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Desarrollo teórico en articulación entre la Dra. Patricia V. Weigandt (Prof.

a cargo

de Psicoanálisis) y la Lic. y Prof. Agustina D. Schauble (Prof. a cargo de Psicología

Política)

Teórico del 12 de mayo

El teórico anterior trabajamos el texto de Hugo Bleichmar (1984), que

aborda el Edipo lacaniano. Allí fuimos aproximándonos un poco más al concepto

de significante y si ha ido realizando una continuidad en las distintas clases, en

realidad es un concepto que venimos trabajando desde los primeros textos.

Recordarán, por ejemplo, que más de una vez referimos que aquellas huellas de

las que hablamos en la Carta 52, serían los significantes a los que aludiría Lacan

más adelante. Aquí estamos entonces, profundizando aún más en relación con

ellos.

“De la red de significantes” es la clase 4 del Seminario 11 de Lacan, “Los

cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. La fecha de la clase data del

5 de febrero de 1964.

La vez pasada les hable del concepto de inconsciente cuya verdadera

función es estar en relación profunda, inicial, inaugural, con la función

del concepto de Unbergriff – o Begriffdel Un original, o sea el corte.

Vinculé profundamente este corte con la función como tal del sujeto,

del sujeto en su relación constituyente con el significante mismo.

(Lacan, 1964, p. 17)

Lacan continuará diciendo que Freud afirmaba que el inconsciente está

constituido por aquello que justamente le es negado a la consciencia. Ya desde

las distintas conceptualizaciones de aparato psíquico que trabajamos


anteriormente, veíamos como las huellas y escrituras, no eran accesibles a la

consciencia ni en todos los casos y menos aún bajo cualquier condición. De

hecho, en la Carta 52 Freud advertía que la tercera escritura correspondía al

signo preconsciente y que podía acceder a la consciencia en función de ciertas

reglas. Así, dirá Lacan tomando a Freud, el inconsciente “(…) está constituido

esencialmente, no por lo que la consciencia puede evocar, explicitar, detectar,

sacar de lo subliminal, sino por aquello que por esencia le es negado a la

consciencia” (p. 17). Esto último, esto que le es negado a la consciencia, sería

denominado por Freud como: Gedanken, pensamientos.

Lacan dirá que, para ubicar al sujeto, o más bien, para saber que el sujeto

advino, no hay otro método más que “detectar la red”. Detectar esta red

significante no será tarea sencilla en tanto, proseguirá, implica un camino de

cruces, repeticiones. “(…) hablen de azar, señores, si les da la gana; yo, en mi

experiencia, no encuentro en eso nada arbitrario, pues los cruces se repiten de

tal manera que las cosas escapan al azar” (Lacan, 1964, p.18).

En esto del azar que trae Lacan, podemos pensar en lo que hablamos la

clase teórica anterior en torno de que los significantes se combinan de acuerdo

a leyes de un orden cerrado. No se trata de una combinación o armado azaroso,

sino que el entramado (a manera de red) que se va gestando, tendrá una

significación y un valor determinado para ese sujeto. Recordemos la viñeta de la

vez pasada, donde la lesión de un sujeto se vinculaba a los ligamentos,

ligamentos que, escapando de la literalidad de lo físico, aludían allí a otros

aspectos en torno a los lazos no solo con su pareja, sino también con sus padres.

Retomando lo dicho inicialmente, en esta instancia Lacan hace mención a

la Carta 52 (1896) que Freud escribe a Fliess y en la que le comenta acerca del
esquema óptico, aquel que trabajamos en el cap. VII de “La interpretación de los

sueños” (1900). En relación a esto mismo, expresa que:

Este modelo representa cierto número de capas, permeables a algo

análogo a la luz y cuya refracción se supone que cambia de capa en

capa. Ese es el lugar donde se pone en juego el asunto del sujeto del

inconsciente. Y no es, dice Freud, un lugar espacial, anatómico, pues,

¿cómo, si no, concebirlo tal como nos lo presentan? -inmenso

despliegue, espectro especial, situado entre percepción y

consciencia, como se dice entre carne y pellejo. Ya saben que estos

dos elementos formarán más tarde, cuando haya que establecer la

segunda tópica, el sistema percepción-consciencia, Wahrneh-mung-

Bewusstsein pero será, preciso no olvidar, entonces, el intervalo que

los separa, en el que está el lugar del Otro, donde se constituye el

sujeto. (Lacan, 1964, p. 18).

Situándose entonces en la Carta 52, Lacan se pregunta cómo funcionan

estos Wahrnehmungszeichen (huellas de percepción). Dirá que Freud asume

que estas huellas “deben estar constituidos en la simultaneidad” (p. 18) a lo que

Lacan agrega, que se trata de la sincronía significante. Como ya mencionamos,

Lacan refiere que estas huellas son los significantes de los que hablamos ahora

y que, en su momento, Freud lo mencionaba sin saber que lo estaba haciendo

mucho antes que los lingüistas.

Continuará diciendo que en Freud han encontrado que esta sincronía entre

los significantes, no sólo se trata de una red formada mediante asociaciones al

azar y por continuidad, sino que “(…) los significantes sólo pudieron constituirse
en la simultaneidad en razón de una estructura muy definida de la diacronía

constituyente” (p. 18).

Ahora bien, ¿Qué estatuto tienen esta sincronía y diacronía de la que

hablamos en torno a los significantes? En clases anteriores, al introducir

conceptualmente el significante, les decíamos que se constituyen por pares de

oposición. Así, citando a Baró (2011), expresábamos que el significante se define

por rasgos o elementos en pares de oposición. Esto es, el sujeto “(…) se

constituye por la acción del significante, cuya característica es su valor

oposicional, en el sentido, que no hay uno sin el otro, no hay vida sin muerte, no

hay amor sin odio” (Lacan en Baró, C., 2011, p: 128). En este sentido, cuando

hablamos de la sincronía nos referimos a que los significantes se definirán a

partir de esta oposición (diferencia) en tanto uno es lo que el otro no. Asimismo,

cabe aclarar en este punto y como se señaló con anterioridad, que el

encadenamiento significante tiene un estatuto único para el sujeto, que quizá

carece de valor para otro. Los efectos subjetivos no son los mismos en un sujeto

que en otro, en tanto su encadenamiento cobra un valor singular. Es esto último

lo que nos introduce en la diacronía: por un lado, tenemos entonces la sincronía

ubicando allí el valor diferencial y oposicional de los significantes, que será

entonces la lógica mediante la cual se constituyan estos últimos. Por otro lado,

la diacronía referirá a aquello que aparece en el discurso, de la dimensión

temporal y de lo que Lacan refiere como “Un significante que representa al sujeto

para otro significante”, es decir, el efecto de encadenamiento de esos

significantes.

Podemos pensar entonces desde dos lógicas (la sincrónica y la diacrónica)

en tanto los efectos del significante. Desde la sincronía cómo los significantes se
constituyen a partir de la diferencia, es decir, la relación oposicional y diferencial

de los mismos. Desde la diacronía, como en el discurso y a través del tiempo,

estos significantes (lejos de mantenerse estáticos e inamovibles) toman

diferentes estatutos.

Ejemplo (viñeta/recorte)

Una mujer de aproximadamente 40 años no recuerda su nombre ni el de

sus hijos. Se encuentra viviendo sola sin los servicios básicos (agua, luz, gas) y

se alimenta esporádicamente cuando algún/a vecino/a le acerca algo de comer.

Interviene una institución ante la demanda del Poder Judicial (una más de varias

que se encontraban interviniendo).

En el transcurso del trabajo e intervenciones con esta mujer (a la que

llamaremos Ana para resguardar su identidad), las trabajadoras de la institución

comienzan a “re-armar” su historia junto a ella. A través de preguntas a Ana y/o

a sus vecinos/as, intentaban conocer el desenlace por el cual la mujer había

llegado a ese estado de abandono y no registro de historización alguno. De

hecho, aquí podemos incluir el registro de lo real (también mencionado en la

clase 4 del seminario 11 de Lacan), en tanto lo que no queda abarcado por la

palabra. Intentemos no perder de vista que incluso cuando las palabras abundan

de todas formas algo escapa a ellas en tanto significante y significado no están

soldados.

En este punto es necesario detenerse a pensar acerca de los registros

planteados por Lacan, registros que sostienen la constitución

subjetiva. En el caso de Ana, el registro de lo real operaba con una

contundencia arrasadora. Tal es así, que como vengo sosteniendo,


no podía decir ni representar nada acerca de su historia, ni si quiera

su edad. No podía poner en palabras nada de ella ni sobre su vida, lo

que en oportunidades tenía efectos devastadores, repercutiendo en

su cuerpo y en su discurso, dejando entrever en oportunidades,

algunos relatos persecutorios. Por ello, se tornaban trascendentales

aquellas intervenciones que en principio pusieran en palabras algo

que le pertenecía, es decir, armar su historia con ella de manera que

algo en torno de lo simbólico se anudara. (Schäuble, 2016, p. 504)

Entonces, como se señala en la cita anterior, lo primordial fue poner en

marcha intervenciones que restituyeran parte de su historia, que produzcan un

efecto de encadenamiento significante. (Diacronía o lógica diacrónica)

Algunos de los significantes que se podían ubicar en el discurso de Ana y

de sus vecinos/as eran: hospital; comida; aprendizaje. Hospital venía anudado

a “ayuda” y de hecho, la trabajadora que la acompañaba era nombrada por Ana

como “la chica del hospital”, siendo que no era trabajadora de esa institución. Allí

Ana realizaba un encadenamiento singular: si me ayuda a “sanar”, si me “cuida”,

debe ser del hospital. Pero, además, podemos aquí pensar en la sincronía de la

que hablamos anteriormente: Ana ubicaba a la trabajadora como alguien

perteneciente al Hospital porque la “cuidaba” y “sanaba”, entonces, allí la

inscripción que había no era la del “no cuidado” y abandono. Por otra parte, la

historia de Ana estaba fuertemente marcada por el abandono tanto de su familia

como de las instituciones, entonces aquí, el significante hospital anudado a

cuidado, protección, no era cualquier significante.


Lo mismo sucedía con los significantes aprendizaje y comida. La comida,

por ejemplo, fue la puerta de entrada para que la trabajadora pueda comenzar

un intercambio con Ana. Esa comida venía acompañada de palabras y

recordemos que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. La

trabajadora acompañaba cada vianda de comida con palabras y miradas: “Te

dejo tal comida, está caliente, comela antes de que se enfríe”. No era sólo una

intervención que pasaba por cubrir necesidades biológicas, sino también nutrirla

en otro sentido. Con el transcurso del tiempo, la comida también tuvo para Ana

efectos de encadenamiento significante: ella esperaba la comida no sólo por

hambre, sino también por el efecto de lazo que se producía “¿Qué vas a hacer

con la comida cuando yo me vaya?”, le decía Ana a la trabajadora. Aquí, había

hambre, había soledad y abandono. A partir de las intervenciones, se produjo un

efecto de encadenamiento que arrojó la comida como aquella que nutre,

posibilita lazo.

Intentemos ubicar que estos encadenamientos significantes son

constatables también en los grupos, en las sociedades, en un determinado

momento de la cultura. Fíjense que estamos pensando en el lugar que han tenido

las instituciones en Ana y con Ana. Subjetivación y desubjetivación son efecto

de significante. El significante proviene del Otro. El Otro es el tesoro de los

significantes. El inconsciente no es ninguna subjetividad, el inconsciente es

político.

El inconsciente es político y por tanto, como señaláramos con anterioridad,

la subjetivación y desubjetivación que las instituciones ponen en marcha en y

con los sujetos, son efecto de significante.


(…) Las instituciones pueden ser productoras de subjetividad,

llevando adelante una de sus funciones esenciales. Pero también

pueden desubjetivar a ese humano, produciendo en él marcas que lo

dejan ubicado a la espera de un destino único y terrible: matar o morir

(Weigandt, Pavelka, Luna, 2013)

Pedro, un niño de 11 años, es un ejemplo de cómo los encadenamientos

significantes se pueden constatar también en las sociedades. De hecho, en “De

Perogrullo: la inconsistencia del Otro” (2012) Weigandt y otros, dirán que:

Un fuerte imaginario social basado en historias de sus familiares

(relacionadas con la transgresión a la ley) por momentos deja a Pedro

“preso” de una serie de dichos que se tornan significantes, ante los

cuales él queda alojado de manera literal y mortífera o logrando en

oportunidades inventarse más allá de esos dichos, en un horizonte

subjetivante. (Weigandt y otros, 2012, p. 1147)

En el texto de referencia, los autores van ubicando algunas marcas con las

que el niño cuenta y que lo distinguen y cómo a su vez, se encuentra atravesado

por “(…) dichos que se tornan significantes” (p. 1146) y que lo ubican “(…) de

manera literal y mortífera o logrando en oportunidades inventarse más allá de

esos dichos, en un horizonte subjetivante” (p. 1146). Estos dichos, no serán otros

que los propios del “imaginario social” y los de las propias instituciones, las que

en alguna oportunidad lograban alojar a Pedro y en otras no.

Pedro queda por fuera, expulsado, dirán los autores, de aquellas

instituciones por las que ha transitado desde pequeño.


En los lugares por donde circulaba desde su más temprana infancia

se plantea la restricción de su ingreso, aludiendo a que no están en

condiciones de recibirlo por los despliegues de violencia que el niño

ha venido desarrollando y sus resonancias en lo social que ante la

repercusión de lo publicado en los medios produce: un creciente

“pánico”. Efecto de masa que funciona como la obturación de la

implicación en el pensamiento de los sujetos por sí (Freud, 1920/21).

(Weigandt y otros, 2012, p. 1149)

Allí donde los efectos significantes resultaban arrasadores y

desubjetivantes para Pedro, sin embargo, un dispositivo de intervención se

constituyó en espacio de alojamiento para el niño y por tanto, con efectos

subjetivantes. “(…) A partir de la puesta en marcha de este dispositivo se

visualiza una significativa reducción en cuanto a los actos “violentos” que

encarnaba” (Weigandt y otros, 2012, p. 1149)

Se van generando efectos significantes que bordean lo real. Lo real, aquello

que no cesa de no inscribirse y para lo que no se encuentran palabras. Lo real

iba siendo bordeado por Pedro, justamente, a través de las palabras.

Pedro como tantos otros niños busca familia desesperadamente. ¿En

cualquier parte? No. Él busca en las instituciones. Irrumpe, demanda,

se tranquiliza e intranquiliza de acuerdo a brutalmente ese encuentro

que se produce con el Otro. Otro que lo nombra en oportunidades

como niño o como monstruo. (Weigandt y otros, 2012, p. 1155)

Otro que lo nombra como niño. Otro que lo aloja. Otro que es encarnado

por distintos/as trabajadores/as institucionales. “Todo significado será provisorio


en cuanto se va a poder transformar en significante” (Weigandt, 2012, p. 1157).

Aquí podemos retomar una idea trascendental, ya trabajada en teóricos

anteriores y al inicio de éste mismo escrito: es a partir de la articulación entre los

significantes que se produce un efecto de encadenamiento, red de significantes

que permitirá ubicar si el sujeto advino. Los significantes pueden variar en su

significado permanentemente y arrojar encadenamientos que se tornen

subjetivantes (o no).

Verdad histórica, realidad histórica y psicoanálisis. Gerardo Pasqualini

La ética del psicoanálisis se constituye como contracara del discurso

capitalista y como aquella posibilitadora del lazo social, sostenida en

transferencia. Dirán Weigandt y otros (2017) que el trabajo de hormiga implica

un tejido, tejido que a su vez queda excedido e implica una conexión a una ética.

Ética ésta “(…) que está sostenida en la transferencia tal como la entendía

Winnicott” (p. 9)11 La ética del psicoanálisis implica, al decir de Lacan, la

búsqueda de la verdad inconsciente del sujeto. Y será labor del analista la lectura

del deseo que se representa como realizado, dice Pasqualini (2013) en “Verdad

histórica, realidad histórica y psicoanálisis” (2013).

Según el mencionado autor, se trata de la lectura de un “texto sagrado”

que permitirá nuevas escrituras transferencia mediante. A lo largo del texto,

Pasqualini (2013), realiza distinciones entre la verdad histórica y realidad

histórica. La primera, plantea, posee un núcleo que opera tramado en el decir.

La verdad histórica se trata no de lo que sucedió realmente, sino de lo que se

puede decir de ello, de lo que “debe haber habido” (p. 115).


Podemos ubicar alguna diferencia preliminar entre la verdad histórica

como aquella cuyo núcleo se caracteriza por lo que se puede decir, poner en

palabras acerca de lo que aconteció en realidad y, por otro lado, tomando a

Freud “(…) la historia real y objetiva, lo que sucedió, que queda siempre como

perdido retornando en tanto historich, lo histórico vivencial en la singularidad (…)”

(p. 116). (…) No es lo mismo realidad histórica que verdad histórica. Quedaría

planteada la pregunta por la posición de los analistas ante lo que de la verdad

se juega en la realidad histórica (…) (Pasqualini, 2013, p. 117)

La verdad histórica, entonces, se construye “a partir de los efectos” (p.

115). Y algo de esto trabajamos con los modelos de aparato psíquico, al

transmitir que “no debemos perder de vista, que se trata de modelos que se

proponen para dar cuenta del funcionamiento psíquico y no de objetos

materiales. Estamos ante propuestas de conceptualización de un real, esto es

de un existente que no tiene correlato material sino efectos. Cabe destacar que

los efectos del funcionamiento psíquico sí tienen materialidad, tanto en el cuerpo

como en las sociedades” (Teórico sobre modelos de Aparato Psíquico). Por

tanto, se trata de una labor de construcción a partir de las asociaciones y relatos

sobre esa verdad y los efectos que produce en la subjetividad de un sujeto. Qué

marcas, qué huellas y qué acción significante arrojan en el psiquismo

determinados acontecimientos.

Allí, Pasqualini toma un historial clínico freudiano, a modo de ejemplo,

denominado “El Hombre de los lobos” y explica cómo a partir del relato y

asociaciones del paciente se puede dar cuenta de que hay una rememoración

de lo edípico que toma lugar en escenarios actuales. “En la carta número 52 de

Freud a Fliess se subraya en relación a los sucesos sexuales que la nueva


evocación vuelve a producir displacer; el recuerdo se comporta como si fuera un

suceso actual” (Pasqualini, 115).

¿Hay para el psicoanálisis otra realidad que la psíquica? Se pregunta

Pasqualini y se responde… que esa otra realidad, es denominada por Freud

como realidad histórica: ¿Qué lugar habitamos, ocupamos… dentro de esta

realidad histórica?

Para el psicoanálisis la realidad psíquica cobra especial valor. Se trata de

una temporalidad lógica, no cronológica y los efectos que la realidad psíquica

produce en el sujeto son del orden de lo real, del orden de la verdad. Si un sujeto

posicionado a la manera de la psicosis pone en marcha formaciones de delirios,

serán tomados y no se dejarán por fuera. Es decir, un psicoanalista o profesional

que trabaje desde el psicoanálisis no le dirá al sujeto “Eso en verdad no sucedió”.

En este sentido, “La realidad psíquica como tal es fantasmática; anuda como

cuarto los redondeles de Real, Simbólico e Imaginario (…) La verdad, en tanto

es de lo Real, se dice a medias” (Pasqualini, 2013, p. 117).

Ya finalizando este desarrollo y como habrán observado, lo abarcado en

este teórico respecto a las verdades en el humano es altamente sensible en lo

que a la ciencia política pueda aportar el psicoanálisis. Entre otros aspectos,

resulta interesante poder pensar acerca de las manipulaciones que se han

puesto en marcha respecto a estos distintos tipos de verdad en la política.


Referencias:

Lacan, J. (1964). Clase IV: De la red de significantes. En: Seminario XI “Los

cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Editorial Paidos.

Buenos Aires. Argentina. Recuperado de:

http://www.bibliopsi.org/docs/lacan/14%20Seminario%2011.pdf

Pasqualini, G y Kordon, D (2013). Verdad histórica, realidad histórica y

psicoanálisis. Pag. 115 a 122. Editorial Letra Viva.

Schäuble, A. (2016) Lazo social: lo posible y lo imposible a partir del encuentro

con otros. Revista Borromeo Nº 7, de la Facultad de Ciencias

Psicológicas-Universidad Argentina John F. Kennedy. Fuente:

http://borromeo.kennedy.edu.ar/Paginas/2016-07/Sumario.aspx.

Weigandt, P., La Vecchia, M, Gonzalez, E y otros (2012). De Perogrullo: la

inconsistencia de El Otro. Investigaciones en Psicoanálisis Aplicadas a

las Ciencias Sociales. Universidad Argentina John F. Kennedy. Revista

Borromeo N° 3. Recuperado de: http://borromeo.kennedy.edu.ar

revistaborromeo@kennedy.edu.ar. ISSN 1852-5704 114.

Weigandt, P., Pavelka, G., Luna, M. (2013). Documento Público: “…Parece que

solo les importa encerrarnos… Se olvidan que sin los pibes no hay

futuro…”. Sociedad: ¿Qué lugar para nuestras infancias y adolescencias?

Recuperado de:

http://www.psicohormiguero.com.ar/sites/default/files/2017-

02/SOCIEDAD%20QU%C3%89%20LUGAR%20PARA%20NUESTRAS
%20INFANCIAS%20Y%20ADOLESCENCIAS%20MAYO%20DE%2020

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