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Monográfico

CLÍNICA DE LA INTERSECCIÓN DE LO SOCIAL Y LO INTRAPSÍQUICO


Clinic of the intersection of the social and the intrapsychic

ARTÍCULOS ORIGINALES / ORIGINAL PAPERS

Psicoanálisis y justicia social. De fuera a dentro y de dentro a


fuera

Psychoanalysis and social justice: Outside in and inside out

Sanjay Nath
Many Rivers Collective, LLC

Resumen

Comenzando con reflexiones extraídas de experiencias personales de


abordaje de la justicia social y lo sociopolítico dentro del psicoanálisis,
se destaca la cuestión de la separación de las formulaciones individuales
y culturales/sociopolíticas dentro del psicoanálisis. A partir de la
teorización de Lynne Layton y Philip Cushman, se explora cómo
sostener la tensión entre el pensamiento sistémico y los enfoques
individualistas, concluyendo con una reflexión sobre cómo el
psicoanálisis y la comunidad se han integrado mediante enfoques de
psicoanálisis comunitario en los EE.UU. Este esfuerzo introductorio
por integrar los ideales de la justicia social y el psicoanálisis tiene como
objetivo abordar cómo tal enfoque afecta a la naturaleza de la práctica
clínica psicoanalítica.

Palabras clave: justicia social, psicoanálisis social, psicoanálisis


comunitario

Abstract

Beginning with reflections drawn from personal experiences with


approaching social justice and the sociopolitical within psychoanalysis,
the issue of splitting of individual and cultural/sociopolitical
formulations within psychoanalysis is highlighted. Drawing from
Lynne Layton’s and Philip Cushman’s theorizing, an exploration of
how to navigate the tension between systemic thinking and
individualistic approaches is undertaken, concluding with a reflection
on how psychoanalysis and community has been integrated via
approaches to community psychoanalysis in the U.S. This introductory
effort to integrate the ideals of social justice and psychoanalysis aims
to address how such an approach impacts the nature of psychoanalytic
clinical practice.

La correspondencia sobre este trabajo debe enviarse al autor a Many Rivers Collective, LLC, 2 Penn Center, Suite 920, Philadelphia, PA. 19102 o
por e-mail a dr.sanjaynath@gmail.com. Many Rivers Collective, LLC es una organización centrada en la salud mental, la inmigración y la identidad.

Aperturas Psicoanalíticas, (71) (2022), e1, 1-11 2022 Sociedad Forum de Psicoterapia Psicoanalítica
ISSN 1699-4825
PSICOANÁLISIS Y JUSTICIA SOCIAL 2

Keywords: social justice, social psychoanalysis, community


psychoanalysis

Traducción: Marta González Baz


Revisión: Lola J. Díaz-Benjumea

Me gustaría comenzar compartiendo un sueño lúcido (o pesadilla diurna) que un


paciente me relató durante una sesión. En él, el paciente estaba almorzando en la azotea
de un edificio, junto a un grupo de compañeros, y miraba la ciudad. El paciente empezó
a ver a lo lejos humo, primero un poco y luego una zona cada vez más grande del cielo
oscurecida por el humo que se elevaba. Pronto se hizo evidente para el paciente que era
un incendio que crecía y se desplazaba por la ciudad, con llamas naranjas visibles ahora
en la base de donde salía el humo. El paciente comenzó a sentirse ansioso y preocupado,
y se dirigió a sus compañeros diciendo: "¿Lo veis? ¿Qué hacemos?". Ninguno de los otros
estaba preocupado y dijeron que no sabían de qué hablaba su amigo, ya que los demás no
podían ver nada. El paciente se puso más y más ansioso, y frenético, preguntándose qué
hacer. El fuego crecía y se acercaba a ellos, y toda la ciudad podía arder, mientras los
demás seguían comiendo sus almuerzos en calma.

¿Cómo se entiende este sueño? Uno podría tratar de entender la ansiedad del
paciente a través de la lente de un sentimiento de impotencia o ansiedad que podría estar
conectado a los sentimientos que surgieron en la familia de origen o incluso el entorno
social. Uno podría preguntarse qué simboliza o representa el fuego en el inconsciente del
paciente. También podría ser importante, antes de ofrecer cualquier comprensión, saber
más sobre la identidad del paciente: identidad de género, edad, identidad racial/étnica,
orientación sexual, estado de capacidad, etc. O, de forma similar, saber más sobre el
contexto: ¿en qué momento y lugar se encuentran las imágenes del sueño? Podríamos
mirar los restos diurnos del paciente, o incluso los restos de las semanas, meses o incluso
años que llegaron a producir este momento. Y también podríamos pensar en las
condiciones sociales y societarias más generales que dieron lugar a este sueño. Me
gustaría que el lector reflexionara sobre los sentimientos y pensamientos que le surgen
como oyente de la viñeta onírica, y que los tuviera presentes mientras exploramos juntos
el tema de lo sociopolítico en el psicoanálisis. Volveremos a visitar este sueño más
adelante, así que mantengámoslo entre corchetes, en el fondo de nuestra mente.

Los orígenes del psicoanálisis son complejos y hacen que sea difícil caracterizar
su naturaleza, dado que cada uno tiene su propia visión y definición de sus rasgos
esenciales. Si se recurre a los escritos de Freud de hace más de un siglo, una forma de
pensar el psicoanálisis es una psicología profunda basada en el descubrimiento de lo
inconsciente, basada en las metáforas de la arqueología y la excavación que eran
prominentes a finales del siglo XIX (solo hay que mirar el escritorio de Freud y los
artefactos del antiguo Egipto que le rodeaban mientras escribía). Freud también deseaba
que el psicoanálisis se basara en la biología y la ciencia, haciendo hincapié en las
metáforas hidráulicas y en la idea de fuerzas y presiones dentro de la psique, lo que llevó
a etiquetar la "psicodinámica" como un término tomado directamente de la física y
referido a las fuerzas que actuaban sobre el tripartito del Ello, el Yo y el Superyó.

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Al mismo tiempo, el psicoanálisis inicial también se interesaba por las


condiciones sociales, lo que se documenta en el libro de Danto (2007) Freud's free
clinics: Psychoanalysis and social justice, 1918-1938. El trabajo de Danto proporciona
pruebas históricas de un compromiso a tratar a la clase trabajadora y a los pobres y de
cómo muchos de los primeros psicoanalistas esperaban desafiar "las condiciones políticas
y sociales convencionales" (p. 4). Esto incluía los institutos libres de Berlín, Viena y el
trabajo de Adler y Reich -algunos de los cuales incluían una política explícitamente
izquierdista, un enfoque en servir a los niños y abordaban la sexualidad- centrados en
cambiar las condiciones sociales, políticas y económicas mediante el tratamiento gratuito
y las ideas psicoanalíticas sobre el cambio en los grupos y la sociedad. También se ha
escrito mucho sobre la psicología de la liberación, documentada por ejemplo en el
reciente libro de Gatzambide (2019), A people's history of psychoanalysis: From Freud
to liberation psychology (Una historia popular del psicoanálisis: de Freud a la psicología
de la liberación). En este trabajo, Gatzambide rastrea la influencia de Freud en una serie
de movimientos de justicia social (incluyendo el Renacimiento de Harlem en los Estados
Unidos), culminando con las contribuciones que Fanon, Freire y Martín-Baró hacen hacia
un psicoanálisis liberador.

En el contexto estadounidense, creo que sería justo decir que la historia antes
mencionada no es la corriente principal, ya que el psicoanálisis posterior a la Segunda
Guerra Mundial en los EE.UU. se medicalizó, se profesionalizó y se centró en el
tratamiento individual, produciendo una marca de psicoanálisis conservadora que ha
crecido a partir de los giros intersubjetivos y relacionales, así como desarrollos en la
psicología del self y las relaciones de objeto, pero que, sin embargo, se ha centrado
principalmente en los individuos a partir del contexto social, histórico y político de la
segunda mitad del siglo XX. Esto es parte de la razón por la que el psicoanálisis
estadounidense ha tenido que reclamar lo social y lo político, poco a poco, mediante
trabajos que se han centrado en la identidad a través de la exploración del género, la
sexualidad, la raza y la clase en el último cuarto de siglo. Sin embargo, muchos de estos
trabajos más recientes (ver, por ejemplo, González, 2020b) sigues situados al margen, se
consideran no normativos y tienen en cuenta distintos niveles de lo social y lo político.

Comparto esto como telón de fondo de mi propio viaje en el psicoanálisis. Soy un


inmigrante de segunda generación, nacido y criado en los Estados Unidos, de padres que
vinieron del sur de la India a finales de los años sesenta. Soy un hombre heterosexual,
cisgénero y sin discapacidad, que se identifica con una identidad sudasiática-
estadounidense. Recuerdo vívidamente haber encontrado una obra psicoanalítica en una
librería de segunda mano cuando era estudiante universitario que describía sueños
comunes y recordar haber tenido dos de los tres sueños que aparecían en el libro cuando
era muy joven. Esto me llevó a leer a Freud, y todavía me parece sorprendente la conexión
que sentí con los escritos de un analista judío vienés de casi un siglo antes, que resonaban
tanto con mis propios dramas familiares y la experiencia de biculturalidad y conflicto
intergeneracional.

Mi propia fascinación por la narrativa y la historia me llevó a formarme como


psicólogo y haber tenido afinidad durante toda mi carrera con las ideas psicoanalíticas.
Sin embargo, muchas de las ideas que impregnaban mi aprendizaje sobre el psicoanálisis
no discutían ni abordaban cuestiones de clase, cultura, identidad de género, orientación
sexual o raza/etnia que eran fundamentales en mis propias experiencias tanto con colegas
como con pacientes, y con los sistemas políticos y sociales que estaban presentes pero a
menudo se ignoraban. A menudo los factores sociales y políticos (o " la cultura") eran

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una capa o barniz adicional, un tercero psicoanalítico que podía influir en los individuos
y convertirse en un aspecto abordado en el tratamiento psicoanalítico diádico, pero en
última instancia se examinaban a través del individuo. El exterior se traía adentro y, por
lo tanto, se canalizaba hacia abajo o se reducía a un nivel más local.

Este enfoque no alteraba fundamentalmente el trabajo psicoanalítico, ya que las


cuestiones que podían surgir del entorno familiar de un individuo simplemente se
ampliaban para incluir experiencias de naturaleza social, política o cultural, pero que en
último lugar seguían siendo interiorizadas y parte de la experiencia de un individuo.
Incluso en los modelos que se centraban en aspectos de la identidad -tales como la
sexualidad, la identidad de género o la identidad racial-, la lente era el self individual y
cómo este había asumido aspectos de lo social y lo político. El psicoanálisis no es el único
en esto: en la literatura más amplia sobre salud mental, la idea de los "modelos de estrés
de las minorías" habla de cómo el estrés relacionado con el racismo, el sexismo, la
homofobia y el clasismo se interioriza y da lugar a un mayor sufrimiento de los
individuos. Aunque esto es sin duda cierto, a menudo conduce a poner el foco en los
efectos sobre los individuos en lugar de en los sistemas de opresión y en su
funcionamiento más amplio.

La división y separación de los problemas internos y los externos es endémica en


el campo de la práctica de la salud mental y del psicoanálisis. Esto siempre me pareció
irónico, ya que muchos de nosotros, incluido yo mismo, entramos en el campo con el
objetivo de "cambiar el mundo". Nos sentimos atraídos por pasiones relacionadas con
hacer el "bien" y promover la justicia social. Mis colegas de la salud mental se preocupan
profundamente por los demás y por el estado del mundo y creen en el tratamiento de la
salud mental como una forma de hacerlo. Sin embargo, la capacidad de cambiar el mundo
ayudando a los individuos uno por uno, a menudo separados de su contexto social y
cultural, también es normativa.

En 2006, un colega y amigo me invitó a participar en un taller centrado en un libro


editado recientemente, Psychoanalysis, Class, and Politics: Encounters in the Clinical
Setting (Layton, Hollander y Gutwill, 2006). Uno de los capítulos, escrito por Layton
(2006a), hablaba directa y elocuentemente de la escisión descrita anteriormente, descrita
como un "ataque a la vinculación" de lo individual y lo sociopolítico, y el "tirón
inconsciente para disociar a los individuos de su contexto social". Layton nombra
directamente la división público/privado que no solo construye y promulga la
individualidad a través de la cultura capitalista, sino que también infunde gran parte de la
práctica clínica. Layton escribe: "la terapia psicoanalítica es una de las muchas prácticas
que cumplen la norma que desvincula lo psíquico de lo social... [y] al hacerlo ...
establecemos una norma para lo que cuenta como salud mental que apunta mucho más
bajo de lo que podría" (p. 110, Layton, 2006a).

Una parte de la teorización de Layton que es un intento significativo de superar la


división de lo social/político y lo individual es la idea de "procesos normativos
inconscientes" (Layton, 2006b). Estos procesos son bidireccionales, un intento de
vincular el interior y el exterior de una manera dialéctica que amplía nuestra noción del
inconsciente para incluir las dimensiones sociales y políticas. El exterior está "dentro" y
el interior está "fuera", ya que las normas impregnan lo social/político y el self, con el
poder y la ideología moldeando ambos. Layton pone de nuevo en una formulación teórica
una discusión sobre el poder y la ideología, ya que las jerarquías de clase, raza, sexo y
género:

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. ...confieren poder y existen en beneficio de aquellos con poder, [y] tienden no


solo a idealizar ciertas posiciones de sujeto y devaluar otras, sino que tienden a
hacerlo dividiendo las capacidades y atributos humanos y dándoles asignaciones
de clase o raza o género. Tales asignaciones provocan heridas narcisistas que
organizan el deseo de pertenecer a un grupo en lugar de otro. Estas heridas se
viven como identidades de clase, raza, género y sexo. (Layton, 2006b, p. 240)

Layton, en su crítica a las políticas capitalistas y neoliberales, ha intentado


evidenciar la relación de los profesionales del psicoanálisis con el mantenimiento del statu
quo y, así, volver a vincular nuestro trabajo con los individuos con el mundo exterior. Al
igual que muchos activistas anteriores han intentado hacer de lo personal algo político y
de lo político algo personal, Layton ha trabajado para hacer lo mismo con la relación de
la consulta (tanto del profesional como del paciente) con el contexto sociopolítico.
Basándose en el filósofo marxista Althusser (1971) y en la crítica de Foucalt (1980) al
poder y a cómo lo social y lo político estructuran nuestras mentes, Layton rechaza
esencializar a los individuos y nos ayuda a deconstruir nuestro trabajo y nuestro campo
de modos importantes. Layton sigue siendo una de mis heroínas psicoanalíticas, y la
colección de trabajos de las últimas décadas que acaba de publicar, Toward a social
psychoanalysis: Culture, character, and normative unconscious processes (Layton y
Leavy-Sperounis, 2020) - es un testimonio de la profundidad y amplitud de sus
contribuciones. El trabajo de Layton también proporciona numerosos ejemplos clínicos
y una discusión ampliada de casos que son ilustrativos de cómo conectar la teoría y la
práctica.

Lo que ha faltado en el psicoanálisis es una exploración más profunda del contexto


y los sistemas -la necesidad de ubicar históricamente la empresa psicoanalítica- que es
necesaria para adoptar un enfoque de justicia social. Demasiados enfoques están
incrustados en la separación de lo social/político de lo individual. Los ejemplos incluyen
el activismo/reivindicación como una actividad separada o no relacionada con nuestro
trabajo con pacientes individuales; el trabajo pro bono o de servicio/voluntario que se
separa o diferencia del trabajo con pacientes con privilegios; y la oposición de nuestras
propias necesidades/deseos individuales de éxito dentro de un marco capitalista con el
deseo de producir justicia social y cambio que sirvan al bien común. No pretendo criticar
ninguno de estos enfoques per se, sino señalar que todos ellos siguen disociando,
desvinculando y dividiendo nuestro trabajo en algo que tiene que ver con la justicia social
o algo que no lo tiene. Desde mi punto de vista, todo lo que hacemos como
profesionales/sanadores es social/político. Demasiado a menudo nos disociamos de
nuestros propios privilegios y del razonamiento neoliberal que mantiene vivas las
divisiones mencionadas.

Este enfoque autocrítico también ha sido adoptado por una de las influencias de
Layton, el psicoanalista Philip Cushman, autor de Constructing the self, constructing
America: A cultural history of psychotherapy (1996). Cushman se basa en un enfoque
marxista que examina de nuevo el trabajo de los psicoterapeutas en el contexto del trabajo
y el marco capitalista que mantiene el poder y el control en manos de unos pocos.
Cushman también se sitúa filosóficamente como un hermenéutico que se basa
ampliamente en el filósofo Gadamer y en la idea del horizonte o claridad. Cushman utiliza
estos conceptos para conectar el sufrimiento individual con nuestro trabajo como "agentes
morales" en oposición a las estructuras sociales y políticas opresivas.

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El libro de Cushman incluye dos casos que me han influido profundamente y me


han ayudado a pensar en la cuestión de cómo los sistemas y las estructuras del exterior
están presentes en nuestro trabajo privado y viceversa. El primero de estos casos se llama
"La mano invisible", detallando el trabajo de Cushman con una madre que lucha contra
la depresión y la ansiedad, y que se rasca la piel de forma inconsciente y sin sentido hasta
que sangra; Cushman reflexiona sobre un momento en que ella lo hace en sesión y sobre
cómo entender su comportamiento y su posterior malestar. Cushman asocia su
comportamiento a la idea económica de la "mano invisible" de Adam Smith. Cushman
pregunta a su paciente:

¿Alguna vez se preguntó -le dije- sobre las causas económicas del agotamiento de
su madre, la delincuencia de su hermano y su propio aislamiento? ¿Se sintió
alguna vez excesivamente estresada por el sistema económico o enfadada por la
injusticia de todo ello? […] La familia de mi paciente apenas recibía ayuda de la
familia extensa, de los recursos comunitarios, de la tradición religiosa o de los
programas escolares. Cayeron entre las grietas de las pocas agencias de socorro y
ayuda comunitaria que estaban disponibles. Lo único que tenían era aislamiento
social, roles de género y presiones económicas incesantes que golpeaban a cada
uno de los miembros de la familia. (Cushman, 1996, p. 316-317)

Cushman señala que demasiados profesionales son seducidos por la idea de un


"espacio privado" en el que ese trauma se examina a puerta cerrada, separado de las
estructuras sociales y políticas que crean ese sufrimiento. Esta nos empuja a asociar
libremente y a trabajar contra este tipo de desvinculación, empujándonos al papel de un
agente moral que no solo debe trabajar contra los efectos de dicha opresión, sino también
intentar buscar sus causas (que él sitúa como parte de los males del capitalismo). Al ser
testigos a puerta cerrada del trauma, sea individual, familiar, social, político o cultural,
nos volvemos cómplices como agentes del statu quo si no trabajamos contra esos
sistemas. Para Cushman, la herida de su paciente es sinónimo de la mano invisible del
capitalismo, ya que las fuerzas opresivas más amplias que nos rodean están envueltas en
nuestro sufrimiento individual y colectivo.

En un segundo caso (“El sueño del metro”), Cushman explora el conflicto laboral
de un paciente sobre si aceptar un cliente que es lucrativo pero difícil y desafiante; cuando
el paciente consulta con otras personas de su familia y del trabajo, todos le dicen que sería
imprudente no aceptar a ese cliente y el trabajo. Cushman descibe su conversación:

“¡Era como si se levantaran y hablaran con una sola voz! La voz era la de mi
madre, y decía: ‘¡Eh, tus sentimientos no cuentan!’” Nos miramos un momento y
dudé si hablar de la idea política que me vino a la mente, así que transigí: "Bueno",
dije, "parece que tu madre no es la única que piensa que el dinero es más
importante que el bienestar emocional". Mi paciente sonrió burlonamente,
pareciendo el epítome del cinismo despectivo: "Quizá sea todo el mundo... bueno,
es el sistema. Esa es la voz". Su respuesta me facilitó dar el siguiente paso. Le dije
algo así como: "Creo que la voz que has oído habla a través de todas estas
personas, porque está sedimentada en cada uno de nosotros". [Ya había utilizado
esta idea con él anteriormente] El modo en que valoramos el dinero por encima
de la salud emocional y el capital por encima del trabajo, el modo en que
aceptamos automáticamente un trabajo degradante y perjudicial, nuestra creencia
de que nuestra única responsabilidad es nuestro sustento individual: ese es nuestro
mundo que damos por hecho". Mi paciente guardó silencio por un momento.

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¿Había ido demasiado lejos? Es un universitario inteligente con interés en la teoría


económica, pero ¿me volví demasiado intrusivo, demasiado político? "Está
hablando a través de todo el mundo", dijo enfadado, "mis colegas, mis
competidores, todo el mundo. No es solo mi madre, por mucho que me gustaría
culparla a ella. Es todo el sistema". Pensó durante un rato, luego levantó la vista
y sonrió: "Esto va a ser más difícil de lo que pensaba. ¿Cómo vamos a meter todo
el maldito sistema en la consulta?". (Cushman, 1996, p. 326-327)

Este momento y esta pregunta son una hermosa ilustración del hecho de que "todo
el maldito sistema" está siempre en la consulta, y que debemos trabajar para identificarlo
y trabajar con él. Está estratificado en nuestro propio inconsciente e identidad, así como
en el inconsciente y la identidad de nuestro paciente. Las "normas" y el statu quo nos
empujan a no notarlo y a negar y disociar su importancia. Este es el discurso que dice que
nuestro trabajo no debe ser político, una creencia que se mantiene a costa de la distorsión,
la disociación y la complicidad inconsciente o consciente.

Esta poderosa viñeta plantea el dilema de qué hacer con el sistema que está
en la consulta. La posición de impotencia o de sentirse abrumado que experimentan
muchos profesionales, la idea de que no hay nada que uno pueda hacer, es emblemática
del statu quo. ¿No es nuestro objetivo ayudar a los pacientes a adaptarse y tener éxito,
partiendo de la suposición de que el statu quo puede no cambiar? ¿No es útil no
permitirles quedar por detrás de otros o tener éxito dentro del sistema? No podría estar
más en desacuerdo. Un psicoanálisis impregnado de justicia social debe basarse en las
nociones de "curación radical" (French et al., 2020) que incluyen curar el sistema. French
et al. (2020) distinguen de manera significativa cómo el "sobrellevar" (o la adaptación a
los sistemas de opresión) debe ir acompañado de la curación de dichos sistemas y del
trabajo contra las estructuras opresivas. Esto implica no solo el reconocimiento de los
"sistemas de opresión y odio entrelazados", sino también "visualizar la justicia y la
liberación" y ser capaz de "mantenerse en una dialéctica y existir en ambos espacios" (p.
24). Sugieren que el "acto de estar en la dialéctica es, en sí mismo, un proceso de
curación" (p. 24).

También sugieren un marco con cinco componentes que contribuyen a la curación


radical: la conciencia crítica, la autenticidad cultural y el autoconocimiento, la esperanza
radical, el apoyo emocional y social, y la fuerza y la resiliencia. Este marco fue
desarrollado para abordar la justicia racial y no es específico del psicoanálisis (aunque se
basa en gran medida en los marcos liberadores existentes de la psicología), y hace una
importante contribución a nuestro trabajo como profesionales del psicoanálisis. Cada uno
de estos componentes puede integrarse en un enfoque relacional e intersubjetivo del
tratamiento. Por ejemplo, la porción de conciencia crítica del marco invoca una apertura
al inconsciente normativo en el clínico, el paciente y entre ellos. Tal trabajo ya se ha
hecho en parte, como el libro de Fors (2018) que ha examinado cómo navegar por las
dimensiones de la identidad cuando tanto el terapeuta como el paciente tienen privilegio,
ambos experimentan opresión, o difieren en estas dimensiones (terapeuta con
privilegio/paciente sin él o paciente con privilegio/paciente sin él).

Mi propio pensamiento sobre la justicia social y el tratar al sistema como nuestro


paciente ha sido influenciado por la idea de subversión y el afecto de la ira. Como se
describe en el modelo de French et al. (2020), a menudo estoy en posición de entender el
sufrimiento de los individuos marginados y de proporcionar empatía y validación para su
sufrimiento. Parte de la forma en la que abordo la justicia social es también aceptar mi

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propia agresión al sistema y aprovecharla en actos de resistencia. La subversión es un


componente importante a la hora de dar esos pasos, puesto que reconoce que uno está
trabajando para perturbar o agitar el sistema. Esta intencionalidad es importante, ya que
subvertir las estructuras de poder, ya sea trabajando dentro o fuera de los sistemas, es una
forma de crear cambio y disonancia. En lugar de pensar en la reivindicación y la acción
como algo que los pacientes hacen fuera de la sesión, o que los profesionales hacen por
separado de sus relaciones terapéuticas, la subversión es un método para participar en la
reivindicación/acción desde dentro del espacio terapéutico (véase, por ejemplo,
Sucharov, 2013).

Considero que los procesos subversivos como el cambio paralelo a los procesos
inconscientes normativos. Dicha subversión puede incluir el conocer sin esencializar, la
potenciación de la resistencia en los márgenes y las fronteras, el acercamiento y
alejamiento de los puntos de vista históricos y sociopolíticos, y también la ampliación del
alcance y el ámbito de la atención más allá de uno mismo hacia los demás y las
comunidades. Esto puede requerir una visión diferente de nuestras consultas y despachos
privados como lugares de resistencia y una aceptación de nuestra ira, así como de nuestra
empatía. Incluso la metáfora de involucrarse en una pelea es un paso importante para
visualizar la justicia social. Sigo teniendo la esperanza de que podemos cambiar el
mundo.

Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos es la cuestión del acceso
al cuidado en relación con la justicia social. Si seguimos considerando todos los
problemas de salud mental como individuales, dado el número y la prevalencia de los
problemas de salud mental en la población general, hay un problema estructural: hay más
millones de individuos que necesitan atención que de proveedores. Si nuestro modelo de
curación es diádico, esto requeriría una revisión radical de cómo trabajar de una manera
que no privilegie tan dramáticamente a los pocos que pueden tener acceso a una atención
de salud mental de alta calidad. Puede que tengamos que repensar nuestros modelos de
curación. Hace tres décadas, en un artículo titulado "The Futility of Psychotherapy" (La
futilidad de la psicoterapia), Albee (1990) comparó la atención de la salud mental con el
trabajo de los dentistas que trabajan para tapar las caries de los pacientes y evitar el
sufrimiento individual. Albee comentó entonces: "Tanto los dentistas como los
psicoterapeutas alivian el dolor y el sufrimiento individual. Pero la fluoración del
suministro público de agua está previniendo más caries que las que reparan los dentistas"
(p. 377). Albee se preguntaba si deberíamos prestar más atención a la prevención y a las
soluciones a nivel de sistema. Curiosamente, se trata de una propuesta conjunta: no
debemos caer en la división que supone un énfasis excesivo en el trabajo individual y
privado. Ese trabajo puede ser significativo para agitar los sistemas, pero también tiene
que estar conectado con las intervenciones a nivel comunitario.

Más recientemente, algunos psicoanalistas han comenzado a proponer modelos de


psicoanálisis comunitario para abordar la división dentro de nuestro campo entre las
comunidades de profesionales de la salud mental y las comunidades marginadas. El
Psychoanalytic Institute of Northern California (PINC) de Estados Unidos desarrolló en
2016 el Community Psychoanalysis Track and Consortium, que combina una vía de
formación basada en el instituto con una "red afiliada de miembros de la comunidad de
salud mental y analistas" (PINC Community Psychoanalysis Track and Consortium,
2022). Lo que me parece más inspirador de esta iniciativa es el objetivo de "desafiar la
definición formal y el alcance del psicoanálisis... marcando un cambio radical al ampliar
la definición del psicoanálisis, quién se beneficia de él y qué se considera que puede

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enseñarse en un instituto psicoanalítico" (PINC Community Psychoanalysis Track and


Consortium, 2022). Mi colega Francisco González, uno de los miembros fundadores de
esta iniciativa, me introdujo en el esfuerzo de la psicología comunitaria del PINC. Su
trabajo, utilizando una visión de relaciones de objeto, intenta romper las dicotomías entre
lo individual y lo sociopolítico. Describe una "botella de Klein" como una cinta de
Moebius tridimensional, en la que es difícil decir dónde acaba o empieza el interior y el
exterior (González, 2020a). Cuando somos capaces de llevar el "exterior al interior" y el
"interior al exterior", estas distinciones pueden dejar de ser perceptibles.

En EE.UU., muchos otros también han sido innovadores al pensar en el


psicoanálisis comunitario como una misión. En San Francisco, el Access Institute
(www.accessinst.org), fundado en 2002, continúa expandiéndose y proporcionando
servicios clínicos comunitarios, incluyendo un programa para ancianos y un programa en
la escuela (trabajando con niños, padres y maestros en siete escuelas primarias públicas),
que están basados en el psicoanálisis y, lo que es más importante, se centran en el objetivo
de proporcionar "atención psicológica de alta calidad a las personas de todas las edades
con mayor necesidad y menor acceso a la atención, al tiempo que forman a la próxima
generación de profesionales de la salud mental a través de un modelo que valora la
complejidad humana, apoya la práctica con conciencia social y promueve el crecimiento
humano sostenido" (Access Institute, 2022). En 2021, en Nueva York, se fundó
recientemente el New York Center for Community Psychoanalysis en respuesta tanto al
racismo como al COVID-19, que funciona como una "clínica de salud mental comunitaria
[psicoanalítica sin ánimo de lucro] que ofrece servicios de salud mental a todos los
miembros de la comunidad, independientemente de su capacidad de pago" (Sidesinger,
s.f.). Estas iniciativas se han centrado en proporcionar un acceso equitativo a la atención
y se basan en ideales progresistas sobre quién y qué es una comunidad, cómo construir
conexión, y el complejo posicionamiento de los profesionales psicoanalíticos como
internos y externos a la comunidad. También son ejemplos del intento de romper las
barreras que a menudo se encuentran en la atención médica y privada.

Otros también han abordado la cuestión de la colaboración con las comunidades


y entre ellas, en particular el Psychoanalytic Community Collaboratory®, una
"comunidad de aprendizaje y seminarios basados en la web" lanzada en 2015, que "ofrece
apoyo y educación para los clínicos que quieren aportar un marco de trabajo
psicoanalítico a las intervenciones basadas en la comunidad" (Hassinger y Pivnick, 2022,
p. 125). Hassinger y Pivnick (2022) han basado su trabajo en la elaboración de ideales
del ciudadano-sujeto, el ciudadano-psicoanalista (Gourguechon, 2011) y la ciudadanía
relacional, invitando a participantes internacionales a una experiencia de grupo que les
permite trabajar en colaboración para implementar el cambio, y para "desarrollar recursos
y planes de estudio que reflejen nuevos estudios, informes del campo y conjuntos de
herramientas para la práctica" (p. 126). La energía y el entusiasmo constantes por este
espacio, y el gran número de participantes a lo largo de los años, es realmente prometedor
para el "giro comunitario" (Hassinger y Pivnick, 2022) en el psicoanálisis.

Hay muchas iniciativas, proyectos, personas e ideas que no se detallan aquí y que
conectan el psicoanálisis con la justicia social, abordando temas tan diversos como el
cambio climático y el tráfico sexual, de los que es emocionante saber, especialmente
teniendo en cuenta muchos de sus orígenes de base. Esto es esperanzador y prometedor.
Al mismo tiempo, gran parte de este trabajo también se sitúa en los márgenes, con el
psicoanálisis a veces fuera o mirando desde un lugar de poder y privilegio a las
comunidades y los trabajos comunitarios. Algunas cuestiones críticas a las que todos nos

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enfrentamos son si debemos abordar esta cuestión desde dentro de los sistemas (como los
institutos de formación y dentro de las comunidades psicoanalíticas) o a través del
compromiso fuera del psicoanálisis, aportando nuevas energías y voces y humildad a
través del compromiso relacional. Una vez más, ¿debemos reformar desde dentro hacia
fuera o desde fuera hacia dentro? ¿Quién ayuda a quién y aprende de quién? ¿Cómo
resolvemos la división entre el "otro"/"la comunidad" y los profesionales de la salud
mental, reconociendo nuestra propia posición encarnada en la comunidad y la relación
con humildad y con un ojo en la justicia social?

Me gustaría volver a la pesadilla diurna que compartí al abrir este artículo. La


pesadilla era de un paciente de una comunidad racial marginada, y él conectaba esta
visión con los sentimientos que tenía acerca de que sus compañeros privilegiados no se
daban cuenta del fuego en la distancia y ni siquiera se preocupaban, y compartía su
sensación de que cuanto más atendiera a los fuegos de la injusticia y la desigualdad, más
podría quedarse personalmente atrás en cuanto a su propia carrera. Recuerdo que en la
sesión fui consciente de querer estar en la azotea con el paciente, haciéndole saber que yo
también veía el fuego y que otros también lo hacían. Canalicé mis propios sentimientos
de frustración y rabia por la imperturbabilidad de los demás y por querer luchar contra la
idea de que las cosas seguirán y deben seguir así a pesar de los incendios que arden en la
distancia. Sentí una profunda pérdida al saber que este fuego acabaría por alcanzarnos a
todos.

Sé que este ha sido un artículo no tradicional que ha compartido diversos hilos


conductores. No fue diseñado para ser exhaustivo o intelectualizado, sino que surgió del
deseo de compartir un viaje basado en metáforas sobre cómo podríamos cambiar el
mundo, con un foco en la justicia social y el compromiso con lo que es correcto. Surgió
de un lugar de fuego, tanto del deseo de combatir el fuego con fuego como de encender
un fuego en otros. Soy un gran creyente en los rituales, y un momento de mi carrera
profesional que siempre guardaré en mi memoria es cuando los ancianos indígenas de la
Sociedad de Psicólogos Indígenas me ofrecieron tabaco y salvia después de pedir
disculpas en nombre de las comunidades psicoanalíticas y de psicología por "el silencio
y la falta de reivindicación en asuntos políticos importantes, como la política de expulsión
forzada y las políticas de asimilación sistémica deliberada" (American Psychological
Association, 2016). Los ancianos nos entregaron la salvia mientras nos mirábamos a los
ojos, nos abrazábamos y nos pedían que nos comprometiéramos a pasar a la acción, un
momento que se sintió sagrado. Cada vez que se quema la salvia, encendemos el fuego
del compromiso y la solidaridad, una promesa de ir más allá de nuestras palabras y
consultorios para lograr un cambio en el mundo. Espero que se unan a mí en este
compromiso, tanto de encender el fuego interior como de unirte a los que ven el fuego en
la distancia.

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