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Invocación al Espíritu Santo: Señor Dios, aquí estamos por abrir las Sagradas
Escrituras, queremos pedirte tu Santo Espíritu, el mismo que inspiró a los autores
sagrados a dejar plasmada tu Palabra Santa en la Biblia. Gracias Señor por tu
comunicación con nosotros. Que entendamos hoy lo que Tú nos quieres decir a
nosotros en nuestra vida. Espíritu Santo, ven en nuestra ayuda, ven y abre nuestra
mente y corazón para poder entender lo que nos quieres comunicar. Señor que no
sea sordo a tu Palabra y que sepa escuchar y obedecer.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 23,35-43. Cuando Jesús ya estaba
crucificado, las autoridades hacían muecas diciendo: A otros ha salvado, que se
salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido. Se burlaban de él también
los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate
a ti mismo. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el
rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro le reclamaba
indignado: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros
justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero este ningún mal ha hecho. Y
le decía a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Jesús le
respondió: Yo te aseguro: que hoy estarás conmigo en el Paraíso. Palabra del
Señor
Reflexión: Este es el rey de los judíos. San Lucas describe de manera trágica la
agonía de Jesús en medio de las burlas y bromas de quienes lo rodean. Desde una
cierta distancia, las autoridades religiosas y el pueblo se burlan de Jesús haciendo
muecas: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo si es el Mesías. Los soldados
de Pilato, al verlo sediento, le ofrecen vinagre, mientras se ríen de él: Si tú eres rey
de los judíos, sálvate a ti mismo. Lo mismo le dice uno de los delincuentes,
crucificado junto a él: ¿No eres el Mesías? Pues sálvate a ti mismo.
Tres veces repite Lucas la burla: Sálvate a ti mismo. ¿Qué Mesías puede ser este si
no tiene poder para salvarse a sí mismo? ¿Qué clase de Rey puede ser? ¿Cómo va
a salvar a su pueblo de la opresión de Roma si no puede escapar de los cuatro
soldados que vigilan su agonía? ¿Cómo va a estar Dios de su parte si no interviene
para liberarlo?
¿Al igual que el pueblo, yo me quedo lejos de Jesús, de la religión y a veces hasta
murmuro y critico? ¿Cuántas veces he negado la cruz, mi cruz? ¿Cuántas veces le
he pedido a Dios que me libere de mis cruces?
¿He pensado que Jesús no debía haber sufrido? ¿Preferiría otra forma de
Salvación? (tal vez mi actitud es como la de Pedro y Jesús me diría que me aparte
de Él) … ¿Cuántas veces quiero poner a prueba a Jesús? (Hay momentos en que le
decimos: “Si eres Dios que se sane tal persona… Si eres Dios que no sufra tal
amigo… Si eres Dios que se salve este niño inocente… etc.
Hoy proclamamos a Jesucristo, Rey del Universo, porque con su muerte en Cruz
liberó toda la creación que había caído en la desgracia. ¿Dejo reinar a Jesús en mi
vida? O ¿prefiero vivir el “reino de este mundo a mi manera”?
En este momento se pueden agregar algunas oraciones por los presentes. A cada
una vamos a responder: REINA EN MI VIDA SEÑOR.
Padre Nuestro…. Ave María…. Gloria al Padre.
“El ladrón fue más allá de las apariencias”: „¿Qué hizo de extraordinario este
ladrón para merecer, después de la cruz, el paraíso?‟. Ya te respondo: 13 En
cuanto, en el suelo, Pedro negaba al Maestro; él, en lo alto de la cruz lo proclamaba
„Señor‟ (…). El discípulo no supo aguantar la amenaza de una criada; el ladrón,
ante todo un pueblo que lo circundaba, gritaba y ofendía, no se intimidó, no se
detuvo en la apariencia vil de un crucificado, superó todo con los ojos de la fe,
reconoció al Rey del Cielo y con ánimo inclinado ante él dijo: „Señor, acuérdate de
mí, cuando estés en tu Reino‟. Por favor, no subestimemos a este ladrón y no
tengamos vergüenza de tomar como maestro a aquel a quien el Señor no tuvo
vergüenza de introducir, delante de todos, en el paraíso; no tengamos vergüenza
de tomar como maestro a aquel que, ante toda la creación, fue considerado digno
de la convivencia y la felicidad celestial. Pero reflexionemos atentamente sobre
todo, para que podamos percibir el poder de la cruz” (San Juan Crisóstomo, “De
cruce et latrone)