of self delineated in terms of approved social attributes […]. (Goffman 1967: 5-
6)

Goffman considera el mantenimiento de la imagen como condición de la

interacción. Los objetivos de la interacción, que pueden ser ganar imagen para sí

mismo, expresar libremente sus opiniones, introducir información


desacreditadora sobre otras personas, resolver problemas o realizar tareas,

típicamente se llevan a cabo de tal modo que se mantenga la imagen. El autor

llama actividades de imagen („face-work‟) a las acciones destinadas a preservar

la imagen, contrarrestando “incidentes”, es decir, eventos que amenazan a la

imagen (Goffman 1967: 12). En el esfuerzo de proteger la imagen de otros, el

hablante tiene que elegir un procedimiento que no lleve a la pérdida de su propia

imagen, y en la protección de esta última, tiene que tener en cuenta la pérdida de

imagen que la acción pueda implicar para otros (Goffman 1967: 14).

La propuesta de Goffman ha servido como punto de partida para la teoría de

cortesía de Brown y Levinson ([1978] 1987), expuesta en 2.2.4. Otras dos

contribuciones importantes al campo de la cortesía son las de G. Lakoff (1973) y

Leech (1983).

2.2.2 Reglas de cortesía

Uno de los trabajos más tempranos de cortesía en el campo de la pragmática es

el de G. Lakoff (1973). La autora parte del Principio de Cooperación de Grice

13

13

Grice (1975) introduce el Principio de Cooperación („Cooperative Principle‟, CP), que

consiste en una serie de máximas conversacionales, a las cuales los participantes de un

intercambio conversacional deben adherirse. Sin embargo, los hablantes frecuentemente

violan estas máximas, lo que lleva al oyente a derivar lo que Grice llama las
implicaturas

(inferencias) para llegar al significado intencionado por el hablante y restablecer el


Principio

de Cooperación. Las máximas de Grice son, en traducción de Reyes (2007 [1995]: 40):
la
Máxima de Cantidad: (1) Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el

propósito de la conversación; (2) Que su contribución no sea más informativa de lo


requerido; 2. Fondo teórico y estudios anteriores

26

al que denomina Reglas de Conversación („Rules of Conversation‟), y añade a

estas una serie de Reglas de Cortesía („Rules of Politeness‟). Lakoff propone

dos reglas generales de competencia pragmática, la primera de las cuales

sustituye al Principio de Cooperación de Grice: (1) Sea claro („Be clear‟); y la

segunda: (2) Sea cortés („Be polite‟), con un subconjunto de tres reglas: (a) No

se imponga („Don‟t impose‟), (b) Ofrezca opciones („Give options‟), Refuerce

los lazos de camaradería („Make [addressee] feel good‟)

14

La primera regla de cortesía, No se imponga, implica que se debe evitar o

atenuar la imposición de obligaciones sobre otra persona; la segunda regla,

Ofrezca opciones, se manifiesta como el esfuerzo para dar la posibilidad al

oyente de rechazar la opinión o propuesta del hablante, y la tercera, Refuerce los

lazos de camaradería, es hacer sentirse bien al interlocutor (Escandell 2003

[1996]: 142). Podemos identificar estrategias que concuerdan con las tres reglas

de Lakoff en el siguiente extracto de una negociación de nuestro corpus. La

hablante de EL2 Ninni pide al otro equipo que haga otra prueba

sí, nos parece: muy bien que habéis &a m trabajado mucho

con esto y se ve que: los resultados son muy, claro,

positivas, no # pero claro # una cosa que queríamos Ulla

16

y yo era esto de: si podríais m: realizar una: segunda

prueba, no # en otra planta y no solo en ésta, que habéis


realizado muchos pruebas en # muchas pruebas en esta

planta # sino m en otra .

NIN: Ninni (EL2), NInter # 15

Ninni introduce la petición con una aseguración del buen trabajo que ha llevado

a cabo el otro equipo, construcción que llamaremos aquí pseudovalorización (cf.

5.2.5) y que se puede analizar, en términos de Lakoff, como manifestación de la

regla Refuerce los lazos de camaradería. Luego sigue la petición en sí,

formulada de modo indirecto, expresada como un deseo, con un imperfecto de

mitigación: una cosa que queríamos Ulla y yo era esto de […], lo que puede

la Máxima de Cualidad: (1) No diga nada que crea falso; (2) No diga nada cuya verdad
no

tenga pruebas; la Máxima de Relación: Sea relevante [Escandell (2003 [1996]: 79)
explica

esta máxima así: “Efectivamente, se espera de los participantes en la conversación que


sus

intervenciones se relacionen con aquello de lo que se está hablando”]; la Máxima de


Manera:

(1) Evite la oscuridad de expresión; (2) Evite la ambigüedad; (3) Sea breve (evite la
prolijidad

innecesaria); (4) Sea ordenado.

14

Traducciones de Escandell (2003 [1996]: 142). Reyes et alii (2005 [2000]: 97) traducen
así

las tres reglas de cortesía: (1) No haga imposiciones; (2) Dé opciones; y (3) Haga que su

interlocutor se sienta bien.

15

Cf. 3.2.2 para una caracterización de la modalidad discursiva de la negociación.

16
Ulla es la otra hablante del equipo de Ninni.2.2 Fondo social de la atenuación: imagen y
cortesía

27

considerarse una estrategia en función de la regla No se imponga. La

construcción que sigue: si podríais realizar una segunda prueba […], puede

verse tanto como expresión de la regla No se imponga como de Ofrezca

opciones, porque permite al oyente optar por „no poder‟ realizar el deseo.

2.2.3 El Principio de Cortesía

Leech (1983) propone un Principio de Cortesía („Politeness Principle‟, PP) que

complementa e interactúa con el Principio de Cooperación de Grice. Un

concepto fundamental para Leech es la escala de coste-beneficio (Leech 1983:

107). La cortesía implica minimizar (o atenuar) el coste y maximizar el

beneficio para el hablante y el oyente. El autor formula el PP, de modo general,

como „Reduzca al mínimo la expresión de creencias descorteses‟

17

, y „Suba al

máximo la expresión de creencias corteses‟

18

(Leech 1983: 81). El PP consta de

seis máximas, formuladas como pares de valores (Leech 1983: 132), así

traducidas por Reyes et alii (2005 [2000]: 98):

1. Máxima de tacto (en actos impositivos y comisivos):

a. „Reduzca al mínimo el coste para el otro‟; y

b. „Suba al máximo el beneficio para el otro‟

19

2. Máxima de generosidad (en actos impositivos y comisivos):


a. „Reduzca al mínimo el beneficio propio‟; y

b. „Suba al máximo el coste propio‟

20

3. Máxima de aprobación (en actos expresivos y asertivos):

a. „Reduzca al mínimo el desprecio hacia el otro‟, y

b. „Suba al máximo el elogio al otro‟

21

4. Máxima de modestia (en actos expresivos y asertivos):

a. „Reduzca al mínimo el elogio a sí mismo‟, y

17

Traducción de Reyes et alii (2005 [2000]: 98).

18

“Minimize (other things being equal) the expression of impolite beliefs” y “Maximize

(other things being equal) the expression of polite beliefs” (Leech 1983: 81).

19

“(I) TACT MAXIM (in impositives and commissives); (a) Minimize cost to other
[(b)

Maximize benefit to other]” (Leech 1983: 132). Escandell (2003 [1996]: 146) traduce
así la

máxima de tacto: “suponga que usted es el autorizado, y su interlocutor es quien debe

autorizar”.

20

“(II) GENEROSITY MAXIM (in impositives and commissives) (a) Minimize benefit to
self [(b)

Maximize cost to self]” (Leech 1983: 132). Notamos que Escandell (2003 [1996]:
146)
traduce “maximize cost to self” como “maximice el beneficio de su interlocutor”.

21

“(III) APPROBATION MAXIM (in expressives and assertives); (a) Minimize dispraise
of other

[(b) Maximize praise of other]” (Leech 1983: 132). 2. Fondo teórico y estudios
anteriores

28

b. „Suba al máximo el aprecio hacia el otro‟

22

5. Máxima de armonía (en actos asertivos):

a. „Reduzca al mínimo el desacuerdo con el otro‟, y

b. „Suba al máximo el acuerdo con el otro‟

23

6. Máxima de simpatía (en actos asertivos):

a. „Reduzca al mínimo la antipatía entre usted y el otro‟, y

b. „Suba al máximo la simpatía entre usted y el otro‟

24

Para Leech, algunos actos ilocutivos son inherentemente descorteses, como

las órdenes, y otras son inherentemente corteses, como las ofertas. La

minimización de la descortesía de las ilocuciones descorteses, Leech la define

como cortesía negativa, y la maximización de la cortesía de las ilocuciones

corteses, como cortesía positiva

25

(Leech 1983: 84). Según este modo de ver, la

atenuación estaría en correspondencia con la cortesía negativa.


Volviendo a la petición del ejemplo (2:1), esta es, para Leech, una ilocución

inherentemente descortés, cuyo grado de descortesía necesita minimizarse. En

términos de Leech, en la primera estrategia, la pseudovalorización que introduce

el turno, opera la máxima de aprobación: „Suba al máximo el elogio al otro‟; en

la construcción con imperfecto de cortesía: una cosa que queríamos […] y la

construcción condicional si podríais […] opera la máxima de tacto: „Reduzca al

mínimo el coste para el otro‟. La hablante sabe que la acción de realizar una

segunda prueba por parte de las oyentes depende de si aceptan el esfuerzo que

conlleva esta acción. Por eso, partiendo de su competencia comunicativa, la

hablante minimiza su petición, presentándola de una forma menos directa.

El enfoque de las máximas en el estudio de la cortesía, que representa tanto G.

Lakoff (1973) como Leech (1983), contrasta con el enfoque de la imagen social,

defendida por Brown y Levinson ([1978] 1987).

22

“(IV) MODESTY MAXIM (in expressives and assertives) (a) Minimize praise of self
[(b)

Maximize dispraise of self]” (Leech 1983: 132). Notamos que Reyes et alii (2005
[2000]: 98)

traduce “maximize dispraise of self” como “suba al máximo el aprecio hacia el otro”, y

Escandell (2003 [1996]: 146) hace lo mismo: “maximice el aprecio hacia el otro”.

23

“(V) AGREEMENT MAXIM (in assertives); (a) Minimize disagreement between self
and other

[(b) Maximise agreement between self and other]” (Leech 1983: 132).

24

“(VI) SYMPATHY MAXIM (in assertives); (a) Minimize antipathy between self and
other; [(b)

Maximize sympathy between self and other]” (Leech 1983: 132).


25

Nótese que este uso de los términos cortesía negativa y positiva no corresponde al de

Brown y Levinson (1987 [1978]), cf. 2.2.4.2.2 Fondo social de la atenuación: imagen y
cortesía

29

2.2.4 Imagen negativa, imagen positiva y actos amenazantes

La teoría de Brown y Levinson ([1978] 1987), que es, según muchos autores, el

modelo de cortesía más elaborado que se ha visto hasta el momento, y el que ha

tenido mayor impacto en el campo, parte del concepto de imagen social de

Goffman (1967). Los autores quieren dar cuenta de las similitudes

interculturales en los principios abstractos que subyacen a la cortesía, para crear

un modelo formal (Brown y Levinson 1987: 57). Desde su perspectiva

pancultural, les interesan más los determinantes sociales generales que las

particularizaciones que operan en contextos culturales específicos (Brown y

Levinson 1987: 241).

La imagen social es una autoimagen pública que tienen todos los miembros

adultos y “competentes” de la sociedad, y todos ellos son conscientes de que los

demás también la tienen. La imagen tiene dos aspectos: la imagen negativa, que

es el deseo básico de territorio personal, de libertad de acción y de libertad de

imposición, y la imagen positiva, que es el deseo de ser aceptado y apreciado

por los demás

26

. Los hablantes cooperan en la interacción para mantener las

imágenes mutuamente, porque la imagen de cada uno es vulnerable y depende

del mantenimiento de las imágenes de los demás (Brown y Levinson 1987: 61-

62).

Ciertos actos son intrínsecamente amenazantes a la imagen; los autores


llaman a estos actos FTAs („Face Threatening Acts‟) (Brown y Levinson 1987:

60). Los FTAs pueden amenazar la imagen negativa del oyente (p. ej., órdenes,

peticiones, sugerencias, consejos, advertencias), la imagen positiva del oyente

(p. ej., desaprobaciones, contradicciones, desacuerdo, críticas, quejas,

acusaciones), la imagen negativa del hablante (p. ej., expresiones de

agradecimiento, aceptación de disculpas, excusas) y la imagen positiva del

hablante (p. ej., disculpas, confesiones, aceptaciones de cumplidos, la pérdida de

control físico, la auto-humillación) (Brown y Levinson 1987: 66-68).

Las estrategias de cortesía son derivadas de la necesidad de evitar la amenaza

o el daño a las imágenes. Dependiendo de qué aspecto de la imagen enfocan las

26

Queremos destacar que los calificativos positivo y negativo no se usan aquí como
juicios de

valor. Álvarez Muro (2007) afirma:

La idea de distinguir las caras positiva y negativa de la imagen derivan [sic] de la


concepción de ritual –

positivo y negativo, en el sentido religioso – como acercamiento y distanciamiento,


respectivamente, del

mundo sagrado. El acercamiento se da en la fiesta, la ofrenda, el don; mientras que el


alejamiento se

observa en el respeto del territorio y el tiempo sacralizados (véase Durkheim 2001)”.


(Álvarez 2007: 3.2,

http://elies.rediris.es/elies25/alvarez_cap3_2.htm).2. Fondo teórico y estudios anteriores

30

estrategias, se llamarán estrategias de cortesía negativa o estrategias de cortesía

positiva (Brown y Levinson 1987: 68-70).

Hay una serie de estrategias para reparar los FTAs, cuya elección depende del

grado de riesgo de pérdida de imagen que estima el hablante (Brown y Levinson


1987: 60). Brown y Levinson (1987: 74) introducen tres factores sociológicos

fundamentales para calcular este riesgo, y determinar el nivel de cortesía

esperable:

1. la distancia social (D) entre el hablante y el oyente;

2. el poder relativo (P) del hablante en relación con el oyente; y

3. el grado de imposición (R, ranking of impositions) del acto en el contexto

cultural.

La suma de estos factores da el riesgo potencial del FTA, lo que determina el

nivel adecuado de cortesía (Brown y Levinson 1987: 76).

Brown y Levinson (1987: 60) presentan un esquema de las posibles

estrategias de cortesía, que exponemos aquí con la adición de traducciones de

Escandell (2003 [1996]: 150), donde (1) representa la estrategia menos fuerte y

(5) la más fuerte.

Figura 2:1. Circunstancias que determinan la elección de estrategia de cortesía

27

Lesser 1. without redressive action, baldly

(directamente)

on-record

(abiertamente) 2. positive politeness

Do the FTA (cortesía positiva)

with redressive action

Estimation (indirectamente)

of risk 4. off-record

of face loss (encubiertamente) 3. negative politeness

(cortesía negativa)

5. Don't do the FTA


Greater

La estrategia (1) es abierta y directa, como en el imperativo „Haz X‟ (1987: 69);

la estrategia (2) es abierta e indirecta, con cortesía positiva (cf. ejemplo 2:1:

líneas 1-3); (3) es abierta e indirecta con cortesía negativa (cf. ejemplo 2:1:

líneas 3-4); (4) es encubierta, como la ironía, las preguntas retóricas y todo tipo

de indirectas (Brown y Levinson 1987: 69); y (5) radica simplemente en evitar

el FTA (Escandell 2003 [1996]: 150). Cuanto más amenazante sea el acto, más

fuerte será la estrategia de cortesía empleada en la jerarquía entre 1-5. Un emisor

normalmente no elige una estrategia más fuerte para un FTA de menos riesgo,

en cuyo caso se exageraría su gravedad (Brown y Levinson 1987: 60). Las

27

Figura adaptada de Brown y Levinson (1987:60) y de Escandell (2003 [1996]: 150)).2.2


Fondo social de la atenuación: imagen y cortesía

31

estrategias (2) y (3) son las que implican atenuación del FTA, la cual puede

orientarse o hacia la imagen positiva (cortesía positiva) o hacia la imagen

negativa del oyente (cortesía negativa).

En (2:2), tenemos un extracto de nuestro corpus, que ejemplifica tanto la

cortesía positiva como la cortesía negativa, en términos de Brown y Levinson.

El contexto de habla es una negociación intercultural, donde la HNN Marja

representa el equipo que quiere seguir las investigaciones del producto que se va

a lanzar, mientras que la HN Carlota representa el equipo que quiere lanzar el

producto al mercado inmediatamente:

Críticas a Brown y Levinson

O‟Driscoll (1996) presenta un resumen de las críticas del modelo de Brown y

Levinson, y concluye que radican, en primer lugar, en objeciones a la supuesta


universalidad del concepto de imagen de Brown y Levinson, especialmente de la

imagen negativa (Matsumoto 1988, Ide 1989, Gu 1990, Nwoye 1992, Mao

1994; a estos, podemos añadir, por ejemplo, Bravo 1996, 2004; Spencer-Oatey

2000, 2003; Fant y Granato 2002 y Fant 2006a). En segundo lugar, se cuestiona

el papel que atribuyen Brown y Levinson a la imagen para explicar la cortesía

(Hill et alii 1986, Ide 1989, Matsumoto 1989, Gu 1990, Nwoye 1992), y, en

tercer lugar, se han presentado datos empíricos a los que ha resultado imposible

aplicar esta noción de imagen, que O‟Driscoll llama face dualism – dualidad de

imagen (Wierzbicka 1985, Matsumoto 1988, Gu 1990, Nwoye 1992, Mao 1994,

Pavlidou 1994). O‟Driscoll, que en principio defiende la dualidad de imagen,

propone una elaboración de la teoría de Brown y Levinson, que radica en que la

dualidad de la cortesía no es una elección binaria, sino que hay un espectro de

cortesía. El efecto total de un enunciado puede ser un alto grado de cortesía

positiva o negativa, o puede encontrarse en cualquier punto entre los dos

extremos, o incluso puede atender a los dos tipos de imagen a la vez.

Como complemento a la dualidad de imagen, O‟Driscoll propone una imagen

cultural („culture-specific face‟), que puede iluminar los casos de cortesía que

no pueden ser explicados por la dualidad positiva-negativa. El deseo de una

buena imagen es universal, pero los constituyentes de esta son culturalmente

variables, según O‟Driscoll, y dependen de los juicios evaluativos, los valores,

de las personas, los cuales son un producto de la cultura.

2.2.5 Autonomía y afiliación

Otra investigadora que tiene en cuenta la variabilidad cultural de la imagen es

Bravo (1998b, 1999, 2004). Bravo no quiere establecer categorías sin tener en

cuenta los contextos socioculturales y las situaciones comunicativas en las que

tienen lugar las acciones de cortesía. Factores socioculturales como el tema, los

roles, la experiencia anterior de los participantes y su modo de ver la situación


comunicativa influyen en su interpretación de ciertos comportamientos como

cortesía o no cortesía (los efectos de cortesía) (Bravo 2004). A estos factores

podríamos añadir el sexo de los hablantes.

Bravo (2004) acepta la relación entre la imagen social y la cortesía que

proponen Brown y Levinson, pero sostiene que la configuración de la imagen

como imagen positiva y negativa no es adecuada para todas las sociedades; no 2.2
Fondo social de la atenuación: imagen y cortesía

33

todos los grupos sociales conciben su imagen de la misma manera (cf. 2.6.1).

Bravo (1998b, 2004) propone una clasificación de los comportamientos de

cortesía según se orienten a la imagen de autonomía, que le da al individuo su

independencia y contorno propio en el grupo; se trata de “verse/ser visto

diferente del grupo”, o a la imagen de afiliación

28

, que hace que el individuo se

identifique con las cualidades del grupo, es decir, quiere “verse/ser visto

identificado con el grupo” (Bravo 1998b: 336). Según los contenidos

socioculturales propios de cada sociedad o grupo social, el deseo de autonomía

puede entenderse, por ejemplo, como el de la „libertad de acción y de juicio‟ de

los españoles, o el de „bastarse a sí mismo‟ de los suecos (cf. 2.6.1). Las

categorías de autonomía y afiliación están en principio vacías, en el sentido de

que no tendrán contenido sociocultural hasta que se utilicen para sistematizar los

comportamientos estudiados en el caso concreto. Bravo sostiene que los

instrumentos evaluativos de la cortesía deben ser aptos para observar los

comportamientos de cortesía en diferentes culturas, y que hay que aceptar que

son entidades teóricas, no autoexplicativas (Bravo 2004).

Pensamos que los conceptos de imagen de autonomía y de afiliación nos


pueden servir mejor que la distinción positiva/negativa, puesto que hemos

notado, en numerosos estudios posteriores a Brown y Levinson (1987), que esta

dualidad no presta la debida atención a las variaciones culturales en el contenido

de la imagen social.

2.2.6 Cortesía atenuadora y cortesía agradadora

Kerbrat-Orrechioni (2004) usa el término Face Flattering Acts (FFAs),

traducido al español (por Silvia Kaúl) como actos agradadores de imagen

29

como complemento a los FTAs de Brown y Levinson, para referirse a las


“antiamenazas”, la pendiente positiva de los FTAs. A diferencia de Brown y

Levinson, que verían un agradecimiento o un cumplido como un FTA para la

imagen negativa del oyente, Kerbrat-Orrechioni lo ve sobre todo como un acto

valorizador de la imagen positiva del oyente. Para la autora, cada acto de habla

28

Los términos autonomía y afiliación son de Fant (1989).

29

Calsamiglia y Tusón (1999), entre otros, usan las abreviaciones AAI (Acto Amenazador
de

la Imagen) y ARI (Acto de Refuerzo de la Imagen). En cuanto a este último término,


nos

parece que se podría confundir fácilmente con la estrategia de la intensificación, que no

equivale al FFA. Como, en este trabajo, empleamos los términos acto amenazante y
acto

agradador de imagen, siguiendo a Kerbrat-Orrechioni (2004) y otros, no nos sirven las

abreviaciones AAI y ARI, por lo cual usamos las variantes inglesas FTA y FFA. Fant y

Granato (2002) hablan de actos promovedores de la imagen („face-enhancing acts‟).2.


Fondo teórico y estudios anteriores
34

puede describirse como un FTA, como un FFA o como una combinación de los

dos. Según este ajuste del modelo, la cortesía negativa puede definirse como

consistiendo en evitar un FTA o en atenuar su realización, y la cortesía positiva

como realizar un FFA. Esta adaptación le da más coherencia al modelo de

Brown y Levinson, cuyas nociones de cortesía negativa y positiva, junto con la

clasificación de las estrategias de cortesía, son confusas (Kerbrat-Orrechioni

2004: 43-44)

30

. Según la concepción de Kerbrat-Orrechioni, los dos tipos de

cortesía, negativa y positiva, pueden estar orientados a los dos tipos de imagen,

negativa y positiva (Kerbrat-Orrechioni 1992: 178; cf. Albelda 2005: 343-344,

347). En este trabajo, adoptamos el concepto de FFA como complemento al de

FTA, pero evitaremos los calificativos “negativa” y “positiva”, tanto con

referencia a la imagen como a la cortesía.

En la línea de Kerbrat-Orrechioni, Fant y Granato (2002) notan que el

paralelismo establecido por Brown y Levinson entre imagen positiva/negativa y

cortesía positiva/negativa ha ocasionado gran confusión en la descripción

empírica de los actos corteses, porque se ha demostrado que un mismo acto

puede interpretarse como positivo y negativo simultáneamente (Fant y Granato

2002: 22-23, cf. O‟Driscoll 1996). Estos autores denominan estrategias

afirmativas a las que promueven y fortalecen la imagen, y estrategias elusivas a

las que sirven para eludir el daño a la imagen.

Aquí coincidimos con Albelda (2005: 346), que, siguiendo a KerbratOrrechioni (1992,
1996), divide la cortesía en cortesía mitigadora y cortesía

valorizante, aunque llamaremos a la primera atenuadora (en analogía con la

elección del término atenuación) y a la segunda agradadora (por los actos


agradadores de imagen). La primera sirve para evitar o atenuar amenazas y la

segunda para producir actos corteses, y las dos pueden estar orientadas a la

imagen de autonomía y a la de afiliación:

Figura 2:2. Modelo de la cortesía de Albelda (2005: 347).

de autonomía

valorizante

[agradadora] de afiliación

CORTESÍA

de autonomía

mitigadora

[atenuadora] de afiliación

30

Cf. Kerbrat-Orrechioni (1992, 1996) para la propuesta completa.2.2 Fondo social de la


atenuación: imagen y cortesía

35

2.2.7 Sensibilidad interrelacional: imagen y derechos

Spencer-Oatey (2000, 2003) está de acuerdo con Brown y Levinson (1987) y

Leech (1983), entre otros, sobre la imagen como concepto universal. Sin

embargo, no coincide con la idea de que cualquier diferencia en la ética

interaccional entre sociedades se deba a diferentes valoraciones del poder,

distancia y grado de imposición (P, D, R). Aunque Spencer-Oatey reconoce que

la valoración de P, D y R puede variar según la cultura, también considera que

puede haber diferencias en la sensibilidad interrelacional de las personas. La

autora presenta un modelo llamado “marco universal (ético) con posibles

manifestaciones culturalmente específicas (émicas)”

31
(Spencer-Oatey 2003: 92,

trad. nuestra), que responde a estas sensibilidades interrelacionales, las cuales

son las fuerzas motivadoras de la cortesía, o de la gestión interrelacional

(„rapport management‟)

32

como le llama Spencer-Oatey

33

, y que define como “la

gestión de la armonía/desarmonía entre las personas”

34

(Spencer-Oatey 2000:

13, trad. nuestra). Este es el modelo sugerido:

Tabla 2:1. Tipos de sensibilidad interrelacional (Spencer-Oatey 2003: 92

35

).

SENSIBILIDADES INTERRELACIONALES

Imagen

(Valor personal/social)

Derechos de sociabilidad

(Derechos personales/sociales)

Perspectiva

personal/independiente

Imagen cualitativa

(cf. imagen positiva de

Brown y Levinson)

Derechos de equidad

(cf. imagen negativa de Brown


y Levinson)

Perspectiva

social/interdependiente

Imagen identitaria Derechos afiliativos

Como revela la tabla 2:1, Spencer-Oatey señala dos preocupaciones

fundamentales y universales, de las que depende la interrelación: la imagen y los

derechos de sociabilidad („sociality rights‟). La autora define la imagen,

siguiendo a Goffman (1972), como un valor social positivo que una persona

31

En el original: “universal (etic) framework with the potential for culture-specific (emic)

manifestations” (Spencer-Oatey 2003: 92).

32

Las traducciones al español de los términos de Spencer-Oatey son de Fant y Granato

(2002).

33

La autora afirma: “I use the term „rapport management‟ rather than „face management‟

because the term „face‟ seems to focus on concerns for self, whereas rapport
management

suggests more of a balance between self and other” (Spencer-Oatey 2000: 12).

34

En el original: “the management of harmony-disharmony among people” (Spencer-


Oatey

2000: 13).

35

Traducciones de Fant y Granato (2002) y de Häggkvist (2002).2. Fondo teórico y


estudios anteriores

36
reivindica en la interacción con otras personas

36

: el sentido de valor personal y

social, credibilidad, dignidad, honor, reputación, competencia, etc. La imagen se

divide entre una imagen cualitativa („quality face‟), relacionada con la

necesidad de poseer cualidades positivas, y una imagen identitaria („identity

face‟), que representa la necesidad de ver confirmada su identidad o rol

(Spencer-Oatey 2000, 2003).

Los derechos de sociabilidad, que reflejan preocupaciones por la justicia,

consideración, inclusión o exclusión social, etc., sustituyen a la imagen negativa

de Brown y Levinson ([1979] 1987), y son derivados de las expectativas

personales y sociales. Estos derechos corresponden a obligaciones de

sociabilidad de la otra persona, y se dividen entre los derechos de equidad

(„equity rights‟) y los derechos afiliativos („association rights‟). Los derechos de

equidad tienen dos componentes: la noción de coste-beneficio (cf. Leech 1983),

que representa la idea de que debe haber un equilibrio entre los costes y los

beneficios, y la idea de autonomía-imposición, esto es, el grado de control que

otras personas nos imponen. Los derechos afiliativos abarcan el aspecto de la

afiliación-desafiliación interaccional: tenemos derecho a cierta cantidad de

interacción conversacional con otros, y el de la afiliación-desafiliación afectiva:

el derecho de compartir nuestras preocupaciones, sentimientos e intereses con

otros (Spencer-Oatey 2000).

Además de las preocupaciones de los individuos o grupos sociales

independientes, la autora propone la existencia de sensibilidades

interdependientes, que derivan de nuestras relaciones con otros. Dentro de este

modelo, puede haber diferencias personales y lingüístico-culturales en la

importancia relativa adscrita a los diferentes componentes. También puede haber


diferencias dentro de los componentes, que se manifiestan, por ejemplo, en las

convenciones para comunicar gratitud en diferentes lenguas, y puede haber

distinto énfasis en los varios derechos y obligaciones que se asocian con roles

específicos en contextos determinados. La autora señala que los componentes

del modelo no están siempre claramente diferenciados. Muchas veces están

interconectados, con distinciones borrosas, como ilustran las líneas intermitentes

en la tabla 2:1. Además, más de un componente pueden estar implicados a la

vez.

Aunque reconocemos los motivos de Spencer-Oatey y otros (cf. Fant y

Granato 2002 y Fant 2006a) para distinguir entre la imagen y los derechos, y

reconociendo también que esta distinción puede ser valiosa, sobre todo para un

36

En el original: “the positive social value that a person effectively claims for him/herself
in

his/her interactions with others” (Spencer-Oatey 2003: 93).2.2 Fondo social de la


atenuación: imagen y cortesía

37

estudio más puramente sociopragmático, no la hemos aplicado en este trabajo.

Como admite Spencer-Oatey (2000: 18), si los actos de habla se consideran

amenazantes/agradadores a la imagen o a los derechos de sociabilidad depende

de factores contextuales y personales. Entre estos factores tenemos las

diferencias culturales, que influencian en la interpretación de los derechos de

sociabilidad igual que en las necesidades de imagen de las personas. Seguimos a

Albelda (2005) en considerar que la amenaza y la protección de los derechos de

sociabilidad afectan, de modo indirecto, a la imagen. Por esta razón, no hemos

hecho una distinción explícita entre estos conceptos en nuestro trabajo.

2.2.8 Actividades de imagen y de cortesía


Hernández Flores (2002) nota que mientras las actividades de imagen, en la

teoría de Brown y Levinson (1987), se centran en la imagen del oyente, es decir

que son actividades corteses, también hay actividades de imagen enfocadas en la

imagen del hablante, y no en la del oyente

37

. Bravo (2003b: 101) afirma que,

aunque todas las actividades de cortesía son actividades de imagen, no vale lo

opuesto, es decir, no todas las actividades de imagen son corteses.

Hernández Flores (2002) divide la categoría superior de las Actividades de

Imagen entre Actividades de Imagen Dirigidas al Hablante (mayúsculas de la

autora) para cuando un hablante dirige actividades positivas a su propia imagen,

sin tomar en cuenta la del oyente (Hernández Flores 2002: 56) y Actividades de

Cortesía, que se refieren a los comportamientos que benefician la imagen del

oyente. Sin embargo, como la cortesía es un comportamiento generalmente

apreciado por la sociedad, esta favorece, a la vez, la imagen del mismo hablante,

es decir, se trata de un beneficio mutuo de los hablantes

38

(Hernández Flores

2002: 56-60).

Fant y Granato (2002) llaman gestión de la autoimagen a las actividades que

mantienen, protegen y defienden la imagen del hablante y gestión de la

aloimagen a los actos que protegen o restablecen la imagen del oyente. Para

estos autores, la aloimagen puede ser individual o grupal, esto es, puede

comprender a personas que están, de un modo u otro, asociados al oyente.

En la misma línea, Bravo (1996: 62) distingue entre la imagen individual, por

un lado, que es la imagen del individuo ante el grupo y que tiene una orientación

de autonomía y otra de afiliación, y la imagen grupal, por otro lado, que es la


imagen del grupo ante los demás.

37

Cf. también Meier (1995) y Shimanoff (1994).

38

Otro autor que reconoce este beneficio mutuo es Mao (1994).2. Fondo teórico y
estudios anteriores

38

El concepto de imagen grupal tiene gran relevancia en el análisis de las

conversaciones interculturales del Corpus AKSAM, que, en gran medida, tienen

una orientación intergrupal más que interpersonal.

La distinción entre actividades de imagen alocéntricas y autocéntricas es

fundamental para nuestra visión de la atenuación, que desarrollaremos en la

próxima sección.

2.2.9 Resumen y valoración de la sección

En esta sección, hemos revisado algunos conceptos fundamentales para el

estudio de la atenuación, como son los de la imagen social y la cortesía. Pasando

por las Reglas de Cortesía de G. Lakoff (1973) y el Principio de Cortesía de

Leech (1983), hemos visto el modelo de cortesía más influyente en el campo, el

de Brown y Levinson ([1978] 1987), que parte de la noción de imagen social de

Goffman (1967), y la dividen en una imagen negativa y una imagen positiva, a

la protección de las cuales van destinadas las estrategias de cortesía negativa y

positiva, respectivamente. Las dudas sobre el valor universal que Brown y

Levinson adscriben a la dualidad positiva-negativa, señaladas por otros teóricos,

como O‟Driscoll (1996), Bravo (1996, 2004), Spencer-Oatey (2000, 2003), Fant

y Granato (2002) y Fant (2006a), nos han llevado a evitar la calificación de la

imagen y de la cortesía en términos de positivo y negativo. En cambio, hemos


preferido la división de Bravo (2004) entre imagen de autonomía e imagen de

afiliación, conceptos que son más flexibles en cuanto al contenido sociocultural

que les adscribe cada sociedad o grupo social.

Los actos amenazantes a la imagen (FTAs) de Brown y Levinson son

fundamentales para el análisis de la atenuación, pero los entendemos de acuerdo

con Kerbrat-Orrechioni (2004), que los complementa con el concepto de actos

agradadores de imagen (FFAs).

Coincidimos con la propuesta de Albelda (2005: 346-7), que distingue entre

cortesía mitigadora (aquí atenuadora), destinada a evitar o atenuar amenazas, y

cortesía valorizante (aquí agradadora), que produce actos corteses, ambos tipos

con la posibilidad de orientarse tanto a la imagen de autonomía como a la de

afiliación.

Reconocemos que la distinción de Spencer-Oatey (2000, 2003) entre imagen

y derechos de sociabilidad puede ser valiosa, pero, de acuerdo con Albelda

(2005: 347, nota 16), consideramos que la gestión de los derechos también

afecta a la imagen, por lo cual no adoptamos esta distinción en el trabajo.2.2 Fondo


social de la atenuación: imagen y cortesía

39

De acuerdo con Bravo (2003b), Hernández Flores (2002) y Fant y Granato

(2002), dividimos las actividades de imagen entre actividades de cortesía, aquí

llamadas actividades alocéntricas, que protegen la imagen del oyente (y, a la

vez, la del hablante), y actividades que benefician, en primer lugar, la imagen

del hablante, aquí denominadas actividades autocéntricas. La idea de que las

actividades de imagen no son necesariamente actividades de cortesía es

fundamental para nuestra visión de la atenuación, como veremos a continuación.

2.3 El concepto de atenuación

2.3.1 Reducción de efectos inoportunos


Como uno de los primeros autores en tratar la atenuación desde una perspectiva

pragmática, Fraser (1980: 341) define la mitigation (en adelante mitigación)

como modificación de un acto de habla, que reduce ciertos efectos negativos que

este acto puede tener sobre el oyente. La mitigación puede servir como medida

preventiva para suavizar los efectos de una orden, aliviar el choque de unas

malas noticias o hacer más aceptable una crítica. A Fraser le resulta difícil

imaginarse un caso en que el hablante fuera visto como descortés a pesar de

haber mitigado la fuerza de su enunciado. De ahí que Fraser concluya que la

mitigación implica cortesía, pero la cortesía no implica mitigación.

Holmes (1984), que trata la mitigación en relación con estrategias

comunicativas más generales de modificación de la fuerza de los actos de habla,

está de acuerdo con Fraser (1980) en que el término mitigación solo se aplica a

los actos de habla que tienen efectos inoportunos para el oyente, y la define

como estrategia para minimizar, anticipadamente, los efectos negativos de un

acto de habla (Holmes 1984: 346). En la misma línea, Haverkate (1994: 117)

define la mitigación como una “subestrategia de cortesía”, que se emplea para

atenuar el contenido proposicional o la fuerza ilocutivo de un enunciado.

En este trabajo, como veremos en adelante, entendemos la cortesía como una

de las columnas de la atenuación, pero sin que sea su único ámbito de operación.

2.3.2 Reducción de obligaciones y responsabilidades

Meyer-Hermann (1988) define la atenuación y la intensificación como

conceptos funcionales, que reducen o aumentan las obligaciones. Para este

autor, la atenuación y la intensificación se miden en grados de intensidad

2. Fondo teórico y estudios anteriores

40

obligativa, que parten de un “operador modal Ø”

39
(Meyer-Hermann 1988: 280),

esto es, la ausencia de marcadores de atenuación o intensificación. Los

enunciados con operador modal Ø llevan el grado no marcado de intensidad

obligativa, que se encuentra en la zona entre la atenuación y la intensificación en

la escala. Por lo tanto, por medio de la atenuación, el hablante señala que asume,

respecto a la proposición, un grado de intensidad obligativa bajo con relación al

contexto interaccional.

Veamos los siguientes ejemplos de Meyer-Hermann (1988: 279):

(2:3a) Parece que los sectores duros del franquismo le miraban con desconfianza.

(b) Los sectores duros del franquismo le miraban con desconfianza.

(c) Hoy día nadie puede negar que los sectores duros del franquismo le miraban

con desconfianza.

El hablante del ejemplo atenuado (3a) asume un menor grado de obligaciones

con respecto a la veracidad de la proposición que el hablante de la declaración

(b), que tiene un grado no marcado, y el hablante de la versión intensificada

asume el mayor grado de obligaciones.

Caffi (1999) coincide con Meyer-Hermann en que la mitigación reduce las

obligaciones de los participantes. La autora considera mitigación como término

paraguas para una serie de estrategias arraigadas en la conciencia

metapragmática, que se usan para incrementar la eficacia del decir-hacer. Para

Caffi, la mitigación es el resultado del debilitamiento de un parámetro

interaccional y una codificación retórico-estilística de la expresividad de un

enunciado. El mecanismo afecta a los derechos y deberes que provoca el acto

de habla, modificando la fuerza de éste; tiene un efecto de

desresponsabilización. Su función es la de facilitar la gestión interaccional,

reduciendo los riesgos, por ejemplo, el riesgo de contradecirse a sí mismo, de

ser rechazado, de perder la imagen ante un FTA o de entrar en un conflicto.


Caffi (1999) propone una clasificación tripartita de los recursos de mitigación,

basada en su diferente alcance en el acto de habla, según el componente

abstracto en el que se centra la mitigación: la proposición (la referencia y la

predicación), la ilocución (el compromiso del hablante con la proposición) y la

fuente u origen deíctico del enunciado. Extendiendo una metáfora de G. Lakoff

(1973), Caffi llama a estos tres tipos de mitigadores (1) arbustos („bushes‟), (2)

cercas („hedges‟) y (3) escudos („shields‟). Los arbustos y las cercas son

expresiones lexicalizadas, y a veces marcadores, que frecuentemente no están

39

En este trabajo, entendemos el término operador como sinónimo de marcador.2.3 El


concepto de atenuación

41

integrados sintácticamente en la frase (disyuntivos). En los escudos, no hay un

marcador de mitigación explícito; puede tratarse de rasgos sintácticos, como las

construcciones pasivas, o morfológicos, como el cambio de pronombre. La

diferencia entre estos tres tipos de mitigadores radica en que gestionan la

responsabilidad del acto de habla de diferentes modos: los arbustos mitigan la

suscripción a la proposición, las cercas atenúan el énfasis de la ilocución, y los

escudos sirven para evitar la auto-adscripción al enunciado, que es adscrito a

otra fuente.

En el siguiente ejemplo de nuestro corpus, el HNN Manfred usa los tres tipos

de atenuantes al describir el color de pelo de su amigo Oriol. Los arbustos están

marcados con (1), las cercas con (2) y los escudos con (3), con las cifras

pospuestas:

(2:4)

*MAF: 1
2

es que pero yo desde mi punto de vista (2) no es rubio,

pero # según la gente aquí (3) puede ser que (2) es un

poco (1) más rubio que moreno, yo no sé (2), un poco (1)

más .

MAF: Manfred (EL2), DInter # 29

La idea del hablante es que la definición del color de pelo rubio de los suecos es

diferente de la de los españoles; para estos últimos, el color incluiría matices

más oscuros. Las dos ocurrencias de un poco son ejemplos de arbustos, que

atenúan el contenido proposicional: un poco más rubio que moreno. Ejemplos

de cercas son yo desde mi punto de vista, puede ser que y yo no sé, las cuales

atenúan el compromiso del hablante con la veracidad de la proposición. El

escudo según la gente aquí adscribe el enunciado a una fuente fuera de él

mismo, aliviando así su carga de responsabilidad.

2.3.3 Mitigación en sentido amplio y estrecho

Caffi (1999) también aclara la confusión entre el uso amplio y estrecho del

término mitigación. Fraser (1980), señala Caffi, propone un uso estrecho del

término, ligado a la noción de Brown y Levinson (1978) de actos amenazantes.

En un sentido amplio, mitigación es sinónimo de suavización, atenuación

(downgrading). Caffi (1999), por su parte, adopta este último uso y afirma que el

término mitigación hace referencia tanto al mecanismo en sí, es decir, a la

operación lingüística, como al resultado (cf. Albelda 2005: 322).

A diferencia de Fraser (1980), quien atribuye tan solo una función preventiva

a la mitigación, para Caffi puede referir a algo ya pasado, teniendo una función 2.
Fondo teórico y estudios anteriores
42

reparadora, o a algo que todavía no ha pasado, en cuyo caso la mitigación sirve

como estrategia preventiva, basada en la competencia metapragmática. Aquí

coincidimos con Caffi en la consideración de esta función doble, preventiva y

reparadora, de la atenuación.

Como Holmes (1984) y Caffi (1999), Sbisà (2001) trata la mitigación y el

refuerzo („reinforcement‟) en términos de grados de fuerza ilocutiva. Sbisà

(2001) señala que las estrategias de mitigación sirven, muchas veces, para

minimizar los efectos conflictivos no intencionados de los actos ilocutivos, y

para sintonizar, a la vez, la relación entre los hablantes en el nivel ilocutivo.

2.3.4 Los atenuantes como movimientos tácticos

En este trabajo, seguimos, en primer lugar, la propuesta de Briz (1998: 145), que

describe la forma de la atenuación como “un incremento gramatical y léxico de

una base neutra, y, en sentido retórico, una perífrasis o circunloquio, un rodeo

expresivo y estratégico”. Según este autor, la cortesía es una de las fuerzas

motrices de la atenuación, pero no la única.

En la conversación coloquial española, la atenuación es una estrategia que se

usa más por eficacia y eficiencia que por cortesía, o, en palabras del autor, lo

que se parece a cortesía puede ser una “máscara que esconde el propósito” (Briz

1998: 146). Los atenuantes son movimientos tácticos “para ganar en el juego

conversacional” (Briz 1998: 163, cursiva del autor); buscan la aceptación por

parte del oyente, ya sea del propio hablante, de lo dicho por él o del acto de

decir. La noción de aceptación es central, porque, sin ella, no hay comunicación

(Briz 2003: 18). El autor señala que la afiliación que supone la cortesía desde el

punto de vista social, contrasta con el distanciamiento que muchas de las

manifestaciones de cortesía suponen desde el punto de vista pragmalingüístico.

Aquí hay una aparente contradicción, que constituye la base de la cortesía


estratégica. El hablante se distancia del mensaje, al mismo tiempo que se acerca

al interlocutor para lograr su meta (Briz 2004). Albelda (2005: 329) señala que

una expresión puede ser intensificadora y atenuadora a la vez, e ilustra la

aparente paradoja con el siguiente ejemplo:

(2:5) A bueno pues/ yo te digo mi opinión/ a nivel de que son personas para mí/ que

de una manera natural o bien poor- por práctica pues son/ en principio muy

sicólogos

(Albelda 2005: 330)2.3 El concepto de atenuación

43

En (5), el hablante intensifica su compromiso con lo dicho, por las formas en

negrita, al mismo tiempo que se atenúa a sí mismo frente al interlocutor,

expresando que no intenta imponer su opinión al oyente.

La función más lingüística del atenuante está relacionada con actividades

estrictamente argumentativas de minimización estratégica del beneficio del

hablante, de su contribución y del desacuerdo. Su fin más social tiene que ver

con las actividades de imagen, con o sin cortesía, y afecta estrictamente a las

relaciones interpersonales entre hablante y oyente y a la imagen de cada uno de

ellos y de éstos juntos. En el uso estratégico de un atenuante, que es una

decisión consciente y libre del productor, se superponen a menudo lo

pragmático-social y lo pragmático-lingüístico, es decir que se salva la imagen a

la vez que se obtiene un beneficio (Briz 2003, 2004).

Foullioux y Tejedor de Felipe (2004) coinciden con Briz en la visión de la

atenuación como artificio. Según los autores, el truco reside en hacer que una

expresión o un enunciado parezca inofensivo, sin hacerla menos fuerte. En otras

palabras, se hace parecer menor la intención, aunque se obiente el mismo efecto.

Para lograrlo, el hablante tiene que poder prever los efectos que su discurso

producirá en los interlocutores. El hablante debe tratar a su interlocutor con


cuidado si quiere obtener de él una cierta reacción. Los autores notan que la

consideración del otro está muy presente en la atenuación. Factores que afectan

a la atenuación son, entre otras cosas, la conciencia de una jerarquía social, la

consideración de las sensibilidades del interlocutor, y la estimación del grado de

presión que el interlocutor pueda soportar. Además, interesa al hablante

proyectar un ethos positivo de individuo respetuoso. A modo de resumen,

atenuar es reemplazar una representación discursiva por otra menos amenazante.

2.3.5 Niveles y tipos de atenuación

Como elemento pragmático y estrategia conversacional, la atenuación está

asociada a la relación entre los interlocutores, y, según Briz (1998: 148, 157),

puede tener efecto en dos niveles distintos: el nivel del enunciado y el nivel de la

enunciación.

Nivel del enunciado: atenuación de lo dicho

En el nivel del enunciado, se atenúa todo o parte de lo dicho – el contenido

proposicional, es decir, la fuerza significativa de una palabra o expresión – e

indirectamente se atenúa también el decir; de ahí que los atenuantes sean

operadores semántico-pragmáticos (Briz 1998: 148). De esta categoría dice 2. Fondo


teórico y estudios anteriores

44

Albelda (2010) que minimiza la cantidad o presenta un referente de modo vago

o impreciso, función que, de entre los marcadores estudiados en este trabajo,

corresponde a los atenuantes aproximativos, generalizadores y limitativos (cf.

4.3).

Los atenuantes semántico-pragmáticos no suelen causar problemas para el

analista en cuanto a la identificación de su función como atenuantes, porque la

imprecisión o la disminución es una modificación explícita (Albelda 2010).

Veamos los siguientes ejemplos de nuestro corpus. En (2:6a), los hablantes


están comparando la sociedad española y la sueca, y, en (b), se está a punto de

introducir un nuevo subtema de la negociación:

(2:6a)

*ANT: 1

es que: estamos en un, sí claro, es una ciudad tan m

grande y: # no sé # que avanza mucho más rápido que el

resto de: +...

*JEN: 4

sí, pero yo yo creo que: los españoles # son un # un poco

más &conse conservadores # a veces .

ANT: Antonio (EL1), JEN: Jens (EL2), DInter # 9

(b)

*PIA: 1

[…] m: otra cosa e: # &=ruido espera un poquito ### bueno

## lo que # es que queremos hablar sobre: la: la

publicación # m: de: […] # de los resultados de las:

inves:tigaciones # y no de: de esta innovación, entonces,

sino: en general, no ?

PIA: Pia (EL2), NInter # 10


Los marcadores un poco y a veces, en (a, líneas 4-5), son atenuantes
semánticopragmáticos que atenúan la cualidad negativa implicada en el adjetivo

conservador, e indirectamente atenúan también la afirmación de la opinión del

hablante. En (b), el marcador un poquito (línea 1) minimiza la espera pedida

cuando la hablante se interrumpe en medio del discurso, y con eso se atenúa el

acto directivo (Searle 1969), la petición espera (cf. abajo).

Nivel de la enunciación: atenuación directa del decir

En el nivel de la enunciación, se atenúa el acto de decir – la fuerza ilocutiva de

un acto de habla – o el papel del yo o del tú. Aquí, los atenuantes son

operadores estrictamente pragmáticos (Briz 1998: 150). Albelda (2010) señala

que, siguiendo la tipología de los actos de habla de Searle (1969), los actos que

pueden ser atenuados son los actos asertivos, directivos, comisivos y 2.3 El concepto de
atenuación

45

expresivos

40

, de los cuales los directivos y los asertivos son los que más

frecuentemente se atenúan. Volviendo al ejemplo (2:6a), yo creo que (línea 4) es

un atenuante pragmático que, junto con los atenuantes semántico-pragmáticos

un poco y a veces, atenúan el acto asertivo los españoles son más

conservadores. En (2:7), me parece que atenúa un juicio que implica una crítica

de los oyentes: tenéis prisa.

(2:7)

*RUB: 1

[…] la la prueba &s se ha hecho, no, y nuestros técnicos

han asegurado que el producto es bueno # por por tanto


+...

*MAF: 4

[…] me parece # que es # tenéis prisa # y y es que # y y y

y yo no comprendo muy bien # para para lanzar otros

proyectos o todo eso […]

RUB: Rubén (EL1), MAF: Manfred (EL2), NInter # 7

Atenuación dialógica

Al analizar la atenuación en los niveles del enunciado y de la enunciación, nos

referimos al ámbito monológico, esto es, sin tomar en cuenta lo emitido por el

interlocutor. Más allá del acto de habla, en el intercambio, el empleo de los

atenuantes resulta en la minimización del desacuerdo respecto a la intervención

de otro hablante; esto es lo que Briz llama atenuación dialógica (Briz 1998:

157).

Ciertos actos de habla, en primer lugar los actos asertivos y directivos, llevan

al desacuerdo en el diálogo, y se hace necesario atenuarlos para proteger las

imágenes de los hablantes y mantener el equilibrio en la conversación. Los

atenuantes que obran en el nivel del diálogo, según Albelda (2010: 57), suelen

ser fácilmente identificables: “Se ponen en juego elementos de relación

interpersonal y del trabajo de las imágenes, que el investigador reconoce

inmediatamente”.

40

Los actos asertivos son, p. ej., afirmaciones y negaciones: Está lloviendo, No está

lloviendo; los actos directivos, p. ej., peticiones y consejos: Pásame la sal, Debes ir al
médico; los actos comisivos, p. ej., promesas e invitaciones: Te llamo mañana; y los
actos

expresivos, p. ej., sentimientos y actitudes: Estoy agotada. Las estrategias de atenuación


no

son aplicables a los actos declarativos (Albelda 2009), que cambian el estado de cosas:
Os

declaro hombre y mujer, ?Creo que os declaro hombre y mujer, ?Más o menos os
declaro

hombre y mujer.2. Fondo teórico y estudios anteriores

46

2.3.6 Atenuación e intensificación – categorías complementarias

Holmes (1984) señala un hueco en la teoría de Fraser (1980: 342-343), que

afirma que la mitigación es opuesta a la enfatización de la fuerza del mensaje,

pero que no tiene un término para este efecto

41

. A esto, Holmes responde que

intensificar la fuerza ilocutiva de un acto de habla es una estrategia

complementaria a la de atenuar esa fuerza. Las dos estrategias pueden expresar

diferentes grados de creencia, deseo, fuerza de los sentimientos, compromiso o

seriedad de la intención. Al igual que Holmes, Caffi (1999) ve la mitigación

como una de las dos direcciones de modulación

42

, opuesta pero complementaria

al refuerzo, explicación en que coincide también Sbisà (2001), Albelda (2005) y

Briz (2007b). Albelda señala que tanto la intensificación como la atenuación

pueden dar efectos de cortesía (Albelda 2005: 185) y que, en ocasiones, ambas

se usan para “sintonizar las relaciones interaccionales” (Albelda 2005: 387).

Briz (2007b) afirma que las dos son estrategias de modalización, relacionadas

con la argumentación y negociación de acuerdos en la conversación. El hablante


elige, de la escala de tácticas verbales para realizar la estrategia, una táctica que

cumpla su meta.

La dimensión escalar o gradual, de menor a mayor grado, es uno de los rasgos

básicos de las estrategias de atenuación e intensificación, según Albelda (2005:

195, 258). Como elementos escalares, los dos tienen que entenderse como

categorías relativas, que se explican comparativamente, respecto a un punto de

referencia, que se traduce a un enunciado no marcado (Albelda 2005: 197, cf.

Meyer-Hermann 1988). Si la fuerza ilocutiva es mayor que el punto de

referencia (punto cero), se trata de intensificación, y si es menor, de atenuación

(Albelda 2005: 258, cf. Holmes 1984, Caffi 1999, Sbisà 2001, Fant 2007).

2.3.7 Orientación de la atenuación

Fraser (1980) distingue entre dos categorías de mitigación según su orientación:

la interesada („self-serving‟) y la altruista („altruistic‟)

43

. La primera es ilustrada

por el ejemplo de informarle a un empleado, de un modo que quita

responsabilidad del hablante, de que tiene que reescribir un informe: Como

41

En el original: “[M]itigation [...] is not what occurs when we emphasize the force of our

message”; “[…] I have no ready name for this type of effect” (Fraser 1980: 342-343).

42

Caffi usa el término modulation en el sentido físico de intensidad (modulus), como

parámetro escalar que define una cantidad mensurable, por ejemplo, una fuerza.

43

Haverkate (2004: 137) habla de mitigación egocéntrica y altruista.2.3 El concepto de


atenuación
47

director del proyecto, estoy encargado de informarle de que…44

(Fraser 1980:

344, trad. nuestra). El efecto inoportuno que se quiere mitigar en este caso es la

ira, el daño o la hostilidad que podría sentir el oyente hacia el hablante a causa

de lo dicho. Con esta mitigación, Fraser considera que el hablante desea ser

excusado por el acto realizado, al tiempo que se protege de la respuesta del

oyente. Otro ejemplo de mitigación interesada es un médico que dice a su

paciente: Aunque es difícil creerlo, dado su modo de vivir, el análisis muestra

que usted tiene una enfermedad social

45

(Fraser 1980: 345, trad. nuestra), donde

el médico indica que no quiere ser responsable de las implicaciones de la

existencia de tal enfermedad.

En el caso de la mitigación altruista, no se trata en primer lugar, según Fraser,

de modificar un efecto que incide sobre el hablante mismo, sino de suavizar el

efecto directo que tiene el enunciado sobre el oyente. Esto pasa, por ejemplo, al

dar a saber a alguien que un familiar suyo ha muerto en un accidente. Fraser

nota que, en muchos casos, se puede tratar de los dos tipos de mitigación a la

vez.

Fraser no relaciona la mitigación interesada y altruista con el concepto de

imagen social. Sin embargo, como hemos visto arriba, el autor considera que la

atenuación supone cortesía, lo que debería significar que tanto la mitigación

interesada como la altruista son, para él, expresiones de cortesía. Si esto es así,

no entendemos el sentido de distinguir entre estas dos categorías.

Para nosotros, tanto la imagen del hablante como la del oyente están en juego

en los tres ejemplos citados de Fraser; en los tres casos se trata de transmitir una
información no deseable para el oyente, y, como mensajero de esta información,

el hablante también pone en riesgo su propia imagen. La diferencia entre los

casos radica, a nuestro modo de ver, en que el tercero (la muerte del familiar)

tiene consecuencias mucho más extremas para el oyente que los primeros dos,

por lo que el enfoque en la protección de la imagen del oyente se hace

considerablemente más importante en este caso; sin embargo, la protección

simultánea de la imagen del hablante está todavía presente.

Atenuación con y sin cortesía – atenuación autocéntrica y alocéntrica

Como señala Albelda (2006), la concepción de Brown y Levinson (1987 [1978])

de que la cortesía radica en reparar los FTAs ha llevado a ciertos autores a

44

Ejemplo adaptado a partir de Fraser (1980: 344): “It is my duty as Project Director to

perform the most unwelcome task of telling you that...”.

45

Ejemplo adaptado a partir de Fraser (1980: 345): “Difficult as it is to believe, given


your

life-style, the analisis shows you have a social disease”.2. Fondo teórico y estudios
anteriores

48

asumir tácitamente que cortesía es sinónimo de atenuación. Sin embargo, “la

cortesía no es siempre el resultado de evitar o reparar amenazas, y la atenuación,

por tanto, tampoco es el único modo de expresarla” (Albelda 2006: 582).

Por otro lado, como afirma Briz (2007b), la estrategia de la atenuación no

siempre expresa cortesía, ni siempre está relacionada con la imagen. El autor da

los siguientes ejemplos:

(2:8a) Por favor, ¿podrías entregar este paquete?

(b) Yo me considero guapita.


(c) Mamá, me he hecho un rotito en el pantalón (el niño lleva el pantalón

destrozado).

El ejemplo (2:8a) es una petición, atenuada con tres formas lingüísticas a la vez:

la fórmula de cortesía convencional por favor, el verbo modal (poder) y la forma

condicional (podrías). La petición implica una limitación de la autonomía del

otro, y afecta a la imagen, tanto del hablante como del oyente, por lo que la

atenuación debe definirse como cortés, con atenuación, imagen y cortesía (Briz

2007b).

En el ejemplo (b), la hablante manifiesta una opinión positiva de sí misma

(“soy guapa”), acto que se ve obligada a atenuar, por modestia, con el verbo de

opinión considerar y el morfema diminutivo -ita pegado al adjetivo. En este

caso, la única intención de la hablante es proteger su propia imagen; la del

oyente no está en peligro. Se trata de un caso de atenuación con protección de la

(auto)imagen, pero sin cortesía. En el ejemplo (c), no hay cortesía, ni actividad

de imagen, pero sí hay atenuación; el niño intenta atenuar la reacción de su

madre para no sufrir perjuicios (Briz 2007b).

En este trabajo, llamaremos a la atenuación con cortesía atenuación

alocéntrica, porque se orienta a la protección de la imagen del otro (alo-),

aunque protege también indirectamente la imagen del mismo hablante, y a la

atenuación que se orienta a la protección de la imagen del hablante, sin expresar

cortesía, le llamaremos atenuación autocéntrica. Estamos de acuerdo con Briz

en que también hay atenuación sin protección de la imagen, pero en nuestro

estudio tratamos solo la atenuación que sirve como actividad de imagen, dado

que la atenuación sin imagen es muy poco frecuente en el corpus.

Veamos, otra vez, la última parte del ejemplo (2:6a), aquí (2:9a), y el nuevo

ejemplo (2:9b):2.3 El concepto de atenuación

49
(2:9a)

*JEN: 1

yo yo creo que: los españoles # son un # un poco más

&conse conservadores # a veces .

JEN: Jens (EL2), DInter # 9

(b)

*MAA: 1

yo oí una anécdota de que estaban filmando una pena de

muerte, no, sí creo que era una pena de muerte .

MAA: Manuel Alfredo (EL1), DIntraE # 26

En (a), el HNN Jens emplea los atenuantes yo creo que, un poco y a veces para

atenuar el posible daño a la imagen de sus interlocutores españoles que

conllevará el atributo conservador; son atenuantes alocéntricos.

En (b), Manuel Alfredo atenúa su compromiso con la verdad de la anécdota,

indicando que lo dicho es información transmitida: yo oí una anécdota, y atenúa

el grado de fiabilidad de su memoria con el marcador creo que; en este caso, no

hay amenaza a la imagen del oyente, pero sí a la del hablante, es decir, se trata

de atenuación autocéntrica.

2.3.8 Resumen y valoración de la sección

Hemos revisado, en la sección 2.3, algunos acercamientos al concepto de

atenuación. La atenuación ha sido definida como una medida para reducir los

efectos negativos de un acto de habla sobre el oyente, como estrategia de

cortesía (Fraser 1980, Holmes 1984, Haverkate 1994), como concepto funcional

que reduce la intensidad obligativa del hablante con respecto a la veracidad de la

proposición (Meyer-Hermann 1988, Caffi 1999), como estrategia que aumenta


la eficacia del decir-hacer, mecanismo de desresponsabilización, que reduce los

riesgos en la interacción: los riesgos de contradecirse a sí mismo, de ser

rechazado, de perder la imagen y de entrar en conflicto (Caffi 1999), y como

resultado de una modificación de la fuerza ilocutiva (Holmes 1984, Briz 1995a,

Caffi 1999, Sbisà 2001, Albelda 2005). Todos estos rasgos en conjunto captan

algo de la esencia de la atenuación.

En este trabajo, de acuerdo con la propuesta de Briz (1998, 2003, 2004,

2007b), Hernández Flores (2002), Bravo (2003b) y Albelda (2005), entre otros,

entendemos la atenuación como una categoría pragmática, que puede funcionar

como estrategia de cortesía, pero que también puede servir únicamente como

movimiento táctico que busca la aceptación, por parte del oyente, del hablante,

de lo dicho, o del acto de decir. La atenuación opera en varios niveles: en el

nivel lingüístico, o discursivo, se minimiza, de modo estratégico, el beneficio o

papel del hablante, de lo dicho por él, y del posible desacuerdo; en el nivel 2. Fondo
teórico y estudios anteriores

50

social, se afecta la relación entre hablante y oyente y la atenuación es una

actividad de imagen. La existencia de varios niveles de análisis explica, por

ejemplo, el hecho de que un enunciado pueda ser, a la vez, intensificado a nivel

lingüístico y atenuado a nivel social (Albelda 2005). La atenuación y la

intensificación son categorías complementarias, que forman una escala, con

varios grados de intensidad entre los dos polos, y se miden en relación con un

punto de referencia neutro, un enunciado no marcado. Una fuerza ilocutiva

mayor que el grado neutro implica intensificación, y una fuerza menor,

atenuación (Albelda 2005, Holmes 1984, Meyer-Hermann 1988, Caffi 1999,

Sbisà 2001, Fant 2007).

La atenuación puede servir como medida preventiva, que anticipa los efectos
negativos de lo dicho, pero también puede tener función reparadora de algún

daño ya ocurrido. El término puede referirse al recurso de atenuación, a la

operación o al resultado (Caffi 1999).

De acuerdo con Briz (1998), distinguimos entre los atenuantes que afectan a

la fuerza significativa de una palabra e indirectamente atenúan la fuerza

ilocutiva, operadores semántico-pragmáticos (cf. 4.3), y los que atenúan

directamente la fuerza ilocutiva o el papel del hablante o del oyente, operadores

estrictamente pragmáticos (cf. 4.2).

Basándonos en propuestas como las de Bravo (2003b), Hernández Flores

(2002), Fant y Granato (2002), Albelda (2006) y Briz (2007b), proponemos que

los marcadores y movimientos de atenuación analizados en este trabajo, que

todos sirven de actividades de imagen, pueden tener dos orientaciones

alternativas: orientación alocéntrica (con cortesía), protegiendo tanto la imagen

del oyente como la del hablante, u orientación autocéntrica (sin cortesía),

velando solo por la imagen del hablante. Este aspecto se investigará sobre todo

en el capítulo 5, donde analizamos la dicotomía alocéntrica/autocéntrica tanto

cuantitativa como cualitativamente.

7.1. Fenómenos sociales vs. fenómenos discursivos

Beinhauer (1991 [1929]) (vid. también Hernando Cuadrado 1988: 38,

Cascón Martín 1995) recoge entre los procedimientos característicos del español

coloquial la cortesía y la intensificación (entendida como expresión afectiva).

Según el autor, son dos actitudes fundamentales del diálogo: con la intensificación

el hablante persigue el predominio de su yo; a través de la cortesía, manifiesta su

consideración hacia el oyente. En el caso de la intensificación señala que se hace

“un ostentoso despliegue de fuerzas. De ahí nace, lingüísticamente hablando, la

propensión a las exageraciones expresivas y a otros recursos similares, con que se


pretende triunfar del otro hablante” (Beinhauer 1991 [1929]: 13 4). Así entendidas,
CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

327

intensificación y cortesía se encaminan hacia objetivos distintos e, incluso, se

podría decir, opuestos. Otra consecuencia de este planteamiento, a nuestro parecer

errónea, es identificar, a veces implícitamente, los conceptos de cortesía y

atenuación, como se desprende del análisis de algunas propuestas (vid. por

ejemplo Puga 1997, Ferrer y Sánchez Lanza 1998). Si se considera que la

atenuación es un fenómeno próximo a la cortesía y si la intensificación y la

atenuación son categorías de signo contrario, se podría concluir entonces que

intensificar un enunciado es ser descortés. Con frecuencia, se ha tomado el

concepto de intensificación en el sentido de ‘agravación’.

Las hipótesis con las que se trabajará en este capítulo son: primero, las

equivalencias entre atenuación y cortesía, por un lado, y entre intensificación y

descortesía, por otro, no solo no son correctas, sino que también se puede ser

cortés mediante estrategias de intensificación; en segundo lugar, conviene

distinguir los fenómenos de atenuación e intensificación de los de cortesía y

descortesía. Los dos primeros son categorías pragmáticas, tal y como las concibe

Briz (1998) y como se ha defendido en este trabajo (§ 6.3.). No son funciones

sociales en sí mismas, aunque están al servicio de estas (Briz 1998: 159). Así

pues, hay que distinguir entre valores sociales y estrategias comunicativas (Briz

2003: 44).

7.1.1. Cortesía vs. descortesía: fenómenos sociales

La cortesía es un fenómeno con valores y efectos en el nivel social de la

lengua, en un nivel externo, en tanto que afecta a las relaciones entre seres

humanos que entablan una comunicación. Si bien uno de sus modos de

manifestarse es la comunicación lingüística, existen otros modos de expresar la


cortesía. En este sentido, se reconoce en la cortesía una determinada actitud social,

un modo de comportarse y, por tanto, es intencionada, se muestra, pues se refiere

a cómo deseamos que se nos vea y a cómo se nos ve. La cortesía se concibe

también como una herramienta de relación social y su empleo suele poseer fines

estratégicos en la comunicación, en función de los intereses de los interlocutores.


MARTA ALBELDA MARCO LA INTENSIFICACIÓN EN EL ESPAÑOL
COLOQUIAL

328

Por su parte, la descortesía se entiende como el fenómeno contrario a la

cortesía y, por tanto, también lo consideramos de carácter social. Sus efectos

perjudican las relaciones sociales entre los interlocutores afectados. Del mismo

modo que la cortesía, la descortesía también es intencionada y su uso puede

dirigirse a un fin estratégico en la comunicación. Así, una gran parte de estudios

en torno a la descortesía se han centrado en el discurso político, por ser este uno

de campos que más favorecen el empleo de actos descorteses con un propósito

intencional. Para el español, respecto al estudio de la descortesía se encuentran,

entre otros, los trabajos de García (1993), Herrero (2000), Blas Arroyo (2001),

Bolívar (2001, 2003), Placencia (2001a), Nieto (2002), Cordisco (2003), De

Erlich (2003) o Zimmermann (2003). 7.1.2. Atenuación vs. intensificación: fenómenos


discursivos

Entendemos que la intensificación y la atenuación son funciones discursivas,

propias del lenguaje, se manifiestan a través de elementos y rasgos lingüísticos.

También su ámbito de actuación y sus efectos se dan en el discurso, bien en el

mensaje lingüístico mismo, bien en alguno de los demás elementos del discurso

(los participantes, la situación, el tema). Pero, sin embargo, el alcance de estos

fenómenos es diferente al de la cortesía; prueba de ello es el hecho de que

atenuación e intensificación pueden afectar al contenido proposicional de lo dicho,

mientras que en el caso de la cortesía no es posible, pues esta solo logra efectos en
un nivel externo de la lengua, en la relación entre los participantes. En este

sentido, Haverkate (1994: 15) señala: “las normas d e cortesía determinan el estilo

de la interacción verbal, pero no afectan al contenido proposicional de lo que se

comunica (...) expresar cortesía no es un acto autónomo; es un acto que se efectúa

como subacto del acto de habla.”

Podemos realizar actos corteses por medio de estrategias discursivas de

atenuación e intensificación: puede atenuarse una amenaza que dañaría la imagen

del receptor con la intención de ser socialmente cortés y también puede reforzarse

la imagen del receptor a través de un acto intensificador de lo dicho, como sería


CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

329

por ejemplo el caso de un cumplido o de un halago. La cortesía refuerza la

relación entre los interlocutores y la ausencia de cortesía o la descortesía puede

debilitarla. Lo discursivo está al servicio de lo social: la intensificación, por tanto,

como estrategia discursiva (vid. capítulo 6) puede utilizarse al servicio de la

cortesía (y de la descortesía).

La intensificación y la atenuación, como mecanismos lingüísticos que son,

no se emplean únicamente como medios de manifestar la cortesía; pueden

desempeñar otras funciones además de esta, tal y como hemos visto en otras

partes de este trabajo.

En el apartado 6.3.1. se señalaron los tres efectos generales de la intensificación:

hacer más creíble lo dicho, imponer la figura del yo, buscar el acuerdo en el

oyente, que se manifiestan en empleos más concretos, como exagerar, argumentar

en un debate, etc. (Latour 1974, Holmes 1984a, 1984b, Arndt y Janney 1985,

Held 1989, Sbisà 2001). Por su parte, también la atenuación cumple otras

funciones (Briz 1998: 143, 2003: 19-23, 2004: 68); por ejemplo, quitar

importancia a un tema delicado, no alarmar a una persona ante una mala noticia o,
también, conseguir que el receptor otorgue algo al emisor. Sin embargo, sí es

cierto que la función más frecuente de la atenuación es la cortesía (Briz 1998: 143,

2004: 68).

Por otro lado, como se apuntó en § 5.2.5.3., atenuación e intensificación no

se pueden considerar estrategias en contradicción, ambas pueden ordenarse a

salvar o proteger la imagen (Held 1989: 198, Briz 2003: 25). Señalábamos que

son frecuentes los casos en los que se produce una intensificación en la escala de

la modalidad que, a su vez, supone una atenuación social. Así se puede observar

en el siguiente ejemplo, el hablante intensifica su compromiso epistémico respecto

a lo que dice y, al mismo tiempo, se produce una atenuación respecto a la figura

del oyente, pues las formas empleadas (marcadas en negrita) expresan que no se

quiere imponer la opinión: MARTA ALBELDA MARCO LA INTENSIFICACIÓN


EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

330

(1)

A: bueno pues/ yo te digo mi opinión/ a nivel de que son personas para mí/ que de

una manera natural o bien poor- por práctica pues son/ en principio muy

sicólogos

[MT.97.A1: 1-3]

La explicación del ejemplo anterior mediante la recurrencia a niveles de

estudio diferentes, uno social y uno discursivo, resuelve lo que podría

interpretarse como una posible contradicción. De esta forma, podemos explicar

que en (1) tenemos un caso de intensificación epistémica y de expresión de

cortesía.

.2. Acerca de la cortesía como estrategia social y discursiva

El punto de partida de los estudios de cortesía son los trabajos de Goffman

(1971 [1959], 1961, 1970 [1967]) a los que se sucederán los de Lakoff (1973),
Leech (1983) y Brown y Levinson (1987 [1978]). El trabajo de estos últimos se ha

constituido en la teoría de la cortesía más elaborada, sobre la que se han realizado

numerosas aplicaciones y críticas en diferentes lenguas y culturas.

7.2.1. La imagen y el territorio

Los conceptos básicos de la teoría de la cortesía de Brown y Levinson (1987

[1978]) están tomados de las nociones de imagen y territorio de Goffman (1979:

1971). El ser social presenta dos propiedades básicas, la racionalidad (rationality)

y la imagen pública (face), esta última constituida a su vez por dos clases de

deseos (face wants):

- negative face: la no imposición o libertad para actuar libremente, sin

verse coartado o limitado por la actuación de los demás. Es el deseo de

cada persona de disfrutar de una integridad territorial.CAPÍTULO 7. LA


INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

331

- positive face: la búsqueda de la aprobación, el deseo de que los demás

aprueben o valores nuestras intenciones o actos

La imagen negativa de Brown y Levinson se corresponde con la noción de

‘territorio’ de Goffman y se refiere a todo lo relacionado con el ámbito de

actuación del ser social (sus pensamientos, sentimientos, los territorios temporal,

espacial y corporal). Por otro lado, el deseo de imagen positiva se corresponde con

la ‘imagen’ de Goffman, que tiene que ver con el prestigio, con el dar una buena o

mala imagen, evitar “being embarrased or humiliated or losing face” (Brown y

Levinson 1987 [1978]: 61). Atribuyen ambos deseos de imagen a cada uno de los

dos miembros de la interacción, tanto al receptor como al emisor, dado que las

estrategias de cortesía se ponen en marcha dentro de las realizaciones


comunicativas. Por ello, un análisis completo de la actuación de la cortesía solo

será posible si se tienen en cuenta las cuatro orientaciones de la cortesía, en

función de las figuras de la comunicación:

a. imagen positiva del hablante

b. imagen negativa del hablante

c. imagen positiva del oyente

d. imagen negativa del oyente

Sin embargo, a lo largo de su obra, Brown y Levinson abandonan

implícitamente lo referente a la imagen del hablante, centrándose en la del oyente.

Vid. las críticas al respecto: Meier (1995: 383), Carrasco Santana (1999: 11).

En palabras de Brown y Levinson, negative face es “the want of every


‘competent adult

member’ that his actions be unimpeded by others’ (Brown y Levinson 1987


[1978]: 62), y

positive face se define como “the want of every member that his wants be desirable to at
least

some others (…) the desire to be ratified, understood, approved of, liked or admired”
(Brown y

Levinson 1987 [1978]: 62).MARTA ALBELDA MARCO LA INTENSIFICACIÓN


EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

332

7.2.2. FTAs y FFAs

La teoría de la cortesía de Brown y Levinson se fundamenta en la necesidad

de facilitar las relaciones sociales y compensar la agresividad o amenaza de la

imagen de los participantes. En la base de esta doctrina se encuentran dos

supuestos: por un lado, la concepción de que existe un potencial de

enfrentamiento, una lucha de tensiones entre los participantes de la comunicación;


por otro lado, la consideración de que es deseable para todos ellos evitar o

subsanar (impedir, compensar) dicho enfrentamiento y lograr una cierta armonía

Afirman Brown y Levinson (1987 [1978]: 130) que en las culturas

occidentales “negative politeness is the most elaborate and the most

conventionalized set of strategies”. Estos autores ofrecen una visión negativa de

las relaciones sociales; según ellos, cualquier intercambio comunicativo es

potencialmente amenazante y la misión de la cortesía sería únicamente reparar,

mitigar o evitar esas amenazas. De ahí que presenten un sistema de estrategias

corteses como resultado del establecimiento de las distintas amenazas que pueden

realizar los actos verbales (y no verbales). Así pues, se obtiene la siguiente

clasificación de las formas en que se pueden realizar FTAs (face threatening acts)

(Brown y Levinson 1987 [1978]: 68-71):

1. estrategias abiertas y directas: no se minimiza la amenaza de la imagen

porque o bien se quiere dañar la imagen, o bien la situación en que se

realiza el acto neutraliza la cortesía.

2. estrategias abiertas e indirectas (cortesía positiva): es una compensación o

reparación dirigida a la imagen positiva del receptor, esto es, la esfera de la

reparación se amplía a la apreciación de los deseos del otro o a la

expresión de la similitud del yo y del tú (Brown y Levinson 1987 [1978]:

101). La finalidad es colmar los deseos del oyente apelando al terreno

La misma idea está expresada en Tracy (1990: 221): “all intera ction is potentially face-
threating”.CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES
SOCIALES

333
común, expresando que hablante y oyente son cooperativos. La cortesía

positiva es la esencia del comportamiento familiar y distendido.

3. estrategias abiertas e indirectas (cortesía negativa): es una acción

reparadora dirigida a la imagen negativa del destinatario (Brown y

Levinson 1987 [1978]: 129) cuya misión es evitar, mitigar o reparar las

amenazas. La cortesía negativa es la esencia del comportamiento

respetuoso.

4. estrategias encubiertas: en estos casos el hablante pretende encubrir su

verdadera intención, para evitar la responsabilidad de que se le atribuya el

haber realizado un acto amenazador.

Habría una quinta opción que consistiría en no realizar tal acto de habla. A

continuación se muestran algunos tipos de FTAs para cada uno de los cuatro tipos

de imagen (Brown y Levinson 1987 [1978]: 65-68 y Calsamiglia y Tusón 1999:

164): amenazas a

a. la imagen positiva del hablante: confesiones, autocríticas,

contradecirse uno mismo, disculpas, autoinsultos, subestimación de

lo propio, aceptación de un cumplido, etc.

b. la imagen negativa del hablante: oferta, compromiso, promesa,

invitación, garantía, excusas, expresar agradecimiento, etc.

c. la imagen positiva del oyente: insulto, reproche, crítica, burla,

ironía, sarcasmo, refutación, desacuerdo, desprecio, quejas,

acusaciones, dejar en ridículo.

d. la imagen negativa del oyente: prohibición, petición, orden,

consejo, advertencia, recomendación, sugerencias, recordar algo,

etc.

En general, los actos amenazantes a la imagen en la cultura hispánica son

aquellos que dañan el prestigio público de la persona a la que van dirigidos, que le
hacen quedar mal, que le critican o insultan, en definitiva, que le humillan o le

empujan a desempeñar alguna tarea sin contar con la voluntad del otro.

Lingüísticamente se pueden manifestar de muchas formas, como por ejemplo, a

través de imperativos, insultos, reprimendas, por medio de énfasis prosódico, con

apelaciones directas al tú, olvidos, equivocaciones, etc., siempre que afecten o

impliquen la esfera personal del tú

Por otra parte, tal y como se ha comprobado en el análisis del corpus,

cuando se produce una amenaza a la imagen de hablante o a la de oyente no solo

se ataca la imagen de uno de los dos interlocutores, puesto que las imágenes de

ambos están expuestas a influencias exteriores desde el momento en que se

entabla un diálogo. En muchas ocasiones cuando se amenaza al tú se está

produciendo simultáneamente una amenaza al yo (Brown y Levinson 1987

[1978]: 61); también las amenazas a la imagen del yo pueden amenazar

potencialmente la imagen del tú (Brown y Levinson 1987 [1978]: 67). De igual

forma que con las amenazas, también oyente y hablante se benefician de los

efectos de un acto cortés. En la cortesía siempre quedan bien las dos partes, pues

será bien visto por el oyente el deseo y/o interés del hablante por ser cortés (Meier

1995, Hernández Flores 2001). Es decir, el hablante es cortés porque no quiere

dañar la imagen del otro y, a la vez, con ese intento está forjando una buena

imagen de sí mismo ante el oyente, quien le valorará por haberse mostrado cortés.

Defendemos, de acuerdo con Hernández Flores (2001: 55-56) y Bravo (2003b:

101; 2004: 28), que son distintas las actividades de imagen de las de cortesía,

dado que sus efectos pueden ser diferentes (desarrollaremos este punto en §

3
Para una crítica al concepto de facework, pueden consultarse Penman (1990), Tracy
(1990), Lim7.3.1.). Por un lado, la actividad de imagen afecta al prestigio o a la buena
imagen

que el hablante (realizador del acto cortés) pretende y/o consigue de sí mismo y

del oyente y, por otro lado, está el acto de cortesía realizado, de cuyo efecto social

solo se beneficia el oyente. Estos dos efectos pueden coincidir, o lograrse solo uno

de ellos de modo autónomo.

Por otro lado, de acuerdo con Kerbrat-Orecchioni (1992, 1996)

, no estamos

de acuerdo con la concepción excesivamente pesimista de las relaciones sociales

que defienden Brown y Levinson (1987 [1978]) (concepción “agónica”, en la que

está siempre presente un potencial de agresividad a la imagen). KerbratOrecchioni


(1992: 171; 1996: 53), junto a los FTAs, propone la existencia de

FFAs (face flattering acts) o actos de refuerzo de la imagen, los cuales no

funcionan a modo de reparación o compensación al daño o agresión sufridos por

la imagen, sino que son un comportamiento estimulante y positivo para la relación

interpersonal. También Leech (1983: 104-105) se ha referido a estos actos

corteses en los que no hay lugar a amenazas. El autor establece una clasificación

de los tipos de funciones ilocutivas según su relación con los objetivos sociales:

a. COMPETITIVA: el objetivo ilocutivo, intrínsecamente descortés,

entra en conflicto con el objetivo social; se realizan acciones que

amenazan la cortesía (p. ej. pedir, ordenar, preguntar) que, por

tanto, necesitan ser mitigadas.

b. SOCIABLE (convivial): el objetivo ilocutivo coincide con el

objetivo social. Se trata de acciones intrínsecamente corteses (p.

ej. agradecer, felicitar, saludar).

c. COLABORATIVA: el objetivo ilocutivo es indiferente al social:


acciones prácticamente indiferentes a la cortesía (p. ej. afirmar,

informar).

Vid. al respecto también los estudios de Carrasco Santana (1999), Bravo (2000,
2003bHernández Flores (2001).MARTA ALBELDA MARCO LA
INTENSIFICACIÓN EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

336

d. CONFLICTIVA: por su propia naturaleza buscan ofender, son

acciones dirigidas frontalmente contra el mantenimiento de la

relación entre los interlocutores (p. ej. amenazar, acusar,

maldecir).

Así pues, tal y como observamos en las acciones del tipo (b), la cortesía no

es siempre el resultado de evitar o reparar amenazas. De hecho, este autor plantea

la cortesía positiva como la que realiza actos que son inherentemente corteses

(vid. Leech 1983: 83-84). También Bravo (2000) señala que

existen otras estrategias que tienen que ver con la cortesía y que no son

atenuadoras (...) para nosotros el ser consistente con la imagen no se

limitaría solo a establecer la relación entre amenazas y atenuaciones, sino

que buena parte de los esfuerzos comunicativos están dedicados a la

confirmación de la imagen social de los participantes (Bravo 2000: 1504-

1505).

Así, por ejemplo, el hecho de solicitar de alguien la opinión sobre un trabajo

realizado por uno mismo es confirmarle su imagen de experto en la materia

(Bravo 2000: 1505). De la misma opinión es Hernández Flores (1999):

la razón para ser cortés no se limita a la amenaza de la imagen de los

interactantes como afirman Brown y Levinson. Desde mi punto de vista la

cortesía puede ser usada para aumentar y estrechar las relaciones entre los
interlocutores según la particular ideología del grupo (...) (Hernández

Flores 1999: 38).

En vez de emplearse por razones conflictivas, puede ser usada para alcanzar

una amistosa y agradable interacción (Hernández Flores 1999: 42). Carrasco

Santana (1999: 15) sugiere el término “cortesía valorizante” para referirse a la

producción de actos inherentemente corteses, que pretenden producir un efecto

positivo en el interlocutor

. En la misma línea se encuentran los trabajos de Valdés

Haverkate (1994: 82) señala: “merece la pena añadir que los efectos producidos por
estos actos

[corteses] no pueden ser cancelados. Solo los actos que ocasionan efectos
negativos para el

interlocutor pueden anularse verbalmente mediante la disculpa, la excusa o el


perdón”.CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

337

y Pino (1981), Haverkate (1994), Garcés y Torreblanca (1997), Boretti (2001: 97),

Koutlaki (2002).

7.2.3. Imagen y derechos de sociabilidad

Otra serie de críticas al modelo de Brown y Levinson (1987 [1978]) ha

apuntado a su conceptualización básicamente individual y personal de la imagen,

sin prestar atención a la identidad social o interpersonal. Las propuestas de

Spencer-Oatey (1996, 2000), retomadas y ampliadas en Fant y Granato (2002),

sugieren que el concepto de negative face no es una necesidad de imagen (face

need) sino más bien lo que la autora llama derechos de sociabilidad (SpencerOatey
2000: 15), puesto que los problemas de la llamada imagen negativa no caen

necesariamente bajo problemas de imagen (Spencer-Oatey 2000: 13). En este


sentido, proponen sustituir la noción de imagen negativa por la de derechos de

sociabilidad: “I suggest that rapport (harmony) between people can be threatened

in two main ways: through face-threatening behaviour and through


rightsthreatening behaviour.” (Spencer-Oatey 2000: 16).

Según Spencer-Oatey, las estrategias que Brown y Levinson y sus

seguidores han calificado de cortesía negativa en la práctica no se ajustan a la idea

de reparar una acción que ha hecho perder la imagen del otro. Cuando alguien

interfiere en nuestro territorio, nos podemos sentir ofendidos, incómodos o

enfadados, pero no necesariamente perdemos la imagen o quedamos mal

(Spencer-Oatey 2000: 17).

Spencer-Oatey (2000: 12) sustituye el término de ‘face management’ por el

de ‘rapport management’ (gestiones de interrelacionalidad, en la traducción de

Fant y Granato 2002), por considerar que ‘imagen’ se focaliza más en uno mismo,

mientras que ‘interrelacionalidad’ supone la relación entre uno mismo y otro.

Además considera que el término ‘gestión de interrelacionalidad’ tiene un mayor

alcance, incluye tanto los derechos de sociabilidad como la imagen. Así pues,

reconoce dos componentes en la gestión de interrelacionalidad:MARTA ALBELDA


MARCO LA INTENSIFICACIÓN EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

338

- la imagen: “the positive social value a person effectively claims for

himself [sic] by the line others assume he has taken during a

particular contact” (Spencer-Oatey 2000: 14)

. Distingue dentro de

la imagen dos aspectos interrelacionados: una imagen cualitativa

(sentido de la autoestima), entendida como el deseo fundamental

de ser evaluado positivamente por los demás en cuanto a sus

cualidades personales (competencia, habilidades, aspecto) y una


imagen identitaria (sentido de la valía pública), entendida como el

deseo fundamental de reconocimiento por parte de los demás de

nuestras identidades o roles sociales.

- los derechos de sociabilidad: “fundamental personal/ social

entitlements that individuals effectively claim for themselves in

their interaction with others” (Spencer-Oatey 2000: 14). Dentro de

estos se refiere a dos tipos: los derechos de equidad, el deseo de

poseer y defender el territorio personal, sin que se impongan o se

aprovechen y los derechos de asociación o afiliacionalidad, esto es,

mantener un nivel de proximidad adecuado a la situación.

Ambos, la gestión de la imagen y los derechos de sociabilidad, tienen un

componente personal (imagen cualitativa y derechos de equidad) y un

componente social (imagen identitaria y derechos de asociación).

La dirección de la crítica a la que apuntan estos autores es una aportación

valiosa, pues permite entender mejor el carácter etnocentrista de la teoría de

Brown y Levinson, que solo tiene en cuenta las amenazas individuales propias del

sentir cultural anglófono. Sin embargo, no estamos de acuerdo en que las

actividades verbales corteses de atenuación de la petición, orden, o de no

imposición sobre los demás, etc. se destinen a preservar los derechos de

Esta definición la toma a su vez de Goffman (1970).CAPÍTULO 7. LA


INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

339

sociabilidad. En primer lugar, también los derechos de sociabilidad se manifiestan

de modo diferente en cada cultura y, por tanto, el empeño por preservarlos o

repararlos dependerá de la importancia que los miembros de una cultura otorguen


a tales derechos. Por otro lado, de acuerdo con Briz (1995b, 1998, 2003, 2004),

defendemos el valor estratégico de muchos actos corteses dirigido a conseguir

determinados fines en la interacción7.2.4. Autonomía y afiliación

La línea de trabajos de Bravo se sitúa dentro de una serie de estudios

socioculturales que revisan los postulados a la teoría de la cortesía de los primeros

modelos de Lakoff (1973), Leech (1983), Brown y Levinson (1987 [1978]). La

crítica se centra en el cuestionamiento del valor universal de estos modelos

explicativos. Los estudios de Bravo (1996, 1999, 2000, 2001, 2003a, 2003b,

2004) y Hernández Flores (1999, 2002, 2003, 2004), entre otros

, han propuesto

alternativas a estos modelos tradicionales. Según Bravo (1999: 160), “las

relaciones entre el Ego y el Alter que se plasman en el concepto de imagen podrán

reflejarse en actividades supuestamente motivadas por dos necesidades humanas

como las de autonomía y afiliación”. Son dos categorías vacías que se concretan

en cada una de las culturas particulares y donde no es posible establecer a priori el

repertorio de sus comportamientos:

- autonomía: la persona es vista con un contorno propio dentro del

grupo

Vid. también los trabajos de Boretti (1999, 2001) y Cordisco (2003) para el español de
Argentina,

Placencia (2001a, 2001b) para el español de Ecuador, Murillo (2003), para el español de
Costa

Rica y Briz (2002, 2003, 2004) para el español de España.MARTA ALBELDA


MARCO LA INTENSIFICACIÓN EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

340
- afiliación: se refiere a todo aquello que permite identificarse con el

grupo, es decir, percibir y ser percibido por la gente como alguien que

forma parte del grupo

En el caso de la sociedad anglófona, el concepto de autonomía será ocupado

por el contenido de negative face y el de afiliación por el de positive face, en el

sentido de Brown y Levinson (1987 [1978]). Para el español, uno de los

contenidos de la autonomía es la autoafirmación (Bravo 1996: 63, Hernández

Flores 1999: 40-42). Con autoafirmación, estas autoras se refieren al deseo de lapersona
por distinguirse del grupo y verse frente a él como alguien original y

consciente de sus cualidades sociales positivas, que le permitirán destacarse del

grupo y expresar sus opiniones persuasivamente y con fuerza. Por otra parte, uno

de los contenidos de la afiliación en la cultura española es la confianza (Bravo

1996: 63, Hernández Flores 1999: 40-42), entendida como la proximidad o el

sentido de profunda familiaridad. La expresión o sentido de una mayor confianza

supone una mayor integración en el grupo; en España la confianza es sentida muy

positivamente, pues permite hablar abiertamente. La falta de confianza es sentida

como distancia y ello se evalúa negativamente en un contexto de amigos o

parientes (Hernández Flores 1999: 40)

. Así, por ejemplo, el dar un consejo en

una sociedad española puede ser manifestación de autonomía, pero también de

afiliación: el hablante expresa sus ideas y a la vez da un consejo porque se siente

Bravo (1999) sostiene que las categorías de autonomía y afiliación se concretan en cada
cultura

en función del conocimiento de ciertas convenciones sociales de los hablantes de esa


lengua, es
decir, de sus premisas culturales. En relación con la cultura española peninsular, Bravo
señala,

entre otras, las siguientes (Bravo 1999: 168-170):

- se valora ser original y consciente de las buenas cualidades propias

- la imagen que uno tiene de sí mismo y el aprecio de los otros confirman sus cualidades

positivas

- tolerancia hacia la expresión de opiniones

- grandes esfuerzos en comprometerse con lo dicho: esto supone una mayor fuerza
de

convencimiento sobre su interlocutor

- los conflictos no suponen en España que la relación social no sea aceptada y fructífera.

Muchas veces esto crea lazos interpersonales positivos

- la relación social se establece por grados de confianza. En función de esa


confianza

existen situaciones en que se puede hablar sin temor a ofender.CAPÍTULO 7. LA


INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

341

en confianza ante su/s oyente/s (Hernández Flores 1999: 41). Así pues, no deben

considerarse autonomía y afiliación como categorías opuestas, ya que aparecen

relacionadas en muchas actividades de imagen. Según la propuesta de Brown y

Levinson (1987 [1978]) dar consejo supone una amenaza a la imagen negativa del

interlocutor, puesto que se le presiona a la realización de algo; así entendido, dar

consejo es una imposición. Si consideramos la autoafirmación como contenido de

la autonomía, entonces la amenaza no siempre se produce. Dar consejo se

percibirá como la posibilidad de decir ideas propias, que es una muestra de

autoafirmación

. En una situación de proximidad, que el yo-hablante dé un

consejo también supone confianza, ya que quien da el consejo manifiesta que su


receptor le proporciona el clima de confianza suficiente para realizar este acto. Es

más, el hecho de dar un consejo hace que se refuercen los lazos de amistad en un

contexto de familiaridad

10

Para evitar el problema de la no universalidad de los conceptos imagen

positiva y negativa de Brown y Levinson (1987)

11

, en este estudio se adopta la

alternativa de los conceptos de autonomía y afiliación como contenidos y

necesidades universales de imagen. Del mismo modo que los contenidos de

imagen varían según culturas, también las amenazas varían según las culturas. En

ellas, además, aparte de los esquemas culturales influyen otros aspectos, como por

ejemplo, el contexto o las relaciones de familiaridad.

En el caso del consejo, la autonomía se manifiesta en el yo-hablante; respecto al tú,


supondría,

bien la preocupación por el otro –cortesía– o bien la intromisión en su terreno


personal -

amenaza. Está claro que habría que tener en cuenta la situación contextual de la
interacción de la

que se trate y, muy en particular, la relación de proximidad entre los


interlocutores. Debe

considerarse también que si uno de los interlocutores no calcula bien los


parámetros de

proximidad, distancia, poder, etc. puede realizarse una agresión a la imagen del otro:
podemos

dar un consejo a alguien con quien creemos tener confianza y no ser así y que ello le
siente mal,
produciéndose una ofensa (ha habido un malentendido). Del mismo modo,
podemos dar un

consejo a una persona con la que tenemos plena confianza y que se enfade porque
le resulte

injusto.

10

Reforzar estos lazos sociales no siempre tiene que ver con la cortesía.

11

Véanse los numerosos trabajos que han puesto en duda la doble dimensión de la
imagen,

positiva y negativa, de Brown y Levinson (1987 [1978]): Matsumoto (1988), Ide


(1989),

Strecker (1993), Mao (1994), Bravo (1999, 2000, 2001), Boretti (2001), Fant y Granato
(2002),

Placencia (2002), Cordisco (2003), Murillo (2003), etc.

Introducir esta alternativa al concepto de imagen positiva y negativa de

Brown y Levinson permite, a la vez, explicar el funcionamiento de la cortesía no

solo como reparación de amenazas sino también, como hemos visto (§ 7.2.2.),

como actos que refuerzan la imagen de los participantes sin que exista un sentido

inherente de amenaza

12

. Por otro lado, a nuestro entender, estas dos categorías

asumen e integran los conceptos de imagen y territorio de Goffman. Ambos

contenidos se incluyen dentro de las categorías de autonomía y afiliación. Como

señalamos en § 7.2.1., el concepto de territorio de Goffman se refiere a todo lo

relacionado con el ámbito de actuación del ser social (sus pensamientos,

sentimientos, los territorios temporal, espacial y corporal, etc.) mientras que la

imagen tiene que ver con el prestigio, lo que comúnmente se expresa con ‘dar una

buena o mala imagen’.


7.3. Tipos de cortesía

En la teoría de la cortesía expuesta por Brown y Levinson (1987 [1978]) se

advierte que los interlocutores solo hacen uso de estrategias corteses si, y solo si,

hay riesgos de amenaza de la imagen. La cortesía es para estos autores lo que

evita la amenaza o la repara. Sin embargo, como ya señalábamos, también existen

actos corteses al margen de la posibilidad de amenaza.

Antes de entrar en las relaciones entre cortesía e intensificación, nos

detendremos en algunas cuestiones básicas sobre imagen y cortesía.

12

Véase más adelante la relación de esta idea con la propuesta de los FFAs y de lo que
llamaremos

intensificación en la cortesía. En la propuesta de Brown y Levinson (1987 [1978]) no


era posible

hablar de intensificación en la cortesía, pues estos autores no hablan de los FFAs; lo que
sí sería

posible intensificar son las amenazas, o como Bravo (1996) lo denomina,


actividades

agravantes.CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES


SOCIALES

343

7.3.1. Actividades de imagen y actividades de cortesía

Cabe hacer una aclaración a la teoría de Brown y Levinson respecto a los

términos cortesía e imagen; no creemos que tales conceptos se identifiquen, tal y

como se desprende de la propuesta de dichos autores; más bien diferenciamos, de

acuerdo con Kerbrat-Orecchioni (1994, 1996, 2004), Bravo (2000, 2003b) y

Hernández Flores (2001), las oposiciones:

1. cortesía positiva vs. cortesía negativa

2. imagen positiva vs. imagen negativa


La oposición de conceptos en (1) nos permite identificar como cortesía

positiva a las estrategias de cortesía que buscan reforzar la imagen sin que sean

llevadas a cabo por motivos negativos, es decir, no hay posibles amenazas (por

ejemplo, los cumplidos, los agradecimientos, los halagos, etc.). Por otro lado,

llamaremos cortesía negativa a la que se origina por la existencia de posibles

amenazas. De este modo, se realizarán actos dirigidos a evitar, mitigar o reparar la

posible amenaza a la imagen positiva (por ej., creo que te equivocas en esto) o a la

imagen negativa (por ej., lo siento, pero hoy no os puedo llevar en coche).

Entendemos, entonces, que no hay una correlación entre imagen positiva y

cortesía positiva, e imagen negativa y cortesía negativa. Ambos tipos de cortesía

(1) pueden referirse a ambos tipos de imagen (2). Kerbrat-Orecchioni (1992: 178)

manifiesta así las relaciones entre imágenes y tipos de cortesía y distingue cuatro

tipos básicos de cortesía (vid. también Penman 1990: 24):

1. cortesía negativa orientada a la imagen negativa

2. cortesía negativa orientada a la imagen positiva

3. cortesía positiva orientada a la imagen negativa

4. cortesía positiva orientada a la imagen positiva.

Debemos, pues, distinguir y separar las actividades de imagen de las

actividades de cortesía. Las actividades de imagen pueden funcionar como

corteses, pero estas últimas no incluyen todas las posibles y variadas actividades

de imagen (Bravo 2003b: 101): “si bien las actividades de cortesía son actividades

de imagen, no necesariamente todas las actividades de imagen son de cortesía”.

Por otro lado, de acuerdo con las razones expuestas en § 7.2.4., no estamos de

acuerdo con la división de la imagen en positiva y negativa (Brown y Levinson

1987 [1978]) y adoptamos en su lugar las categorías de autonomía y afiliación de

Bravo (1996, 1999, 2000, 2001, 2003b, 2004)

13
.

7.3.2. ¿Cortesía para el hablante y el oyente?

La distinción conceptual anterior nos permite observar con mayor claridad

que las actividades de imagen pueden dirigirse a uno mismo o al otro interlocutor,

mientras que las de cortesía no irán nunca destinadas al hablante (al yo). Sin

embargo, el hablante sí puede recibir parte del efecto social del acto de cortesía

dirigido al oyente en cuanto que refuerza su propia imagen (Penman 1990, Meier

1995, Shimanoff 1994, Bravo, 2000). Para explicar mejor estos conceptos, nos

sirve la diferenciación conceptual trazada por Hernández Flores (2001: 57):

- AI: actividades de imagen

- AIDH: actividades de imagen dirigidas a uno mismo (al propio

hablante)

- AC: actividades de cortesía

Según la autora, “las AC no pensamos que beneficien exclusivamente la

imagen del destinatario, sino que también la imagen del hablante se ve

13

Estamos de acuerdo con Bravo (1999: 159) en que “la división en los aspectos
positivo y

negativo de la imagen social no es universal”. Dicha autora considera la imagen como


aquello

que tiene que ver con “el compromiso del hablante con su yo social” (Bravo 1999: 181),
que “da

cuenta de la actuación del individuo frente a otros individuos” (Bravo 2000:


1503).CAPÍTULO 7. LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

345

beneficiada” (Hernández Flores 2001: 57). Téngase en cuenta que afirmar que el

hablante recibe un beneficio no es lo mismo que señalar que un acto pueda ser

cortés para el mismo hablante que lo realiza, ya que no se concibe la cortesía


dirigida a uno mismo

14

. Fant y Granato (2002) explican estos tipos de actividades

de imagen y sus efectos mediante las gestiones de autoimagen y aloimagen. Las

primeras van dirigidas a proyectar, mantener o defender la propia imagen, “para

asegurarse de su pertenencia grupal dada una situación, tipo de actividad o

sociocultura determinados” (Fant y Granato 2002: 8), mientras que las gestiones

de aloimagen se destinan a proteger o salvaguardar la imagen del otro. Solo la

aloimagen tiene que ver con el fenómeno de cortesía (en relación con ello vid. lo

comentado por Bravo 2003b: 101).

La diferencia entre actividades de imagen y actividades de cortesía se puede

aplicar a las categorías de autonomía y afiliación propuestas por Bravo (1996,

2000). Ambas categorías se refieren a actividades de imagen, lo cual no significa

que siempre se orienten hacia fines o efectos corteses. En los casos en que el

beneficio de la autonomía o de la afiliación va dirigido al propio hablante (yo),

hablaremos de actividades de imagen pero no de actividades de cortesía; en los

casos en que el beneficio se dirija al tú, sí se podrá hablar de cortesía. Así por

ejemplo, en el enunciado ¿podrías –si no puedes, no importa- recogerme a la

salida del trabajo? se formula una petición de forma cortés al oyente (tú) en la

que se intenta no coaccionarle, de manera que se está respetando su autonomía.

Por otro lado, si nos dirigimos al tú diciéndole, te has portado maravillosamente,

se reconoce a través de este acto cortés su buen comportamiento, manifestándose

así la imagen de afiliación. Los efectos de la formulación de este acto en el yohablante


benefician solo su imagen, pero no se puede aplicar aquí el efecto de

cortesía al propio hablante: el yo manifiesta su autonomía en cuanto que

manifiesta su propia opinión y capacidad de juzgar al tú. También se pone de


14

El concepto de AIDH permite a Hernández Flores (2001: 60-65) explicar la cortesía


como un

ideal de equilibrio entre las imágenes de hablante y de oyente: ambos pretenden


la armonía

social y, en este sentido, se preocupan por su autoestima y por los deseos mutuos de
imagen

social.

manifiesto la afiliación, en cuanto que siente la suficiente confianza para decir lo

que dice.

7.3.3. Cortesía valorizante y cortesía mitigadora

Una vez revisados algunos problemas fundamentales de la teoría de Brown y

Levinson (1987 [1978]) y aclarada la relación entre imagen y cortesía, estamos en

disposición de presentar nuestra propuesta. Lo que sigue a continuación se refiere

únicamente a las actividades de cortesía, dejando de lado las actividades de

imagen, en tanto que ahora lo que nos ocupa es solo la figura del oyente (del tú).

Partimos de la clasificación de la cortesía planteada por Kerbrat-Orecchioni

(1992, 1996), quien atribuye un carácter abstencionista o compensatorio a la

cortesía negativa, mientras que considera que la cortesía positiva es

produccionista (vid. también la propuesta de Penman 1990: 20 y ss.). La cortesía

negativa de naturaleza abstencionista o compensatoria “consiste en evitar producir

un FTA o suavizar su realización –tanto en lo que concierne a la imagen negativa

(ej.: orden) como a la imagen positiva (ej.: crítica) del destinatario”


(KerbratOrecchioni 1996: 54). La cortesía positiva

es, al contrario, de naturaleza produccionista: consiste en efectuar un FFA

para la imagen negativa (ej.: regalo) o positiva (ej.: cumplido) del

destinatario. (...) la cortesía positiva ocupa un lugar en el sistema global tan

importante como la cortesía negativa: mostrarse cortés en la interacción es


tanto producir FFAs como suavizar la expresión de los FTAs. (KerbratOrecchioni
1996: 54)

15

En la línea de Kerbrat-Orecchioni, emplearemos cortesía mitigadora para la

cortesía de carácter negativo, es decir, la cortesía que convive con un posible

riesgo de amenazas y se dirige a evitarlas o repararlas (Carrasco Santana 1999:

22). A la cortesía de carácter positivo, en la que no existe posible riesgo de

amenazas, la denominaremos cortesía valorizante, puesto que se preocupa de

15

La traducción es nuestra. Recuérdese que, como vimos en el apartado 7.2.2., los FFAs
son actos

de refuerzo de la imagen y los FTAs, actos de amenaza a la imagen.CAPÍTULO 7. LA


INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES SOCIALES

347

producir actos corteses, es creativa y produccionista. Si consideramos que ambos

tipos de cortesía pueden orientarse tanto a la imagen de autonomía como a la de

afiliación, nuestra propuesta resulta del siguiente modo

16

de autonomía

valorizante

de afiliación

CORTESÍA

17

de autonomía

mitigadora
de afiliación

Consideraremos que la cortesía valorizante no se origina por riesgo de

amenazas a la imagen del oyente, mientras que la mitigadora sí.

16

En cuanto a los derechos de sociabilidad (Spencer-Oatey 2002, vid. § 7.2.3.), pensamos


que la

potencial amenaza y su reparación cae dentro del ámbito de la cortesía. En


definitiva, este

concepto equivale a la noción de territorio de la que hablaba Goffman (1979:


1971). Para

nosotros, el respeto, refuerzo o amenaza de los derechos de sociabilidad afecta a la


imagen,

aunque de una manera indirecta o mediata, es decir, a través de la noción de


territorio y de

imagen.

17

Téngase en cuenta que al margen de la cortesía también pueden realizarse otras


actividades de

sociabilidad y de imagen. En este último caso se incluyen todas las actividades de


imagen

dirigidas al propio hablante.MARTA ALBELDA MARCO LA INTENSIFICACIÓN


EN EL ESPAÑOL COLOQUIAL

348

7.4. La importancia del contexto en la realización de la cortesía

7.4.1. El valor contextual de la cortesía

Se ha ido viendo a lo largo de los capítulos anteriores que la intensificación

es un fenómeno comunicativo, por lo que es necesario estudiarla en un contexto.

Aunque existen lexemas y estructuras que transmiten intrínsecamente ese valor,

en último término, siempre es determinante el contexto. Del mismo modo, aunque


se haya establecido una relación entre posibles actos amenazadores y distintos

tipos de cortesía (Brown y Levinson 1987 [1978]), la cortesía, por ser un hecho

social, es un elemento contextual y gradual. Pensemos, por ejemplo en los actos

de consejo, considerados por Brown y Levinson (1987 [1978]) amenazas a la

imagen negativa del destinatario: imagínese el caso de un profesor que le dice a su

alumno Deberías presentarte al examen del jueves, estoy seguro de que lo

aprobarías. Este acto dicho en una situación en la que el alumno se siente

desanimado es un refuerzo de la imagen del tú y no una amenaza, hecho muy

común en la cultura española peninsular.

Se les ha criticado a Brown y Levinson el haber establecido a priori los

actos corteses (Carrasco Santana 1999). Ya es un indicador de ello el hecho de

hablar de “tipos de FTAs”, considerando que son actos intrínsecamente

amenazadores: “(...) certain kinds of acts intrinsically threaten face, namely those

acts that by their nature run contrary to the face wants of the addressee and/or of

the speaker (Brown y Levinson 1987 [1978]: 65)

18

. En el siguiente ejemplo se

aprecia el riesgo que puede suponer clasificar a priori los actos de cortesía,

aunque, si bien es verdad, sus usos tienden a utilizarse preferentemente de un

determinado modo. El cumplido aisladamente puede considerarse como un acto

de cortesía positiva, sin embargo puede actuar como un acto reparador o

18

Si bien este ha sido un foco de crítica constante, Brown y Levinson (1987 [1978]), en
algunos

momentos de su obra, aluden a los valores contextuales de esta y no niegan la


influencia del

contexto.
atenuador si acompaña a una amenaza de la imagen; así se pone de manifiesto en

(2):

(2)

L: que me he acordao que me tienes que dar los apuntees§

E: §¡ay! sí sí

L: y me los das ahoraÖ×ØÙÊÚ+ÛÜqÝßÞ>àJÚtÞ—Þ5ÝkáàâØJàãaã~ä€äÎä åaå

E: sí/ sí además nunca mejor dicho/ te los iba a llevar en coche (...)

[L.15.A.2:191-199]

E realiza un cumplido a L, nunca mejor dicho, con el fin de reparar la ofensa

realizada a L, haber retrasado la devolución de los apuntes. En este sentido, vemos

que este tipo de actos pueden tanto acompañar a otros actos amenazadores como

funcionar por sí mismos como corteses, sin asociarse a ninguna otra acción o

intención.

Haverkate (1994) señala que el grado de cortesía de un acto de habla no se

puede medir de forma aislada, pues está determinado por el contexto o la situación

en que se efectúa. Con sus palabras, “la cortesía no es propia de determinadas

clases de oraciones, sino de locuciones emitidas en una situación comunicativa

específica” (Haverkate 1994: 38). En este sentido, el hablante escogerá las

estrategias de cortesía que con el menor coste verbal le permitan conseguir sus

objetivos en la comunicación (Haverkate 1994: 37). Así pues, debemos tener en

cuenta ciertos factores a la hora de determinar la cortesía de un acto, partiendo del

hecho de que los actos corteses y descorteses varían en función de las distintas

culturas y/o sociedades. Brown y Levinson (1987 [1978]: 74-84) indicaban que el

nivel de cortesía de un acto depende de tres factores: del poder relativo del

receptor con respecto al emisor, de la distancia social entre ambos y del grado de

imposición inherente al acto. Estos tres factores han sido discutidos y revisados en

críticas recientes (Sifianou 1993, Spencer-Oatey 1996, Lorés Sanz 1997-1998,


Carrasco Santana 1999, Held 1999). En nuestra opinión no son ni los factores

únicos ni los decisivos para determinar el nivel de cortesía. Aún más, en concreto

el grado de imposición inherente al acto se debe evaluar en el contexto en que se


MARTA ALBELDA MARCO LA INTENSIFICACIÓN EN EL ESPAÑOL
COLOQUIAL

350

realiza, es decir, teniendo en cuenta los factores sociosituacionales: el tipo de

relación existente entre los interlocutores (distancia social, poder, familiaridad,

etc., Brown y Gilman 1960, Sifianou 1993), las variables sociológicas de los

participantes (la edad, el sexo y el nivel sociocultural, Gómez Molina 2001, Briz y

Val.Es.Co. 1995, 2002) y por otro lado, el tipo de temática que se está tratando y

la finalidad discursiva (Briz y Val.Es.Co. 1995, 2002)

19

. Las distintas

combinaciones de los factores anteriores determinarán el nivel y tipo de cortesía.

Por ejemplo, un clima de intimidad donde se dan buenas relaciones supone en

principio una conversación sin tensiones y en la que es favorable el desarrollo de

estrategias de cortesía e intensificación social. En los casos en que la situación es

más formal y las relaciones interpersonales más distantes, el nivel y el tipo de

estrategias de cortesía serán diferentes.

Por otro lado, no creemos que el valor de la cortesía siempre esté presente en

la comunicación, bien sea por su observancia o bien por su desprecio

20

. La

adecuación a la situación no se identifica con comportarse cortésmente, ser cortés

es intencional, es decir, se produce algo o se evita algo. Cuando el acento del

hecho comunicativo recae sobre el mensaje mismo, muchas veces la cortesía es

inoperante, no existen expectativas de cortesía, como sucede, por ejemplo, en los


intercambios comunicativos solo se pretende ofrecer una información (En Austria

ha habido grandes tormentas). Podemos hablar, entonces, de situaciones de habla

en que el valor de la cortesía se neutraliza y es indiferente, hecho del que Brown y

Levinson (1987 [1978]) son conscientes. Calsamiglia y Tusón (1999: 163) hablan

de cuatro situaciones en las que esto puede ocurrir: situaciones de familiaridad, de

relación jerárquica establecida, de urgencia o de voluntad clara de agresión. Sin

embargo, a nuestro modo de ver, se trata de una tendencia y no de una

sistematización. En primer lugar, respecto a las situaciones de familiaridad, hemos

19

Algunos autores, incluso, han aludido a un factor más, a la interpretación que receptor
hace del

acto. Así, por ejemplo, Carrasco Santana (1999: 13), Spencer-Oatey (2000: 19):
“rapport threat

and rapport enhancement are subjective evaluations, which depend not simply on the
content of

the message, but on people’s interpretations and reaction to who says what under
what

circumstances”.

20

Vid. una opinión contraria en Haverkate (1994: 17). comprobado en el corpus


Val.Es.Co (2002) que con frecuencia se emplean tanto

estrategias corteses de carácter positivo como actos descorteses (Albelda 2004a).

En cuanto a lo que Calsamiglia y Tusón (1999) consideran situaciones de

voluntad clara de agresión, consideramos que en ellas, más que suspenderse la

cortesía, se produce una descortesía voluntaria. Las funciones del lenguaje

también determinan la cortesía, esto es, cuando en una interacción prima el fin

socializador sobre el representativo, la cortesía se convierte en el centro de la

interacción, pasa a un primer plano. Es el caso de la mayor parte de las


conversaciones coloquiales transcritas por Val.Es.Co. (2002), objeto de análisis de

este trabajo. En este sentido, defendemos un estudio de la intensificación y de la

cortesía a partir de interacciones reales, en las que se reconocen las variables

sociológicas de los interlocutores, las relaciones interpersonales y afectivas entre

ellos, el conocimiento común compartido, la posición social, la autoridad, la

jerarquía.

Se presenta, a continuación, un análisis de las estrategias de cortesía en un

fragmento de una conversación de Val.Es.Co. (2002) [G.68.A.1+G.69.B.1]. Estos

datos ayudan a solucionar el problema teórico porque provienen de muestras

reales. Participan tres personas: una madre (C, de más de 55 años, con estudios

primarios) y su hijo (J, de menos de 25 años, con estudios superiores) y otra

pariente, una tía del chico (J), cuñada de su madre (P, de más de 55 años y con

estudios secundarios). Hablan de temas familiares y se aprecia un clima de

intimidad donde se dan buenas relaciones, es decir, es una conversación sin

tensiones, con una finalidad interpersonal. Marcamos en negrita una serie de

enunciados que vehiculan la cortesía, la cual facilita lograr el acuerdo

comunicativo entre los interlocutores

2.1. ANÁLISIS DEL DISCURSO

El análisis del discurso es una disciplina que busca dar cuenta de cómo las

personas usan el lenguaje, cómo piensan e interactúan, y de esta manera realizan y

reproducen sus propios grupos, sociedades y culturas (Van Dijk 2000, 63). Según

Van Dijk (2000), el discurso debe ser entendido a la vez como una forma de uso del

lenguaje, como un suceso de comunicación de creencias e ideas (o de expresión de

emociones), y como una interacción verbal en situaciones de índole social. Este autor

comenta que el estudio del discurso pretende proporcionar descripciones que


permitan integrar estas tres dimensiones: acercarse a la manera como el uso del

lenguaje influye en las creencias y en la interacción, cómo influyen algunos aspectos

de la interacción en la manera de hablar y cómo controlan las creencias el uso del

lenguaje y la interacción. Del mismo modo, se espera que estos estudios permitan la

formulación de teorías que expliquen las relaciones entre el uso del lenguaje, las

creencias y la interacción social (Van Dijk 2000, 23).

Brown y Yule (1993, 19) consideran que el análisis del discurso es por

necesidad, análisis de la lengua en su uso . Para proceder al análisis, parten de la

definición de dos funciones básicas del lenguaje: la función descriptiva

(comunicación de información, expresión de un contenido) y la función interactiva

(expresión de relaciones sociales y actitudes interpersonales). El discurso es visto

como un proceso dinámico:21

Para nosotros, las palabras, los sintagmas y las oraciones que

aparezcan en el registro textual de un discurso serán una muestra del

intento del emisor (hablante/ escritor) de comunicar su mensaje a un

receptor (oyente/ lector). Nos ocuparemos en particular de estudiar

cómo puede llegar a comprender un receptor el mensaje pretendido por

el emisor en una determinada ocasión, y cómo, las necesidades de un(os)

receptor(es) determinado(s), en circunstancias definibles, influyen en la

organización del discurso por parte del emisor. (Brown y Yule 1993, 45)

Según Beaugrande (2005) debemos tomar en cuenta tres factores a la hora de

describir la comunicación en su ambiente natural, derivados de tres modos de

compartir: el factor lingüístico (los participantes de la comunicación comparten una

lengua), el factor cognitivo (comparten conocimiento sobre el mundo), y el factor

social (comparten una sociedad en la cual desempeñan roles y pertenecen a grupos).

Halliday (1982) postula tres metafunciones que para él constituyen la base del

sistema gramatical y un rasgo universal del lenguaje. De acuerdo con esta


concepción, el lenguaje sirve para la expresión de los procesos y fenómenos del

mundo exterior (función ideativa), para la participación y el establecimiento de

vínculos con los interlocutores (función interpersonal) y para la creación de textos,

para vincularse a sí mismo con el contexto (función textual). Cada una de estas

funciones está relacionada con rasgos del contexto situacional que influyen también

en el uso social del lenguaje. Para este autor, la gramática entendida como

funcional y semántica, capaz de no solamente caracterizar un texto formalmente, sino

también de relacionarlo al universo no lingüístico de su entorno cultural y

situacional tiene un lugar central en el análisis del discurso (Beaugrande 2002). 22

Cuando hablamos de análisis del discurso hablamos del estudio de lo que

hacen los hablantes con la lengua en acontecimientos comunicativos reales

(Beaugrande 1997b). El analista del discurso tiene como tarea la descripción de las

regularidades encontradas en las realizaciones lingüísticas que emplean los individuos

para comunicar determinados significados y hacer efectivas determinadas intenciones

(Brown y Yule 1993, 47).

Van Dijk (2000, 58-61) postula como principios del análisis del discurso los

siguientes:

1. El objeto de estudio estará constituido por muestras de habla real

(conversaciones, textos escritos).

2. En el análisis se tomará en cuenta el contexto social y cultural en que ocurre el

discurso.

3. Se asume que los usuarios del discurso participan no sólo como personas

individuales sino también como miembros de diversos grupos, instituciones y

culturas. Así, a través del discurso, los usuarios del lenguaje pueden realizar,

confirmar o desafiar estructuras e instituciones sociales y políticas más

amplias.

4. Debe respetarse las maneras como los mismos miembros de un grupo


interpretan, orientan y categorizar las propiedades del mundo social y su

conducta dentro de este mundo, incluido el discurso.

5. En todos los niveles las unidades estructurales deben describirse e

interpretarse en relación con las precedentes, como ocurre evidentemente en

las diversas formas de coherencia. También debe tomarse en cuenta la

función que la secuencialidad de estas unidades estructurales cumple en el

discurso. 23

6. Las unidades constitutivas del discurso pueden utilizarse, comprenderse o

analizarse funcionalmente como elementos de unidades superiores y más

amplias, proceso que da origen a estructuras jerárquicas.

7. El discurso posee múltiples dimensiones y se estructura en diversos niveles

que son usados estratégicamente por los hablantes en forma simultánea. El

analista del discurso debe describir lo que ocurre en cada nivel y buscar las

relaciones entre ellos.

8. El discurso posee un sentido y cumple una función.

9. El discurso es analizado como manifestación o implementación de reglas

gramaticales, textuales, comunicativas o interaccionales. Al mismo tiempo,

sin embargo, el estudio del discurso concreto se concentra en cómo se pueden

violar, pasar por alto o modificar esas reglas y qué funciones discursivas o

contextuales cumplen tales transgresiones reales o aparentes.

10. Los hablantes aplican una serie de estrategias en el proceso de comprensión o

producción del discurso y en el proceso de consecución de sus metas

comunicativas o sociales.

11. Los procesos y representaciones mentales también son importantes. Además

de los recuerdos y experiencias personales de sucesos, las representaciones

socioculturales compartidas (conocimientos, actitudes, ideologías, normas,

valores) de los usuarios del lenguaje como miembros de un grupo también


desempeñan un papel fundamental en el discurso, así como en su descripción

y explicación.

Según Brown y Yule (1993) si bien el análisis del discurso debe ocuparse de

la sintaxis y la semántica, su naturaleza es predominantemente pragmática: En el

análisis del discurso, como en pragmática, el objetivo es describir lo que hace la gente

cuando usa el lenguaje, y explicar los rasgos lingüísticos del discurso como los

medios empleados en esa actividad Brown y Yule 1993, 47). Esta orientación es la

que guiará la presente investigación.

2.2. LA PRAGMÁTICA LINGÜÍSTICA

La pragmática tiene sus orígenes en la filosofía del lenguaje. En 1938, el

filósofo Charles Morris propone un esquema general de la ciencia de los signos

(semiótica), en el que distingue tres campos de estudio diferentes: la sintaxis, estudio

de las relaciones formales establecidas entre los signos; la semántica, estudio de las

relaciones de los signos con sus referentes; y la pragmática, el estudio de la relación

de los signos con sus intérpretes (Blum-Kulka 1997, 67-68).

Según Graciela Reyes (1990), la pragmática es una disciplina lingüística que

estudia cómo los hablantes interpretamos enunciados en contexto. Esta disciplina

estudia el lenguaje en función de la comunicación: se ocupa de la relación entre el

lenguaje y sus usuarios.

El tema central del estudio del uso lingüístico es el de los

principios que guían la interpretación de las enunciaciones: relación con

los participantes, con el co-texto lingüístico inmediato, con el contexto, y

con el entorno o situación de comunicación , incluidas las creencias de

los hablantes, su conocimiento de sí mismos, del lenguaje que usan, y del

mundo. (Reyes 1990, 18)

Antonio Briz (2003, 17) considera que en el análisis pragmático se toma en


cuenta, además del contenido del mensaje, que existe un hablante que comunica, que

éste manifiesta una actitud ante lo comunicado, y a la vez que un oyente recibe e

interpreta lo codificado y mostrado por aquel en unas circunstancias comunicativas

determinadas . En un estudio pragmático debe considerarse entonces, no sólo


elenunciado (producto), sino también la enunciación y la interacción entre los hablantes

(proceso).25

Un análisis pragmalinguístico se centrará en el estudio de las

formas lingüísticas entendidas como estrategias adecuadas, efectivas y

eficaces para llegar a la meta. Ciertamente, atenderá a la producción y

a la recepción, pero sin perder de vista el mensaje, lo enunciado, lo

mostrado en éste y las inferencias que pueden obtenerse. (Briz 2003, 18)

Algunos de los aportes significativos de la filosofía del lenguaje al análisis

pragmático fueron la formulación de la teoría de los actos de habla (Austin y Searle)

y la postulación del Principio de Cooperación (Grice 1975).

La teoría de los actos de habla se origina en la observación de Austin

(1975) de que, si bien las oraciones nos permiten transmitir estados de hechos, la

enunciación de ciertas oraciones constituye, en circunstancias específicas, la

realización de un acto. Por extensión, se ha llegado a afirmar que al enunciar

cualquier oración los hablantes están llevando a cabo un acto, o más precisamente, un

acto ilocutivo, que posee una fuerza que puede ser descrita con un performativo

(Brown y Yule 1993, 286).

Según Austin, al hablar ejecutamos, al menos, dos tipos de actos de manera

simultánea: un acto locutivo (el decir, acto físico): transmitimos un contenido,

formulamos una oración con sentido y referencia concretos; y un acto ilocutivo (el

hacer): el enunciado cumple una función, posee una fuerza que indica cómo debe ser

interpretado. Además, un enunciado puede constituir también un acto perlocutivo:

producir un efecto en el interlocutor, tener consecuencias externas, posteriores a la


enunciación. Distingue asimismo entre enunciados constatativos (referenciales,

describen un estado de cosas, pueden juzgarse como verdaderos o falsos) y

performativos (enunciados que constituyen por sí mismos un hacer, como creer,

apostar, declarar).

Searle clasifica los actos ilocutivos en cinco grandes tipos (Blum-Kulka 1997, 73):

Representativos (asertivos): describen un estado de cosas. Según Haverkate

(1994, 116) el objeto ilocutivo del acto de habla asertivo puede definirse por

la intención del hablante de convencer al oyente de que él, es decir, el

hablante, cree sinceramente que la proposición expresada corresponde a un

estado de cosas real.

Directivos (exhortativos): son usados para hacer que el oyente haga algo. El

hablante que emite una exhortación tiene como fin influir en el

comportamiento intencional del oyente de forma que éste lleve a cabo la

acción especificada por el contenido proposicional de la locución (Haverkate

1994, 24). Los actos exhortativos se subdividen en actos impositivos (en

beneficio del hablante mismo: ruego, súplica, mandato) y no impositivos

(benefician primariamente al oyente: consejo, recomendación, instrucción).

Comisivos: comprometen al hablante a hacer algo. El objeto ilocutivo de los

actos de habla comisivos se define como la expresión de la intención del

hablante de realizar, en beneficio del oyente, la acción descrita por el

contenido proposicional .

Expresivos: expresan el estado psicológico del hablante causado por un

cambio que lo atañe personalmente o atañe a su interlocutor (Haverkate 1994,

80).

Declarativos: producen una modificación en ciertos estados de cosas (BlumKulka 1997,


74).

Searle también expone que los actos de habla pueden ser directos o indirectos.
Un acto de habla indirecto se realiza con la misma intención comunicativa que un

acto directo, pero con menor transparencia ilocutiva o proposicional. La

interpretación de los actos de habla indirectos está gobernada por el Principio de

Cooperación propuesto por Grice.

Según Grice (1975) la conversación puede ser considerada como una

transacción cooperativa en la cual los participantes tienen una meta inmediata común

(si bien sus metas finales pueden ser independientes e incluso estar en conflicto), la

contribución de los participantes es mutuamente dependiente, y los participantes

entienden que la transacción debe continuar en el estilo apropiado a menos que ambos

estén de acuerdo en que debe terminar o que algún factor externo impida su

continuación. En función de esto, postula el Principio de Cooperación, que según él

regiría la interacción entre individuos: adapta tus contribuciones conversacionales a

la índole y al objetivo del intercambio verbal en que participas . Este principio se

desglosa en una serie de máximas:

Máxima de calidad: no digas lo que crees que es falso . No digas lo que no

puedes probar adecuadamente .

Máxima de cantidad: proporciona la cantidad de información requerida por

el objetivo del intercambio verbal . No proporciones más información de la

requerida .

Máxima de relación: sé relevante .

Máxima de modo: Evita usar expresiones oscuras o ambiguas . Sé breve .

Sé ordenado .

En un intercambio comunicativo, un hablante puede dejar de seguir algunas de

estas máximas, lo que origina implicaturas conversacionales, entendidas como la

interpretación que el interlocutor hace del sentido del enunciado, en función del

Principio de Cooperación.

Grice comenta además sobre la existencia de otras máximas de carácter


estético, social o moral, como sé cortés , que también son normalmente acatadas por

los participantes de un intercambio comunicativo y cuya violación también puede

generar implicaturas. No obstante, para este autor, son las máximas conversacionales

las que están conectadas de manera especial con los propósitos particulares para los

que los hablantes interactúan.

Si bien las primeras investigaciones pragmáticas se concentraban en el estudio

de enunciados aislados, la pragmática contemporánea se dedica al análisis de

secuencias extensas de texto y habla reales y se plantea como objetivo el desarrollo

de una teoría exhaustiva de las relaciones entre el uso del lenguaje y los contextos

socioculturales, apoyada en los métodos y teorías desarrollados en otros campos,

como la etnografía de la comunicación, para el estudio de la interacción social


(BlumKulka 1997, 68).

2.3. GOFFMAN Y LA NOCIÓN DE IMAGEN (Face)

El sociólogo Erving Goffman compara el mundo con una escena de teatro en

la que los individuos representan un rol en las situaciones sociales, en función de dos

espacios diferentes: anteriores (la escena, las relaciones en las que se ejerce un rol en

la sociedad) y posteriores (los bastidores, el espacio privado, íntimo, más relajado).

(Espar en prensa). Goffman presenta la interacción como un sistema regido por

convenciones y poseedor de mecanismos de regulación.

El habla está organizada socialmente, no sólo en términos de

quién habla a quién en qué lengua, sino también como un pequeño

sistema de acción cara a cara, acordado mutuamente y regulado de

forma ritual. Una vez se ha llegado a un acuerdo sobre una situación de

habla, tiene que haber indicios disponibles para pedir la palabra y

concederla, para informar al hablante sobre la estabilidad del foco de

atención que está recibiendo. Se debe mantener una colaboración

estrecha para asegurar que un turno de palabra nunca se solapa con el


anterior demasiado tiempo, ni faltan recursos para conversar, ya que el

turno de una persona debe estar siempre avanzando (Goffman 1964 cit.

Por Tusón 2002, 136).

Dos conceptos propuestos por Goffman son de vital importancia para entender

la cortesía: imagen (face) y territorio. La imagen está relacionada con el deseo de ser

aceptado y respetado socialmente. El rostro se construye socialmente en la

interacción y se espera que los individuos no solo trabajen en el mantenimiento de su

imagen propia, sino también en la preservación de la de los demás (Álvarez 2005,

54).

El término rostro (face) puede definirse como el valor social

positivo que una persona efectivamente reclama para sí misma a través

del guión que otros asumen que ha representado durante un contacto

determinado. El rostro es una imagen de sí mismo, delineada en términos

de atributos socialmente aprobados: una imagen que otros pueden

compartir, como cuando una persona hace una buena exhibición de su

profesión o religión, haciendo una buena exhibición de sí mismo.

(Goffman 1967, 5)

Goffman acuña el término facework para referirse al trabajo conjunto de

elaboración de una imagen positiva que hacen los interlocutores en la comunicación.

El trabajo de elaboración de imagen comprende el uso de estrategias de evitación

(como evitar tópicos amenazantes o violar el territorio del otro o despertar atención

sobre las fallas de otros) y estrategias de aproximación (como saludos, cumplidos,

que son empleadas para confirmar y mantener las relaciones interpersonales). De

acuerdo con la visión de Goffman el trabajo de elaboración de imagen se asemeja al

ritual religioso: provee un mecanismo que restringe la expresión de los deseos

individuales. En efecto, el orden social es resultado del trabajo de elaboración de

imagen (Holtgraves 2005, 75).


El territorio es el espacio que el individuo protege en la interacción y que

defiende de cualquier violación, intrusión o trasgresión (Goffman 1979, 48).

Goffman propone ocho territorios del yo. Los tres primeros están relacionados con el

espacio físico: el espacio personal (espacio alrededor de un individuo que siente

como suyo), el recinto (espacio que un individuo defiende temporalmente), y el

espacio de uso (territorio involucrado en alguna actividad o necesidad instrumental).

Algunos territorios tienen que ver con los objetos: el envoltorio (la piel y las ropas)

(Goffman 1979, 55) y los territorios de posesión (objetos que se consideran

propiedad personal, personas que están bajo la dependencia de otro). También hay

territorios temporales como el turno (cualquier situación en donde haya un turno para

realizar una actividad). Otros se refieren al intercambio de información: la

reserva de información: La serie de datos acerca de uno mismo cuyo acceso una

persona espera controlar mientras se halla en presencia de otras (Goffman 1979,

56), y la reserva de conversación: la posibilidad de controlar con quién conversar y el

derecho a la no intromisión de otras personas en una conversación.

En toda comunicación, entendida como un sistema constituido por rituales de

interacción, hay una búsqueda del equilibrio entre las imágenes positivas y negativas

de los interactantes, entre sus territorios de intercambio y territorios privados. Cuando

se pierde el equilibrio, los individuos tratan de restablecerlo para preservar así tanto

su imagen como la de los otros. Las ideas de Goffman van a servir de base para la

formulación de teorías dedicadas al análisis de las normas que rigen la interacción

comunicativa, como los rituales sociales o el estudio de la cortesía verbal.

2.4. CORTESÍA

La cortesía significa no solamente el debilitamiento o modificación de la

función básica de la interacción. La cortesía significa, antes bien, un trabajo en un

nivel paralelo, el de la relación interpersonal, con el que se trata de lograr realizar

de la mejor manera las funciones interactivas básicas (como quiera que éstas se
llamen en lo concreto). Este trabajo consiste en que los interactuantes, al llevar a

cabo sus producciones comunicativas recíprocas, se involucren recíprocamente y se

den, entre otras cosas, señales de respeto y de consideración, para evitar atacar el

rostro (face) del otro al minimizar sus errores, al concederle el paso, etc. Se trata,

en este trabajo, de una serie de actividades diversas que pueden tener, o bien el

formato del turno, o solo el valor de una señal. (Zimmerman 1985 cit. Por Álvarez

2005, 28)

En el Diccionario de la Real Academia Española se define cortesía como la

demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene una

persona a otra (Real Academia Española 1992).

Beinhauer (1991) entiende la cortesía como deferencia hacia el interlocutor

que bien puede ser auténtica pero generalmente sirve para los intereses del hablante

(1991, 133). Según este autor existen dos formas de cortesía: la cortesía interesada, en
32

la cual la posición del hablante es fundamentalmente egoísta, que descansa sobre una

ficticia relación señor-criado en que el hablante asume el papel de servidor del

interlocutor (Beinhauer 1991, 135-136); y la cortesía desinteresada, más altruista, en

la que se considera al interlocutor como un amigo y hermano por cuyo bienestar el

hablante se interesa y a quien procura dar gusto en lo posible (Beinhauer 1991, 151).

Según Álvarez (2005), la cortesía es construida en la interacción y puede ser

entendida como un juego, como un ritual que posee sus propias reglas, en el cual

quienes detentan el poder simulan no tenerlo:

Jugar a la cortesía es algo más que comunicarse en el nivel

referencial u objetivo. De lo que se trata es de las relaciones entre los

participantes en una comunicación, porque el juego se da exclusivamente

en el nivel intersubjetivo. Decimos que la cortesía es un juego porque en

ella nos movemos en un mundo al revés y participamos de un ritual; un


mundo al revés porque es un mundo que tiene sus propias reglas: un

lugar donde, cuando decimos ¿me puede usted pasar la sal?, no

preguntamos sino que manipulamos al otro para que haga algo por

nosotros. Pero no solamente eso, sino que por alguna razón estamos en

capacidad para requerir algo de alguien, mientras disimulamos nuestro

poder. Sabemos al mismo tiempo que, al jugar el juego de la cortesía,

ganamos indulgencias. (Álvarez 2005, 16-17)

Robin Lakoff fue una de las primeras en estudiar la cortesía desde una

perspectiva pragmática. Ella define la cortesía como un sistema de relaciones

interpersonales que sirve para facilitar la interacción al minimizar el potencial de

conflicto y confrontación inherente a todo intercambio humano (Eelen 2001, 2).

Propone una regla de cortesía que complementa la máxima de claridad de Grice:

( ) if one seeks to communicate a message directly, if one s

principal aim in speaking is communication, one will attempt to be clear,

so that there is no mistaking one s intention. If the speaker s principal

aim is to navigate somehow or other among the respective statuses of the

participants in the discourse indicating where each stands in the

speaker s estimate, his aim will be less the achievement of clarity than an

expression of politeness, as its opposite (Lako 1973 cit. por Eelen 2001,

2).

Esta regla de cortesía se relaciona con la vida en sociedad. Si los hablantes no

son del todo claros, tal vez estén tratando de evitar ofender a sus interlocutores.

Propone entonces tres máximas conversacionales de cortesía:

1. No impongas tu voluntad al interlocutor.

2. Indica opciones.

3. Haz que tu interlocutor se sienta bien: sé amable. (Lako 1973 cit.

por Haverkate 1994, 193).


Las dos primeras máximas sirven, según Haverkate (1994), para definir la

cortesía negativa, dirigida a la protección de la imagen negativa del interlocutor,

mientras que la última está orientada a la preservación de su imagen positiva.

En 1980, Geoffrey Leech, quien también parte del Principio de Cooperación

de Grice, propuso un Principio de Cortesía que permitiría a los participantes de una

conversación interpretar la violación de las máximas conversacionales como

atribuibles al seguimiento de dicho principio, que puede parafrasearse de este modo:

minimiza la expresión de creencias no corteses y maximiza la expresión de creencias

corteses . Las creencias no corteses son aquellas que podrían ser desfavorables para

el interlocutor, mientras que las creencias corteses serían favorables para éste. (Eelen

2001). Este principio comprende seis máximas:

Tacto: minimiza el costo y maximiza el beneficio para el interlocutor.

Generosidad: minimiza el beneficio propio y maximiza el del interlocutor.

Aprobación: minimiza el insulto y maximiza el elogio al interlocutor.

Modestia: minimiza el auto-elogio y maximiza el auto-insulto.

Unanimidad: minimiza el desacuerdo y maximiza el acuerdo entre tú y tu

interlocutor.

Simpatía: minimiza la antipatía y maximiza la simpatía entre tú y tu

interlocutor. (Eelen 2001, 8-9)

Según Haverkate estas máximas tienen un peso diferente de aplicación en

función de los actos de habla: las máximas de tacto y generosidad se aplican a los

actos exhortativos y comisivos, las máximas de aprobación y modestia se aplican a

los actos expresivos y asertivos, y las máximas de unanimidad y de simpatía a los

actos asertivos (Haverkate 1994, 48).

Para Leech, el tipo y la cantidad de cortesía necesaria depende de la situación,

que puede ser competitiva (cuando la meta ilocutiva compite con la meta social,

como al ordenar o preguntar), convivencial (cuando la meta ilocutiva y la meta social


coinciden, como al ofrecer o agradecer), o conflictiva (cuando ambas metas están en

conflicto, como al amenazar o acusar). En las dos primeras (situaciones competitivas

y convivenciales), será de mayor relevancia el uso de la cortesía (Eelen 2001).

La teoría propuesta por Penelope Brown y Stephen Levinson (1987) ha sido

de gran influencia en las investigaciones sobre la cortesía lingüística. Estos autores

también establecen una relación entre su teoría y el Principio de Cooperación de 35

Grice, y ven las estrategias de cortesía como desviaciones racionales de las

máximas conversacionales, como formas marcadas (Eelen 2001).

Brown y Levinson conciben la cortesía como un mecanismo para evitar el

conflicto y mantener el equilibrio social (Álvarez 2005, 41). Se enfocan para la

formulación de su teoría en dos rasgos que ven como universales: la racionalidad,

entendida como la intención de alcanzar un objetivo a través del empleo de ciertos

medios, y una expansión de la noción de imagen propuesta por Goffman (1967).

Estos autores adoptaron los conceptos durkheimianos de ritos positivos y negativos

para dividir el rostro en dos deseos básicos y universales: la imagen negativa (deseo

de autonomía de acción) y la imagen positiva (el deseo de la cercanía con otros)

(Holtgraves 2005, 75; Álvarez 2005, 111)

Notemos primero que los objetos comúnmente llamados

particularmente por Go man territorio y rostro son rebautizados

por Brown y Levinson, respectivamente, como imagen negativa e

imagen positiva . Esta innovación puede ser inapropiada porque

sugiere la existencia de una relación de oposición entre las dos nociones,

cuando no la hay: las imágenes negativa y positiva no son

contradictorias, sino complementarias: ellas representan dos partes

igualmente fundamentales de todo ser social. Además, los términos de

Go man están mejor motivados, porque la metáfora del territorio es más

expresiva y el sentido técnico de rostro reencuentra lo que la lengua


original le confiere a esa palabra en expresiones como cuidar o

perder la imagen. (Kerbrat Orecchioni 1991 cit. por Álvarez 2005,

106) En su teoría, Brown y Levinson postulan que la mayor parte de los actos de

habla constituyen amenazas potenciales a los deseos del hablante o el oyente, y que la

cortesía sirve para la protección de la imagen, para contrarrestar la amenaza (Mills

2000; Eelen 2001; Haverkate 1994; Blum-Kulka 1997).

Haverkate (1994) propone una lista de actos que constituyen amenazas a la

imagen de quienes interactúan:

Actos que amenazan la imagen negativa del oyente: órdenes, consejos,

amenazas.

Actos que amenazan la imagen positiva del oyente: quejas, críticas,

desacuerdos, tópicos tabú.

Actos que amenazan la imagen negativa del hablante: aceptar una oferta,

aceptar las gracias, prometer sin querer.

Actos que amenazan la imagen positiva del hablante: disculparse, aceptar

cumplidos, confesiones.

Brown y Levinson dividen las estrategias de cortesía en dos grandes grupos:

cortesía positiva, dirigida a preservar la imagen positiva de los interlocutores, y

cortesía negativa, dirigida a asegurar la libertad de acción de los interlocutores. La

cortesía positiva sirve para demostrar cercanía y afiliación, mientras que la negativa

se asocia con el distanciamiento y la formalidad. Es esta última la más elaborada y

Casamiglia y Tusón (1998 cit. por Álvarez 2005, 107) también proponen una
clasificación de los

actos que amenazan la imagen positiva y negativa del enunciador y el destinatario. La


confesión, la
crítica o el autoinsulto, por su naturaleza autodegradante, amenazan la imagen positiva
del enunciador.

La imagen positiva del destinatario se ve amenazada por actos como el insulto, la burla,
la ironía, el

reproche, la refutación. Como amenazas a la imagen negativa del enunciador identifican


actos que

exponen los bienes propios o amenazan la libertad de acción, como las ofertas,
compromisos y

promesas. Por último, las órdenes, consejos, recomendaciones, prohibiciones o


preguntas indiscretas

constituyen amenazas a la imagen negativa del destinatario.

convencionalizada, la que solemos encontrar en los manuales de urbanidad y libros de

etiqueta (Brown y Levinson, 1987).

Según estos autores, un hablante puede optar entre cuatro estrategias para la

realización de un acto de habla que amenaza la libertad de acción del interlocutor:

Se realiza el acto directamente sin mostrar cortesía.

Se realiza el acto mostrando cortesía positiva.

Se realiza el acto mostrando cortesía negativa.

Se realiza el acto indirectamente.

El tipo y la cantidad de cortesía necesaria en un acto de habla está

determinada por el peso de este acto, que es calculado por los hablantes mediante

un análisis coste-beneficio- en función de tres variables sociales: el poder del oyente

sobre el hablante, la distancia social entre los interlocutores, y el rango de imposición

del acto (qué tan amenazante o peligroso puede ser dentro de una cultura dada)

(Brown y Levinson 1987).

Brown y Levinson (1987), así como Haverkate (1994), consideran que las

normas de cortesía son normas regulativas, es decir, normas que regulan formas de

comportamiento humano que ya existían antes de crearse dichas normas

3
. Según

Goffman (1967, 49) las normas de comportamiento son guías para la acción que

establecen cómo debe conducirse un individuo de acuerdo con las exigencias

morales, y cómo los otros están obligados moralmente a actuar ante él.

Para Bruce Fraser y William Nolen (1981) la cortesía forma parte de un

contrato conversacional. Según estos autores, cada participante de una conversación

Para Álvarez (2005, 153), sin embargo, las normas de cortesía deberían entenderse más
bien como

normas constitutivas por ser precisamente prácticas discursivas y sociales .

trae consigo un conjunto de derechos y obligaciones que determinan los

comportamientos esperados en dicha conversación. Este contrato es visto como

dinámico, renegociable, modificable. Las cláusulas que integran dicho contrato

pertenecen a varias dimensiones: convencional (cláusulas generales, que suelen ser

aplicables a cualquier forma de interacción); institucional (cláusulas referidas a

derechos y obligaciones impuestos por las instituciones sociales), situacional

(cláusulas que comprenden factores como la evaluación mutua de los roles

desempeñados por los interlocutores, estatus, jerarquía), e histórica (cláusulas

previamente negociadas entre los interlocutores en interacciones previas que definen

su posición en los nuevos encuentros) (Eelen 2001, 13-14). Las cláusulas de las

dimensiones convencional e institucional suelen ser menos susceptibles de

negociación, mientras que las de las dimensiones situacional e histórica son más

flexibles.

Para Fraser y Nolen, ser cortés consiste en acatar las cláusulas y condiciones

del contrato conversacional, y es la forma normal de interacción, mientras que la

descortesía, la violación del contrato, es vista como una forma marcada de


comportamiento. Ellos subrayan además que es el juicio del oyente el que finalmente

determinará si un acto es interpretado como cortés o descortés, puesto que la cortesía

no puede identificarse con formas lingüísticas específicas y las cláusulas y

condiciones del contrato conversacional que están vigentes en un momento dado

harán que lo que se diga y la manera de decirlo sean interpretados en forma distinta

(Eelen 2001, 13-14). Haverkate (1994, 49) también considera que es el interlocutor

quien juzga el efecto perlocutivo del acto de habla independientemente de la

intención comunicativa del hablante .

Shoshana Blum-Kulka, por su parte, considera que las normas de cortesía son

determinadas culturalmente y se opone a la visión de Brown y Levinson de la

universalidad de sus principios (Eelen 2001). La cortesía, para esta autora, depende

de la interacción entre motivaciones sociales, modos expresivos, diferencias sociales

y significados sociales (Eelen 2001), y la variación intercultural entre los sistemas de

cortesía puede informarnos acerca de las diferencias profundas que separan a las

culturas (Blum-Kulka 1997, 86).

En esta misma línea de pensamiento, Bravo (s.f.) quien define la cortesía

como aquello que los hablantes hacen al comunicarse con el objetivo de mejorar el

clima socio-emocional de la situación de interacción , sostiene que la imagen (face)

no debe entenderse en función de los rasgos universales propuestos por Brown y

Levinson (1987), sino en función de dos categorías vacías, no asimilables a dichos

rasgos, que serían relativas a la cultura y deberían rellenarse con los contextos

socioculturales adecuados. Estas dos categorías son la autonomía, entendida como el

deseo de ser percibido y percibirse a sí mismo en la comunicación como diferente del

grupo; y la afiliación, entendida como el deseo de ser percibido y percibirse como

parte del grupo (Bravo s.f.; Álvarez 2005, 106).

Otra postura teórica que se aleja de la propuesta de Brown y Levinson

(1987) es la de Richard Watts, quien introduce la noción de comportamiento político:


una forma de comportamiento determinada socioculturamente y dirigida a la meta de

establecer y /o mantener en estado de equilibrio las relaciones interpersonales entre

los individuos de un grupo social (Watts cit. Por Eelen 2001, 17-18). La cortesía es

vista por este autor como un caso especial de comportamiento político, una forma

marcada, consciente, estratégica, dirigida al enaltecimiento de la autoestima de ego

así como de su estatus público en los ojos de alter, con la meta suplementaria de

enaltecer también la autoestima de alter, sabiendo posiblemente que esto

indirectamente va a ser de utilidad para ego (Álvarez 2005, 29). Distingue asimismo

otra forma de comportamiento marcado, el comportamiento no político, una

desviación negativa de la norma, que lleva a la ruptura de la comunicación.

Álvarez (2005) propone un modelo en el cual la cortesía puede

entenderse como uno de los miembros marcados de un sistema semiótico,

caracterizado por los rasgos /elaboración de imagen/, /comunicación/ (expresión de

intencionalidad) y /control afectivo/. La cortesía se presenta entonces como un

término marcado: al ser cortés un hablante busca proteger tanto su imagen como la de

su interlocutor, hay comunicación y control de la afectividad. La no cortesía sería el

término contradictorio a cortesía: un comportamiento no marcado (inconsciente)

equivalente a la competencia social. No hay elaboración de imagen ni se busca una

intención adicional aparte de la de comunicarse adecuadamente. El complementario

sería entonces la no descortesía: otro comportamiento no marcado (tosco) en el que

no se exalta la imagen del otro pero tampoco hay intención de dañarla, ocurre por la

violación por desconocimiento de las normas de urbanidad y provoca una ruptura en

la comunicación. El contrario, la descortesía: un comportamiento marcado,

caracterizado por la intención firme de dañar al otro, de destruir su imagen. Hay

control de la afectividad, puesto que la agresión es consciente, y ocasiona una ruptura

en la comunicación (Álvarez 2005, 51-59).

En este trabajo, entenderemos cortesía como un sistema de normas sociales


que regulan la interacción comunicativa, con el objetivo de minimizar las posibles

amenazas a la imagen positiva y negativa de quienes participan en ella. Estas normas

pueden influir en los usos lingüísticos de los hablantes, pero el que un enunciado sea

entendido como una manifestación de cortesía no dependerá solo de su estructura

sintáctica o del léxico empleado, sino de la interpretación que de este enunciado haga

su destinatario. Asumiremos también que los comportamientos corteses difieren

socioculturalmente, por lo tanto, lo que es considerado cortés por miembros de una

comunidad de habla, bien puede ser interpretado como no cortés o descortés en otra,

o incluso dentro de la misma comunidad en otra situación comunicativa regida por

normas diferentes.

3. ANTECEDENTES

3.1. ESTUDIOS SOBRE GÉNERO Y DISCURSO

La relación entre la forma de hablar, el trato lingüístico recibido y la

estructura de la lengua con los hombres y mujeres ha despertado interés desde por lo

menos mediados del siglo XIX (West, Lazar y Kramarae 1997, 179). Sin embargo,

los estudios sobre género surgen como campo de investigación reconocido en la

lingüística en la década de 1970. En ese entonces, se propuso la adopción del término

género para la referencia a hombres y mujeres en su dimensión sociocultural (Kendall

y Tannen 2001, 548).

Muchas de las primeras investigaciones sobre diferencias entre hombres y

mujeres, llevadas a cabo en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, trataban

de encontrar un correlato fisiológico entre el sexo y la capacidad de un individuo, y

así probar científicamente que determinadas características, como la división social

del trabajo (que relegaba a las mujeres al simple papel de amas de casa) eran

naturales, biológicamente condicionadas, y por lo tanto, inevitables (Romaine 1996,

126). Desde un punto de vista biológico, no obstante, pareciera que es el sexo

femenino el que tiene más ventajas (Romaine 1996, 127 y ss.): el óvulo se desarrolla
de una forma básicamente femenina, es el cromosoma X el portador de la

información genética indispensable en los seres humanos, la mayor parte de las

enfermedades ligadas al sexo son transmitidas por el cromosoma Y y por tanto

padecidas solo por los hombres. Muchas de las posturas adoptadas por el

movimiento feminista se apoyan en estos y otros argumentos biológicos para

reivindicar la posición de la mujer y su imagen del sexo débil , en oposición a una

tradición cultural que, desde textos fundacionales como la Biblia, ve a la mujer como

derivada del hombre e inferior a él (Romaine 1996, 127).

El movimiento feminista es también el impulsor de los estudios sobre género,

entendido ya no como una condición biológica, sino como un conjunto de fenómenos,

sociales, culturales y psicológicos vinculados con el hecho de ser hombre o mujer.

(McConnell-Ginnet 1988, 100). Los estudios sobre lenguaje y género se han abocado

a la respuesta de dos grandes preguntas: ¿de qué manera la estructura, el contenido y

el uso de la lengua refleja y mantiene las desigualdades sociales entre hombres y

mujeres? y ¿los hombres y mujeres usan el lenguaje en forma diferente?


(McConnelGinnet 1988; Cameron 1998).

Quienes han tratado de responder la primera de estas interrogantes, sostienen

que la lengua es una institución que ha estado regida por una óptica masculina, y que

desde ella se ubica ya a la mujer en posición de desventaja. Estos estudios se han

enfocado en la búsqueda de marcas de sexismo en la lengua y en sus usos normativos.

Para responder la segunda pregunta, más orientada al discurso y a los usos

lingüísticos particulares de hombres y mujeres, los investigadores han tratado de

describir y documentar las diferencias en las formas de hablar de unos y otras, y de

generar posibles explicaciones para estas diferencias. A continuación, presentaremos

una visión general de las investigaciones que se han ocupado de esta segunda

interrogante.

Uno de los trabajos pioneros en la investigación sobre género y discurso es


Language and women s place de Robin Lakoff (1973). Lakoff buscaba proporcionar

evidencia de la desigualdad social entre hombres y mujeres a partir del uso del

lenguaje. Esta autora identificó una serie de rasgos que caracterizan el lenguaje

femenino : atenuantes léxicos, entonación ascendente en oraciones declarativas,

preguntas de confirmación, respuestas mínimas, adjetivos trivializantes , términos

precisos para la referencia a colores, intensificadores, hipercorrección gramatical, uso

excesivo de formas de cortesía, eufemismos (Lakoff 1973).

Muchos de los rasgos identificados por Lakoff como característicos del

lenguaje femenino son recursos lingüísticos que sirven para expresar modalidad

epistémica o grados de certeza sobre una proposición (Holmes 1990, 185). Lakoff

señalaba que los hablantes pueden usar estos recursos cuando genuinamente no están

seguros de los hechos, o alternativamente para mitigar la fuerza de un enunciado por

razones de cortesía (usos legítimos). También afirmaba que las mujeres tienden a

usarlos por una tercera razón: para expresarse en forma tentativa sin necesitar

justificarse cuando el hablante sabe que su aserción es verdadera y no hay peligro de

ofender, pero la marca (tag) aparece de todos modos como una disculpa por hacer una

aserción.

Lakoff sugería que las mujeres usaban recursos de atenuación para expresar

inseguridad y recursos intensificadores para persuadir a su interlocutor de que las

tomara en serio, y que el uso de unos y otros reflejaba su falta de confianza.

Asimismo, postuló la existencia de un ciclo que comienza con el rol desigual de

hombres y mujeres en la sociedad y tiene como resultado una socialización diferente

de los géneros por la cual las niñas aprenden a usar un estilo de habla inasertivo. El

uso del lenguaje femenino, a la vez, niega el acceso de las mujeres al poder y refuerza

la desigualdad social (Lakoff 1973; Kendall y Tannen 2001, 549).

William O Barr y Bowman Atkins hicieron un estudio en 1980 del uso de los

rasgos identificados por Lakoff en el discurso de la corte y observaron que su


presencia en el habla estaba más relacionada con el estatus que con el sexo del

hablante. Sugirieron que la razón por la cual estos rasgos aparecen con mayor

frecuencia en el habla de las mujeres en la interacción cotidiana es el hecho de que es

mucho más probable que ellas ocupen posiciones de menor estatus (Kendall y Tannen

2001, 549).

Otro trabajo temprano de gran influencia fue llevado a cabo por Don

Zimmermann y Candace West en 1975. Estos autores estudiaron una serie de

conversaciones entre dos hablantes, grabadas en residencias privadas y en lugares

públicos dentro de una comunidad universitaria. En estas grabaciones, observaron

que los hombres interrumpían más a las mujeres, y que pocas veces las mujeres

interrumpían a los hombres. Ellos concluyeron que las asimetrías observadas en la

práctica conversacional reflejan y reproducen las asimetrías sociales (Kendall y

Tannen 2001, 549-550).

Pamela Fishman llegó a una conclusión similar en su investigación de 1983.

Estudió una serie de conversaciones espontáneas grabadas por tres parejas

heterosexuales en sus casas. Pudo observar que la mayor parte del trabajo de apoyo

conversacional era realizado por las mujeres, quienes preguntaban más, producían

más claves de escucha , hacían más preguntas, respetaban los turnos de habla, y

seguían activamente los tópicos propuestos por los hombres. Los hombres por su

parte se mostraron más propensos a no responder a los tópicos iniciados por las

mujeres, a no respetar los turnos de habla, y a hacer más enunciados declarativos

(Kendall y Tannen 2001, 550).

En las investigaciones que hemos presentado hasta ahora se considera que el

habla de hombres y mujeres es diferente porque su estatus en la sociedad también es

diferente: los hombres suelen ocupar posiciones de poder mientras que las mujeres

están subordinadas a ellos, y por esta razón las mujeres se muestran más inseguras al

hablar, mientras que los hombres dominan las conversaciones y se expresan con
mayor firmeza.

Desde otra perspectiva, Marjorie Goodwin estudió las relaciones que

establecen los niños y las niñas en sus grupos de juego. En su estudio etnográfico,

basado en trabajo de campo con niños afroamericanos en una comunidad urbana,

pudo observar que en los juegos entre niños del mismo sexo se creaba una

organización social distinta mediante las secuencias directiva-respuesta que usaban al

coordinar sus actividades. Los niños creaban estructuras jerárquicas mientras que las

niñas creaban estructuras más igualitarias (Kendall y Tannen 2001, 551; West, Lazar

y Kramarae 1997, 197-200). Mientras los niños utilizaban directivas que ponían de

relieve las diferencias entre ellos y los otros niños con quienes jugaban, las niñas

usaban directivas que minimizaban las diferencias entre sus compañeras de juego

(West, Lazar y Kramarae 1997, 197-198).

Goodwin observó también que las niñas en otras situaciones usaban

imperativos con la misma facilidad que los niños, lo que la llevó a concluir que la

preferencia por un uso u otro es el resultado de procedimientos sistemáticos

mediante los cuales puede crearse un tipo particular de organización social

(Goodwin cit. por West, Lazar y Kramarae 1997, 200).

Daniel Maltz y Ruth Borker investigaron la relación entre género y patrones

lingüísticos y concluyeron que las dificultades en la comunicación entre hombres y

mujeres podían entenderse dentro del marco desarrollado por Gumperz para entender

la comunicación intercultural (Kendall y Tannen 2001, 551-552). Desde esta

perspectiva, los problemas de comunicación surgen de diferencias en los hábitos de

hombres y mujeres y en lo que ellos asumen que es la forma apropiada de participar

en una conversación.

Imagine a male speaker who is receiving repeated nods or "mm

hmm"s from the woman he is speaking to. She is merely indicating that

she is listening, but he thinks she is agreeing with everything he says.


Now imagine a female speaker who is receiving only occasional nods and

"mm hmm"s from the man she is speaking to. He is indicating that he

doesn't always agree; she thinks he isn't always listening. (Maltz y Borker

cit. por Kunsmann 2000)

Según estos autores, un mismo elemento puede servir a hombres y mujeres

para comunicar información distinta. Por esta razón la tendencia de las mujeres a

usar más respuestas mínimas que los hombres en su discurso podría entenderse por el

hecho de que ellas están escuchando con mayor frecuencia que aquella en la que los

hombres están de acuerdo con lo que se dice. Para Maltz y Borker, estos hábitos

distintos serían adquiridos por hombres y mujeres durante su infancia y su

adolescencia en sus grupos de juego con compañeros del mismo sexo (Kendall y

Tannen 2001, 552).

Deborah Tannen (1991) sigue muy de cerca los planteamientos de Maltz y

Borker en su estudio sobre los problemas de comunicación entre hombres y mujeres.

Esta autora considera que los patrones de interacción característicos del habla

masculina y femenina pueden entenderse como puestos al servicio de diferentes

metas conversacionales: mientras que todos los hablantes deben encontrar el

equilibrio entre la búsqueda de la conexión y la negociación del estatus, los rituales

conversacionales aprendidos por las niñas y mantenidos por las mujeres tienden a

enfocarse más en la dimensión de la conexión, mientras que los aprendidos por los

niños y mantenidos por los hombres se enfocan más en la dimensión del estatus

(Kendall y Tannen 2001, 553).

Según Tannen, el estilo conversacional de las mujeres está basado en la

simetría y en la búsqueda de la intimidad, mientras que los hombres persiguen

conservar su independencia.

La intimidad es la clave de un mundo de vínculos donde las

personas negocian complejas redes de amistad, minimizan diferencias,


tratan de alcanzar un consenso y evitan mostrar una superioridad que

destacaría las diferencias. La independencia es, en cambio, la clave de

un mundo de estatus, ya que un modo primario de establecer un estatus

es decirles a los otros qué es lo que deben hacer. En cambio, recibir

órdenes, es un marcador de estatus bajo. Aunque todas las personas

necesitan intimidad e independencia, las mujeres tienden a centrarse en

la primera y los hombres en la segunda. Es como si los cursos de sus

vidas corrieran en direcciones diferentes (Tannen 1991, 20).

Para Tannen, cuando se considera el lenguaje de las mujeres como carente de

poder, es porque se pretende analizar el comportamiento femenino desde una óptica

masculina (Tannen 1991, 246). Hombres y mujeres se valen de estrategias diferentes

en su discurso, pero tanto las escogidas por ellos como las elegidas por ellas permiten

el logro de sus objetivos comunicacionales.

Si bien la mayor parte de los investigadores que se han dedicado a estudiar las

relaciones entre género y discurso han encontrado diferencias en las estrategias

empleadas o en la interpretación de determinados enunciados y comportamientos por

hombres y mujeres, para algunos el género no es un factor determinante de los usos

lingüísticos. Este es el caso del estudio realizado por Alice Freed y Alice Greenwood

(1996), sobre el uso de you know y de preguntas de confirmación en conversaciones

espontáneas entre cuatro parejas de hombres y cuatro parejas de mujeres.

En su investigación, estas autoras observan que tanto hombres como mujeres

pertenecientes a la misma comunidad de habla, en conversaciones con personas de su

mismo sexo y en el mismo contexto conversacional, emplean estos recursos con la

misma frecuencia y para los mismos fines. Freed y Greenwood concluyen que es más

apropiado asociar un estilo de habla determinado con la tarea lingüística que se

realiza o el propósito particular que persigue el hablante, o bien con una situación de

habla específica en un contexto sociocultural dado, que asumirlo como propio de


hablantes de un género.

3.2. ESTUDIOS SOBRE CORTESÍA Y GÉNERO

El periodista les preguntó a ambos cuál era el significado de ser muy cortés . Los

dos expertos contestaron al unísono, pero con respuestas muy distintas. El hombre

dijo: ser servil , la mujer respondió ser sensible . Los dos expertos tenían razón,

pero cada uno lo planteaba desde la perspectiva de su propio sexo. (Tannen 1991,

146-147)

Los estudios que presentamos a continuación buscan establecer una relación

entre el género y el uso de estrategias de cortesía lingüística. Cada uno de estos

estudios toma como población objeto a miembros de culturas distintas: Las

investigaciones de Penelope Brown, iniciadas en 1972, se ocupan de la población de

una comunidad maya ubicada en México. Las de Nancy Smith-Hefner (1988), quien

al igual que Brown empleó métodos y técnicas propios de la etnografía de la

comunicación, fueron realizadas en el este de Java. Janet Holmes (1995) estudia el

comportamiento lingüístico de hombres y mujeres neozelandeses en diversas

situaciones y contextos comunicativos. El trabajo de Louise Mullany (1999), por

último, explora las manifestaciones de cortesía exhibidas por individuos de ambos

sexos en entrevistas de radio en Inglaterra.

A partir del concepto de imagen (Goffman 1967) y valiéndose de los métodos

de la etnografía de la comunicación, Brown estudió el fenómeno de la cortesía en

conversaciones espontáneas en la comunidad maya de Tenejapa durante los años

1972 y 1973, y posteriormente, en 1980, recogió grabaciones de intervenciones de

hombres y mujeres de esta comunidad en juicios. Esta investigadora pudo observar

que las mujeres de Tenejapa usaban mayor cantidad de intensificadores y atenuantes

en su discurso, así como estrategias que eran más corteses que las usadas por los

hombres. Por ejemplo, las mujeres tendían a usar ironía y preguntas retóricas en

lugar de críticas directas, para retirar el énfasis de los mensajes negativos y mantener
la solidaridad en el grupo. Además, si bien tanto hombres como mujeres usaban

atenuantes en caso de duda genuina, sólo las mujeres los empleaban para mitigar la

expresión de sus propios sentimientos

(Kendall y Tannen 2001). Brown comenta

también en esta investigación que, mientras que el estilo comunicativo de los

hombres de Tenejapa tendía a ser más directo y se caracterizaba por una falta de

atención a la imagen y por la presencia de rasgos como bromas relacionadas con el

sexo y un estilo sermoneador (Kendall y Tannen 2001). Para esta autora, las

escogencias lingüísticas de hombres y mujeres operan como estrategias

comunicativas, es decir, que los seres humanos son actores racionales que escogen

entre determinadas opciones lingüísticas para lograr ciertos fines motivados

socialmente en circunstancias particulares.

La comunicación de las mujeres en Tenejapa tiende a exhibir formas de

cortesía positiva y a acentuar los valores y normas compartidas, la cooperación, la

simpatía mutua y el entendimiento (Brown 1990). En la corte, único contexto en el

que se permite que las mujeres adopten una actitud de confrontación, sus estrategias

características de habla (el discurso indirecto, el uso de la ironía, la atenuación)

también se manifiestan, pero con fines comunicativos diferentes: como autodefensa.

En su discurso no cooperativo, no cortés, explotan el conocimiento compartido y las

estrategias de acuerdo mutuo para enfatizar el desacuerdo (Brown 1990).

Smith-Hefner (1988) realiza una investigación etnográfica de dos años (1978-

1980) sobre la comunicación entre hombres y mujeres en una comunidad rural del

este de Java, y un estudio posterior de ocho meses (1985) sobre la socialización

lingüística de niños javaneses en una comunidad rural y otra urbana. Sus datos están

conformados por entrevistas estructuradas y no estructuradas a hombres y mujeres,


4

Es de hacer notar que en los datos recogidos por Brown, la expresión de sentimientos,
emociones o

actitudes personales aparece con mayor frecuencia en las conversaciones entre mujeres,
o en las que

participan mujeres, y que generalmente son ellas quienes introducen estos temas
(Holmes 1995, 111).50

notas etnográficas de observación participativa, y grabaciones de interacciones en

diversos contextos. Esta autora considera que los patrones lingüísticos están ligados

a una serie de variables sociales: patrones de socialización, modelos de conducta

lingüística apropiada para hombres y mujeres, y los roles sociales desempeñados por

unos y otras.

Smith-Hefner comenta que en general la mujer javanesa goza de una cierta

libertad social: es ella quien suele manejar el dinero del hogar y encargarse de las

compras, participa en los ritos religiosos, asiste a la escuela, puede rechazar al marido

que le escogen sus padres y puede optar por divorciarse sin ser estigmatizada,

contando incluso con la opción de volver a contraer matrimonio si así lo desea, o de

llevar una vida independiente. La mujer es valorada positivamente como una buena

anfitriona y como encargada de proporcionar cuidados, y es generalmente ella quien

se encarga de la formación moral de sus hijos. Si lo desea, puede ocupar también

cargos de poder, aunque generalmente escoge permanecer en el hogar y en estos

cargos se desempeñan normalmente los hombres de la comunidad (Smith-Hefner

1988, 538-539).

En la esfera familiar, se exige a las mujeres el uso de formas corteses de

tratamiento hacia los hombres, de quienes reciben un trato menos cortés, en una

situación asimétrica. Este patrón de tratamiento es reflejo de la estructura jerárquica

tradicional, en la que la mujer era considerada como inferior al hombre. Sin

embargo, en las entrevistas sostenidas con las mujeres javanesas ellas manifiestan que
no consideran poseer un estatus menos prestigioso, ni que la relación asimétrica con

sus maridos las coloque en una posición de inferioridad. (Smith-Hefner 1988, 540).

Desde la infancia, los niños se comunican con su madre usando la variedad familiar

del javanés (la que aprenden primero, usada para dirigirse a amigos cercanos,

hermanos, personas más jóvenes o de una posición social más baja que la del

hablante), y hablan a su padre en la variedad elevada (la que les es enseñada luego

por sus padres y maestros en forma explícita, usada al dirigirse a personas de mayor

estatus, más viejas o desconocidas). La respuesta del padre hacia sus hijos también es

asimétrica: él se dirige a ellos en la variedad familiar, de forma concisa y reservada

(Smith-Hefner, 1988, 543).

Sin embargo, fuera del hogar las formas de tratamiento asociadas a la cortesía

son empleadas también por los hombres. Al ocupar las posiciones de autoridad

pública con mayor frecuencia que las mujeres, los hombres se valen del uso de la

variedad elevada del javanés en la esfera pública, pues les otorga prestigio y los ubica

en una posición de superioridad con respecto a sus interlocutores: si un individuo de

rango superior se comunica con otro de estatus inferior usando la variedad elevada, el

de rango inferior se ve ubicado en una posición de desventaja: no puede optar por el

uso de la variedad familiar, pues al hacerlo le faltaría el respeto a su superior, dando a

entender que se considera poseedor de un estatus más elevado. Por otro lado, como

se espera que el trato entre superior y subordinado sea asimétrico (y que la forma

familiar sea utilizada por quien tiene mayor poder) el uso de la variedad elevada

desorienta momentáneamente al interlocutor, quien en múltiples ocasiones pierde la

noción de cómo organizar su discurso para expresar sus opiniones y limita sus

respuestas a afirmativas o frases breves, para luego abandonar la conversación

(Smith-Hefner 1988, 550).

Esta investigadora concluye que, si bien en el contexto familiar se espera de la

mujer el uso de las formas de tratamiento asociadas con la cortesía en la cultura


javanesa en una relación de no reciprocidad, en la esfera pública los hombres se valen

de estas formas de tratamiento para reflejar su poder y su estatus. (Smith-Hefner

1988, 535). Los hallazgos de Smith-Hefner desafían la visión de que las mujeres en

cualquier cultura se valen de estilos de habla más corteses que los empleados por los

hombres.

El trabajo de Holmes (1995) es el más detallado y completo existente hasta

ahora sobre la cortesía lingüística y las diferencias de género. Holmes identifica

diferencias significativas en el comportamiento verbal cortés típico de hombres y

mujeres en hablantes de inglés de Nueva Zelanda en diversos contextos

comunicativos, y relaciona estas diferencias con las normas culturales. Para esta

autora, el lenguaje desempeña dos funciones: una función referencial (la transmisión

de información) y una función afectiva (la transmisión de sentimientos y el reflejo de

las relaciones sociales). (Holmes 1995, 3). Su investigación se apoya en el modelo de

cortesía propuesto por Brown y Levinson (1987). Esta autora sostiene que las

mujeres de Nueva Zelanda son más corteses que los hombres y que ellas usan más

estrategias de cortesía positiva en su discurso, porque otorgan un valor cultural más

alto a lograr un consenso y a mostrar consideración por otros.

Holmes observa que las mujeres tienden a hablar menos en contextos públicos

y formales, y a expresarse más libremente y con mayor frecuencia en contextos

íntimos y privados, mientras que los hombres presentan una tendencia opuesta.

Considera que esto ocurre porque los hombres otorgan mayor valor a la función

referencial del lenguaje, mientras que las mujeres valoran y disfrutan el habla íntima,

orientada hacia la función afectiva, y que por esta razón las contribuciones de unos y

otras son mayores en las situaciones en que se sienten más a gusto (Holmes 1995,

37). Por otra parte, considera que las mujeres pueden sentir los contextos formales y

públicos como amenazadores mientras que los hombres los interpretan como una

oportunidad para mostrarse . En contextos públicos y formales, los hombres suelen


hablar más que las mujeres, interrumpen con mayor frecuencia y en sus

intervenciones suelen indicar desacuerdo ante lo expresado por el otro. Las mujeres

cuando intervienen suelen dar muestras de apoyo y ánimo a su interlocutor, buscar

establecer una conexión y añadir información a las contribuciones de otros, todas

estas, muestras de cortesía positiva (Holmes 1995, 67). Las mujeres también

muestran cortesía negativa al no interrumpir a otros y evitar competir por el turno de

habla, escuchan atentamente lo que otros dicen y se preocupan por permitir a otros

contribuir en la conversación.

Al estudiar el acto de pedir disculpas, observa que las mujeres suelen

disculparse con mayor frecuencia que los hombres. Y que apelan para ello a

estrategias que reconocen los reclamos de la persona ofendida y buscan restablecer la

armonía en la relación, mientras que los hombres tienden a usar estrategias enfocadas

en la pérdida de face de quien se disculpa y en el desequilibrio resultante. Las

disculpas de las mujeres suelen referirse a ofensas leves, las de los hombres a ofensas

más serias. Las de las mujeres suelen servir para remediar ofensas en el espacio o en

el habla, mientras que los hombres prestan más atención a ofensas en el tiempo.

Tanto hombres como mujeres suelen pedir disculpas con mayor frecuencia a personas

que consideran iguales socialmente, pero los hombres usan esta estrategia en un grado

proporcionalmente mayor hacia mujeres que ocupan un estatus diferente (superior o

inferior). Por otro lado, si bien la respuesta más frecuente tanto en hombres como en

mujeres consiste en la aceptación de la disculpa, se observa una tendencia mayor al

rechazo en los hombres y una inclinación mayor a la aceptación por parte de las

mujeres (Holmes 1995, 186).

Con respecto a los cumplidos, comenta que las mujeres suelen usarlos y

percibirlos como expresiones de solidaridad y actos de cortesía positiva, mientras que

los hombres pueden llegar a interpretarlos en algunos contextos como actos que

amenazan su imagen (1995, 152). Holmes examina también el uso que hombres y
mujeres hacen de atenuantes e intensificadores, y observa que las mujeres tienden a

emplear con mayor frecuencia estos recursos como estrategias de cortesía. Sugiere

que la función de intensificadores y atenuantes podría ser percibida de manera

diferente por hombres y mujeres: los primeros asociarían su uso a la función

referencial del lenguaje, mientras que las segundas se servirían de estos recursos para

la función interpersonal y emotiva (Holmes 1995, 113).

Según Holmes, lo que la sociedad llama comportamiento lingüístico cortés se

basa en gran parte en las normas de interacción de las mujeres y es su

comportamiento lingüístico el que determina en gran parte las normas de cortesía

verbal reconocidas en forma explícita en la comunidad (Holmes 1995, 194). No

obstante, para los hombres, que son quienes manejan el poder en la sociedad, el

comportamiento lingüístico cortés solo es apropiado en la relación con individuos de

una jerarquía superior y en contextos semi-privados de interacción social entre

conocidos y amigos no íntimos. Los hombres parecen sentir innecesario el uso de

estrategias de cortesía entre personas íntimas en contextos privados, así como en

contextos públicos entre personas de igual estatus. (Holmes 1995, 194).

Mullany (1999), basándose principalmente en la teoría de Brown y Levinson

(1987) y en las observaciones de Holmes (1995), estudió la relación entre la cortesía

lingüística y las diferencias de género en una serie de entrevistas de radio en

Inglaterra, en las que participaban un entrevistador y un entrevistado, que bien podían

ser del mismo sexo o de sexos opuestos. El corpus estuvo constituido por dos tipos

de entrevistas: entrevistas cooperativas, generalmente enfocadas hacia la vida

personal o la carrera del entrevistado, en las que no se buscaba la confrontación ni la

expresión de ideas políticas; y entrevistas competitivas (políticas), en las que el

entrevistado era miembro de algún partido político y cuya temática se enfocaba hacia

tópicos controversiales.

Los datos recogidos fueron analizados prestando especial atención a los tipos
de preguntas formuladas por los entrevistadores, y a los tipos de respuestas de los

entrevistados a esas preguntas. Para el estudio de las preguntas, usó un modelo

analítico propuesto por Holmes que clasifica las intervenciones interrogativas en una

escala de más a menos cortés, así: + Cortés

Intervención de apoyo: generalmente busca una respuesta positiva, y

permite al entrevistado expandir o elaborar lo dicho previamente. Es

un recurso explícito de cortesía positiva

Intervención facilitadora: una petición de información al entrevistado,

sin evaluación por parte del entrevistador

Intervención crítica: más crítica en su tono, menos cortés en forma

explícita o sincera. Generalmente consiste en un acuerdo parcial o en

un desacuerdo calificado. Puede expresar un cierto grado de

evaluación negativa o escepticismo.

Intervención antagónica: aserciones retadoras, agresivamente críticas

cuya función es atacar la posición del entrevistado y demostrar que

está errado.

+ Descortés (Holmes 1992 cit. por Mullany 1999)

Para la evaluación de las respuestas, se apoyó en la clasificación de Harris

(1991 cit. por Mullany 1999), en respuestas directas (que bien pueden ser vistas

como recursos de expresión de cortesía positiva, cuando la respuesta es

explícitamente afirmativa o provee la información requerida en la pregunta, o una

amenaza a la imagen del interlocutor si la respuesta es explícitamente negativa),

respuestas indirectas (repuestas que conllevan la selección de una posición

intermedia entre sí o no, o en las que puede inferirse la información requerida en la

pregunta, y que pueden considerarse como mecanismos de protección de la imagen

del interrogado, o respuestas retadoras (que desafían una o más de las

presuposiciones de una pregunta o su fuerza ilocutiva, y que constituyen amenazas


directas a la imagen de quien interroga).

En esta investigación, Mullany observa que las mujeres son más cooperativas

en su interacción que su contraparte masculina, y que parecen prestar más atención a

las necesidades de imagen de su destinatario tanto en los contextos políticos

(competitivos) como no políticos (cooperativos). Por el contrario, los hombres

muestran mayor tendencia a usar estrategias directas que no minimizan las amenazas

a la imagen del interlocutor y que demuestran la naturaleza competitiva de su

discurso. En las entrevistas no políticas, y en oposición a la tendencia antes descrita,

los datos muestran, sorpresivamente, que los entrevistadores de sexo masculino tanto

en las díadas Hombre-Hombre como Hombre-Mujer, enunciaron una cantidad

ligeramente mayor de respuestas mínimas de apoyo, y que las entrevistadoras en las

parejas Mujer-Mujer fueron quienes apelaron en menor medida a este recurso. Del

mismo modo, observaron que quienes más las usaron fueron los hombres en

intercambios Hombre-Mujer (Mullany 1999).

Mullany concluye que existe una relación entre el género y la cantidad de

cortesía empleada por entrevistadores y entrevistados, y que, si bien las mujeres

exhiben en su corpus un uso mayor de estrategias de cortesía positiva, los hombres

también las utilizan. Además, considera que en el uso de mayor o menor cortesía

influirá el hecho de que la interacción ocurra entre miembros del mismo sexo o de

sexos opuestos, así como la naturaleza misma de la interacción.

3.3. ESTUDIOS SOBRE ATENUACIÓN

Para que haya una actividad atenuadora es necesaria la interpretación de

la existencia de un contexto amenazante (Bravo s.f.)

Los investigadores apelan a rótulos diferentes para referirse a la estrategia

discursiva de distanciamiento que en este trabajo denominaremos indistintamente

atenuación o mitigación.

5
. Según el DRAE (Real Academia Española, 1992) la

atenuación se define como acción y efecto de atenuar , y como una figura retórica

que consiste en no expresar todo lo que se quiere dar a entender, sin que por esto

deje de ser bien comprendida la intención del que habla y que suele emplearse

negando lo contrario de lo que se quiere afirmar. Para atenuar, encontramos en este

Diccionario las definiciones poner tenue, sutil o delgada alguna cosa y minorar o

disminuir alguna cosa . Mitigar aparece definido como moderar, aplacar, disminuir

o suavizar una cosa rugosa o áspera .

Ya Lakoff en 1973 había prestado atención a los atenuantes y los había

identificado como marcas características del lenguaje femenino. Esta autora sugería

que esas marcas expresaban una falta de confianza y reflejaban la inseguridad social

de las mujeres, así como su propensión a ser más corteses que los hombres. Brown

también pudo identificar en la comunidad maya de Tenejapa una mayor frecuencia en

el uso de atenuantes en el habla de las mujeres (Kendall y Tannen 2001).

Autores como Brown y Levinson (1987), Haverkate (1994) y Beinhauer

(1991) identifican la atenuación como una de las estrategias de las que se valen los

hablantes para expresar cortesía. Según Brown y Levinson y Haverkate, la

En inglés, por ejemplo, encontramos en diversos textos las denominaciones hedging,


mitigation,

downgrading, downtoning, e incluso attenuation, para referirse a esta estrategia


discursiva o a algunos

de sus recursos prosódicos, léxicos y sintácticos.

atenuación es usada principalmente para disminuir la amenaza potencial representada

por actos de habla no corteses, especialmente por los actos exhortativos y asertivos.

Beinhauer, por su parte, menciona una serie de fenómenos estilísticos de cortesía que

sirven para suavizar nuestra expresión (Beinhauer 1991, 172), entre los que incluye
la elusión de la primera persona y su sustitución por la tercera, el uso de formas

impersonales, el traslado al tiempo pasado de la manifestación de un deseo, la

emisión de preguntas de comprobación y los eufemismos.

La atenuación tiene como objetivo disminuir o mitigar el efecto social de las

amenazas en la interacción. Tradicionalmente se ejerce sobre tipos de actos que se

suponen inherentemente amenazantes a la imagen negativa, y por tanto

corresponderían a estrategias de cortesía negativa. Sin embargo, Bravo (s.f.) observa

que la atenuación en diversas variedades de español es también usada como estrategia

de cortesía positiva.

Holmes (1990, 1995) estudia el uso de atenuantes e intensificadores como

estrategias de cortesía por los hombres y mujeres de Nueva Zelanda. Según esta

autora, los atenuantes permiten debilitar o reducir la fuerza de un enunciado (Holmes

1995, 72) y sirven para expresar cortesía negativa. En sus investigaciones, encuentra

que los atenuantes no solo son usados para mitigar la fuerza de enunciados que

amenazan la imagen, sino también de enunciados positivos como cumplidos y que su

efecto solo puede ser evaluado en contexto (Holmes 1995, 77). Observa además que

los atenuantes no siempre funcionan como estrategias de cortesía, sino que también

pueden servir a otros fines en la comunicación (Holmes 1995, 90).

Bravo (s.f.) estudia un corpus filmado de conversaciones en el ámbito

académico. Analiza en primer lugar una selección de actos asertivos realizados por

académicos argentinos en una conversación mantenida en una universidad de

Argentina, y luego un encuentro entre hablantes de español como lengua materna


ycomo segunda lengua conducido en una universidad de España. Se ocupa del modo

en el cual estos hablantes eligen formular una opinión o idea propia sobre sí mismos,

otra persona, un tema o una situación determinada. Para ello, se propone describir el

grado de indirección con que estos actos se ejecutan. Considera que el grado de

indirección del acto está relacionado con la atenuación, y busca determinar los
contextos amenazantes (a la imagen social) que provocan el uso de este recurso, para

luego establecer los efectos de cortesía que pueda tener ese acto.

Para la medición del grado de conflicto o de amenaza de un determinado

contexto, utiliza una escala numérica que toma en cuenta el grado observable de

conflicto o amenaza, el grado de indirección o atenuación de estas amenazas, el grado

en que se invierten esfuerzos de cortesía (atenuadores o no) y el grado en que se

presenta un efecto de cortesía.

Bravo Identifica como recursos de atenuación las indirecciones, una anécdota

que permita establecer un puente entre las experiencias propias y las del interlocutor,

así como bromas y risas que ayudan a aliviar la tensión conversacional.

Ballesteros (2002) trata de probar en sus investigaciones que la cortesía es

conceptualizada en forma diferente por nativos españoles e ingleses. Para esto

analiza 360 unidades de ruego y mandato (180 en inglés y 180 en español), obtenidas

como respuesta a un test de complementación discursiva, adaptado del desarrollado

por Blum-Kulka en 1982, en el que se requiere que el encuestado lleve a cabo un acto

exhortativo en seis diferentes situaciones potenciales en las cuales varían la distancia

social y el poder del emisor y el receptor. En estos textos, Ballesteros identifica en

primer lugar los atenuantes léxicos y frásticos y los atenuantes sintácticos usados por

los hablantes, en función de la siguiente clasificación:

Atenuantes Léxicos y Frásticos Atenuantes Sintácticos

Expresiones de cortesía Oración Interrogativa

Expresiones de consulta Oración Interrogativa-negativa

Mitigaciones Negación de las condiciones

preparatorias

Expresiones indefinidas Presentación hipotética

Expresiones subjetivas de opinión Oración Subordinada Condicional

Expresiones de improbabilidad Modo Subjuntivo


Expresiones de duda y titubeos Marcador de posibilidad

epistémica

Armonizadores Aspecto Durativo

Fórmulas de asentimiento Tiempo verbal pasado

Voz Pasiva

Construcción Impersonal

En su análisis, observa en los nativos ingleses una conducta discursiva

caracterizada por diálogos léxica y sintácticamente más atenuados que los de

individuos españoles (Ballesteros 2002). Comenta además que resultados similares

han sido obtenidos en estudios contrastivos sobre el uso de atenuantes en la

conversación coloquial en español peninsular y países latinoamericanos, que

concluyen que la marcada estratificación social de estos países está relacionada con el

hecho de que en ellos se use más atenuación en la conversación, mientras que en

España se prefiere un estilo de habla más directo, por la influencia de otros valores

culturales (cfr. también Puga 1997).

Sin embargo, al observar el uso de los mecanismos de atenuación por

hablantes de los dos países en función de factores contextuales, pudo observarse una

tendencia similar en ambos grupos: o bien no apelan ni a atenuantes léxicos ni

sintácticos en las situaciones donde el poder social y el derecho a exigir son altos- o

bien los usan en abundancia en casos en los que el poder social y el derecho a exigir

son bajos. Por otra parte, observa que algunos atenuantes sintácticos no son

explotados en el uso en los nativos españoles de la misma forma que por los ingleses

y viceversa:

Así por ejemplo, estadísticamente el uso del aspecto durativo, aún

existiendo como recursos en español, no es tan recurrente como en

inglés. La explotación del modo subjuntivo por su parte es un fenómeno

cuya productividad en inglés es nula en comparación con su proyección


en castellano. (Ballesteros 2002)

En función de estos hallazgos, este autor sugiere que podría hablarse de

recursos atenuación de idiosincrasia española, frente a otros catalogables como

esencialmente británicos.

Briz (1998; 2003) estudia la atenuación en conversaciones coloquiales en

español en hablantes de Valencia (España). Para este autor, la atenuación es una

estrategia conversacional que se vincula a la relación entre los interlocutores y mitiga

la fuerza ilocutiva de una acción o la fuerza significativa de una palabra o una

expresión, para minimizar el desacuerdo o la disconformidad entre los interlocutores

(Briz 1998, 158). La atenuación también puede servir como estrategia social de

protección de la imagen del yo o el tú ante lo dicho o hecho, emplearse con fines de

cortesía, (Briz 2003, 44) y servir de reguladora de las máximas de tacto, modestia y

unanimidad (Briz 1998, 145). Si bien la atenuación puede manifestar cortesía, los

españoles suelen valerse de ella como una táctica para lograr otros fines pragmáticos. 62

En la conversación coloquial española los recursos de atenuación

tienen que ver con la eficacia y la eficiencia pragmáticas, en ocasiones

con la imagen en general y en menor medida con la imagen de cortesía.

Más aún, esta actividad cortés que puede desarrollar el uso del atenuante

en la conversación coloquial, fuera de las situaciones rituales o

normativizadas social y culturalmente, no es sino el medio para lograr

otros fines.

Dicho lo cual se entenderá que el ser cortés del atenuante, antes

que un fin en sí mismo, sea una estrategia, un recurso táctico eficaz y

eficiente en la negociación por y para el acuerdo. (Briz 2003, 17)

Quitar relieve, mitigar, suavizar, restar fuerza ilocutiva, reparar,

esconder la verdadera intención son valores más concretos unidos al

empleo del atenuante, la forma lingüística de la expresión de dicha


actividad, solo en ocasiones instrumento o manifestación de una función

social, la de la imagen, y en concreto a veces de la imagen cortés. (Briz

2003, 19)

Para este autor, la atenuación opera en dos niveles:

1. en el nivel del enunciado, lo dicho, se minimiza el contenido proposicional

totalmente o en parte a través de recursos semántico-pragmáticos, como la

lítote, el uso de cuantificadores o partículas, el eufemismo, entre otros, para

evitar recriminaciones o preocupaciones del interlocutor (Briz 1998, 148-150)

2. en el nivel de la enunciación, el decir, se atenúa la fuerza ilocutiva de un acto

o la presencia del Yo e implicación o afección del Tú, mediante el uso de

recursos pragmáticos. Para la atenuación de la fuerza del acto de habla se

emplean estrategias como la modificación del verbo performativo, el uso de

expresiones modalizadoras o fórmulas estereotipadas, así como la elipsis de la

conclusión. Para atenuar la fuerza de los participantes de la enunciación se

apela a recursos como la impersonalización del yo mediante el uso de uno,

una o el pronombre tú, o bien la despersonalización del tú mediante oraciones

pasivas o impersonales (Briz 1998, 150-156; 2003, 38).

Briz identifica como factores determinantes para la presencia de mayor

atenuación en las interacción coloquial en España situaciones en las que las metas y

agendas personales no coinciden, los interlocutores sostienen opiniones enfrentadas,

se amenaza el derecho a la intimidad, el espacio o la libertad de decisión, o el sujeto

es puesto en evidencia o visto como un ser inferior (Briz 2003, 33). Por otra parte,

considera que existen diversas escalas o grados de atenuación, que dependen de

factores lingüísticos opciones existentes en el sistema que permiten establecer

gradaciones o extralingüísticos el conocimiento del mundo, el conocimiento

compartido por los interlocutores, la situación comunicativa (Briz 2003, 32).

Puga (1997) define la atenuación como una estrategia discursiva de toma de


distancia . Según esta autora, al atenuar, el hablante se distancia, ya bien de sí

mismo, del tiempo de la enunciación, del mensaje o del receptor (Puga 1997, 38).

Para alejarse de sí mismo, de la autoría de su enunciado, simula pasar del campo de

referencia correspondiente al hablante al que le corresponde al oyente o a la tercera

persona (referencial, ausente). Para distanciarse del tiempo de la enunciación, el

tiempo presente, acude a formas temporales como el imperfecto o el condicional.

Para tomar distancia del mensaje, de lo enunciado, acude a eufemismos, a

formulaciones hipotéticas en subjuntivo o apela al tiempo condicional. Para

distanciarse del receptor, acude a diversos recursos, en función de la jerarquía social

de su interlocutor, y mientras mayor sea esta diferencia jerárquica empleará más

atenuantes, sobre todo si se encuentra en una posición subordinada.

El hablante buscará atenuar, principalmente, los enunciados mediante los

cuales pretenda influir en el comportamiento de su interlocutor. De este modo,

mientras menor sea la certeza del hablante de lograr el efecto deseado, sentirá mayor

necesidad de atenuar (Puga 1997, 44). La atenuación constituye una opción en el

sistema, por lo tanto, Sólo podemos hablar de atenuación cuando, en el nivel

paradigmático, el hablante, al elegir un enunciado, ha podido optar por otros; y, el

enunciado elegido ha sido el que suponía mayor toma de distancia de uno o varios

de los elementos que configuran la situación comunicativa (Puga 1997, 45).

Esta autora considera, en función de los datos analizados, que los hablantes

emplean más la atenuación en situaciones en las que hay menor distancia social (y

por ende mayor peligro de invasión). Entre estas situaciones incluye aquellas

caracterizadas por una menor formalidad y un menor predominio del yo.

Según Puga, en el discurso se atenúa la dureza del presente, una

comunicación poco grata, una pregunta delicada, el imperativo, o una eventual crítica

del interlocutor. Esta autora presenta en su trabajo un inventario de los recursos de

atenuación usados en el castellano de Chile (Puga 1997, 90 y ss.), entre los que
incluye expresiones como absolutamente, como, como mucho, de repente, medio, un

poco, así como el uso de perífrasis verbales, diminutivos u oraciones interrogativas,

así como las demoras, prefacios, justificaciones y componentes de declinación

propios de los turnos no preferidos (Puga 1997, 31).

Caffi (1999) estudia las estrategias de atenuación empleadas en una serie de

entrevistas psicoterapéuticas y conversaciones médico-paciente en Italia. Esta autora

define la atenuación como un conjunto de estrategias usadas por los hablantes para

tratar de hacer más efectivo su decir-hacer (Caffi 1999, 881). Para ella, las diferentes

funciones de la atenuación pueden agruparse en dos dimensiones principales, la

dimensión de eficiencia en la interacción (relacionada con necesidades


instrumentalesque permiten alcanzar las metas de la interacción) y la de la construcción
de la

identidad (dirigida a necesidades relacionales que permiten monitorear la distancia

emotiva entre los interlocutores) (Caffi 1999, 883).

Caffi propone una clasificación tripartita de la atenuación (como recurso

heurístico más que como tipología) basada en los tres componentes del acto de habla

en los que puede operar la atenuación: la proposición, la ilocución y la fuente del

enunciado (Caffi 1999, 883).

In the case of bushes, what is weakened is the subscription to the

proposition; in the case of hedges, what is weakened is the endorsement

of the illocution; in the case of shields, what is avoided is the selfascription to the
utterance, which is then ascribed to another source or

shifted to another situation (Caffi 1999, 905-906).

La atenuación de la locución (bushes) sirve para mitigar el contenido de lo

que se comunica, el mensaje. La atenuación de la ilocución (hedges) mitiga el

compromiso del hablante hacia la proposición, sus intenciones, la fuerza ilocutiva del

enunciado. Generalmente los recursos empleados para atenuar la locución y la

ilocución corresponden, según esta autora, a expresiones lexicalizadas o marcadores.


La atenuación del origen del enunciado (shields) sirve para mitigar la

presencia de quien enuncia en lo que dice, para dislocar o desfocalizar la instancia de

la enunciación. En este caso, no puede identificarse un operador explícito de la

mitigación y la operación de debilitamiento toma lugar a un nivel más profundo y

abstracto: afecta la sintaxis o la morfología, al transformar las oraciones en pasiva o

al pasar del pronombre personal en primera persona a otras formas pronominales.

Según esta autora, un recurso atenuante puede actuar sobre más de un aspecto

del acto de habla. Del mismo modo, varios recursos de atenuación pueden ser

empleados de manera simultánea en un enunciado. Distingue además estrategias en

las que puede inferirse la atenuación como un efecto de segundo grado y que afectan

a unidades mayores que el enunciado: la suspensión de la interpretación literal

(quotational shields), y dejar estratégicamente de lado un tópico a través de medios

textuales específicos (topical shields) (Caffi 1999, 900-901).

3.4. ESTUDIOS SOBRE ATENUACIÓN CORTÉS EN EL HABLA DE

MÉRIDA

Joven (2003), explora de manera general los recursos de la atenuación cortés

empleados en El Habla de Mérida (Domínguez y Mora, 1998). Ella encuentra que la

atenuación es usada para desfocalizar a uno o a ambos interlocutores, impersonalizar

lo dicho o mitigar sin impacto; también, en muchos casos, pretende crear empatía,

invocar la compresión del otro u obtener su aprobación.

Proporciona luego un inventario de los recursos de atenuación encontrados en

el corpus, entre los que incluye el uso de nosotros, nosotras, tú, usted, ustedes, uno,

una, el impersonal se, en sustitución del pronombre de primera persona singular, así

como la oración pasiva sin agente explícito, para desfocalizar al emisor; se usa

además el tiempo condicional y el modo subjuntivo para distanciarse del tiempo de la

enunciación. Los eufemismos, la lítote, los diminutivos, la reducción u omisión de

fonemas, la perífrasis, los cuantificadores o partículas, son usados para atenuar la


información léxica contenida en el mensaje. La forma impersonal del verbo haber

sirve para desdibujar la presencia tanto del emisor como del receptor; sustantivos

impersonales como la gente, alguien, las personas, para desfocalizar los


atributosnegativos del otro. Distingue además el uso de estrategias modalizadoras, como
y el

uso de fórmulas estereotipadas, el empleo de algunas oraciones subordinadas

concesivas, condicionales, causales o adversativas, la modalidad interrogativa y el

uso de locuciones performativas. Joven encuentra que tanto los hombres como las

mujeres hacen uso de estas estrategias, y que los hombres emplean el 54% de las

formas identificadas, mientras que las mujeres usan el 46%.

Álvarez (2005) y Álvarez y Joven (en prensa) se dedican al estudio de los

tipos de atenuación empleados por seis mujeres merideñas. Álvarez (2005) observa

diferencias en el uso de la atenuación como estrategia de cortesía en relación con las

variables edad y nivel socioeconómico. Encuentra que las hablantes de los niveles

socioeconómicos alto y medio atenúan más su discurso que las de nivel

socioeconómico bajo. Del mismo modo, observa mayores porcentajes de atenuación

de la locución en los jóvenes que en los mayores, sólo encuentra atenuación de la

ilocución entre los jóvenes de los grupos socioeconómicos medio y alto, y comenta

que la atenuación del origen del enunciado aparece con mayor frecuencia en el

discurso de los hablantes de mayor edad de nivel socioeconómico alto, y que también

es usada por los jóvenes de todos los niveles socioeconómicos. En función de estos

datos, sugiere que las estrategias discursivas de los hablantes de distintas edades y

niveles socioeconómicos difieren, lo que lleva a cada grupo humano a distinguirse

por su manera de hablar, algo que sabíamos desde antes pero que no se ha estudiado

suficientemente en el nivel discursivo (Álvarez 2005, 165).

Álvarez y Joven (en prensa) definen la atenuación como una estrategia deregulación del
estilo interpersonal que contribuye con la función de la cortesía, ya sea

mejorando la relación entre las hablantes o construyendo su imagen. 68


La atenuación cortés es, en otras palabras, una metáfora de la

disminución de ego o de la enunciación misma, ante la cara sagrada de

alter, y también del respeto del espacio sagrado, el territorio alter. Es la

verbalización de la minimización de la propia imagen ante la imagen del

otro para enaltecer también la propia, así como del respeto hacia el

territorio del otro para que se llene entonces su propia necesidad de un

espacio y tiempo propios (Álvarez y Joven en prensa).

Estas investigadoras observan que las estrategias de atenuación cortés se

manifiestan en el corpus estudiado sólo en las aserciones y exhortaciones. A partir de

la clasificación propuesta por Caffi (1999), identifican como recursos usados por las

hablantes merideñas para la atenuación los siguientes:

Atenuación de la locución: uso de perífrasis, uso de marcadores como ahí, que

señalan el compromiso consenso entre los hablantes, uso de matizadores

como bastante, bueno y pues, cuantificadores o partículas, uso del diminutivo,

lítote, negación, eufemismos.

Atenuación de la ilocución: las hablantes debilitan sus afirmaciones al dar

una impresión de inseguridad, a través de pausas, repeticiones, uso de

marcadores, matizadores como se puede decir, cómo cree, preguntas de

confirmación, uso del tiempo condicional y del modo subjuntivo, la risa, dar

explicaciones, aducir no recordar o no saber lo que se les pregunta.

Atenuación del origen del enunciado: traslado de la enunciación a otra fuente

o situación, lateralizar el tópico (ponerlo entre comillas ), uso de uno, tú, se,

en lugar de la primera persona, sustantivos impersonales como la gente, las

personas, alguien (Álvarez y Joven en prensa).

En el análisis cuantitativo, encuentran un mayor porcentaje de uso de la

mitigación de la locución (50%), sobre la de la ilocución (38%) y observan el menor

porcentaje en el uso de mitigaciones del origen del enunciado (12%) (Álvarez y


Joven en prensa).

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