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Los tres Registros de la realidad humana

Javier Aguirre

Quien haya alguna vez escuchado algo sobre Jacques Lacan, probablemente le resuene
categorías como lo imaginario, lo simbólico y lo real. Es decir, los tres registros u órdenes
de la esenciales de la realidad humana. Introducirse a las elaboraciones de Lacan implican
un pasaje ineludible por estas categorías.

Lacan introduce los registros en una conferencia titulada Lo simbólico, lo imaginario y lo real en
el año 1953 y a partir de allí jamás dejará de utilizarlas, es decir, que atraviesan toda su
enseñanza, aunque no sin modificaciones conceptuales.

¿Qué son los tres registros? Los registros son categorías conceptuales que tienen un valor
instrumental, en la medida que Lacan los utiliza para “leer” a Freud, son una especie de lente
que emplea para estudiar la obra freudiana. Asimismo, notaremos que Lacan los utiliza como
un recurso teórico y práctico. Le sirven para teorizar su enseñanza y orientar la experiencia
psicoanalítica, es decir, la dirección de una cura.

¿Cómo construye Lacan los registros? Los registros no son una invención ex-nihlo de Lacan,
sino que éste los toma de la cultura e interviene sobre ellos produciendo una articulación
original, no obstante, el punto de inflexión (como veremos más adelante) es sobre el registro
de lo real, el cual irá tomando distintos sentidos a lo largo de sus elaboraciones.

¿Estos registros están separados? No. Lacan los propone de manera articulada, es decir, se
encuentran enlazados, incluso, llegará a proponer al final de su enseñanza, el recurso
topológico del nudo borromeo constituido por tres cuerdas enlazados de tal forma que, al
separar cualquiera de las tres, se liberan las otras dos.

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Nudo borromeo

El nudo muestra que no hay una superioridad de un registro sobre otro, ellos tienen un valor
equivalente, hay una homogeneidad en cuanto a su valor aunque no por sus cualidades, lo
cual implica que se pueden ordenar o combinar de diversos modos sin alterar la equivalencia,
por ejemplo: SIR, IRS, RSI, SRI…etc.

No obstante, se advierte que a lo largo de sus elaboraciones Lacan enfatiza algunos registros
sobre otro, lo que no significa que proponga una superioridad de algunos de ellos y se olvide
de los otros o le reduzca su importancia, sino que acentuará en los distintos contextos
teóricos alguno más que otro.

Como dijimos más arriba, los registros se presentan de manera articulada, o sea, cada
fenómeno tiene una dimensión simbólica, imaginaria y real. El síntoma, el fantasma, el sueño,
el lenguaje mismo, etc. Más aún, cada registro tiene una dimensión simbólica, real e
imaginaria. Sin embargo, por una cuestión didáctica, presentaremos lo registros de manera
separada a fin de explorar sus particularices y algunas de las fuentes que Lacan utiliza para
delimitarlos.

Lo imaginario

La puerta de ingreso de Lacan al Psicoanálisis es a partir de lo imaginario; “Todos saben que,


cuando entré en el psicoanálisis con una escobilla que se llamaba estadio del espejo,” (Lacan,
clase del 10/01/1968, inédito), ya que fue la primera intervención de Lacan en Psicoanálisis
en el Congreso Internacional de Marienbad, en el año 1936. Ahora bien, ¿qué es lo
imaginario?

Lo imaginario es el registro de las imágenes (de la representación, de la impostura, del engaño,


la ilusión, seducción, la envidia, de las relaciones especulares intersubjetivas, de las

2
proyecciones imaginarias a los semejantes. También es el registro de la agresividad y de la
prestancia. El mundo de la fantasía, los sueños, entre tantos otros fenómenos, tienen también
una dimensión imaginaria). Así como las imágenes son indispensable para los animales; para
el ser hablante también lo es, es una dimensión vital y esencial de la condición humana.

Lacan ubica al yo (moi) en este registro, es decir, el yo (moi) no es un dato primario, ni ex


nihilo, sino es una consecuencia o un dato secundario, o sea, que se constituye. Ya Freud
consideraba un supuesto necesario que desde el inicio no esté presente una “unidad”
comparable al yo, sino que este debe constituirse, algo debería agregarse al auto erotismo,
una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya (Freud, 1914). Lacan sitúa
aquí el “estadio del espejo”, donde el yo se conformará en base a una identificación con la
imagen de un semejante.

Para delimitar este registro Lacan recupera aportes de múltiples disciplinas, ¿Cuáles son las
principales fuentes que Lacan utiliza? Un de ellas es el Psicoanálisis. En el momento en que
Lacan construye el estadio del espejo, no solo que recupera la noción de narcisismo, sino
también la noción de “imago” que se encuentra en la obra de Freud y que tanto Jung como
la escuela anglosajona de psicoanálisis tomaron y reformularon. Con el término imago se
designaba una representación o imagen ideal de las figuras parentales (materna, paterna,
fraterna) que, como prototipo o esquema inconsciente, dirige y orienta, posteriormente al
sujeto en su percepción de los otros y en su actitud y conducta hacia ellos. También
encontramos en su trabajo sobre el estadio del espejo, influencias de M. Klein,
principalmente sobre las posiciones esquizo-paranoide y la depresiva- (Rabinovich1), se trata
de una lectura del estadio en términos estructurales y no evolutivos, lo cual le permite insistir
en el carácter estructurante y estructural del estadio del espejo.

La psicología comparada es otra de las fuentes, especialmente el test de Wallon, quien, al


comparar las conductas de los animales y los niños frente a un espejo, advierte que los niños
en algún momento del desarrollo logran reconocer su imagen exteroceptiva, aunque no se
encuentren maduros fisiológicamente. Para Wallon, el niño pasa de una percepción parcial
de su cuerpo a una integral. En cambio, en la el mono, por ejemplo, en la experiencia
cognicitiva frente al espejo, éste no puede reconocer lo real en la imagen, o sea, no puede
representar virtualmente un espacio, tratará el espacio virtual como uno real.

1 Inédito.

3
Lacan también tomará algunos aportes de la etología. Diversos estudios Lorenz han
demostrado que en ciertas especies algunos cambios fisiológicos y sociales se producen al
observar un congénere. Por ejemplo, la maduración de las gónodas en las palomas tiene
como condición la vista de un congénere, o el pasaje del grillo peregrino de su forma solitaria
a la gregaria, puede conseguirse si se lo expone a la visión de un semejante. Estos fenómenos
no son privativos en los animales, también en nuestra especie encontramos esta clase de
fenómenos. De allí que Lacan considere que un comportamiento puede volverse imaginario,
cuando su orientación hacia las imágenes, es capaz de desplazarse fuera del ciclo que asegura
la satisfacción de una necesidad natural.

En nuestra cultura contemporánea, lo imaginario suele adquirir gran relevancia. Las redes
sociales, el culto a la imagen, la selfie, entre tantas otras “formas” son algunos de los ejemplos.
Estamos en una época caracterizada por lo que Colette Soler (2018) denominó la
“enfermedad de la comparación”. Esta “enfermedad”, suele alimentar lo que Freud llamó
hace tanto tiempo, el narcisismo de las pequeñas diferencias, que en sus expresiones más
extremas llevan a discursos y prácticas segregacionistas. Por supuesto, que esto no se agota
a nuestros tiempos. Basta ver como dos personajes que luchan a duelo para ilustrar la tensión
erotoagresiva de las relaciones especulares.

Otra de las fuentes proviene de la embriología. Al respecto, Lacan menciona a Bolck y su


teoría de la fetalización. Lacan toma la tesis de Bolk sobre la prematuración de la cría
humana, colocando el énfasis en la inmadurez del sistema piramidal, como causa de los signos
de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales. Por ello afirme que “el estadio
del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación”
(Lacan, 1949). El niño se anticipa a la formación de una imagen unificada, a una forma de
Gestalt2, que no corresponde con sus posibilidades de coordinación motriz. Se trata de una
forma ortopédica de su totalidad, una especie de muleta, una ilusión de unidad.

El campo del arte también será otra de las fuentes que recupera el autor. Al m omento de
elaborar el estadio del espejo, Lacan mantendrá un dialogo con el movimiento surrealista, el
cual tendrá influencias en sus desarrollos. Asimismo, como señala Diana Rabinovich3, en la
época en que Lacan planea el registro imaginario, se está desarrollando en Europa no solo
el movimiento surrealista, sino una nueva forma de interpretar las imágenes como símbolos,

2
También la teoría de la Gestal de Köhler, y los desarrollos de Bühler, sobre el transitivimos son otras
de las fuentes que Lacan recuperara para delimitar el registro de lo imaginario.
3
Inédito

4
el cual será uno de los elementos que contribuirán a establecer el registro de lo simbólico. La
construcción de las imágenes como símbolo fue examinada por el instituto Warburg, en
Alemania. Uno de los representantes más sobresalientes fue Panofsky. Para éste “en una obra
de arte, la forma no puede separarse del contenido, debe entenderse también como algo que
comporta un significado que sobrepasa a lo visual”. Es decir, que no interpreta los símbolos
como si tuvieran un significado fijo, sino que el significado dependerá del lugar que tenga el
símbolo en la obra y su contexto.4 Notemos que estamos incluyendo al significado como
algo imaginario, que implica cierta forma y muchas veces cerrada. O sea que la imagen no se
limita solo a lo imaginario, sino que ésta entra en conexión con lo simbólico, es decir, que las
imágenes están sometidas a lo simbólico, las imágenes se pueden simbolizar. Esto ya había
sido señalado por Freud y otras tantas tradiciones, por ejemplo, cuando analiza el simbolismo
de las imágenes del sueño. No obstante, se trata aquí del significado que toma la imagen
según lugar en el que se encuentra, la imagen no tiene un “significado natural”.5

En la década del 50 Lacan introduce un esquema L o lambda, donde articula el registro


imaginario con el registro simbólico:

Por el momento nos centraremos en el eje imaginario, donde están situado en cada vértice
el otro o semejante, simbolizado por el a´ minúscula, y el yo en el otro extremo, simbolizado
también con la letra a. Allí, tenemos un vector orientado que va del otro al yo, representado
por una línea continua. En este eje se juegan las relaciones imaginarias del yo con su
semejante, la rivalidad, celos, proyección, ilusiones, la agresividad, entre otras. Lacan

4
Como veremos más adelante, es una idea próxima a la noción de estructura que Lacan elabora en la
década del 50.

5
Lacan incluso, considerará que el funcionamiento normal de la significación implica que esta remite
siempre a otra significación, sin remitir nunca de manera directa a un elemento de lo real como si fuera
un índice.

5
acentuará la relación mortífera que implica el eje imaginario, como en el juego de la silla, solo
hay lugar para uno, o yo o el otro.

“Tenemos, pues, el plano del espejo, el mundo simétrico de los ego y de los otros
homogéneos. De él debe distinguirse otro plano, que llamaremos el muro del lenguaje.

Lo imaginario cobra su falsa realidad, que sin embargo, es una realidad verificada, a partir del
orden definido por el muro del lenguaje. El yo tal como lo entendemos, el otro, el semejante,
todos estos imaginarios son objetos” (Lacan, 1955:366). En este eje imaginario, se trata de
las relaciones intercambiables, reflexivas en el sentido de la óptica.

Ahora bien, notemos que el esquema muestra una articulación de lo imaginario con lo
simbólico, no es un “puro” imaginario. De allí que abordaremos ahora el registro de lo
simbólico.

Lo simbólico
Con el registro de lo simbólico se alude a la función del lenguaje, en tanto que se trata de un
sistema de carácter universal que nos precede, subvierte al ser humano y determina las formas
de los lazos sociales. “El hombre habla pues, pero es porque el símbolo lo ha hecho hombre”
(Lacan, 1953: 265). Hay una necesidad lógica entre el hombre y el símbolo, podríamos decir,
que uno no es sin el otro.

Lo simbólico no se opone a lo imaginario, sino que le asigna otro valor. Así, “un
comportamiento puede ser imaginario cuando su dirección sobre imágenes y su propio valor
de imagen para otro sujeto lo hacen susceptible de desplazamiento fuera del ciclo que asegura
la satisfacción de una necesidad natural. Lo que se llama en el animal un comportamiento
simbólico es a saber que, cuando uno de estos segmentos trasladados toma un valor
socializado, sirve para el grupo animal de localización para un cierto comportamiento
colectivo” (Lacan, 1953). Así por ejemplo, el fetichista puede excitarse con una pantufla, sin
embargo ésta, no puede servir para apaciguar una necesidad como el hambre o la sed. Como
mencionábamos más arriba, es el valor simbólico de las imágenes.

Al respecto Lacan dirá que la palabra mata a la cosa. Es decir, que el símbolo puede
representar la cosa, la puede traer, pero no es la cosa en sí misma. En el juego del Fort Da,
Freud muestra como su nieto podía simbolizar su madre por medio del carretel, o sea, a
través de la operación del significante, por eso Lacan señala que la palabra es una presencia

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hecha de ausencia. De allí que el lenguaje tenga una función creadora, es decir, puedo hacer
aparecer en este momento un dragón solo con la palabra, creando esa representación.

Esto no implica una anterioridad de “lo real” que es tomado por el significante, sino que es
el significante mismo el que introduce una falta allí donde no lo hay. Es una operación lógica.
Es decir, que es gracias a lo simbólico que algo puede faltar, aunque en la naturaleza no falte
nada. Lacan nos brinda el ejemplo de la biblioteca. En la biblioteca podemos decir que un
volumen falta en su lugar, solo si ese lugar esta designado por la introducción de lo simbólico
en lo real, es lo simbólico que introduce una ausencia, se introduce una falta por medio del
símbolo. De allí en más, el símbolo nos permite presentificar un elemento.

En su primer discurso de Roma, “Función y campo de la palabra y del lenguaje” (1953),


Lacan definirá a la posición del analista como un practicante de la función simbólica. Al
retornar a los textos freudianos demuestra que las formaciones del inconsciente, son hechos
de lenguaje, o sea, que se resuelven por medio de lo simbólico, es decir, “el inconsciente se
estructura como un lenguaje”, lo reprimido se presenta como discurso articulado, ya
formulado en un lenguaje. Como señala Lacan, los fenómenos con los que nos vemos en el
análisis son de ese orden, son de un orden lenguajero. Por lo tanto, el psicoanalista no es un
explorador de continentes desconocidos o de grandes fondos, sino que hace “linguistería”
(neologismo que propone Lacan) él aprende a descifrar la escritura del inconsciente.

Retomemos el esquema L, pero ahora centrémonos en el eje simbólico, es decir el vector que
va del A (tesoro de los significantes) a S, el Sujeto. Notemos que no se trata de una línea
continua, lo que designa el vector del inconsciente. El Otro, es un lugar simbólico, es aquello
ante lo cual el sujeto se hace reconocer, es el tesoro de los significantes. Ahora bien, solo
puedo hacerme reconocer por el Otro en la media que esté reconocido. En el otro vértice
está el Sujeto, que no designa a la persona, o individuo, sino a un efecto del lenguaje. Lacan
escribe también allí el (Es) como un juego homofónico en la lengua francesa y alemana.

Saussure y la subversión del signo lingüístico

La dimensión de lo simbólico, referida al lenguaje, es un puntapié para introducir unas de


las fuentes que Lacan utiliza para delimitar éste registro, una de ellas, es el estructuralismo.

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Podemos distinguir aquí la lingüística de Saussure y los trabajos de Jakobson sobre la
metáfora y la metonimia, también, la antropología de Lévy Strauss con su idea de la "eficacia
simbólica" y el énfasis en el peso estructural de las leyes de parentesco.

Examinemos algunas cuestiones sobre el signo lingüístico y la subversión que Lacan


propone. Lacan reconoce a Saussure como el fundador de la lingüística moderna. Este último
considera que la lengua es el objeto de estudio de la lingüística, definiendo a la lengua como
un sistema de símbolos. Su campo de estudio se delimitará principalmente por las
dimensiones del significante y del significado, elementos que constituyen el signo lingüístico.
El signo se caracteriza por la relación recíproca entre el significado y el significante.

Para Saussure el Significado (el concepto) es la representación mental o psíquica de una idea,
y un concepto social, ya que es común a todos los hablantes. El Significante (imagen acústica)
es la huella mental del sonido, es decir, la representación psíquica del sonido. El círculo indica
la unidad del signo y las flechas plantean la relación biunívoca entre significado y significante.
Además, otra propiedad del símbolo es su arbitrariedad, lo que significa que entre el
significante y el significado no hay una relación natural, es decir, la palabra no está
determinada por la cosa.
¿Pero para qué revisar este asunto? Porque Lacan toma el signo Saussuriano pero lo
transforma, proponiendo un nuevo algoritmo, el significante sobre el significado

Desaparece la unidad representada por el círculo y la raya horizontal se convierte en “barra”;


indica la “resistente a la significación”. Es decir, que el significante determina el significado,
pero además, el algoritmo contradice la idea de que un significante remite a un concepto o
un significado único. Lacan ubica el ejemplo de la contraseña y del “lenguaje estúpido del
amor” (1953). La contraseña tiene la característica de ser completamente independiente de

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su significación, mientras que el “lenguaje entupido del amor”, tiene la particularidad de
nombrar el partenaire sexual con el nombre de alguna hortaliza, insecto o animales de los
más repugnantes, etc, resulta evidente que allí el significante está desprovisto del significado
(del código).

Para ilustrar este argumento, veamos el siguiente dibujo que propone en el escrito “ La
instancia de la letra…” Lacan:

En este dibujo, los significantes damas y caballeros, establecen el significado. El significante


“entra en el significado”, el significante determina el significado del "excusado ofrecido al hombre
occidental para satisfacer sus necesidades naturales fuera de su casa... y que somete su vida pública a las leyes
de la segregación urinaria, o sea, el significante introduce la diferencia entre los sexos (Lacan,
1957: 479). Entonces el significante se define por su oposición a otro significante (día-noche.
caballero-dama, verdad-mentira etc). Asimismo, el significado es siempre otra cosa a lo que
el significante parece indicar.

O sea, que no hay metalenguaje, no hay un lenguaje de referencia sobre el lenguaje, es decir,
cuanto más hablamos más quedamos sumergidos en sus fallas e impas. Se trata de una
“estructura” incompleta, en abertura y no cerrada, no hay el inconsciente colectivo.

Ahora bien, el significante se caracteriza por ser un elemento articulado, discreto, un


significante por sí mismo no significa nada, debe estar ligado a otro significante. Cada
elemento tiene su identidad fuera de sí, es decir, en relación a los otros. Cuando trabajemos
la noción de sujeto, encontraremos esta propiedad, ya que para Lacan el sujeto está
representado por un significante para otro significante (éste tema será asunto de otra clase).

Además, las unidades del lenguaje están sometidas a la doble condición de reducirse a
elementos diferenciales últimos y de componerlos según las leyes de un orden cerrado. No
debemos reducir estas unidades a los fonemas, es decir, el significante puede ser es un
fonema, una palabra, una acción, un olvido, una frase, lo importante es que mantenga la

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condición de ser elementos diferenciales y últimos (un significante es lo que los otros no
son).

Con la expresión leyes de un orden cerrado, se refiere a las dos leyes del lenguaje: la metonimia y
la metáfora. Se trata de categorías que toma de Jakobson, pero que también encuentra en la
obra freudiana, en las nociones de desplazamiento y condensación. La primera (la
metonimia) consiste en la conexión de una palabra a otra. Mientras que la segunda (la
metáfora) se caracteriza por la sustitución significante. Un significante sustituye a otro,
quedando este último presente en un lazo metonímico con la cadena significante. Es decir,
“Una palabra por otra” (Lacan, 1957: 487). La metonimia se avecina al estilo realista, mientras
que la metáfora al poético. Cualquier formación del inconsciente se presenta estructurada
por alguna a ambas de estas leyes.

En la metáfora toda conexión preestablecida con el léxico queda desarticulada. Esta no es


una comparación, es más que eso, se trata de una identificación. El ejemplo que trae Lacan, es
un poema de Víctor Hugo donde dice “Su gavilla no era avara ni odiosa”. Se trata de la
identificación de Booz con la gavilla, se establece una similitud de posición. La chispa
creadora de la metáfora aparece entre dos significantes, pero no por tener imágenes iguales,
sino porque uno ha sustituido al otro en la cadena significante, mientras que el significante
sustituido sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena (Lacan,
1957: 487).

La forma que se opone a la metáfora es la metonimia, donde se sustituye algo que se trata
de nombrar, esto es, se nombra determinada cosa mediante otra que la contiene por parte de
ella o por su relación de contigüidad. Tomemos un ejemplo que propone Lacan: “treinta
velas” para aludir a barcos en el mar, hay una conexión del barco con la vela, en tanto es un
elemento que forma parte del barco, asimismo hay una contigüidad significante entre la vela
y el barco. En la metonimia se apoya en la conexión palabra a palabra, en ella el sujeto puede
nombrar el referente por elisión, es decir, desaparición de un significante.

Ahora bien, la “cadena significante”, que Lacan la representa de este modo S1-S2 implica
una doble temporalidad, diacrónica y sincrónica. La diacronía remite a la metonimia y la
sincronía a la metáfora.

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En su diacronía, la cadena significante implica una temporalidad donde un significante
anticipa al segundo y este lo resignifica. Es decir, en la intención de significación se van
conectando los significantes, pero la significación será retroactiva, el punto de capitón o
abrochamiento de la cadena significante lo producirá el último término de manera
regrediente.

Mientras que la estructura sincrónica, significa la coexistencia de los significantes al mismo


tiempo, remite a la noción de tesoro de los significantes, la cual se distingue del código, ya que en
este se conserva la correspondencia unívoca de un signo con algo. En cambio, en el tesoro
de los significantes, “el significante no se constituye sino de una reunión sincrónica y
numerable donde ninguno se sostiene sino por el principio de su oposición a coda uno de
los otros (Lacan, 1966, 785)"6. El matema que utiliza Lacan para referirse al tesoro del
significantes es la letra A mayúscula.

Intentaremos ilustrar la temporalidad de la cadena significante con uno de los pisos del grafo
del deseo7

S-S` : representan la cadena significante

A: tesoro de los significantes

6 Lacan, J. (2000 [1960]). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. En Lacan, J.
Escritos II. México: Siglo XXI.
7 Se trata un grafo que Lacan construye a la altura del Seminario 5.

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s (A): el significado del Otro, donde la significación se constituye como producto; el lugar
del mensaje.

S: Sujeto dividido, efecto de la cadena significante. El sujeto del lenguaje, atravesado por el
lenguaje, es el producto del encuentro con al menos dos significantes articulados.

: La necesidad.

El grafo demuestra que la significación se produce de manera retroactiva, con el bucle de


arriba, produciendo un efecto de sujeto.

Hasta ahora venimos revisando la influencia del estructuralismo en las elaboraciones de


Lacan sobre lo simbólico. Ahora bien, otras de las fuentes que Lacan toma para delimitar
este registro, proviene del campo de las matemáticas, principalmente de la teoría de los
conjuntos, lo cual incide directamente en su concepto de estructura que propone en el
Seminario 3, donde presenta una definición novedosa sobre la estructura:

“La estructura es primero un grupo de elementos que forman un conjunto co-variante.


Dije un conjunto, no dije una totalidad. En efecto, la noción de estructura es analítica. La
estructura siempre se establece mediante la referencia de algo que es coherente a alguna otra
cosa, que le es complementario” (Lacan, 1955-1956: 261-2).

Los términos de “conjunto” y “co-varianza”, ambos tienen sus improntas en las matemáticas.
En esta disciplina, cuando se habla de conjunto se está indicando un grupo o colección de
elementos definidos. El conjunto no implica la totalidad, ya que no se refiere a un todo
absoluto. De allí que podemos entender el concepto de A sin barrar, la batería significante,
como un conjunto donde se encuentran todos los significantes que están, lo que significa que
hay significante que no están (en todo caso, no están en ese conjunto). Mientras que la
covarianza, indicaría que cada elemento que compone el conjunto no tiene valor por sí
mismo, porque no posee una relación fija con ningún otro elemento del sistema.

La noción de estructura es inseparable de la noción de significante, cuando se analiza la


estructura se trata de la estructura del significante (elemento discreto y combinable). En este
sentido, el valor del elemento quedará determinado por el lugar que ocupe en relación a los
otros. Entonces, al analizar la estructura, analizamos el significante, lo despejamos, pero
siempre relacionado a los otros. La estructura se ofrece como un conjunto y no como una
totalidad, es decir, que es posible establecer permutaciones entre sus elementos en la medida
que existen lugares vacíos. Este argumento es solidario con la tesis que sostiene que un

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significante por sí mismo no significa nada, es decir, que el valor significante depende
necesariamente del conjunto del sistema al cual pertenece.

Además del lenguaje, lo simbólico también implica la dimensión de la palabra. O sea, el


modo en que cada uno utiliza el lenguaje, de allí que la palabra es una forma de acto. Nos
referimos a la palabra que sucede en un análisis, esto es, cuando alguien habla al analista, en
tanto personaje simbólico. A diferencia del registro imaginario que se apoya en la relación
“especular” propiciando los fenómenos de agresividad, etc, la palabra introduce un valor
simbólico a la relación intersubjetiva, en este sentido, al estar mediatizada la relación
especular por lo simbólico, la palabra puede tomar una función pacificadora, aunque también
la palabra es capaz tomar una función opuesta, nos referimos a los efectos de violencia que
esta puede producir.

Asimismo, la palabra tiene una direccionalidad, toda palabra llama a una respuesta. “no hay
palabra sin repuesta, incluso si no encuentra más que el silencio, con tal de que tenga un
oyente, y que este es el meollo de su función en el análisis” (Lacan, 1953: 237). La palabra se
dirige a otro. Este “otro” comprende un doble registro, imaginario (otro especular, el
semejante) y simbólico (el Gran Otro), aquello ante lo cual se nos hacemos reconocer, pero en
la medida que está reconocido de antemano, o sea, es el Otro del discurso universal, es un
lugar tercero garante de la posición simbólica. Cuando hablamos a otro, instalamos un tercer
lugar que es el lugar al que se refiere la verdad de la palabra, de la buena fe, que implica un
pacto simbólico. No hay forma de hacer una mentira sin suponer esta dimensión de la verdad.
Es decir, el Otro, nos determina y además no se puede domesticar.

También el gran Otro comprende la dimensión del inconsciente, en tanto “ el inconsciente


es el discurso del Otro”. El sujeto se constituye en el lugar del Otro, en la dependencia de lo
que allí se articula como discurso. “Este discurso del otro no es el discurso del otro abstracto,
del otro en la díada, de mi correspondiente, ni siquiera simplemente de mi esclavo: es el
discurso del circuito en el cual estoy integrado. Soy uno de sus eslabones.” (Lacan, 1955:
141). El Otro tiene esta dimensión de exterioridad, es esa otra escena donde se sitúa la
maquinaria del inconsciente8.

Ahora bien, el receptor del discurso, no es el único que escucha al emisor, también quien
emite el mensaje es al mismo tiempo emisor y receptor, en la media que podemos oír el

8
Lacan situará también al Otro como barrado, marcando entre otras cosas la inexistencia del
metalenguaje.

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sonido de las palabras emitidas (aunque existen ciertos trastornos del lenguaje donde esta
dimensión esta alterada, por ejemplo, las alucinaciones verbales psicomotrices). Además, el
receptor del mensaje, determinará su sentido, el que escucha significa el mensaje y no
precisamente su enunciador, es el poder discrecional del oyente, lugar desde donde se puede
reconocer o anular el mensaje. La palabra es “un acto y que como tal supone a un sujeto”
(Lacan, 1955: 338), más aún el sujeto se funda en ese acto del ejercicio de la palabra. Podemos
decir, que “la palabra se manifiesta como una comunicación en la que no sólo el sujeto, por
esperar al otro que haga verdadero su mensaje, va proferido bajo una forma invertida…”
(Lacan, 1955: 338).
Entonces, el sujeto recibe su propio mensaje de forma invertida. La palabra plena, esencial, la palabra
comprometida, está fundada en esta estructura. Tomemos el siguiente ejemplo: Tú eres mi
mujer. En la frase “Tú eres mi mujer, implícitamente se está diciendo Yo (je) soy tu hombre.
No obstante, el primer mensaje Tú eres mi mujer, supone que se la reconoce como tal,
mediante lo cual podrá reconocernos. “Esta palabra es entonces siempre un más allá del
lenguaje. Un compromiso como éste, al igual que cualquier otra palabra, así fuese una
mentira, condiciona todo el discurso que va a seguir y aquí, entiendo que discurso incluye
actos, gestiones, contorsiones de las marionetas presas del juego, y la primera son ustedes
mismos” (Lacan, 1955-6: 79). O sea, que el emisor y el receptor, en esa relación especular,
se instala un lugar tercero, lo simbólico, que permite que se constituya el mensaje en forma
invertida.

Lo real

En primer lugar, lo real no es la realidad. Incluso podemos hablar de una oposición o


discordancia entre real y realidad, porque la realidad comporta como tal una serie de
mediaciones imaginarias y simbólicas que cubren el “acceso a lo real”. Incluso, Lacan llegará
a equipar la realidad con el “fantasma”.

El registro de lo real tiene diversas definiciones a lo largo de la enseñanza de Lacan. En las


primeras producciones, lo real es descripto como aquello que queda por fuera de la
experiencia analítica, lo que esta no puede capturar, aprehender. Si bien ésta es una incipiente
aproximación de lo real, Lacan irá definiendo la categoría de modos diversos a lo largo de su
enseñanza. Con relación a ello, en su tercer conferencia en Roma, titulada La tercera (1974),
Lacan reseña cinco definiciones de lo real que ha dado a lo largo de los años. Cabe aclarar

14
que ninguna de estas es descartada ni superior a la otra. Se trata de definiciones producidas
en diversos contextos teóricos, pero que pueden coexistir.

La primera definición, (producía a la altura del Seminario 2) lo real es lo que vuelve siempre al mismo
lugar. El énfasis rece en el término “vuelve”, es decir, en la “repetición”. Lacan lo ejemplifica
con la figura de los astros. Siempre a la misma hora de la noche hallaremos tal estrella sobre
tal meridiano, ahí retornará, siempre está ahí, es siempre la misma. Si nos trasladamos a otro
punto del planeta, eso siempre estará allí. Reparemos que se trata de una definición que
también alude a la noción de fijación. Lo real como fijo, como inamovible, siempre retornando
al mismo lugar, como mosca a la miel. Suele ser una queja repetida en la neurosis, “siempre
me pasa lo mismo; siempre retorno al mismo lugar, es un destino que siempre vuelve”. Esta
dimensión de la repetición, no se trata de la insistencia simbólica a través de las formaciones
del inconsciente, sino que comprende ese retorno demoniaco que Freud menciona en Más
allá del principio del placer, un eterno retorno de lo igual.

Segunda definición: lo real es lo imposible. Lacan acota a lo real a partir de la categoría de lo


imposible como una modalidad lógica. En esta definición la referencia conceptual es la lógica
modal. Lo real como imposible define algo de la relación del sujeto respecto de sí, como un
punto de irresolución. No se trata aquí de un asunto de potencia o impotencia, sino de un
imposible lógico, o sea, cuando el problema no dispone de solución alguna. Ahora bien, para
delimitar lo imposible es necesario recurrir a los otros registros, lo real como imposible de
simbolizar e imaginarizar, ni las palabras ni las imágenes alcanzar para capturarlo, en este
sentido Lacan dice que “lo real no cesa de no escribirse”.

Además, cada sistema simbólico tiene sus puntos imposibles, por ejemplo, hay puntos de
imposibilidad desde el punto de vista de los números enteros, pero que son posibles desde
la perspectiva de los números irracionales, asimismo, las lenguas también muestran esta
diferencia, en algunas hay ciertos puntos imposibles que para otras no lo son. Otro ejemplo
pero propio del psicoanálisis, es la tesis freudiana de la imposibilidad (lógica) de la inscripción
de la diferencia sexual en lo inconsciente, ya que solo existe la oposición fálico castrado. De
igual modo, dirá que no existe la inscripción de la muerte en lo inconsciente (Rabinovich,
inédito).

No obstante, Lacan señala una imposibilidad lógica para toda la especie humana, esto es, la
perdida de la naturalidad de los sexos y por lo tanto, la no complementariedad entre ellos.

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El aforismo que utiliza Lacan es “no hay la relación sexual”. Lo que no significa que no
existen las relaciones sexuales, sino que no hay un complemento, la proporción sexual entre
los sexos. Se trata de un plano lógico y no anatómico, ni biológico o cultural, sino una lógica
que involucra lo inconsciente.

Tercera definición: “lo real no es el mundo”. Es una definición solidaria a la anterior. Si el mundo
se caracteriza por lo imaginario, por la representación, lo real no es el mundo, ya que
incompatible a la representación, tanto a lo imaginario como a lo simbólico. “ La diferencia
entre lo que anda y no anda, es que la primer cosa es el mundo, el mundo anda, gira, es su
función de mundo; para darse cuenta de que no hay mundo, a saber, que hay cosas que sólo
los imbéciles creen, sólo los imbéciles creen estar en el mundo, es suficiente notar que hay
cosas que hacen que el mundo sea inmundo, si puedo expresarme así; los analistas se ocupan
de eso, de modo que contrariamente a lo que se cree, ellos se enfrentan mucho más al real
que los científicos; sólo se ocupan de eso.” (Lacan, 1974)9.

Cuarta definición: “lo real no es universal, … significa que no hay “todos los elementos, solo hay
conjuntos que determinar en cada caso (Lacan, 1974: 83). Lo real es no-todo, incompleto, es
un conjunto de elementos, en este sentido lo real no es universal. Sobre este punto, Lacan
dice, “lo real es un pedazo de real”10.

Quinta definición: “lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden”. Lacan coloca el
énfasis en el síntoma, “el sentido del síntoma es lo real”. El síntoma se constituye en un
punto de referencia que nos permite orientarnos hacia lo real. Como dice Lacan,” el síntoma
es lo que viene de lo real”. El síntoma, en una de sus caras, es lo que carece de sentido, es lo
que anda mal, lo que no deja de repetirse para estorbar ese andar, pero, además, aquello que
encuentra en lo simbólico y lo imaginario formas de expresión.

Referencias
Soler, C. (2018): Otro narciso. Buenos Aires: Escabel.
Lacan, J. ([2004]1953): “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”. En De los nombres del padre,
Buenos Aires: Paidós. Pp. 11-64..

9
Lacan, J. (1974) Conferencia de prensa en Roma. Inédito
10
Lacan, J. ([2006]1975-76): El seminario, Libro 23: El sinthome. Buenos Aires: Paidós.

16
Lacan, J. ([2000]1953): “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”.
En escritos 1, Buenos Aires: Siglo XXI.
Lacan, J. ([2010]1954-55): El seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica. Bs. As., Paidós. Cap. XIX.
Lacan, J. ([2002]1957): “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”.
En Escritos 1, México, Ed. Siglo XXI, pp. 473-509.
Lacan, J. ([2003]1974): ”La tercera”. En Intervenciones y textos II. Buenos Aires: Manantial. Pp.
81-85.
Lacan, J. ([2006]1955-56): El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, Bs. As., Paidós, capS. IV, .
V, VII XIV.

Lacan, J. (2000 [1960]). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. En Lacan, J. Escritos
II. México: Siglo XXI.

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Lacan, J. (1974) Conferencia de prensa en Roma. Inédito

Muñoz, P. (2018): “Los tres órdenes: imaginario, simbólico, real”. En Psicopatología. Córdoba,
Brujas. Pp.203-220.

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