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(MÓDULO 1)

TEORÍA CONSTITUCIONAL

I - Historia, interpretación constitucional y concepto general de Constitución

El proceso que da origen al constitucionalismo es la lucha de las sociedades en pos de sus


libertades, desde la más remota antigüedad hasta la actualidad (Paolantonio, 1987, p. 195). En ese sentido, el
resultado más acabado del constitucionalismo es el Estado constitucional, que “se
caracteriza por la limitación del poder estatal en pro de las libertades individuales”. Esa
limitación está dada, por un lado, por el reconocimiento de ciertos derechos fundamentales y, por
el otro, por la división de poderes.

Podemos dividirlo en –al menos– tres etapas:


1) el constitucionalismo clásico o liberal, donde la idea de que los hombres
son libres implica que cada uno de ellos puede pensar, expresarse y obrar como él quiera y
la libertad de otros es el único límite de la libertad de cada uno. Al ser la libertad el valor supremo,
la igualdad se limita a una igualdad de posibilidades, de tratamiento frente a la ley.

2) el constitucionalismo social, que es un movimiento o tendencia esencialmente


democrática, con amplio reconocimiento de los derechos y garantías individuales, aunque en su
ejercicio se impongan a sus titulares limitaciones fundadas en el interés común. El
constitucionalismo social exige una participación activa del Estado en la vida económica de la
comunidad.

3) el constitucionalismo de los derechos humanos internacionalizados, que presupone el


avance del reconocimiento de derechos fundamentales mayormente reconocidos en los textos
constitucionales que, debido a las experiencias sufridas por las guerras mundiales y las rupturas de
los órdenes institucionales de la última parte del siglo XX, se hallan contenidos en instrumentos
normativos que traspasan los límites de los estados, convirtiéndose en la aspiración última de una
sociedad global que aspira a la paz institucional.

Los métodos de interpretación


“Método”, etimológicamente, significa “camino”, vía hacia una determinada meta o destino.
Toda disciplina metodológica tiene como cometido proporcionar los indicadores o
referencias que marcan el itinerario correcto hacia la meta que respectivamente se pretende.
En el caso de la metodología de interpretación y aplicación del derecho se trata de mostrar
qué criterios, referencias y modos de operar pueden asegurar la obtención de una decisión jurídica
que pueda tenerse por correcta (es decir, objetiva e imparcial). Y en lo que a la metodología de
interpretación se refiere, la meta está en lograr la correcta atribución de significado a los enunciados
legales, de manera que se obtenga una interpretación correcta que, unida a una adecuada
valoración de los hechos, lleve a una también correcta decisión final o fallo de los litigios.

En la cultura jurídica actual se diferencia con bastante nitidez entre criterios interpretativos
admisibles e inadmisibles.

Para la concepción voluntarista gozará de prioridad el método de interpretación subjetiva,


en cualquiera de sus dos versiones. Una versión de este método, la subjetiva-semántica, establece
que hay que estar en la interpretación a lo que el legislador pretendió significar al emplear los
términos y expresiones legales; la otra, la subjetiva-teleológica, dispone que se ha de considerar
prioritariamente el fin específico al que el legislador quiso que la norma sirviera. Los demás métodos
interpretativos serán o bien auxiliares de este método principal, o bien complementarios, en cuanto
sólo pueden ser invocados para colmar las lagunas que queden en lo que de la voluntad del
legislador no pueda conocerse o en cuanto resulte equívoca o indeterminada.
En la concepción axiológica o material el método interpretativo es una subespecie del
método general de la razón práctica, del método de conocimiento de valores, del
conocimiento de qué sea lo bueno o lo justo. Puesto que, aquí, interpretar es determinar el
contenido correcto de un enunciado legal, y el patrón de lo correcto lo proporciona en última
instancia un sistema de valores morales. Se parte de la confianza en que tal orden objetivo de
valores puede ser conocido con una, al menos, mínima certeza. El trasfondo de esta concepción es,
pues, la tesis del cognitivismo ético, en cualquiera de sus variantes.
Para la concepción lingüística la preferencia la detenta el método literal. Se quiere decir que
los significados que en la interpretación cabe asignar a los términos legales vienen delimitados por
el uso, de modo que a un término legal absolutamente determinado y unívoco, con arreglo a su uso
social, no se le puede atribuir ningún significado que desdiga de tal uso unívoco, y a los términos
legales que adolezcan de vaguedad se les podrá otorgar cualquiera de los significados que encajen
en los márgenes de permisibilidad con arreglo a tal uso, pero nunca uno que vaya más allá de ese
límite.
Ese criterio de los significados posibles con arreglo al uso marca las interpretaciones posibles
y, en consecuencia, delimita la frontera entre interpretación, actividad cuya necesidad y legitimidad
no se puede razonablemente discutir, y creación de nuevo derecho; y los límites de la legítima
creación de derecho por los jueces constituyen objeto de una discusión.

Ahora bien, al igual que ocurre en el uso ordinario y cotidiano del lenguaje, también en el
derecho las palabras han de entenderse en el marco de su inserción contextual. Esto implica que los
términos se interpretan en el marco de lo que es la interpretación de conjunto de los enunciados
legales que los contienen, y tampoco los enunciados se analizan, al menos a efectos prácticos y
decisorios, aisladamente, sino en el ámbito más amplio de un determinado capítulo, de un cuerpo
legal y, en última instancia, del conjunto del ordenamiento jurídico-positivo. Así pues, la
interpretación jurídica en la práctica es siempre interpretación «total» (sistemática).

¿Qué hace que unos métodos se tengan por admisibles y otros no? Cada método
interpretativo generalmente admitido lo está en razón de su sustrato valorativo. En la metodología
jurídica se consideran válidos ciertos métodos, se hace así porque se estima que sirven a los valores
básicos que justifican el derecho y su práctica. Detrás de los métodos admisibles de interpretación
está la valoración positiva de cosas tales como la seguridad jurídica, el respeto a la autoridad
legítima, la coherencia del sistema jurídico o la sintonía del derecho con las necesidades y opiniones
sociales. Por ello, se consideran inapropiados como métodos de interpretación el estético o
teológico, porque servirían a valores personales de cada individuo (en la era moderna el gusto
estético y el sentimiento religioso han pasado a verse como manifestaciones de la conciencia
subjetiva).

Cualquiera de las tres concepciones de la interpretación jurídica que hemos presentado


admitiría sin inconveniente todos esos métodos ampliamente acreditados en nuestros días. Lo que
cambiará de una a otra es el orden de preferencia que entre se ellos establezca.
El problema deriva del hecho de que un mismo enunciado legal puede recibir distinto sentido
según cuál sea el criterio de su interpretación que se tome en cuenta. Si esto es así, y si no hay un
orden de preferencia entre los métodos que permita dar prioridad a uno u otro resultado
interpretativo, la decisión interpretativa goza de un muy amplio margen de libertad.
Concepto de Constitución
El término “Constitución” es usado en el lenguaje jurídico (y político) con una multiplicidad
de significados:
1) en una primera acepción, “Constitución” denota todo ordenamiento político de tipo
“liberal”: para denotar cualquier ordenamiento estatal de tipo liberal (o, si se quiere, liberal-
garantista); un ordenamiento en el que la libertad de los ciudadanos en sus relaciones con el Estado
esté protegida mediante oportunas técnicas de división del poder político. La ruptura con el Ancien
Regime ocasionada por las Revoluciones francesa y norteamericana generó el escenario para que
evolucione el constitucionalismo moderno, que podríamos vincular con el concepto de Constitución
liberal. La Constitución es concebida aquí como límite al poder político. En este sentido del adjetivo
“constitucional”, un Estado puede llamarse constitucional, o provisto de Constitución, si y solo si
satisface dos condiciones: a) por un lado, que estén garantizados los derechos de los ciudadanos en
sus relaciones con el Estado; b) por otro, que los poderes del Estado (el Poder Legislativo, el Poder
Ejecutivo o de gobierno, el Poder Judicial) estén divididos y separados (o sea que se ejerzan por
órganos diversos).
Este modo de utilizar el término “Constitución” está hoy en día en desuso.

2) en una segunda acepción, “Constitución” denota un cierto conjunto de normas jurídicas:


el conjunto de normas —en algún sentido fundamentales— que caracterizan e identifican todo
ordenamiento. Normas fundamentales de un determinado ordenamiento jurídico pueden ser
consideradas, según los diversos puntos de vista, por lo menos las siguientes:
✓ Las normas que disciplinan la organización del Estado y el ejercicio del poder estatal
(al menos en sus aspectos fundamentales: la función legislativa, la función ejecutiva y la función
judicial), así como la conformación de los órganos que ejercen esos poderes [art. 44 CN];
✓ Las normas que disciplinan las relaciones entre el Estado y los ciudadanos [art. 14
CN];
✓ Las normas que disciplinan la “legislación” (entendida en sentido “material”, como la
función de crear el derecho), o sea las normas que confieren poderes normativos, que determinan
las modalidades de formación de los órganos a los que esos poderes son conferidos, que regulan los
procedimientos de ejercicio de esos poderes, etc. [arts. 75 inc. 1, 99 inc. 7, 109, todos de la CN, entre
otros];
✓ Las normas —comúnmente, si son escritas, formuladas como declaraciones
solemnes— que expresan los valores y principios que informan a todo el ordenamiento [art. 15 CN].

En general, se puede convenir en que son normas fundamentales de cualquier


ordenamiento: a) las que determinan la llamada “forma de Estado”; b) las que determinan la “forma
de gobierno”; y c) las que disciplinan la producción normativa.
Este concepto de Constitución es característico del positivismo jurídico moderno, y es el que
habitualmente se adopta hoy en día por los estudiosos del derecho público.

3) en una tercera acepción, “Constitución” denota un documento normativo que tiene ese
nombre (o un nombre equivalente). La Constitución entendida como conjunto de normas
fundamentales es llamada a su vez Constitución en sentido “sustancial” o “material”. Al concepto
“material” de Constitución, entendido en este sentido específico, se conectan las nociones de
“materia constitucional” y de “norma materialmente constitucional”.
Se llaman materialmente constitucionales las normas “fundamentales” —en uno u otro
sentido — de todo ordenamiento jurídico.
Se llama materia constitucional el conjunto de objetos que son disciplinados por tales
normas.

Las normas “materialmente constitucionales” pueden ser escritas o consuetudinarias (es


decir, que se rigen por la costumbre). Donde existe una Constitución escrita se esperaría que esas
normas estuvieran expresamente formuladas. Sin embargo, no es infrecuente que también ahí
donde existe una Constitución escrita, muchas normas pacíficamente consideradas “materialmente
constitucionales” no estén escritas en la Constitución (sino que estén escritas en leyes ordinarias, o
también que no estén de hecho escritas, quedando implícitas, en estado latente). De la misma
forma, no es infrecuente que las Constituciones incluyan también normas no “materialmente
constitucionales”.

4) en una cuarta acepción, en fin, “Constitución” denota un particular texto normativo


dotado de ciertas características “formales”, o sea de un peculiar régimen jurídico. El término
“Constitución” es comúnmente utilizado para designar un específico documento normativo –o sea
un texto, formulado en una lengua natural, y expresivo de normas (jurídicas)– que formula y recoge,
si no todas, al menos la mayor parte de las normas materialmente constitucionales de un
ordenamiento determinado. En esta acepción, la Constitución es una suerte de “código” de la
materia constitucional. Al igual que es verdad que es raro que todas las normas constitucionales
contenidas en una Constitución sean “materialmente constitucionales”, también es raro que la
Constitución agote toda la “materia constitucional”.
El “código” constitucional, allí donde existe, es un texto que se distingue de otros
documentos normativos (en particular de las “leyes” comunes) al menos por las siguientes
características:
✓ En primer lugar, la Constitución se distingue de otros textos normativos en virtud de
su nombre propio: el nombre de “Constitución” (o en otros ordenamientos: “carta”, “carta
constitucional”, “estatuto”, “ley fundamental” y similares), que corresponde a veces a una peculiar
formulación: normalmente las Constituciones o una de sus partes (especialmente los eventuales
preámbulos) están redactadas en un lenguaje solemne, destinado a subrayar la importancia política
del documento.
✓ En segundo lugar, la Constitución se distingue de las otras fuentes del derecho en
virtud de su contenido característico. Normalmente, las Constituciones incluyen:
• normas que confieren derechos de libertad a los ciudadanos, disciplinando de
esa forma las
relaciones entre los ciudadanos y el poder político;
• normas sobre la legislación y más en general normas que confieren poderes
a los órganos del Estado, disciplinando así la organización del poder político mismo.
• Muchas Constituciones contemporáneas, además, incluyen también una
multiplicidad de normas “de principio” o de normas “programáticas”. Unas contienen los
valores y principios que informan —o al menos eso se supone— a todo el ordenamiento
jurídico. Las otras recomiendan al legislador (y eventualmente a la administración
pública) perseguir programas de reforma económica y/o social.

✓ En tercer lugar, la Constitución se distingue de las otras fuentes del derecho en virtud
de sus destinatarios típicos: si no todas, casi todas las normas constitucionales se refieren no ya a
los ciudadanos particulares, y ni siquiera a los órganos jurisdiccionales comunes, sino a los órganos
constitucionales supremos (como: el jefe de Estado, las cámaras, el gobierno, la Corte
Constitucional, etcétera).
II - Poder constituyente, reforma y supremacía constitucional
Se sostiene que toda la teoría constitucional se asienta sobre la concepción de la
Constitución Nacional como norma suprema.
El “poder constituyente” es el pleno ejercicio de soberanía popular de la más alta raigambre.
Surge en los albores de la ruptura con los regímenes monárquicos. Su creador fue el Abate de Sieyès,
mentor de la Revolución francesa, quien imbuido de las teorías contractualistas pone en poder de
lo que denomina “tercer estado” –es decir la burguesía por oposición al clero y la nobleza– la
atribución de dictar el pacto fundacional.

Doctrina analítica del “poder constituyente”


La noción de poder constituyente se define, simplemente, por oposición a la de poder
constituido.
Se llama "constituido" a todo poder "legal", es decir, conferido y regulado por normas
positivas vigentes (y ejercido de conformidad con ellas). Las normas que provienen de un poder
constituido encuentran su fundamento de validez en las normas sobre la producción jurídica
vigentes.
Se llama por el contrario "constituyente" al poder de instaurar una "primera" Constitución.
Una primera Constitución es, en suma, una Constitución emanada extra ordinem –fruto de una
revolución– y por tanto privada de fundamento de validez en normas (las eventuales normas sobre
la producción constitucional) propias del ordenamiento constitucional precedente.
Se puede convenir que el poder de reforma constitucional es un poder constituido
(constituido por la Constitución existente), y que el poder de instauración constitucional sea por el
contrario el poder constituyente. Ahora bien, ¿qué distingue la reforma constitucional, es decir, la
modificación de la Constitución existente, de la instauración constitucional, esto es, de la emanación
de una nueva Constitución? Esta pregunta admite (por lo menos) dos respuestas interesantes con
diversas concepciones de la Constitución (y de su criterio de identidad) e implica una diversa
concepción del poder constituyente:
1) La concepción sustancial (o sustancialista): una Constitución es una totalidad
coherente y conexa de valores ético-políticos. La identidad material (axiológica) de toda
Constitución descansa precisamente en el conjunto de valores –o principios supremos– que la
caracterizan y la distinguen de cualquier otra Constitución.
Ahora bien, una cosa es revisar la Constitución existente sin alterar la identidad material o
axiológica, y otra cuestión es modificar el "espíritu" de la Constitución existente, esto es, alterar,
perturbar o subvertir los valores ético-políticos que la caracterizan. Una cosa es la simple reforma
constitucional y, otra, es la instauración de una nueva Constitución. Una cosa es el ejercicio de un
poder constituido (el poder de reforma) y otra es el ejercicio del poder constituyente.
Reforma e instauración constitucional se distinguen, entonces, no bajo un perfil formal –por
el hecho de que una adviene en forma legal y otra de forma ilegal, extra ordinem– sino bajo el perfil
sustancial: es una reforma toda modificación marginal, es instauración toda alteración – aunque
legal– de la identidad axiológica de la Constitución.

2) La concepción formal (o formalista): una Constitución no es más que un conjunto de


normas. Ahora bien, un conjunto se identifica – extensionalmente – por la simple enumeración de
los elementos que lo componen.
Se sigue, ante todo, que existen tres tipos posibles de reforma constitucional: a) la
introducción de una norma nueva; b) la supresión de una norma preexistente, y c) la sustitución de
una norma preexistente (es decir la supresión de una norma vieja combinada con la introducción de
una norma nueva). Pero se sigue también que, comúnmente, toda reforma constitucional comporta
la modificación del conjunto preexistente, y la modificación de éste da lugar a un conjunto diverso:
porque son diversos los elementos que lo componen.
Desde este punto de vista, toda reforma constitucional produce una nueva Constitución. De
modo que reforma constitucional e instauración constitucional son cosas simplemente
indistinguibles bajo un perfil sustancial. No resta entonces más que distinguir reforma e instauración
sobre la base de elementos puramente formales.
Toda modificación constitucional realizada en forma legal –por más que pueda incidir
profundamente sobre la Constitución existente– es mera reforma. Toda modificación realizada en
forma ilegal –por más marginal que pueda ser ese cambio– es instauración de una nueva
Constitución. En suma, la modificación legal de la Constitución es ejercicio del poder constituido,
mientras que su cambio ilegal es ejercicio del poder constituyente.

La doctrina del poder constituyente originario y derivado


Más allá de la concepción que pueda elegirse, la constitución es fruto del ejercicio del poder
constituyente, que es “el poder soberano del pueblo de dictarse por primera vez su ordenamiento
político, jurídico institucional, o para proceder a su reforma si fuera necesario”. Este poder
constituyente es susceptible de ser considerado como originario o derivado. El originario dicta la
primera Constitución del Estado, el derivado tiene la potestad de reformar el texto constitucional.

Una cuestión de necesidad: la doctrina del poder constituyente abierto


Por su parte, el “poder constituyente originario” se clasifica según sea ejercido de manera
abierta o cerrada. En esta última categoría, la Constitución primera se dicta en un solo acto, en
cambio, la modalidad abierta deriva en un proceso constitucional que está integrado por más de un
acto constitutivo, como el caso argentino, que comenzó en 1853 y concluyó en 1860. Esta doctrina
se elaboró con el fin de sanear una de las principales complejidades en torno a la teoría
constitucional y su aplicación en la Argentina: el artículo 30 de la Constitución de 1853 impedía que
dicha norma fuese modificada en sus primeros diez años de vigencia. La necesidad coyuntural ante
el ingreso de Buenos Aires en 1860 llevó a la doctrina a la construcción de esta teoría, para validar
las modificaciones a la norma fundamental.

Reforma constitucional
Podemos entender que las constituciones se clasifican en rígidas o flexibles, según sea su
proceso de reforma: será flexible si puede modificarse por el mismo órgano y bajo el mismo
procedimiento del dictado de una ley ordinaria o con presupuestos mínimos de intervención o, por
el contrario, será rígida si requiere para su dictado un proceso especial.
En el caso argentino, el procedimiento de reforma está contenido en el texto del artículo 30
de la propia Constitución:
“La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de
reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus
miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto.”

Se necesita un procedimiento especial y un órgano especial, para poder reformar la


Constitución Nacional. Sin embargo, hay algunas cuestiones doctrinarias previas acerca de la
redacción del artículo 30 que dieron lugar a diversas cuestiones, tales como si la Constitución puede
reformarse en todas o cualquiera de sus partes; o si podría mutarse la Constitución. Con respecto a
esto último, la mayoría de la doctrina sostiene que la reforma es siempre parcial. Germán Bidart
Campos menciona la existencia de ciertos contenidos pétreos y los entiende como aquellos que no
pueden alterarse sin correr el riesgo de ingresar a una revolución y no a una reforma. Es más, se
interpreta que reformar es dar nueva forma, reformular lo que ya existe.

El procedimiento de reforma
. Se consideran dos etapas:
1 – Etapa preconstituyente: según el art 30, la necesidad de la reforma debe ser declarada
por el Congreso de la Nación, con el voto de al menos las dos terceras partes de sus miembros. La
Ley Declarativa debe contener el límite material (los artículos a reformar), el límite temporal (en
cuánto tiempo se debe cumplir con la tarea), la cantidad y forma de elección de los convencionales
constituyentes, lugar de deliberación, presupuesto entre otras.
2 – Etapa de reforma propiamente dicha: está a cargo de la Convención Nacional
Constituyente, cuerpo colegiado especialmente electo por el pueblo que tiene a su cargo la reforma
del texto constitucional, según el límite material y temporal impuesto por la ley declarativa.

Supremacía constitucional
• Antecedentes y doctrina de la supremacía constitucional
Debe partirse de la existencia de una Ley Suprema o súper ley, a la que debe adecuarse todo
el sistema jurídico del Estado.
La norma suprema emana del Poder Constituyente como manifestación soberana del pueblo
de dictarse su ordenamiento jurídico, político, institucional. Esta instancia fundacional requiere un
proceso y un órgano especial para su dictado primero y para ser reformado luego.
Este principio de supremacía en un Estado Federal se vincula a la concordancia y coherencia
de una graduación de normas, incluso las del orden provincial.
La legislación no sólo debe conformarse a la Constitución Nacional, sino también a los
tratados internacionales.
Este instituto encuentra antecedente en el art VI de la Constitución de Estados Unidos.

• Recepción en la Constitución Argentina de la supremacía constitucional


El art 31 de la Constitución Nacional establece la gradación jerárquica de normas, cuyo
nuevo esquema después de la reforma de 1994 es:
1 – Constitución Nacional y Tratados de Derechos Humanos enumerados en el art 75 inc. 22
y otros que se incorporen en las condiciones de su vigencia. Tienen jerarquía constitucional pero no
derogan artículo alguno de la primera parte de la constitución y deben entenderse
complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos.

2 – Todo otro tratado internacional y concordatos con la Santa Sede.


a – tratados de integración: art 75 inc. 24, tratamiento distinto para aquellos tratados
con países latinoamericanos que requieren mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cada Cámara. Para tratados con otros Estados, el Congreso declara la
conveniencia de su aprobación con mayoría absoluta y dentro de los 120 días
posteriores debe ser aprobado por los 2/3 de la totalidad de miembros de cada Cámara.
b – tratados y concordatos comunes: se aprueban por el procedimiento normal para el
dictado y sanción de las leyes, y tienen jerarquía superior a las leyes.

3 – Las Leyes de la Nación.


4 – Orden jurídico Provincial.
• La Constitución como pacto o transacción
Vinculada a las teorías contractualistas de Hobbes, Locke y Rousseau, la teoría constitucional
concibe a la Constitución de la Nación como norma suprema destinada a regir la organización del
Estado y de la sociedad, que debe ser fruto del consenso, del acuerdo o pacto transaccional, reflejo
de la ideología e idiosincrasia del pueblo que la dicta, de allí que sea producto del Poder
Constituyente como manifestación directa de la voluntad popular.
En la constitución deben amalgarse todos los valores, fines, aspiraciones, garantías, que son
características de un pueblo, lo que sólo puede lograrse por medio del acuerdo, para construir un
país anhelado para el presente y el futuro en el devenir del tiempo. La constitución está imbuida de
ideología y valor en todas y cada una de sus cláusulas.
Se habla de una construcción histórica, de un proceso de amalgamiento en el que hay
coincidencias en estudiosos de los ámbitos jurídicos, políticos e históricos.

III – CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD


Dos de los pilares que sostienen la teoría constitucional son el concepto de supremacía y el
de reforma.
Ellos son la razón de ser del movimiento constitucional surgido como contra ofensiva a los
absolutismos: tuvieron la necesidad de elevar una ley consensuada por sobre cualquier voluntad
individual.
Este movimiento generó un impacto sustancial en la nueva forma de comprender la vida
política, social, económica y cultural de los Estados modernos.
El constitucionalismo norteamericano, fuertemente influido por el
iluminismo, diseñó diversos mecanismos para asegurar la vigencia de los postulados del
movimiento, frente a las amenazas que cualquier incipiente comienzo puede generar. En este
contexto surgen los checks and balances (frenos y contrapesos) que aseguran la presencia de
múltiples filtros dentro del proceso de toma de decisiones, con lo cual se promete una mejora en la
calidad de las decisiones políticas: por un lado, dichos filtros dificultan la aprobación de leyes
“apresuradas”; por otro, favorecen la posibilidad de que las mismas se enriquezcan con nuevos
aportes.
La primera de las virtudes mencionadas permite un saludable “enfriamiento” de las
decisiones: las iniciativas de ley deben ser “pensadas dos veces” antes de resultar aprobadas. La
segunda de tales virtudes, mientras tanto, ayuda a que las normas ganen en imparcialidad: las leyes
no deben ser el producto exclusivo de un solo sector de la sociedad.
Los “frenos y contrapesos” contribuyen a la estabilidad social al instar a que los sectores
mayoritarios y minoritarios de la sociedad se pongan de acuerdo antes de poder aprobar un cierto
proyecto de ley.
En ese sentido, controlar forma parte de la esencia del constitucionalismo. Por lo tanto, el
“control de constitucionalidad”, intenta preservar la supremacía de la Constitución por sobre el
resto del ordenamiento jurídico.

Clasificación del control de constitucionalidad


El desarrollo del concepto de control de constitucionalidad en los sistemas normativos, hace
que podamos clasificarlo según diversos parámetros:
➢ Según el órgano que lo efectúa: pueden distinguirse dos sistemas: el político y el
judicial. Este último puede subclasificarse en concentrado y difuso.
➢ según la vía utilizada: podemos encontrar que la solicitud de las partes se efectúe
por acción directa o por excepción.
➢ según la oportunidad: hace referencia al momento en el cual se va a efectuar el
control, es decir, si se efectúa con la norma entrada en vigencia o si se realiza ex ante, o sea previo
a su entrada en vigor.
➢ según los efectos: podemos sub-clasificarlos en dos: cuando el efecto es erga omnes
(alcanza a "todos los hombres") o interpartes (sólo para el caso concreto, sistema adoptado
tradicionalmente en nuestro país).

Los caracteres del control judicial en la Argentina


Génesis del control judicial de constitucionalidad
Esta práctica surge por la acción de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de
Norte América, cuando el Presidente de dicha Corte, John Marshall, en el fallo “Marbury vs
Madison” fundamentó esta teoría. Se basa en que todo acto legislativo que sea contrario a la
Constitución no puede aplicarse al caso concreto, y debe prevalecer la Constitución. En caso
contrario, una ley modificaría el contenido de la Constitución.

(SE RECOMIENDA LEER EL FALLO “MARBURY VS MADISON” brindado en CANVAS)

El control de constitucionalidad en la Argentina


Marbury vs. Madison tuvo desde los inicios de la actividad judicial argentina, una fuerte
influencia en los fallos de la Corte Suprema nacional.
Quizás la razón se halle en la influencia que el modelo constitucional norteamericano tuvo
en la forma que adoptó la Constitución de 1853, con la reforma de 1860, como también en los
primeros años de puesta en práctica de ésta.
En la Convención del Estado de Buenos Aires encargada del examen de la Constitución
federal de 1860 en la sesión del 25 de abril se presentó el informe de la Comisión Examinadora de
la Constitución federal. En su primer capítulo se refiere a la influencia de la Constitución de los
Estados Unidos.

El caso "Sojo" tiene una similitud con "Marbury" y es el que incorpora ese precedente a
nuestro derecho. Aunque la solución no es similar, ya que no se declara inconstitucional una norma.
El caso "Municipalidad de la Capital c. Viuda de Elortondo" de 1888 es habitualmente citado
como origen del control judicial de constitucionalidad en la Argentina porque es el primero que
establece la inconstitucionalidad de una ley federal.
Con estos fallos, se estructura la facultad judicial de declarar la inconstitucionalidad de una
norma emanada de los poderes públicos, siguiendo el razonamiento del precedente
norteamericano.

El control de constitucionalidad hoy


La incorporación de los instrumentos internacionales de DDHH producida luego de la
reforma de 1994 operó un cambio trascendental en el ordenamiento jurídico argentino. En este
nuevo contexto, la convivencia de las normas locales con las internacionales produjo la adopción de
criterios de control que incluyeran lo estipulado por estos instrumentos internacionales. Así, la Corte
Suprema de Justicia adoptó la práctica desarrollada por la Corte Interamericana de DDHH
denominada “control de convencionalidad”.
Este control implica no solo la protección de la supremacía de la Constitución, sino también
la observancia de los preceptos contenidos en el Pacto de San José, como se denomina a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Los instrumentos de DDHH no modifican parte alguna de la Constitución, sino que se
presumen complementarios de ella y se observan en las condiciones de su vigencia. Esto último
implica que las interpretaciones que la Corte Interamericana efectúa sobre la Convención, se
presumen válidas y operan como directrices para la interpretación que la Corte Suprema efectúe
sobre las causas que involucren conflictos sobre esta materia.

IV – LA TEORÍA CONSTITUCIONAL EN LA PRÁCTICA


Para problematizar los ejes fundamentales de la teoría constitucional, abordaremos
brevemente las modificaciones producidas por la última reforma constitucional producida en 1994
y cómo éstas generaron tensiones en la práctica. Para ello vamos a distinguir, en primer lugar, las
modificaciones contenidas en el denominado núcleo de coincidencias básicas, sobre el que pesaba
acuerdo previo por parte de los dos partidos políticos mayoritarios, que debían aprobarse en
conjunto; en segundo lugar, temas que habían sido habilitados por el Congreso en la declaración
de necesidad de reforma para el libre debate y tratamiento por parte de la Convención
Reformadora. Todos estos puntos están contenidos en la Ley 24.309 que habilita la Reforma
Constitucional.

El núcleo de coincidencias básicas


Esta parte contenía puntos centrales destinados a rediseñar la estructura del poder del Estado al recrear el
régimen republicano, con el objeto de atenuar el sistema presidencialista, y lograr un nuevo equilibrio de poder y
control, de pesos y contrapesos.
a) Atenuación del sistema presidencialista
Se crea la figura del Jefe de Gabinete de Ministros, con responsabilidad política ante el
Congreso de la Nación. Sus atribuciones se detallan en el art 100, con 13 incisos que lo transforman
en una figura con atribuciones constitucionales semejantes a las de un jefe de la administración, con
funciones políticas que recibe de las que se reducen del Presidente, y ejerce, además, atribuciones
propias que fueran del Presidente, ya que tiene a su cargo la administración general del país, y
detenta otras que le son delegadas. Es designado por el Presidente, y puede ser removido por el
mismo Presidente o por el voto de la mayoría absoluta de los miembros de cada una de las Cámaras.
Consecuentemente, se modificaron también atribuciones del Presidente, contenidas
actualmente en el art 99, que le prohíben emitir disposiciones de carácter legislativo, decretos de
necesidad y urgencia, salvo situaciones extraordinarias.
b) Reducción del mandato del Presidente y Vicepresidente de la Nación
Se reduce el mandato de seis a cuatro años con la posibilidad de reelección por un solo
período consecutivo (art 94).
c) Se elimina el requisito confesional para ser Presidente
A fin de consagrar la libertad de cultos, se eliminó el requisito confesional para ser Presidente
de la Nación y se modificó el juramento del mismo (arts. 89 y 93).
d) Elección directa de tres Senadores por cada provincia y la ciudad de Buenos Aires
Se asignan dos bancas al partido político más votado y la tercera al que le sigue (art 54). Se
reduce el mandato de Senador de nueve a seis años, renovándose el cuerpo a razón de una tercera
parte de los distritos electorales cada dos años (art 56 y cláusula transitoria cuarta).
e) Elección directa del Presidente y Vicepresidente de la Nación
Tal como lo dispone el art 94, se elegirán en forma directa por el pueblo y en doble vuelta
electoral.
f) Elección directa del Intendente y reforma de la ciudad de Buenos Aires
Se dispone dotar de un status especial a la ciudad de Buenos Aires, que se conserva como
Capital Federal y asiento de las autoridades de la Nación. Se dispone en el art 129 un régimen de
gobierno autónomo con facultades propias de legislación y jurisdicción y la elección de su Jefe de
Gobierno en forma directa por el pueblo.
g) Regulación de la facultad presidencial de dictar decretos de necesidad y urgencia y
procedimientos para agilización de trámite de discusión y sanción de leyes
Se prohibió el dictado de Decretos de necesidad y urgencia, excepto que excepcionales
circunstancias hicieran imposible seguir los trámites ordinarios para la sanción de las leyes, y que
no se trate de normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos
políticos (art 99 inc. 3).
Se modificó todo el capítulo quinto desde el art 77 en adelante, sobre el procedimiento de
formación y sanción de las leyes, para agilizarlo al limitar a tres las intervenciones posibles de las
Cámaras.
Se extendió el período ordinario de sesiones, iniciándose el 1º de marzo y culminando el 30
de noviembre.
h) Consejo de la Magistratura
Se dispuso la creación del Consejo de la Magistratura (art 114), cuya atribución principal será
la de seleccionar los magistrados judiciales y la administración del Poder Judicial. Tiene a su cargo
la administración de los recursos y la ejecución del presupuesto, facultades disciplinarias, apertura
del proceso de remoción de magistrados inferiores y el dictado de reglamentos relacionados con la
organización judicial. Se crea por el art 115 el Jurado de Enjuiciamiento a los fines de la remoción
de magistrados inferiores.
i) Designación de magistrados federales
Se dispone el sistema de designación de los ministros de la Corte Suprema de la Nación por
medio de pliego enviado por el Presidente de la Nación al Senada, que aprueba la propuesta con el
voto de las dos terceras partes de los miembros presentes del cuerpo y la designación de los demás
jueces por medio de ternas vinculantes previamente seleccionadas por el Consejo de la
Magistratura, con acuerdo del Senado en sesión pública.
j) Remoción de magistrados federales
Se sostiene el Juicio Político como mecanismo de remoción de los miembros de la Corte y se
dispone la creación del Jurado de Enjuiciamiento para remoción de jueces inferiores cuyo proceso
se inicia a instancia del Consejo de la Magistratura (art 115).
k) Control de la Administración Pública
Se dispone el control externo de sector público en su faz patrimonial, económica, financiera
y operativa, y se crea la Auditoría General de la Nación como órgano con autonomía funcional y de
asistencia técnica del Congreso, encabezado por un miembro de la oposición (art 85 y siguientes).
l) Establecimiento de mayorías especiales para la sanción de leyes que modifiquen el
régimen electoral y de partidos políticos
Por un error formal, no se incluyó en el texto final de la Constitución, pero se corrigió por
medio del Congreso y quedó incluida como segunda parte del art 77. Se dispone la exigencia de
mayoría absoluta del total de los miembros de las Cámaras para modificar los temas atinentes al
régimen electoral y de partidos políticos.
m) Intervención federal
Queda como atribución exclusiva del Congreso, salvo receso y urgencia.
Temas habilitados para su debate por la convención constituyente
a) Fortalecimiento del régimen federal
Se introducen sustanciales reformas al Título Segundo sobre Gobierno de Provincias. En el
art 124 se posibilita la creación de regiones, por la sola voluntad de las provincias y con el deber de
comunicación al Congreso de la Nación. Se dispuso, además, el dominio de las provincias sobre los
recursos naturales que se encuentran en su territorio y la jurisdicción provincial sobre
establecimientos de utilidad pública.
Según el art 125 las provincias pueden celebrar entre sí tratados parciales con conocimiento
del Congreso, salvo que sean de carácter político.
Se modifican los incisos del actual art 75, determinándose un nuevo régimen de
coparticipación impositiva entre las provincias y la Nación (inciso 2).
b) Autonomía municipal
Se reglamenta la autonomía municipal, dotándola de alcance y contenido en el orden
institucional, político, administrativo, económico y financiero (art 123).
c) Posibilidad de incorporación de la iniciativa y de la consulta popular
Ambos se incorporaron en el capítulo nuevo de derechos y garantías, en los arts. 39 y 40
respectivamente.
d) Posibilidad de establecer el acuerdo del Senado para la designación de funcionarios de
organismos de control y del Banco Central
El art 85 exige que su presidente sea designado a propuesta del partido político de la
oposición. También se crea la figura del Defensor del Pueblo, quien es designado y removido por el
Congreso (art 86).
e) Actualizar las facultades del Congreso previstas en el art 67 y del Presidente de la
Nación en el art 86
Se produjo una actualización importante en: los incisos 12, 16, 18, 19, 23 entre otros del art
75, redactándose nuevamente la llamada cláusula del progreso, el régimen de la educación, se
incluyó expresamente la autonomía de las universidades, se dispuso el dictado de medidas de acción
positiva para garantizar la igualdad efectiva de oportunidades, entre otras. También se produce la
modificación completa del art 99 que trata sobre las atribuciones del Presidente de la Nación, las
que debieron adecuarse a la inclusión de la figura del Jefe de Gabinete de Ministros.
f) Establecimiento del Defensor del Pueblo
Se crea como un órgano independiente instituido en el ámbito del Congreso de la Nación,
con autonomía funcional, destacándose que para cumplir con la misión de defender y proteger los
derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados, tiene legitimación procesal
(art 86).
g) Ministerio Público como órgano extrapoder
Se le otorga autonomía funcional y autarquía financiera, y su función radica en promover la
actuación de la justicia en defensa de la legalidad de los intereses generales de la sociedad.
Integrado por un Procurador General de la Nación y un Defensor General de la Nación. Sus
miembros gozan de inmunidades funcionales e intangibilidad de remuneraciones (art 120).
h) Facultar al Congreso respecto de pedidos de informes, interpelaciones y comisiones –
arts. 71 y 101
i) Instituciones para la integración y jerarquía de los tratados internacionales
Todo tratado internacional o concordato con la Santa Sede aprobado por el Congreso
adquiere jerarquía superior a las leyes (art 75 inc. 22).
En el segundo párrafo, se incluyen tratados y convenciones internacionales de protección a
derechos humanos a los que se les da rango constitucional, transformando a nuestra Constitución
en una de las más amplias en la materia.
En el inc. 24 del mismo art 75 se faculta al Congreso para aprobar tratados internacionales
de integración, con naciones latinoamericanas o con otras naciones.
Los instrumentos internacionales con jerarquía constitucional son:
✓ Convención Americana sobre Derechos Humanos
✓ Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
✓ Convención internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
Racial
✓ Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas
✓ Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio
✓ Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer
✓ Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
✓ Convención sobre los Derechos del Niño
✓ Convención Americana sobre Derechos Humanos
✓ Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra
✓ Declaración Universal de los Derechos Humanos
✓ PIDCP (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos)
✓ PIDESC (Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales).
j) Garantías de la democracia en cuanto a la regulación constitucional de los partidos
políticos, sistema electoral y defensa del orden constitucional
Se incorporaron en un Segundo Capítulo dentro de la Primera Parte, titulado “Nuevos
Derechos y Garantías”, iniciándose con el art 36 (garantía del sistema democrático), luego el art 37
(derechos políticos, y se determina el carácter del sufragio como universal, igual, secreto y
obligatorio). El art 38 reconoce y regula los partidos políticos.
k) Preservación del medio ambiente
En el art 41 se consagra el derecho de todo habitante a gozar de un ambiente sano, apto
para el desarrollo humano, la preservación de los recursos naturales para generaciones presentes y
futuras. Se preserva también el patrimonio natural y cultural, la diversidad biológica y el derecho a
la información y educación ambiental. Se prohíbe el ingreso al territorio nacional de residuos
peligrosos y de los radioactivos.
Completa este artículo consagratorio de derechos de tercera generación, la acción de
amparo (art 43) que en estos casos puede ser ejercida por el afectado, el Defensor del Pueblo y las
asociaciones que propendan esos fines, debidamente registradas.
l) Creación de un consejo económico y social con carácter consultivo
Fue el único tema que no logró tratarse.
m) Garantía de la identidad étnica y cultural de los pueblos indígenas
En virtud del actual inc. 17 del art 75 se reconoce la preexistencia étnica y cultural de los
pueblos indígenas argentinos, se garantiza el derecho a una educación bilingüe, el acceso a la
propiedad comunitaria de la tierra, la entrega de sus antiguos territorios o de tierras aptas para sus
actividades, entre otros.
n) Defensa de la competencia, del usuario y del consumidor
Se incorpora en el actual art 42, se protege a consumidores y usuarios de bienes y servicios
en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una
información adecuada y veraz, entre otros. Las acciones en protección de estos derechos pueden
ser iniciadas por el afectado, el Defensor del Pueblo y las asociaciones que propendan esos fines
(art 43).
ñ) Consagración expresa del hábeas corpus y el amparo
Adquiere rango constitucional expreso a partir de la reforma, en el art 43. También se incluye
el hábeas data, que permite a toda persona conocer si sus datos están inscriptos en registros
públicos o privados, en qué sentido, y, en caso de error, lograr su rectificación.
o) Implementar la posibilidad de unificar la iniciación de todos los mandatos electivos en
una misma fecha
Se logró unificar el momento de asunción de nuevos Senadores y Diputados de la Nación
(cláusula transitoria cuarta) en el 10 de diciembre. La misma fecha se aplicaría para el Presidente
de la Nación recién a partir de 1999.

La Reforma en tela de juicio: el control judicial sobre los actos del poder constituyente derivado
Una vez sancionada la Constitución reformada, se suscitó un planteo sobre una de las
cuestiones modificadas por la Convención, dando lugar en el año 1999 a un fallo sin precedentes en
la teoría constitucional. Posteriormente, hacia 2017, la Corte revirtió su criterio.

• El Caso “Fayt, Carlos Santiago c/Estado Nacional” CSJN, Fallos 322:1616


El ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, doctor Carlos Santiago Fayt, planteó
una acción declarativa de inconstitucionalidad, que fue acogida por el juez federal de primera
instancia y rechazada por la Sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo federal, habilitándolo así para recurrir al máximo Tribunal por vía extraordinaria.
El objeto de la acción era lograr una declaración de inconstitucionalidad del tercer párrafo
del inciso 4 del artículo 99 y de la disposición transitoria undécima, introducidos en la reforma
constitucional de 1994.
El artículo 99, en lo pertinente, expresa, refiriéndose a los magistrados federales:
“Un nuevo nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el
cargo a cualquiera de esos magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos
los nombramientos de magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y
podrán ser repetidos indefinidamente, por el mismo trámite.”
A su vez, la cláusula transitoria undécima dice: “La caducidad de los nombramientos y la
duración limitada previstas en el artículo 99º inciso 4º entrarán en vigencia a los cinco años de la
sanción de la reforma constitucional”, por lo que esta caducidad operaría el 24 de agosto de 1999.
La Corte, con el voto de siete de sus nueve miembros (más una disidencia parcial y un voto
por sus propios fundamentos), declaró la nulidad de las dos mencionadas reformas introducidas por
la Convención constituyente de 1994. Se produce así un hecho sin precedentes, ya que ha invalidado
a la propia reforma constitucional y asumido, así, la potestad de revisar judicialmente las facultades
del poder constituyente derivado, contradiciendo la tradicional postura de no interferir en las
llamadas “cuestiones políticas no justiciables”.
Podemos destacar cuatro argumentos centrales utilizados por el máximo tribunal, para
resolver la cuestión a favor del actor:
1) El control judicial sobre la reforma constitucional: el Alto Tribunal sostuvo que ya en
el caso “Soria de Guerrero, J.A. c/ Bodegas y Viñedos Pulenta Hnos S.A.” se había aplicado a una
convención reformadora (provincial) el principio jurisprudencial que limita las facultades
jurisdiccionales en el procedimiento común de formación y sanción de leyes.
Afirmó, además, que el propio Congreso federal, al declarar por ley 24.309 la necesidad de
la reforma y establecer los puntos sujetos a revisión por la constituyente, dispuso la sanción de
nulidad de todas las modificaciones, derogaciones y agregados que realizase la Convención
constituyente, apartándose de la competencia establecida.
Esto habilitaría a que la Corte (un poder constituido) pueda revisar los actos de la Convención
constituyente (poder constituyente derivado o reformador).
2) Los límites precisos del órgano reformador: para la Corte, las convenciones
constituyentes se reúnen al solo efecto de modificar aquellas cláusulas constitucionales que
previamente el Congreso declaró susceptibles de reforma. Ninguna otra reforma es posible, ya que
faltaría en ese caso tanto la voluntad expresa del Legislativo como del pueblo de la Nación que, al
elegir a los convencionales constituyentes, lo hizo para que tratasen aquellas reformas y no otras.
3) Rechazo a las facultades implícitas del órgano reformador: la Corte sostuvo que la
Convención gozaba de ciertos poderes implícitos para realizar modificaciones, pero que dichos
poderes tienen por finalidad ejercer ciertas atribuciones imprescindibles que se concedieron
expresamente, siempre que sean adecuadas y compatibles con el diseño general de la Constitución
Nacional. Tales facultades implícitas son auxiliares y subordinadas.
Las facultades expresas de las que gozaba la Convención eran, en suma, las que constan en
las denominadas “coincidencias básicas”.
4) La no inclusión de la norma impugnada (art 99 inc 4) en el procedimiento de
reforma: la Corte afirmó que la garantía de inamovilidad de los jueces no aparece expresa ni
implícitamente como materia objeto de reforma constitucional, por lo tanto, decidió que la
Convención reformadora se excedió en sus facultades al limitar el mandato de los jueces según la
intención del art 99 inc 4. Es decir, la norma presenta defectos formales que la tornan nula
constitucionalmente hablando, en los términos de la ley que habilitó la reforma constitucional.

• La posición de la Corte en la actualidad: el fallo “Schiffrin Leopoldo Héctor c/ Poder


Ejecutivo Nacional” CSJN, Fallos 340:257
A fines de marzo del año 2017, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió una causa
en la que se discutió la validez de la misma cláusula impugnada por Fayt, incorporada por la
Convención Reformadora de 1994.
Con este pronunciamiento, la Corte Suprema abandonó lo decidido en el fallo “Fayt” en
1999. Al revocar la doctrina del caso “Fayt”, la decisión de la Corte en el caso “Schiffrin” devuelve la
validez a la única norma de la Constitución Nacional que fue declarada nula -en toda la historia
constitucional de la Argentina- por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Este fallo restableció entonces la potestad del Congreso y del Presidente de la Nación de
ejercer las funciones que el constituyente reformador les había otorgado para decidir como
representantes del pueblo si un juez puede continuar ejerciendo su función después de los 75 años.
La doctrina que emana de la presente sentencia apunta a devolver su vigencia a la totalidad
del texto de la Constitución Nacional, tal como fue aprobada por los constituyentes reformadores
en 1994.
En el fallo, la Corte Suprema declaró por una mayoría de votos la plena validez y vigencia de
la norma señalada y, con ello, de la totalidad de las cláusulas de la Constitución Nacional, con las
reformas incorporadas por la Convención Constituyente de 1994.
Para la Corte en “Schiffrin”, la Convención reformadora actúa como poder constituyente
derivado, reuniéndose con la finalidad de modificar, o no, sólo aquellas cláusulas constitucionales
que el Congreso declaró que podían ser reformadas. Dentro de los límites de la competencia
habilitada, la Convención Constituyente es libre para determinar si lleva a cabo la reforma y, en su
caso, para definir el contenido de las disposiciones constitucionales que modificará.
En ese sentido se entendió que el control judicial de la actuación de una Convención
Constituyente debe adoptar la máxima deferencia hacia el órgano reformador, acorde al alto grado
de legitimidad y representatividad que tiene la voluntad soberana del pueblo expresada a través de
la Convención Constituyente. En caso de duda debe optarse por la plenitud de poderes de esa
Convención.
La Corte sostuvo que la ley 24.309 (artículo 3°, tema e), al habilitar a la Convención
reformadora de 1994 a actualizar las atribuciones del Congreso y del Poder Ejecutivo contenidas en
la Constitución Nacional, incluyó los diversos componentes del proceso de designación de los jueces
federales que impera en nuestro país.
La doctrina utilizada en el caso “Fayt” fue abandonada y sustituida por un nuevo estándar
de control, deferente y respetuoso de la voluntad soberana del pueblo, titular del poder
constituyente que eligió a los miembros de la Convención reformadora.
La aplicación de la nueva doctrina lleva a concluir que la Convención Constituyente de 1994
no ha excedido los límites de su competencia al incorporar la cláusula del artículo 99, inciso 4°, tercer
párrafo, de la Constitución Nacional. Ni tampoco ha vulnerado el principio de independencia judicial,
que hace a la esencia de la forma republicana de gobierno. Esto es así en tanto el límite de edad
modifica únicamente el carácter vitalicio del cargo, pero no la garantía de inamovilidad de los jueces.
Con estos fundamentos, se declaró procedente el recurso extraordinario, se rechazó la
demanda promovida por el juez Schiffrin y se dejó en claro que el pronunciamiento no afectaba la
validez de los actos cumplidos por dicho magistrado.

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