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15 de abril de 2022
En efecto, hoy son muchos los que “se horrorizan” al verlo, pero en otro
sentido, muy distinto al que aludía el Profeta. “Se horrorizan” no por su
apariencia física, sino porque se niegan a escucharlo, porque se resisten a
aceptar sus enseñanzas y sus ejemplos, porque no quieren ser cuestionados
por él. Les horroriza que él pida perdonar y amar incluso a los enemigos,
porque exige compasión hacia los pobres y marginados por encima de los
propios intereses, porque condena la injusticia, la violencia y todo aquello
destruye y denigra a los seres humanos, porque reclama respeto a la vida,
desde el momento de su concepción hasta el fin natural de la misma.
Esos son los mismos a los que les horroriza que su Vicario, el Papa
Francisco, pida actuar con misericordia, anteponiéndola al cumplimiento de
ciertas normas o preceptos, que aunque buenos y útiles no pueden ser más
importantes que el amor.
Muchos se horrorizan de Jesucristo y de su enseñanza porque les complace
revolcarse en las delicias del pecado. Les parece que en lo que dice y hace
el Señor no hay nada de gracia ni belleza. Que es mejor gozar los deleites
que ofrece un mundo egoísta, mezquino y hedonista. Así piensan quienes
miran sólo sus intereses, los que buscan construir muros en vez de puentes,
los que ven en el prójimo un estorbo y una amenaza o una ocasión para
sacar provecho.
Pero muchos pueblos ante el Señor se llenan de asombro. No les queda sino
cerrar la boca. Su ejemplo y testimonio de misericordia es irrefutable, por
más que intenten silenciarlo o desacreditarlo. Nunca podrán ocultar el
significado y alcance del sacrificio de Cristo, el verdadero y genuino Siervo
de Yahvé. Él fue quien soportó el castigo que nos trae la auténtica paz. Por
sus llagas hemos sido curados.
Señor Dios, que por la pasión de nuestro Señor Jesucristo nos libraste de la
muerte heredada del antiguo pecado, concédenos asemejarnos a tu Hijo y
haz que, así como llevamos naturalmente la imagen del hombre terreno,
por la gracia de la santificación, llevemos también la imagen del hombre
celestial. Amén