Está en la página 1de 25

BATALLAS CON SATANÁS.

Todos vivimos momentos de angustia, de penuria, de desesperación, y esos


momentos son los que aprovecha satanás para tentarnos y tratar de conquistar
nuestra alma.
Incluso Jesús vivió esos momentos, en todos triunfó, pero en algunos se vio
expuesto y de alguna manera satanás mostró su poder y por lo menos
aparentemente llegó a ganar, aparentemente, porque así lo permitió Dios, para
mostrarnos el poder del mal.
En las que ganó Jesús de manera contundente y sin vacilación, sucedieron en el
desierto cuando fue sometido a las tentaciones de satanás.
Estando Jesús en el desierto sin haber probado pan, satanás le dijo: tú que eres el
hijo de Dios, toma esa piedra y conviértela en pan para saciar tu hambre, entonces
Jesús le respondió: no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra venida de
Dios, apártate satanás. Viendo satanás que Jesús estaba solo, le llevó y le mostró
todas las riquezas y los reinos del mundo y le dijo: si te postras ante mí y me adoras,
todos estos reinos y riquezas te daré, Jesús le respondió: apártate satanás,
adorarás al Señor tu Dios y solamente a Él servirás. Por último, satanás llevó a
Jesús al borde de un precipicio y le dijo: si Dios te ama como crees, lánzate al
abismo para que mande sus ángeles a que te rescaten, a lo que Jesús respondió:
no tentarás al Señor tu Dios, fuera satanás.
En estas tres tentaciones Jesús fue contundente y venció a satanás. En momentos
de fragilidad y debilidad satanás se nos manifiesta para tentarnos y buscar la
manera de conquistar nuestra alma, en ocasiones él parece triunfar, pero Dios, si
se lo pedimos y se lo permitimos viene en nuestro auxilio y nos rescata y no porque
lo tentemos sino porque se lo pedimos de corazón.
Cuando Jesús llegó al templo y vio a los mercaderes invadiendo la casa del Señor,
se puso iracundo y arremetió contra estos hombres impíos y derribó sus tiendas
exigiéndoles que abandonaran el templo. La ira del Señor se contrapone a su
mensaje de amor, pues uno esperaría que con su manera de predicar persuadiera
a los mercaderes y los hiciera sentir vergüenza por su ignominia, obligándoles a
abandonar la casa del Señor. O bien, en ocasiones es preciso hacer uso de la fuerza
para vencer el mal, o Jesús fue presa de una tentación de satanás que lo llevó a
hacer uso de la violencia; siendo así, no obstante, Jesús venció la tentación y logró
vencer el mal, pues los mercaderes no se resistieron ni atacaron a Jesús, lo que
indica que entendieron su mensaje y aceptaron la reprimenda del Señor.
Estando Jesús en la cruz, y seguramente desesperado por el dolor, levantó su
mirada al cielo y dijo: Padre, ¿por qué me abandonaste? Esta es una de las siete
palabras que dijo en la cruz. Estas palabras podrían reflejar una vez más la lucha
de satanás por conquistar el alma de Jesús, pero finalmente el venció a satanás
cuando dijo: toda ha sido consumado. Esta es la declaración final de Jesús cuando
dice a Dios, he cumplido mi promesa y a satanás, he vencido la muerte.
Nosotros estamos sometidos a diario a todo tipo de tentaciones y en ocasiones
satanás nos doblega y nos lleva a decir y a hacer toda clase de improperios contra
Dios.
Satanás nos ofrece pan para saciar, no el hambre, sino la gula, nos ofrece toda
clase de comidas y bebidas, muchas de estas nocivas para la salud, es decir para
el templo que nos dio Dios, para destruir su morada, porque nuestro cuerpo es para
morada del Señor. La palabra, si la interiorizamos, nos lleva a la obediencia y por
consiguiente no caeremos en la gula, porque la palabra alimentará nuestro espíritu
y nos convertiremos en morada del Señor.
Me pregunto, si satanás le mostró a Jesús todas las riquezas y reinos de la tierra, y
se las ofreció a cambio de su adoración, ¿de quién son tales riquezas y reinos?,
pues uno no puede ofrecer ni dar lo que no es de uno. Tales riquezas y reinos que
nos obnubilan en este mundo, son de satanás. Por eso cuando Pilatos le preguntó
a Jesús si él era el rey de los judíos, Jesús le respondió: mi reino no es de este
mundo. Satanás nos tienta ofreciéndonos riquezas que no son más que
banalidades, también nos ofrece poder (reinos), que alimentan nuestro ego
haciéndonos sentir más que los demás, es decir, nos lleva a cometer sus pecados
favoritos: vanidad y arrogancia, contrario al camino que nos enseñó Jesús: sencillez
y humildad. No debemos codiciar, eso no significa que se deba vivir en la miseria
material, no, pero debemos aprender a vivir de manera digna y decorosa, pero sin
caer en la ostentación. Cuando nos convertimos en esclavos de la riqueza y del
poder, aún sin darnos cuenta caemos en la adoración a satanás, nos convertimos
en presa de sus bienes, que son las riquezas y reinos de este mundo.
Satanás nos tienta llevándonos al abismo o al borde del mismo, para obligarnos a
tentar a Dios, es en esos momentos en los cuales desafiamos a Dios, o renegamos
contra Él. A satanás le encanta ponernos en esas situaciones, son quizás en las
que más ofendemos a Dios. Por eso cada vez que estemos al borde del abismo,
invoquemos a Dios y sometamos a prueba nuestra fe. Pablo dijo: debemos
gloriarnos en la debilidad porque es allí donde Dios nos fortalece (2 Corintios 12: 7
al 10).
Cuando caemos en manos de satanás en medio de la tribulación, sentimos por un
momento que él ha ganado, de hecho, cuando nombramos a Jesús tratando de
vencer la tentación, experimentamos un vacío en nuestro interior, como si las
palabras: Jesús, o Señor nuestro, o Dios, no tuviesen sentido. Es un momento
aterrador, en donde pensamos que hemos vendido el alma al diablo.
Finalmente, si invocamos al Espíritu Santo, sentiremos nuevamente la presencia de
Dios, que viene a rescatarnos y no debemos dudar en tomar su mano, y nuestra
dicha será muy grande.
No debemos avergonzarnos por lo vivido, porque simplemente estábamos en un
momento de mucha fragilidad y nos sentíamos vulnerables. La fe nos dará la
seguridad y la determinación para que satanás no se salga con la suya, lo
venceremos, pero no será una lucha fácil.
Finalmente podremos decir: apártate satanás, que mi alma ya tiene dueño y tú no
eres bienvenido en mi corazón ni en mi casa, pues esta es casa del Señor.
Esta lucha será una experiencia espeluznante, nos sentiremos como en un campo
de batalla en medio de gladiadores, por un lado, Dios con sus ángeles
protegiéndonos y por otro las huestes del mal con satanás al frente. Dios que nos
dio la libertad, dejará por un momento que nos sintamos solos y vacíos y en las
manos de satanás, será un momento terrible, de desolación y de mucha tristeza,
nos sentiremos en el abismo, pero al reaccionar estiraremos la mano pidiendo
auxilio al Señor y la mano de Dios tomará la nuestra jalándonos hacia fuera del
abismo, esta será una experiencia espiritual inolvidable.
Sin duda Dios existe y se nos manifestará, constituyéndose en testimonio de nuestra
fe.
Eurípides.
Soldado de Cristo.
1 de septiembre de 2017.

TESTIMONIO DE FE.
Hoy quiero dar testimonio de mi encuentro con Cristo, es posible que los aburra con
mi historia y de antemano les presento disculpas porque voy a escribir en primera
persona, no es correcto, lo sé, pero es necesario y además deseo compartir esa
experiencia maravillosa, que por cierto no tiene nada de extraordinario comparado
con la de otras personas que aducen haber hablado con Jesús o haber hablado en
lenguas. Respeto lo que esas personas dicen, pero en mi caso bastó con sentir la
presencia de Dios en un momento de mi vida, en el cual me sentía vacío.
«Bienaventurados los que no han visto y han creído» (Juan 20:29), por fortuna me
considero en este grupo de personas, no he oído la voz de Jesús, tampoco lo he
visto, pero lo mejor es que no necesito ese tipo de evidencia para creer en Él y más
aún, para creerle a Él. Desde que tuve ese primer encuentro, el cual les voy a
compartir, comprendí que Dios nos habla en un lenguaje universal, el cual debemos
aprender a escuchar y a sentir, porque Él se nos manifiesta de muchas formas, de
las maneras más insospechadas.
Yo lo siento cuando los rayos del sol me abrigan en una mañana fría, cuando me
acaricia con la brisa suave de agosto, cuando en la oscuridad me advierte del peligro
mediante el crujir de una puerta o de un árbol, cuando me regala un momento de
alegría con la mirada de uno de mis hijos o con la sonrisa de mi esposa.
De niño mis padres me enseñaron que Dios creó el mundo, así le llamábamos al
universo, y en él, después de haber concluido prácticamente la majestuosidad de
su obra, creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza; esa historia me la
refirieron mis padres tal y como la enseña el Génesis. Es más, al llegar a la escuela
primaria, en la asignatura de religión me hicieron aprender de memoria dicha
historia, haciéndome creer, además, que eso fue lo que literalmente ocurrió. En la
medida que fui creciendo empecé a leer diversos libros de literatura, historia y
filosofía, encontrando en ellos temas por los que me sentí fascinado y que me
aproximaron a una visión racionalista y científica acerca de la creación y evolución
del universo y de la vida.
Por un lado, la curia y los maestros de religión pretendían que aceptará la teoría de
la creación tal como se relataba en el Génesis, tal cual, lo que allí decía, como ya lo
mencioné, literalmente ocurrió, según ellos. ¿Cómo aceptar entonces que Dios
había creado primero a la tierra y después al sol para que señorease el día y a la
luna y las estrellas para que señoreasen la noche?, cuando está comprobado
científicamente que la tierra surgió después del sol y que el centro del universo no
es la tierra y ni siquiera el sol, y que este es el centro del sistema solar en el cual
nos encontramos dentro de la vía láctea, es más, en el firmamento podemos ver
unas estrellas que nacieron antes que el sol y otras después de este.
Años después comprendí que la biblia fue escrita en un lenguaje épico y no
narrativo, y que está llena de simbolismos y de epopeyas, rica en figuras literarias
que hacen de este compendio de libros, una obra majestuosa para todos los
tiempos. Si eso me lo hubiesen enseñado en casa y en la escuela, no habría
encontrado contradicción alguna entre el contenido de la biblia y el de los textos de
historia y filosofía.
Ese primer conflicto me distanció profundamente de Dios; sumado a ello, al no
encontrar respuestas adecuadas a una serie de preguntas que me fueron surgiendo,
la distancia se hizo cada vez más grande hasta convertirme en ateo.
Si, fui ateo. Ese primer y gran amor en mi vida, que fue Dios, inculcado por mis
padres, se fue perdiendo en el camino hasta convertirse en una enemistad, para
luego serme indiferente. Negué a Dios durante muchos años de mi vida y bajo
argumentos supuestamente científicos. Y digo supuestamente, porque bajo las
mismas premisas que lo negué empecé a demostrar su existencia.
Con los años comprendí que creer en Dios es un acto de fe y que la misma vida es
un acto de fe. Según la ciencia, la materia ni se crea ni se destruye, solo se
transforma, y eso parece haberlo demostrado Einstein, quien por cierto creía en
Dios. Si tomamos la masa y la multiplicamos por la velocidad de la luz elevada al
cuadrado, entonces logramos transformar la materia en energía, lo cual sugiere, por
lo menos matemáticamente, que, si realizamos la operación inversa, entonces
transformaremos la energía en materia. Si la materia y la energía no son la misma
sustancia, entonces la materia tiene un punto de partida. Yo aprendí que dentro del
pensamiento científico toda verdad demanda ser comprobada o demostrada para
ser aceptada. Desde luego la fe y todo acto de fe, queda fuera de tal pensamiento,
por consiguiente, la existencia de Dios al no poder ser demostrada, no puede ser
aceptada.
Oh sorpresa cuando me senté a hablar con un teólogo amigo, no solo me llevó a
negar mi ateísmo, sino que me hizo comprender mi ignorancia. La tarde que me
recibió en su casa, sabiendo que yo era ateo y que presumía de ser un hombre
racionalista y de pensamiento progresista, me sometió a una prueba que jamás
olvidaré. Primero me invitó a sentarme en una enorme y cómoda silla, cuando fui a
hacerlo, de manera irónica me preguntó, ¿se va a sentar sin comprobar si en verdad
es una silla?; a lo cual repliqué, por qué comprobarlo si tiene la apariencia de una
silla; entonces me dijo, pero puede caerse; a lo que respondí: no creo. Entonces
moví la silla, me senté y efectivamente esta se despaturró y caí en el suelo. Mi amigo
el teólogo, que por cierto era sacerdote, se rio y me dijo, se lo advertí y usted no lo
comprobó. Me ofreció otra silla y esta vez antes de sentarme la moví con fuerza
para asegurarme que estaba en buen estado. Mi amigo me preguntó por qué me
había sentado en la silla que se despaturró sin comprobar su estado, yo le respondí
que había asumido que la silla estaba bien y que había confiado en que él no me
ofrecería una silla en mal estado. De inmediato dijo, ah, había creído, que bueno,
usted cree. Luego de brindarme una copa de vino, colocó sobre la mesa una hoja
de papel blanco, me alcanzó un lápiz y me pidió que dibujara un átomo. No dudé en
responder a su solicitud y haciendo gala de mis conocimientos dibujé uno de los
modelos que había aprendido en la escuela; él sorprendido dijo casi gritando, por
fin encuentro a alguien que ha visto un átomo. Yo lo miré perplejo y le pregunté por
qué decía eso; él me miró fijamente a los ojos y me preguntó ¿acaso no ha visto un
átomo?, a lo que respondí, claro que no, es más nadie lo ha visto, este dibujo es
una representación. Después de una enorme carcajada mi amigo dijo: y entonces
por qué lo dibuja si nadie lo ha visto, o usted ya lo comprobó. Después de un largo
silencio le respondí, que no, que yo simplemente lo había aprendido en la escuela
y lo había aceptado porque así me lo habían enseñado mis maestros y lo habían
propuesto autores reconocidos por la comunidad científica. Él replicó, pero usted no
lo ha comprobado; volví a decirle que no. Él nuevamente dijo, entonces usted lo
aceptó porque cree en sus maestros y en lo que dicen los libros de ciencia, entonces
cree. Pasado ese momento bastante incómodo para mí, me hizo una pregunta de
matemática, a propósito, muy elemental: ¿a qué es igual siete elevado a la cero?,
respondí de inmediato, a cero. Continuó, ¿a qué es igual doce elevado a la cero?,
respondí nuevamente, a cero. Me preguntó por tres números más y después de esto
le dije que todo número elevado a la cero da como resultado cero. Me pidió que se
lo demostrara, lo único que pude decirle es que se trataba de un axioma
matemático. Casi se cae de la risa, y me preguntó entonces qué era un axioma
matemático. Le dije que era una verdad incuestionable. Él respondió, entonces es
algo así como un dogma de fe. Conclusión, la mayoría de las cosas que yo sabía,
al igual que la mayoría de la gente, las creía porque me las habían enseñado y
porque estaban en los libros de texto, pero el tiempo mismo no me permitía pensar
siquiera en comprobarlas. En resumen, la vida es un acto de fe. Ateos y creyentes
tienen en común la fe. De ahí en adelante empecé a cuestionar las teorías sobre las
cuales argumentaba la inexistencia de Dios.
Pero eso no fue todo, mi amigo, a quien aprecio y admiro, antes de terminar la
velada sacó de su biblioteca un enorme libro, la biblia, la puso sobre la mesa y me
preguntó, ¿ha leído este libro?, de inmediato le respondí, algunos versículos y eso
porque en la escuela me lo exigieron, entonces fue de nuevo a su biblioteca y trajo
consigo El Capital de Carlos Marx, el Manifiesto del Partido Comunista, también de
este autor y el Materialismo Dialéctico de Marx y Engels, los puso casi en mis manos
y me preguntó, ¿ha leído estos libros?, rápidamente le respondí, sí, claro que sí.
Mirándome a los ojos me dijo, yo los he leído todos y eso me permitió llegar a mis
propias conclusiones, pero veo que usted es un ignorante, yo lo creía un intelectual
de verdad, pero no, usted simplemente es un engreído y un ignorante, que
decepción.
No me quedó más que disculparme y desde entonces empecé a leer la biblia, muy
difícil de comprender cuando no se invoca al Espíritu Santo; me llevó varios años
empezar a comprenderla y a gozarla.
¿Qué vino después?, que empecé a pedirle a Dios que me diera señales de su
existencia. La primera que capté fue cuando recibí a mi hija mayor entre mis brazos,
fue una experiencia única, sentí un amor y una ternura indescriptibles, sentí la
presencia de Dios.
Pero aún después de tan maravilloso regalo, seguí dudando hasta que un día y
pasados varios años del nacimiento de mis hijos, Dios se me manifestó nuevamente
salvando mi vida.
Estaba en medio de una crisis que me llevó a caer en el licor y en una vida
desordenada, entonces, una madrugada, camino a Puerto Colombia, saliendo
desde Barranquilla, me dormí conduciendo mi carro y después de alcanzar una
velocidad de ciento sesenta kilómetros por hora sufrí un accidente en el cual el carro
dio tres vueltas quedando en pérdida total sin que a mí me sucediera nada. Según
la policía de carreteras, el modo como ocurrió el accidente era para que yo hubiese
muerto.
Nada me pasó y lo sorprendente es que cuando llegó gente a auxiliarme, ellos
miraban dentro del carro para ver que me había pasado y yo estaba parado al lado
del mismo mirándolos a ellos. No vayan a pensar que yo le di gracias a Dios de
inmediato, no, lo que hice fue renegar y maldecir por el accidente que había tenido.
Para mayor desilusión mía, me hicieron prueba de alcoholemia y me encontraron
grado de alicoramiento. En efecto la noche anterior yo había estado tomando licor.
Sumado al accidente, el seguro no me pagó el carro. Los siguientes quince días al
accidente fueron de maldiciones y de autocompasión. Pero me llegó la señal que
tanto había esperado, bueno, una más, porque Dios todo el tiempo nos da señales.
Un amigo mío me envió un correo electrónico con uno de esos mensajes que en
ocasiones nos molestan porque son cadenas. En este, contaba la historia de un
hombre creyente, al parecer católico, la religión es lo de menos. Cuenta la historia,
que este hombre iba todos los días a un lugar en donde había un Cristo y al ver el
rostro del Señor en la imagen, le pidió que le permitiera reemplazarlo en la cruz, que
él quería experimentar su sufrimiento. Le insistió tanto a Jesús, que finalmente
accedió, pero con una condición, que no fuera a responderles nada a las personas
que fueran allí a orarle. Así fue, el hombre ocupó el lugar de Cristo en la Cruz, desde
luego Jesús se apartó para permitirle vivir la experiencia. Pasados unos minutos se
aproximó a la cruz un hombre mayor que traía en una de sus manos una bolsa y
empezó a decirle al hombre de la cruz, Señor gracias por esta fortuna que me diste,
es una gran suma de dinero y aunque no la he obtenido de la mejor manera sé que
la tengo gracias a ti. En medio de la emoción el hombre dejó caer la bolsa para
extender sus brazos mirando a la cruz, en señal de agradecimiento, luego se fue y
olvidó la bolsa. Casi de inmediato llegó un hombre joven supremamente angustiado
y triste, alzó la mirada a la cruz y empezó a implorar ayuda al Señor, su esposa
estaba bastante enferma y requería un tratamiento costoso, entonces se arrodilló y
bajo los brazos al suelo, tocando la bolsa que contenía el dinero y que había
olvidado el hombre mayor. Sin más, el hombre después de verificar el contenido de
la bolsa, dio gracias al Señor y corrió en busca de su mujer para llevarla al médico.
Una vez se fue el hombre joven con la bolsa, llegó otro hombre joven y se postró
frente a la cruz agradeciéndole al Señor por un viaje que se había ganado a Rio de
Janeiro, iría al carnaval, un deseo que tenía desde hacía varios años y que ahora
podría cumplir gracias a un sorteo que se había ganado. Cuando estaba
agradeciendo, apareció el hombre mayor que había olvidado la bolsa con el dinero,
se aproximó al joven y le preguntó por la bolsa, el hombre joven le dijo que no sabía
de qué bolsa le hablaba, con lo que el hombre mayor entro en ira y empezó a
golpearlo; de inmediato el hombre que estaba en la cruz, intervino diciéndole al
hombre mayor que no lo golpeará, que el joven no había tomado la bolsa; al oírlo
los dos hombres, salieron corriendo despavoridos. Jesús, que todo lo ve le dijo al
hombre que estaba en su reemplazo en la cruz que se bajara, el hombre le preguntó
por qué debía bajarse, a lo que Jesús respondió, recuerda que le dije que no podía
responderle a nadie que viniera a orar y usted desobedeció al hablarle a estos
hombres. El hombre que estaba en la cruz le dijo a Jesús que el hombre mayor
estaba siendo injusto al golpear al joven que no había tomado la bolsa del dinero y
que entonces consideró no permitir tal injusticia. Jesús miró al hombre y le explicó:
el hombre mayor que trajo la bolsa con el dinero manifestó que lo había obtenido no
de la mejor manera, lo cual es cierto, el dinero lo obtuvo de la venta de sustancias
alucinógenas. El hombre joven que se llevó la bolsa con el dinero, efectivamente
tenía necesidad de este y lo requería para el tratamiento médico de su esposa, él lo
merecía. El hombre joven que vino a agradecer por el viaje a Rio de Janeiro, ganó
este en un juego de azar y el vuelo en el cual iba a viajar se accidentará y yo tengo
planes para él, por consiguiente, no debe tomar ese vuelo, y como él estaba
dispuesto a irse, el hombre mayor al golpearlo le impedirá realizar el viaje. Preguntó
Jesús al hombre a quien permitió reemplazarlo en la cruz, ¿ahora entiende por qué
no debía intervenir?
Al terminar de leer este mensaje, comprendí la razón de mi accidente, Dios me
estaba dando una segunda oportunidad, si continuaba con la vida que estaba
llevando hasta el momento del accidente, me conduciría hacia el abismo, y llegado
el momento de un nuevo accidente posiblemente no me salvaría. La decisión era
clara, seguir en el camino de la perdición o tomar el camino de la salvación. Opté
por el segundo, dejé de tomar bebidas alcohólicas y tomé de la mano al Señor para
que guiara mi vida. Ahora soy muy feliz y hablo con Él todo el tiempo.

Este es mi testimonio de fe. Bendiciones para todos.

PARÁBOLA DE LAS AVES Y DE LOS LIRIOS.


22. Luego dijo Jesús a sus discípulos:
"―Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán; ni por su
cuerpo, con qué se vestirán. 23 la vida tiene más valor que la comida, y el
cuerpo más que la ropa. 24 fíjense en los cuervos: no siembran ni
cosechan, ni tienen almacén ni granero; sin embargo, Dios los alimenta.
¡Cuánto más valen ustedes que las aves! 25 ¿Quién de ustedes, por mucho
que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?
A]">[a] 26 Ya que no pueden hacer algo tan insignificante, ¿por qué se

preocupan por lo demás?


27» Fíjense cómo crecen los lirios. No trabajan ni hilan; sin embargo, les
digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno
de ellos. 28 si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana
es arrojada al horno, ¡cuánto más hará por ustedes, gente de poca
fe! 29 así que no se afanen por lo que han de comer o beber; dejen de
atormentarse. 30 el mundo pagano anda tras todas estas cosas, pero el
Padre sabe que ustedes las necesitan. 31 ustedes, por el contrario,
busquen el reino de Dios, y estas cosas les serán añadidas"
En esta este relato Jesús nos invita a mirar en la naturaleza como viven sus
criaturas, lo que les fue dado a ellas, nos fue dado a nosotros y aún más porque
tenemos la capacidad de dominar y de transformar la naturaleza.
El maestro nos invita a poner a prueba nuestra fe, porque si tenemos fe y ponemos
en Dios nuestras necesidades, no tenemos por qué dudar, eso sí, al igual que las
aves, tenemos que poner de nuestra parte porque las aves si bien es cierto que no
siembran, deben volar a buscar su alimento, igualmente nosotros debemos confiar
en nuestras capacidades y trabajar para lograr nuestros objetivos. Los recursos
están, lo único que necesitamos es fe para conseguirlos, y recordemos que la fe
nos da la seguridad y la determinación para lograr lo que nos propongamos.
Ahora, si tenemos claro que nuestro trabajo y nuestras acciones son para la gloria
de Dios, todo vendrá por añadidura.
La mayoría de nuestras preocupaciones están asociadas a necesidades materiales,
incluso aquellas que parecen espirituales.
¿Cómo y cuándo buscamos el reino de Dios?
Cuando nuestra prioridad es amar y la mejor manera de expresar nuestro amor a
los demás es sirviéndoles con humildad, solidaridad, respeto, dedicación y esmero.
Cuando tratamos a los demás como quisiéramos ser tratados, cuando cuidamos y
respetamos la naturaleza.
Si nosotros servimos con amor a los demás, la contraprestación vendrá y vendrá en
todo sentido.
Jesús nos invita a que no nos preocupemos por las cosas materiales, que nos
preocupemos por buscar el reino de Dios y nada más cierto.
Cuando servimos con amor, cuando cuidamos y respetamos la naturaleza, estamos
buscando el reino de Dios porque estamos valorando la majestuosidad de su obra.
Jesús es verbo, es acción y cuando nosotros lo seguimos entonces actuamos.
Ah, se me olvidaba, los lirios no confeccionan, pero al igual que las aves buscan su
alimento, el hecho de que nosotros no percibamos sus movimientos, no significa
que no se muevan, las plantas buscan el sol y con sus raíces buscan el agua y los
nutrientes que les provee la tierra.
Bendiciones.

PARÁBOLA DEL DEMANDADO.


Ponerse en paz con el enemigo
57» ¿Por qué no juzgas por ti mismo lo que es justo? 58 si alguien te
demanda y vas con él a presentarte a la autoridad, procura llegar a un
acuerdo mientras aún estés a tiempo, para que no te lleve ante el juez;
porque si no, el juez te entregará a los guardias, y los guardias te meterán
en la cárcel. 59 te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último
centavo.» (Lucas 12: 57)
Jesús aconseja sabiamente, que es mejor ser justo, y quien es justo lo es
en todo y actúa de manera pertinente y oportuna. Como fuimos creados
a imagen y semejanza de Dios, tenemos la capacidad de discernir, por
consiguiente, podemos juzgar por si mismos lo que es justo. Cada uno de
nosotros sabe cuándo está actuando bien o mal, la conciencia nos lo
indica. Es común escuchar la frase: "es mejor un mal arreglo que un buen
pleito". Esta frase, al igual que la parábola de Jesús, hace referencia a
que en lo justo no siempre se tiene lo que se quiere, pero si es lo justo se
debe aceptar el resultado, porque de no hacerlo, aunque parezca ser lo
mejor, tarde o temprano la justica recaerá sobre el injusto y las
consecuencias serán peores.
¡Ah!, es importante señalar que es posible burlarnos de la justicia del
hombre, fundada sobre su propia doctrina, pero la justica de Dios no será
burlada. Los actos de desobediencia a Dios, los cuales se tipifican al
romper o incumplir su LEY, es decir, sus MANDAMIENTOS, se constituyen
en faltas graves, que solo podemos corregir si actuamos en justicia,
reconociendo las faltas, rectificando nuestra conducta y asumiendo con
dignidad las consecuencias. Si guardamos los mandamientos de la Ley de
Dios, podemos asegurar que no será necesario consultar la doctrina del
hombre, pues en esta Ley, que además no es extensa, podemos depositar
nuestra confianza, que todo lo que hagamos será justo.
“Los phariseos, informados de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se
mancomunaron, y uno de ellos, doctor de la Ley, le preguntó para tentarle: Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Respondiole Jesús: Amarás al Señor
Dios tuyo de corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el máximo y
primer mandamiento. El segundo es semejante a este, y es: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. En estos dos mandamientos será cifrada toda la Ley y los
profetas”.
El fundamento de la justicia es el amor, si amamos a Dios con toda el alma y con
toda la mente entonces al actuar siempre lo haremos para su gloria; ahora, como
buscamos siempre glorificar su nombre, no haremos daño a su obra. Si amamos al
prójimo como a nosotros mismos, la regla será "tratar a los demás como queremos
ser tratados". Si uno ama al prójimo, honra a sus padres, no miente, no hurta, no
fornica, no desea el mal a nadie, porque el amor no daña.
Bendiciones.

PARÁBOLA DE LA LÁMPARA.
"Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla
con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan
luz. Tus ojos son la lámpara de tu cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará
de la luz; pero si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad. Asegúrate de que
la luz que crees tener no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz,
sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado,
como cuando una lámpara te alumbra con su luz."
Lucas 11:33-36,

En esta parábola Jesús nos transmite varios mensajes: el primero que la luz es la
palabra, su palabra, pero la palabra, aunque está dispuesta para cada uno de
nosotros, es nuestro deber buscarla, así como en medio de la oscuridad se busca
una lámpara para alumbrar. En este caso la lámpara es la biblia como recipiente en
el cual se conserva la luz, es decir, la palabra. Ahora bien, una vez recibimos la luz,
nuestra visión es clara y tenemos que iluminar el camino, no solamente para
nosotros sino para los demás, debemos compartir la luz recibida. Por eso el Maestro
dijo, nadie enciende una lámpara para ponerla en un lugar escondido, sino para
ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz. Pero hay un mensaje
que nos invita a tener cuidado: asegúrate de que la luz que crees tener no sea
oscuridad. Ojo que Satanás se nos presenta como una deidad. No busquemos la
luz en la doctrina de los hombres, busquémosla en la fuente, que es la biblia.
Estamos en la época de la torre de Babel, las redes sociales presentan toda clase
de información, mucha de esta sin fundamentación.
Debemos comprender que cuando Jesús estaba predicando, la biblia no existía
como texto, la biblia era Él. Pasados varios siglos fue estructurado y compilado este
maravilloso libro.

LA HUMILDAD
Cuando hablamos de no ver a Jesús como un superhéroe, no es con la intención
de restarle su majestuosidad, sino de ubicarlo como un ser alcanzable, cuando
hablamos de sus milagros como acciones humanas que podemos realizar, no es
con el ánimo de desestimar su capacidad para obrar haciendo lo imposible. Que
Jesús resucitó a Lázaro, y que esta resurrección consistió en levantarlo de su lecho
de muerte, es un hecho que no merece discusión, pero lo importante es comprender
que nosotros los mortales podemos realizar este milagro de una manera diferente,
traer a la vida a esas personas que están muertas en vida, es decir a aquellas que
no tienen propósitos. El ser cristianos nos obliga a ser como Jesús, lo cual significa
estudiar los hechos de su vida, sus milagros, sus parábolas, sus mensajes,
comprenderlos y llevar una vida conforme a estos. He visto en calcomanías esta
frase: "Dios es amor", nada más cierto, y si Dios es amor, Jesús es amor, y si
seguimos el camino, que es Jesús, entonces cada uno de nosotros debe ser amor,
dicho de otro modo, si yo soy cristiano, yo soy amor. Parece difícil, y de alguna
manera lo es, porque es preciso vencer tentaciones, la mayor de ellas, la
vanidad. El primer paso es la obediencia y esta demanda humildad. Si nos
remitimos al génesis, el pecado original relatado en este majestuoso libro, no es otra
cosa que la historia del primer acto de desobediencia el cual fue provocado por la
vanidad de Adán y Eva. En esta historia, Satanás tienta a Adán y a Eva, alimentando
su ego.
El amor implica desprendimiento, tener la capacidad de actuar sin vanidad, de
colocarse en los zapatos del otro, de sentir compasión, misericordia, de perdonar,
de pedir perdón cuando se ha cometido un error. Jesús no guardó sentimientos de
odio, no expresó resentimiento, aún en la cruz pidió a su padre que perdonará a sus
verdugos.

PARÁBOLA DEL SEMBRADOR (Continuación)


En la publicación anterior me puse como ejemplo respecto a esta parábola, ahora
vamos a hacer una reflexión y un ejercicio para su comprensión y aplicación a la
vida de cada uno. Las personas que está a la orilla del camino puede que lea la
palabra, pero en muchos casos a pesar de tener claro que el sembrador es el Señor,
la semilla su palabra y la tierra él, la palabra que es la semilla no alcanza ni siquiera
a entrar en su corazón, porque a pesar de haberla leído, no la pone en práctica y ni
siquiera considera hacerlo. Por ejemplo, puede que esa persona (que está en la
orilla del camino), haya leído en proverbios que la palabra suave y serena quebranta
la ira y la palabra altanera y agresiva excita el alma, no obstante ser tan claro este
hermoso mensaje que invita a la tolerancia y a la paz, la persona que está en la
orilla del camino, al leerlo seguramente dirá: eso en teoría es fácil, pero que va, en
la práctica hay que responder como a uno lo traten, si a uno lo gritan, pues uno debe
responder gritando más fuerte. Esa persona, que está en la orilla del camino, a la
menor provocación de alguien, le responde de manera agresiva.
La persona que es tierra pedregosa, es aquella que lee la palabra, se emociona con
ella, aprecia su valor literario, incluso habla de ella, pero a la hora de enfrentar una
situación se olvida de su significado. Volviendo al ejemplo del mencionado
proverbio, esta persona incluso aconseja a sus amigos a que cuando enfrenten a
alguien agresivo, le respondan de manera serena y verán que quebrantarán su ira,
es más emplearán frases como esta: para pelear se necesitan dos. Pero esta
persona que es tierra pedregosa, cuando se ve enfrentada a otra que le insulta y le
agrede, termina respondiéndole de la misma manera o peor.
La persona que es tierra en medio de espinas, es la que lee la palabra, se emociona
con ella, habla de ella e intenta ponerla en práctica, pero finalmente no es capaz de
vencer la tentación. Continuando con el mismo proverbio, esta persona además de
aconsejar a sus amigos y de lograr cambios en ellos, se esfuerza por ponerlo en
práctica y efectivamente en ocasiones cuando es provocado y cuando la
provocación no es tan grave, responde con palabras serenas y suaves para
quebrantar la ira de su adversario; no obstante hay situaciones en que a pesar de
recordar el proverbio, dependiendo de su estado de ánimo y de la gravedad de la
agresión por parte de su adversario, entonces responde de manera agresiva a la
provocación sin importar las consecuencias ni el proverbio del que tanto habla.
La persona que es tierra fértil, al igual que Jesús enseña la palabra mediante el
ejemplo. Esta persona refiriéndonos al mismo proverbio, no solamente aconseja a
sus amigos y a todas las personas que puede, sobre la importancia de usar palabras
serenas y suaves para quebrantar la ira de sus adversarios, sino que lo demuestra
con su ejemplo, y por difícil que sea una situación y por grave que sea una
provocación, siempre actuará en concordancia con lo que piensa y dice. La persona
se convierte en tierra fértil cuando imita a Jesús.

PARÁBOLA DEL SEMBRADOR


El texto que van a leer a continuación lo escribí el 13 de abril de 2014, y en el explico
la parábola del sembrador funcionando en mi vida, el relato lo hogo no para presumir
sino con el fin de mostrar cómo llevar la palabra a nuestras vidas. Con humildad lo
comparto con ustedes:
He tenido la fortuna de leer muchos libros en mi vida, la lista de autores es extensa, los
temas, variados. Entre uno de esos libros hubo uno que pasó por mis manos en más de
una ocasión, leí partes de él. En las primeras oportunidades en que ese libro estuvo en
mis manos, lo miré con escepticismo, era un compendio de libros escritos por hombres
que quisieron plasmar la historia de su pueblo, sus creencias, su cultura, su política y
sus relaciones sociales. No obstante, un día me detuve en un capítulo que me
impresionó, relatado por uno de sus autores, Mateo, estaba Jesús con sus discípulos
predicando en parábolas y una de ellas fue la del sembrador: al leerla esta vez, porque
no era la primera vez que lo hacía, comprendí que las primeras veces en las cuales leí
partes de este hermosísimo libro y la misma parábola, yo estaba en la orilla del camino,
por eso la semilla (la palabra), pasó frente a mis ojos y no la miré, veía pero estaba ciego,
tiempo después, la volví a leer, pero esta vez, yo era tierra pedregosa y sentí gozo al
tener este bellísimo libro entre mis manos, pero no llegó a ser parte de mí, porque la
semilla con los rayos del sol, se secó, es decir que cuando cerré tan majestuoso libro,
volví a mi cotidianidad y todo lo que había leído sencillamente ya no era importante.
Pero Dios, lleno de amor y misericordia me siguió llamando y esta vez, puso
nuevamente su palabra entre mis manos, pero yo seguí en mi terquedad y esta vez fui
tierra en medio de espinas, leí, me emocioné, creí haber escuchado y entendido, pero
no, las espinas (las tentaciones) fueron más fuertes y aunque parecía tener lo que debía
tener, no lo tenía, a Jesús en mi corazón. Pero un día comprendí por la gracia de Dios,
que Jesús no vino al mundo a traer la paz sino la espada y que su espada es la palabra
que Él se entregó para nuestra salvación y que, al recibirlo a Él en mi corazón, empuño
la espada, convirtiéndome en uno más de sus humildes soldados. Desde ese día, el mejor
de mi vida, me declaré soldado de Cristo y doy gracias a mi señor por haberme
permitido convertirme en tierra fértil, porque ahora se, que la semilla ha empezado a
germinar en mí. Ahora sé que todos esos maravillosos hombres que empuñaron la
pluma, escribieron con tu mano Señor y que ese maravilloso libro no tiene otro autor
que el Señor de Señores, Rey de Reyes, mi Señor, tú, mi Dios. Con amor escribo estas
palabras para decirle al mundo, que, aunque no soy digno de su gran amor, me siento
inmensamente orgulloso de ser cristiano.

JESÚS NO VINO A SER INALCANZABLE


"...Cualquiera que anhele hacerse grande entre ustedes será su servidor" (Marcos
10;43), "y cualquiera que anhele ser el primero entre ustedes será siervo de todos"
(Marcos 10:44). "Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para que le sirvan, sino
para servir y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45).
Como ya lo mencioné, la Biblia está llena de simbolismos, de hechos, de parábolas
que hacen de este hermoso libro una obra universal y para todos los tiempos.
También en el anterior texto mencioné que Jesús nos dijo que Él es el camino, la
verdad y la vida. Pues bien, la primera lección o quizá no la primera pero si una de
las más importantes, fue la humildad, y como todo en Él, sus enseñanzas como un
gran y verdadero maestro, las hizo mediante el ejemplo. Ahora, seguirlo a Él, es ser
como Él. Si Jesús es el camino, caminar sus pasos implica imitarlo, por eso lo
primero que debemos hacer, es despojarnos de la vanidad, de la arrogancia y
empezar a actuar con humildad. No es precisamente lo que hacen los sacerdotes y
pastores, bueno no todos, pero si un número importante, ellos son arrogantes y
buscan que su feligresía esté a sus pies, sirviéndoles, y viven como reyes no como
siervos, están para ser servidos y no para servir. Hoy la pregunta es: ¿cómo
servimos a los demás?, o servimos para obtener un beneficio.
Jesús fue un hombre humilde, el más humilde de los hombres, precisamente para
ser alcanzable, por eso sus milagros no lo pueden situar como un superhéroe. Sus
milagros son hechos que podemos realizar todos nosotros. ¿Será que podemos
multiplicar los panes y los peces? Si, claro que sí, es muy sencillo, este es el milagro
de la solidaridad, que no es otra cosa que dividir para multiplicar, restar para sumar,
donde comen dos, comen tres y donde comen tres comen cuatro. Toma el pan y
pártelo, toma el pescado y pártelo, réstales a las uvas que tienes y dale a tu
hermano. ¿Podemos convertir el agua en vino? Si, claro que sí. Jesús nos enseñó
que la esencia de la fiesta no era el vino ni la comida, la esencia de la fiesta era el
amor. Cuando la esencia de la fiesta es el amor, entonces comprendemos que no
es el vino el que nos proporciona la alegría, el agua nos permitirá ser igualmente
alegres, porque lo que hacemos en la fiesta es compartir, departir, bailar, danzar,
vivimos la alegría de estar juntos. Cuando tenemos claro que compartir nuestra
alegría es la esencia de la fiesta, entonces el agua será igual que el vino. Los invito
a realizar milagros, a seguir a Jesús con humildad, a ser personas humildes.

SI LA MUERTE ME SORPRENDIERA
Este escrito que quiero compartir con ustedes lo realice hace cinco años, unos días
después de la muerte de mi madre, parece lleno de contradicciones, pero no, es
una reflexión en la que se pone en evidencia el conflicto actual de la humanidad,
por un lado, un mundo que se dirige hacia el abismo, y por otro, el llamado de Dios
para salvarlo.
La reflexión es la siguiente:
SI LA MUERTE ME SORPRENDIERA.
“AL MORIR, SE DEJA DE MORIR, PORQUE LA MUERTE LIBERA Y
ES UN SALTO A LA VIDA”
Si la muerte me sorprendiera, le diría: muerte, ve y da una vuelta
mientras escribo unas palabras; cuenta con que voy a dedicarte
algunas, es más, ya lo estoy haciendo, porque tú eres la protagonista,
curioso, ¿verdad? Muerte, tu nos circundas todo el tiempo y eres quizás
de todas, la que menos nos preocupa, siendo tú, la que nos puedes
quitar todo, porque, ¿de qué sirve todo si no estás vivo? A mí por
ejemplo pareces tenerme sin cuidado; desde que murió mamá me di
cuenta que tú, muerte, conduces a la libertad, eso sentí que le sucedió
a mamá, se liberó del dolor, de la angustia, del sufrimiento y ahora
pienso que está en un mejor lugar, no sé si dormida o despierta, pero
no tengo duda que se trata de un plácido, sereno y hermoso lugar. La
muerte de mamá me afectó, fue un momento duro, sí, muy duro, días
de llanto, de desasosiego, pero paradójicamente también de paz, de
tranquilidad, porque, como ya lo mencioné, sé que está descansando,
libre de dolor y sufrimiento. ¿La amo?, si, la amo, ¿la extraño?, si, la
extraño, no imaginas cuanto, muerte, y debiera estar molesto contigo
por habérsela llevado, pero no, ella merecía descansar. Finalmente
pienso que tú no me la quitaste, simplemente la llevaste a otro lugar, a
un lugar fantástico, lo sé, y desde allí conversamos en silencio, en el
lenguaje de Dios, con el cual nos permite estar por encima de ti, muerte;
ahora comparto con ella en mis sueños.
La vida para mí, al igual que tú, muerte, parece no tener trascendencia,
pero no es así. No obstante, como están las cosas, el mundo convertido
en una torre de babel, en ocasiones llego a pensar que la vida es un
accidente, un triste accidente de la naturaleza, porque resulta
decepcionante para mí, darle la trascendencia que merece, a una vida
que, entre millones de seres, lo único que parece, es sumar a la
desdicha del universo, o por lo menos de nuestro planeta, y a la
desilusión de Dios. Uno podría preguntarse ¿qué significado puede
tener la vida de un ser humano, en medio de un universo que ni siquiera
parce percatarse de nuestra existencia? Un punto que se mueve en un
ínfimo lugar de un diminuto punto en el espacio, porque eso es la tierra,
un ínfimo punto que gira alrededor de una estrella, que es apenas
perceptible en un brazo de la vía láctea, la galaxia en la cual se
encuentra, la cual además resulta ser un grano de arena, entre las
innumerables galaxias que habitan el universo. Vivimos esperanzados
en una vida más allá de ti, muerte, pensando en un Dios todo poderoso
que nos hizo como la más perfecta y predilecta de sus creaciones.
Nuestra perfección les ha costado la vida a muchas especies y tiene en
vía de extinción a otras tantas. El planeta está a punto de colapsar
gracias a nuestra perfección. Como lo plasmó un pichón de publicista
en una muestra de su trabajo: si los animales creyeran en Dios, el
hombre sería el demonio. Nada más cierto: con lo que somos, o más
bien, con lo que hacemos y como somos, pudiéramos pensar que
fuimos a lo mejor la creación de Satanás para destruir la obra de Dios,
y no es blasfemia, porque he dicho: pudiéramos pensar. Así las cosas,
el enemigo no sería solo el demonio, el enemigo también sería el
hombre como instrumento del mal, que, con su comportamiento, le hace
apología a la maldad.
Vistas desde un bosque de grandes árboles, en donde se respira el aire
fresco y se vive la paz de un mundo en equilibrio, al que
llamamos salvaje, las ciudades de los humanos son lo más parecido al
infierno.
Somos hijos de Dios por linaje, pero no por redención, somos
renegados, lo cual nos hace proclives a ser presa fácil de Lucifer, a
convertirnos en la encarnación de Satanás. Nosotros no hacemos el
amor, fornicamos, asesinamos, hurtamos, mentimos y traicionamos.
Matamos animales indefensos en la práctica del deporte de la cacería,
mutilamos a nuestras mascotas para que se vean bonitas, encerramos
aves y peces para relajarnos viendo sus colores y movimientos,
disfrutamos su danza macabra en la búsqueda de una salida a su
hábitat natural, nos divertimos viendo martirizar a los toros en lo que
llamamos la fiesta brava, nos resulta placentero ver como se matan los
gallos a picotazos, pagamos para ver como dos hombres desesperados
y acosados por el hambre y la miseria, en un ring de boxeo, se golpean
de manera inmisericorde para competir por una bolsa de dinero, que le
permitirá al ganador huir de la pobreza sin importar muchas veces, si el
que cae en la lona muere o queda lisiado por el resto de su vida;
comemos más de lo que necesita nuestro cuerpo, aun sabiendo que
eso es gula, y lo disfrutamos. Nos gozamos la vida con el morbo; si los
periódicos y los noticieros en televisión no mostraran episodios
sangrientos, de desolación y destrucción, casi a nadie le interesarían.
De hecho, entre las más grandes producciones cinematográficas, están
las que muestran grandes tragedias. Por eso la muerte no debería
preocuparme, porque al morir, cualquiera podría pensar que la tierra no
pierde nada y yo de nada me pierdo. No sé cómo podemos pretender
llegar a donde un Dios bondadoso, cuando todo lo que hacemos es el
mal. Es tan cierto, que expresamos pena por los más necesitados, pero
qué hacemos para mejorar las condiciones de los demás, nada, o casi
nada, siempre tendremos una excusa para evitar actuar. Nos basamos
en la estadística y decimos que más del 80% de la riqueza se concentra
en el 2% de la población del mundo, y eso qué, de todas maneras
mirando hacia abajo, es decir, el 20% de la riqueza, la cual se distribuye
en el 78% de la población, siendo unos más acomodados que otros,
nadie o casi nadie renuncia a su riqueza para solventar al 20% de la
población que vive en condiciones de miseria, que padece hambre y no
tiene agua potable, no, para nosotros es más fácil dejar que el mundo
continúe en su inercia, acomodándonos en el lugar que podamos,
justificándonos de una u otra forma, para evitar el peso de la culpa;
finalmente, el problema siempre será de otro.
A Jesús, lo condenaron, lo mancillaron, lo humillaron, lo descarnaron y
lo crucificaron los romanos a solitud de los sacerdotes del Sanedrín; esa
es la historia que nos contaron, pero no, no, eso no es del todo cierto,
esa es la versión más cómoda, la que nos libera de toda
responsabilidad; la verdad es que a Él le hicimos eso, todos nosotros,
toda la humanidad, los que vivieron los acontecimientos acaecidos en
Jerusalén el día de su juicio, de su pasión y muerte, unos, los que
actuaron, quienes le juzgaron, torturaron y asesinaron, otros, que
estando presentes callaron para proteger sus vidas de la manera más
cobarde, y todos nosotros, que continuamos condenándolo,
mancillándolo, humillándolo, lacerándolo, descarnándolo y
crucificándolo, con nuestra apostasía, con nuestra falsa fe, cuando
miramos con indiferencia al desvalido, cuando albergamos sentimientos
de ira contra nuestro hermano, cuando agredimos al vecino, cuando
renegamos de Dios en los momentos de angustia, de enfermedad,
olvidando que debemos gloriarnos en la debilidad porque es allí donde
Dios nos fortalece (2 Corintios 12: 7 al 10). Y con todo ello, todos
tratamos de lavarnos las manos al igual que Pilatos; dice la historia que
ante Poncio Pilatos, prefecto (gobernador) de la provincia de Judea,
fueron presentados dos hombres, Jesús de Nazaret y Barrabás, para
que uno de los dos fuera puesto en libertad en la fiesta de la pascua
judía, conforme a una tradición romana. Al examinar la palabra
Barrabás, esta tiene su origen en el antiguo Arameo: “bar abbá” y
significa “hijo del padre”, lo cual hace pensar, que en realidad los judíos
que se congregaron allí, el día de la pascua, pedían que liberaran a
Jesús, pero la historia romana de manera conveniente creo este
siniestro personaje zelote, para de esa manera responsabilizar a los
judíos de la muerte de Jesús y adoptar el cristianismo como la religión
oficial del imperio sin la culpa que pudiera corresponderles, porque
grandísima sería la carga para Roma, si habiendo ellos tenido que ver
con la muerte del Maestro, se considerasen los guardianes de la casa
de Cristo. Lo más conveniente es decir que no fueron los romanos y si
los judíos que no son cristianos, cuando en realidad a Cristo lo matamos
y lo seguimos matando, especialmente, los cristianos.
Nos congregamos en iglesias en donde muchos de los jerarcas viven
en la opulencia, visten prendas confeccionadas por los grandes
magnates de la industria de la confección, comen manjares y ostentan
un poder supuestamente divino, iglesias en las que sus jerarcas día a
día se enriquecen con la fe de los incautos, con la promesa de una vida
más allá de la muerte, en un lugar paradisiaco llamado cielo, en donde
se invita a los feligreses a vivir una vida de sumisión y sencillez, es decir,
opuesta a la que muchos de sus sacerdotes y pastores viven, en las que
se pregona el amor cuando promueven la exclusión e incluso
consideran diabólica y enfermiza la práctica de comunidades que no se
ajustan a sus paradigmas, iglesias que se acusan unas a otras, se
persiguen unas a otras, se maldicen unas a otras, cuando el mensaje
de Jesús es simple: servir, dar, comprender, socorrer, aliviar, reconocer,
perdonar; en una palabra: amar; su mensaje lo resume en estas
palabras: “Los phariseos, informados de que Jesús había tapado la
boca a los saduceos, se mancomunaron, y uno de ellos, doctor de la
Ley, le preguntó para tentarle: Maestro, ¿cuál es el mandamiento
principal de la Ley? Respondiole Jesús: Amarás al Señor Dios tuyo de
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el máximo y
primer mandamiento. El segundo es semejante a este, y es: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos será cifrada
toda la Ley y los profetas”. Jesús nos invita a amarnos, a que cada uno
sea uno en el otro, como es Él en cada uno de nosotros. El amor no
divide, une; quien divide, va en contra del amor.
En la fe en Cristo, no se trata de tomar partido ni de armar rencillas en
su nombre, sino de amarlo de corazón, con toda el alma y con toda la
mente, y al abrirse a Él, escuchar con atención lo que el Apóstol Pablo
dijo a los colosenses: “Ya, pues, que habéis recibido por Señor a
Jesucristo, seguid sus pasos, unidos a él como a vuestra raíz, y
edificados sobre él como sobre vuestro fundamento, y confirmados en
la fe, que se os ha enseñado, creciendo más y más en ella con acciones
de gracia. Estad sobre aviso para que nadie os seduzca por medio de
una filosofía inútil, y falaz, y con vanas sutilezas, fundadas sobre la
tradición de los hombres, conforme a las máximas del mundo, y no
conforme a la doctrina de Jesucristo." (Epístola del Apóstol Pablo a lo
Colosenses, 2:8-9).
Dios que es bondadoso y no pueden ser de Dios esos pensamientos
cargados de envidia, egoísmo, resentimiento, no, cualquiera que piense
de esa forma: excluyendo, odiando, maldiciendo, renegando,
ostentando, dividiendo, no está poseído por el Espíritu Santo, sino por
satanás, el enemigo del amor, el enemigo de Dios.
Nuestra irracionalidad es tan grande y estamos tan mal, que vivimos
convencidos que somos racionales a pesar de toda esta devastación
que hemos llevado a cabo en el planeta, de lo cual, además somos
conscientes. Es más, consideramos a los demás animales como
inferiores precisamente en razón a su irracionalidad. No he visto al
primer animal, ni al más tenebroso de los depredadores engullirse a otro
animal simplemente por el placer de comer, no, ellos lo hacen para
alimentarse. Si bien es cierto que entre los animales prevalecen los más
fuertes y estos en ocasiones someten a los débiles para quedarse con
el territorio, los alimentos y las hembras, lo hacen con un claro sentido
de la proporción, toman lo necesario para asegurar su supervivencia y
su herencia genética. La ley del más fuerte en los humanos, está
asociada no a la supervivencia ni a la prevalencia de su herencia
genética, sino al orgullo, a la arrogancia, la soberbia, la avaricia y la
opulencia. Con lo que acumulan los humanos más fuertes, podría
alimentarse incluso a toda la especie humana y salvar al mundo entero
de la enfermedad, de la miseria, pero no, eso a ellos no los conmueve,
lo importante es acumular más y más, por eso crean ejércitos, armas,
fortalezas, grandes templos cargados de suntuosidades, para proteger
su poder y su riqueza, sin pensar que con el costo de las armas, de sus
guerras y de todos sus suntuosos y ostentosos bienes y monumentos,
podrían garantizar la paz y solventar a la especie.
Muy a pesar de todo esto, sé que existe la bondad, la misericordia, el
amor, el respeto; pero me pregunto, ¿existirán en las dosis necesarias
para salvar al hombre? Siendo Dios tan bondadoso, parecería no
quedarle opción para proteger la vida de las plantas y los animales, que
curar al planeta de esa enfermedad, de ese cáncer, de esa
podredumbre en que se ha convertido el hombre. ¿Es posible qué no
sea demasiado tarde y que para Dios no quede otra opción que
enfrentarse a una nueva Sodoma?
¿Acaso somos el ángel caído, o nos convertimos en presa fácil del ángel
caído y traicionamos a Dios?
Aun en aquel tiempo, en el cual Dios destruyó a Sodoma con fuego y
con azufre para extirpar el pecado (Génesis 19: 1-38), salvó a Lot y a
su familia; estamos a tiempo de entender, que como la creación
predilecta de Dios, debemos ser instrumentos de Él para preservar y
engrandecer toda su obra, si no nos es posible salvarnos todos, por lo
menos conformemos la familia de Lot, no siendo muchos, con la
misericordia de Dios sé que se podría rescatar a nuestra especie.
Partamos por comprender que siendo creaturas tan ínfimas en el
universo, habitando en un punto imperceptible que gira alrededor de una
estrella que se pierde en un brazo de la inmensidad de la Vía Láctea, la
cual es apenas un punto entre miles de millones de puntos en el vasto
universo, ese universo tan infinitamente grande, cabe en nuestra mente
y viajamos a través de él con el pensamiento, es más, nuestros viajes
se producen en fracciones de segundo y podemos ir a los lugares más
recónditos y apartados de esa inmensidad llamada universo, a lugares
inimaginables. También viajamos con el pensamiento a través del
tiempo, desplazándonos a nuestro antojo hacia adelante o hacia atrás,
recreamos eventos pasados e imaginamos los futuros. Nos ha sido
dado el poder de imaginar incluso las partículas cuánticas, de ver sin
haber estado allí, la superficie de Venus. Que grandeza, que maravilla,
somos algo así como semidioses que no hemos comprendido el
Génesis, que no hemos dimensionado que, al haber sido creados a
imagen y semejanza de Dios, nos fue dada la potestad de ser
semejantes a Dios.
Destruyamos a Sodoma y construyamos la nueva Jerusalén,
destruyamos la casa de Satanás y construyamos una casa a Dios, para
que habite en ella. Estamos a tiempo.
Pero parece que todo está dicho y realizado, Jesús lo profetizó al decir:
“¡Jerusalén! ¡Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a los que
a ti son enviados, ¿cuántas veces quise recoger a tus hijos, como la
gallina recoge a sus pollitos bajo las alas, y tú no lo has querido? He
aquí que vuestra casa va a quedar desierta. Y así os digo: en breve ya
no me veréis más, hasta tanto que reconociéndome por Mesías digáis:
Bendito sea el que viene en nombre del Señor” (Mt. 23: 37).
No obstante, somos apostatas, decimos creer en Jesucristo, pero no le
seguimos como Él lo señaló al responder a Tomás, quien le preguntó
“Señor, no sabemos a dónde vas: pues ¿cómo podemos saber el
camino? Respóndele Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14: 5, 6). Sabemos cuál es el
camino de la salvación y no lo tomamos, somos renuentes a Dios,
preferimos continuar en nuestra apostasía.
¿Es a Jesucristo, engendrado en María, nacido por obra y gracia del
Espíritu Santo, a quien realmente creemos, o es al ángel caído quien se
manifiesta en imágenes y nos arrastra a reconocerlo como una deidad?
Bien dijo Jesús: “Y ¿cómo es posible que me recibáis y creáis, vosotros
que andáis mendigando alabanzas unos de otros: y no procuráis aquella
gloria que dé solo Dios procede? (Juan 5: 44).
Pensamos que basta con decir que creemos en Dios y por ende en
Jesucristo y el Espíritu Santo, que son uno solo; no, si creemos en Él,
es a Él y únicamente a Él a quien debemos adorar y es para su gloria
que debemos actuar. Estando en el desierto Jesús, se le presentó
satanás y para tentarlo “le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria
de ellos, y le dijo: todas estas cosas te daré, si postrándote delante de
mí me adorares. Respondiole entonces Jesús: apártate de ahí, satanás:
porque está escrito: adorarás al Señor Dios tuyo, y a él solo servirás”
(Mateo 4: 8-10). Son nuestras acciones, que se constituyen en la
verdadera oración, con las cuales podemos dar testimonio de nuestra
fe en el Señor, pues imitarlo a Él, significa ser como Él y es así como
podemos ser a su imagen y semejanza; caso contrario, así sea bueno
lo haya en nuestro corazón, si lo que sale de nuestra boca y lo que
hacen nuestras manos, no es de lo que hay en nuestro corazón, no es
el camino del Señor el escogido, el camino de la salvación, sino el de la
perdición, es la apostasía.
Jesús dijo: “Y el Padre que me ha enviado, Él mismo ha dado testimonio
de mí: vosotros empero no habéis oído jamás su voz, ni visto su
semblante. Ni tenéis impresa su palabra dentro de vosotros, pues no
creéis a quien Él ha enviado. Registrad las Escrituras, puesto que creéis
hallar en ellas la vida eterna: ellas son las que están dando testimonio
de mí. Y con todo no queréis venir a mí para alcanzar la vida” (Juan 5:
37, 40).
Recordemos y de manera insistente que Él dijo: “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida”
El ser humano no puede pretender tomar atajos, el camino es uno solo
y tiene nombre, tampoco puede pretender tomar el camino a su antojo,
unas veces sí y otras no. La presencia de Dios no es intermitente, no,
Él es soberano.
Si la muerte me sorprendiera, con tristeza diría: viví lo que pude y me
fue permitido e hice lo que quise mas no lo que debí hacer, pero por la
misericordia de Dios, habiéndome arrepentido le pediría al Señor mi
Salvador que perdonara todos mis pecados y sé que aun en el lecho de
muerte Él me escucharía.
Pero, si por la gracia de Dios, no me sorprende la muerte, le pido al
Señor, que guíe mis pasos para seguir la senda que Él trazó para
nosotros, que no me permita buscar atajos ni salirme del camino, que
me alimente con su palabra, que es la verdad y la fuente de la vida, para
que mis acciones sean de su agrado y para su gloria. Con humildad le
pido además, que me acepte en las filas de su ejército que al son de
trompetas marcha hacia el campo de batalla con la espada enfilada
contra el mal, pues Jesús dijo: “No penséis que vine a traer paz a la
tierra; no vine a traer paz, sino espada” (Mateo 10: 34), la espada del
Señor es su palabra que al entrar en el corazón del hombre, lo limpia,
lo libera y lo enaltece, y unido a Él, cada uno en Él y Él en cada uno,
estando a su servicio, propaga la palabra para que sean más los aliados
del bien, solamente así, sumando y sumando al bien, podremos
salvarnos de nuestra miseria y perdición.
“Yo sé que mi Redentor vive” (Job. 19: 25).
Con el más profundo amor, a mi Señor Jesucristo,
EURÍPIDES.
Soldado de Jesucristo.

Cristo Redime, Evangeliza, Enaltece y Revive.


Nunca será demasiado hablar de Cristo, ojalá todos habláramos de Él. Voy a
atreverme a hacerlo y no como lo hacen los teólogos, ni los sacerdotes o pastores,
no, voy a hacerlo como cualquier persona desprevenida que considera que no se
necesita ser un experto en cristiandad para hablar de Él, por su historia y más aún,
por su mensaje, no es necesario ser experto en nada para hablar de Él, lo hermoso
de hablar de Cristo es que no se le puede circunscribir en una escuela filosófica,
tampoco en ninguna religión, porque el no vino a filosofar, tampoco a crear una
religión, su misión fue recatarnos del mal, dicho esto desde el punto de vista
religioso, vino a redimirnos del pecado, pero la pregunta es, ¿cómo nos rescata del
mal, o cómo nos redime del pecado?
Según la biblia, uno de sus discípulos le preguntó cuál era el camino a seguir para
salvarnos y Él le respondió: "yo soy el camino, la verdad y la vida".
Parece fácil, verdad, basta entender que, si Él es el camino, entonces debemos
recorrer sus pasos, si es la verdad, debemos seguir su palabra y si es la vida, al
seguirlo, la muerte nos llevará a Él.
Pero, ¿cómo seguir los pasos de alguien tan majestuoso, a quien le atribuimos
poderes sobrenaturales?
Según las escrituras, en el principio Dios nos creó a su imagen y semejanza, eso
dice el génesis. Si esa afirmación es cierta, entonces somos semejantes a Dios, lo
cual significa que, si Jesús hizo milagros y estos parecen estar permeados por
fuerzas sobrenaturales, también nosotros podemos hacerlos; no obstante, y con el
debido respeto, creo que Jesús fue el más humilde de los hombres, y fue así para
hacer posible que nosotros lo siguiéramos. Resucitar a un muerto no debe significar
necesariamente levantar del lecho de muerte a alguien que físicamente haya
fallecido, no, este mundo está lleno de personas muertas en vida, personas sin
rumbo, sin propósito. Pues la resurrección más allá de desafiar a las fuerzas de la
naturaleza, es trabajar con esas personas para ayudarlas a encontrar un rumbo, un
propósito, es encaminar a las personas para que su vida tenga significado. Eso fue
lo que nos enseñó Jesús como maestro. Igualmente podemos hacer este ejercicio
con la curación de los ciegos, no se trata en este caso de desafiar a las fuerzas de
la naturaleza pretendiendo que alguien que no pude ver la luz, lo haga, no, se trata
de la ceguera espiritual, que curarla tiene más valor, porque hacer ver la luz
espiritual a alguien puede salvarlo. Si ven lo fácil que es hacer milagros.
Estos serán los temas de CREER, los invito a leerlos y a compartirlos, lo que ofrezco
son una serie de reflexiones y no pretendo añadir un ápice de conocimiento, porque
no trato de hacer ciencia sino de compartir lo que con humildad pienso.
Bendiciones para todos.

CREER
Continuando con el tema, hoy quiero decirles el origen de CREER. En primer lugar,
debo confesar que no fue mi idea, sino la de un buen amigo, quien intentó crear un
grupo interdisciplinario que se reuniera a reflexionar sobre temas relacionados con
la fe y en especial a leer la biblia para darle un sentido práctico a sus enseñanzas.
El grupo no funcionó, pero la idea me gustó y quise darle continuidad y que mejor
manera que por este medio. Comparto con ustedes el inicio:
CREER
CRISTO, REDIME, EVANGLIZA, ENALTECE y REVIVE.
Si estás lleno de DIOS, AMOR, SABIDURÍA, FE y ESPERANZA, entonces, DAS
FE.

La fe es creer, pero es importante saber si crees en lo que debieras creer, no


siempre estamos en presencia de Dios.
Dios siempre está con nosotros, pero nosotros no siempre estamos con Dios y en
ocasiones aun creyendo estar con Él, no lo estamos.
Alguien que pensó haber vencido el pecado dijo una vez a Satanás: recuerda quién
ganará según las escrituras y Satanás respondió: considera la fuente (de la película
El Abogado del Diablo).
Cuando creemos haber vencido el pecado, lo cual es vanidad, Satanás nos dice al
oído: vanidad, mi pecado favorito (de la película El Abogado del Diablo).
El hombre de Galilea, ese a quien vilipendiaron, y a quien mancillaron, descarnaron
y crucificaron, quien dijo palabras llenas de sabiduría en el lenguaje más sencillo y
con humildad, resume sus enseñanzas, en una palabra: AMOR.
La Biblia está llena de simbolismos, es la razón por la cual se constituye en un libro
universal y para todos los tiempos, cada historia, cada hecho, cada versículo, cada
palabra, tiene un significado que, con una mente positiva, proactiva y
fundamentalmente llena de amor, se puede hacer una interpretación y aplicación
para la vida y en favor del bien.
Quienes hacen una interpretación ligera y exegética, encuentran en ella una serie
de incoherencias, contradicciones e incluso mensajes carentes de amor.
En una interpretación exegética la lucha entre David y Goliat es una historia violenta
en la cual Dios toma partido en favor de uno de los adversarios y le favorece
ayudando a su protegido a derribar a su adversario quitándole la vida. ¿Cómo podría
entenderse esta acción dentro del marco de los mandamientos? Amarás a tu
prójimo como a ti mismo y no matarás.
Como ya se mencionó, cada historia que se relata en la biblia está llena de
simbolismos, lo cual significa que debemos hacer una interpretación teleológica y
sistemática de la narración. Aquí no se trata de la vida y la muerte del ser humano
sino del bien y del mal.
En la lucha de David con Goliat uno podría preguntarse por qué Dios favoreció la
conducta violeta de David al lanzar la piedra que derribó a Goliat, por qué no
simplemente Dios conmovió a Goliat para que cesara la violencia o por qué no dio
las palabras apropiadas a David para que venciera la ira de Goliat. Pero hay una
realidad indiscutible e incuestionable, así como existe el bien existe el mal. En esta
historia David representa el bien y Goliat el mal, y por pequeño que sea el bien y lo
grande que sea el mal, el bien triunfará sobre el mal. Lo que se necesita para que
el bien venza el mal es fe, y la fe da la determinación y la seguridad que se necesita
en la lucha contra el mal.
David además de representar el bien, porque él no provoca la contienda, sino se
ofrece en sacrificio para defender a su pueblo en un acto de amor, también
representa la fe, porque no dudó a pesar de las diferencias contundentes, se
enfrentaría a un hombre gigante y muy fuerte, no obstante David actuó con
seguridad y determinación, nunca dudó de su capacidad.
Según el Génesis Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, es por eso que
Dios está presente en cada ser humano, su fuerza y su voluntad hace parte de la
naturaleza humana, el hombre por naturaleza es linaje de Dios. Esa semejanza hizo
al hombre como un ser libre, autónomo, con lo cual le permitió hacer su voluntad.
Si Dios es amor, el hombre es un acto de amor y en esencia es amor.
Cuando el hombre considera a Jesús, Dios hecho hombre, pero más allá del
hombre, porque le conferimos poderes sobrenaturales, entonces nos resulta
imposible imitarlo.
Dios no se hizo hombre para ser más que el hombre, se hizo hombre para
redimirnos del pecado y como hombre nos señaló el camino, un camino: el amor.
Dentro de cada uno de nosotros reside David, con la fuerza suficiente para vencer
el mal por grande y monstruoso que sea, lo que debemos hacer es actuar con fe, lo
que nos dará la determinación para derribar al Goliat que nos acecha.

EURÍPIDES GUARÍN ANAYA

También podría gustarte