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Venimos de
aprender acerca del carácter del cristiano y del amor del Señor para con sus
hijos, hemos visto que el Señor nos da libertad para escoger el camino que
habremos de seguir y que si decidimos seguirle a Él debemos aprender a
desprendernos de todos los encantos materiales que el mundo nos ofrece;
hemos conocido del gran poder de Jesús el cual se manifestó aun sobre la
naturaleza conforme nos enseñó la hermana Alba el domingo pasado.
Con todo, la escena del texto leído nos presenta a dos endemoniados
saliendo al encuentro de Jesús. En la cultura judía estar endemoniado
significa estar poseído por una realidad poderosa y diabólica, una realidad
que destruye a la persona. Los dos endemoniados del relato salen al
encuentro de Jesús desde el cementerio, es decir, un lugar de muerte y por
tanto excluido de la vida.
Sabemos que los demonios nada tienen que ver con Cristo como Salvador;
ellos no tienen ni esperan ningún beneficio de Él. Seguramente que aquí
sufrieron un tormento, al ser forzados a reconocer la excelencia que hay en
Cristo, y, aun así, no tener parte con Él. Los demonios no desean tener
nada que ver con Cristo como Rey.
Sin embargo, no es acertado afirmar que los demonios no tengan nada que
ver con Cristo como Juez, porque tienen que ver, y lo saben; el pasaje
nos demuestra que Satanás y sus instrumentos no pueden ir más allá de lo
que el Señor permite; ellos deben dejar la posesión cuando Él manda. Los
demonios no pueden romper el cerco de protección del Señor en torno a su
pueblo; aquí vemos que ni siquiera pueden entrar en un cerdo sin su
permiso.
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Ellos desean que Cristo se vaya de sus corazones, y no soportan que Su
Palabra tenga lugar en ellos, porque Él y su palabra destruirían sus
concupiscencias brutales, eso que se entrega a los cerdos como alimento.
Justo es que Cristo abandone a los que están cansados de Él; y después
diga: Apartaos, malditos, a quienes ahora le dicen al Todopoderoso: Vete de
nosotros.
¿Qué fue lo que los cuidadores hicieron? huyeron y fueron a la ciudad para
llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda
la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de
su territorio.
Eso es lo que hoy hacen muchos al sentir la presencia del Señor en sus
vidas, temen perder su hato de cerdos – temen perder sus posesiones
materiales – y por ello prefieren decir vete de mis contornos.
2
Peros es mucho más claro que, aunque Cristo ha venido para salvarnos del
mal y la muerte definitiva, y sale constantemente a nuestro encuentro
“mirándonos con cariño”, esperando siempre, invitándonos a romper con la
inercia del pecado y brindándonos la verdadera opción de una vida con
sentido de plenitud y eternidad, hay frenos, temores y de algún modo
rechazo en diversas personas. Jesús realiza los llamados signos del Reino,
los que no siempre encuentran lugar en el corazón de las personas porque
el pecado está muy presente y arraigado.
Tengamos muy presente que este texto demuestra que los endemoniados
viven en un escenario de muerte sin norte ni horizonte de esperanza, la
piara de cerdos representa la resistencia organizada al Dios de la Vida, del
Sentido… y finalmente el abismo y el mar, es decir, la Nada, el Caos…