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TEMA 4. GENERACIÓN DEL 27.

1. INTRODUCCIÓN.
Los años 20 se viven culturalmente como un periodo de optimismo en toda Europa, marcado
por el carácter rompedor de las vanguardias y de la vida moderna. Pero a finales de los veinte los
conflictos sociales se intensifican con el crack bursátil del 29, la crisis de las democracias y el auge de
los fascismos. Entonces, estos jóvenes artistas, en un principio entusiasmados por las vanguardias, se
sienten implicados en la realidad social y creen que la literatura ha de acercarse a esos problemas. La
Guerra civil acaba por hacer realidad todos los temores. Los jóvenes de esta generación son exponente
de esta deriva artística y social desde los felices veinte a los sombríos treinta.
2. DENOMINACIÓN.
Se denomina Generación del 27 al grupo de poetas españoles que durante los años veinte y
treinta del siglo XX desarrollaron su actividad literaria renovando la lírica española. Destaca las
relaciones de amistad, muchas surgidas en la Residencia de Estudiantes de Madrid, y su gran
formación intelectual: varios fueron profesores universitarios y solían colaborar en revistas literarias,
como Litoral o Revista de Occidente. En diciembre de 1927 se presentaron como grupo en el Ateneo
de Sevilla para conmemorar el tricentenario de la muerte de Góngora, homenaje al que acudieron Jorge
Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti. Además de los
citados, se incluyen también: Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Emilio Prados y
Manuel Altolaguirre. Gracias a ellos se habla de una segunda Edad de Oro, por la calidad excepcional
de sus obras. Aunque nos centraremos en el grupo poético, dentro de esta generación tienen cabida
artistas universales como el pintor Dalí, el cineasta Buñuel y “las sinsombrero”, entre las que destacan
las poetisas Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Mª Teresa León, la novelista Rosa Chacel,
Carmen Conde, la primera mujer académica, y la pintora Maruja Mallo.
3. ETAPAS.
Podemos establecer tres etapas en la evolución de los poetas del 27, a pesar de que algunos de
sus miembros siguen un camino muy particular:
Etapa de formación (hasta 1927). De asimilación de corrientes vanguardistas y tradicionales,
bajo el apadrinamiento de Juan Ramón Jiménez y su poesía pura, que defendía la perfección formal
del poema, que no debía depender de sentimientos o realidades externas.
Etapa de rehumanización (1928-1936). Cada poeta logra su propia voz poética. Como
consecuencia de los conflictos sociales y políticos la poesía se rehumaniza en consonancia con la
“poesía impura” de Pablo Neruda. Coincide con la irrupción del surrealismo.
Etapa de disgregación (durante y después de la Guerra Civil). Lorca es asesinado. Algunos
autores se quedan en España y los demás parten al exilio.
4. CARACTERÍSTICAS GENERALES.
La característica que vincula a todos los poetas del 27 es su magistral síntesis de tradición
(popular y culta) y vanguardia.
Desde la tradición literaria rescataron formas de la lírica popular (romancero, letrillas,
villancicos) en la tendencia conocida como neopopularismo; pero, en la lírica culta, fueron rendidos
admiradores de los grandes sonetistas del Renacimiento como Garcilaso de la Vega, Fray Luis de
León y San Juan de la Cruz, y de los grandes líricos del siglo de Oro Quevedo, Lope y, sobre todo, de
Góngora (paradigma de una poesía culta). En la poesía del XIX admiraron el intimismo de Bécquer,
las innovaciones métricas y las imágenes de Rubén Darío y la concepción de la realidad como algo
que puede ser pensado, soñado o imaginado de Unamuno y Machado.
Sin embargo, abrazaron en sus primeros años la poesía pura de J. R. Jiménez, al que tuvieron
por maestro indiscutible, y de las vanguardias europeas, introducidas por Gómez de la Serna, el
surrealismo fue la que mayor número de seguidores tuvo por su capacidad para explorar el yo y las
emociones más ocultas del ser humano.
En la temática hay una gran variedad, desde los tradicionales –la muerte y la ausencia, el amor,
la libertad, la naturaleza, lo social- hasta aquellos vinculados a la modernidad como el progreso, lo
cosmopolita, lo urbano o el cine.
Estilísticamente, contribuyeron a la renovación del lenguaje poético a base imágenes
visionarias (“gentes que vacilan insomnes/ como recién salidas de un naufragio de sangre”) y
metáforas sorprendentes (“el amor, ángel terrible”, “niño prisionero entre muros cambiantes”, “mil
panderos de cristal herían la madrugada), fruto de la combinación del juego lingüístico de la
vanguardia con las imágenes surrealistas. Combinaron formas métricas tradicionales como el soneto
o el romance con el verso libre.
5. AUTORES Y OBRAS.
Federico García Lorca es el autor más leído, traducido y admirado. Su forma de recuperar la
tradición y su trágico asesinato lo han convertido en símbolo de libertad y de identificación con lo
popular. Hay neopopularismo en el Poema del cante jondo y Romancero gitano y surrealismo en Poeta
en Nueva York. Entre sus obras teatrales destacan Yerma, La Casa de Bernarda Alba y Bodas de
sangre.
Los mejores exponentes de la poesía pura son Pedro Salinas, el gran poeta del amor, con La voz a ti
debida y Razón de amor, y Jorge Guillén con su versión plena de la existencia en Cántico, Clamor y
Homenaje.
Gerardo Diego también aborda la vanguardia en Imagen y Manual de espumas y la tradición en
Versos humanos.
Vicente Aleixandre, maestro del surrealismo y del verso libre en La destrucción o el amor e Historia
del corazón.
Dámaso Alonso plasmó la conmoción de la guerra en Hijos de la ira (1944).
Luis Cernuda (1902-1963). Toda su obra reunida bajo el título La realidad y el deseo plantea el
conflicto romántico entre el mundo mezquino y sus límites.
Rafael Alberti (1902-1999) cultiva el neopopularismo en Marinero en tierra y el surrealismo en
Sobre los ángeles.
Manuel Altolaguirre (1905-1959), más famoso como editor que poeta, destaca con Las islas
invitadas y Poema del Agua.
Consecuencia natural de la brillantez de estos prolíficos poetas fue que los demás géneros
quedaron eclipsados, con las notables excepciones del teatro de Lorca, la novela en el exilio de Ramón
J. Sénder, los ensayos de la filósofa María Zambrano y la heterogénea obra de Max Aub.
6. CONCLUSIÓN.
En definitiva, estos poetas rescatan artistas y técnicas olvidadas, contribuyen a enriquecer la poesía
tradicional y alimentan con esa savia vieja la poesía moderna. Aunque experimentaron en su juventud
con las vanguardias, nunca renunciaron a hacer de su labor poética un modo de conocimiento y de
expresión de sí mismos y de la realidad. Con el triunfo de la dictadura y la muerte de Miguel
Hernández, “genial epígono” de esta generación por su brillante combinación de tradición y
vanguardia en obras como Perito en lunas, El rayo que no cesa o Cancionero y romancero de
ausencias, se inicia una nueva etapa en la historia y literatura española, más humana y más cercana al
dolor de la posguerra.

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