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INTRODUCCIÓN

El dolor musculoesquelético crónico es un problema muy frecuente en la práctica


clínica habitual. Afecta a personas de todas las edades, especialmente a mujeres y
población de escasos recursos económicos, aumentando la prevalencia de discapacidad
por esta causa en mayores de 60 años. Según el mecanismo biológico, se puede clasificar
en dolor neuropático (central y periférico), muscular, inflamatorio y
mecánico/compresivo. Determinar el mecanismo subyacente es importante porque
permite orientar el diagnóstico y las decisiones terapéuticas. Sin embargo, un mismo
paciente puede tener más de un mecanismo. La historia clínica y el examen físico son
fundamentales para el diagnóstico del dolor musculoesquelético crónico, ya que no
existen pruebas diagnósticas específicas y la presencia de un hallazgo patológico en
pruebas posteriores puede no confirmar que esta sea la causa del dolor del paciente. Por
ello, el diagnóstico del dolor (historia clínica, exploración física y pruebas diagnósticas)
es muy importante a la hora de iniciar el tratamiento. Una vez que el dolor se clasifica en
tipo, intensidad, duración y relacionado o no con las articulaciones, y con consideraciones
específicas de edad, sexo y cultura, se selecciona el tratamiento, la vía de administración
y el régimen de dosificación apropiados.
En la década de 1980, la Organización Mundial de la Salud promovió la analgesia
como un marco para el uso juicioso de analgésicos en el dolor oncológico, que también
resultó muy útil para pacientes con todo tipo de dolor crónico. Según esta escala, el
primer escalón consiste en analgésicos no opioides como paracetamol, metamizol o
antiinflamatorios no esteroideos. Los medicamentos antiinflamatorios tienen un techo de
alivio del dolor, por lo que es mejor acortar el intervalo de dosificación que aumentar la
dosis. Cuando el dolor aumenta, podemos agregar opioides débiles correspondientes a la
segunda etapa, y si no controlan el dolor, llegamos a la tercera etapa, que corresponde a
los opioides más fuertes que no tienen techo de dolor. Además, se pueden añadir
analgésicos coadyuvantes a los principios activos del nivel en cada etapa. (Ávila, 2011).
1. ANTIBIÓTICOS

Las infecciones adquiridas en la comunidad y en el hospital siguen siendo una de


las causas más importantes de morbilidad en todo el mundo. Aunque las vacunas y
mejores condiciones de vida han aumentado la esperanza de vida en muchas partes del
mundo, la gran mayoría aún padece enfermedades infecciosas como tuberculosis
pulmonar, malaria, diarrea aguda, enfermedades respiratorias agudas, etc. A esto se suman
muchas bacterias nuevas. , enfermedades virales y fúngicas como Legionella
pneumophila, Campylobacter, nuevas bartonellas (B. henselae, B. quintana, B.
elizabethae), MRSA (Staphylococcus aureus resistente a la meticilina), Rotavirus,
Calcivirus, Cyclospora cayetanensis parvucobacter, Crybolapco hantavirus Lassavirus,
Guanaritovirus , sabiavirus, hafnia, edwarsiella, corona virus (causante del SARS),
HTLV1, Balisamuthia, más recientemente VIH/SIDA, causado por el virus de la gripe
aviar humana H5N1, entre otros. Desde su aparición en la década de 1940, han surgido
varias familias que ahora son el grupo terapéutico más importante y forman el principal
arsenal en el tratamiento de muchas infecciones comunitarias y algunas nosocomiales.
(Maguiña, et al, 2006).

Las principales familias de antibióticos son:

 Penicilinas: penicilina V, penicilina benzatínica, penicilina procaínica,


penicilina clemizol, ampicilina, amoxicilina, amoxicilina-ácido clavulánico,
piperacilina, ticarcilina, mezlocilina, entre otras.
 Aminoglicósidos: estreptomicina, amikacina, netilmicina, gentamicina,
kanamicina, tobramicina, entre otros.
 Cefalosporinas: de primera generación (cefadroxil, cefadrina, cefalexina), de
segunda (cefuroxima, cefaclor, cefoxitina) y las de tercera (ceftazidima,
cefotaxima, ceftriaxona, cefixima, cefoperazona).
 Macrólidos: eritromicina, roxitromicina, claritromicina, azitromicina.
 Lincosinamidas: lincomicina, clindamicina. 
 Tetraciclinas: oxitetraciclina, doxiciclina, minociclina.
 Sulfonamidas: cotrimoxazol, trimetoprim, dapsona.
 Carbapenemes: imipenem, meropenem.
 Quinolonas: ácido nalidíxico, ácido pipemídico, norfloxacina, lomefloxacina,
ciprofloxacina, ofloxacina, pefloxacina.
 Glicopéptidos: vancomicina, teicoplanina.
 Monobactam: aztreonam.
 Otras: rifampicina, macrodantina, cloranfenicol, furazolidona,fosfomicina,
colistina.

Entre los diversos mecanismos de resistencia a los antibióticos destaca la


producción de betalactamasas por bacterias. Se han descrito más de 300 betalactamasas
pertenecientes a cuatro familias. Por lo tanto, se han desarrollado inhibidores de la
betalactamasa (BLI) como el ácido clavulánico, el ácido ovalico, el sulbactam y el
tazobactam. Los IBL han permitido reutilizar algunos antibióticos antiguos porque
conservan sus propiedades antimicrobianas. Las combinaciones utilizadas son, p.
amoxicilina-ácido clavulánico, ticercilina-ácido clavulánico, ampicilina-sulbactam y
piperacilina-tazobactam. (Maguiña, et al, 2006).

2. ANALGÉSICOS
El dolor ha acompañado a la humanidad desde épocas remotas hasta la actualidad,
síntoma muy socorrido en los niveles de salud, donde la medicina presenta éxitos y
fracasos, por lo que preocupa y ocupa en forma permanente a los investigadores. Su
atención desde el punto de vista asistencial se hace complejo por influir distintos factores
como características físicas del paciente (edad, género, peso, cultura…), factores
psicosociales como la expectación y el catastrofismo o factores sociales que incluyen el
contexto o la percepción individual del dolor.
Los analgésicos son medicamentos utilizados para reducir o eliminar el dolor. La
palabra analgesia proviene del griego, proviene del prefijo griego ('carencia, negación')
y ?λγος (/álgos/, 'dolor'. La respuesta terapéutica está íntimamente relacionada con su
fisiopatología y otras condiciones, tal como existe. varias opciones: el uso de
medicamentos (más utilizados), intervencionistas y no farmacológicos Hay una amplia
gama de medicamentos disponibles para el dolor, incluidos los medicamentos
antiinflamatorios no esteroideos (AINE), los opioides, los llamados adyuvantes y otros
medicamentos. (Sánchez, et al, 2019).
3. MEDICACIÓN PARA EL DOLOR EN ODONTOLOGÍA
Desde el inicio de su existencia, el hombre se ha enfrentado a enfermedades y
ha desarrollado diversos métodos para curar o aliviar el sufrimiento. Prescribir
medicamentos a las personas es parte integral de la práctica médica y odontológica, es
un acto de reflexión posterior al diagnóstico. Sin embargo, prescribir un fármaco no
significa solo administrarlo, sino un seguimiento responsable durante el tratamiento,
sus posibles efectos, evaluación de la evolución del cuadro clínico, lo que requiere
una determinada preparación clínica y seguimiento de las reacciones. La prescripción
médica es el resultado de un proceso lógico-deductivo, en el que el prescriptor
escucha los síntomas del paciente, realiza un examen médico en busca de síntomas, a
partir de información obtenida validada científicamente y evidencia basada en
calidad, eficacia, eficiencia y seguridad. , decide la orientación diagnóstica, realiza
pruebas de retirada y confirmación, y toma una decisión terapéutica que se refleja en
la prescripción. El propósito de este artículo es realizar una revisión sistemática de
artículos publicados entre 2004 y 2014 que describen planes y protocolos
relacionados con el uso racional de AINE y antimicrobianos en odontología. (Olleta,
2013).

3.1. Manejo del dolor en odontología


El dolor se considera una experiencia emocional y sensorial
desagradable asociada con daño tisular y se manifiesta como síntomas
conductuales visibles o audibles. Se produce por un mecanismo complejo
definido por dos componentes: a) sensorial (nocicepción), que se refiere a la
detección y percepción de estímulos venenosos, incluyendo la intensidad,
ubicación, duración, temporalidad y calidad del dolor; b) afectivo-emocional,
que es la relación entre dolor y estado de ánimo, atención y aprendizaje. De
igual forma, se refiere a diversos factores, donde se destacan factores
culturales-ambientales, genéticos y emocionales.

En odontología, el manejo del dolor es muy importante por el impacto


y la compleja dinámica del sufrimiento en niños y adolescentes, lo que
significa una disminución de la calidad de vida. Se deben considerar varios
factores, incluida la etiología, la intensidad, la duración, las variables
individuales. Se experimenta más dolor cuando la situación odontológica se
acompaña de miedo o ansiedad porque es una experiencia sensorial y
emocional, por lo que debe ser tratada según principios bioéticos para aliviar
el sufrimiento de los pacientes. (Bárcena, 2010).

3.2. Métodos Farmacológicos en odontología

1. Opioides: Son un grupo de fármacos con un alto efecto analgésico. Su


acción se basa en la unión a receptores del sistema nervioso central, que
modulan el sentido inhibitorio de la nocicepción. Disminuye el componente
emocional subjetivo (sufrimiento, ansiedad) y la reacción autonómica al dolor
(sudoración, taquicardia). Se utilizan para el dolor moderado a intenso y los
fármacos más prescritos en nuestro medio son codeína, tramadol, morfina y
fentanilo, codeína oral, morfina y tramadol.

2. Analgésicos menores: Se administran para tratar el dolor de leve a


moderado y el dolor inflamatorio, y como complementos de los opioides para
el dolor de moderado a intenso. Este grupo incluye derivados de
paraaminofenol: paracetamol y fenacetina. Su acción se basa en la inhibición
de las prostaglandinas a nivel central.
3. AINEs: El efecto analgésico de los AINE se basa en la inhibición de la
enzima ciclooxigenasa a nivel central y periférico, por lo que disminuye la
síntesis de prostaglandinas y tromboxanos. Entre los antiinflamatorios
tenemos: salicilatos, ibuprofeno, naproxeno, ácido mefenámico, diclofenaco,
ketorolaco y derivados del pirazol.

Los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE) representan un


grupo de fármacos con una estructura química heterogénea que comparten
efectos antipiréticos, antiinflamatorios y analgésicos. Tienen la capacidad de
inhibir la producción de prostaglandinas proinflamatorias sintetizadas por la
vía de la ciclooxigenasa 2 (COX-2) y la síntesis de prostaglandinas derivadas
de la ciclooxigenasa 1 (COX-1). Esta inhibición es responsable de los efectos
secundarios gastrointestinales y renales que se observan con su consumo. En
cuanto a la farmacocinética, cabe señalar que la absorción de los fármacos
administrados a niños puede variar significativamente en función del pH del
estómago, la motilidad intestinal o el enrojecimiento de los tejidos. La
distribución también puede variar debido a la diferente composición orgánica,
es decir. contenido de agua y grasa, su eliminación depende, entre otras cosas,
del grado de madurez del hígado y los riñones de cada paciente pediátrico.
(Flores J., Ochoa M.., Romero J. y Barraza H., 2014)
4. REFERENCIAS

Amez J, Díaz M. (2010). Manejo del dolor en Odontopediatría. Rev Estomatol


Herediana. 2010; 20(3):166-171.      
Ávila, H. (2011). Análisis de automedicación de analgésicos y antibióticos en el barrio
en el barrio las hadas del municipio de Garagoa. Recuperado de
https://repository.unad.edu.co/bitstream/handle/10596/1711/2011-01T-
02.pdf;jsessionid=A479EB9E7FC5800A31F81BB48E65CE73.jvm1?
sequence=1
Bárcena E. (2014). Manejo del dolor pediátrico en el centro de salud. XXXI Jornada
de Pediatría de Guipúzcoa.    
Flores J, Ochoa M, Romero J, Barraza H. (2014). Analgésicos en Odontología:
Resultados de una encuesta sobre su uso clínico. Revista ADM.
www.medigraphic.org.mx; 71 (4): 171-177.   
Oletta J. (2013). Sobre la prescripción y uso racional de los medicamentos. Red de
Sociedades Científicas Médicas Venezolanas. Comisión Epidemiológica.
Noticia Epidemiológica; p. 48.  
Sánchez Jiménez J, Tejedor Varillas A, Carrascal Garrido R, García García CR.
(2019). Documento-Consenso-Dolor-17-04-A [Internet]. Madrid: SEMFYC.
Disponible en: Disponible
en: https://www.semfyc.es/wp-content/uploads/2016/06/DOCUMENTO-
CONSENSO-DOLOR-17-04-A.pdf 

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