Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Somos hijos de Dios por linaje, pero no por redención, somos renegados,
lo cual nos hace proclives a ser presa fácil de Lucifer, a convertirnos en la
encarnación de Satanás. Nosotros no hacemos el amor, fornicamos,
asesinamos, hurtamos, mentimos, traicionamos. Matamos animales
indefensos en la práctica del deporte de la cacería, mutilamos a nuestras
mascotas para que se vean bonitas, encerramos aves y peces para
relajarnos viendo sus colores y movimientos, disfrutamos su danza
macabra en la búsqueda de una salida a su hábitat natural, nos divertimos
viendo martirizar a los toros en lo que llamamos la fiesta brava, nos
resulta placentero ver como se matan los gallos a picotazos, pagamos para
ver como dos hombres desesperados y acosados por el hambre y la
miseria, en un ring de boxeo, se golpean de manera inmisericorde para
competir por una bolsa de dinero, que le permitirá al ganador huir de la
pobreza sin importar muchas veces, si el que cae en la lona muere o
queda lisiado por el resto de su vida; comemos más de lo que necesita
nuestro cuerpo, aun sabiendo que eso es gula, y lo disfrutamos. Nos
gozamos la vida con el morbo; si los periódicos y los noticieros en
televisión no mostraran episodios sangrientos, de desolación y
destrucción, casi a nadie le interesarían. De hecho, entre las más grandes
producciones cinematográficas, están las que muestran grandes tragedias.
Por eso la muerte no debería preocuparme, porque al morir, cualquiera
podría pensar que la tierra no pierde nada y yo de nada me pierdo. No sé
cómo podemos pretender llegar a donde un Dios bondadoso, cuando todo
lo que hacemos es el mal. Es tan cierto, que expresamos pena por los más
necesitados, pero qué hacemos para mejorar las condiciones de los
demás, nada, o casi nada, siempre tendremos una excusa para evitar
actuar. Nos basamos en la estadística y decimos que más del 80% de la
riqueza se concentra en el 2% de la población del mundo, y eso qué, de
todas maneras mirando hacia abajo, es decir, el 20% de la riqueza, la cual
se distribuye en el 78% de la población, siendo unos más acomodados que
otros, nadie o casi nadie renuncia a su riqueza para solventar al 20% de la
población que vive en condiciones de miseria, que padece hambre y no
tiene agua potable, no, para nosotros es más fácil dejar que el mundo
continúe en su inercia, acomodándonos en el lugar que podamos,
justificándonos de una u otra forma, para evitar el peso de la culpa;
finalmente, el problema siempre será de otro.
¿Acaso somos el ángel caído, o nos convertimos en presa fácil del ángel
caído y traicionamos a Dios?
Aun en aquel tiempo, en el cual Dios destruyó a Sodoma con fuego y con
azufre para extirpar el pecado (Génesis 19: 1-38), salvó a Lot y a su familia;
estamos a tiempo de entender, que, como la creación predilecta de Dios
debemos ser instrumentos de Él para preservar y engrandecer toda su
obra, si no nos es posible salvarnos todos, por lo menos conformemos la
familia de Lot, no siendo muchos, con la misericordia de Dios sé que se
podría rescatar a nuestra especie. Partamos por comprender que siendo
creaturas tan ínfimas en el universo, habitando en un punto imperceptible
que gira alrededor de una estrella que se pierde en un brazo de la
inmensidad de la Vía Láctea, la cual es apenas un punto entre miles de
millones de puntos en el vasto universo, ese universo tan infinitamente
grande, cabe en nuestra mente y viajamos a través de él con el
pensamiento, es más, nuestros viajes se producen en fracciones de
segundo y podemos ir a los lugares más recónditos y apartados de esa
inmensidad llamada universo, a lugares inimaginables. También viajamos
con el pensamiento a través del tiempo, desplazándonos a nuestro antojo
hacia adelante o hacia atrás, recreamos eventos pasados e imaginamos los
futuros. Nos ha sido dado el poder de imaginar incluso las partículas
cuánticas, de ver sin haber estado allí, la superficie de Venus. Que
grandeza, que maravilla, somos algo así como semidioses que no hemos
comprendido el Génesis, que no hemos dimensionado que, al haber sido
creados a imagen y semejanza de Dios, nos fue dada la potestad de ser
semejantes a Dios.
Pero parece que todo está dicho y realizado, Jesús lo profetizó al decir:
“¡Jerusalén! ¡Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti
son enviados, ¿cuántas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina
recoge a sus pollitos bajo las alas, y tú no lo has querido? He aquí que
vuestra casa va a quedar desierta. Y así os digo: en breve ya no me veréis
más, hasta tanto que reconociéndome por Mesías digáis: Bendito sea el
que viene en nombre del Señor” (Mt. 23: 37).
Bien dijo Jesús: “Y ¿cómo es posible que me recibáis y creáis, vosotros que
andáis mendigando alabanzas unos de otros: y no procuráis aquella gloria
que dé solo Dios procede? (Juan 5: 44).
Pensamos que basta con decir que creemos en Dios y por ende en
Jesucristo y el Espíritu Santo, que son uno solo; no, si creemos en Él, es a
Él y únicamente a Él a quien debemos adorar y es para su gloria que
debemos actuar. Estando en el desierto Jesús, se le presentó satanás y
para tentarlo “le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos, y
le dijo: todas estas cosas te daré, si postrándote delante de mí me
adorares. Respondiole entonces Jesús: apártate de ahí, satanás: porque
está escrito: adorarás al Señor Dios tuyo, y a él solo servirás” (Mateo 4: 8-
10). Son nuestras acciones, que se constituyen en la verdadera oración,
con las cuales podemos dar testimonio de nuestra fe en el Señor, pues
imitarlo a Él, significa ser como Él y es así como podemos ser a su imagen
y semejanza; caso contrario, así sea bueno lo haya en nuestro corazón, si
lo que sale de nuestra boca y lo que hacen nuestras manos, no es de lo
que hay en nuestro corazón, no es el camino del Señor el escogido, el
camino de la salvación, sino el de la perdición, es la apostasía.
EURÍPIDES.
Soldado de Jesucristo.