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PSICOLOGÍA DE CARL G.

JUNG

Las experiencias de la niñez de Jung y sus sueños y fantasías influyeron en algunas


partes de su teoría de la personalidad. Él amplió la definición freudiana de la libido,
redefiniéndola como una fuerza dinámica más generalizada.
Sostuvo que tanto el futuro como el pasado moldean la personalidad e hizo más
hincapié en el inconsciente. Utilizó el término libido en dos acepciones: una energía
vital generalizada y difusa, y una energía más limitada que alimenta la psique.
El valor es la cantidad de energía invertida en una idea o sentimiento. La energía
psíquica opera conforme a los principios de los opuestos, la equivalencia y la
entropía.
El principio de los opuestos establece que todos los aspectos de la psique tienen
un contrario y que esta oposición genera energía psíquica.
El principio de equivalencia señala que la energía nunca se pierde en la
personalidad, sino que se traslada de una parte a otra.
El principio de entropía establece que en la personalidad existe una tendencia al
equilibrio.
El yo es el centro de la conciencia y es la parte de la personalidad que percibe,
piensa, siente y recuerda.
Una parte de la percepción consciente es determinada por las actitudes de
introversión y extroversión, en cuyo caso la libido se canaliza hacia el interior o el
exterior.
Algunas de las funciones psicológicas son el pensamiento, el sentimiento, la
sensación y la intuición. Las dos primeras son funciones racionales y las dos
últimas no son racionales.
Sólo una actitud y una función pueden predominar.

Los ocho tipos psicológicos se forman combinando las actitudes y las funciones.
El inconsciente personal es un depósito del material que alguna vez fue
consciente y que ha sido olvidado o suprimido. El inconsciente personal guarda toda
clase de experiencias; cabe decir que es como llenar un archivero. No se requiere
mucho esfuerzo mental para sacar algo, examinarlo un rato y después devolverlo a
su lugar, donde permanecerá hasta la siguiente vez que lo necesitemos o que lo
recordemos.
Los complejos, que pueden ser conscientes o inconscientes, se definen como
patrones de emociones, recuerdos, percepciones y deseos que giran en torno a
temas comunes; por ejemplo, el poder o el estatus.
El inconsciente colectivo es un almacén de las experiencias de la humanidad que
se transmiten a cada individuo.
Los arquetipos son temas recurrentes en los cuales se expresan esas
experiencias. Los arquetipos más poderosos son la persona, el ánima, el ánimus, la
sombra y el sí mismo.
El arquetipo de la persona es una careta, el rostro público que usamos para
presentarnos como alguien que no somos en realidad. En opinión de Jung, la
persona es necesaria porque nos vemos obligados a desempeñar diversos papeles
en la vida para poder tener éxito en la escuela y en el trabajo y para llevarnos bien
con distintas personas.
Los arquetipos del ánima y el ánimus se refieren a que Jung reconoció que el ser
humano es bisexual en esencia. En el ámbito biológico, hombres y mujeres
segregan las hormonas correspondientes a su sexo y también hormonas del sexo
contrario. En el ámbito psicológico, un sexo manifiesta características,
temperamento y actitudes del otro porque llevan siglos conviviendo. La psique de la
mujer incluye aspectos masculinos (el arquetipo del ánimus) y la psique del hombre
contiene aspectos femeninos (el arquetipo del ánima). Estas características
sexuales antagónicas ayudan a la adaptación y a la supervivencia de la especie
porque permiten que la persona de un sexo comprenda la naturaleza del otro sexo.
Los arquetipos nos predisponen a que nos agraden ciertas características del sexo
contrario, las cuales guían nuestra conducta en relación con él. Jung insistió en la
necesidad de expresar el ánima y el ánimus. Un hombre debe exhibir tanto los
rasgos femeninos como los masculinos y una mujer debe expresar sus
características masculinas y también las femenina.
El arquetipo más poderoso propuesto por Jung lleva el misterioso y siniestro
nombre de sombra y contiene los instintos básicos y primitivos, por lo cual sus
raíces son las más profundas de todos los arquetipos. Las conductas que la
sociedad considera malas e inmorales se encuentran en la sombra y, para que la
gente pueda vivir en armonía, es necesario domar este lado oscuro de la naturaleza
humana. Debemos frenar esos impulsos primitivos, superarlos y luchar contra ellos.
De no hacerlo, la sociedad seguramente nos castigará.
El arquetipo del sí mismo representa la unidad, la integración y la armonía de la
personalidad total. Según Jung, el objetivo supremo de la vida es tratar de alcanzar
la unidad. Este arquetipo reúne y equilibra todas las partes de la personalidad.
Hemos hablado del principio de los opuestos y de la importancia de las polaridades
para la psique. En el caso del arquetipo del sí mismo, los procesos conscientes e
inconscientes son asimilados de modo que el sí mismo –centro de la personalidad–
pasa del yo a un punto de equilibrio entre las fuerzas antagónicas del consciente y
el inconsciente. De ahí que el material procedente del inconsciente influya más en
la personalidad
El desarrollo de la personalidad
El nacimiento psíquico ocurre en la pubertad, cuando la psique asume un contenido
bien definido. Las actividades preparatorias marcan el ritmo desde la adolescencia
hasta la adultez joven. En el periodo de la madurez, cuando se ha logrado el éxito,
la personalidad experimenta cambios. La energía psíquica debe ser reencauzada
hacia el mundo interior del inconsciente; la actitud debe transitar de la extroversi ón
a la introversión.

La individuación (realización de las propias capacidades) puede aparecer en la


edad madura, cuando es necesario confrontar el inconsciente abandonando las
conductas y los valores que dirigieron la primera mitad de la vida.
La trascendencia implica unificar la personalidad.
La imagen de la naturaleza humana que ten ía Jung era más optimista y menos
determinista que la de Freud. Él creía que una parte de la personalidad es innata y
que otra es aprendida. El propósito supremo de la vida es la individuación.
Las experiencias de la niñez son importantes, pero las experiencias de la madurez
y las esperanzas del futuro afectan más la personalidad. En la primera mitad de la
vida la personalidad es singular, pero no lo es en la segunda.
Los métodos de evaluación empleados por Jung incluyen, en tre otros: la
investigación de símbolos, mitos y rituales de culturas antiguas.
La prueba de asociación de palabras, utilizada para descubrir complejos; el
análisis de síntomas, en el cual los pacientes hacen asociaciones libres con sus
síntomas, y el análisis de los sueños.
El Inventario tipológico de Myers-Briggs, un instrumento de evaluación basado
en el sistema de Jung, es una técnica común para la selección de personal y
también se usa en las investigaciones de la teoría de éste.
El estudio de caso –que Jung llamó reconstrucción de la historia de vida– no se
basaba en la observación objetiva, no era sistemático, no estaba controlado, ni se
podía reproducir o comprobar.
Las investigaciones han apoyado las ideas de Jung relativas a las actitudes, las
funciones y los tipos psicológicos, pero los aspectos más generales de su teoría no
han podido ser validados con métodos científicos.
Entre sus ideas más aceptadas cabe mencionar la prueba de asociación de
palabras, los complejos, la introversión-extroversión, la autorrealización y la
crisis de la edad madura.

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