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Del significante a la letra.

La semiótica de Peirce en el discurso


lacaniano.
1- Lingüística y estructuralismo en el discurso lacaniano
Desde un primer momento Lacan se mostró interesado por la lingüística 1, sobre
todo la post saussuriana y particularmente la estructuralista. Sin embargo,
sostiene Milner, sus métodos propios (por ejemplo la conmutación, los pares
mínimos, etc.), no serán por él utilizados. Su enunciado "el inconsciente está
estructurado como un lenguaje" demuestra que el inconsciente tiene propiedades
que estudia la lingüística, sin embargo, a Lacan los procedimientos mediante los
cuales éstas se establecen no será lo que más le importe (Milner, 2003).

Este primer momento lacaniano se abre con "Función y campo de la palabra y


el lenguaje en psicoanálisis" en 1953, si bien como dijimos más arriba, no es el
primer escrito de Lacan. Existían en su producción textos previos, que son
posibles de ser ubicados en lo que sería una pre escansión y que funcionaron
como condición de producción de éste.2

Podemos considerar este texto, y Lacan así lo reconoce, como inaugural en la


formulación de su discurso. Este discurso, señala, debe "ser introducido por sus
circunstancias porque lleva sus marcas" (Lacan, [1953] 1988: 227). El tema le
había sido propuesto para constituir el informe teórico usual en la reunión anual
que representaba en aquel entonces al psicoanálisis en Francia, desarrollada
desde hacía años en el "El Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa".
Este congreso se dio en Roma durante septiembre de 1953. Lacan escribe este
discurso, conocido como el "Discurso de Roma", en el marco de lo que implicaba
su postura de volver a los textos freudianos abandonados por los post freudianos.

1
A diferencia de Freud, quien llamativamente mostró muy poco interés por el método de la
lingüística científica pese a que, como señala Milner (2002), ésta se encontraba en pleno auge en
su época. Sin embargo, si se observa en este autor un gran interés por las eventuales propiedades
del lenguaje. El ejemplo típico: los sentidos opuestos de las palabras primitivas que dan testimonio
de las mismas para esclarecer los procesos inconscientes.
2
Este conjunto textual previo consiste en un grupo de proposiciones "prehistóricas", asociadas con
otros discursos y que terminaron por ser menos pertinentes a la hora de reconocer la "obra" de
Lacan.
En este texto se puede observar, entre otras cosas, un esfuerzo manifiesto hacia
la formalización del registro simbólico, encontrando además, como condición de
producción ciertos textos de Hegel. Esto señala lo que se reconoce en Lacan, en
términos de operación crítica, como período simbólico dialéctico o hegeliano.

Esta marca hegeliana, al decir de Jacques-Alain Miller (2000), está ligeramente


corregida por Heidegger porque el lugar del saber absoluto es puesto como
equivalente a la asunción de la muerte, es decir, "el ser para la muerte". Así, en el
texto "Variantes de la cura tipo" (1955), se evidencia la marca de Heidegger como
condición de producción que le posibilita a Lacan teorizar sobre la relación que se
establece entre el final de un análisis y la subjetivación de la muerte, que da lugar
a la verdad del ser. Operación está que, en la cura, permite salir de la relación
dual imaginaria, situación que el analista debe evitar porque conduce a la
identificación con él.

Para Lacan existen tres órdenes o registros que implican un sistema de


clasificación fundamental en tomo al cual girará toda su teorización. Lacan
sostiene que esta distinción arroja luz sobre la obra freudiana, su técnica y su
experiencia (Lacan, 1953-54). Desde esta perspectiva, lo imaginario, lo simbólico y
lo real implican sistemas totalmente heterogéneos. Cada orden remite a aspectos
sumamente diferentes de la experiencia psíquica, aunque es imposible definir
cada uno si no es con relación a los otros dos.

Así, lo imaginario remite a la formación del yo, a partir del Estadio del Espejo, ya
que el yo se forma por identificación con el semejante o la imagen especular
(Lacan, 1953). Antes de esta constitución sólo es posible hablar de cuerpo
fragmentado. Esta relación es fundamentalmente narcisistica dado que el
narcisismo constituye otra característica de este orden. Lo imaginario ejerce un
poder cautivante sobre el sujeto, un poder casi hipnótico, proveniente de la imagen
especular. Tiene manifestación, sobre todo, en el plano de la exhibición y en los
rituales de cortejo. Es la dimensión más estrechamente vinculada a la etología
(Lacan, 1956).
Lo simbólico es, en esencia, una dimensión lingüística. Así como lo imaginario se
caracteriza por relaciones duales, lo simbólico implica estructuras triádicas, porque
la relación intersubjetiva es mediada siempre por un tercer término, el Otro (Lacan,
1956 57). Lo simbólico implica algo autónomo de la biología y se caracteriza por la
ausencia de cualquier relación fija entre significante y significado. Lacan explicita
claramente que su concepción de orden simbólico le debe mucho a los desarrollos
de Levi-Strauss (Lacan, 1953), sobre todo la expresión "función simbólica" y la
postulación de que el mundo social está estructurado según ciertas leyes que
regulan las relaciones de parentesco.

Finalmente, lo real es lo que se ubica más allá de lo simbólico. Mientras que lo


simbólico es un conjunto de elementos diferenciados, lo real es en sí mismo
indiferenciado y se encuentra por fuera del lenguaje (Lacan, 1954-55). Es lo
imposible porque es imposible de imaginar e imposible de integrar al orden
simbólico. Y es este carácter de imposibilidad y resistencia a la simbolización lo
que le confiere su cualidad esencialmente traumática (Lacan, 1964).

Por otro lado, estos tres órdenes son interdependientes estructuralmente. Esta
interdependencia en su último periodo, como veremos, pasará a ser consistencia
en donde los tres órdenes se encontrarán anudados, ilustrados por Lacan, por
medio del nudo Borro meo (Lacan, 1974-75).

En esta época Lacan sostiene que el psicoanalista tiene que vérselas y pelear
contra lo imaginario. La interpretación analítica se dirige a re-centrar al sujeto
provocando su encuentro con el eje simbólico. El final de una cura estará dado por
la disolución de lo imaginario, confundido con un sentido verdadero, se trata de
"un crepúsculo, de un ocaso imaginario del mundo, incluso de una experiencia que
limita con la despersonalización. Es entonces cuando lo contingente cae - el
accidente, el traumatismo, las dificultades de la historia-. Y es entonces el ser el
que llega a constituirse". (Lacan, 1953 en Tendlarz, 2003: 37).

Lacan sostenía que el lenguaje tiene una dimensión simbólica y una imaginaria.
La simbólica es la del significante y de la palabra verdadera, la imaginaria es la del
significado y la palabra vacía. El esquema L representa estas dos dimensiones
por medio de dos ejes que se cruzan. El eje A-S es el lenguaje en su dimensión
simbólica, el discurso del Otro, el inconsciente. El eje imaginario es a- a' es el
muro del lenguaje que interrumpe, distorsiona e invierte el discurso del Otro
(Lacan, 1955).

Así Lacan, durante estos años se alojará en la estructura de la comunicación


siendo ésta concebida como intersubjetiva y dialéctica, aunque disimétrica. Los
dos sujetos en función no son equivalentes en tanto existe un Otro en donde el
sujeto no encuentra un correlato idéntico. Este Otro es lugar de la palabra, del
lenguaje y esta relación está inscripta en el eje simbólico. La satisfacción es
simbólica y el Otro es el que "sanciona". La libido 3 es imaginaria y se relaciona con

3
Para Freud, la libido es una energía, de naturaleza sexual que puede aumentar o decrecer y ser
desplazada. Durante la década de 1950 Lacan sigue a Freud al sostener que la libido es
exclusivamente sexual y masculina y la ubicará en el orden imaginario. Sin embargo, desde 1964
en adelante Lacan articulará la libido con lo real. Si bien, en general, no emplea con tanta
frecuencia esta palabra como lo hace Freud, prefiere plantear er la c energia pulsional en términos
de goce.
el yo. El goce4 es lo que aparece cuando se rompe la cadena simbólica a favor de
un sentido imaginario (Miller, 1999). Por eso, la cura va en contra de éste.

Estas formulaciones llevan, como dijimos, la marca del pensamiento estructuralista


levistraussiano, pensamiento del cual se apropia Lacan para trabajar, además de
sus nociones de eficacia simbólica, causalidad psíquica y estructura, que le
posibilitan revalorizar a Freud. Ya desde 1953 encontramos que Lacan se apoya
en el texto “Las estructuras elementales del parentesco” para dar cuenta de la
función y valor del lenguaje como "algo estructurado".

Posteriormente, en su texto "En memoria de Ernest Jones: sobre su teoría del


simbolismo" (1959), realiza una revisión crítica de la teoría del simbolismo de
Ernest Jones. Lacan dirá que el equívoco de Jones en esta materia, "[...]
circunscribe con justeza la falta que le hacen nuestras categorías" (Lacan [1959]
1987: 698). Es decir, lo simbólico, lo imaginario, lo real. En "De un silabario a
posteriori" (1966) la apropiación de los enunciados levistraussianos por parte de
Lacan, en algunos puntos, es aún más notable.

Claude Levi-Strauss es reconocido como uno de los principales representantes del


estructuralismo. Entre sus condiciones de producción se destaca la lingüística de

4
El goce es un concepto que tiene fundamentos freudianos generalmente ignorados porque no
existe una traducción que responda al concepto lacaniano de goce. Hay tres palabras que
convergen en Freud y que justifican la propuesta lacaniana del concepto de goce (Miller, 1989): 1)
Befriedigung la satisfacción pulsional, es algo que se obtiene, situable como real. 2) Libide: circula
en términos de investidura. Relaciona da con lo imaginario, puesto que circula entre el Yo y el
semejante. 3) Lust: es lo que domina. Tiene que ver con la función simbólica. Estos tres términos
son las tres modalidades freudianas de goce, con anudamientos que justifican que Lacan haya
aportado un solo término en lugar de tres. Freud había trabajado el masoquismo primordial y
planteado que hay befriedigung en el unlust. Es decir, satisfacción en el displacer. Por otro lado,
Freud plantea que lust da c da origen a las alucinaciones y los suctios, no se obtiene de cosas,
sino de signos. Para hurt tenemos signos y cuando un cifrado. Lacan simplifica esto anudando los
tres términos y dis realidad tenemos un poniendo de un lado el goce y del otro el significante
(Miller, 1989). Es por ello, que Lacan diferencia goce y placer. El placer funciona como un límite al
goce. Al mismo pasan a la tiempo, el sujeto intenta permanentemente transgredir las prohibiciones
impuestas a su goce e ir "más allá del principio de placer". Es por ello, que el resultado de
transgredir esta prohibición a no es mis placer, sino dolor, dado que el sujeto no puede soportar
más allá de cierta cantidad de placer. Más allá de este límite, el placer se con vierte en dolor y este
placer doloroso es lo que Lacan denomina "goce". Así el goce, para Lacan, termina siendo
sufrimiento que exprésa la satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de sus síntomas, es decir,
el sufrimiento que deriva de su propia s facción. Y es por esta razón, que el goce se relaciona con
la pulsión de muerte. Am vez, si bien decimos que el goce en la medida en que es sexual es fálico,
sin embargo existe también un otro goce que se relaciona con el Otro y que está "más allá del
falo". Este goce es específicamente femenino, inefable, goce del Otro (Lacan, 1973).
Ferdinand de Saussure y éspecialmente de los lingüistas estructuralistas Roman
Jakobson y N.S. Trubetzkoy. Lévi-Strauss reconoce además como fuentes de sus
investigaciones a Sigmund Freud y Karl Marx (Lévi-Strauss, 1977)

La lingüistica ocupa en el pensamiento de Lévi-Strauss un lugar preponderante. La


define como la única ciencia social que evolucionó al nivel de las ciencias exactas
y propone a los psicólogos, sociólogos y etnólogos, aprender de la lingüística
moderna la ruta que conduce al conocimiento positivo de los hechos sociales.

Por otro lado, Lévi-Strauss sostiene que los sistemas de parentesco, como los
sistemas fonológicos, son elaborados en el plano del pensamiento inconsciente y
que existe una recurrencia en regiones del mundo alejadas unas de otras y en
sociedades profundamente diferentes, de formas de parentesco, reglas de
matrimonio, actitudes semejantes prescriptas entre ciertos tipos de parientes, que
permiten creer que, tanto en uno como en otro caso, los fenómenos observables
resultan del juego de leyes generales pero ocultas. A su vez, sostiene que el
lenguaje es un hecho cultural por excelencia (que distingue al hombre del animal)
y aquel por cuyo intermedio se establecen y perpetúan todas las formas de la vida
social (Lévi Strauss, 1977).

1.1 - de Saussure
Además de la incorporación en su teoría de algunos de los conceptos de Lévy-
Strauss y en el marco de su trabajo "contra" lo imaginario, Lacan introduce en su
pensamiento también a Ferdinand de Saussure, problematizando así el campo de
estudio en su texto "La Cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en
psicoanálisis" (1955). Es en la propuesta de una estructura binaria del significante
de De Saussure que Lacan encuentra un isomorfismo entre el inconsciente
freudiano y la estructura del significante.

La importancia de De Saussure radica principalmente en su intento por encontrar


los principios fundamentales de la lingüística, principios según los cuales podía
desbrozarse el dominio heteróclito del lenguaje para conceptualizar la lengua
como objeto homogéneo, con estatuto de objeto científico y definida como
sistema. La lingüística sería la ciencia que se ocuparía de éste.
De Saussure (1976) inaugura un modo de concebir y abordar un determinado
objeto científico, en donde lo central es poder establecer ciertos principios
generales que puedan sostenerse sin contradicciones o ambigüedades. A partir de
las formulaciones saussurianas se deja de lado la concepción de hecho lingüístico
y adquiere prevalencia la noción de "relación". La concepción de la lengua como
sistema, como forma y no sustancia, y de la co-determinación de sus elementos,
permite posteriormente la consolidación del concepto de estructura, y aunque de
Saussure no haya usado este concepto en un sentido doctrinal, está contenido en
su concepción original de la lengua. Para este autor, la lengua es
fundamentalmente un instrumento de comunicación (Ducrot y Todorov, 1974).

Hasta fines del siglo XIX los filósofos estaban de acuerdo en definir la lengua
como expresión del pensamiento. Desde las contribuciones de De Saussure este
fraccionamiento entre pensamiento y lenguaje se vuelve insostenible porque la
lengua, para de Saussure, ejerce una función articuladora, el deslinde reciproco de
unidades, al tiempo que se comienza a definir a ésta como una entidad autónoma
y arbitraria.

F. de Saussure define a la unidad lingüística como entidad doble, formada por dos
términos unidos por un enlace asociativo, este postulado se opone al de la lengua
como nomenclatura que supone ideas ya formadas. El signo lingüístico no es la
unión de una cosa con un nombre, sino la vinculación de un concepto con una
imagen acústica, a las cuales llamará significado y significante, respectivamente, y
signo a la unión entre ambas (Saussure de, 1976)

Esta vinculación es estrictamente arbitraria, ya que se diferencia del símbolo (al


cual asigna un rudimento de índole natural entre significado y significante) y
proviene del hecho de que el pensamiento, considerado antes de la lengua, es
como una "masa amorfa" que se presta a todos los análisis posibles, sin privilegiar
a ninguno con respecto a los demás (Ducrot y Todorov, 1974).

No existen razones de orden natural que autoricen la unión de un cierto concepto


con cierta imagen acústica. En ese sentido, la arbitrariedad se presenta como un
hecho que no admite discusión. Si Lacan discute la arbitrariedad, como veremos
más adelante, es para poner en valor la fijeza del significante inconsciente (cuyo
estatuto es el de la escritura) sobre el significado.

El valor de una entidad lingüística está dado por su oposición y relación con las
demás entidades del sistema, "su más exacta característica es ser lo que otros no
son". La noción de valor se desenvuelve en los órdenes constitutivos del signo: el
conceptual y el material, haciendo referencia al significado y al significante
respectivamente (Saussure de, 1976).

Por eso, la noción de valor lleva a entender la producción del sentido no como la
correlación de un significante con un significado, sino como un deslindamiento
vertical de dos masas amorfas, de "dos reinos flotantes paralelos" (Rifflet-Lemaire,
1971:45).

Por lo tanto, para de Saussure, la lengua es un sistema de diferencias fónicas y


conceptuales, donde el contenido de una entidad lingüística sólo estará
verdaderamente determinado por lo que está fuera de ella. Por el hecho de formar
parte de un sistema reviste significación, pero sobre todo posee un valor: "así el
valor de un término está determinado por todo lo que lo rodea" (Saussure de,
1976).

Para la descripción de la lengua como sistema de relaciones, de Saussure plantea


otra díada y son las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. Estas implican
dos órdenes de relaciones que participan en la actividad mental, sin las cuales
ninguna articulación sería posible.

Las relaciones sintagmáticas pueden definirse como combinaciones que tienen


como soporte a la linealidad, a la extensión y se componen consecutivamente. El
valor de un término en el sintagma estará signado por la oposición al precedente,
al que le sigue o a ambos.

Las relaciones paradigmáticas o asociativas se basan en el tesoro de la lengua 5 y


no en la extensión. Una palabra signo aislada puede remitir a otras palabras
5
La lengua para de Saussure, aunque depositada en el cerebro de los individuos, no se puede
aislar como un hecho particular. La define como un tesoro depositado por la práctica del habla, en
los sujetos que pertenecen a una misma comunidad lingüística.
guiadas por relaciones muy diversas, donde el elemento en común puede ser el
radical, el sufijo, la analogía de significados o la simple comunidad de imágenes
acústicas (Saussure de, 1976).

Para de Saussure la lengua es un sistema formal, abstracto, anónimo, coercitivo,


producto social, que hace posible los actos de habla o actuaciones individuales y
concretas.6 Tomar al lenguaje, hecho social e individual, como objeto de estudio
de la lingüística implicaba pisar un terreno heteróclito e indeterminado, puesto que
éste posee un carácter multiforme y heterogéneo. El único medio concreto que se
le presentó a de Saussure fueron las lenguas, para acceder a través de ellas al
carácter de la lengua en su universalidad, como norma de toda manifestación del
lenguaje. De esta manera, considerará a la lengua como totalidad en sí misma y
como principio de clasificación.

Asistimos así, a un desglosamiento de la lengua respecto del lenguaje, sin


desconocer que es una parte esencial de éste, producto social que el individuo
registra pasivamente, la cual es imperativa en sus formas, sin perder su
característica de contrato y convención. Por su parte, el habla adquiere un estatuto
secundario, sería un acto individual de voluntad e inteligencia y, desde el punto de
vista semántico, un fenómeno subordinado a la lengua (Saussure de, 1976).
Desde esta perspectiva, Lévi-Strauss adoptará esta distinción cuya impronta
podemos reconocer, a su vez, en Durkheim. Así, la lengua o su equivalente
etnológico, conservará estas marcas que se precisan y completan al pasar de de
Saussure a Lévi-Strauss (Santerre, 1969).

Lacan, en su retorno a Freud, reconoce estos desarrollos y avanza en sus


teorizaciones. Le interesa de la teoría saussuriana, el planteo sobre la lengua,
desglosada del lenguaje y como estructura compuesta de elementos diferenciales,
pero se distancia de de Saussure, en tanto dirá que la unidad básica del lenguaje
no es el signo, sino el significante, por lo tanto, también lo es del inconsciente, lo
que le permitirá formular la categoría de lo Simbólico.

6
En tal sentido, hace posible lo que luego el estructuralismo planteará como estructura
subyacente.
F. de Saussure había esquematizado el concepto de signo lingüístico de la
siguiente manera:

Para de Saussure, como dijimos, el signo lingüístico es una entidad de dos caras.
En una, ubica el significado (el concepto), en la otra y por debajo, el significante (la
imagen acústica). Las flechas indican la implicación recíproca entre el significante
y el significado. Esta unión es estable y fija a nivel sincrónico y conforma una
unidad indisoluble. Por eso está encerrada en una elipse. Esta noción de signo
tiene más bien en cuenta el significado y excluye la posibilidad de que el
significante cobre estatuto propio (Saussure de, 1976). 7

Reformulando y modificando la fórmula saussuriana, Lacan sostiene que hay un


orden de significantes puros, que existen antes que los significados. El
inconsciente está estructurado como un lenguaje por estos significantes y su
orden lógico. El lenguaje no está compuesto de signos sino de significantes, por
eso invierte la relación y ubica al significante por sobre el significado. La barra, que
resulta reforzada, ya no implica unión sino resistencia, debe considerarse como
una barra a franquear, pues el significado debe advenir" (Lacan, 1955-56).

7
Esto tuvo como consecuencia que la lingüística durante mucho tiempo trabajara exclusivamente
sobre la escritura. Con respecto al significante, el lingüista pretendió reconstruir las reglas de la
producción sin plantearse nunca el pasaje de la posición de escritura a la de la voz. Esto implica
creer que la escritura y la lectora, la producción de palabra y la recepción de palabra son dos
posiciones intercambiables o indistintas. Con respecto al significado, este modelo de signo permitió
anular una construcción del "mundo real" y la puesta en forma de sistemas de representación
(Verón, 1998: 100).
En este sentido, cuando Lacan aborda el problema de la significación entiende
que la unidad ya no es el signo (por ejemplo la palabra del diccionario), sino la
cadena significante que engendra un efecto de sentido. Por eso, el significado se
desliza bajo el significante y la relación entre ambos es extremadamente inestable.

Sin embargo, también es necesario que haya puntos de fijación, de abrochamiento


entre ambos, y a este anclaje lo denomina punto de capitone. Los puntos de
basta o capitone son los lugares donde la aguja del colchonero ha trabajado para
impedir que el relleno se mueva libremente. Es en estos puntos donde se "atan"
entre si significante y significado (Lacan, 1955-56). Para Lacan, se necesita un
mínimo de estos puntos de almohadillado para que el resultado no sea una
psicosis.

Es este concepto de capitone que lo lleva a Lacan a otro lingüista, Roman


Jakobson, cuyos desarrollos resultaron determinantes como condición de
producción de este momento lacaniano. A partir de Jakobson, Lacan concebirá el
lenguaje como una estructura y esto lo llevará posteriormente a proponer su tesis:
"el inconsciente está estructurado como un lenguaje" (1964).

1.2 – Jakobson

1.3 – Benveniste

1.4 - Peirce, primer encuentro

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