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4.

LA POESÍA DESDE EL MODERNISMO A LAS VANGUARDIAS, AUTORES Y OBRAS


REPRESENTATIVOS.

La poesía española del siglo XX antes de 1939 pasa por diversas etapas: el movimiento
modernista-noventayochista, al que pertenecen autores como Antonio Machado y Juan Ramón
Jiménez; el Novecentismo, ligado a este último, y los movimientos vanguardistas desarrollados,
en gran parte, en la Generación del 27.

MODERNISMO-NOVENTAYOCHISMO

Desde 1898 a 1914 aproximadamente la estética predominante va a ser el Modernismo,


movimiento que arranca del Romanticismo tardío de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro y
que fusiona dos corrientes de la poesía francesa: el Parnasianismo (“el arte por el arte”) y el
Simbolismo (la poesía debe sugerir una “realidad misteriosa” a través de símbolos). Surge como
reacción al Realismo, rechaza lo burgués y defiende la bohemia y el dandismo, la melancolía y el
refinamiento. Sus temas, relacionados con la fantasía, el exotismo, la belleza sensorial (princesas,
lagos, cisnes, góndolas…) y el mundo íntimo, expresado con melancolía y nostalgia, se presentan
con un lenguaje rico, bello y sensual, lleno de figuras retóricas y de musicalidad. Entre estas
figuras, destaca el uso de la sinestesia, que mezcla sensaciones de sentidos distintos. La
musicalidad se consigue a través de recursos fónicos (aliteraciones, el gusto por las palabras
agudas y esdrújulas) y del uso de una métrica de ritmo muy marcado en la que predominan los
versos alejandrinos, dodecasílabos y eneasílabos.

El nicaragüense Rubén Darío, máximo exponente de este movimiento, fue quien lo difundió en
España. Sus obras más importantes son Azul y Prosas profanas, típicamente modernistas, y
Cantos de vida y esperanza, donde se observa un cambio en la actitud del poeta, pues se aleja del
esteticismo para dar paso a un tono más profundo y angustioso.

Cultivaron el Modernismo poetas españoles como Manuel Machado, que inicia con Alma (1902)
una poesía ágil y expresiva influida por Verlaine y Rubén Darío con huellas del Parnasianismo y los
poetas malditos; Ramón Mª del Valle-Inclán con Aromas de leyenda (1907), más importante por
su obra narrativa y dramática; Antonio Machado en su primera obra, Soledades, galerías y otros
poemas (1907), poesía simbolista en la que los símbolos como el viajero, el camino, los sueños o
la tarde expresan sus estados de ánimo u obsesiones íntimas; y el novecentista Juan Ramón
Jiménez-en su etapa sensitiva de un Modernismo intimista y delicado donde el paisaje refleja el
alma del poeta y predomina la melancolía, la música y el color, los recuerdos y ensueños
amorosos, por ejemplo en Arias tristes, Jardines lejanos, Elejías, La Soledad Sonora, Platero y yo
(prosa poética) y Estío, entre otros. Estos tres últimos autores solo son modernistas en una primera
época.

Los autores del Grupo del 98, aunque influidos por este clima modernista de fin de siglo, preferirán
temas como la preocupación por España, como reacción ante la llamada crisis del 98 y motivada
por la crisis social, política y cultural en que estaba sumida la nación, planteando la necesidad de
una regeneración nacional o las preocupaciones existenciales (sentido de la vida humana, el
tiempo, la muerte…) con un estilo más sobrio y menos brillante. Destacan, en este sentido, los
versos de Unamuno en poemarios como El Cristo de Velázquez (1920) o Campos de Castilla
(1912) del poeta sevillano Antonio Machado, una reflexión sobre la realidad de España, sus
tierras y sus gentes. Machado muestra en esta obra una actitud crítica que da testimonio del atraso
y la pobreza, y de las desigualdades e injusticias. También aparecen preocupaciones existenciales
mezcladas con los cuadros de paisajes donde el poeta proyecta sus sentimientos, así como
evocaciones de su esposa Leonor y Soria, el lugar donde vivió su gran amor. El estilo es aquí
mucho más sobrio, pues se eliminan muchos de los rasgos modernistas de la primera etapa,
pretende expresar ideas y sentimientos con sensibilidad y hondura a la vez.
LA GENERACIÓN DEL 14

En torno a 1914 surge una generación de intelectuales formados en universidades y de clara


vocación europeísta, que influidos por las vanguardias europeas reaccionan contra el
sentimentalismo y proponen una poesía intelectual. Se les conoce como novecentistas o
Generación del 14, entre ellos destaca la “poesía pura” de Juan Ramón Jiménez, poesía desnuda
e intelectualizada, o Ramón Gómez de la Serna, introductor de las primeras vanguardias.

Juan Ramón Jiménez, nacido en Moguer (Huelva), tuvo una entrega total a la Poesía por cuyo
cultivo recibió el Premio Nobel en 1956. Su vida estuvo marcada por su personalidad fuertemente
depresiva y por la ayuda incondicional de su esposa, Zenobia Camprubí, con la que se casó en
Nueva York en 1916. Tras el exilio, en 1951 ambos se instalan definitivamente en Puerto Rico,
gracias a la generosa acogida de su Universidad. La primera etapa de su poesía es modernista,
pero evoluciona hacia la etapa intelectual o poesía pura (a partir de 1916), que viene marcada por
la publicación en 1916 de Diario de un poeta recién casado, rompe definitivamente con el estilo
grandilocuente del Modernismo y abre la poesía española a las innovaciones vanguardistas: verso
libre, poemas en prosa, enumeraciones caóticas. De esta época son también Eternidades, Piedra y
cielo, Poesía, Belleza y La estación total.

LAS VANGUARDIAS

Las Vanguardias, Vanguardismos o “Ismos” fueron movimientos artísticos europeos del primer
tercio del siglo XX basados en la provocación que rompían totalmente con la estética anterior. En
Europa destacaron el Futurismo (creado en Italia por F. T. Marinetti, exalta la civilización mecánica
y técnica), el Dadaísmo (su representante, el suizo Tristan Tzara, propugna liberar la fantasía a
través de un lenguaje incoherente), el Surrealismo (el francés André Breton propone la liberación
total de la mente con especial atención al mundo onírico) y el Cubismo (creado por el francés
Guillaume Apollinaire, fragmenta la realidad en composiciones libres o caligramas, poemas en los
que las letras forman dibujos). En España las vanguardias fueron más moderadas. Pionero del
Vanguardismo español fue Ramón Gómez de la Serna, creador de las “greguerías” (frase breve
que refleja una metáfora insólita a través del humor, el lirismo y el juego verbal).

El Surrealismo fue el movimiento vanguardista más importante y además de renovar el arte


pretendía cambiar la vida, para ello pretendía acceder a una realidad más alta (procede del francés
“sur-realisme”, que traduciríamos como “superrealismo”) y esta realidad se halla en el
subconsciente, la función del arte es explorar ese subconsciente, liberando al individuo, como
propugnaba Sigmund Freud, de los impulsos reprimidos por la moral y la sociedad. Como método
poético propone la escritura automática, escribir sin control de la razón y al margen de lo estético
y moral. De ahí surge un lenguaje ilógico y evocador mediante imágenes visionarias producto del
mundo onírico (de los sueños) y del inconsciente del autor.

Hacia 1918 surgieron en España el Creacionismo, patrocinado por el chileno Vicente Huidobro,
que considera al poeta como un pequeño dios con poderes para crear con la palabra una poesía
pura y visual, sin anécdotas ni descripciones, y el Ultraísmo, mezcla de Futurismo y Cubismo, que
utiliza los temas antisentimentales y una disposición tipográfica similar a los caligramas. El
Ultraísmo supuso la ruptura definitiva con los excesos modernistas e incorporó a la lírica el mundo
contemporáneo y urbano, donde eliminando lo narrativo y sentimental, destaca la metáfora, el
humor y la sorpresa. Autores importantes fueron Guillermo de Torre o Juan Larrea.

Las vanguardias dejaron una gran influencia en poetas de la Generación del 27. La huella del
Futurismo se observa en numerosos poemas de Fábula y signo de Pedro Salinas y son
considerados ultraístas y creacionistas los libros de Gerardo Diego Imagen y Manual de espumas.
La influencia del Surrealismo se observa sobre todo en Rafael Alberti (Sobre los ángeles), Luis
Cernuda (Los placeres prohibidos), García Lorca (Poeta en Nueva York) y Vicente Aleixandre
(Espadas como labios).
5. LA POESÍA DEL GRUPO POÉTICO DEL 27: ETAPAS, AUTORES Y OBRAS
REPRESENTATIVOS.

Tradicionalmente se ha denominado Generación del 27 a un grupo de poetas que empezaron a


publicar en la década de los años veinte: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Rafael
Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Manuel
Altolaguirre y Emilio Prados y, como epígono, Miguel Hernández. El acontecimiento que dio
origen a su nombre fue la celebración en dicho año del tercer centenario de la muerte de Luis de
Góngora, poeta barroco por el que todos sentían admiración. Estos poetas mantienen intensas
relaciones personales, coinciden en su vocación literaria y en su procedencia social, colaboran en
las mismas revistas (Revista de Occidente, La Gaceta Literaria, Litoral…) y varios de ellos conviven
en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Rotunda fe de vida del grupo fue la Antología
preparada por Gerardo Diego en 1932 donde, junto a unos pocos maestros anteriores, incluye un
significativo muestrario de la obra realizada hasta la fecha por los poetas del 27 con unas
declaraciones de cada autor sobre “poética”. Entre los diversos componentes del 27 hubo ciertas
características comunes:

1. Entusiasmo por Góngora: de él tomaron metáforas sorprendentes y revalorizaron, a


través de este poeta, las formas métricas tradicionales: sonetos, décimas, así como el
ingenio conceptista. Su presencia se deja ver en los versos de Alberti, Gerardo Diego o
Miguel Hernández.

2. Ideal de poesía pura: los poetas del 27 muestran gran interés, sobre todo en una primera
etapa, en suprimir la anécdota y crear una poesía pura en la que tiene mucha influencia
Juan Ramón Jiménez.

3. Neopopularismo: algunos poetas, entre los que destacan Lorca y Alberti, son aficionados a
los ritmos populares (romances, seguidillas, canciones paralelísticas, villancicos…) y a los
recursos propios de la poesía popular tradicionales (repeticiones, paralelismos, diminutivos).
Se inspiran para ello en el Romancero viejo, en Gil Vicente y en Lope de Vega.

4. Vanguardismo: igualmente, se dejan influir por las vanguardias. La huella del Futurismo se
observa en numerosos poemas de Fábula y signo de Pedro Salinas y son considerados
ultraístas y creacionistas los libros de Gerardo Diego Imagen y Manual de espumas. La
influencia del Surrealismo se observa sobre todo en los poetas andaluces: Rafael Alberti
(Sobre los ángeles), Luis Cernuda (Los placeres prohibidos), García Lorca (Poeta en Nueva
York) y Vicente Aleixandre (Espadas como labios).

5. Rehumanización de la poesía: casi todos ellos tuvieron un marcado compromiso político y


colaboraron con la II República y sus poemas muestran temas humanos y políticos. Lo
podemos observar en las etapas de su evolución, que son las siguientes:

• Primera etapa, hasta 1927: son sus primeras creaciones, con notoria presencia de
tonos becquerianos, rechazo del Modernismo, influjos vanguardistas y gusto por la
poesía pura de Juan Ramón, la cual origina un arte deshumanizado, contrarrestado por
la poesía popular de Lorca o Alberti. Es el inicio o estrechamiento de los lazos
personales de amistad propiciados con la celebración del centenario de Góngora.

• Segunda etapa, desde 1928 hasta la Guerra Civil (1936-1939): los poetas del 27
adquieren un respaldo público como grupo, se van humanizando paulatinamente a
medida que se difunde el Surrealismo en España, que coincide también con la visita a
nuestro país del poeta Pablo Neruda, defensor de una poesía comprometida. Con la
aparición del Surrealismo, pasan a primer término los eternos sentimientos del hombre
(amor, ansia de plenitud, problemas existenciales). Es una época de poesía humana y
apasionada que introduce acentos sociales y políticos, esta denuncia social se expresa
con un lenguaje liberalizador, con el uso de la imagen irracional y el verso libre.
• Tercera etapa, después de la Guerra Civil: supone la disolución del grupo porque este
se dispersa: García Lorca es asesinado; otros (Alberti, Cernuda, Salinas, Guillén, Prados,
Altolaguirre) se exilian, y solo quedan en España Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y
Gerardo Diego. Cada uno sigue un rumbo poético sin abandonar los caminos de la
poesía humana. En los que se quedan, prima lo existencial y lo social. Entre los poetas
exiliados, se aprecia una poesía testimonial cargada de nostalgia por la patria perdida y
el desarraigo. Tras la muerte de Franco, solo sobreviven al exilio y regresan Alberti y
Guillén.

De entre todos los poetas del 27 destacaremos cuatro representantes andaluces: Federico García
Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre.

Federico García Lorca (1898-1936), nació en Fuentevaqueros (Granada) y estudió Derecho y


Filosofía y Letras. En Madrid, se alojó en la Residencia de Estudiantes, donde entró en contacto
con los intelectuales más importantes de nuestro país. Además de poeta, se dedicó a la música y a
la pintura. Durante su corta vida, truncada por la Guerra Civil, cultivó con igual éxito la poesía y el
teatro. Su obra poética se caracteriza por un hondo dramatismo y por el uso de imágenes,
metáforas y símbolos. En ella se suelen distinguir dos etapas:

a) En la primera, destacan las obras Libro de poemas (evocaciones de la infancia como


paraíso pedido), Canciones y Poema del cante jondo (representativas de la poesía
neopopular, con romances, canciones, estructuras paralelísticas y cierto influjo del
Modernismo) y Romancero gitano, donde el poeta utiliza los recursos de la poesía popular
para tratar con frecuencia temas como la pasión, el dolor, la venganza, la muerte o la
frustración. Esta última obra destaca también por sus metáforas vanguardistas.
b) En la segunda es patente la influencia del Surrealismo: a ella pertenece Poeta en Nueva
York, donde Lorca expresa en verso libre la deshumanización de dicha ciudad a través de
imágenes irracionales, enumeraciones caóticas… El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías es
una elegía dedicada a este torero y amigo. Otras obras son Diván del Tamarit, Seis poemas
galegos y Sonetos del amor oscuro.

Rafael Alberti (1902-1999) nació en el Puerto de Santa María (Cádiz). A los quince años se
trasladó con su familia a Madrid, donde al principio se dedicó a la pintura. Afiliado al Partido
Comunista en la República, participó activamente en actos políticos durante la Guerra, tras esta
vivió en Argentina y en Roma, hasta 1977, fecha en la que se instaló definitivamente en España.
Su poesía se caracteriza por el empleo de los recursos populares y folclóricos (anáforas,
paralelismos…); el humorismo, presente incluso en poemas de tema amoroso o ideológico y el
empleo de los colores y de las imágenes, fruto de su faceta de pintor. Desde un punto de vista
cronológico, su obra muestra las siguientes etapas:

a) Comienzos neopopularistas: en Marinero en tierra recuerda el paraíso perdido de su infancia


en Cádiz. Formalmente está inspirado en la poesía tradicional: estructuras paralelísticas,
estribillos, anáforas, repeticiones, octosílabos, a veces mezclados con versos más cortos.
b) Barroquismo y vanguardia: en Cal y canto trata temas del mundo moderno: un billete de
tranvía, un portero de fútbol. El lenguaje es muy elaborado y los poemas resultan difíciles.
c) Surrealismo: en Sobre los ángeles refleja una crisis personal experimentada hacia 1929 y nos
muestra cómo el poeta, expulsado del Paraíso, vaga sin esperanzas por un mundo sin sentido,
acosado por "ángeles malos o buenos" que representan sus obsesiones. La versificación es
variada, desde versos cortos hasta largos versículos.
d) Poesía comprometida: durante la República y la Guerra escribió poesía de tipo social: Poeta
en la calle.
e) En su exilio, se mantiene viva la preocupación social y aparece también la nostalgia por la
patria perdida en Retornos de lo vivo lejano y en Baladas y canciones del Paraná.

Luis Cernuda (1902-1963) Nació en Sevilla, en una familia de rígidos principios, su padre era
militar. Estudió Derecho y tuvo como profesor a Pedro Salinas. Se trasladó en 1928 a Madrid y en
1938 se exilió, primero a Inglaterra y después a EEUU y Méjico, donde ejerció como profesor
universitario. Es el más becqueriano, romántico, sentimental y apasionado de la Generación del 27.

Sus obras principales son: Los placeres prohibidos, donde muestra sus problemas íntimos
derivados de su condición de homosexual y de su ansia de amor sin trabas con un lenguaje
influenciado por el Surrealismo y marcado por las imágenes oníricas; y Donde habite el olvido
(expresión tomada de un verso de Bécquer), donde muestra el desfase entre sus anhelos y la
realidad con un estilo sencillo y austero que busca la naturalidad.

En 1936 reúne toda su poesía bajo el título: La realidad y el deseo, palabras que recogen el
conflicto central de su vida, el anhelo de realización personal y libertad amorosa frente a las
limitaciones impuestas por el entorno social. Esta obra fue objeto de varias ediciones, en las que va
incorporando su producción del exilio: Las nubes (aborda el problema de España y la guerra desde
la distancia del exilio), Vivir sin estar viviendo, Con las horas contadas (obra de nostalgia, de
recuerdos, regida por la obsesión por el paso del tiempo) y Desolación de la quimera, la última.

Los temas más cultivados por Cernuda son la pasión amorosa, la soledad, el hastío, la añoranza
de un mundo más habitable, la exaltación de la belleza. Y, ya en la madurez, la nostalgia y el
recuerdo de España, reflexión sobre el paso del tiempo, la vejez y la muerte, y una visión más
contemplativa del amor. En cuanto al estilo, podemos decir que hasta los años treinta se mueve en
la órbita vanguardista: poesía pura, surrealismo; pero luego sus versos tienden hacia la meditación
y hacia la sobriedad, y buscan la naturalidad expresiva y el tono coloquial, aunque en el fondo se
trata de un lenguaje muy elaborado.

Vicente Aleixandre (1898-1984), también sevillano, pasó su niñez en Málaga y el resto de


su vida en Madrid. Dedicado por entero a la poesía, llevó una vida retraída debido a su precaria
salud. Fue uno de los pocos miembros del 27 que permanecieron en España tras la guerra y su
presencia fue un decisivo magisterio en la poesía posterior. Fue miembro de la Real Academia y
recibió el premio Nobel en 1977. Distinguiremos en su obra tres etapas:

a) Antes de la guerra civil: Formalmente, utiliza el verso libre y es una etapa muy influenciada
por el Surrealismo. Dos títulos fundamentales: Espadas como labios y La destrucción o el amor.
b) Posguerra: Sombra del Paraíso, escrita tras la Guerra Civil, supuso para la poesía española el
resurgimiento del Surrealismo de preguerra. Historia del corazón supone una rehumanización
de su poesía. Son ahora claves conceptos como solidaridad, lucha, esfuerzo, colectividad.
c) Poesía de senectud: En Poemas de la consumación, predomina la reflexión y la meditación
donde aborda el tema del fin de la vida con aceptación.

La evolución de los demás poetas del 27 es paralela: antes de 1930 parten de la poesía pura los
madrileños Dámaso Alonso (Poemas puros) y Pedro Salinas (Presagios) con el vallisoletano Jorge
Guillén (Cántico) y del Creacionismo, el santanderino Gerardo Diego (Imagen y Manual de
espumas). En el proceso de rehumanización, destaca la poesía amorosa de Pedro Salinas (La
voz a ti debida y Razón de amor). Los poetas malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre,
además de por sus poemarios, destacaron por la publicación de la revista Litoral. Miguel
Hernández, considerado genial epígono de la generación, sirve de puente con la poesía de
posguerra. Nacido en Orihuela (Alicante) en 1910, de extracción humilde y formación autodidacta,
parte de una poesía con influencia barroca (Perito en lunas, El rayo que no cesa) para evolucionar
a una poesía comprometida con la causa republicana antes y durante la guerra (Viento del pueblo,
El hombre acecha) donde su lenguaje es cada vez más sencillo, que culmina en Cancionero y
romancero de ausencias, escrito ya en la cárcel, en versos cortos y de temas dolorosos y
entrañables, como el poema “Nanas de la cebolla”.

Hay que señalar que hubo muchas escritoras que publican en las mismas revistas y asisten a actos
culturales comunes a los miembros del grupo del 27; se las conoce como las “Sinsombrero” (por un
acto de rebeldía que protagonizaron Margarita Manso y Maruja Mallo junto a Salvador Dalí y
Federico García Lorca al quitarse el sombrero cuando pasaban por la Puerta del Sol, lo que
provocó insultos y que les apedreasen) o también como Generación del 26, ya que fue en 1926
cuando se fundó el Lyceum Club, que bajo la presidencia de María de Maeztu las agrupó a todas.
Era un grupo de artistas de diferentes ámbitos (pintura, escultura, música…); entre las poetas
destacaron Josefina de la Torre, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, Carmen Conde,
y Rosa Chacel.

La Guerra Civil trunca la evolución del grupo del 27 que estuvo posicionado al lado del bando
republicano (excepto G. Diego, partidario del franquismo), García Lorca sería asesinado al
comienzo de la guerra, por lo que todos, excepto Aleixandre y Alonso, han de ir al exilio
(recordemos que Miguel Hernández moriría en la cárcel en 1942). Los que se quedaron vivieron su
“exilio interior” y sirvieron de guía a los poetas de generaciones posteriores.

6. LA POESÍA DESDE 1939 A LOS AÑOS 70: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS


REPRESENTATIVOS.

La Guerra Civil (1936-1939) supuso una ruptura absolutamente determinante en todos los
órdenes de la vida, y la poesía no podía ser menos. Una vez acabada la contienda, el arte resurgió,
aunque no pudo evadirse de la situación político-social que vivía España. Así, la conocida como
Generación del 36 nace escindida en dos grupos opuestos: la poesía arraigada (de los partidarios
del Régimen) y la poesía desarraigada (de los poetas contrarios). En los años 50 la lírica se
convirtió en un medio de denuncia y en los sesenta inicia un camino de renovación que culminará
con la poesía de los “Novísimos”.

*POESÍA DEL EXILIO

La mayoría de los poetas españoles marcharon al exilio tras la Guerra civil. Sus poesías tratan
sobre la evocación del país perdido, el recuerdo de la guerra, el deseo de recuperar el pasado, la
experiencia del destierro… Los más importantes autores de poesía, como Juan Ramón Jiménez y
muchos del 27, fueron al exilio. De entre los demás, destacaremos a León Felipe, que compone
en Méjico una poesía vehemente e indignada con temas como la España perdida, la defensa de
sus ideales republicanos o la realidad de los pueblos americanos.

POESÍA DE LOS AÑOS 40: ARRAIGADA Y DESARRAIGADA

En los primeros años de la posguerra Dámaso Alonso estableció dos tendencias:

• La “poesía arraigada” o clasicista, en cuya nómina estarían los poetas partidarios del
Régimen, que con versos y estrofas clásicos tratan los temas del pasado imperial de España, la
belleza de la tierra o la religión. Estos publican sus poemas en las revistas Escorial, Juventud o
Garcilaso. Entre los autores que integran la Generación del 36 destacan Luis Rosales, con
poesía amorosa y religiosa, como en La casa encendida, Leopoldo Panero y Dionisio
Ridruejo, con poesía religiosa e íntima, y Luis Felipe Vivanco, con poesía mística.

• La “poesía desarraigada” o existencial está integrada por los poetas que no se sienten
ganadores y que ven el mundo como algo caótico y angustioso. Su lenguaje poético es
desgarrado y violento y sus temas son la realidad y la vida cotidiana, la existencia como lucha
con el mundo o consigo mismo. Es un testimonio de la oposición del poeta a la realidad que
estaba viviendo, pero que no podía expresar socialmente a causa de la censura, por ello se
circunscribe a lo individual. La revista principal en la que publican estos poetas es Espadaña y
entre ellos están Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Gabriel Celaya, con
obras como Tranquilamente hablando, y Blas de Otero, que escribe Ángel fieramente humano
y Redoble de conciencia –refundidos y ampliados en Ancia- una poesía desgarrada, áspera, en
la que un Dios lejano calla ante los desconsolados gritos de súplica del poeta y se pregunta por
el sentido de la vida y las consecuencias de la posguerra. Pero destaca especialmente Dámaso
Alonso con su obra Hijos de la ira (1944), escrita en versículos, de ritmo obsesivo, que
muestra una angustia marcada por la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.

Aparte de estas dos posturas debemos señalar en la etapa los últimos poemas de Miguel
Hernández aparecidos en Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), escrito en la
cárcel con un estilo sencillo y en versos cortos sobre temas entrañables y dolorosos para el poeta
(el amor a su esposa e hijo, la nostalgia, la guerra…), y otras tendencias minoritarias:
a) Postismo: continuación del Surrealismo (Carlos Edmundo de Ory)
b) Grupo Cántico: nacido en Córdoba, de estilo sensual y barroco (Ricardo Molina, Pablo
García Baena y Juan Bernier).

POESÍA SOCIAL (1950-1964)

La poesía existencialista desemboca en la poesía social: los poetas salen de su angustia interior y
contemplan y denuncian lo que ocurre en la calle (marginación, paro, falta de libertad) y exigen la
justicia y la paz. Consideran la literatura como una herramienta para luchar por las mejoras
sociales. Su estilo es sencillo y coloquial, porque buscan compartir la poesía con el pueblo, y en el
caso de Celaya llega incluso a un prosaísmo extremo. Los autores más representativos son:

a) Gabriel Celaya: cultiva una poesía de tipo combativo, de carácter narrativo y de estilo
sencillo y léxico coloquial (Cantos iberos, Episodios nacionales).
b) José Hierro: después de haber escrito una poesía vanguardista en la Guerra Civil y una
poesía de tipo existencial, en Quinta del 42 encuentra ya causas sociales a los problemas
humanos.
c) Blas de Otero: es el gran poeta de la posguerra, cuya obra resume la evolución de la
poesía de su época. Parte del existencialismo, como hemos visto, para adquirir tintes
sociales en sus siguientes libros: Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959), Que
trata de España (1964), donde denuncia, con un lenguaje sencillo y coloquial, la falta de
libertad del franquismo y los problemas colectivos, expresando su solidaridad con los que
sufren y con el deseo expreso de llegar “a la inmensa mayoría”.

POESÍA DE LA “GENERACIÓN DEL 50” (DÉCADA DE LOS 60)

La Generación del 50 (también llamada del medio siglo o de los niños de la guerra) está
compuesta por una serie de autores, un poco más jóvenes que los de la poesía social, que
empiezan a publicar en los años 50: Ángel González, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez,
Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines, Carlos Sahagún y Antonio
Gamoneda.

Se compone de poetas que, partiendo de la poesía social, proponen y logran hacer una poesía
más personal e intimista, iniciando la que se ha dado en llamar poesía de la experiencia. Tienen
una profunda preocupación existencial o social, pero huyen de lo patético, de lo exagerado; su
desacuerdo con el mundo que les circunda se manifiesta sobre todo a través de un cierto
escepticismo. En la forma, mantienen el tono coloquial de los poetas sociales, pero depuran y
cuidan mucho más el lenguaje y la expresión. Veamos los autores más representativos:

1. Ángel González: alterna los contenidos sociales con los más íntimos, a veces con estilo
coloquial y otras, conceptista: Áspero mundo, Grado elemental…

2. José Ángel Valente: principal defensor de la “poesía como conocimiento”: su poesía quiere
buscar la palabra precisa que desvele la realidad y ayude al descubrimiento del ser. Es, por
eso, sobria y densa a la vez y en ella importa tanto lo que se dice como lo que no se dice
(“poesía del silencio”). Un ejemplo de ello es Treinta y siete fragmentos, donde el fragmento
implica la idea de que algo falta. Recogerá sus mejores poemas en la antología Punto cero.
3. Jaime Gil de Biedma: ejerce gran influencia en la generación actual. Principal representante de
la “poesía como experiencia”: en sus versos aparece su experiencia con un tono confesional y
narrativo, en la cual muestra una agria visión de la burguesía: Compañeros de viaje,
Moralidades…

4. Antonio Gamoneda: actitud crítica de la poesía social, expresión de experiencias personales:


Descripción de la mentira, Lápidas…

5. Claudio Rodríguez: poeta capital de nuestros días, premio Nacional de Literatura: Don de la
ebriedad (publicado con 19 años) es un impresionante y hermoso libro. Mezcla el Surrealismo
con el clasicismo formal y la transparencia del paisaje para profundizar en el humanismo
solidario. Otros libros: Conjuros, Casi una leyenda…

7. LA POESÍA DESDE LOS AÑOS 70 A NUESTROS DÍAS: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS


REPRESENTATIVOS.

Un estudio de la poesía española de esta etapa no pasaría de ser un largo catálogo de


nombres de autores, pues después del fenómeno de los Novísimos es muy difícil, si no imposible,
diferenciar cualquier otra poética dominante. Es cierto que a principio de la década de los setenta,
domina la estética de los Novísimos, pero en torno a 1975 este estilo entra en decadencia y van
surgiendo tendencias distintas. Lo dominante es hoy, precisamente, la dispersión y la aparente falta
de notas comunes.

LOS AÑOS SETENTA

1970 es una fecha clave para la lírica porque se publica una antología titulada Nueve novísimos
poetas españoles, de José Mª Castellet, donde aparecen muchos de los poetas denominados
“Novísimos” Características de estos autores son:

a) Abundancia de referencias culturales (pintura, música, arquitectura, modernismo de


Rubén Darío), debido a la variada formación literaria de estos escritores.
b) Gusto por lo decadente y exquisito y su afición a ciudades italianas, como Venecia, han
hecho que también se les conozca como los venecianos.
c) Y junto a esta orientación culta de sus poemas, son también frecuentes los motivos
propios de la nueva sociedad de consumo, a la que critican: términos anglosajones,
referencias a héroes de cine, del deporte, de la canción, de los tebeos…
d) Su marcado esteticismo explica su interés por el lenguaje que los lleva a la
experimentación vanguardista (uso de imágenes extrañas y visionarias de carácter
surrealista, escritura automática…), o al barroquismo expresivo e incluso a la reflexión
metapoética.

Algunos poetas novísimos, o próximos a este grupo, son Pere Gimferrer, el mejor representante
de la poesía “culturalista” que se abre camino en esta nueva estética con su obra Arde el mar y
Guillermo Carnero, también calificado de veneciano y culturalista por su esteticismo, que destaca
por su obra Dibujo de la muerte. Otros poetas de la misma línea son José María Álvarez, Antonio
Carvajal, Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalván, Félix de Azúa, Luis Alberto de
Cuenca y Luis Antonio de Villena.

Durante los setenta, el culturalismo de los venecianos se fue atenuando:


a) Desapareció la mera decoración y algunos autores volvieron los ojos hacia la tradición
poética clásica movidos por un anhelo de belleza y una exquisita elaboración formal. Sus
poemas presentan abundantes referencias míticas que sirven como vehículo para expresar
sentimientos íntimos. Tal evolución se advierte en Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas
y Antonio Carvajal, que cultivan el desengaño barroco.
b) Perduran, además, algunas líneas poéticas anteriores: la metapoesía, que reflexionaba
sobre el lenguaje poético mismo (Guillermo Carnero y Jenaro Talens); la poesía
experimental, que combina la expresión verbal con efectos visuales de carácter tipográfico
o pictórico (José Miguel Ullán); y el minimalismo, que busca la pureza poética y la
concentración expresiva (Jaime de Siles).

LOS ÚLTIMOS AÑOS

En los 80 se comienza a hablar de poesía postnovísima, que como características generales


presenta: recuperación del realismo, alejamiento de la experimentación, vuelta a la poesía como
comunicación, mayor presencia del humor, la ironía y los temas íntimos. Pero existe una gran
variedad de tendencias:

1- La nueva sensibilidad lírica vuelve a la métrica tradicional y a la expresión de experiencias


personales que pueden ser comunes a la de los lectores. Se caracteriza por desarrollar
narrativamente, en lenguaje coloquial, una historia o anécdota. En esta poesía de la
experiencia conviven autores muy distintos como Luis García Montero, Álvaro Salvador,
Javier Egea, Miguel d´Ors, Julio Llamazares, Felipe Benítez Reyes y otros. Una antología
clave de esta tendencia es la antología La otra sentimentalidad, de los tres primeros.

2- Por otra parte, y encabezada por José Ángel Valente, que alcanza en esta época su
madurez artística, se abre paso la poesía del silencio, que rehúye toda anécdota y se
aproxima a la poesía mística. Se caracteriza por la complejidad de su lenguaje y por su
trasfondo pesimista, con influencia del existencialismo más desesperanzado. En esta
tendencia se incluirían Amparo Amorós, Andrés Sánchez Robayna o Antonio Gamoneda.

3- El Neosurrealismo, que recupera el verso largo, la sentimentalidad neorromántica, las


metáforas innovadoras y el mundo de la alucinación y el sueño, destaca Blanca Andreu que
inaugura esta tendencia con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall.

4- El Neoerotismo, línea seguida básicamente por escritoras que transforman los tópicos
masculinos de la poesía amorosa, invirtiendo su punto de vista y destruyendo la imagen de
la mujer elaborada por la poesía (Ana Rossetti). Propio de la época es el auge de las
antologías femeninas, por ejemplo, de la editorial Hiperión.

5- Neorromanticismo, con temas como la noche, el misterio de la naturaleza y la muerte;


representada por Antonio Colinas.

6- Neorruralismo o poesía épica, como la de Julio Llamazares, que reflexiona sobre los
grandes temas (el tiempo, la soledad y la muerte) en un tiempo remoto y un espacio rural de
características míticas.

7- Decadentismo y culturalismo, como la poesía muy refinada y culta de Luis Antonio de


Villena con obras como Sublime solárium, Hymnica o El viaje a Bizancio.

A lo largo de los 90 y el comienzo del nuevo milenio se agudiza el contraste entre poesía de la
experiencia y poesía del silencio; con predominio de la primera. A finales de los noventa
reaccionará contra ella un grupo de poetas que reivindica la libertad creativa individual,
encabezada por el poeta cordobés Antonio Rodríguez Jiménez, a que se llamará poesía de la
diferencia. Surgen nuevas tendencias como el colectivo valenciano “Alicia bajo cero” o las
llamadas “Voces del Extremo”, que coordinados por Antonio Orihuela y reunidos anualmente en
Moguer reivindican una poesía comprometida. Hay que destacar en los últimos años el influjo de
internet en la popularización de la poesía (blogs, encuentros en la red, revistas electrónicas) o el
surgimiento de la micropoesía. Sin embargo, siguen despuntando personalidades como la
cordobesa Elena Medel, el madrileño Antonio Lucas o la malagueña María-Eloy García.

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