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Tratamiento del error en clase.

¿Cómo debemos
actuar?
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Lorena Ramos Martín 6 noviembre, 2018

Resumen

“Solo dejan de equivocarse los que no hacen nada”.

Jean Pierre Astolfi, (2000)

La finalidad de este artículo es poder trasmitir que el error puede ser asimilado como
método de enseñanza, y descubrir la fortaleza constructiva, creativa y didáctica del
mismo, frente a la permanencia de la pedagogía tradicional. Por esta razón, es de interés
abordar el tema del error, teniendo en cuenta la trascendencia que se le da en la práctica
y lo significativo que es en la enseñanza.

Introducción
Existen Muchas inquietudes que surgen diariamente en la labor docente y entre ellas
está el error y las numerosas preguntas que nos hacemos en torno al mismo: ¿qué estoy
haciendo mal para que repitan siempre los mismos errores?, ¿Estoy Corrigiendo bien?,
¿Qué tengo que corregir?, ¿Cuándo?, ¿Cómo se sienten los alumnos ante mis
correcciones?, ¿Qué tengo que hacer para que no repitan los mismos errores?, etc.
Estas y otras muchas preguntas nos asaltan frecuentemente en nuestra práctica
docente. Por ello, sería conveniente reflexionar cómo debemos actuar antes los errores
que cometen nuestros alumnos y buscar posibles herramientas que nos ayuden a actuar
cuando los alumnos en su proceso de adquisición cometen errores y valorar cómo
podemos evitar que esos errores vuelvan a repetirse.

En épocas pasadas el error ha sido considerado como “algo negativo o malo” que denota
la ineptitud de parte de los alumnos, haciendo que, el hecho de equivocarse sea visto por
éstos como un tabú. En cambio, en la actualidad, gracias a la neuroeducación, se ha
demostrado que el error es fundamental para que los niños puedan aprender. La ciencia
constituye una fuente inagotable de suministro de pruebas que está en continua
evolución. A diferencia de lo que se creía años atrás, en la actualidad sabemos que
nuestro cerebro está cambiando continuamente, tanto a nivel funcional como estructural.
Esta gran plasticidad nos permite aprender durante toda la vida tanto de los aciertos
como de los errores. Por ello, se hace perentorio cambiar los antiguos y obsoletos
paradigmas, hacia la necesidad de considerar el error como una puerta más del
aprendizaje.

¿Qué entendemos por error?

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El Diccionariode la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) establece que
el error es “acción desacertada o equivocada”. (http://dle.rae.es/?id=G47B9qL).

Wikipediaseñala que el error, en filosofía,“es la equivocación en un acto, escrito


otrabajo. En general, se denomina error atodo juicio o valoración que contraviene
el criterio que se reconoce comoválido, en el campo al que se refiere el juicio”.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Error).

Según las definiciones anteriores podemos entender el error como la idea, opinión o
expresión que una persona considera correcta pero que en realidad es falsa o
desacertada. El error es una constante en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, pero
es innegable que la didáctica tradicional lo consideraba algo punitivo y en esencia no
bien visto. Hoy día prevalece una didáctica operatoria o constructivista donde el
estudiante ocupa el lugar privilegiado en la enseñanza-aprendizaje; el error es
ponderado porque se considera que el equivocarse es una oportunidad para el
aprendizaje.

¿Cómo vemos el error desde una consideración pedagógica?

Existen varias consideraciones en función de la corriente pedagógica. La pedagogía del


éxito adoptará una postura negativa frente al error como un aspecto defectuoso e
inadaptado, que habremos de eliminar. La pedagogía del éxito nos ha podido llevar a la
creencia de que no es posible otra pedagogía diferente y que la clave de una buena
pedagogía estriba en asegurar el éxito del alumno mediante la evitación del error.

(Imagen tomada de: https://tuminiyo.es/errores-en-educacion-que-dificultan-el-aprendizaje/)

Desde una perspectiva constructiva, el error es un desajuste entre lo esperado y lo


obtenido. Hace referencia a criterio, norma o valor; pero en otros tiempos se castigaba
duramente al sujeto que no lograba los aprendizajes previstos, sin analizar sus causas.

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Esa práctica carece de sentido educativo en la actualidad, ya que el error es una
herramienta más de su proceso de aprendizaje.

La pedagogía del error, por su parte, valorará lo que ya se tiene conseguido y analizará,
a través del error, lo que falta mejorar. Cuando hablamos de una pedagogía del error no
estamos defendiendo, como es natural, su provocación. El error no posee un valor
educativo por sí mismo, como tampoco lo tienen la competición o la disciplina planteadas
como metas. Utilizadas como estrategia, sin embargo, resultan positivas, siempre que no
se cometan excesos.

¿Cómo debemos actuar ante los errores que cometen los


alumnos?
A lo largo de los años se han elaborado muchas propuestas teóricas sobre el tratamiento
del error en la enseñanza. Son muchas las preguntas con las que se encuentra un
profesor a la hora de abordar la enseñanza y entre ellas destaca sobre todo cómo
corregir los errores de la manera más eficaz y apropiada y también existe la
preocupación entre ellos sobre cómo mostrar el error como un recurso útil que
facilita el aprendizaje de los alumnos. Es por tanto una tarea importante para los
profesores, mostrar el error como algo fundamental del proceso de enseñanza y
aprendizaje y con el que vamos a encontrarnos en muchas de nuestras clases.

Hoy en día predomina una pedagogía constructivista donde el alumno ocupa una parte
fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en la cual se observa que al
equivocarse se logra corregir el entendimiento del conocimiento y por ende el
aprendizaje sería más significativo. Existen diversas estrategias que los docentes
podemos implementar en la práctica, para hacer del error un instrumento de ventaja y no
de fracaso en el proceso de aprendizaje del alumno:

La actitud ante el error


Debemos diferenciar entre la actitud del alumno y la actitud del profesor. En referencia a
la actitud del alumno depende en mayor o en menor medida de la disposición que se
tenga a aprender y sobre todo nosotros como profesores tendremos que evitar que sea
visto como un fracaso dentro del proceso de adquisición. Por ello, se debería intentar
conseguir, aunque a veces sea una tarea difícil, que los alumnos vean el error como algo
positivo y que les va a servir para aprender. Si desde un principio hablamos con nuestros
alumnos sobre el error y les mostramos que forma parte del proceso, creo que
tendremos mucho ganado.

En referencia a la actitud que debe mantener el profesor ante los errores que cometen
los alumnos en clase, deberíamos de mantener una actitud calmada y de naturalidad
hacia el error como elemento más del proceso de enseñanza-aprendizaje, para
conseguir que nuestros alumnos pierdan el miedo a equivocarse y a cometer errores.
Neus Sanmartí, (2000) en “El error en el proceso de enseñanza”, sugiere estimular la
expresión del error mediante un clima de aula no amenazador, donde no exista ese
sumergimiento al fallo, que toda cultura castiga por haberlo cometido. A cambio, exhorta

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a brindar la oportunidad a quien aprende, para que pueda participar con libertad, donde
sienta que sus ideas son escuchadas, donde pueda desarrollar capacidades, que
propendan por la superación de estos obstáculos.

Por eso entender el error como una oportunidad de aprendizaje requiere una actitud
positiva que sea percibida por el estudiante, una actitud en la cual el alumno no se
sienta intimidado, sino que, por el contrario, motive al alumno a expresarse. Es
conveniente elogiar siempre no solo los progresos, sino también sus intentos honestos
debido al importante papel que juega la autoestima.

Conseguir que un estudiante sienta deseos de compartir lo que está aprendiendo es


fundamental para reforzar sus aprendizajes y, de ser necesario, corregir aquello en lo
que se equivoca. Dicen los expertos que interesarnos con apertura y paciencia en los
alumnos que se equivocan y preguntarles cómo y por qué han llegado a esas
conclusiones, es una puerta abierta no solo para mejorar, sino también para
desencadenar procesos metacognitivos de gran importancia en el desarrollo de las
habilidades de aprendizaje de nuestros estudiantes. Darles confianza en que ellos son
capaces y tener verdaderamente altas expectativas de su aprendizaje, es un gran
impulso a la hora de definir la calidad de lo que enseñamos y de lo que aprenden. De
hecho, si a lo largo de varias experiencias nos percatamos que persiste un determinado
error (conceptual, metodológico, procedimental, etc.), es señal inequívoca que somos
nosotros quienes debemos hacer algo al respecto.

Utilidad de las herramientas metacognitivas


El error es algo fundamental y normal que ocurre dentro del proceso de enseñanza y
aprendizaje. Tenemos que verlo como algo positivo y así se lo tenemos que mostrar a
nuestros alumnos desde el primer día de clase. Los errores son a veces pistas que se
nos dan para indicarnos por dónde va el alumno en su proceso de aprendizaje y nos
indican el camino que tenemos que seguir para ayudar al alumno a erradicar sus
dificultades. Consideremos entonces al error como una herramienta didáctica y
dinámica con la que aceleramos el proceso de aprendizaje de los alumnos e intentemos
desmitificarlo. Hagamos que nuestros alumnos sean los protagonistas del proceso y
favorezcamos la autonomía de su aprendizaje. Ellos son los protagonistas; nosotros
somos sólo sus guías, sus compañeros en este largo camino y no olvidemos premiar sus
logros. De esta forma les ayudaremos a descubrir sus propios errores, entregándoles
herramientas metacognitivas útiles a su edad y su estado de desarrollo. Con el error, el
estudiante se da cuenta que ante el aprendizaje no puede ni debe adquirir actitudes
superficiales, y por lo tanto, ofrece una coyuntura para la autocrítica y para inferir la
necesidad de aprender de los errores y fracasos: cuando un estudiante se equivoca, se
le hace ver su error y se le invita a corregirlo. Es innegable que con ello aumenta su
capacidad de curiosidad e iniciativa para observar, indagar y rectificar. En este sentido
Víctor García Hoz, en el “Sistema de la obra bien hecha”, afirma que cuando el
estudiante hace mal las cosas, es oportunidad para educarlo.

La metodología utilizada

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La metodología que usamos en el aula incide directamente en el tipo de errores que
cometen nuestros alumnos, y, más aún, qué hacemos con esos errores puede marcar la
diferencia entre un aprendizaje significativo y una decepción. En efecto, todos los días
debemos reflexionar respecto de nuestras prácticas y métodos y cómo ellos provocan,
inhiben, aumentan o disminuyen la posibilidad de que nuestros alumnos cometan
errores. Analizando nuestra forma de enseñar, en relación con los estilos de aprendizaje
de nuestros niños es una clave para determinar si nuestras explicaciones son
suficientemente claras, si somos verdaderamente motivadores en el aula, si nos
mostramos autoritarios, intransigentes o intimidantes con ellos cuando se equivocan o,
peor aún, si somos francamente descalificadores.

Cada grupo-curso y cada alumno es distinto, tiene sus propios estilos y ritmos; por lo
tanto, debemos estar atentos y variar las guías de trabajo, los ejemplos y las actividades
que se expongan en clase, diferentes tiempos para distintos ritmos de aprendizaje,
innovar y motivar.

La importancia de los materiales utilizados

Otro aspecto clave que influye en los errores que comenten los alumnos son los
materiales que utilizamos. Es conveniente revisar el material y valorar si se encuentra
actualizado, si es interesante, no confuso, sin ambigüedades, si es atractivo y motivante.
Este último aspecto es clave, ya que en muchas aulas existen materiales muy antiguos y
obsoletos, no precisamente en contenidos, sino en imágenes en blanco y negro y
presentaciones que conllevan a error, por ejemplo: letras y tipografías antiguas que
conllevan a confundir la I con la L, y el alumno puede percibirlo como un error en su
lectura. Si evitamos este tipo de materiales, evitaremos esos errores en los alumnos.

Evitar las correcciones en rojo


El error siempre ha estado asociado a las correcciones en color rojo, cuando el alumno
se pone delante de un cuaderno que tienen marcados los errores en rojo, le produce
desmotivación e incluso vergüenza ante sus compañeros. Es tiempo de acabar con
el síndrome del marcador rojo, utilizado para resaltar lo malo; se debe dejar de lado la
idea de que los errores en el proceso de enseñanza y aprendizaje son uno de los
mayores problemas que afronta la educación, ya que se puede hacer del error una nueva
manera de acceder al conocimiento. Por lo tanto, hay que evitar las correcciones en rojo
y sustituirlas por correcciones del mismo color en el que haya escrito el alumno, lo puede
corregir el profesor o el propio alumno, pero lo realmente importante es que el alumno
tenga consciencia del error, porque esto sirve como punto de partida para enfocar el
rumbo del proceso escolar.

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Imagen tomada de: https://es.dreamstime.com/fotos-de-archivo-libres-de-regal%C3%ADas-
correcci%C3%B3n-de-la-matem%C3%A1ticas-2-image215948)

¿Qué tenemos que corregir en clase?


Esta es sin duda una de las muchas preguntas que nos hacemos los docentes cuando
nos enfrentamos al tema de la corrección y es sin duda una de las que más nos
preocupa. ¿Es necesario corregir todo en clase? ¿Qué tenemos que corregir
exactamente?. Ante estas preguntas, creo que hace falta tener claro que como
profesores no debemos obsesionarnos con la corrección. No es necesario corregir
absolutamente todo. No estamos evaluando a los alumnos, lo único que queremos es
que aprendan y para eso corregimos. Así que evitemos en la medida de lo posible el
querer corregir absolutamente todo en clase y seleccionemos lo que realmente es
importante y necesario para el alumno. En resumen, lo que tenemos que hacer es
corregir el error siempre que sea posible y necesario aunque, como se ha señalado
anteriormente, no debemos excedernos en querer corregir todos los errores que
aparecen en clase.

¿Quién debe corregir en clase?


Una de las cuestiones que inquieta a los docentes es saber quién debería asumir el
papel principal en la corrección de los errores que cometen los alumnos. ¿Debemos ser
nosotros los encargados de la corrección?, ¿pueden tomar los alumnos el papel principal

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y ser ellos los que se autocorrijan?. Muchas veces es el profesor el encargado de asumir
este papel principal pero las pedagogías modernas promueven la iniciativa de los
alumnos y fomentan la autonomía para que sean ellos mismos los que con la ayuda
del profesor vayan corrigiendo y revisando todo lo aprendido. En los nuevos
paradigmas se concibe al profesor como un “guía” que acompaña al alumno en su
proceso de aprendizaje. Por lo tanto, no debemos perder la oportunidad de promover la
autonomía, la autoevaluación y la autocorrección, para que los estudiantes adquieran
conciencia de su trabajo.

Existen diferentes técnicas de corrección en las que el alumno tiene un papel importante
y en las que su participación puede ser más activa. A continuación se enumeran algunos
ejemplos de técnicas de corrección:

Debemos tener muy claro que es muy importante que el alumno siempre revise el
trabajo que ha realizado. Podemos entre todos establecer una especie de código
que nos servirá para identificar los errores que han cometido en su trabajo de
producción escrita. Una vez entregado el trabajo, el profesor marca los errores con
los códigos establecidos para dar pistas al alumno de dónde puede haber fallado.
Posteriormente el alumno revisa su trabajo y pasa a autocorregirse.
Podemos hacer que ellos mismos se intercambien los trabajos escritos y que se
corrijan entre ellos, de esta forma, se realiza una corrección cooperativa que
beneficiará no sólo al alumno corregido, sino también al alumno que corrige.
Ante la aparición del error el profesor puede decidir cómo va a corregirlo. Puede
hacerlo indicando que hay un error pero sin decir cuál para que el alumno pueda
autocorregirse. De esta manera el profesor puede usar la comunicación no verbal
a través de un gesto, un movimiento de mano, un ruido, una palmada, un
carraspeo, etc. para que el alumno se dé cuenta de que ha cometido un error y
pueda autocorregirse. También el profesor puede recurrir a la comunicación verbal
a través de preguntas, exclamaciones, ecos, etc.

Conclusiones
Para poder organizar o tener un cambio en la visión del error hay que reconocer a éste
como orientador del proceso de enseñanza-aprendizaje, aunque sea difícil aceptar
equivocarse, es y serán necesarios si tenemos en cuenta que a través de ellos es
posible corregir y enmendar las falencias que se están teniendo en cualquier
circunstancia de nuestras vidas. Por tal razón se concibe el error como base fundamental
para el aprendizaje y la superación del alumno y el docente.

Bibliografía
Blanco Picado, A.I. “El error en el proceso de aprendizaje”. Cuadernos Cervantes
de la Lengua Española. 38, 12-22. www.cuadernoscervantes.com

De la Torre, S. (2004). Aprender de los errores. Recuperado de:


http://www.terras.edu.ar/biblioteca/31/31DE-LA-TORRE-saturnino-Cap3-Parte1-
exito-error.pdf

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Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. http://dle.rae.es/?
id=G47B9qL

Fernández, S. (2012). “Los errores en el proceso de aprendizaje. Tratamiento y


superación. XI”. En Actas del XI Encuentro Práctico de Profesores ELE, Barcelona.

González Vargas, B. (2007). Educación y Pedablogía para el siglo XXI. Blog de


análisis educativo y temas culturales. Recuperado de :
http://www.educarueca.org/spip.php?article570

Sanmartí, Neus (2000). “Diez Ideas Claves: Evaluar para Aprender”. España, Grao
Editorial.

Wikipedia (2018). Recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Error

Lorena Ramos Martín

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