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Leenhardt aparece aquí en un pie de página, como ejemplo a lo que Lacan ilustra
sin mencionar, pero en evidente presencia, con las investigaciones de
Malinowski, en particular, a su célebre “Los argonautas del pacífico”. Y es que
los dones, habiendo adquirido tal estatuto por transformar objetos en símbolos,
“[…] están tan mezclados con la palabra que se los designa con su nombre”
(2008, p. 263). En efecto, como veremos, Leenhardt destaca cómo los pactos y
acuerdos que obligan al intercambio de dones son designados en sí mismos con
el término “palabra”. La condición de deudor es designada así como la de un
portador de una palabra.
Alrededor del concepto de deuda, Lacan hará girar su argumentación con el
objetivo de poder distinguir entre el campo del lenguaje y la función de la
palabra. Así, la instancia misma del don que circula en los intercambios ilustra el
despuntar de una ley en el lenguaje:
Porque esos dones son ya símbolos, en cuanto que el símbolo quiere decir pacto,
y en cuanto que son en primer lugar significantes del pacto que constituyen
como significado: como se ve bien en el hecho de que los objetos del
intercambio simbólico, vasijas hechas para quedar vacías, escudos demasiado
pesados para ser usados, haces que se secarán, picas que se hunden en el suelo,
están destinados a no tener uso, sino es que son superfluos por su abundancia (p.
263)
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17/7/23, 22:34 Lo que Jacques Lacan aprendió de Maurice Leenhardt: La acción de la palabra y la construcción de un cuerpo - Manuel Coloma Are…
Que el texto de Maurice Leenhardt surja en torno a estas cuestiones, nos conduce
a investigar de qué tratan algunos de sus capítulos. La advertencia de Lacan
respecto a que este libro no merecería todas las recomendaciones, parece más
bien un anzuelo que permite extraer de “Do Kamo”, publicado en 1947,
cuestiones de alcance para la definición de los tres registros y sus repercusiones
en la clínica. Revisemos algunos de los aspectos centrales que para este fin nos
ofrece la experiencia de Leenhardt en Nueva Caledonia.
Toda esta condición repercute en la representación del cuerpo, el cual tiene para
el Canaco una estructura análoga a la de un árbol: la piel es kara, es decir,
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corteza; los músculos son piè, o sea, pulpa del fruto; esqueleto es ju, corazón de
madera y fragmentos de coral (p. 39). Pero resaltemos que no se trata acá de
metáforas, por el contrario, el cuerpo es un árbol. La persona-cuerpo-conjunto de
relaciones y el mundo o la naturaleza constituyen una unidad: “una identidad de
sustancia los confunde en un mismo flujo de vida” (p. 43).
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Se ven a menudo piezas de balasor plegadas como los retazos de tela de las
tiendas. Son ofrecidas para los nacimientos o los duelos. Constituyen el cuerpo
del mensaje, cuyo objeto y sentido será precisado por medio de un ramo
simbólico colocado sobre el balasor en el momento de la presentación […]
Expresa el mensaje, pero el mensaje es la tela de corteza en sí misma, cuyas
fibras son el símbolo de las fibras de todo ser (p. 133)
Al respecto, sea cual sea el discurso que acompañe a estos dones y la forma que
éste adquiera, el término no será el mismo balasor y su tallo. Pero a la hora de
descifrar los mensajes, la puesta en conjunto, por ejemplo, de un balasor, una
hierba y una flecha, le indicaran a un anciano que le ha nacido un nieto. El
mensaje del nacimiento acá, es idéntico a los 3 objetos involucrados, los que a su
vez son la palabra en una triple identidad (ídem.)
Para el caso de lo que nosotros traducimos por acto, una “palabra mala” será el
equivalente al adulterio. Si un hombre deriva en una mala palabra, habrá que
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Y concluyen:
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Y Boesoú respondió:
Es por esto que Lacan interroga la razón por la cual Freud prefirió el mito
edípico. ¿Qué podría ser un inconsciente que opera con las buenas reglas del
Edipo? Uno que ha sido enchapado por las vías del discurso del amo. Por eso es
que solo sabremos de las costumbres de las tribus de origen en los pacientes de
Lacan, a través de la etnografía, es decir, por la ciencia (ídem). El Edipo
entonces, es solidario del discurso del amo: permite, como en el caso Dick y en
el caso de los melanesios, cierto tipo de subjetivación, así como también, una
represión.
De este modo, Lacan lamenta y cuestiona en Freud el haber sustituido eso que la
histérica le enseñaba respecto a la verdad del amo por el mito del complejo de
Edipo. Por eso es que el Edipo sería un saber con pretensiones de verdad; pero
como saber seguirá siendo la pretensión freudiana de darle un extraño carácter
científico al psicoanálisis. El Edipo es así, la no renuncia al amo por parte de
Freud y, contrario a lo que él cree, su mito del asesinato del padre solo conserva
lo más fundamental de la religión: “la idea de un padre todo amor” (p. 105). Es
de esta manera que para nosotros despunta la coincidencia de los canacos con el
caso Dick y nos permite ubicar un colofón en torno a la relación de la palabra
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Bibliografía:
Notas
Lacan ejemplifica con el ciclo de combate entre pájaros, donde súbitamente, uno
de ellos comienza a alisarse las alas.
Los autores de “El Antiedipo” (1995) parecen coincidir con Lacan cuando
consideran las intervenciones de Klein: “¡Di que es Edipo o si no te daré una
bofetada!” (p. 50).
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