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Investigación

Recordemos que las empresas productoras de pollo fueron condenadas por colusión
en un caso que se inició en 2011. Fueron juzgadas culpables de un acuerdo de
colaboración en que limitaban la producción y se asignaban cuotas del mercado.
Posteriormente, en 2016 se inició un segundo caso, derivado del anterior, contra las
tres principales cadenas de supermercados. El año 2020 la Corte Suprema condenó a
los supermercados por haber colaborado con el cartel de los pollos. La Corte
determinó que sus precios promocionales no habían sido fijados libremente. Las
multas impuestas a los supermercados fueron menores que a las empresas de pollos,
probablemente porque habían sido colaboradores y no los actores principales. Los
supermercados se beneficiaron del cartel, ya que podían negociar un margen mayor
que si los polleros competían y mantenían precios bajos.

Hay varias preguntas que aparecen en este caso. ¿Por qué ir contra los supermercados
y no contra los productores de pollos, quienes fueron los que se coludieron? La
respuesta es que ha pasado demasiado tiempo desde la condena a las empresas
polleras. Ya proscribió la posibilidad de exigir una indemnización de los polleros.
Segundo ¿es razonable solicitar una indemnización como demanda colectiva? En
nuestra opinión, siempre que se produce un daño, debería ser posible solicitar que
este sea resarcido (ojalá rápidamente), además de los castigos que ordena la Ley, que
ya fueron aplicados mediante multas. En 2016 se reformó la Ley de Competencia para
facilitar las indemnizaciones, haciendo que sea el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia el que calcule las indemnizaciones en forma rápida. El problema en este
caso es que la falta es muy anterior a la Ley y no es claro que se apliquen el nuevo
procedimiento. De no aplicarse, sería necesario recurrir a la justicia ordinaria, que es
lenta y poco apta para analizar casos como éste.

Introducción……………………………………………………………………………………………....
En septiembre de 2014, tres de las más grandes empresas productoras avícolas en el
país fueron sancionadas por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia con
millonarias multas por el delito de colusión. La justicia determinó que Agrosuper S.A.,
Empresas Ariztía S.A. y Agrícola Don Pollo Limitada acordaron la producción nacional
de la carne, otorgándose cuotas de producción para manipular precios.

Este delito, que consiste en un acuerdo entre competidores del mismo rubro, es
considerado el más grave en el ejercicio de la libre competencia. Es todo lo que
interfiera en el juego de la libre competencia, por ejemplo, subir precios, repartirse
puntos de venta o fijar comisiones comerciales.

Por ello que la Asociación de Consumidores (AGRECU) presentó una demanda colectiva
solicitando una compensación a las tres cadenas de supermercados por haber
colaborado con el acuerdo colusivo de las empresas productoras de pollo. El monto
solicitado por AGRECU es de $50.000 para cada persona compradora mayor de 18
años.

Este breve informe, pretende añadir nuevos conocimientos acerca del tema expuesto
para el lector y generar interés a través del texto en particular.

Desarrollo…………………………………………………………………………………………………..
La fiscalía ha acusado a tres de las mayores cadenas de supermercados chilenas:
Walmart (con sus marcas Lider, Ekono y aCuenta), Cencosud (Jumbo y Santa Isabel) y
SMU (matriz de Unimarc), acusándolas de haberse puesto de acuerdo para fijar, a
través de sus respectivos proveedores, un precio mínimo de venta de la carne de pollo
fresco, entre los años 2008 y 2011.

La acusación se debe a que actuaron bajo el conocimiento de que sus principales


competidores se encontraban sujetos a idéntica regla y además fueron activos en
monitorear los eventuales incumplimientos de aquélla por parte de éstos, solicitando
al proveedor común su intervención a objeto de restablecer el imperio de la
regla cuando se verificaba la venta de productos por debajo del precio de referencia»,
según se puede consultar en el requerimiento de la Fiscalía.

En tal sentido, la Corte señaló que “aquello que se reprocha de las requeridas


radica en que la fijación de sus precios promocionales no fue libre” y que lo
anterior “significó que el valor de venta al consumidor final de carne de pollo
fresca no se estableció a la luz de la oferta y la demanda, sino que se vio
intervenido por un patrón de conducta de los oferentes, con el consiguiente
perjuicio a los consumidores en relación a un producto altamente demandado a
nivel nacional y difícilmente sustituible”.

Tomando en consideración la gravedad de la conducta, la Corte estimó


que “el perjuicio causado por los actos colusorios resulta merecedor de un
castigo pecuniario ascendente al doble de las multas que vienen fijadas por el
TDLC”.

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