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UNA APROXIMACION A LAS FORMULACIONES DEL

CREADOR DE LA PSICOLOGIA SOCIAL ARGENITNA

DR. ENRIQUE PICHON RIVIÈRE

RECOPILACION

LIC. CRISTINA RIGGIO

PRIMER AÑO

2022
ALGUNAS REFERENCIAS ACERCA DE ENRIQUE PICHON RIVIÈRE
LIC. CRISTINA RIGGIO

1. Introducción
Enrique Pichon-Rivière fue, para muchos, el padre de la psicología social en Argentina .En lo que
sigue revisaremos su vida y obra bajo una mirada interesada en la historia de la ciencia y
haciendo foco en las dimensiones biográfico-institucionales y teórico-epistemológicas. La
distinción no es superflua, ya que la obra de Enrique Pichon-Rivière supone un cuestionamiento a
las divisiones disciplinares y de la distancia entre conocimiento académico y praxis social.
Nuestro foco y recorte privilegiará aquellos aspectos de su obra y figura que consideramos de
mayor relevancia para las ciencias sociales, particularmente la psicología social.

2. Aspectos Biográficos
Enrique Pichon-Rivière nace en Ginebra el 25 de junio de 1907. Hacia 1910 su familia emigra al
noroeste argentino (Provincias de Chaco y Corrientes). Crece en una familia culta proveniente de
la burguesía del sur de Francia que mantenía contacto con figuras e ideas del racionalismo, el
surrealismo, el socialismo, el existencialismo, y que no se cierra a las culturas locales de los
pueblos argentinos entre las que podemos nombrar al folclore nacional, la cultura guaraní y,
posteriormente (desde fines de la década del 30), la vanguardia cultural de una Buenos Aires en
cuyos centros urbanos comenzaban los procesos de modernización y masificación que se
desarrollarán en las siguientes dos décadas, período en el que Pichon-Rivière completa su
formación académica De modo tal que, desde su infancia y durante toda su juventud, vivió
marcado por la articulación de múltiples universos simbólicos-culturales y diversos conocimientos
prácticos y teóricos.
Hacia 1926 ingresa en la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En los años
siguientes se forma como médico psiquiatra. Fue su interés por estudiar la “tristeza” lo que lo
motivó a seguir una formación psicoanalítica y luego a la psicología social. Desde joven se
desempeña profesionalmente en instituciones psiquiátricas como el Hospicio de Las Mercedes
(actual Hospital Borda) y el Asilo de Torres (actual Colonia Montes de Oca). En estas prácticas
Pichon-Rivière intuye la necesidad de una enfoque que trascienda al paciente. Por un lado, busca
incorporar las experiencias y relatos familiares como trasfondo en el cual rastrear las
significaciones de los síntomas psicóticos; por el otro, busca integrar la experiencia intra-grupal
(los juegos entre pacientes) y la relación paciente-familia como dimensiones del análisis y la
terapia. Estas son las formas incipientes de una indagación por la índole social de la patología
mental individual y que lo lleva a explorar la conducta en general.
Como veremos en este trabajo, este esfuerzo implicó para Enrique Pichon-Rivière una trayectoria
disciplinaria e institucional muy particular. Entendiendo a su obra como un esfuerzo colectivo que
se desarrolló en dichos espacios (en la mayoría de los casos literalmente, ya que como veremos,
sus textos son recopilaciones que sus alumnos realizaron de sus clases) incluiremos en este
análisis también a los textos firmados por su compañera -y directora de la Escuela de Psicología
Social que fundara en 1967- Ana P. de Quiroga.

3. Del individuo al grupo y de la Psicología a la Psicología Social


Ana Quiroga menciona 3 etapas del pensamiento de Enrique Pichon-Rivière:
 Década del 40 hasta mediados de la década del 50: los primeros desarrollos de una
hipótesis de la enfermedad única (es decir, un único núcleo de carácter depresivo
generador de las patologías mentales) desde una perspectiva psiquiátrica-psicoanalítica.
 Desde mediados de la década del 50 hasta la década del 60: los primeros desarrollos
sobre la noción de vínculo, ya centrándose en la familia como unidad intersubjetiva de
análisis para la situación clínica.
 Década del 60 y década del 70: los desarrollos de la psicología social a nivel grupal-
comunitario.
La primera etapa se caracteriza por el trabajo más psicoanalítico e individual de Enrique Pichon-
Rivière. Nos limitaremos aquí a unos breves comentarios, remitiendo al lector a otros trabajos de
historia y sistematización elaborados por psicólogos, como Apuntes para una teoría de la
conducta de Ana Quiroga (2010) o Psicología clínica Pichoniana de Fabris y Galiñanes (2004). En
lo que respecta a la segunda y tercer etapa, la innovación de Pichon-Rivière parte de criticar la
noción de “instinto” de Freud a la que sustituye por la de “necesidad” incorporando al contexto
histórico-social. “[La] construcción histórico social [...] opera como conjunto de condiciones de
producción y desarrollo del sujeto, en la medida en que es también el conjunto de condiciones de
producción y desarrollo de la necesidad” (Pichon-Rivière y P. de Quiroga, 1972). Esto no implica
tomar a lo social como causa, sino como condición de posibilidad y desarrollo. Se sostiene la
imagen policausal de los fenómenos psíquicos en un contexto que establece no solo los límites y
las condiciones de ese proceso sino también una nueva dinámica: El individuo no es solo un
producto de su contexto (aunque no se lo puede entender fuera de esta relación que condiciona
la vida psíquica) sino que también es productor del mismo por medio de una praxis. La forma
resultante del vínculo es la de una estructura-estructurante. La relación dialéctica entre sujeto y
contexto que supone dicha “estructura vincular” es de carácter tanto intra-subjetiva como inter-
subjetiva. La misma se desarrolla en procesos de interacción (como la comunicación y el
aprendizaje) y en contextos socio-históricos determinados. En términos de Pichon-Rivière, “el
sujeto es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo
determinan” (1971).
La relación que el pensamiento de Enrique Pichon-Rivière propone con respecto al psicoanálisis
es tema de un debate que oscila entre el replanteo, el olvido y la ruptura .En la psicología
pichoniana el análisis del interjuego de lo consciente y lo inconsciente se traslada al vínculo,
ganando así una historicidad que excede al individuo para alcanzar a la vida cotidiana del grupo,
en particular a la familia, donde lo fantasmático se gesta en relación con la necesidad. Las
patologías mentales quedan como procesos determinados por la relación entre factores
“disposicionales” de carácter histórico y bio-psico-sociales que configuran la trayectoria relacional
del individuo y su grupo, y factores “actuales” cuya significación depende de la relación que se
establezca con los primeros. El paciente -en una primera conceptualización- y su patología -en
una conceptualización más tardía- son caracterizados como emergentes del grupo (Pichon-
Rivière, E. y P. de Quiroga, A., 1972): la conducta patológica se explica por una rigidización o
estereotipia de la relación entre la fantasía y el mundo, mediada por la necesidad y por la
situación grupal. El enfermo mental -en un clásico dictum pichoniano- es “el más fuerte del grupo
familiar” ya que encarna (literalmente) el desajuste entre la fantasía grupal y el mundo, entre el
secreto, la disfunción y la necesidad. Se formulan entonces técnicas terapéuticas
grupales/familiares que operan en la dimensión del imaginario compartido a fin de lograr una
transformación de las estructuras vinculares.
Para mí, y hace más de 20 años que lo vengo sosteniendo, el enfermo mental es el portavoz de la
ansiedad y conflictos del grupo inmediato, es decir, del grupo familiar. [...] El paciente, si uno lo
analiza detenidamente, está denunciando, es el <alcahuete> de la subestructura de la cual él se
ha hecho cargo y que trae como consecuencia el empleo de técnicas de marginalidad o
segregación (internación en hospital psiquiátrico) [...]. El enfermo mental, entonces, es el símbolo
y depositario del aquí y ahora de su estructura social. Curarlo es transformarlo o adjudicarle un
nuevo rol, el de <agente del cambio social> (Pichon-Rivière, 1971: 38).

4. El aprendizaje y la socialización
Las aperturas que realiza Enrique Pichon-Rivière sobre su campo de estudio original (la
enfermedad mental) van constituyendo un programa de estudio de alcance más general sobre la
conducta del individuo en sociedad y sobre los grupos sociales. El hilo conductor de este
programa -a decir de Ana Quiroga (2010)- es el proceso de aprendizaje.
El enfoque que junto con Ana Quiroga proponen para el estudio del aprendizaje se inserta en las
coordenadas de la meta-teoría “constructivista”: se cuestiona la división cartesiana entre mundo
objetivo y experiencia subjetiva; se niega la tesis de la correspondencia en la que el conocimiento
se explica por su referencia (pasiva) a un mundo externo, o su contraparte, que el mundo dicte las
categorías con las que el sujeto se refiere y lo describe; en contraste se supone un sujeto activo
que construye la realidad; por lo que el conocimiento se torna un proceso, antes que un estado;
dicho proceso se realiza en contextos socialmente situados.
Así se entiende al aprendizaje como una relación instrumental entre el sujeto y la realidad, es
decir, un vínculo que se genera por medio de prácticas que no solo forman una imagen “interna”
de la realidad (tanto preconceptual como conceptual) sino que además modifican las acciones del
sujeto y al mundo. Esta relación instrumental está signada por la necesidad, en torno a la cual el
sujeto realiza un recorte significativo del mundo como “objeto de conocimiento”. La necesidad
conlleva a que el objeto aparezca como problemático para el sujeto, es decir, puede faltarle
poniendo en evidencia la separación o dilematicidad de la relación sujeto-objeto. Solo en el
momento genotípico de la vida intrauterina el sujeto se encuentra en plena satisfacción, sin faltas,
sin necesidades. Llevar adelante un proceso de conocimiento implica enfrentar dicha angustia del
enfrentamiento sujeto-objeto y resolverla en términos de una nueva síntesis que la reorganice.
Esto supone crisis y rupturas en el sujeto ya que las estructuras con las que se vincula con el
objeto son una parte constituyente de su identidad, de modo que el conocimiento desencadena
situaciones de confusión y movilización de esquemas. Cuando dicho proceso no se puede llevar a
cabo, generalmente porque la angustia a la que se asocia es tan intensa que el sujeto toma
distancia del objeto, estamos en presencia de lo que Pichon-Rivière llamó un “obstáculo
epistemofílico”, una resistencia motivacional/afectiva hacia el conocimiento.
Esta teoría del aprendizaje tiene un basamento claro en la concepción pichoniana del
padecimiento mental. A la angustia que el sujeto experimenta por la virtual falta o pérdida del
objeto que se torna problemático Pichon-Rivière la asociaba al factor depresivo originario de
todas las patologías mentales. La incapacidad del sujeto de afrontar al objeto y de llevar a cabo
un aprendizaje reorganizador y superador del enfrentamiento angustiante es un emergente de la
relación misma en los términos ya mencionados de factor disposicional y actual. Ana Quiroga
(2003: 16) se pregunta: “¿por qué un psiquiatra, un investigador de la psicosis, de la neurosis
como Enrique Pichon-Rivière concentró su mirada en los procesos de aprendizaje?” para luego
responder: “¿qué es la psicosis sino un trastorno profundo de la emoción y el pensamiento, una
ruptura o una significativa fractura en la relación sujeto-realidad? [La] relación sujeto-mundo
puede ser más abierta, más plástica, dialéctica, o por el contrario se convierte en estereotipada,
empobrecida, dilemática”. La noción de dialéctica cumple un papel fundamental: la oposición
entre sujeto y objeto que supone la relación de aprendizaje aparece como un par antinómico que
debe ser integrado en un nuevo nivel de organización superadora. Supone además una visión
integral del sujeto ya que implica entenderlo “en acto” con su contexto. Se trata, a decir de Zito
Lema (1975) de momentos de un proceso que no se detiene (al menos no patológicamente) sino
que avanza en una espiral en la que se disuelven las contradicciones.
Incluir el proceso de aprendizaje en un período histórico-cultural implica que el sujeto es síntesis
de una historia social e individual. Su conocimiento se organiza en formas organizativas
discontinuas pero sucesivas, es decir, siempre se tiene un sustrato anterior que condiciona y
posibilita la relación con el objeto: el protoesquema corporal es previo al esquema sensorio-motriz
del recién nacido, así como este esquema es previo a las imágenes prelingüísticas, y estas a los
distintos grados de conceptualización. No obstante, en cada una de estas etapas las acciones
son condicionadas por el contexto social. Además las relaciones sociales en las que se inserta el
proceso del aprendizaje son asimétricas (Simkin y Becerra, 2013), de modo que la fantasmática
del grupo social que precede al sujeto condiciona su ámbito de socialización.
El aprendizaje es un problema político, el conocimiento es un problema político porque lo que nos
constituye a nosotros como sujetos cognoscentes es el ser sujetos de una praxis. El que el
hombre sea esencialmente sujeto de la praxis lo define como sujeto esencialmente cognoscente.
Las limitaciones a esta posibilidad de ser sujeto cognoscente están fundamentalmente marcadas
desde el orden social. Ese orden social se internaliza y se transforma en un obstáculo interno o
en una posibilidad interna, porque el orden social puede ser facilitador u obstáculo (Quiroga,
1985: 60).

5. Las Matrices de Aprendizaje y el E.C.R.O. La relación entre teoría-praxis y la


epistemología convergente
Este proceso que hemos descrito configura lo que Ana Quiroga llama “matrices de aprendizaje”
(2003) en relación a los modelos con los que cada sujeto organiza y significa (es decir, construye)
su universo de conocimiento y experiencia. Se organiza en el nivel psicológico pero sustenta en la
infraestructura biológica (es decir, integrando a los niveles neuronales, hormonales, emocionales)
y se determina en las múltiples relaciones sociales (tanto con otros sujetos y grupos, como con el
mundo material socialmente significado). Incluye así aspectos de tipo conceptuales, afectivos,
emocionales, simbólicos, y esquemas de acción. Revierte una condición compleja dado que se
construye como una estructura dinámica que va mutando, a la vez que nos permite y condiciona
una acción que cambia el mundo a nuestro alrededor. A estas “matrices de aprendizaje”, Enrique
Pichon-Rivière las había analizado a través del E.C.R.O.: un “Esquema Conceptual”, es decir, un
instrumento de aprehensión teórico de un recorte de la realidad a la que se hace referencia y
sobre el que se tiene un criterio de operatividad o de posibilidad de cambio, de forma que resulta
“Referencial y Operativo”. Si bien para Voloschin (entrevista personal, 25 de septiembre de 2012)
los conceptos de “matriz de aprendizaje” y “E.C.R.O.” se encuentran fuertemente relacionados,
aclara que el primero refiere a la experiencia individual que se desarrolla desde el nacimiento,
mientras que el segundo puede incluir a experiencias grupales y transpersonales. Al igual que en
el proceso general de aprendizaje que hemos descrito anteriormente, la estructura-estructurante
con la que se aborda la realidad no se limita a aspectos conceptuales, si bien estos serían la
forma más elevada y precisa del conocimiento, sino que involucra elementos afectivos,
motivacionales y emocionales.

Lo antedicho se aplica también al analista u operador social que entabla relación con su sujeto de
estudio. En otras palabras, el conocimiento científico involucra una valoración y una posición
política en relación al objeto de referencia así como una intencionalidad de cambio. La operación
consiste, en este sentido, en hacer explícito lo implícito en un contexto de ansiedad (por el
cambio) controlada para facilitar una reestructuración del aprendizaje. En el E.C.R.O. el criterio de
operatividad funciona como criterio tradicional de verdad. Pichon-Rivière sostenía en 1966: “No
será posible hacer predicciones que sería el cumplir totalmente las exigencias de [...] los
científicos de la naturaleza, extremadamente celosos guardianes del método experimental”
(Pichon-Rivière, 1966). No obstante, se pretende de lo conceptual no solo la capacidad de
interpretar una situación social concreta sino la capacidad de promover una modificación
adaptativa o creativa, es decir, en términos de un aprendizaje transformador (del sujeto
cognoscente y de la realidad). Esta perspectiva no solo da cuenta de la “complejidad fenoménica”
de la situación de aprendizaje, marcada por los múltiples niveles de análisis y factores
intervinientes no reducibles a causalidades lineales, sino también a una “complejidad reflexiva”
que entiende al conocimiento como una práctica que siempre implica un contexto particular de
transformación.

A niveles grupales, esto se manifiesta en lo que Pichon-Rivière definió como “grupos operativos”
en los que se da una producción simbólica con vistas al aprendizaje y a la toma de conciencia de
los saberes prácticos y preconceptuales que operan en el nivel del imaginario individual y
compartido que se desarrolla en el vínculo grupal/familiar, institucional o comunitario. Si bien los
grupos operativos pueden tener una finalidad de cura volviéndose grupos terapéuticos, esta no es
la finalidad exclusiva del grupo operativo. Se trata de un dispositivo de producción social de lo
simbólico, tiene una referencia concreta y una direccionalidad determinada, introduce una tarea, y
reintroduce la interpretación del coordinador a fin de que cada integrante pueda apropiarse de la
producción grupal como un saber instrumental. Como advierte Voloschin (entrevista personal, 2
de octubre de 2012), la consolidación de estas experiencias tiene como contexto a la sociedad
argentina de la década del 60, cuyos fuertes cambios sociales se enfrentaban a resistencias que,
a la vista de un científico comprometido, debían ser desarticuladas (Briolotti, 2013).

Esta concepción de la investigación como acción/experimentación se sustenta en el antecedente


de Kurt Lewin. La investigación de naturaleza participativa (posteriormente “Action Research”)
supone la participación activa de los grupos sociales en la indagación y resolución de sus
problemas. Por esto se debe adoptar un diseño flexible capaz de incorporar el potencial creativo
que la experiencia busca desencadenar en el grupo social (Ander-Egg, 2003). Uno de los
esfuerzos primordiales es el de la explicitación y jerarquización de los problemas y de las
necesidades locales. La recolección e instrumentación de dicho emergente debe involucrar al
grupo desde la formulación de las preguntas y los objetivos; los resultados deben también ser
puestos a su disposición para desencadenar un proceso reflexivo iterativo.

En contexto de grupo operativo la técnica descrita no sólo trasciende las barreras de lo


académico/popular-cotidiano sino que además busca integrar la mayor cantidad de enfoques
teóricos y saberes prácticos que signifiquen heterogéneamente a la realidad social. El dictum
pichoneano (como recuerda Voloschin) sería “mayor heterogeneidad entre los miembros del
grupo y mayor homogeneidad en la tarea resulta en mayor productividad”. Su psicología social
adquiere así un carácter interdisciplinario y una organización de proyecto colectivo. Por un lado
esto permite el desarrollo de lo que desde su obra se llamó una “epistemología convergente”.
Para Enrique Pichon-Rivière las barreras disciplinares resultaban un gran obstáculo
epistemológico y epistemofílico (Zito Lema, 1975) por parte de quienes se resisten al cambio
social e ignoran las necesidades reales de los grupos sociales para constituirse ellos mismos “en
un grupo necesitado de prestigio, dinero y estatus” (Pichon-Rivière, 1966). Esto es claro a nivel
del desarrollo teórico: los aportes conceptuales y metodológicos que confluyen en el E.C.R.O. de
Pichon-Rivière y en las “Matrices de aprendizaje” de Ana Quiroga provienen de diferentes campos
disciplinares como la biología y la epistemología de Piaget, la antropología de Mead, el
psicoanálisis de Freud, la psicología de las relaciones de Klein, y la sociología-filosofía de Marx,
pero también del estudio de la modernidad que interesaba a Gino Germani (Vezzetti, 1998). Por
otro lado, de una particular trayectoria institucional que trataremos en el siguiente apartado.

6. Aspectos Institucionales
La trayectoria institucional de Enrique Pichon-Rivière da cuenta de los sucesivos cambios de su
pensamiento, tal vez más dinámico y flexible que las organizaciones en las que se desarrollaba.

Uno de los primeros quiebres lo tuvo con el Hospicio de Las Mercedes donde se desempeñaba
como Médico Psiquiatra y en el cual había instituido un servicio para adolescentes. A opinión de
Oscar Elvira (2007: 671), Pichon-Rivière “se dio cuenta que los pacientes adolescentes estaban
carenciados de todo tipo de trato terapéutico. Eran una tierra de nadie, no se los entendía, no
existían técnicas terapéuticas lo sobradamente desarrolladas para abordar este tipo de edad
mental de la vida”. Se trata de una época en la que el pensamiento pichoneano se encontraba
abierto al psicoanálisis. Como relata Fabris (2004):
[L]os textos de Pichon-Rivière a partir de 1941 ya son claramente psicoanalíticos. En los años
previos, entre 1932 y 1940, etapa en la que como dijimos se encuadra en el marco de la
psiquiatría clínica, no se encuentra ninguna referencia psicoanalítica [...] ¿Qué ofrecía el
psicoanálisis? La posibilidad de comprender los significados inconscientes de las conductas e
intervenir operativamente, modificando los aspectos patológicos de las mismas. La psiquiatría de
ese tiempo y aun la psiquiatría actual se remiten por lo general a mera descripción sintomática
(fenomenológica).
Así Pichon-Rivière reconocía en esta edad “la resignificación del complejo de Edipo, desde donde
ahora sí va a surgir la identificación con uno de los dos padres y esto conlleva la elección sexual
tanto hacia la heterosexualidad como hacia la homosexualidad” (Elvira, 2007: 617). Esto generó
un enfrentamiento con médicos psiquiatras ligados al organicismo. Después de actos violentos y
de acusaciones de que “consentía la homosexualidad” Pichon-Rivière decide renunciar.
Otro episodio le tocó en la Asociación Psicoanalítica Argentina (A.P.A.) de la que fue miembro
fundador en los años 40 junto a Ángel Garma, Celes Cárcano, Arnaldo Rascovsky, Marie Langer
y Enrique Ferrari Hardoy, y de la que fue presidente durante tres períodos (era además miembro
titular de la Sociedad de Neurología y Psiquiatría [Quiroga, 2007]). De acuerdo con Fabris (2004,
2009), Pichon-Rivière había comenzado a ser marginado hacia mediados de la década del 50 por
parte de la institución ya que había construido un pensamiento que era inaceptable tanto para
A.P.A. como para el propio psicoanálisis, en referencia a la concepción social de la subjetividad
influenciado por las ideas de Klein: “En aquellos años cincuenta, por lo que dominaba a nivel
cultural e ideológico en el mundo, totalidad quería decir necesariamente unidad del sujeto y el
mundo. Quiero decir, hay un aspecto ineludible, no solo es la comprensión totalizadora de los
aspectos internos al sujeto, sino, al mismo tiempo, es la unidad de las personas con el mundo.
Klein estaba, de alguna manera, dando elementos para ello” (Fabris, 2007: 3). Pichon-Rivière se
había hecho eco de las ideas de Klein desde los 50, como lo evidencia su escrito de 1951 (Fabris,
2007: 3). Para Zito Lema (1976) estos alejamientos eran vistos como producto de resistencias
políticas a raíz de las tensiones que generaban sus trabajos. De acuerdo con Ana P. de Quiroga
(2007), Enrique Pichon-Rivière “pasa de ser un maestro de la psiquiatría argentina, formalmente
conocido así, a un olvidado de la psiquiatría y un autor eventualmente leído acerca de la teoría de
los grupos. [...] Algo de esa lucha se entiende por lo que enfrentó, por su reposicionamiento”. Sin
embargo estos virajes no implicaban renuncias totales a las problemáticas y las herramientas
psiquiátricas o psicoanalíticas, sino su puesta en tensión con una problemática mayor.
Hacia 1953 funda la “Escuela de Psiquiatría Social” que se articula con el “Instituto Argentino de
Estudios Sociales” (I.A.D.E.S.), al cual funda en 1955. En el marco de este segundo, emplazado
en la Ciudad de Rosario, -de acuerdo con Fabris (2007)- se desarrollan investigaciones sociales,
estudios de opinión y cursos de formación para coordinadores de grupos. Según Fabris (2009), es
en el marco de esta institución que Enrique Pichon-Rivière acuña el concepto de “vínculo”,
superador de las ideas de Klein. En esta institución colabora Gino Germani, quien más tarde sería
el primer director de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, concurso en el
cual Pichon-Rivière se desarrolla como jurado.
La relación entre Pichon-Rivière y Germani merecería un trabajo aparte, del cual solo podemos
hacer unos breves comentarios. Ambos autores compartían la línea de trabajo que investiga el
desarrollo de la identidad a partir de la grupalidad y el impacto de los cambios de la sociedad
argentina del 50. No obstante, no se encuentran trabajos coautorados ni referencias cruzadas.
Según Voloschin (entrevista personal, 2 de octubre de 2012) esto se puede deber a diferencias
personales, recelos y a una postura divergente en relación con el “academicismo”. Por su parte, la
“Escuela de Psiquiatría Social” cambia a “Escuela de Psicología Social” en 1967, incorporándose
Ana P. de Quiroga a su dirección. Según Quiroga (2007) este hecho se desprende de la
reconceptualización del pensamiento de Pichon-Rivière en torno al E.C.R.O. Es decir, se trata de
una institución generada a la luz de los últimos desarrollos de Enrique Pichon-Rivière, en el marco
de la cual se dictaron las clases que -previa compilación- dieron origen a sus escritos sobre
psicología social. En un contexto de auge de la educación no formal, la Escuela de Psicología
Social incorpora como criterios de admisión a los mismos criterios con los que se forman grupos
operativos: criterios de aptitud psicológica y no de estudios formales (no se exigía ni título
secundario). De acuerdo con Voloschin (entrevista personal, 2 de octubre de 2012) este último
acto radicalmente anti-academicista podría haber sido uno de los factores de mayor peso en su
marginación de la universidad, en la cual muchos de sus discípulos formaron cátedras.
Un último comentario le corresponde a su producción (material) académica. Los volúmenes “De la
Psicología a la Psicología Social” son recopilación de sus clases dictadas en la Escuela y
corresponden a su etapa más madura. No obstante, previos a estos se pueden encontrar textos
de su autoría en revistas médicas, psiquiátricas y psicológicas así como en diarios de circulación
masiva. Sobre la falta de publicación que siguió a este período se erigió el mito de que Pichon-
Rivière “no escribía”. Al respecto, su hijo Marcelo escribe:
La forma de terapia de mi padre no era la escritura. Un Santo a la deriva no escribe: habla. La
gente se reunía alrededor de mi padre para escucharlo. En clase, era insuperable. Toda la
riqueza que no tienen sus escritos (residuos del habla prolijamente redactados) la tenían sus
clases. [...] Le gustaba comparar su actitud con la de Sócrates. Su pasión, su vía de escape, era
la enseñanza, el continuo aprendizaje, con y desde sus alumnos y pacientes (Pichon-Rivière, M.,
sf).

7. Conclusiones. La actualidad del pensamiento de Enrique Pichon-Rivière


Preguntarnos por la actualidad de la obra de Enrique Pichon-Rivière supone un ejercicio de
reconstrucción desde nuestro marco conceptual y operativo. ¿Qué nos puede interesar de su
obra a los científicos sociales? ¿Qué podemos hacer con ella? Considero que dos aspectos de
naturaleza epistemológica merecen ser destacados y que involucran al modo en que Pichon-
Rivière entendía a las Ciencias Sociales.
En primer lugar, un enfoque claramente anti-reduccionista que se expresaba en una ontología de
la complejidad fenomenológica donde se relacionan conceptos y se construyen observables de
diferentes niveles y naturaleza. El enfoque que permite este acceso debe ser también complejo y
ser capaz de adentrarse en la interdisciplina tanto teórica como metodológica. A la vez este
esfuerzo se ve potenciado por su conceptualización del aprendizaje como un fenómeno de
múltiples niveles y ámbitos de organización. La epistemología convergente parece un
antecedente brillante en este sentido, en la medida en que -al igual que la obra de Jean Piaget o
de Edgar Morin-, anticipa 40 años a la irrupción -aún en progreso- de las ciencias de la
complejidad en el campo de lo social.
En segundo lugar, dicho tratamiento de la complejidad no escapa a los desafíos de la reflexividad
ni de la praxis política. Por un lado, la teoría resiste la prueba de aplicación a sí misma sin
esconder sus componentes infraestructurales y supraestructurales. Por otro lado, porque Enrique
Pichon-Rivière no solo hace de la ciencia un instrumento de cambio social explícito, sino que
además denuncia las posiciones políticas implícitas de los enfoques objetivistas. Su articulación
con metodologías de investigación-acción supone además un esfuerzo de autocrítica que evita
solipsismos ya que propone un criterio epistémico de verdad en relación con la operatividad. Esto
se expresa incluso en los liderazgos que son completamente funcionales e instrumentales a la
dinámica del grupo operativo, y por ende, situacionales. El fundamento de dicha praxis es
valorativo. Pero sin embargo no incurre en centrismos: el valor que se persigue es el bienestar
social entendido como un emergente del aprendizaje de grupos sociales en relación a sus
necesidades; y a la salud mental y al desarrollo pleno como una situación de llegada desde la
tristeza, la angustia y el sufrimiento.

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CONCEPCIÓN DEL SUJETO


Material del Lic. Julio Maisa

De los temas que constituyen el ECRO, vamos a desplegar el de la Concepción del sujeto, como sujeto
de necesidad, y que las necesidades se satisfacen socialmente y que por eso está en relación de
determinación con ese medio social.
Sobre la concepción del sujeto, me gustaría comenzar diciendo que hay tres citas en la obra de Pichon-
Rivière que dan cuenta de la misma. En 1970 dice: "El sujeto que está activamente adaptado a la
realidad lo va a estar en la medida en que mantiene un interjuego dialéctico con el medio". En 1973
dirá: "El hombre es un ser de necesidades que se satisfacen socialmente en relaciones que lo
determinan". La necesidad que está en el sujeto, lleva a la acción, a la búsqueda de ese objeto que lo va
a satisfacer. Ahora, esa satisfacción es mutuamente transformante. Si partimos del nacimiento, el
llanto ya es un acto que va a movilizar a otro, quizás a la madre, y va a provocar en ese otro una
acción. Eso va a determinar que se constituyan los vínculos, que van a ser la red de la cual el sujeto va
a emerger. Entonces, el sujeto no es un punto de partida sino de llegada, está producido y en la medida
en que es producido también se transforma en productor. En el caso de la construcción de los roles es
igual, el hijo instaura el rol de la madre y viceversa. Uno no nace sabiendo ser padre, hijo, etc., sino que
son roles que uno los va construyendo, y esa construcción va a estar determinada por el grupo social
al que uno pertenece, a una cultura y a un tiempo histórico dado. Luego dice Pichon: "Entiendo al
hombre como configurándose en una actividad transformadora, en una relación dialéctica
mutuamente transformadora con el mundo, relación que tiene su motor en la necesidad”.
Pichon siempre va a hablar de la dialéctica entre la necesidad y la satisfacción. La necesidad pertenece
al sujeto, y sujeto no es lo mismo que persona y que individuo. El sujeto se infiere. Al sujeto se lo
infiere por lo que hace. Puedo decir, que acá hubo un sujeto porque alguien debió construir esta casa.
Pero el sujeto solamente es sujeto cuando se siente protagonista y es reconocido como tal en ese
hacer, ahí es cuando hay una transformación de la realidad y una transformación de sí mismo. Tiene
que haber registro de ese hacer.
Al referimos al sujeto como productor, no hablamos sólo de objetos sino productor de pensamientos,
de ideas, de sentimientos. Pensemos en un grupo, comienzan a leer un texto, discuten y comienzan a
darse cuenta de esa producción, se sienten protagonistas de ese hacer, tienen un registro de esa
transformación.
Para el psicoanálisis somos sujetos del inconsciente. Para Pichon-Rivière el sujeto es sujeto de la
necesidad. Esto implica darnos cuenta de que algo nos falta, de que somos carentes de algo; por
ejemplo, puedo decir: "quiero ser psicólogo social, pero me faltan instrumentos". El registro de esa
carencia me lleva a moverme hacia la búsqueda de la satisfacción, con lo cual buscaré el lugar donde
pueda encontrar los instrumentos que me permitan leer un sector de la realidad que tiene que ver con
la interacción humana.
Freud, antes que Pichon, dijo que la psicología es psicología social, porque cada sujeto tiene en su
interior cuatro personas: una como modelo, otra como auxiliar, otra como enemigo o rival y otra como
objeto erótico, entonces hay un grupo. En la medida en que vamos creciendo, se va constituyendo
nuestro mundo interno que en realidad es un grupo interno. Nunca estamos solos, podemos tener la
vivencia de la soledad y nos angustiamos, o sentimos que es un espacio necesario para poder crear. En
un caso estaremos en una situación más depresiva, de necesidad de recogimiento, y en el otro
estaremos atravesados por las ansiedades persecutorias, por ejemplo, sentimos esa agitación que
hace que no podamos quedarnos un fin de semana solos en casa.
Cuando Pichon-Rivière habla de sujeto producido-productor, habla de que uno va aprendiendo y
aprehendiendo y en ese aprehender se va transformando y a su vez esa transformación repercute
sobre los otros y los transforma. Así como el proceso de amamantamiento, el bebé transforma a la
mamá y viceversa, es recíproco, ambos se van constituyendo en un rol. Esa interacción deviene
vínculo. El vínculo va a ser esa interacción que tiene el bebé con su mamá pero interiorizada,
incorporada a su mundo interno y eso va a dar cuenta parcialmente de la relación objetiva,
parcialmente porque nunca tenemos una representación del otro tal cual es, siempre va a ser una
representación fantaseada. Si uno le pregunta a dos hermanos sobre su madre y su padre, cada uno
tiene un padre y una madre diferentes. Hay rasgos de los otros de los cuales nos apropiamos, y fuego
los descubrimos en nosotros; por ejemplo, yo no quería ser igual que mi padre pero luego me doy
cuenta que camino igual que él. Cada uno tiene su representación de la realidad, en un grupo va a
haber tantas representaciones como integrantes haya, porque la representación no es como una
fotografía, no da cuenta de la totalidad, sino que siempre hay algo de distorsión.
A veces nos mostramos de una manera y otras de otra, según la situación. Por eso Pichon se va a
ocupar del hombre en situación, es decir, de su comportamiento en un aquí y ahora. Cada vínculo es
único y no siempre es igual, sino pensaríamos en una realidad estática. El vínculo está en permanente
movimiento.
En la medida en que despliego una tarea con otros, me voy a ir manifestando, a veces, tendré
conciencia de cómo me expongo, de cómo manifiesto afuera algo que está adentro. Yo puedo tener
registro de eso o no, pero el otro me devuelve lo que muestro, y ahí puedo tener un conocimiento y un
reconocimiento de mi accionar. Entonces es a través de la tarea que uno comienza a ser sujeto. Sujeto
viene de estar sujetado. En la medida en que me despliegue en actos, en pensamiento, en discursos,
me voy revelando, me voy mostrando, voy tomando conciencia de mí. El trabajarse tiene que ver con
ir reflexionando acerca de cómo es mi comportamiento, qué rol juego, qué rol hago jugar al otro; todo
esto es necesario para comprender el interjuego de roles que se da entre los integrantes de un grupo.
Si uno se adapta activamente a la realidad, transforma la realidad y la realidad lo va transformando a
uno. No somos siempre los mismos. Uno tiene una tendencia a pensar que es el mismo, pero no es así.
Una persona va al cine a ver una película y sale distinto, a partir de esa experiencia hace cambios,
porque se ha visto en esos personajes. En un grupo podemos pensar lo mismo.
***

CAPÍTULO I
LA CONCEPCIÓN DEL SUJETO EN EL PENSAMIENTO DE ENRIQUE PICHON-RIVIÈRE
Texto extraído de la obra ENFOQUES Y PERSPECTIVAS EN PSICOLOGÍA SOCIAL Desarrollos a
partir del pensamiento de Enrique Pichon-Rivière Ana P. de Quiroga - Ediciones Cinco, 1997
"El hombre es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente, en relaciones que lo determinan...
".
Dr. E. Pichon-Rivière, 1973.
"Entiendo al hombre como configurándose en una actividad transformadora, en una relación dialéctica
mutuamente modificante con el mundo, relación que tiene su motor en la necesidad....
La elaboración de un criterio de salud al que nosotros llamamos adaptación activa, significa el análisis
de las formas que reviste la relación del sujeto con el mundo, de las formas que reviste esa relación
constitutiva del hombre como tal...".
Dr. E. Pichon-Rivière, 1973.
"El sujeto es sano en tanto aprehende la realidad en una perspectiva integradora, y tiene capacidad para
transformar esa realidad, transformándose a la vez él mismo...
Está activamente adaptado en la medida que mantiene un interjuego dialéctico con el medio...".
Dr. E. Pichon-Rivière, 1970.

A toda reflexión científica, y particularmente a la reflexión psicológica -dada la índole de su objeto-


¬subyace una concepción del hombre. Una hipótesis acerca de la esencia y el origen de ese conjunto
de procesos que constituyen, más allá del orden animal, una nueva instancia: el orden histórico-social,
lo específicamente humano.
Esta concepción del hombre nos remite, en tanto se inscribe en ella, a una Weltanschaung, un sistema
de representaciones latentes, no necesariamente explicitado en el discurso y que refleja como sistema
representacional, las distintas prácticas de los hombres.
Decimos subyace, hablamos de su condición no necesariamente explícita. Queda por plantear, que aun
desde esa latencia determina la problemática. Esto es: la concepción del hombre, de la naturaleza, del
orden social e histórico y de sus interrelaciones se constituye como lugar teórico, explícito o implícito
desde donde se plantea el problema del sujeto y su comportamiento.
Se constituye como lugar teórico en tanto es ese sistema de representaciones, esa Weltanschaung la
que orienta la formulación de la pregunta por el sujeto. A su vez la pregunta establece líneas,
perspectivas, en la elaboración sistemática de una respuesta.
A partir de la práctica y desde ese "lugar teórico" se da de hecho la enunciación de leyes que darían
cuenta de los procesos del sector de lo real a conocer y transformar.
¿Desde dónde se interroga un investigador? ¿Qué orienta la pertinencia de sus preguntas?
Desde la práctica, desde los hechos mismos. Pero se sitúa, en tanto ser social, en esa práctica, desde el
interior de un sistema social de representaciones, que tiene sus condiciones de producción, de
emergencia, en el complejo de relaciones sociales, culturales, económicas que constituyen el escenario
(contexto) de su tarea.
Quien investiga en el campo de los procesos psíquicos, indaga sus leyes a partir de su práctica
concreta, pero se sitúa frente a esa práctica y la interpreta desde su concepción del orden natural, del
orden social e histórico y su convergencia en el hombre. Esa concepción opera como óptica, como
perspectiva de abordaje y comprensión. Está presente en el salto de calidad que implica el pasaje de la
experiencia clínica a la interpretación y conceptualización de esa experiencia. Se manifiesta como
concepción del sujeto. Emerge en las hipótesis acerca de los determinantes en última instancia, de los
procesos a investigar.
Pero a su vez, esta concepción orientadora, este lugar teórico, no permanece necesariamente estática
en esa confrontación con la práctica en un sector de lo real. Es susceptible de desarrollos,
rectificaciones y ratificaciones. El sostener una determinación social de la práctica desde los sistemas
representacionales que operan en una sociedad, no significa negar la dialéctica del conocer.
Ante lo expuesto puede surgir una pregunta. ¿Esta presencia fundante de la concepción del mundo, de
la Weltanschaung en la elaboración de una práctica, no implicaría una posición escéptica en cuanto a
la posibilidad de un conocimiento científico? ¿Cómo opera un sistema social de representaciones, una
concepción de la naturaleza humana en la elaboración de una psicología científica? ¿Se trata siempre
de un «a priori imaginario», conque se hace necesario establecer una ruptura? ¿Se constituye como
obstáculo epistemológico?
El tema remite a un actual debate: las relaciones entre ciencia e ideología, problema que fue objeto de
un sistemático estudio de nuestra Escuela de Psicología Social, particularmente a partir de la tarea de
reflexión epistemológica que realizáramos el Dr. E. Pichon-Rivière y yo.
Hemos preferido redefinir los términos de dicho debate rescatando la inclusión de un tercer factor, la
base social, de lo real, cada Weltanschaung, como reflejo de las prácticas de los hombres articulados
en una sociedad determinada.
Queda eludido así el falso dilema de naturaleza solapadamente idealista en la que quedó
atrapada la epistemología francesa: Ciencia o Ideología.
La relación se plantea entonces entre: 1) Concepción del mundo, del hombre y la historia. 2)
Base social objetiva, intereses sociales que esa concepción expresa. 3) conocimiento objetivo.
Esta línea orientadora en el análisis del valor cognoscitivo de cada Weltanschaung como sistema de
ideas, en la crítica de las concepciones del hombre y la historia reconoce antiguos antecedentes en la
historia de la filosofía. Es John Locke, en el Ensayo sobre el entendimiento humano, en el que refuta la
postura idealista acerca del innatismo de las ideas, quien en primer término elabora esta hipótesis.
Para Locke las ideas emergen de la experiencia, y el interés social -no el individual- ¬determina los
juicios de los hombres en el dominio de la vida social.
La posibilidad de que la concepción del hombre opere como obstáculo epistemológico en la
elaboración de una psicología científica no depende de su relación con un nivel "ideológico", de su
pertenencia a una Weltanschaung, de su menor o mayor grado de formalización, sino de las
características de los intereses sociales que expresa. De allí devendrá su carácter de sistema de
representaciones ocultantes, distorcionantes, de pseudo conocimiento o su condición de conocimiento
objetivo, desocultante, desmitificador.
¿Esto qué implica? La experiencia, en un mismo contexto social, de más de una ideología, de más de un
sistema representacional. .
El proceso de conocimiento humano tiene su fundamento en necesidades materiales que los hombres
resuelven a partir del establecimiento de relaciones sociales. En consecuencia, la realidad social,
realidad compleja y contradictoria, opera como factor determinante en el desarrollo del conocimiento.
Lo complejo, lo contradictorio de esas relaciones, la diversidad de intereses operantes en esa
estructura, determinan a su vez formas del pensamiento, de la representación, del conocimiento.
Emergen desde allí diversas modalidades de interpretación de lo real. Esto explica la diversidad e
incluso la contradicción entre las concepciones del mundo, del hombre, de la cultura que disputan la
hegemonía en el interior de ese sistema social, ya que estas diversas construcciones teórico-
ideológicas expresan distintos sectores concretos de la misma estructura.
El conocimiento humano, los sistemas sociales de representación de lo real tienen una historia que no
es otra que la historia social, la historia de las relaciones establecidas entre los hombres para abordar
la naturaleza en la intención de resolver las inaplazables exigencias de la subsistencia.
De allí que ningún sistema de representaciones pueda ser analizado ni comprendido fuera del análisis
y de la comprensión de esa historia que lo determina, sin que ese procedimiento no concluya en el
establecimiento de una ruptura entre el objeto a estudiar y sus condiciones de producción. Desde la
coherencia con esta proposición queda invalidado el planteo de una «teoría de la Ideología», tanto
como el falso dilema Ciencia o Ideología, concepción del mundo o conocimiento objetivo.
Al elaborar hipótesis, como lo hace Althusser, acerca de la Ideología en general, definiéndola como la
«representación de las relaciones imaginarias que los hombres guardan con sus condiciones de
existencia», se produce un deslizamiento al idealismo, en el sentido de la fragmentación del objeto de
conocimiento.
El planteo althusseriano acerca de la Ideología, como forma del desconocimiento, reduce de hecho, el
complejo problema de los sistemas sociales de representación, como formas sociales de conocimiento,
al pseudo problema de la ideología, omnipresente, inmutable, transhistórica, eterna, realizando una
abstracción que no permite el abordaje de realidad alguna, ya que remite a un vacío.
Las ideologías, los sistemas representacionales que interpretan lo real aparecen en el pensamiento
althusseriano, que tanta vigencia alcanzara en nuestro medio, metamorfoseados en un fetiche: La
Ideología.
¿Por qué hablar de un proceso de fetichización? Porque esta metamorfosis de las ideologías en «La
Ideología» ahistoriza el nivel representacional, lo despoja de sus connotaciones específicas, de su
pertenencia, aislándolo de sus condiciones de producción: las prácticas de los hombres en relaciones
sociales contradictorias.
Las concepciones del mundo, del hombre, los sistemas de ideas que interpretan lo real quedan, en
tanto «Ideología» esencializados, como una inevitable y natural relación imaginaria de
reconocimiento-desconocimiento, que la ubica casi en el nivel de las categorías kantianas de
aprehensión de lo real.
Introducir esta reflexión epistemológica sobre el valor cognoscitivo de las «concepciones del mundo»,
en este trabajo acerca de la concepción del sujeto en el pensamiento de E. Pichon-Rivière, me parece
particularmente pertinente ya que mi intención es mostrar como Pichon-Rivière fundamenta una
psicología y la define como social, a partir de su concepción del sujeto, como social e históricamente
determinado, como configurándose en un interjuego con un contexto que se le da siempre entretejido
de vínculos y relaciones sociales. Este interjuego tiene como fundamento una contradicción inherente
al sujeto en tanto organismo viviente: contradicción entre necesidad y satisfacción. Es la situación de
necesidad la que promueve la relación con el mundo externo, con el otro, en la búsqueda de la
gratificación. Esa contradicción intrínseca es la que remite al interjuego sujeto-contexto en el que el
sujeto se configura.
En la elaboración de esta concepción del sujeto se articularon, en un fecundo encuentro, una práctica
clínica y una concepción del mundo que se constituye en conocimiento objetivo, en tanto da cuenta de
la estructura de lo real al esclarecer las interconexiones existentes entre naturaleza-hombre-sociedad.
Dicha práctica, situada a partir de esa Weltanschaung, siguiendo el triple movimiento de experiencia-
conceptualización-transformación que hacen a la esencia del proceso de conocimiento, y en una tarea
de crítica y autocrítica, ratificación y rectificación, dio lugar al desarrollo de un sistema de conceptos,
ECRO (Esquema Conceptual, Referencial y Operativo), que ilumina un sector de lo real e instrumenta -
en tanto da cuenta de sus leyes internas- para operar sobre él.
En síntesis, es desde la concepción de la Naturaleza humana social e históricamente determinada,
desde el Hombre entendido en cada aquí y ahora como punto de llegada de un proceso histórico, como
síntesis o centro de anudamiento de una práctica clínica que remite a una dialéctica entre mundo
interno y mundo externo, entre el sujeto y su contexto vincular, que el problema del sujeto puede ser
planteado en sus justos términos.
A partir de la concepción del hombre y el mundo y de la tarea terapéutica que revela la
estructura dialéctica de la subjetividad, es que E. Pichon-Rivière plantea «una nueva problemática».
Y es desde esa problemática del sujeto que somos referidos a la temática de la interacción, del
vínculo y del grupo, en la investigación de esa dialéctica fundante de la subjetividad.

UNA NUEVA PROBLEMÁTICA: LA PSICOLOGÍA DEFINIDA COMO SOCIAL

La concepción pichoniana del sujeto lo define como emergente configurado en un sistema vincular a
partir del interjuego fundante entre necesidad y satisfacción, interjuego que remite a su vez a una
dialéctica intersubjetiva. Es decir, que esa dialéctica esencial constitutiva de lo subjetivo, tiene como
sustancia la interpenetración de dos pares contradictorios: a) necesidad/satisfacción; b)
sujeto/contexto vincular-social en el que emerge y se resuelve, en una relación con otro, esa
contradicción básica entre la necesidad y la satisfacción.
Pichon-Rivière conceptualiza en términos de dialéctica entre necesidad y satisfacción, entre sujeto y
trama vincular en las que las necesidades del sujeto cumplen su destino vincular de gratificación o
frustración, el interjuego de causas internas y condiciones externas que operan en la constitución del
sujeto.
La «tensión de necesidad» sería, en principio, un elemento de orden biológico, el que con mayor
claridad remite a la base material, orgánica del comportamiento del sujeto. La tensión de necesidad
tiene a su vez su fundamento en otra contradicción, ya que emerge del intercambio de materia de ese
organismo con su medio. La necesidad es inherente a la materia viva.
La contradicción entre necesidad y su opuesto, la satisfacción, se da en el interior del sujeto, pero en
tanto la fuente de la gratificación le es exterior esta contradicción promueve la relación con el mundo
externo, en la búsqueda de dicha fuente de gratificación. La necesidad aparece así como el fundamento
motivacional de toda experiencia de contacto, de todo aprendizaje, de todo vínculo. La satisfacción, a
la que sólo se accede en la experiencia con el otro es eminentemente social, vincular. La necesidad
remite al objeto, y a partir de las primeras experiencias y en el acto de satisfacerse, la necesidad se
metamorfosea, se «objetiviza», se somete a la determinación del objeto. Desde las primeras
experiencias las necesidades del sujeto se transforman (y en consecuencia el sujeto mismo), cambian
de calidad a partir de la incorporación del objeto. Joan Rivière sostiene que: «Desde el principio
mismo la experiencia proporciona un núcleo y un fundamento para la objetividad». Nosotros
agregaríamos que esa experiencia no es sólo la base de la objetividad en tanto registro de lo externo,
sino que por serlo resulta también fundamento de la subjetividad, ya que desde esa experiencia, en la
que se resuelve la contradicción necesidad/satisfacción, es que el objeto se inscribe en el sujeto,
configurando su interioridad. Lo constituye a partir de la determinación de aquello que aparecería
como más «subjetivo»: la necesidad misma.
El objeto se inscribe en el sujeto a partir de la experiencia y desde la necesidad configurándolo. En la
experiencia de satisfacción el objeto se transforma en un referente interno (objeto interno)
interpretando la necesidad, conformándola. Lo que operaba hasta entonces como condición externa
cambia de carácter para transformarse en elemento de la causalidad interna.
Esta elaboración evoca sin duda parte de los desarrollos freudianos acerca de la «experiencia de
satisfacción» y la emergencia del deseo. Cabría quizá preguntarse -como lo hiciera Lacan en 1969, en
ocasión de su último encuentro en París- por qué Pichon-Rivière habla de Psicología Social y no de
Psicoanálisis.
Desde una psicología definida como social, histórica y concreta podríamos interrogarnos por nuestra
parte por qué Freud abandona la perspectiva intersujetal que esboza en El proyecto de una psicología
para neurólogos y en el capítulo VII de La interpretación de los sueños que se despliega en la
conceptualización del Edipo, y en la introducción de Psicología de las masas, y que de hecho
fundamente a la técnica en tanto exploración de modalidades de vínculos, para legalizar desde las
últimas formulaciones de la Metapsicología una perspectiva estrictamente intrasujetal.
Esta perspectiva intrasujetal parecería entrar en contradicción con una creciente preocupación del
pensamiento psicoanalítico acerca de la función del objeto en la constitución del sujeto. Preocupación
de la que es emergente de desarrollo del concepto de relación de objeto y que se plantea a
investigadores de corrientes tan diversas como M. Klein, Fairbairn, Lagache, Lacan, Hesnard, Laing, La
Escuela del Yo. Sin embargo el centramiento en lo intrasujetal vuelve a ser proclamado como la
pertinencia, el territorio del Psicoanálisis por Laplanche y Pontalis, cuando afirman que «en la medida
en que la noción de relación de objeto pone el acento en la vida relacional del sujeto, arriesga a
conducir a ciertos autores a tener por determinantes las relaciones reales con el entorno. Es esta una
desviación que rechazará todo psicoanalista, para quien la relación de objeto debe ser estudiada
esencialmente a nivel fantasmático entendiendo que las fantasías pueden modificar la aprehensión de
lo real».
Responder a los interrogantes planteados más arriba: Por qué Psicología Social y no Psicoanálisis en
E. Pichon-Rivière, por qué la elección de una perspectiva intrasujetal desde Freud y el pensamiento
psicoanalítico nos remitirá nuevamente a lo que resulta el principio organizador de este trabajo: la
relación entre la problemática del sujeto y el modelo teórico que desde allí se desarrolla.
Lo que denominamos «perspectiva intrasujetal» nos remite en tanto coherente con ella a la
concepción del sujeto que subyace al pensamiento freudiano y que como decíamos determina desde
esa latencia la problemática del psicoanálisis. Concepción del sujeto que se hace explícita y se
despliega, en tanto ningún observable clínico la contrasta, en los escritos sociales de Freud, escritos
que revelan, como señala Pichon-Rivière «una Weltanschaung esencialista, idealista, para la que la
naturaleza humana se determinaría en última instancia desde impulsos instintivos que aparecen allí
eternos e inmodificables en su esencia». Se «naturaliza así la agresión, la rivalidad, la hostilidad entre
los hombres. Estos rasgos "naturales" de "lo humano" hablan de su esencia transhistórica que se
expresa en las relaciones sociales y las determinan en su forma...». No se trata solo de un fenómeno de
reduccionismo psicologista, sino que como afirma Pichon-Rivière «esta concepción idealista,
esencialista tiene como consecuencia una inversión en la que los efectos aparecen como causas y las
causas como efectos...».
En esa concepción del sujeto, pese a la ambigüedad que reviste en el desarrollo del pensamiento
psicoanalítico la que legitima la perspectiva intrasujetal, la jerarquización de lo pulsional -y desde allí
lo fantasmático- como principio interno, único interpretador de la subjetividad (Freud y su
interpretación de la Cultura; Revista Crisis, 1976). Sin visualizar lo que más tarde revelara el abordaje
del mundo interno de un sujeto en el contexto interaccional (familiar) que opera como el conjunto de
sus condiciones de producción: que aun lo fantasmático manifiesta, remite, no sólo a la presencia sino
a la acción concreta del Otro, del objeto, que se mueve hacia la gratificación o la frustración.
Desde la perspectiva intrasujetal, el sujeto aparece como relacional pero, se secundariza (aun
cuando no se le niega totalmente) la dialéctica sujeto/objeto, dialéctica constitutiva de lo subjetivo.
Desde la óptica pichoniana, si la experiencia con el objeto alcanza tal valor de determinación de
la subjetividad, la «focalización» de la dialéctica entre sujetos, de los procesos vinculares, de
interacción, se constituye en el único abordaje pertinente en tanto no fragmenta la realidad a
investigar, permitiendo visualizar el interjuego entre causas internas y condiciones externas en la
producción de un fenómeno. De allí que lo intrasujetal no sería sino un aspecto de un proceso mucho
más complejo, y la investigación centrada en los procesos internos no daría cuenta de la totalidad de
sus determinantes; produciéndose en consecuencia un proceso de fetichización de lo subjetivo.
El abordaje interaccional, vincular que plantea Pichon-Rivière al conceptualizar en términos de
interjuego entre necesidad/satisfacción, sujeto/contexto vincular-social, la dialéctica de la
subjetividad, permite un acercamiento más totalizador a la multiplicidad de determinaciones que
operan en esa unidad biopsicosocial que es el sujeto. Esto se da porque los conceptos de necesidad y
estructura vincular significan una primera aproximación al esclarecimiento del interjuego e
interpenetración de lo biológico y lo social en ese orden específico de fenómenos que constituyen los
procesos psíquicos. Es en el escenario vincular, en la relación con el otro, que el sujeto de la necesidad,
en la acción concreta de satisfacerla en una experiencia social, se transforma en el sujeto de las
representaciones sociales (del objeto) y desde allí en el sujeto de las significaciones sociales, sujeto
humano. Es en el interjuego entre necesidad/satisfacción que tiene su anclaje, su fundamento toda
representación, toda norma, toda ideología, toda acción.

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