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“Comentario Analítico, Exegético y Homilético”

Marcos
Alex Donnelly

MARCOS 4:26-29

“ 26 Decía además: ‘Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla
en la tierra; 27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece
sin que él sepa cómo. 28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego
espiga, después grano lleno en la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, en
seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”

Este texto solo se halla en Marcos.

I. ANÁLISIS

El Señor narró otra parábola de un hombre que sembró semilla en la tierra (v.26). En este caso, la
parábola enfoca sobre una sola clase de tierra – la tierra buena, y explica la manera silenciosa en
que la planta crece (v.27), produce fruto (v.28), y luego es cosechada (v.29).

Análisis Textual

1. La Germinación de la Semilla (v.27).


2. El Crecimiento de la Planta (v.28).
3. La Cosecha del Fruto (v.29)

II. EXÉGESIS

El propósito de esta parábola es mostrar la manera secreta, imperceptible, y maravillosa en que la


palabra de Dios, sembrada en la vida de una persona, y germinada por el Espíritu Santo, produce
tremendos cambios en la vida del individuo. Los dos momentos claves, de acción, son al
comienzo (cuando se siembre la semilla), y al final (cuando se cosecha el fruto). Entre estos dos
momentos, el crecimiento se va dando en forma misteriosa – apuntando a la obra interna del
Espíritu Santo en la vida de creyente.

Como Hendriksen comenta, el énfasis en esta parábola está puesta sobre la soberanía de Dios, en
el asunto de la germinación, el crecimiento, la fructificación y la cosecha final (para balancear el

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énfasis puesto sobre la responsabilidad del hombre, en la parábola del sembrador) – la
responsabilidad de tener un corazón preparado para recibir la buena semilla.

Verso 26

“Decía además…”

¿A quién fue dirigida esta parábola? ¿A la muchedumbre, o a los discípulos? El texto no nos
dice. Sin embargo, el contenido parece indicar que fue dirigida a los discípulos – fueron ellos, los
predicadores del evangelio, que necesitaban escuchar el mensaje alentador de esta parábola; no la
gente en general.

“…como cuando un hombre echa semilla en la tierra…”

El mensaje alentador consiste en la afirmación que, habiendo efectuado la siembra, el sembrador


debe dejar que las cosas tomen su curso normal. No necesita interferir en el proceso de
germinación y crecimiento – eso se va a dar en forma natural. Lo que el predicador debe hacer es
proclamar el evangelio, y confiar en Dios para los resultados.

El mensaje central de la parábola es que el reino de Dios comienza con una acción aparentemente
insignificante – la predicación del evangelio; sin embargo, terminará con la gran cosecha final, a
cargo de Dios, en los tiempos del fin del mundo.

Verso 27

“y duerme y se levanta, de noche y de día…1”

Una vez que ha plantado la semilla, el chacarero simplemente sigue su vida cotidiana. Sabe que,
habiendo plantado la semilla, no hay más que pueda hacer. El proceso de la germinación y el
crecimiento de la planta, no está en sus manos. Por ende, va a la cama, y duerme por las noches,
levantándose por la mañana; en otras palabras, no hace más por la planta. Esto parece indicar que
el sembrador no es el Señor Jesús, sino un evangelista o un predicador. No se puede decir que el
Señor es inactivo, una vez que la semilla haya sido sembrada. Mas bien, todo lo opuesto; es el
Señor que da el crecimiento (1 Cor 3:6).

Aunque en la parábola, el Señor describe al chacarero durmiendo por las noches, eso no debe ser
tomado como una excusa por inactividad espiritual. Es cierto que, habiendo predicado, el siervo
de Dios debe dejar las cosas en las manos de Dios, y confiar en Él para el fruto que seguramente
vendrá (Is 55:10-11). Sin embargo, el predicador nunca debe ‘dormir’. Mas bien, habiendo
predicado la palabra, tiene la responsabilidad de ‘regar’ esa palabra con oración, visitación
pastoral, discipulado, etc.

1
El orden parece reflejar el punto de vista judío, en el cual la noche marca el inicio de un nuevo día.

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“…y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo”

A pesar de la inactividad del sembrador, la semilla germina y crece. Este es un proceso secreto,
silencioso, y en cierta manera ‘invisible’ – sin embargo, es tremendamente real, como toda
cosecha lo afirma.

Esto es lo que pasa, en realidad, con el predicador del evangelio. A veces, predica, y no ve
mucho ‘fruto’ de su ministerio. Sin embargo, al pasar los años, va viendo como la palabra de
Dios va tomando efecto en la vida de los miembros de la congregación. También se ve, a nivel
personal, cuando uno predica el evangelio. A veces, la persona a quien se le ha testificado, no
evidencia muchas señales de haber sido ‘tocada’ por la palabra, Sin embargo, al pasar los días,
esa palabra predicada va calando hondo en la vida de la persona, haciéndola responder al
evangelio.

Al igual que el chacarero, el predicador no sabe cómo la semilla germina y crece en la vida de
alguien. Este es el punto central de la parábola. Siendo un proceso invisible, no está expuesto
a la vista de los hombres (ver Juan 3:8). Es un proceso que ocurre en el corazón de la persona.
Solo se notan los resultados de dicho crecimiento. Como dice Raymond Brown, “El poder de
Dios obra en su propia manera silenciosa para realizar la misión de Dios: nadie escucha el
crecimiento de una semilla”.

La eficacia de la predicación no depende del predicador, sino del poder que Dios concede a esa
palabra, para producir fruto espiritual.

“El poder de Dios, desde el principio, atiende a la semilla plantada. La vida está en
aquella semilla. El gran reino de Dios está allí en miniatura en la semilla sembrada por
Jesús. El final (la espiga llena de trigo) está ya en la semilla desde el principio. Así el
reino de Dios vive y crece porque la vida de Dios está en él. En su tiempo propicio, Dios
levantará la cosecha” (R. Brown).

Notemos la siguiente descripción ofrecida por Hendriksen, del trabajo del predicador:

“Un pastor fiel esparce la semilla años tras año. Explica, describe, invita, exhorta,
consuela, advierte, insta, hace visitas pastorales. A pesar de todo, al principio el esfuerzo
parece inútil. Pero de repente, las brisas del Señor comienzan a soplar sobre los campos
(corazones) de su congregación (cf. Cant 4:16). La palabra muestra su poder. Había
estado activa antes, pero los resultados no habían sido muy evidentes. Pero ahora,
hombres y mujeres, viejos y jóvenes, cultos y analfabetos, ricos y pobres, confiesan con
júbilo su fe y la manifiestan en su vida”.

Por lo tanto, habiendo predicado el evangelio, lo que el predicador debe hacer es confiar en Dios,
y esperar ver los frutos de su ministerio, en el tiempo y en la manera que Dios decida. No debe
desesperarse por ver los frutos inmediatamente. Más bien, debe poner toda su confianza en Dios,
y esperar con paciencia el tiempo de Dios, para dar los frutos.

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Verso 28

“Porque de suyo lleva fruto la tierra…”

La expresión, “de suyo”, traduce la palabra griega, ‘automatos’, de la cual tenemos la palabra
‘automáticamente’ (comparar el uso de esta palabra, en Hch 12:10, donde la puerta de la cárcel se
abrió ‘automatos’). La tierra hace germinar la semilla ‘automáticamente’ (claro, esto no es del
todo cierto; es Dios quien da el crecimiento, aun en la agricultura).

NOTA: En realidad, la tierra no hace todo el trabajo. El ‘cielo’ aporta elementos fundamentales
para la germinación y el crecimiento – el calor del sol, y la humedad de la lluvia. Es
igual en términos de la predicación del evangelio. La buena tierra del corazón del
hombre, es fundamental. Sin embargo, el ‘cielo’ tiene que aportar su dosis de gracia, y la
obra del Espíritu Santo.

“…primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”

Con estas palabras, el Señor da a entender que el desarrollo de la vida espiritual de alguien es
paulatino. Primero aparece la “hierba”; es decir, las hojitas de la planta (estas representan los
primos cambios en la vida del nuevo creyente, que apunta a la realidad de la vida espiritual).
Luego aparece la “espiga”; es decir, aquellas evidencias de un mayor crecimiento espiritual.
Finalmente viene el “grano” mismo, que es el verdadero fruto que el chacarero quiere. Esto
parece apuntar a la madurez espiritual.

Con estas etapas del crecimiento espiritual, podemos comparar lo que Juan dice en 1 Juan 2:12-
14, cuando habla de “hijitos”, “jóvenes”, y “padres”. No podemos esperar que el nuevo creyente
pronto tenga las cualidades de un ‘padre’ espiritual. Pero, por otro lado, no es bueno que alguien
que debiera ser ‘padre’ espiritual, tenga aun las características de un ‘hijito’. La vida cristiana, al
igual que la planta, tiene cierto ritmo natural de crecimiento. El pastor debe chequear que este
ritmo de crecimiento se esté dando en la vida de cada miembro de su iglesia.

Pero, hay que advertir algo. Una cosa es establecer estas tres etapas en la vida de una planta (o de
un creyente); otra cosa es notar el momento cuando se pasa de una etapa a otra. Eso es imposible
de ver, o definir, por ser algo gradual, paulatino.

“Quizá no sea posible describir claramente el crecimiento en santidad que ocurre de un


día para otro; no es posible describir tal progreso del reinado de Dios en la vida de la
gente. No obstante, la verdad es que ‘La senda de los justos es como la luz de la aurora,
que va en aumento hasta que el día es perfecto’” (Prov 4:18)2.

Debemos notar que esta parábola tiene que ver, no solo con el desarrollo de la vida espiritual en
un individuo, sino del desarrollo natural del reino de Dios en la vida de una sociedad entera. “A
través de los siglos, poco a poco, el reino se esparce de una nación a otra, y de forma creciente
hace que su poder se sienta en todas las esferas de la vida” (Hendriksen).

2
Hendriksen.

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Verso 29

“y cuando el fruto está maduro…”

Esto se entiende, en términos de la parábola; pero, ¿cuál es el significado espiritual? ¿Está


simplemente hablando de la madurez espiritual? ¿O será que el Señor está aludiendo a la etapa
final de la obra que Dios nos ha asignado a hacer, como hijos Suyos (Efe 2:10)?

“…en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”

En la parábola, la siega es la etapa final en todo el proceso del crecimiento de la planta. El


momento de la siega es determinado por el desarrollo natural de la planta. Una vez que el fruto
está listo, el chacarero procede a la cosecha; no hay que demorar – se podría perder la cosecha.
Pero, ¿hay un significado espiritual en este detalle?

Sería difícil decir que cuando un creyente alcanza la madurez espiritual, está listo para ser
‘cosechado’ (es decir, ser llevado al cielo 3), y que eso se dará casi automáticamente. Quizá
mejor sería entenderlo en la siguiente manera: una vez que nuestro ministerio aquí en la tierra se
ha cumplido, Dios nos llevará a Su presencia.

Para el concepto de la cosecha de almas, ver Apo 14:15.

III. HOMILÉTICA

Introducción: La salvación es de Dios. Sin embargo, Él nos invita a trabajar con Él en la


proclamación de la misma. La gran pregunta que hay que hacer es esta: ¿Cuáles son nuestras
respectivas responsabilidades? En otras partes, en este proceso de la predicación del evangelio,
¿cuál es la parte que le corresponde a Dios, y cuál es la parte que corresponde al predicador?

1. El Predicador es Responsable por el Sembrío (v.26-27a)

2. El Espíritu Santo es Responsable por el Crecimiento (v.27b-28)

3. Dios es Responsable por la Cosecha Final (v.29).

Conclusión: ¿Estamos cumpliendo nuestra responsabilidad, como predicadores del evangelio?


¿Estamos confiando en Dios para la germinación, crecimiento y fructificación de la
Palabra sembrada?
¿Estamos alistándonos para la ‘cosecha’ final?

3
Un comentarista lo toma en el sentido de ser ‘cosechado’ para ser miembro de la Iglesia – es decir, hay
que esperar ver el verdadero fruto espiritual, ya maduro, para recién aceptar a alguien como miembro de
esa congregación.

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