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“CUERPO, SUBLIMACIÓN Y EXPRESIONES CONTEMPORÁNEAS DE

SUFRIMIENTO PSÍQUICO”

Ana Maria Loffredo

Eje temático: Cuerpo en la teoría


Descriptores:​ cuerpo, contemporaneidad, sublimación, angustia, represión.

Resumen

Es sorprendente que Freud no haya dado continuidad a los avances conceptuales relativos a

la sublimación, en función del segundo dualismo pulsional y de la segunda tópica, tiendo

estimulado una aprehensión “flaca” de la sublimación, vinculada a la noción de “valor” y

dirigida al plano de lo “sublime”, retomada, en general, por sus seguidores. Este trabajo

formula la tesis según la cual habría ​dos tiempos en la operación de la sublimación, lo que

permite resolver ciertos problemas que Freud enfrenta sobre la identificación de su proceso

completo y también permite evidenciar cómo la investigación de las vicisitudes de esta

circulación pulsional, desacoplada de la perspectiva homogeneizadora y restringida que ata

su potencial heurístico, se presenta como un canal privilegiado para problematizar questiones

cruciales que enfrentan los psicoanalistas en la contemporaneidad. La atmósfera de la

sublimación estaría densa en estos días, debido a dificultades en cuanto a la continencia

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libidinal, condición que suponemos crucial para la circulación de las sublimaciones en sus

múltiples facetas. Una especie de suspensión, producto del drenaje pulsional, necesario para

que su funcionamiento puede hacerse realidad, operando en el régimen de su “segundo

​ tiempo”, que envuelve las sutilezas de su interacción cooperativa con la angustia y con la

represión.

Desarrollo

Las cuestiones implicadas en el concepto de sublimación cursan todo el desarrollo

freudiano, aunque Freud mismo reconoce como no está acabada esa construcción

metapsicológica, al alinearla a una de las técnicas para alejar el dolor, en “El malestar en la

cultura”, al considerar que esa vía especial “​algún día podremos caracterizar

metapsicológicamente” (Freud, 1930/1990, p.79, subrayado nuestro). Idea que nos lleva al

cuestionamiento que motiva este trabajo: ¿Cuál es la utilidad de este instrumento

metapsicológico para la tematización de questiones que enfrentan los psicoanalistas hoy en

día?

En la perspectiva que haya sido más enunciada que desarrollada en el discurso

freudiano, sigue siendo pertinente el conocido comentario de Laplanche: “sin duda una de las

cruces (en todos los sentidos del término: al mismo tiempo un punto de convergencia, de

intersección, pero también lo que pone en la cruz) del psicoanálisis y una de las cruces de

Freud” (Laplanche, 1989, p.9). De tal manera que las vicisitudes de la trayectoria de la

sublimación en la teorización freudiana, su impacto en los diferentes planos de la ficción

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metapsicológica, su estrecho entrelazamiento con los mecanismos de defensa, las cuestiones

planteadas por los temas que apunta y la elasticidad de su funcionamiento, que permite

abordarla a través de una variedad de ángulos, nos estimula a pensarla en el ámbito de lo que

sería una especie de ​campo de la sublimación. En el interior del juego de fuerzas constitutivo

de ese campo, es posible hacer recortes específicos para el examen de su interacción con

otros elementos de la red metapsicológica, según tres ejes principales: el tema del pasaje de lo

sexual a lo no sexual, las implicaciones de su confluencia con el narcisismo y las

peculiaridades de su proximidad a la represión. Alrededor del primer eje gravitan las

cuestiones relativas a la erotización/ desexualización y a la diferenciación entre desvío,

desplazamiento y derivación, que atraviesan el corazón de la definición de la sublimación,

desde los albores de la investigación freudiana; aquí también se encuentra la hipótesis de una

neogénesis continua de energía sexual subyacente a la sublimación, directamente ligada a la

cuestión del traumatismo. El segundo eje se refiere al examen de las relaciones de la

sublimación con el narcisismo, la idealización y la pulsión de muerte, puestas en destaque

desde el segundo dualismo pulsional y de la segunda tópica. El tercer eje permite el análisis

de las relaciones de la sublimación con la formación reactiva, la perversión, la represión y la

angustia, cuyo enredo conceptual ha sido señalado desde el comienzo de la perspectiva

freudiana.

Apuntamientos iniciales

​En términos generales, en el período comprendido entre los “Tres ensayos”

(Freud,1905/1990) y “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna” (Freud,

1908/1989), y los conceptos finales presentes en las “Nuevas conferencias de introducción al

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psicoanálisis” (Freud 1933/1989), las vicisitudes del concepto de sublimación se refieren

principalmente a la relación entre sublimación y erotización (Birman, 2010).Inicialmente, la

sublimación implicó un cambio de ​meta de los impulsos sexuales con la intención de

explicar, desde el punto de vista económico y dinámico, actividades que no tenían un fin

explícitamente sexual, tales como la creación artística, la investigación intelectual y, en

términos generales, las actividades valoradas culturalmente. Una vez que se mantiene el

mismo ​objeto, la deserotización de la pulsión lo enviaría al plano de lo sublime, en

detrimento de lo erótico. Una red de hipótesis fundamenta entonces la operación de la

sublimación: la presencia de una fuente de insatisfacción inherente a la pulsión sexual

(Masson,1986) – de modo que la ​aptitud constitucional para sublimar se alimenta de “restos

de libido pregenital” producidos por esta fuente de displacer; el punto de vista que la

excitación sexual se genera como ​efecto secundario, en una amplia variedad de procesos

internos; las relaciones entre lo sexual y no sexual diseñado en el marco de las vías de

influencia recíproca; y la ​diversidad innata de la constitución sexual, que converge, en

función de un proceso posterior, a tres destinos diferentes: perversión, represión y

sublimación.

Asi se pone de relieve la cooperación entre represión, sublimación, fijación y

regresión y se hace explícita la relación de “naturaleza dialéctica” (Green, 2010, p.234) entre

la sublimación y la represión, cuyos lazos sutiles se evidencian en su implicación como

contención de la moción pulsional. También, en “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”

(Freud,1910/1988), debe hacerse hincapié en la formulación freudiana que ha sido objeto de

mucha atención en la literatura: “la libido escapa al destino de la represión sublimándose

desde el comienzo mismo en un apetito de saber y sumándose como refuerzo a la vigorosa

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pulsión de investigar” (Freud, 1910/1988, p.75, subrayado nuestro). Expresión que nos lleva

a una desexualización inmediata, como si la sublimación tuviera necesidad de imponerse, ​sin

opción, al menos en este punto del desarrollo libidinal.

Nuevos aportes teóricos

“El yo y el ello” (Freud,1923/1990), en su articulación con el nuevo dualismo

pulsional, presenta un cambio real en la problemática de la sublimación correspondiente al

objeto y contiene afirmaciones contundentes y polémicas sobre la sublimación, de las cuales

se derivan lecturas diversas sobre sus implicaciones en la vida psíquica. En el interior del

proceso de identificación, se destaca la relación de la sublimación con el trabajo de duelo y

con la ​pulsión de muerte, porque la transformación de la libido objetal en libido narcisista

significa

una desexualización y, por tanto, una ​suerte de sublimación....No se cumplirá toda


sublimación por la ​mediación del yo?...Más adelante hemos de ocuparnos de
averiguar si esta mudanza no puede tener como consecuencia otros destinos de
pulsión: produzir, por ejemplo, una ​desmezcla de las diferentes pulsiones
fusionadas entre sí. (Freud,1923/1990, p.32, subrayado nuestro)

Aquí debemos subrayar que, de hecho, Freud se refiere a ​dos operaciones paralelas,

que tienden a no ser destacadas en la literatura: en una vertiente se anuncia la transformación

de la libido objetal en narcisista y, en otra, aunque próxima, es realzada la sublimación. La

propuesta de Mijolla-Mellor (2012) es considerar que la primera podría estar asociada al uso

“flaca” del término, junto a la definición inicial de la sublimación en su vinculación a la meta

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no sexual; la segunda, por el contrario, mostraría una perspectiva que permitiría vislumbrar

los posibles objetos de las pulsiones sublimadas, siendo el yo el primero de ellos. Después de

todo, “Este problema de la sublimación...será tan unitario como lo sugiere el uso de un solo

término?” (Laplanche, 1989, p. 56).

Esto abre una perspectiva prometedora para el estudio de la sublimación, por

desenredarla de una visión homogeneizadora y restrictiva. Entonces es necesario hacer

hincapié en que la cuestión del ​timing y de la ​temporalidad es esencial para su

funcionamiento, porque tanto ocurre una sublimación sin elección, que ​debe ser inmediata,

como parece que hay un intervalo de tiempo envolvído en las otras etapas de su

funcionamiento. En el espacio de esta temporalidad, el ​señal de angustia, como es definído

en “Inhibición, síntoma y angustia” (Freud,1926/1990), debe desarrollar un diálogo

cooperativo con la sublimación, pues ambos evitan una condición potencialmente traumática.

Este contexto permite formular la tesis según la cual habría ​dos períodos en la

operación de sublimación. El primero se referiría a una condición imperativa, a la que, con

razón, cabría la denominación de ​sublimación primaria, articulada a una sublimación “desde

el comienzo”. A partir de ahí, la complejidad de la sublimación se vincularía a la pluralidad

de alternativas en las que se encuadra su operación, aunque actúe según el estatuto de

sublimación secundaria, que confiere una ordenación a este espectro de posibilidades. Aqui

se deben establecer sus relaciones con el mecanismo de “represión propiamente dicha”

(Freud,1915/1990, p.149) de modo más diverso, puesto que la porción de la pulsión que fue

substraída a la represión se ​ofrece y, al mismo tiempo, requiere, de modo recurrente, un

aprovechamiento por la opción de sublimación.

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Además de abrir la hipótesis de la sublimación en dos tiempos, lo que permite

resolver ciertos problemas que Freud enfrenta sobre la identificación de su proceso completo,

“El yo y el ello” todavía tienen muchas posibilidades de ampliar su lectura. También se

anuncia el aspecto “peligroso” de la sublimación con su inserción en una red de articulación

entre el narcisismo, la identificación y la desexualización, que, en su conjunto, significan una

función antagónica respecto de Eros, de modo que “la connotación narcisista pasó aquí de un

narcisismo de vida a un narcisismo de muerte” (Green, 2010, p. 243). Es de este cuadro que

emerge el ​sentimiento inconsciente de ​culpa, vinculado a la situación edípica.

En “El malestar en la cultura” (Freud, 1930/1990) se reforza un tipo de alianza entre

la sublimación y la erotización, pero como el amor se opone a los intereses de la cultura y

ésta lo amenaza con restricciones significativas, uno “está tentado de decir que la sublimación

es, en general, un destino de pulsión forzosamente ​impuesto por la cultura” (p.96, subrayado

nuestro). Aunque la sublimación no ocupe, en esta obra, el espacio que uno podría esperar, es

bien demarcada su posición ​paradójica, que implica tanto el amansamiento de la pulsión de

muerte así como el potencial de aniquilación, límite al que tiende la defusión pulsional.

El carácter insatisfactorio de su aparición en este trabajo se ve enfatizado por la

definición presente en la 32ª de las “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”

(Freud, 1933/1989): “Distinguimos con el nombre de ​sublimación cierta clase de

modificación de la meta y cambio de vía del objeto en la que interviene nuestra valoración

social” (p.89). Entonces, en estos tiempos de la investigación freudiana, este énfasis en la

definición de la sublimación ligada a la importancia de “valores sociales” nos lleva a la

afirmación contundente de Mijolla-Mellor (2005): “incluso después de estos nuevos

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elementos que problematizan la sublimación de forma mucho más original que la primera, en

que se mantuvo la idea de valor, Freud y sus sucesores continuarán a hacer uso de las

definiciones ‘básicas’ del inicio” (p.30).

Cuerpo, sublimación y expresiones contemporáneas de sufrimiento psíquico

El cuadro que diseña los contornos de los diferentes modos de expresión del

sufrimiento psíquico en la actualidad revela, como un todo, graves dificultades en cuanto a la

capacidad de simbolización, para la cual es esencial la cuestión de la temporalidad y de la

capacidad de continencia. Esta excitabilidad psíquicamente no vinculada, que se basa en una

falta de capacidad de elaboración psíquica, expresa fuertemente lo que fue definido por Freud

como ​desamparo: en el campo clínico, en la teorización presente en “Inhibición, síntoma y

angustia” (Freud,1926/1990) y, en el ámbito del proceso civilizador, en “El malestar en la

civilización” (Freud,1930/1990). La dificultad en la capacidad de simbolización tiene

consecuencias de peso sobre el funcionamiento de uno dispositivo crucial, la ​señal de

angustia, capaz de poner el proceso defensivo en funcionamiento. Fue definida como una

especie de “regulador de tensión” que debe precisamente evitar el traumatismo presente en la

erupción de una “angustia automática”, que toma el yo de sorpresa y paraliza su

funcionamiento. Las diferentes maneras en que se expresa esta “clínica de excesos” están

ligadas a una ​falta implicada en la vulnerabilidad del sujeto contemporáneo a la

traumatización, porque la angustia como “señal” supone exactamente una habilidad para la

ejecución de una actividad de “interpretación” y de “lectura”, que debe basarse en una

capacidad de elaboración correspondiente a la simbolización.

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La problemática de la transgresión se presenta claramente, porque el peligro señalado

por la angustia-señal se asocia precisamente a la idea del límite impuesto por las

interdicciones, para que no se materialice la amenaza de transgresión. También es en este

sentido que se puede dimensionar en la actualidad el papel fundamental del concepto de

narcisismo de las pequeñas diferencias en su relación con la cuestión de la operación de las

fronteras en el ejercicio de la alteridad, que nos permite articular las dimensiones individual y

colectiva. Marco del cual deriva, de modo imperioso, la compulsión a la ​descarga a través de

una variedad de alternativas, en un escenario que nos lleva directamente a la cuestión de la

constitución de las instancias ideales. De modo que “Si la ​culpa era el mayor rasgo de la

depresión, descrita inicialmente por Kraepelin y retomada por Abraham y Freud en una

perspectiva metapsicológica, el ​vacío es el signo por excelencia de la depresión hoy en día”

(Birman, 2006, p.186-187, subrayado nuestro). Entonces es tiempo de hacer hincapié en una

perspectiva que se aleja del clásico y amplio criterio para definir la sublimación, ligada a la

dimensión de ​valor, desde que

Las actividades sublimadas pueden ser intensamente valoradas por el grupo social
de pertenencia, ignoradas o rechazadas y condenadas por ese. El ​criterio que las
convertirá en sublimaciones se refiere a esa negociación interna del sujeto con su
narcisismo y sus instancias ideales. (Mijolla-Mellor,2005, p.110, subrayado
nuestro)

Así, desde la perspectiva de temas contemporáneos, es esencial examinar las

resonancias de la hipótesis freudiana, según la cual “cuando una aspiración pulsional

sucumbe a la represión, sus componentes libidinosos son traspuestos en síntomas, y sus

componentes agresivos, en sentimiento de culpa” (Freud,1930/1990, p.134), justamente

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definido como “una variedad tópica de la angustia”. Si el sentimiento de culpa es “el

problema más importante del desarrollo cultural” y si es necesario delimitar “la posición que

se merece en la interpretación de la vida” para la “ubicuidad de la agresión y destrucción no

eróticas” (p.131, p.130 e p.116), es fundamental examinar la articulación del sentimiento de

culpa con la ​sublimación de la agresividad. Cuestión verdaderamente fundamental en la

perspectiva de investigar qué ​modalidades de ​fusión pulsional tienen probabilidades de

llevarse a cabo a través de la sublimación, en los más variados contextos, ya que, como tales,

las expresiones mortíferas no son directamente objeto de sublimación.

Aquí recae la importancia de distinguir entre crueldad, ira, odio o agresividad, ya que

“​la crueldad no proviene de cualquier odio hacia el objeto, sino de una intención

depredadora que ignora la alteridad del objeto” (Mijolla-Mellor, 2005b, p.147). En “Tres

ensayos”(Freud, 1905/1990), fue mencionado cómo la crueldad es completamente natural en

el carácter de los niños, pues la inhibición que permite a la pulsión de apoderamiento

detenerse ante el dolor del otro, la capacidad de compasión, se desarrolla relativamente tarde.

En este caso, “La ausencia de la barrera de la compasión trae consigo el peligro de que este

enlace establecido en la niñez entre las pulsiones crueles y las erógenas resulte inescindible

más tarde en la vida” (p.175). De modo que, en ese espacio de hostilidad a lo diferente y a la

diversidad, inspirado en una lógica que niega las contradicciones inherentes a la alteridad, se

alojan con facilidad los ideales de pureza y purificación, que apoyan los dogmatismos y

fundamentalismos de todo tipo. Lo que debe resaltarse es que una parte de la energía

mortífera debe ser destacada y ligada a una actividad de Eros para que la sublimación de la

agresión pueda ocurrir. Puesto que es misión de la sublimación, además de su propio

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potencial disruptivo, crear condiciones de nuevas derivaciones para los componentes eróticos

que se mezclan con la agresividad, en la inevitable y compleja coexistencia entre Eros y

Tánatos.

La atmósfera de la sublimación estaría densa en estos días, debido a dificultades en

cuanto a la continencia libidinal, condición que suponemos crucial para la circulación de las

sublimaciones en sus múltiples facetas. Una especie de suspensión, producto del drenaje

pulsional, necesario para que el funcionamiento de ​frontera de la sublimación puede hacerse

realidad, operando en el régimen de su “segundo tiempo”, que envuelve las sutilezas de su

interacción cooperativa con la ​angustia. Por ello la posición central que esta viene a ocupar

en el contexto del sufrimiento psíquico contemporáneo, de modo que la compulsión

recurrente a la ​descarga, por medio de las vías más diversas, no nos debe sorprender.

Observamos las variadas formas de compulsión, relativas a las drogas, al consumo y a

sustancias psicotrópicas; las diversas formas de sufrimiento psíquico que convergen en el

cuerpo biológico, enfatizando la necesidad del diálogo del psicoanálisis con la medicina; las

patologías del contacto y del vacío, en el que se encuentran las diversas formas de depresión;

la cuestión imprescindible para la investigación psicoanalítica estimulada por los

“estados-límite”; y el importante paso compulsivo al acto, que se expresa en diferentes

formas y confiere un perfil de hiperactividad al contexto contemporáneo, en su articulación

directa al cuadro alarmante de la violencia y la crueldad en todas las áreas.

Así es evidente cómo la investigación de las vicisitudes de esta circulación pulsional,

desacoplada de la perspectiva homogeneizadora y restringida que ata su potencial heurístico,

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se presenta tan contundente como un canal privilegiado para problematizar questiones

cruciales que enfrentan los psicoanalistas en la contemporaneidad.

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