Está en la página 1de 21

SUMILLA: INTERPONEN DEMANDA

CONSTITUCIONAL DE HABEAS CORPUS.

SEÑOR JUEZ DEL JUZGADO DE INVESTIGACION PREPARATORIA DE


TURNO DE CHICLAYO.-

EDWIN EDUARDO CUBAS ESTELA,


Identificado con DNI. Nº 27439446, JOSE CARLOS DIAZ IDROGO, con
DNI. Nº 42606247, ERMITAÑ O VASQUEZ IRIGOIN, con DNI. Nº
40839582, NILSON VASQUEZ DIAZ, con DNI Nº 44027711, RONAL
DERMALI CUBAS CAMPOS, con D.N.I.Nº 44222431, Internos
sentenciados en el Establecimiento Penal de Picsi- Chiclayo, a Usted,
con el debido respeto en derecho dicen:

I. PETITORIO:

Amprados en lo establecido en el Art. 8.1 de la Declaració n Universal


de Derechos Humanos, la misma que da derecho a que “toda persona
pueda presentar un recurso efectivo, ante autoridad nacional
competente, que la ampare contra actos que violen derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley”; Art. 2.
3. a) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la que
igualmente da derecho a que “Toda persona cuyos derechos o
libertades reconocidas en el presente Pacto hayan sido violados
podrá interponer un recurso efectivo, aún cuando tal violación
hubiera sido cometida por personas que actuaba en ejercicio de sus
funciones oficiales”; Art. 139º inc. 3º Y 200º Inc. 1º de la Constitució n
Política del Perú , en concordancia con el Art. 4º, 25º, 26º y 27º del
Có digo Procesal Constitucional, mediante la presente interponemos
formal demanda Constitucional de HABEAS CORPUS, en contra de los
Magistrados Supremos integrantes de la Sala Penal Permanente de la
Corte Suprema de la Repú blica, CESAR SAN MARTIN CASTRO, JOSE
LUIS LECAROS CORNEJO, VICTOR ROBERTO PRADO SALDARRIAGA,
HUGO HERCULANO PRINCIPE TRUJILLO y JORGE CALDERON
CASTILLO, así como contra los Vocales Superiores de la Sala Mixta
Descentralizada, Permanente e Itinerante de la Provincia de Santa
Cruz, con sede en la Provincia y ciudad de Chota, Departamento de
Cajamarca, FELICIANO VASQUEZ MOLOCHO, RAFAEL TEJADA
GOICOCHEA y EDILBERTO JOSE RODRIGUEZ TANTA, por manifiesta
Violació n de nuestra Libertad Individual y Tutela Procesal Efectiva,
con la Omisió n flagrante de Valoració n de medios de prueba,
valoració n indebida y parcializada de medios de prueba, presunció n de
inocencia; y, Aparente Motivació n de las resoluciones Judiciales, A fin
de que se declare la NULIDAD de la Ejecutoria Suprema de fecha 17 de
Noviembre del añ o 2010, notificada a los demandantes el 03 de Junio
del añ o en curso, así como la NULIDAD de la Sentencia de Primera
Instancia de la Sala Superior de fecha 28 de Enero del añ o 2010, con la
que de manera injusta y arbitraria se nos ha impuesto 33 y 30 añ os de
Pena Privativa de Libertad respectivamente, así como al pago Solidario
de S/. 10,000.00 por concepto de Reparació n Civil, como autores del
Delito de Secuestro Agravado, en agravio de José Leovigildo Ferná ndez
Estela, Disponiéndose nuestra inmediata libertad, así como de ser el
caso la realizació n de un Nuevo Juzgamiento, con observancia del
Debido Proceso.

II. PROCEDENCIA DE LA DEMANDA:

La Constitució n Política del Perú , establece expresamente en su


artículo 200º, inciso 1, que el há beas corpus procede ante el hecho u
omisió n, por parte de cualquier autoridad, funcionario o persona que
vulnera o amenaza la libertad individual o los derechos conexos a ella.
A su vez, el Có digo Procesal Constitucional establece en su artículo 4º,
segundo pá rrafo, que el há beas corpus procede cuando una resolució n
judicial firme vulnera en forma manifiesta la libertad individual y la
tutela procesal efectiva.

III. ANTECEDENTES:

III.I. En el Proceso Penal signado con el Nº 1260-2010, seguido en


contra de los recurrente, se han expedido sentencias de Primera y
Segunda Instancia por los demandados que resultan violatorias de
nuestros derechos a la Liberad Individual, Tutela Procesal Efectiva y
Presunció n de inocencia, atribuyéndose al recurrente Edwin Eduardo
Cubas Estela, Ex Alcalde de la Municipalidad Distrital de Chalamarca-
Chota, la autoría Mediata o intelectual del Delito de Secuestro
Agravado, y a los recurrentes José Carlos Díaz Idrogo, Ermitañ o
Vá squez Irigoín, Nilson Vá squez Díaz y Ronal Dermaly Cubas Campos,
la autoría material del citado delito, en agravio de José Leovigildo
Ferná ndez Estela, Ex Administrador de la Municipalidad de
Chalamarca-Chota, bajo la hipó tesis incriminatoria que el día 01 de
Julio del añ o 2008, los autores materiales antes señ alados, bajo la
supuesta orden del autor intelectual, secuestraron al agraviado
mediante violencia obligá ndole a abordar un vehículo (camioneta) en
la puerta de su domicilio, conduciéndolo desde la ciudad de Chota, por
la carretera que une a la Provincia de Bambamarca, Cajamarca, San
Juan, Choropampa, El Salitre, Chilete, Tembladera, Magdalena y Ciudad
de Dios, en cuyo lugar abordaron una camioneta Tipo Combi, color
Plomo con lunas polarizadas, para dirigirse a la ciudad de Chiclayo y
luego a la carretera que conduce al Distrito de Batangrande, lugar
donde finalmente se le habría dado muerte.

IV. VIOLACION DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL, TUTELA PROCESAL


EFECTIVA Y DERECHO CONEXOS:

IV.1. Si bien en el Proceso constitucional de Habeas Corpus, no tiene la


finalidad de realizar un reexamen del proceso Penal, sin embargo ante
la vulneració n de la tutela Procesal efectiva, que entre otras
manifestaciones este el derecho a la valoració n imparcial de los medios
de prueba por el ó rgano jurisdiccional, se justifica su utilizació n para
que el Juez Constitucional, mediante un tez de razonabilidad establezca
la observancia de esta minina exigencia propia de quien tiene la facultad
estatal de imponer sanciones penales. Como se ha destacado, la tutela
procesal efectiva está consagrada en la Constitució n y en el Có digo
Procesal Constitucional, y su salvaguardia está relacionada con la
necesidad de que, en cualquier proceso que se lleve a cabo, los actos
que lo conforman se lleven a cabo en los cauces de la formalidad y de la
consistencia, propias de la administració n de justicia. Es decir, se debe
buscar que los justiciables no sean sometidos a instancias vinculadas
con la arbitrariedad o los caprichos de quien debe resolver el caso. El
derecho a la tutela procesal efectiva se configura, entonces, como una
concretizació n transversal del resguardo de todo derecho fundamental
sometido a un á mbito contencioso.
IV. 2. El reconocimiento del derecho a la prueba en la normatividad es
restringido, y se le relaciona casi exclusivamente con la presunció n, de
inocencia. Por eso, normalmente aparece bajo la fó rmula siguiente: “la
persona se considera inocente mientras no se haya declarado
judicialmente su responsabilidad”; É ste es el enunciado utilizado en el
artículo 2°, inciso 24, acá pite e, de la Constitució n, que reproduce lo
estipulado por el artículo XXVI de la Declaració n Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, y, en cierta forma, lo prescrito en los
artículos 11°, inciso 1, de la Declaració n Universal de Derechos
Humanos; 14°, inciso 2, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, y 8°, inciso 2, de la Convenció n Americana sobre Derechos
Humanos.
IV. 3. En ese Orden, resulta necesario precisar que, la decisió n judicial
de primera Instancia, contra la cual se interpuso recurso de Nulidad en
el extremo de la condena, también declaró fundada la tacha de los
informes y atestados policiales ampliatorios; infundada las tachas u
oposición contra las declaraciones testimoniales de la parte civil, e
infundada la tacha deducida contra la declaració n de José Carlos Díaz
Idrogo; y, sin pronunciamiento la tacha contra la declaració n policial
de Nilson Vá squez Díaz; ademá s de haberse ABSUELTO a ERMITAÑ O
IDROGO BUSTAMANTE de la acusació n fiscal por el delito contra la
libertad personal-Secuestro agravado, en agravio de José Leovigildo
Ferná ndez Estela, cuyos extremos al no haberse impugnado por los
sujetos procesales, no mereció pronunciamiento del Fiscal Supremo, ni
Sala Penal Permanente. En el Primer extremo por que luego de que se
instaurara el proceso Penal, con base a un atestado Policial, la Policía
Anti Secuestro, con la Fiscalía Provincial Penal de Chota, continuaron
realizando investigaciones ampliatorias, que se concretaron en cuatro
Atestados, contraviniendo así la unidad y exclusividad de la funció n
Jurisdiccional, contemplada en el Art. 139º inc. 1º de la Constitució n
que nos rige, perpetrando incluso sus autores, la comisió n de una
ilícito Penal, tipificado y sancionado en el Art. 410º del Có digo Penal,
no obstante que ya se había ejercido jurisdiccional, llegando incluso a
solicitar detenciones preliminares, cuando ya se habían impuesto la
medida coercitiva personal de detenció n en contra de los instruidos,
que no fueron admitidas por el Juzgado Penal. Sin embargo los
Magistrados de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema, sin
mayor argumentació n jurídica de manera implícita ha conferido valor
probatorio al contendido de dichos de dichos atestados Policiales
ampliatorios, en particular las declaraciones auto incriminatorias,
incluso disímiles entre si, para declarar No haber nulidad en la
sentencia impugnada.

IV. 4. Con relació n al acervo probatorio, las sentencias cuestionadas


han efectuado una glosa, sin precisar los folios en que ellas constan, de
lo declarado ú nicamente por los recurrentes José Carlos Díaz Idrogo,
Nilson Vá squez Díaz y Ermitañ o Vá squez Irigoín, indicando las
versiones contradictorias que hemos expresado durante el desarrollo
del proceso, asimismo, se habría valorado como prueba indiciaria, la
denuncia y manifestació n policial de Vanesa del Pilar Samamé Rodrigo,
precisando que dicha persona no habría concurrido a ratificar su
denuncia a nivel judicial; seguidamente, se señ alan las testimoniales de
Robert Milton Nú ñ ez Barboza, Ermitañ o Idrogo Bustamante y
Edilberto Carrero Farro, tomando con recato o cautela las
declaraciones de Rogelio Herrera Díaz, Alfredo Chuquimango Cercado;
Juan Miguel Delgado Saldañ a y Elisa Alvarado Chá vez, ésta ú ltima
estuvo presente cuando retuvieron al agraviado. Destacando que
Rogelio Herrera Díaz y Alfredo Chuquimango Cercado, han sido
enemigos personales y políticos del recurrente Cubas Estela, habiendo
estos promovido procesos de revocatoria en el cargo de Alcalde del
Distrito de Chalamarca, denuncias penales, mítines suplantando la
condició n de ronderos ante autoridades del Poder Judicial, como el
Presidente de la Corte Suprema, con presencia de la parlamentaria
Rosa Floriá n, Presidenta de la Comisió n “Anti Corrupció n del Congreso
de la Repú blica”; y, hasta agresiones físicas, conforme estos mismos lo
han admitido en sus declaraciones vertidas en el Juicio Oral, sin
embargo la Corte Suprema en su sentencia, toma por ciertas sus
declaraciones viciadas de parcialidad y falta de uniformidad, para
tener por cierta la supuesta “amenaza” telefó nica en contra del
agraviado, sin que se haya recibido la informació n probatoria que así lo
determine por parte de las Empresas de Telefonía Movistar y Claro,
que operan en nuestro País, con lo cual se ha incurrido en una falacia
jurídica, con evidente carente de fundamentació n para emitir una
sentencia condenatoria.
IV. 5. Luego de ello, el Colegiado concluye que la responsabilidad
penal del recurrente Edwin Cubas Estela, ex alcalde de la
Municipalidad de Chalamarca, como gestor de los hechos ilícitos, y el
empleo de sus coacusados Ermitañ o Vá squez Irigoín, Nilson Vá squez
Díaz, José Carlos Díaz Idrogo, Norbil Rodrigo Idrogo, con quienes se
relaciona por motivos de trabajo familiares, en la ilegal privació n de la
libertad de José Ferná ndez Estela, se encuentra probada por la
declaració n de Nilson Vá squez Díaz; de la que extrae que Ermitañ o
Vá squez Irigoín, durante el trayecto se comunicaba con Edwin Cubas
Estela mediante celular, siendo ésta persona quien llevó al agraviado
ante Cubas Estela en el desvío de Batan Grande; en tanto que, Nilson
Vá squez Díaz, ademá s de haber estado presente en el momento de la
privació n de la libertad del agraviado, fue el encargado de recoger el
arma de fuego de propiedad de José Cristó bal Medina Vá squez; la
misma declaració n de Vá squez Díaz sustenta la imputació n contra
Ronal Dermalí Cubas Campos, cuando señ ala que estuvo presente en
los hechos, ayudando a subir al agraviado al carro, ademá s de quitarle
el celular; respecto de José Carlos Díaz Idrogo, se menciona que a pesar
de brindar versiones contradictorias, se comprobó que su rol fue
conducir el vehículo.

IV. 6. De la lectura integra de la sentencia de Primera instancia, se


advierte la utilizació n de la prueba indiciaria como sustento para la
condena de los procesados; sin embargo, no aparece de la decisió n
judicial impugnada la inferencia ló gica que permita, a través de los
indicios y la prueba presentados, concluir que: el recurrente Edwin
Cubas Estela sea responsable como autor mediato del delito de
secuestro, pues no se ha expresado con precisió n el mó vil ni la forma
en que habría motivado o planificado el presunto secuestro de José
Carlos Ferná ndez Estela; asimismo, se ha tomado como elementos
indiciarios la manifestació n policial de Vanesa del Pilar, obrante a fs.
11/12 (conviviente del presunta agraviado), sin tener en consideració n
que dicha diligencia fue tomada sin abogado defensor ni representante
del Ministerio Pú blico; y a pesar que dicha persona fue citada durante
la etapa de instrucció n y en el juicio oral, segú n consta de las
constancias de notificació n obrantes en autos, nunca se hizo presente
ante el ó rgano jurisdiccional para colaborar con el esclarecimiento de
los hechos, de manera que, su eficacia no resulta pertinente al no
contar con los presupuestos de validez probatoria previstos por el
segundo pá rrafo del Art. 72° del Có digo de Procedimientos Penales, sin
embargo en las sentencias de primera y segunda instancia, cuya
nulidad se demanda han conferido ilegalmente valor probatorio a esta
declaració n.

La inconsistencia probatoria ameritaba la realizació n de un nuevo


juzgamiento por una Sala Superior con otros integrantes, conforme lo
solicitó el Señ or Fiscal de la Segunda Fiscalía Suprema en lo Penal Dr.
Pablo Sá nchez Velarde, que no fue tomada en consideració n, por que
má s gravitació n tuvo la pregonada influencia política que se ha
ejercido en este caso y el protagonismo mediá tico de algunos medios
de prensa Regionales.

IV. 7. Por otro lado, la testimonial de la señ ora Elisa Alvarado Chá vez,
quien sería la ú nica testigo presencial del momento en que se habría
llevado al agraviado José Ferná ndez Estela, segú n lo señ alado por la
sala en la sentencia, no constituye una prueba que permita crearles
certeza sobre el hecho objeto del proceso, pues han verificado su
interés personal como acreedora del agraviado, lo que no permite
tomarla como un argumento de fuerza en contra de los acusados; es
má s, la valoració n de la prueba realizada por la sala penal, se
encuentra limitada y no expresa vá lidamente los motivos por los que
decide tener como ú nica fuente de prueba determinadas versiones de
só lo tres acusados, sin efectuar un real aná lisis de la prueba en su
conjunto, vulnerá ndose así el derecho a la prueba derivado de un
derecho al debido proceso; inclusive, contradictoriamente a la
variedad de diligencias e indicios relatados en la sentencia, al momento
de establecer la responsabilidad penal de los recurrentes condenados,
se ha tomado como ú nico elemento de prueba la instructiva de Nilson
Vá squez Díaz, sin tener en consideració n que ésta no ha sido coherente
ni uniforme a lo largo del proceso, má s aú n si la misma Sala ha
declarado que su manifestació n policial ha sido obtenida vulnerando
principios y garantías procesales. La disimilitud má s evidente entre las
declaraciones de los recurrentes, esta en la supuesta ruta de
conducció n del agraviado desde Chota a la costa, esto es mientras
Nilson Vá squez Díaz, habría referido que fue por la ruta Bambamarca-
Cajamarca, para llegar a Ciudad de Dios y Carretera Chiclayo-
Batangrande, otros recurrentes fuimos obligados a referir que se
condujo al agraviado por la ruta Chota-Montan-Provincia de Santa Cruz
y Carretera Chiclayo-Batangrande.

IV. 8. Otro extremo irregular de las sentencias cuestionadas, es el


relacionado con la condició n de funcionario o servidor pú blico que le
confieren al agraviado, puesto que, es por dicha cualidad personal y
funcional del sujeto pasivo que el delito de secuestro se agrava, y
permite la imposició n de penas bastante elevadas, como en el caso de
autos; sin embargo, como la misma Sala Penal ha mencionado en su
sentencia, no aparece ningú n documento oficial que corrobore o
demuestre que al momento de ocurridos los hechos, el señ or José
Ferná ndez Estela era un funcionario o servidor pú blico, pues si bien es
cierto, éste habría sido personal de confianza del ex alcalde, y ahora
acusado, Edwin Cubas Estela, también coherente y congruente
presumir, razonablemente, que cuando éste ú ltimo fue reemplazado
por su teniente alcalde, el señ or Wilson Díaz Bustamante, luego que le
Concejo Municipal lo suspendiera en el cargo desde el 23 de Mayo de
2008, segú n refiere Cubas Estela en juicio (fs. 2922); la nueva gestió n
municipal habría designado como administrador al señ or Jorge
Herrera Clavo, como se puede apreciar en la copia simple del informe
pericial contable de fs. 2851/2861, en los numerales 1.3 y 1.4;
consecuentemente, se ha emitido las sentencias condenatorias
violando el principio - Garantía de Legalidad Penal, que entre otras
exigencia obliga no solo ha la realizació n de una correcta tipificació n
de los hechos justiciables penalmente, sino la declaració n de la
correspondencia jurídico penal con sus supuestos autores.

VI. 9. La parcializació n Judicial, se evidencia no solo con la incorrecta


valoració n en conjunto de las supuestas pruebas de cargo, sino
también con la omisió n de la valoració n de las pruebas objetivas e
indiciarias de descargo, por ejemplo, no se ha valorado que:

a. Que, se ha acreditado fehacientemente por noticias Periodísticas del


diario Regional “Panorama Cajamarquino”, corroboradas con
documentales, entre ellas manifiestos de pasajeros de las empresas
“Transportes Chiclayo” y el “Dorado”, así como de dos hospedajes, que
el agraviado José Leovigildo Ferná ndez Estela, luego del supuesto
“secuestro” se ha encontrado en la ciudad fronteriza de Tumbes.

b. Que, la supuesta desaparició n del agraviado, se ha producido luego


de que este sustrajera la documentació n contable de la Municipalidad
de Chalamarca-Chota, junto con sus conviviente Vanesa del Pilar
Samamé Rodrigo, existiendo en su contra una investigació n Penal en su
contra por el delito de Peculado, junto con el recurrente Cubas Estela,
en agravio de la citada Municipalidad, así como una investigació n en
trá mite por la Contraloría General de la Repú blica, en la que se le
atribuía la sustracció n de má s de un milló n de nuevos soles, lo cual
corrobora la declaració n del recurrente José Carlos Díaz Idrogo, de que
este agraviado gesto la apariencia de un auto secuestro, para
desaparecer de la ciudad de Chota y no responder penamente por sus
actos.

c. Se ha soslayado el valor probatorio de los informes del Banco de la


Nació n y Municipalidad Distrital de Chalamarca, en el sentido de que el
supuesto agraviado el día 18 de Julio del añ o 2008, siete días después
del su supuesto secuestro, cobró un Cheque por la suma de
S/.33,000.00 nuevos soles, no obstante que con fecha 03 de Julio de ese
añ o, ya no era titular de la cuenta corriente de la Municipalidad,
pruebas que no han sido cuestionadas ni desvirtuadas procesalmente,
con lo cual se ha perpetrado una flagrante arbitrariedad.

d. No se ha valorado la certificació n de Dió genes Rimarachin Sá nchez,


así como del Tte. Gobernador del Caserío “Naranjillo” de Nuevo
Cajamarca de la Provincia de Rioja, Departamento de San Martín de fs.
2485 del expediente, con lo que se acreditó , sin prueba en contrario, ni
explicació n que la desestime por parte de los demandados, que el
recurrente Eduardo Cubas Estela, se encontraba durante los sucesos
atribuidos en dicha localidad, donde permaneció 03 meses, de Junio a
Agosto del añ o 2008, ocupá ndose en labores de cosecha de café, en
consecuencia no tubo contacto personal con los demá s recurrentes,
como tampoco se ha establecido que haya existido algú n tipo de
comunicació n telefó nica o telemá tica antecedente, concurrente o
posterior al evento fá ctico atribuido, para atribuir conexió n en la
supuesta autoría mediata y material de estos hechos, con lo cual
también se ha violado la garantía de presunció n de inocencia.

e. Se ha soslayado el hecho acreditado de que entre el abogado del


recurrente Nilson Vá squez Díaz, Dr. Pavel Martín Rafael Campos,
existía un proceso judicial como acreedor por Cobro de Soles, en contra
del recurrente Edwin Cubas Estela, así como enemistad, la que dio
origen a la imputació n en contra de este recurrente, que luego ha sido
admitida como ú nica prueba de cargo en la que se basan las sentencias
condenatorias cuestionadas en contra de este ú ltimo, producto del
odio y enemistad, que le confieren incredibilidad subjetiva, lo que va
incluso en contra del Acuerdo Plenario Nº 02-2005/ CJ/ 116. Que
fuera adoptado por los propios demandados como integrantes del
má ximo organismo judicial de nuestro País.

En su conjunto, los demandados en su condició n de Magistrados del


Poder Judicial, han actuado con parcializació n en la valoració n de los
medios de prueba, incurriendo en una aparente motivació n de las
resoluciones Judiciales, por “presió n o influencia Política”, ajena a los
fines de la justicia, con lo cual han violado el derecho a nuestra libertad
individual, debido proceso y su manifestació n concreta de Tutela
Procesal efectiva, por lo que la demanda constitucional incoada en
justicia merece ser amparada.

V.- DOCTRINA:

V.1.- CONCEPTUALIZACIÓN DE LA TUTELA JURISDICCIONAL


EFECTIVA
Se considera a la tutela jurisdiccional como el poder que tiene toda
persona, sea esta natural o jurídica, para exigir al Estado que haga
efectiva su funció n jurisdiccional; es decir, permite a todo sujeto de
derechos ser parte en un proceso y así causar la actividad
jurisdiccional sobre las pretensiones planteadas.
Por su parte el Tribunal Constitucional sostiene que, "la tutela judicial
efectiva es un derecho constitucional de naturaleza procesal en virtud
del cual toda persona o sujeto justiciable puede acceder a los órganos
jurisdiccionales, independientemente del tipo de pretensión formulada y
de la eventual legitimidad que pueda o no, acompañarle a su petitorio.
En un sentido extensivo la tutela judicial efectiva permite también que lo
que ha sido decidido judicialmente mediante una sentencia, resulte
eficazmente cumplido. En otras palabras, con la tutela judicial efectiva
no sólo se persigue asegurar la participación o acceso del justiciable a los
diversos mecanismos (procesos) que habilita el ordenamiento dentro de
los supuestos establecidos para cada tipo de pretensión, sino que se
busca garantizar que, tras el resultado obtenido, pueda verse este ultimo
materializado con una mínima y sensata dosis de eficacia".[1]
Este derecho constitucional tiene dos planos de acció n, siendo factible
ubicar a la tutela jurisdiccional efectiva antes y durante el proceso. La
tutela jurisdiccional antes del proceso opera como aquél derecho que
tiene toda persona de exigir al Estado provea a la sociedad de
determinados requisitos materiales y jurídicos, los cuales son
indispensables para resolver un proceso judicial en condiciones
satisfactorias, tales como: un ó rgano estatal encargado de la resolució n
de conflictos y eliminació n de incertidumbres con relevancia jurídica,
esto de conformidad con la finalidad concreta del proceso; otro
elemento es proveer la existencia de normas procesales que garanticen
un tratamiento expeditivo del conflicto llevado a juicio. Por su parte, la
tutela jurisdiccional durante el proceso engloba un catá logo de
derechos esenciales que deben ser provistos por el Estado a toda
persona que se constituya como parte en un proceso judicial.
Siguiendo la línea establecida por el Tribunal Constitucional, la tutela
jurisdiccional efectiva no se limita a garantizar el acceso a la justicia, su
á mbito de aplicació n es mucho má s amplio, pues garantiza obtener un
pronunciamiento sobre el fondo de las pretensiones que se deducen en
un proceso.
Para la reconocida procesalista Marianella Ledesma, "la tutela
jurisdiccional efectiva garantiza que bajo ningún supuesto se produzca
denegación de justicia; agregando que esta, no resulta vulnerada por
rechazar una demanda ante la no subsanación de ciertas omisiones;
asimismo, no implica un derecho absoluto, ya que requiere del
cumplimiento de determinados requisitos a través de las vías procesales
establecidas por ley; sin embargo, éste derecho solo podría ser limitado
en virtud de la concurrencia de otro derecho o libertad
constitucionalmente protegido, que suponga incompatibilidad con el
mismo". [2]
Similar posició n adopta el Tribunal Constitucional, al considerar que el
derecho de todo justiciable de poder acceder a la jurisdicció n, como
manifestació n de la tutela judicial efectiva no implica la obligació n de
estimar favorablemente toda pretensió n formulada, sino que
simplemente sienta la obligació n de acogerla y brindarle una sensata
como razonada ponderació n en torno a su procedencia o legitimidad.
No es que el resultado favorable esté asegurado con solo tentarse un
petitorio a través de la demanda, sino que tan só lo otorga la
expectativa de que el ó rgano encargado de la administració n de justicia
pueda hacer del mismo un elemento de aná lisis con miras a la
expedició n de un pronunciamiento cualquiera que sea su resultado.
En conclusió n, la tutela jurisdiccional efectiva no significa la obligació n
del ó rgano jurisdiccional de admitir a trá mite toda demanda, ni que
deba declararse fundada.
V.2.- ¿CUÁL ES EL CONTENIDO DE LA TUTELA JURISDICCIONAL
EFECTIVA?
Para la doctrina españ ola la tutela judicial efectiva, plasmada en su
Norma Fundamental, "tiene un contenido complejo, que incluye los
siguientes aspectos: el derecho de acceso a los Tribunales, el derecho a
obtener una sentencia fundada en derecho congruente, el derecho a la
efectividad de las resoluciones judiciales y el derecho al recurso
legalmente previsto".[4]
Por su parte, este derecho constitucional ha sido también recogido en
nuestro Có digo Procesal Constitucional, al respecto su artículo 4°
establece que:
"Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de
una persona en la que se respetan, de modo enunciativo, sus derechos de
libre acceso al órgano jurisdiccional, a probar, de defensa, al
contradictorio e igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de
la jurisdicción predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de
los previstos por la ley, a la obtención de una resolución fundada en
derecho, a acceder a los medios impugnatorios regulados, a la
imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación adecuada y
temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la observancia
del principio de legalidad procesal penal".
Del tenor de éste artículo se colige que el contenido de la tutela
jurisdiccional efectiva comprende: el derecho al acceso a los ó rganos
jurisdiccionales, el derecho a una resolució n fundada en derecho, y el
derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales.
Corresponde avocarnos al tratamiento de los elementos que
constituyen el contenido de la tutela jurisdiccional efectiva. El derecho
de acceso a la justicia se configura como aquel poder que consiste en
promover la actividad jurisdiccional del Estado, sin que se le obstruya,
impida o disuada irrazonablemente; éste componente se concreta en el
derecho a ser parte en un proceso y a promover la actividad
jurisdiccional que converja en una decisió n judicial sobre las
pretensiones deducidas al interior de un proceso.
Otro elemento de la tutela jurisdiccional efectiva es el derecho a
obtener una resolució n fundada en derecho, que a su vez contempla el
principio de motivació n de las resoluciones judiciales; tal principio
está contemplado en el inciso 5) del artículo 139 de nuestra
Constitució n. Al respecto Juan Monroy Gá lvez señ ala que, "no hace más
de dos siglos, los jueces no estaban obligados a fundamentar sus
decisiones, es decir, ejercían su función y resolvían a partir de su
intuición de lo justo. Sin embargo, una de las conquistas más relevantes,
no solo procesales sino del constitucionalismo moderno, ha consistido en
la exigencia al juez en el sentido de que debe fundamentar todas y cada
una de sus decisiones, a excepción de aquellas, que por su propia
naturaleza, son simplemente impulsivas del tránsito procesal". [5]
Cuando un juez emite un pronunciamiento es necesario que las partes
conozcan el proceso mental que lo ha llevado a establecer las
conclusiones que contiene dicha resolució n; es por eso que, toda
resolució n debe tener una estructura racional y detallada. El Tribunal
Constitucional, destaca que: "el derecho a una sentencia debidamente
justificada no se agota en la mera enunciación de la norma aplicable a
un caso, sino que importa de manera gravitante la acreditación de los
hechos y la forma de crear convicción en determinado sentido del
Juzgador".[6]
La falta de motivació n deja abierta la posibilidad de potenciales
arbitrariedades por parte de los jueces. El derecho de motivació n
permite un ejercicio adecuado del derecho de defensa e impugnació n,
ya que una motivació n adecuada al mostrar de manera detallada las
razones que han llevado al juzgador a fallar en un determinado
sentido, permite que la parte desfavorecida pueda conocer en qué
momento del razonamiento del juez se encuentra la discrepancia con
lo señ alado por ella y así facilitar la impugnació n de dicha resolució n
haciendo énfasis en el elemento discordante.
Es importante la opinió n de Joan Pico i Junoy, quien refiere que "a
pesar de que la sentencia debe motivarse en derecho, ello no excluye que
pueda ser jurídicamente errónea; sin embargo el derecho a la tutela
judicial efectiva no ampara el acierto de las resoluciones judiciales, de
modo que la selección o interpretación de la norma aplicable
corresponde en exclusiva a los órganos judiciales, salvo que la resolución
sea manifiestamente infundada o arbitraria, en cuyo caso no podría
considerarse como expresión del ejercicio de la justicia, sino simple
apariencia de la misma".[7]
El derecho a la ejecució n de las resoluciones judiciales que han pasado
en autoridad de cosa juzgada es una manifestació n de la tutela
jurisdiccional, reconocido en el inciso 3) del artículo 139º de la
Constitució n. Si bien la citada norma no hace referencia expresa a la
efectividad de las resoluciones judiciales, dicha cualidad se desprende
de su interpretació n, pues busca garantizar que lo decidido por la
autoridad jurisdiccional tenga un alcance prá ctico y se cumpla de
manera que no se convierta en una simple declaració n de intenciones.
También, la tutela jurisdiccional efectiva en tanto derecho
constitucional de naturaleza procesal, se manifiesta y materializa en un
proceso a través del derecho de acció n y de contradicció n.
Mucho antes de que la humanidad contara con una noció n de derecho,
ésta debió contar imprescindiblemente con un mecanismo de solució n
de conflictos que permitiese no recurrir a la acció n directa que, tenía
como instrumento exclusivo el uso de la fuerza y que a su vez
prescindía de todo método razonable para solucionar un conflicto de
intereses; es así que se germinó la necesidad de recurrir a un tercero.
Pues bien, "el acto de recurrir a este tercero en busca de una solución a
un conflicto, es la génesis de lo que siglos después va a denominarse
derecho de acción".[8]
"La acción tiene raíces en el derecho romano, de donde nos viene aquello
que la define como la res in indicio deducta, es decir, la cosa que en el
juicio se pide. Ésta coincidencia entre el objeto pretendido y el acto de
solicitar ante la justicia, llevó a que se identificaran los conceptos"[9], de
modo tal que quien tenía acció n tenía derecho.
É sta posició n adoptada por el derecho romano fue ratificada en 1856
por Bernard Windscheid; como contrapartida a dicha perspectiva
surge la teoría de Teodor Muther, quien fue el primero en concebir al
derecho de acció n como uno independiente del derecho subjetivo
material, dirigido al Estado con la finalidad de que éste le conceda
tutela jurídica; es decir, para Muther el derecho de acció n es concreto,
pú blico e independiente del derecho subjetivo, pero condicionado a la
existencia del mismo.
Para Oscar von Bü low el derecho de acció n no relaciona a las partes
sino só lo a una de ellas (demandante) con el Estado, afirmando así el
cará cter pú blico y abstracto del mismo; en su opinió n, antes de
iniciarse un proceso no hay acció n, éste só lo existe cuando se
interpone la demanda.
En la concepció n de Kö hler, sobre el derecho de acció n se confirma su
cará cter subjetivo y abstracto, conceptualizá ndolo como uno
inmanente a la personalidad humana, que permite solicitar tutela
jurídica; por otro lado, rechaza la identificació n que se venía haciendo
entre el derecho subjetivo material que se discute y el derecho de
acció n.
Siguiendo la línea trazada por Muther, Adolfo Wach considera que la
acció n tiene una orientació n bidireccional, en tanto es dirigida por su
titular hacia el Estado y al sujeto pasivo de la relació n procesal
(demandado), a efectos de que se le conceda tutela jurídica y con el fin
de que le dé cumplimiento o satisfaga su derecho, respectivamente.
Para éste jurista alemá n, el derecho de acció n es de cará cter concreto,
es decir, concedido a quien tiene un derecho que debe ser protegido.
Con Chiovenda, surge un concepto diferente. Para el maestro italiano la
acció n es el poder jurídico de dar vida a la condició n para la actuació n
de la ley que permite actuar la voluntad legal establecida contra el
adversario, atribuyéndole un cará cter pú blico o privado, segú n la
norma que deba actuarse, siendo ademá s potestativo, dado que tiende
a la producció n de un efecto jurídico a favor de un sujeto (demandante)
y con cargo a otro (demandado) sin que este pueda hacer algo para
evitarlo, y ademá s con la intervenció n de un tercero (juez). Entiéndase
a los derechos potestativos como poderes a través de los cuales su
titular puede influir sobre situaciones jurídicas mediante una actividad
unilateral propia. Una crítica a la definició n esbozada por Chiovenda se
centra en que si el derecho de acció n al estar dirigido al adversario y al
ser potestativo, el demandado no puede ni debe hacer nada contra él,
por lo que no podría ejercer su derecho de defensa; "así, cuando
Chiovenda se refiere a la condición para la actuación de la ley, le está
dando al derecho de acción un carácter concreto, es decir, solo podrá
ejercerla aquella persona que tiene razón; por lo que es relativamente
fácil discrepar del profesor Boloñes ahora cuando la calidad de abstracto
del derecho de acción se encuentra más o menos asentada en la
doctrina".[10]
Por su parte Calamandrei, prosélito de la doctrina de Chiovenda define
a la acció n como el derecho comú n a todos de pedir justicia,
concibiéndolo como un derecho constitucional de cará cter abstracto.
Con Carnelutti surge la concepció n contemporá nea del derecho de
acció n, conceptualizá ndolo como uno de cará cter abstracto, autó nomo
y subjetivo; no obstante, se mantuvo la polémica en torno a su cará cter
pú blico o privado, es decir, si su sujeto pasivo era el Estado o el
adversario del accionante.
Para el maestro uruguayo Eduardo Couture el derecho de acció n es
una expresió n o subespecie del derecho de petició n, al que considera
como un derecho genérico, universal, presente en todas las
constituciones, es el poder jurídico que tiene todo sujeto de derecho de
acudir a los ó rganos jurisdiccionales para reclamarles la satisfacció n de
una pretensió n, inherente a todo sujeto de derecho, ademá s de ser
pú blico, por cuanto en la efectividad del ejercicio de éste derecho está
interesada la comunidad.
A manera de síntesis podemos afirmar que el derecho de acció n es de
naturaleza constitucional, inherente a todo sujeto de derechos por el
só lo hecho de serlo, y que lo faculta a exigir al Estado tutela
jurisdiccional efectiva para un caso concreto. "Se habla entonces de un
poder jurídico que tiene todo individuo como tal, y en nombre del cual le
es posible acudir ante los jueces en demanda de amparo a su pretensión;
el hecho de que ésta pretensión sea fundada o infundada no afecta la
naturaleza del poder jurídico de accionar, pueden promover sus acciones
en justicia aquellos que erróneamente se consideran asistidos de razón".
[11]
Son caracteres propios de éste derecho el ser pú blico, subjetivo,
abstracto y autó nomo. Se dice que es de cará cter pú blico, ya que el
receptor o el obligado es el Estado, quien soporta el deber de
satisfacerlo dado que su ejercicio se traduce en la exigencia de tutela
jurisdiccional efectiva para un caso concreto. Es subjetivo, porque al
ser un derecho fundamental se encuentra en todo sujeto de derechos
por la sola razó n de serlo. Su cará cter abstracto radica en que no
requiere de un derecho material para que lo impulse, es decir se
prescinde de la existencia del derecho sustancial, pues basta con que el
Estado garantice el acceso a los ó rganos de justicia. Por otro lado, la
autonomía del derecho de acció n radica en las teorías explicativas
(autonomía dogmática) y normas reguladoras sobre su ejercicio
(autonomía normativa).
La tutela jurisdiccional efectiva se materializa también en un proceso a
través del derecho de contradicció n, este al igual que el derecho de
acció n, participa de las mismas características, es decir, es un derecho
pú blico, autó nomo, subjetivo y abstracto, y por ende de naturaleza
constitucional que permite a todo sujeto de derechos emplazado exigir
al Estado le preste tutela jurisdiccional.
Aú n cuando ambos derechos presentan las mismas características,
existe una diferencia que los distingue, la cual radica en la libertad de
su ejercicio, mientras que la acció n es posible ejercerla casi cuando uno
quiera, ésta libertad está ausente cuando se ejerce el derecho de
contradicció n, pues só lo podrá hacerse efectivo el ejercicio de éste
derecho una vez instaurado un proceso.
Otra diferencia entre los derechos de acció n y contradicció n reside en
el interés para obrar, que "es una condición de la acción que consiste en
el estado de necesidad de tutela jurídica en la que se encuentra un sujeto
de derechos, cuando no tiene otra alternativa para satisfacer su
pretensión material que no sea el ejercicio de su derecho de acción. En tal
virtud el interés para obrar (…) debe ser invocado por el demandante, de
lo contrario no será posible que posteriormente se expida un
pronunciamiento válido sobre el fondo, sin embargo, bien puede carecer
éste de aquél. No obstante, es imposible concebir la idea de un
demandado sin interés para contradecir, porque éste es consustancial a
su calidad de emplazado".[12]
La importancia del derecho de contradicció n se halla en dos aspectos:
primero, en la necesidad de que el demandado sea notificado
vá lidamente de todo lo que ocurre en el proceso; segundo, en la
necesidad de que el emplazado tenga el derecho de presentar alegatos
y medios probatorios que sustenten su posició n. Por ende, una vez
iniciado el proceso y ejercitado el derecho de contradicció n por el
demandado genera otro derecho aú n má s amplio, se trata del derecho
de defensa.
É ste derecho que surge como consecuencia del ejercicio del derecho de
contradicció n no só lo garantiza al demandado poder ser oído, poder
probar, poder impugnar, sino a todos los partícipes del proceso,
incluyéndose al demandante. "La vigencia del derecho a la defensa
asegura a las partes la posibilidad de sostener argumentalmente sus
respectivas pretensiones y rebatir los fundamentos que la parte
contraria haya podido formular en apoyo de las suyas".[13] Es así que se
justifica la naturaleza constitucional de éste derecho.

V.3.- HACIA UNA DEFINICIÓN DE DEBIDO PROCESO


Es también importante recalcar que el debido proceso tienes varias
denominaciones, "las cuales no necesariamente ostentan un contenido
unívoco. Se le ha llamado: Forma de proceso, Forma de Proceso y
sentencia legal, Derecho de Audiencia en Juicio, Due Process of law,
Derecho a la tutela efectiva".[16]
En cuanto a la conceptualizació n del debido proceso, para Eduardo
Oteiza, el derecho que se comenta "invita a repensar los desafíos del
Derecho Procesal en términos de desarrollo de las ideas que han dado
cuerpo a la actual legislación procesal y el resultado concreto del
ejercicio de los derechos que dicho sistema normativo posibilita ante la
administración de justicia. El debido proceso no es un concepto estático
con un significado fijo, por el contrario su alcance ha evolucionado a
través del tiempo y continúa evolucionando".[17]
Jesú s María Sanguino Sá nchez refiere que "la garantía de un debido
proceso constituye, por ende una seguridad, una tutela, una protección
para quien se vincula o tiene la posibilidad de vincularse a un
proceso"[18]; es por eso que el Estado a fin de preservar la tutela
jurídica de un debido proceso debe consagrar en sus normas
fundamentales los principios generales que regulan los diferentes
procesos, las funciones jurisdiccionales y la permanencia de la
administració n de justicia.
Por su parte, Luis Reneé expresa que el debido proceso significa que:
 a) "Ningún justiciable puede ser privado de un derecho sin que se
cumpla un procedimiento regular fijado por ley;
 b) Ese procedimiento no puede ser cualquiera, sino que tiene que
ser el debido;
 c) Para que sea el debido tiene que dar suficiente oportunidad al
justiciable de participar con utilidad en el proceso;
 d) Esa oportunidad requiere tener noticia fehaciente (o
conocimiento) del proceso y de cada uno de sus actos y etapas, poder
ofrecer y producir prueba, gozar de audiencia (ser oído)".[19]
Es importante la opinió n de Roland Arazi, quien considera que, "el
debido proceso se integra con tres principios procesales de jerarquía
constitucional: igualdad ante la ley, congruencia y bilateralidad".[20] Un
debido proceso "supone, que el justiciable haya tenido y podido acceder
a un proceso justo y razonable, en donde haya también tenido
posibilidad cierta de ejercer un derecho de defensa razonable dentro del
Principio de Bilateralidad y en un esquema contradictorio, y al mismo
tiempo con un trámite predeterminado en la legislación. Y que todo ello
de lugar a una motivada y razonable resolución que sea coherente con lo
que se pretende sancionar, y que guarde la proporcionalidad de los
hechos que describe".[21]
Al margen de las diversas definiciones que se puedan dar, la mayoría
de tratadistas que se han avocado al desarrollo de éste tema coinciden
en considerar al debido proceso como un derecho fundamental que se
funda en la dignidad de la persona, constituido por determinadas
condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa
de aquéllos cuyos derechos u obligaciones vienen siendo ventilados en
un proceso.
Para el Tribunal Constitucional, el debido proceso es un derecho que:
"comprende una serie de derechos fundamentales de orden procesal,
cada uno de los cuales cuenta con un contenido constitucionalmente
protegido que le es propio"[22]; "su contenido constitucionalmente
protegido comprende una serie de garantías, formales y materiales, de
muy distinta naturaleza, que en conjunto garantizan que el
procedimiento o proceso en el cual se encuentre inmerso una persona, se
realice y concluya con el necesario respeto y protección de todos los
derechos que en él puedan encontrarse comprendidos".[23] Es por eso
que con justa razó n se afirma que nos encontramos ante un conjunto
de derechos esenciales a la persona humana, los que a su vez han
configurado una suerte de mega derecho o derecho continente que
contemporá neamente ha recibido el nomen iuris de debido proceso
legal.

V.4.- EL CONTENIDO DEL DEBIDO PROCESO


En cuanto al contenido del debido proceso, y teniendo en cuenta lo
expresado en líneas anteriores en el sentido de que es considerado
como un mega derecho o derecho continente, este está constituido por
lo siguientes derechos: derecho al juez ordinario, derecho a la
asistencia de letrado, derecho a ser informado de la acusació n
formulada, derecho a un proceso pú blico sin dilaciones indebidas,
derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa,
derecho a no declarar contra sí mismos y a no confesarse culpables,
derecho a la presunció n de inocencia.
Paralelo entre la tutela jurisdiccional efectiva y el debido proceso
Culminado el aná lisis tanto de la tutela jurisdiccional efectiva como del
debido proceso, nos corresponde exponer las posiciones de la doctrina
y de nuestra jurisprudencia nacional en cuanto a las diferencias que
existen entre ambas instituciones jurídicas.
Un sector de la doctrina estima que ambos derechos son equivalentes o
idénticos; empero, otros consideran que entre la tutela jurisdiccional
efectiva y el debido proceso existe una relació n de género a especie,
siendo el primero (tutela jurisdiccional efectiva) la abstracció n,
mientras que el debido proceso vendría a ser la manifestació n concreta
del primero, es decir ubican el derecho al debido proceso dentro de la
tutela jurisdiccional efectiva. No obstante ello, hay quienes consideran
que será la hermenéutica judicial la que determine el alcance de los
mencionados derechos.
En la Sentencia Constitucional emitida en el Expediente N° 8123-
2005-PHC/TC, nuestro Supremo Tribunal ha establecido lo siguiente:
"(…) la tutela judicial efectiva como marco objetivo y el debido proceso
como expresión subjetiva y específica, ambos previstos en el artículo 139,
inciso 3, de la Constitución Política del Perú. Mientras que la tutela
judicial efectiva supone tanto el derecho de acceso a los órganos de
justicia como la eficacia de lo decidido en la sentencia, es decir, una
concepción garantista y tutelar que encierra todo lo concerniente al
derecho de acción frente al poder-deber de la jurisdicción, el derecho al
debido proceso, en cambio, significa la observancia de los derechos
fundamentales esenciales del procesado, principios y reglas esenciales
exigibles dentro del proceso como instrumento de tutela de los derechos
subjetivos." Para la doctrina españ ola la tutela jurisdiccional efectiva
está contenida en el debido proceso, en cuanto a la jurisprudencia
existen dos tendencias: "la primera que considera al debido proceso
como aquella garantía integrada por los elementos del Art. 24.2 C.E., que
es uno de los elementos de la tutela judicial efectiva, y la segunda que el
concepto de debido proceso como sinónimo de tutela judicial sin
indefensión, una forma más de referirse al derecho a la jurisdicción".[28]
Sin embargo, hay quienes consideran que ambas posiciones adoptadas
por la jurisprudencia ibérica no es adecuada, ya que se trata de
derechos distintos, con orígenes y á mbitos de aplicació n diferenciados;
como mencionamos anteriormente, la tutela jurisdiccional efectiva
tiene su génesis en la Europa Continental luego de culminada la
Segunda Guerra Mundial, mientras que el debido proceso surge del
derecho anglosajó n con la Carta Magna de 1215; en cuanto a su á mbito
de aplicació n, la tutela jurisdiccional efectiva opera en los procesos de
jurisdicció n, por el contrario, el debido proceso es aplicable no só lo al
proceso judicial sino a los procedimientos administrativos, arbitrales,
militares y particulares.
Finalmente es vá lido concluir que tanto la tutela jurisdiccional efectiva
como el debido proceso son derechos fundamentales, inherentes a la
dignidad humana y que representan el valor supremo que justifica la
existencia del Estado y sus objetivos, constituyendo el fundamento
esencial de todos los derechos que con calidad de fundamentales
habilita el ordenamiento, sin el cual el Estado adolecería de legitimidad
y los derechos carecerían de un adecuado soporte direccional.
VI. - MEDIOS DE PRUEBA:

Que, debido a nuestra precaria condició n econó mica, así como a


encontrarnos privados de nuestra libertad en el Establecimiento Penal
de Picsi-Chiclayo, encontrá ndose el expediente Judicial en el Juzgado
Penal de Chota, con el presente Ofrecemos como elemento de prueba
de la violació n de nuestra libertad individual la cual se encuentra en el
Juzgado Penal Liquidador de Chota o Sala Mixta de la Jurisdicció n, el
contenido integro del mismo para que pueda ser valorado en su
conjunto por la justicia Constitucional, para lo cual se deberá requerir
por su honorable judicatura copias certificadas del mismo.

PRIMER OTROSI DICE: Que, los Vocales Supremos demandados, y


Procurador del Poder Judicial deberá n ser notificados en la cede de la
Corte Suprema de la Repú blica, ubicado en la Av. Paseo de la Repú blica
s/n de la ciudad de Lima; Y, los vocales Superiores demandados Dr.
Feliciano Vá squez Molocho y Tejada Goicochea, en la , sede de la Corte
Superior de Justicia de Cajamarca; Y, el demandado Rodríguez Tanta,
deberá ser notificado en la sede de la Corte Superior de Lambayeque,
donde se encuentra desempeñ ando el cargo de Vocal Superior. En
tanto a los recurrentes se nos deberá notificar en el Establecimiento
Penal de Inculpados y sentenciados de Pisci-Chiclayo.

Por lo expuesto a Usted.

Rogamos se sirva admitir la presente demanda,


dando el trá mite que a derecho y ley corresponde.

Es Justicia.

Chota, 5 de Agosto del 2011.

También podría gustarte