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COMPETENCIA COMUNICATIVA

Desde la perspectiva de la Pragmática y de la Teoría de los actos de habla, que se ocupan de la


actividad textual, se supone un doble proceso de actuación lingüística – productiva y receptiva –
que implica a su vez una doble competencia. Sánchez de Zavala así lo expone:
“teniendo en cuenta las considerables diferencias que se observan entre la actuación lingüística
productiva y la receptiva en cuanto a edad de aparición en el niño, dependencias neurofisiológicas,
y desintegración patológica, parece oportuno no comenzar por suponer que subyaga a ambas una
y la misma competencia, sino estudiar por separados la “cuasi-competencia” de producción y de la
recepción”.

Esta segunda competencia, ya prevista por Coseriu al hablar de “saber expresivo”, es la que suele
denominarse competencia comunicativa. Ahora bien, esta competencia se sitúa en el acto del
habla, en la realización, en el momento en que el hablante concreto utiliza el lenguaje como un
medio para conseguir diversos objetivos, en el lenguaje como actividad.

Como hemos apuntado más arriba, la concepción del lenguaje como acto y actividad tiene
precedentes lingüísticos relevantes:

Bühler conserva la idea humboldtiana de que lo esencial del lenguaje es un modo especial de
actividad del espíritu humano; además distingue en la actividad del lenguaje el acto (sprechakt) de
la acción (Sprechhandlung). La acción lingüística es la que hace del lenguaje un medio: se habla a
los demás con diversos objetivos que van desde el querer ayudarlos, al engañarlos, ordenarles
determinadas acciones, etc. En cierto modo, la acción se asimila al habla de Saussure. Bühler
relaciona el acto lingüístico con el acto de significar y con el acto otorgador de sentido.

El acto lingüístico de Bühler, el acto de comunicación, es en cierto modo un “drama de tres


personajes”: el mundo, el contenido objetivo de que se habla; el locutor y el destinatario. De ahí
que todo enunciado lingüístico resulte un signo triple, un acto de significar orientado hacia tres
direcciones: el contenido comunicado y en este sentido es representación; al destinatario,
apelación; al locutor, expresión. Luego Jackobson completará el cuadro con otras funciones del
lenguaje: poética, metalingüística, fática.

Como el propio Bühler dice: “Triple es la función del lenguaje humano: manifestación,
representación y repercusión (1918)…”hoy prefiero los términos expresión, apelación y
representación”.

Y esta es la primera tesis (el modelo del “organon” propio del lenguaje, forma de aparición del
fenómeno lingüístico concreto) de las cuatro que formula en cuanto a una nueva forma de estudiar
el lenguaje dentro de su situación.

Más allá de las reflexiones lingüísticas sobre el acto verbal o de las escuelas filosóficas que
también lo estudian en sentido del uso, dos son los responsables de una nueva orientación en la
consideración del lenguaje como actos de habla: Austin y Searle.
Austin parte de la constatación de la existencia de dos tipos de enunciados: preformativos (cuando
describe una determinada acción de su locutor o si su enunciación equivale al cumplimiento de la
acción); y constatativos (cuando sólo tienden a describir un acontecimiento).

Austin clasificó los actos de habla afirmando que, al enunciar una frase cualquiera, se cumplen tres
actos simultáneamente:
1) Acto locutivo: en la medida en que se articulan y combinan sonidos, y también en la medida que
se evocan y combinan sintácticamente las nociones representadas.
2) Un acto ilocutorio: en l medida en que la enunciación de la frase constituye de por sí un
determinado acto.
3) Un acto perlocutorio, en la medida en que la enunciación sirve a fines más lejanos y que el
interlocutor puede no comprender, aunque domine perfectamente la lengua. Así, al interrogar a
alguien podemos tener la intención de ayudarlo, perturbarlo, etc.

De los tres tipos de actos, el que ha sido más debatido es el elocutivo o ilocutorio; pero
prácticamente todas las lenguas tienen expresiones que se refieren a él: aseverar, enunciar,
describir, aconsejar, observar, comentar, ordenar, suplicar, criticar, etc.

Searle se ocupó especialmente de este acto a que caracteriza en los siguientes términos:

“En la realización de un acto elocutivo el hablante intenta producir un cierto efecto haciendo que el
oyente reconozca su intención de producir ese efecto, y por lo tanto, si está usando palabras
literalmente, intenta que este reconocimiento se logre en virtud del hecho de que las reglas para el
uso de las expresiones que emite asocian las expresiones con la producción de este efecto”.

Cabe aclarar que en los usos lingüísticos cotidianos, y precisamente por conocimiento de usos
sociales del lenguaje por parte de los usuarios no se emplean marcadores específicos de los actos
elocutivos. En estas situaciones la fuerza elocutiva de los enunciados es inferida por los intérpretes
al relacionar emisiones con contextos. También puede suceder que los indicadores superficiales de
fuerza elocutiva no coincidan con la intención subyacente. Se trata de actos de habla indirectos en
los que el significado literal es sólo la vía para acceder al significado intencional la distinción y
combinación de intenciones aparentes y subyacentes es uno de los recursos que permite que el
lenguaje sea un instrumento, poderosamente regulable, de transmisión de intenciones.
Para la mayoría de los estudiosos de los actos de habla, el signo es la unidad de comunicación, o
en todo caso no lo es por sí mismo sino en tanto representa o materializa la unidad mínima de
comunicación que es el acto ilocutorio.
Los actos ilocucionarios se definen por un conjunto de condiciones y reglas que determinan su
naturaleza. De las condiciones estudiadas actualmente destaca la llamada condición de sinceridad.
Por ejemplo, en el acto ilocutorio de aseverar se presupone que quien asevera cree en que lo que
se asevera representa un estado efectivo de cosas. El principio de que el lenguaje es un
instrumento para compartir estados mentales parece confirmarse precisamente con la idea de que
los actos intencionales como creer algo, desear algo, etc.…, constituyen las condiciones de
sinceridad de los actos ilocutivos.
Existe una dimensión básica en los actos elocutivos que con Searle se ha dado en llamar la
dirección de ajuste entre las palabras y el mundo: algunas ilocuciones tratan de lograr que el
mundo se ajuste a lo que en ellas se dice, mientras que otras intentan ajustarse al estado del
mundo. Por ejemplo, cuando se ordena algo, lo que se intenta es que la realidad cambie, por el
contrario al aseverarse pretende que lo dicho se corresponde con el mundo.
Searle propone la siguiente taxonomía de los actos elocutivos:
1. Representativos: Su propósito es comprometer al hablante con la verdad de la proposición
expresada. Verbos que expresan esta categoría: afirmar, declarar, sostener, decir, informar,
concluir, deducir, suponer.
2. Directivos: Son intentos del hablante para lograr que el oyente lleve a cabo alguna acción.
Verbos: ordenar, mandar, pedir, insistir, preguntar, interrogar, suplicar, abogar por, invitar, sugerir,
permitir, aconsejar, retar, desafiar, provocar.
3. Conmisivos: Son actos de habla cuyo objeto es comprometer al hablante con algún futuro curso
de acción. El verbo realizativo que corresponde de forma más clara a este tipo de actos de habla
es prometer, aunque otros verbos usados en futuro como hacer, intentar o favorecer representan
también esta categoría.
4. Expresivos: Transmiten un estado psicológico del hablante acerca del estado de cosas
expresado en el mismo enunciado. Los verbos típicamente usados son agradecer, congratularse,
disculparse, alegrarse, deplorar, etc.
5. Declaraciones: La realización con éxito de la fuerza elocutiva da lugar a la correspondencia
entre el contenido del enunciado y el estado de cosas en la realidad. Verbos como declarar o
expresiones como por la presente, tienen la virtualidad de realizar este tipo de actos elocutivos,
siempre que las condiciones de la situación sean las apropiadas.
Por la clasificación anterior resulta evidente que el número de cosas que se hacen con el lenguaje
o lo que es lo mismo, el número de funciones comunicativas del lenguaje es muy pequeño. Sin
embargo, en lenguas como el castellano se han especializado palabras, expresiones y otros
recursos para representar las variedades de alocución de tal modo que esta representación se ha
vuelto compleja, sutil y refinada.
En síntesis, cuando el lenguaje se toma como actividad se distinguen tres planos de descripción:
locutivo, elocutivo, perlocutivo. El plano perlocutivo concierne a un ámbito más general que el de la
comunicación intencionada. El requisito es que exista un intérprete que se sienta afectado por el
signo. El plano elocutivo exige la presencia de pautas comunicativas intencionales aunque no
necesariamente la utilización de lenguaje verbal, puede ser, por ejemplo, un sistema gestual; los
niños entre 9 y 12 meses pueden pedir (protoimperativos) o declarar (protodeclarativos), por medio
de gestos. El nivel locutivo exige no solo intencionalidad, sino carácter verbal.
Por todo ello, la competencia comunicativa podrá ser definida como el conjunto de las normas,
principios y signos que el hablante emplea en el acto comunicativo. En términos de Coseriu, el
“saber expresivo”.

En este sentido Hymes, dice que la competencia comunicativa supone por parte del hablante,
miembro de una comunidad y dotado de ciertos roles sociales, una serie de saberes. Con su
modelo “Speaking” pretende definir cuáles son los parámetros que el hablante moviliza en su
competencia comunicativa:

S = (Situation): situación (lugar, momento, marco).


P = (Participants): participantes
E = (Ende): finalidades, objetivos
A = (Acts): datos, secuencias de actos
K = (Keys): tonalidades
I = (Instrumentalities): códigos y canales
N = (Norms): normas
G = (Genders): géneros (conversación, discurso, argumentación)

Hymes apunta a una competencia que sitúa la actividad del lenguaje en el seno mismo de la
comunicación, de la interacción comunicativa y de los parámetros contextuales.
UNIDAD 13 : LA COMPETENCIA COMUNICATIVA
“ La competencia comunicativa es el término más general

para la capacidad comunicativa de una persona, capacidad

que abarca tanto el conocimiento de la lengua como la

habilidad para utilizarla. La adquisición de tal competencia

está mediada por la experiencia social, las necesidades y

motivaciones, y la acción, que es a la vez una fuente renovada

de motivaciones, necesidades y experiencias ”.

DELL HYMES

“ La competencia comunicativa es una capacidad que

comprende no sólo la habilidad lingüística, gramatical,

de producir frases bien construidas y de saber interpretar

y emitir juicios sobre frases producidas por el hablante-

oyente o por otros, sino que, necesariamente, constará,

por un lado, de una serie de habilidades extralingüísticas

interrelacionadas, sociales y semióticas, y por el otro, de

una habilidad lingüística polifacética y multiforme ”.

GAETANO BERRUTO

“La competencia comunicativa comprende las aptitudes y los conocimientos que


un individuo debe tener para poder utilizar sistemas lingüísticos y translingüísticos
que están a su disposición para comunicarse como miembro de una comunidad
sociocultural dada ”. (María Stella Girón y Marco Antonio Vallejo, 1992)
Desde nuestra infancia, los seres humanos vamos adquiriendo y desarrollando
una capacidad relacionada con el hecho de saber cuándo podemos hablar o
cuándo debemos callar, y también sobre qué hacerlo, con quién, dónde, para qué
y en qué forma.1 Es decir, desde niños adquirimos un conocimiento no sólo de la
gramática de nuestra lengua materna sino que también aprendemos sus
diferentes registros 2 y su pertinencia ; somos capaces de tomar parte en eventos
comunicativos y de evaluar la participación nuestra y la de los otros.

Aún más, podemos afirmar que esa competencia 3 es integral, puesto que
también involucra actitudes, valores y motivaciones relacionadas con la lengua,
con sus características y sus usos, y con los demás sistemas de comunicación en
general. Naturalmente, la adquisición de tal capacidad debe estar ligada a una
experiencia social, a unas necesidades, a unas motivaciones y a una acción.

El modelo de lengua que subyace en este concepto de competencia, implica,


desde luego, que la única función de las lenguas no es nombrar, sino que ellas
también están organizadas para lamentarse, alegrarse, rogar, prevenir, defender,
atacar ; están relacionadas con las distintas formas de persuasión, dirección,
expresión y juegos simbólicos. El verdadero sentido de las lenguas humanas sólo
puede llegar a ser comprendido en el ámbito natural de su uso para permitir la
conversación, la interacción comunicativa, el trato verbal cotidiano, la vida en
sociedad. Así entendidas, las lenguas dejan de ser meros sistemas semióticos
abstractos, inmanentes, ajenos a las intenciones y a las necesidades de los
hablantes, y se convierten en teatros, en espacios de representación, en
repertorios de códigos culturales cuya significación se construye y se renueva de

1
Al respecto, Basil Bernstein afirma que “Cada vez que un niño habla o escucha, se
refuerza la estructura social de la cual forma parte y se constriñe su identidad social ”.
2 Un registro es una variante de nuestra lengua condicionada por factores socioeconómicos y
culturales. Los hablantes autorregulan permanentemente su forma de hablar. Por eso, a cada
situación comunicativa corresponde un registro lingüístico.
3
En términos generales, el concepto de competencia nos permite referirnos a las
capacidades de una persona. Dicha competencia depende del conocimiento (implícito,
tácito) y del uso (la habilidad para éste). Ver nota de pie N° 2 de la Introducción, pág. XI.
manera permanente por medio de estrategias de participación, de cooperación y
de convicción.

En la década de los años setenta, los primeros etnógrafos de la comunicación


(Gumperz y Hymes) postularon la existencia de una competencia para la
comunicación o competencia comunicativa, que comprende lo que un hablante-
oyente real, dotado de ciertos roles sociales y miembro de una determinada
comunidad lingüística, debe saber para establecer una efectiva comunicación en
situaciones culturalmente significantes, y para emitir mensajes verbales
congruentes con la situación. Para estos teóricos, la competencia comunicativa es
un conjunto de normas que se va adquiriendo a lo largo del proceso de
socialización y, por lo tanto, está socioculturalmente condicionada.

Así pues, esa Competencia Comunicativa exige no sólo la habilidad para manejar
una lengua sino además saber situarse en el contexto comunicativo de cada
comunidad específica, en sus diversas formaciones sociales, culturales e
ideológicas.

La competencia comunicativa se manifiesta tanto en los sistemas primarios de


comunicación como en los sistemas secundarios.

Los sistemas primarios son los de la comunicación cotidiana. Sirven para el


intercambio comunicativo, necesario en el desempeño de todos los roles que
implica la vida en sociedad : una llamada telefónica, una carta, un memorando, un
cartel, un noticiero radial, etc.

Los sistemas secundarios son de mayor elaboración y complejidad. Requieren


más capacidad cognitiva del hablante-oyente real en su labor de codificar y
descodificar textos, puesto que estas comunicaciones se producen en esferas de
más elaboración cultural.

“ La comunicación en estos sistemas es básicamente escrita, pero también


comprende formas orales como conferencias, foros, seminarios, etc. Se trata de
la comunicación literaria, científica, técnica, sociopolítica, jurídica, y de
comunicaciones no verbales, como las artes visuales ; o mixtas, como el teatro ”
(Girón y Vallejo, 1992 : 14).

Está claro, entonces, que la competencia comunicativa no se limita a la


competencia gramatical o al conocimiento del sistema semiótico de una lengua.
Por lo tanto, la competencia comunicativa se configura por la adquisición y
desarrollo de una serie de competencias.

1. La competencia lingüística :

Se caracteriza por la capacidad de un hablante para producir e interpretar signos


verbales. El conocimiento y el empleo adecuado del código lingüístico le permiten
a un individuo crear, reproducir e interpretar un número infinito de oraciones.

El conocimiento y el empleo se vinculan con dos modalidades diferentes de la


lengua : la lengua como sistema de signos y la lengua en funcionamiento, en uso.

La lengua como sistema de signos corresponde al dominio semiótico, y su


función esencial es significar.

La lengua en funcionamiento, en uso, corresponde al dominio semántico, y su


función básica es comunicar.

El siguiente paralelo nos ilustra mejor estas dos modalidades, estos dos ámbitos
de la lengua :

DOMINIO SEMIÓTICO DOMINIO SEMÁNTICO


La lengua como sistema de signos La lengua en funcionamiento

Significar Comunicar

Dominio o ámbito del signo Dominio o ámbito de la frase

Integra la sociedad y el mundo.

No se considera la relación del signo La lengua en su función mediadora

con lo denotado ni la relación de la entre el hombre y el hombre, entre el

lengua con el mundo. hombre y el mundo.

Incorpora la noción de referente :

el objeto nombrado por el signo.

El sentido de la frase implica la

El signo tiene un valor genérico y referencia al contexto y a la actitud del

conceptual. locutor.
Es una propiedad de la lengua Es el resultado de una actividad del

locutor que pone en acción la lengua

Estas dos modalidades de la lengua están presentes en toda actividad


comunicativa de carácter lingüístico.

2. La competencia paralingüística :

Es la capacidad de un hablante para utilizar de manera adecuada determinados


signos no lingüísticos que le permiten expresar una actitud en relación con su
interlocutor y con lo que dice : ya sea para declarar, interrogar, intimidar, rogar,
ordenar, etc.

En las comunicaciones orales, esta competencia se manifiesta en el empleo de los


signos entonacionales : tono de la voz, cadencia o ritmo y énfasis en la
pronunciación.

En las comunicaciones escritas, se manifiesta por medio del empleo de los signos
de puntuación, de las sangrías, de los nomencladores, de la distribución general
del espacio, tipos de letras, etc. Estos recursos nos permiten identificar la división
de un texto escrito en capítulos, párrafos, temas y subtemas.
3. La competencia quinésica 4 :

Se manifiesta en la capacidad consciente o inconsciente para comunicar


información mediante signos gestuales, como señas, mímica, expresiones
faciales, variados movimientos corporales, etc. Estos signos pueden ser
expresiones propias o aprendidas, originales o convencionales.

4. La competencia proxémica :

Esta competencia consiste en la capacidad que tenemos los hablantes para


manejar el espacio y las distancias interpersonales en los actos comunicativos.
Las distancias entre los interlocutores, la posibilidad de tocarse, el estar separados
o en contacto, tienen significados que varían de una cultura a otra. Los códigos
proxémicos se establecen, entonces, según la cultura, las relaciones sociales, los
roles, el sexo, la edad.

La competencia proxémica es esa habilidad que tenemos para crear, transformar


y apropiarnos de espacios, tanto en la vida pública como privada. Ella nos permite
asignarle significado al respeto o a la transgresión de esas distancias
interpersonales y de los espacios codificados por los distintos grupos sociales.

5. La competencia pragmática :

El punto de partida de esta competencia es la consideración de el hablar como un


hacer. Todos los usuarios de una lengua tienen una capacidad que les permite
asociar los enunciados con los contextos en que dichos enunciados son
apropiados. El contexto no es, desde luego, sólo el escenario físico en el que se
realiza el acto comunicativo, sino también esos conocimientos que se asumen
como compartidos entre los participantes. Un acto comunicativo no es algo

4
Al igual que quinesiología, cinemática, cinematógrafo, cinema, esta palabra se genera
de una raíz griega que significa movimiento.
estático ni un simple proceso lineal ; por el contrario, un acto comunicativo es un
proceso cooperativo de interpretación de intenciones, en el cual un hablante
intenta hacer algo, el interlocutor interpreta esa intención, y con base en esa
interpretación elabora su respuesta, ya sea lingüística o no.

Recordemos que la pragmática es la disciplina que se ocupa de estudiar el uso


que los hablantes hacen del lenguaje en un contexto lingüístico o extralingüístico.
De esta manera, podemos afirmar que la pragmática parte del supuesto de que la
comunicación es la función primaria del lenguaje.

Por eso, teniendo presente lo anterior, vamos a definir la competencia pragmática


como la habilidad para hacer un uso estratégico del lenguaje en un medio social
determinado, según la intención y la situación comunicativa ; es saber ejecutar
acciones sociales mediante el empleo adecuado de signos lingüísticos, o de
signos de otros códigos no lingüísticos, utilizados de acuerdo con unas intenciones
y con unos fines deseados.

Según pretenda con su acto comunicativo informar, ordenar, interrogar, impugnar,


sugerir, rogar, etc., el sujeto hablante necesita plantearse con precisión varias
preguntas, si aspira a alcanzar con éxito sus propósitos :

1. Cuál es el motivo, la finalidad y el contenido de su acción comunicativa.


2. A quién va dirigida.
3. Cuándo es el momento adecuado para emprenderla.

4. Dónde debe efectuarla.

6. La competencia estilística :

Es el complemento indispensable de la competencia pragmática, puesto que la


competencia estilística se manifiesta en esa capacidad para saber cómo decir
algo, cuál es la manera más eficaz de conseguir la finalidad propuesta. ¿Cómo
hemos de decirlo para obtener lo que queremos ? sería la pregunta clave para
esta competencia.
Las actitudes estilísticas del hablante hacia su interlocutor —como la cortesía, la
amabilidad, la paciencia, el enfado, la displicencia— son determinantes en la
estructuración de los enunciados. Observemos, por ejemplo, las diferencias que
existen en los dos enunciados siguientes, utilizados ambos para conseguir que
alguien cierre la puerta :

1. ¡ Cierre la puerta, carajo !


2. Por favor, ¿sería tan amable de cerrar la puerta ?

Además del principio de cooperación,5 están en estrecha relación con la


competencia estilística las siguientes cuatro máximas :

1. Sé claro : evita la oscuridad en la expresión.


2. Evita la ambigüedad.

3. Sé breve.

4. Sé ordenado.

Es evidente que el cómo se dice algo puede provocar aceptación o rechazo en el


interlocutor y enriquecer o empobrecer la significación.

7. La competencia textual :

“ Es la capacidad para articular e interpretar signos organizados en un todo


coherente llamado texto. La competencia textual implica las competencias
consideradas anteriormente y, además, las competencias cognitiva y semántica”
(Girón y Vallejo, 1992 : 20).

5 En 1975, H. P. Grice lo planteó como principio regulador de todo acto comunicativo : “Haz que tu
contribución a la conversación sea la adecuada, en el momento en que se produce, para la
finalidad aceptada del intercambio conversacional en el que estás participando”.
La noción de texto ha sido objeto de arduas disquisiciones para su definición. En
la actualidad, se acepta que un texto, “debe ser resultado de la actividad
lingüística del hombre, ha de tener incuestionablemente una específica intención
comunicativa y, por último, ha de explicitarse con suficiencia el contexto en el cual
se produce” (Bernal Leongómez, 1986 : 17). Nosotros vamos a definirlo de un
modo más simple como cualquier comunicación elaborada con base en un
determinado sistema de signos y dotada de un propósito comunicativo específico.6

7.1. La competencia cognitiva :

La enciclopedia cultural de cada hablante-oyente real le permite reconocer e


interpretar los contenidos científicos, socioculturales o ideológicos de un texto. La
capacidad para llevar a cabo esa labor descodificadora es precisamente la
competencia cognitiva.

Ella hace posible que podamos comprender e interpretar textos de carácter


científico, técnico, literario, político, periodístico, comercial, etc., pues para
adelantar ese proceso debemos tener un conocimiento de las maneras específicas
como dichos textos se estructuran y se formulan.

7.2. La competencia semántica :

Cuando le asignamos el significado adecuado a cualquier signo o establecemos


su relación con un referente determinado, estamos haciendo una demostración de
nuestra competencia semántica. De igual manera, cuando comprendemos el
sentido de una frase o de una oración, o cuando realizamos la interpretación
global de un texto. Veamos algunos ejemplos con textos escritos :

Si reconocemos la diferencia que existe entre accesible y asequible (e incluso si


no recurrimos al “híbrido” acsequible, tan frecuente en estos tiempos), podemos
construir oraciones como :

6Recordemos que en la unidad 8 decíamos que la noción de texto puede hacer referencia a texto
oral, escrito, iconoverbal u objetual.
La directora del proyecto es una persona muy accesible.

En realidad, el contenido de esa lectura no me pareció accesible.

Ese apartamento te resultaría asequible si lograras reducir la cuota de pago.

Dada su estatura, para él son asequibles todos los bombillos.

O también, si después de leer los siguientes versos de Alejandro González,


establecemos la correspondiente relación con el referente :

“Señora del aire

graciosa, ágil,

de alas transparentes

llevando el sol a cuestas

de la rama al estanque,

incansable”.

En el primer ejemplo, la competencia semántica se manifiesta en la capacidad


para asignar significados a las palabras ; y en el segundo, para asignar referentes
( como los textos literarios se caracterizan por su pluralidad semántica y simbólica,
sus referentes son menos precisos y consolidados que los de los textos científicos.
Ilustremos esta diferencia comparando los versos anteriores con el siguiente
enunciado : “La figura consta de dos círculos concéntricos y de dos cuadrados.
Cada cuadrado está inscrito en uno de los círculos ”.

— intenta dibujar esta figura y asígnale el referente a los versos — .

Para terminar, podemos observar cómo el concepto de competencia textual


concuerda bastante con el de competencia comunicativa, ya que el proceso de
codificar o descodificar textos implica el concurso de variadas competencias :
lingüística, paralingüística, pragmática, etc.
Esperamos que nos haya quedado claro que la noción de COMPETENCIA
COMUNICATIVA trasciende la de competencia lingüística, pues para
comunicarnos de manera eficaz necesitamos conocimientos verbales y no
verbales (quinésicos y proxémicos), normas de interacción y de interpretación,
estrategias para conseguir las finalidades que nos proponemos y conocimientos
socioculturales (valores, actitudes, roles, relaciones de poder, etc.).

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