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El documento reflexiona sobre el cielo y sugiere que aunque Dios enjugará todas las lágrimas, es posible que lloremos por otras razones como comprender plenamente el amor y sacrificio de Jesús, conocer nuestro verdadero valor para Dios y escuchar por primera vez nuestro nombre de los labios de Dios. También es posible que lloremos al presenciar la gloria de Dios y darnos cuenta de lo difícil que era obedecer sus mandatos en la tierra.
El documento reflexiona sobre el cielo y sugiere que aunque Dios enjugará todas las lágrimas, es posible que lloremos por otras razones como comprender plenamente el amor y sacrificio de Jesús, conocer nuestro verdadero valor para Dios y escuchar por primera vez nuestro nombre de los labios de Dios. También es posible que lloremos al presenciar la gloria de Dios y darnos cuenta de lo difícil que era obedecer sus mandatos en la tierra.
El documento reflexiona sobre el cielo y sugiere que aunque Dios enjugará todas las lágrimas, es posible que lloremos por otras razones como comprender plenamente el amor y sacrificio de Jesús, conocer nuestro verdadero valor para Dios y escuchar por primera vez nuestro nombre de los labios de Dios. También es posible que lloremos al presenciar la gloria de Dios y darnos cuenta de lo difícil que era obedecer sus mandatos en la tierra.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
¿Lloraremos o no en el cielo? Es claro que Dios secará nuestras lágrimas,
pero es claro también que no tendremos más llanto ni sufriremos, ni tendremos dolor ni apremio. La ansiedad, las preocupaciones que nos quitaban el sueño habrán desaparecido. En el cielo no tendremos el persistente recuerdo de sufrimiento experimentado en la tierra, de los conflictos y ofensas vividos, de los fracasos y las malas decisiones a lo largo de nuestra vida. No será un lugar de remordimiento. Quizás lloraremos por otros motivos. Quizás lo hagamos al tener la capacidad de ver y comprender lo que estaba oculto a nuestros ojos: los modos y los costos que Dios empleó y pagó para conquistar nuestra estancia celestial; cuántos y cuáles ángeles fueron comisionados para ayudarnos y librarnos; cuán terrible batalla tuvieron que enfrentar por nosotros; cuán terrible había sido nuestro enemigo, cuán amenazados estábamos. Quizás lloraremos al ver con claridad el rostro de Jesús; la final comprensión de su amor nos abrumará y nos quitará el aliento. Es probable que lloremos al comprender nuestra valía como criaturas de Dios. Lloraremos al conocer que Dios, efectivamente nos ama de manera personal, especial e individual a cada uno. Lloraremos al conocer nuestro verdadero nombre elegido por Dios, grabado en una piedrecilla, escogido con infinita ternura; lloraremos al escuchar por primera vez de labios de Dios, aquel nombre en un tono vibrante, retumbante y a la vez cálido; sabremos que se refiere a nosotros. Lloraremos quizás al escuchar la voz de Dios, tantas veces imaginada, tantas veces, añorada. Lloraremos porque si llegamos al cielo, integraremos un excelso y multitudinario coro que alabará al Rey; y él será capaz de identificar nuestra voz entre millares y millares. Lloraremos porque sabremos cómo fuimos escogidos; cuán importante somos para nuestro Salvador; el saber que éramos su gozo puesto delante de él, aquello que lo llenó de valor para enfrentar la cruz será demasiado para mantener rostros impávidos. Lloraremos cuando comprendamos lo que significaba “gloria de Dios”; al ver lo que se refería la Palabra para describirla, lloraremos y moveremos nuestras cabezas al reconocer cuán diferente era de nuestra imaginación e interpretación. Lloraremos al ver cómo con tan sólo el anuncio de su aparición, el séquito de millares de ángeles, caen rendidos a sus pies y recordaremos cuán difícil nos era obedecer sus mandatos más explícitos. Aún así, Dios, conociendo nuestra final comprensión, comprenderá ese nuevo sentimiento que experimentaremos y desatará el nudo de nuestra garganta. Con un guiño de ojo y una sonrisa, nos acercará a él y con el amor con que siempre nos amó, entonces nos consolará.