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Facultad de Psicología
y su responsabilidad delictiva.
DNI: 40137728.
DNI: 28288910.
1. Agradecimientos Pág 2.
2. Introducción Pág 3.
2.1 Planteo del problema Pág 3.
2.2 Estado del Arte Pág 5.
2.3 Marco teórico Pág 9.
2.4 Objetivos generales y específicos Pág 12.
2.5 Metodología Pág 12.
3. Desarrollo Pág 13.
3.1 Violencia de género: conceptualización Pág 13.
3.2 Diferencias entre las figuras jurídicas “homicidio” y
“femicidio” Pág 20.
3.3 Subjetividades violentas Pág 24.
3.4 Posibles variables que intervienen en la consideración de
la responsabilidad del femicida Pág 29.
3.5 Comparación de la normativa vigente en Argentina Pág 34.
4. Reflexiones finales Pág 40.
5. Bibliografía Pág 42.
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1. Agradecimientos
gusta y, en un futuro cercano, trabajar de eso. Desde mi familia, hasta esta casa de
estudios que me abrió sus puertas hace varios años. Gracias a mis padres, mi
hermano, mis abuelos, mis tíos, mis primos, mis amigos, aquellos de la vida y
predisposición que tuvo conmigo. Deseo que existan muchas otras personas
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2. Introducción
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misma como aquella conducta agresiva y aprendida que se da en una relación de
desigualdad y enmarcada en un sistema de relaciones de dominación masculina
(hegemónica) hacia las minorías que no se ven englobadas en estos cánones
ofrecidos por la cultura: mujeres, travestis, transexuales, personas con orientación
homosexual, entre otras. En este caso en particular, tomaremos aquella violencia
extrema hacia las mujeres: el femicidio.
El femicidio es una figura jurídica relativamente nueva en Argentina
(agregada al Código Penal Argentino en el 2012), teniendo en cuenta que es una
problemática que se remonta a cientos de años atrás y expandida alrededor de todo
el mundo. Desde una perspectiva jurídica, el femicidio se entiende y tipifica como un
delito de lesa humanidad que acontece ante la desventaja de la mujer frente al sexo
masculino, y por ello se recurre a los derechos humanos, a la política, a los
movimientos sociales, a fin de visibilizar la necesidad de crear leyes con visión en
género para su protección. Podríamos preguntarnos al respecto, si la justicia aboga
una igualdad ante la ley para todos, suponiendo que todos deben tener el mismo
trato (principio de isonomía) y que están sujetos a las mismas leyes de justicia
(debido proceso), reconociendo así la equiparación igualitaria de todos los
ciudadanos con respecto a sus derechos ¿por qué fue necesaria la implementación
de tantas leyes hacia la protección para la mujer? ¿por qué hoy en día se siguen
presentando estas desigualdades, al punto de tipificarlo en el Código Penal? y
también sería bueno cuestionarse, ¿cuánto de todo esto funciona hoy en día?
¿cómo podría optimizarse lo que hoy en día se está llevando a cabo?
Si bien resulta importante la formación en género (tal como lo propone la Ley
Nº 27.499 Ley Micaela de Capacitación obligatoria en género para todas las
personas que integren los tres poderes del Estado, promulgada en el 2019) y la
adaptación de las leyes a esta perspectiva, sería contraproducente quedarnos solo
con esto. Es necesario analizar en profundidad la complejidad del fenómeno de la
violencia en pos de trabajar en la singularidad de cada sujeto y así plantear políticas
mejores e inclusivas.
Entonces, en búsqueda de ofrecernos un panorama para reflexionar sobre
dicho tema, se trabajará a continuación sobre la responsabilidad del femicida y
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aspectos que permitan pensar sus subjetividades violentas, violencia de género
hacia la mujer y el marco legal que la regula y la figura jurídica del “femicidio”.
Todo esto se abordará desde una perspectiva psicológico-jurídica.
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superyó, considerado como el representante de la instancia moral en el sujeto
(1923).
En el texto de Lacan, El estadio del espejo como formador de la función del
yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica (1966) encontramos la
formulación del estadío del espejo, el cual permite explicar la relación del sujeto y
sus semejantes, expresando una rivalidad agresiva e imaginaria, entendiendo así
que la agresividad es constitutiva del sujeto (1948). En otro texto, Introducción
teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología (1950), se observa la
relación entre el contexto y el crimen, enmarcando la responsabilidad que le cabe al
sujeto y la necesidad de la existencia de una implicación para una posterior
significación del acto y del castigo. Se entiende así que es en el par de conceptos
culpabilidad-responsabilidad que se fundamentan los aportes del Psicoanálisis al
Derecho (salvando las diferencias entre las conceptualizaciones de cada uno).
En esta línea, Tendlarz y García (2008) ofrecen en su libro “¿A quién mata el
asesino?” una mirada sobre la subjetividad del homicida y de cómo esta queda
involucrada inevitablemente en el acto transgresor llevado a cabo. A su vez
establecen la diferencia en las concepciones de sujeto tanto para el Derecho como
para el Psicoanálisis y la importancia de este último que viene a interrogar al sujeto
que comete el acto, en su lugar de singularidad que no puede generalizarse, aquello
que al Derecho se le escapa. En base a esto, entienden que la responsabilidad
desde el Psicoanálisis no es la misma que para el Derecho. Para el primero, el
sujeto siempre resulta responsable de sus actos, sin que por ello sea culpable
jurídicamente hablando. Es así como marcan la condición estructural de la culpa, la
cual deriva en responsabilidad con posterioridad.
Los aportes de Gerez Ambertín (2006/7/9) sobre el tema permiten dar cuenta
de la importancia del Psicoanálisis a la hora de complementar el discurso del
Derecho al momento de la indagación de la causalidad psíquica frente a la
transgresión de la ley. Establece a la culpabilidad subjetiva como el resultado de la
inscripción de la ley en el sujeto, y que esta se refleja de determinadas maneras:
tantas maneras como sujetos. Propone la hipótesis de la necesidad de que el sujeto
se haga cargo de su falta, ya que sino será complejo en un futuro poder darle una
significación a la transgresión y a la pena, buscando así la socialización de la
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misma. A su vez, destaca posibles seriaciones entre los conceptos: crimen, culpa,
responsabilidad y sanción penal a la hora de un posterior análisis del hecho delictivo
y la implicación del sujeto en el mismo. La autora retoma a Lacan para referirse a
los movimientos límites de la subjetividad, el acting out y el pasaje al acto en
relación al acto criminal y como esto enfrenta al sujeto a un movimiento
desubjetivante. También lo hace al momento de abordar la culpa como estructural,
como la falta de la que el sujeto debe responsabilizarse, planteando aquella como
una posición subjetiva que permite dar cuenta de la inscripción de la ley en él.
También se tomará a Echeburúa, quien junto con De Corral, Amor y
Redondo publicaron escritos tales como: “El homicidio en la relación de pareja: un
análisis psicológico” (2009), “Hombres violentos contra la pareja: trastornos
mentales y perfiles tipológicos” (2009) y “¿Por qué víctima es femenino y agresor
masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales” (2010). Avanzar
sobre estos textos permite que puedan establecerse ciertas características sobre un
hombre que ejerce la violencia, entendiendo que el estudio tanto de la víctima como
del victimario es de suma importancia a la hora de generar posteriores herramientas
que sean óptimas para esta problemática. Estos autores siguen la línea de la
responsabilidad dándole mucha importancia, entendiendo que ofrecer herramientas
al agresor no significa necesariamente desligarlo de ella. El tratamiento viene al
lugar de un instrumento útil, si este es y se implementa de manera óptima, pero solo
en aquellos casos en los que el agresor es consciente de su problema, asuma su
responsabilidad por los hechos cometidos y se muestra motivado y con ganas de
cambiar sus comportamientos agresivos para así evitar su posterior reincidencia.
Situándonos en Argentina, establecemos que en los últimos años fueron
sancionadas leyes que condenan a toda violencia ejercida hacia la mujer. En un
principio a partir de la sanción de la Convención sobre la eliminación de todas
formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) en 1979 y su posterior
incorporación a través de la ley 23.179 en 1985, para luego ser incluída en la
Constitución Nacional Argentina (reforma 1994), específicamente con la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Belém Do Pará), la cual fue ratificada mediante la ley 24.632 en 1996. Con este
recorrido, se llega a la conclusión de que el Estado Argentino, en su conjunto con
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los estados provinciales, está obligado a implementar normas y políticas en favor de
erradicar la violencia hacia las mujeres en todas sus formas, al igual que una
posterior contención de la víctima de aquella violencia. (Defensoría del Pueblo de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INDEC (2018) aporta
resultados estadísticos que permiten un posterior análisis de este fenómeno, en pos
de combatir el desconocimiento (el cual trae aparejada la invisibilización de la
problemática). La obtención de información y estadísticas permite contribuir a la
generación de políticas públicas. En esta línea de abordaje, el Estado Argentino
desarrolló acciones específicas para la prevención, sanción y erradicación de la
violencia contra la mujer. El Registro Único de Casos de Violencia contra las
Mujeres (RUCVM) se conforma por estadísticas recolectadas a partir de datos
recopilados por organismos públicos y pertenecientes a diversos ámbitos sectoriales
(salud, seguridad, trabajo, justicia y áreas de la mujer, entre otros). En referencia a
los resultados obtenidos, encontramos que entre el año 2013 y el 2017 se
recopilaron un total de 260.156 casos (está demás decir que es probable la
existencia de muchos más casos, pero estos fueron los registrados en dicha
investigación), en los que el 82,7% de los mismos el vínculo con el agresor es el de
pareja (45,8%) y expareja (36,9%). Con referencia a los tipos de violencia,
predominan la psicológica (86,9%), la física (67,4%), la simbólica (25,1%), la
económica y patrimonial (19,4%) y la sexual (7,9%). La modalidad más registrada es
la doméstica (97,0%). En el 93,3% de los casos se refleja que las mujeres sufren la
repetición de la violencia. Finalmente, en referencia al tiempo del maltrato padecido
se observa que en los casos de entre un período de 1 a 5 años, un 40,5%.
La Oficina de la Mujer, organismo a cargo de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, elabora desde el 2015 un registro de datos estadísticos de las causas
judiciales registradas en la que se investigan muertes violentas de mujeres cis, trans
y travestis por razones de género. La misma requiere la colaboración de todas las
jurisdicciones del país, quienes aportan información relativa a las causas, las
víctimas y los sujetos activos. A partir del informe realizado en el 2019 (desde el
01/01/19 hasta 31/12/19), encontramos que hubo un total de 252 femicidios en
Argentina, de los cuales las víctimas directas fueron 247 mujeres cis y 5 mujeres
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trans/travestis. Del total, el 90% conocía al victimario: 46% convivían y 66% era su
pareja o ex pareja y al menos 42 habían denunciado al sujeto. Con respecto a los
femicidas, ubicamos que la edad promedio ronda en los 38 años, que al menos 20
pertenecían a las fuerzas armadas de seguridad pública y privada, que el 23% se
suicidó y que el 60% de las imputaciones contienen violencia de género. En el total
país, la tasa de femicidios directos registrada es de 1,1 sobre 100.000 mujeres.
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1. Al decir que la Psicología Jurídica “es el estudio de la perspectiva psicológica de
la conducta” se hace alusión a una de las tantas formas en las que se puede
observar el fenómeno de la conducta (dejando por fuera formas tales como la
medicina, la antropología, la biología, la historia, entre otros aspectos), desde un
ámbito de acción específico: el psicológico. Este concepto reconoce la
importancia de la interdisciplina y no excluye de su estudio el aporte de la ciencia
psicológica en general (Psicología experimental, Cognitiva, Sistémica,
Psicoanálisis, etc), en pos de una mirada enriquecedora de las problemáticas que
anuden la disciplina del Derecho y la de la Psicología.
2. Resulta importante aceptar la complejidad de una conducta o un acto,
entendiendo que este puede ser observado y analizado desde distintos factores
que en él interactúan y desde distintas perspectivas. Esto permite conocer tanto
los alcances como las limitaciones de los instrumentos y modelos teóricos con los
que se opera. Aceptar esto permite no caer en reduccionismos, por el contrario,
impulsa a ampliar el panorama con el aporte de otras disciplinas.
3. Esta rama de la Psicología se ocupa de las conductas que son relevantes para el
mundo de lo jurídico y de las que potencialmente pueden llegar a serlo. Esto
abarca a todos los profesionales que pueden aportar su experticia para el trato de
cualquier problemática a tratar (violencia de pareja, ASI, menores, tratamientos,
prevención, etc). Esta no tiene como único objeto de estudio la conducta delictiva
y su motivación, también se puede colaborar con el análisis de características de
la personalidad y su relación con el tipo de delito o la capacidad psíquica de ese
sujeto al momento de cometer el hecho, entre otros aspectos.
4. Finalmente,lo significativo de las conductas bajo análisis no es el hecho de ser
observadas bajo la lupa por su relación a lo jurídico, sino que su análisis,
descripción, comprensión y demás se realiza en función tanto a lo psicológico
como a lo jurídico. La importancia es darle un enfoque multidimensional, es decir,
captar lo jurídico desde la Psicología y así, entendiendo la complejidad,
enriquecer la perspectiva.
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En relación a la problemática en la que se sitúa la responsabilidad del
accionar delictivo en dicha Tesis, es primordial rescatar la noción tanto de violencia
contra la mujer y como la de femicidio.
Citando la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer promulgada en 1985, entendemos la violencia contra
la mujer como: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino
que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la
privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la
vida privada.”. Podemos agregar en esta línea el artículo 4 de la Ley Nº 26.485, Ley
de protección integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la
mujer, promulgada en 2009: “Se entiende por violencia contra las mujeres toda
conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito
público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su
vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o
patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las
perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a
los efectos de la presente ley, toda conducta, acción omisión, disposición, criterio o
práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón.”
Respecto a la forma más brutal de violencia hacia la mujer, ubicamos el
femicidio. Esta figura fue agregada como agravante recién en la modificación del
Código Penal Argentino en el 2012, en el artículo 80, en su inciso 11, y se lo define
como: “el hecho de dar muerte a una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un
hombre y mediare violencia de género”.
Finalmente, se establecerá un marco legal que avale la temática.
Marco legal
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➢ Ley Nº 24.632. Convención Belém Do Pará. Convención interamericana para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (1996).
➢ Ley Nº 26.485. Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra la mujer en los ámbitos en que se desarrollen sus relaciones
interpersonales (2009).
➢ Ley Nº 26.791. Modificación del Código Penal Art. 80, Inciso 11 (2012).
➢ Ley N° 27. 375. Modificación de la Ley N° 24.660 de Ejecución de la pena
privativa de la libertad (2017).
➢ Ley Nº 27.499. Ley Micaela de Capacitación obligatoria en género para todas las
personas que integren los tres poderes del Estado (2019).
Objetivo general:
● Determinar que variables intervienen en la consideración de la responsabilidad
del femicida.
Objetivos específicos:
● Determinar la figura jurídica del “femicidio” y discriminarla de la figura jurídica de
“homicidio”.
● Analizar aspectos que permitan pensar en las subjetividades violentas.
● Analizar y comparar la normativa vigente correspondiente al tema.
● Determinar la intervención del psicólogo en casos de violencia de género.
2.5 Metodología
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3. Desarrollo
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Las Naciones Unidas, en su declaración de 1993, definen en su artículo N° 1
la violencia contra la mujer como: “... todo acto de violencia basado en la pertenencia
al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento
físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida
pública como en la vida privada…” (Asamblea General Naciones Unidas, 1993).
Reconoce a su vez el carácter construido cultural y socialmente de la desigualdad,
entendiendo a ésta como algo aprendido y posteriormente modificable. Esta
definición fue un marco referencial para posteriores abordajes del tema, para el resto
de organismos e instituciones que se ocupan de su estudio y búsqueda de
herramientas para su prevención, sanción y erradicación de este tipo de violencia,
así como para prestar atención integral y óptima a las víctimas.
Otra definición de violencia hacia la mujer la encontramos en la Convención
sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW)
llevada a cabo por la ONU en 1979, y en Argentina figura bajo la Ley N° 23.179,
sancionada y aprobada en 1985. En ella se hace referencia a la expresión
“discriminación contra la mujer”, la cual “denotará toda distinción, exclusión o
restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o
anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su
estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos
humanos y las libertades fundamentales en las esferas políticas, económicas, social,
cultural y civil o en cualquier otra esfera.”
A su vez, la Ley N° 26485 de Protección Integral (2009) define a la violencia
contra las mujeres como: “... toda conducta, acción u omisión, que, de manera
directa o indirecta, tanto en el ámbito público como privado, basada en una relación
desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica,
sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal…”,
expresando así que existe una relación de desigualdad de poder que se sostiene en
base a patrones socioculturales que sostienen en conscuencia prácticas y modelos
de conductas, es decir, determinada por dimensiones culturales, sociales,
económicas y políticas que hacen que se considere una forma de violación a los
derechos humanos de las mujeres que la sufren. Esta ley reconoce y abarca
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distintos tipos de violencia hacia la mujer: física (“La que se emplea contra el cuerpo
de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de
maltrato agresión que afecte su integridad física”), psicológica (“ La que causa daño
emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo
personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos,
creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción,
humillación, deshonra, descrédito, manipulación aislamiento...”), sexual (“Cualquier
acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del
derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o
reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación…”),
económica y patrimonial (“La que se dirige a ocasionar un menoscabo en los
recursos económicos o patrimoniales de la mujer...”) y simbólica (“La que a través de
patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca
dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad.”); a su vez que establece las distintas
formas en las que esta se lleva a cabo, tanto de manera pública como privada:
doméstica (“Aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el
bienestar, la integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la
libertad, comprendiendo la libertad reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de
las mujeres….”), institucional (“Aquella realizada por las/los funcionarias/os,
profesionales, personal y agentes pertenecientes a cualquier órgano, ente o
institución pública, que tenga como fin retardar, obstaculizar o impedir que las
mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en
esta ley…”), laboral (“Aquella que discrimina a las mujeres en los ámbitos de trabajo
públicos o privados y que obstaculiza su acceso al empleo, contratación, ascenso,
estabilidad o permanencia en el mismo, exigiendo requisitos sobre estado civil,
maternidad, edad, apariencia física o la realización de test de embarazo…”),
obstétrica (“Aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos
reproductivos de las mujeres…”), contra la libertad reproductiva (“Aquella que
vulnere el derecho de las mujeres a decidir libre y responsablemente el número de
embarazos o el intervalo entre los nacimientos…”) y mediática (“Aquella publicación
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o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio
masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación
de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente
contra la dignidad de las mujeres...”).
Decimos así que la violencia hacia la mujer toma distintas formas (física,
psicológica, sexual, entre otras) y modalidades (doméstica, institucional, obstétrica,
entre otras) y se da a partir de la desigualdad y asimetría del poder, tanto de la
sexualidad como del género asignado.
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manera activa. También podemos ubicar aquí los factores tanto biológicos como de
la historia de la persona que contribuyen individualmente aumentando las
probabilidades de ser víctima o autor de conductas violentas. Entonces, se pueden
considerar como factores de riesgo a tener en cuenta la presencia de antecedentes
de conductas agresivas o de autodesvalorización; trastornos psíquicos de la
personalidad; adicciones o situaciones de crisis individual debido a la pérdida de
empleo, las frustraciones profesionales o el fracaso escolar, entre otros aspectos.
Encontramos en esta línea que la violencia está constituida en gran parte por
pautas culturales introyectadas en la cultura y, por lo tanto, en las familias que la
conforman, moldeando así a cada sujeto que la compone, siendo así potenciales
influencias a la hora de configurar el comportamiento del individuo tanto del agresor
como de la víctima. En los casos de violencia tanto hacia la pareja como hacia los
hijos, la interacción diaria entre el agresor y la víctima aumenta la posibilidad de que
se produzca la violencia, dado que los une una relación contínua en la cual distintas
conductas pueden desencadenar otras conductas, en este caso violentas, hacia los
demás miembros de la familia.
El mesosistema comprende la interrelación de dos o más contextos en los
que la persona desarrolla sus relaciones interpersonales, podríamos decir que es un
sistema de microsistemas. Por lo tanto, a la hora de analizarlo, es necesario analizar
cada microsistema que lo conforma (roles, relaciones, conductas, etc). En él se
exploran distintos ambientes comunitarios donde se desarrollan tanto el sujeto como
las familias, las relaciones con los vecinos, el barrio, ambientes escolares, laborales,
de ocio. La intervención aquí sería el trabajo en profundidad de identificar las
distintas características de estos ambientes e ir determinando en qué medida estas
pueden aumentar la ocurrencia de conductas violentas y de fomentarlas o
justificarlas. La falta de oportunidades de educación y desarrollo, el hacinamiento,
los pormenores económicos, el desempleo, carencia de espacios recreativos,
deportivos, educativos, la presencia de comportamientos delictivos, homicidios, entre
otros aspectos, generan que en consecuencia se normalice y hasta banalice el
sentimiento de vivir bajo un peligro constante, de padecer o infringir violencia. En
base a esta institucionalización de la violencia, asentando así valores y prácticas que
la justifiquen, resulta primordial observar la presencia de riesgos, como por ejemplo
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aspectos culturales violentos de la identidad masculina hegemónica desde la
adolescencia e incluso desde la niñez, que puede conllevar a que en un futuro se
asuman conductas riesgosas, reproduciendo comportamientos interiorizados con
anterioridad a lo largo de la formación de su personalidad. La concentración de
desventajas sociales y la desigualdad estatal es un gran predictor del delito y de
otros problemas sociales.
El exosistema se conforma por la comunidad más próxima a la persona y
sirve de mediador entre el individuo y la cultura. Si bien la persona no
necesariamente participa en forma directa, estos contextos influyen y afectan lo que
ocurre en el entorno de la persona en su desarrollo. Por esto resulta importante el
correcto análisis de este sistema, porque desencadena consecuencias en los
sistemas más próximos al sujeto. Abarca al sistema familiar con sus respectivos
valores y creencias que determinan a cada sujeto que la conforma y su posterior
interacción en la sociedad que habita. En este nivel encontramos la estructuración
de la sociedad y el sistema de relaciones enmarcado por las instituciones que sirven
de mediadoras entre el nivel familiar y la cultura.
Diferentes factores pueden contribuir a favorecer un clima que fomente o no
la violencia y pueden llegar a propiciar comportamientos proclives a la delincuencia,
como por ejemplo la desidia y la falta de respeto institucional hacia las personas, la
impunidad, el sentimiento de falta de justicia, la corrupción, la posibilidad de la
obtención de armas, entre otras circunstancias. En este nivel encontramos la
justificación de la violencia institucional, es decir, el grado en que están
institucionalizada la violencia o la tolerancia de esta y la victimización secundaria.
Sabiendo esto, resulta importante la identificación de posibles intervenciones, ya
sean en materia de justicia, seguridad, educación, salud, empleos, entre otros
aspectos, que fomenten una sociedad más justa, integrada, fortalecida, sin
discriminación, más equilibrada y también sobre aquellos aspectos que contribuyen
a ensanchar las desigualdades existentes y el no cumplimiento de los derechos.
El macrosistema engloba a todos los sistemas anteriores y comprende las
distintas formas en las que se organiza la sociedad, los sistemas de creencias e
ideas que prevalecen en la cultura y que se extiende a todas las personas. Son
patrones generalizados que impregnan los distintos estamentos de una sociedad.
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Este sistema establece distintos niveles de creencias y valores en la cultura, en
relación a que es lo esperable para cada persona, naturalizando patrones
comportamentales, actitudinales, hasta incluso determinados objetos y colores.
Resulta importante entender que todo esto, por más naturalizado que se encuentre y
que, por lo tanto, sea difícil cuestionarlo, son construcciones sociales que pueden
llegar a revertirse y modificarse. Se incluye aquí a las creencias sobre las
desigualdades de género que se generan en consecuencia a los estereotipos antes
mencionados, dando lugar a mitos que sostienen relaciones de pareja poco
saludables, arraigados al modelo cultural vigente (derecho del hombre por sobre la
mujer, masculinidad asociada a la agresión y a la dominación, aprobación de la
violencia interpersonal, roles de género rígidos, entre otros aspectos). Las parejas,
sobretodo las más jóvenes, se encuentran cargadas de mitos y creencias sobre el
amor romántico que fomentan soportar actos violentos, de celos y desconfianza.
Finalmente, el cronosistema hace referencia al momento histórico en el que
se lleva a cabo el acto violento. Engloba posibles respuestas y motivaciones de la
época, grupos o colectivos que fomenten la violencia, ideologías tales como el
racismo, machismo, homofobia, fundamentalismos religiosos, crímenes de odio,
limpias contra la delincuencia, entre otros aspectos que atraviesan la cultura.
La extensión y complementariedad de estos niveles permite abarcar muchos
aspectos y ofrecer explicaciones, ya que da lugar a ubicar y comprender las causas
de la violencia y la interacción de las mujeres con los factores de riesgo que operan
de manera individual, social, cultural e históricamente. De esta forma, tomar la
violencia hacia la mujer desde el marco explicativo del modelo ecológico, implica
estudiar los diferentes factores individuales, familiares, escolares y sociales que nos
permitan comprenderlo de una forma multidisciplinar, sistémica y, por supuesto,
compleja, ya que permite identificar las raíces de los fenómenos que fomentan la
violencia, así como también aquellos que pueden generar cambios, construir nuevas
referencias culturales que permitan comprender diferentes dinámicas en la
conflictiva familiar, cultural, estructural de la violencia social e institucional. Pudiendo
así generar en consecuencia movimientos de acción y propuestas concretas que
posibiliten un mejor entendimiento de la problemática, más complejo y abarcativo,
políticas públicas que fomenten relaciones sanas, diversas y tolerantes.
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Nuestro país, como tantos países del mundo, presenta dificultades a la hora
de entender la violencia de género como una problemática multidimensional y de
salud pública, a causa de las consecuencias en la salud de las mujeres que la
padecen. Existen muchos mitos sobre ella, suponiendo, por ejemplo, que la violencia
se termina si la víctima toma conciencia de su situación. Y si bien en parte es cierto
que resulta necesario el entendimiento de la misma, se debe agregar que las
mujeres que viven en situación de vulnerabilidad poco a poco la interiorizan y
desencadenan, como se dijo anteriormente, el Síndrome de adaptación paradójica a
la violencia doméstica. Y que, además de esto, no todas cuentan con una red de
contención tanto familiar como estatal que le dé la protección que se necesita al
encontrarse bajo la violencia de género. Por esto resulta muy importante la
intervención y el trabajo interdisciplinario y la intervención psicológica, complejizando
su abordaje, visualizando así el impacto y las consecuencias que se generan en la
mujer: afectación de su autoestima y personalidad, la generación de miedos e
inhibiciones, la complejidad que se les presenta a la hora de interrelacionarse, entre
otros aspectos, y la necesidad de optimizar las redes de apoyo que la mujer posee.
El desafío consiste en transformar estas situaciones de violencia, para construir
condiciones de seguridad para todas las personas al erradicar lo más posible las
conductas violentas.
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Siguiendo esta línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propone en
2013 distintos tipos de femicidios: íntimo, no íntimo y vinculado.
El primero establece “el femicidio cometido por un esposo o enamorado
actual o anterior se conoce como femicidio íntimo o asesinato por la pareja”. Este
tipo de violencia hacia la mujer no solo es la muestra más extrema de esa violencia,
sino que también repercute en todo el entorno familiar de la víctima y genera
muchas consecuencias en ellos, ya que se manifiesta en la esfera familiar y privada
tanto de la víctima como del victimario.
El segundo tipo alude a “el femicidio cometido por alguien que no tiene una
relación íntima con la víctima se conoce como femicidio no íntimo, y el femicidio que
incluye agresión sexual a veces se denomina femicidio sexual”. Es decir, el agresor
no tiene relación con la víctima y se da en el ámbito público. También se lo conoce
como femicidio sexual, ya que la mayoría de las veces que se expresa, se lo hace
de esa manera (OMS, 2013).
El tercer tipo suele darse de dos maneras: puede ocurrir cuando muere una
mujer u hombre que se hallaba dentro del enfrentamiento entre la víctima y el
victimario o cuando el femicida da muerte a un familiar cercano a la víctima real,
queriendo causar daño en consecuencia (OMS, 2013).
Se establece en base a un estudio llevado a cabo por la OMS y la Escuela de
Higiene y Medicina Tropical de Londres que más del 35% de los asesinatos hacia las
mujeres a nivel mundial son cometidos por sus compañeros íntimos. Haciendo un
paralelaje con los asesinatos cometidos hacia los hombres, se estima que el 5% son
cometidos por sus respectivas parejas. Este estudio permite recabar distintas
conclusiones: muchos de los asesinatos de mujeres hacia sus parejas suelen ser en
defensa propia ante una violencia o intimidación persistente, que las mujeres tienen
mayor probabilidad de asesinar a su pareja actual como resultado de una pelea,
mientras que los hombres tienen mayor probabilidad de asesinar a sus exs parejas
motivados por los celos (OMS, 2013).
21
a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o
no convivencia; 2º Con ensañamiento, alevosía, veneno u otro procedimiento
insidioso; 3º Por precio o promesa remuneratoria; 4º Por placer, codicia, odio racial,
religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión; 5º
Por un medio idóneo para crear un peligro común; 6º Con el concurso premeditado
de dos o más personas; 7º Para preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito o
para asegurar sus resultados o procurar la impunidad para sí o para otro o por no
haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito; 8° A un miembro de las fuerzas
de seguridad pública, policiales o penitenciarias, por su función, cargo o condición;
9° Abusando de su función o cargo, cuando fuere miembro integrante de las fuerzas
de seguridad, policiales o del servicio penitenciario; 10° A su superior militar frente a
enemigo o tropa formada con armas; 11° A una mujer cuando el hecho sea
perpetrado por un hombre y mediare violencia de género; 12. Con el propósito de
causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una
relación en los términos del inciso 1°”.
Es en este artículo donde situamos la sanción que introdujo cambios en el
Código Penal en 2012: la Ley N° 26.791. Más específicamente fueron modificados
tanto el inciso 1° como el 4° del artículo 80 y además se incluyeron los incisos 11° y
12°. Al respecto puede establecerse en el inciso 1° el agregado de la vincularidad
como agravante (ascendiente, descendiente, cónyugue, ex cónyugue o persona con
quien mantiene o ha mantenido una relación), mediare o no convivencia y en el 4° se
hace alusión al crimen por género. Finalmente se agregan dos incisos que
incorporan la figura tanto del femicidio (“a una mujer cuando el hecho sea perpetrado
por un hombre y mediare violencia de género”) como del femicidio vinculado (“con el
propósito de causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha
mantenido una relación en los términos del inciso 1°”).
El homicidio agravado por el vínculo (aquello modificado en el inciso 1° del
artículo 80°) es una de las diferentes clases de homicidios tipificados en el Código
Penal, teniendo a la vida humana como bien jurídico a proteger. Como establece
Boumpadre en su libro (2013), cuando se lleva a cabo un asesinado enmarcado en
una relación conyugal o de pareja, el delito tipifica como femicidio cuando se puede
demostrar que la muerte se produce en el marco de violencia de género y la
22
asesinada fue una mujer en manos de su pareja o ex pareja. Este autor propone al
femicidio como “sólo aquella muerte provocada en un contexto específico,
caracterizado por una situación de subordinación y sometimiento de la mujer por
parte del varón, basada en una relación desigual de poder” (Boumpadre, 2013). Por
lo tanto, si estas exigencias no se cumplen, será considerado como homicidio
agravado por el vínculo en relación a la víctima. No es lo mismo el homicidio de una
mujer, que el de una mujer en un contexto de violencia de género. Podemos afirmar
que, desde esta perspectiva, puede justificarse que la pena de un asesinato se
agrave cuando las circunstancias de contexto de violencia de género se cumplan.
Pero de otro modo, se estaría concediendo más valor a una vida por sobre otra, en
iguales circunstancias. Esto es un punto importante a tratar.
23
una práctica sostenida por buena parte de esos agresores en base a desigualdades
que eran atribuidas a las diferencias de sexos (López García, 2004). Es esta
perspectiva la que permite generar un proceso de evaluación de consecuencias para
mujeres y hombres en búsqueda de la igualdad de condiciones (sociales, culturales,
civiles, entre otras). Hoy en día encontramos muchos avances al respecto, pero
todavía queda repensar cómo lo consideramos actualmente y el trato que esto
recibe.
24
al conjunto de representaciones que una sociedad instituye para la conformación de
sujetos, para que estos se desarrollen en su interior. Podría decirse que es un doble
movimiento, tanto propio como de un contexto interviniente, conformado por todas
las representaciones y de las interacciones que fueron adquiridas a lo largo de la
vida (Bleichmar, 2003). En consecuencia, ese conjunto de formas determinadas a
partir de las cuales se constituyen los sujetos que forman parte de la sociedad, se
ponen en práctica a través de las instituciones que los engloban. Estas tienen un
papel fundamental, conformadoras de lo social e instituyentes de las subjetividades,
estas las conforman y a la vez ella las determina. Pero estas poseen una contracara,
son las mismas instituciones las que incluyen y las que excluyen, replicando tantos
los modos de inclusión como los de exclusión. La cultura es una de las grandes
instituciones que nos atraviesan y, por lo tanto, esto incluye el género y lo que
entendamos por este, que inevitablemente influye en la conformación del sujeto a lo
largo de su vida.
25
humano. No obstante, encontramos que muchas situaciones no son debidamente
elaboradas en la infancia, que con posterioridad repercuten en la vida adulta.
26
establecen: “En muchos casos el maltrato doméstico es resultado de un estado
emocional intenso -la ira-, que interactúa con unas actitudes de hostilidad, un
repertorio de conductas pobre (déficits de habilidades de comunicación y de solución
de problemas) y unos factores precipitantes (situaciones de estrés, consumo abusivo
de alcohol, celos, etcétera)” (Echeburúa, Amor, De Corral, 2009, p. 28). En el texto
explican que es poco el porcentaje de personas violentas que padecen trastornos
mentales (20%), sin embargo, en todos los casos aparecen tanto alteraciones
psicopatológicas como distorsiones cognitivas: bajo control de la ira y de los
impulsos, alteraciones de la empatía, de la expresión de las emociones y de
cogniciones tanto propias como para con su pareja, baja tolerancia a la frustración,
habilidades para comunicarse y sobre la resolución de problemas. Proponen a su
vez un tipo de clasificación (Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997), en base a la
extensión de la violencia y al perfil psicopatológico. Con la primera hacen alusión a
que la mayoría de las personas violentas (74%) lo son dentro de sus hogares,
siendo las frustraciones habituales, celos patológicos o el uso y abuso de sustancias
potenciales contribuyentes en el acto agresivo, mientras que en la calle adoptan
funciones sociales adecuadas. El resto (26%) suelen serlo también fuera de sus
casas y poseen antecedentes de violencia en sus infancias, lo cual les permitió la
formación de ideas distorsionadas sobre el uso de la violencia como algo justificado
y aceptado. El segundo alude a que más de la mitad de las personas violentas
(55%) poseen un déficit en las habilidades interpersonales, no aprendieron estas
habilidades de manera pertinente debido a carencias en el proceso de socialización.
Inevitablemente, es la violencia la que le da una estrategia para solucionar
problemas, supliendo otras que son mucho más efectivas. También marcan que hay
otros con habilidades sociales más adecuadas (45%), sin embargo aún así su
control de ira e impulsos es relativamente bajo y esto desencadena episodios de ira
bruscos e inesperados (Echeburúa, Amor, De Corral, 2009, p. 32/33). Podríamos
establecer que son señales de alerta: distorsiones cognitivas, personalidad,
psicopatología, conductas violentas, entre otros aspectos.
27
López García (2004) en su texto “La figura del agresor en la violencia de género:
características personales e intervención”, tomando los aportes de Espada y Torres
(1996), propone: “Un gran porcentaje de maltratadores han sido víctimas o testigos
de malos tratos, adoptando este comportamiento como una forma normal de
relacionarse. Lo han experimentado como sistema de poder, aprendiendo que
ejerciéndolo en el hogar, obtienen la máxima autoridad y consiguen lo que quieren.
El hombre violento es el resultado de un sistema social que ofrece los ingredientes
para alimentar esta forma de actuar. Aspira a ejercer un poder y control absolutos
sobre su pareja en lo que hace y en sus pensamientos y sentimientos más íntimos.
Consideran a su pareja como una posesión que tienen derecho a controlar en todos
los aspectos de su vida.” Se expresa así no solo factores individuales de la
constitución del sujeto, también factores externos como por ejemplo los culturales y
sociales, es decir, el contexto y su influencia. También podemos notar el carácter
aprendido de la violencia, entendiendo que nadie nace siendo violento sino que la
cultura le enseña a serlo y le ofrece argumentos para mantener y perpetuar aquel
accionar. Finalmente, la autora propone distintos factores que podrían explicar las
causas de la agresión de un sujeto violento: factores socioculturales, biológicos,
psicosociales y psicopatológicos. Esta amplia gama de factores, permite llegar a
conclusiones más enriquecidas a la hora de analizar un caso de violencia hacia la
mujer, por lo tanto podría decirse que es necesario tener un enfoque multicausal,
que permita centrarnos en causas tanto individuales, como sociales y culturales.
28
haber sido víctimas o testigos de violencia en la infancia; todo esto puede ser
potenciado con el consumo de drogas; y finalmente, pero no por menos importante,
una cultura que sustente esto. Desde un punto de vista más clínico, puede hacerse
una discriminación de los agresores: los que no padecen ningún tipo de enfermedad
o trastorno mental o de personalidad (que suele ser la mayoría), los que si las
presentan y los enfermos patológicos (enfermedades orgánicas, la adicción a
sustancias, etc).
También, aunque no se trabajará en esta tesis, resulta importante establecer
un perfil sobre la víctima (entendiendo, al igual que con el agresor, que no hay solo
uno), sabiendo que conocer más sobre ella nos permite poder ofrecer mejores
herramientas para ayudarla a salir de ese ciclo de violencia.
29
nombrarse distintos puntos importantes. Tomando el texto de Freud Tótem y Tabú
(1913), encontramos que esta se anuda a los orígenes de la ley, la conciencia de
culpa se fundó a partir de los dos tabúes fundamentales: prohibición del incesto y
parricidio. Es una culpa en retrospectiva, que permite en consecuencia el posible
origen del lazo social. Otro antecedente es la culpa trabajada desde el texto El
malestar en la cultura (1930), en el cual se ubica al sentimiento de culpa como
producto de la conciencia moral y se enlaza al mismo con el complejo de Edipo
como su génesis. La tensión constante entre el yo y el superyó (como fuente de
enunciación del reproche) originan este sentimiento, que se exterioriza como
necesidad de castigo. Ubicamos la culpa como un reproche psíquico e inconsciente,
un precio a pagar por encontrarse insertos en la cultura.
Textos como Introducción teórica de las funciones del psicoanálisis en
criminología (1978) y La ciencia y la verdad (1978) resultan importantes para dar
cuenta de la importancia de la relación entre el Psicoanálisis y el Derecho. En el
primero, Lacan articula el advenimiento de la modernidad y el crimen. A partir de
ello, enmarca la responsabilidad que le cabe a ese sujeto particularizado de la
sociedad moderna, pues es sobre el concepto de responsabilidad que Lacan
fundamenta los aportes que el psicoanálisis puede hacer al campo del derecho,
haciendo la salvedad de que no es lo mismo la responsabilidad para el discurso
jurídico que para el psicoanalítico. Para el jurídico hay una continuidad entre culpa y
responsabilidad, pero para el Psicoanálisis es distinto, dado que un sujeto puede
sentirse culpable de algo no cometido, así como culparse toda la vida sin hacerse
responsable. De su posición el sujeto siempre es responsable, está incluido en los
actos que ejecuta, sin que por ello sea jurídicamente culpable. La culpa es un
elemento de la estructura subjetiva que concierne a la relación del sujeto con la falta
y que es tramitada de distintas maneras sin recurrir necesariamente a un acto
criminal o delictivo. Es en el asentamiento subjetivo (reconocer el lugar que ocupa el
sujeto en el acto, que le dé una significación que le permita dimensionarlo y cuan
implicado está en él, para posteriormente resignificar la pena) que el Psicoanálisis
puede hacer un gran aporte a lo jurídico, salvando las diferencias entre ambas
partes. Para la ley Jurídica, el delito está tipificado y conlleva una posterior pena.
Para el Psicoanálisis, se trata de la operatoria que en cada sujeto deja un goce
30
interdicto, y eso mismo es constatable uno por uno, no rige allí la categoría
universalizante del derecho. Es tarea de este último interrogar al sujeto y permitir
que en el despliegue de la palabra el acto cometido encuentre algún sentido.
En esta misma línea, Tendlarz y García (2008) en su libro “¿A quién mata el
asesino?” una mirada sobre la subjetividad del homicida y de cómo esta queda
involucrada inevitablemente en el acto transgresor llevado a cabo. En el apartado
titulado “Crimen y castigo” los autores explayan la idea de que los actos no son sin
consecuencias, tanto para uno como para el entorno y que, especialmente si es
frente a un homicidio, es primordial situar la posición de quien lo llevase a cabo,
entendiendo la importancia tanto de la culpa como de la responsabilidad (Tendlarz y
García, 2008, p. 31). En el mismo establecen la importancia de diferenciar las
concepciones de la culpa y la responsabilidad tanto para el Derecho como para el
Psicoanálisis y la importancia de este último que viene a interrogar al sujeto que
comete el acto, en su lugar de singularidad que no puede generalizarse, aquello que
al Derecho se le escapa. En base a esto, entienden que la responsabilidad desde el
Psicoanálisis no es la misma que para el Derecho. Más adelante, comentan sobre
esta diferencia: “La culpabilidad jurídica está enlazada al concepto de
responsabilidad y a la posibilidad de gobernar sus acciones, por lo que todos
aquellos que puedan "comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones",
serán considerados imputables. Por ello, sostenemos que la culpa jurídica se
presenta y adviene luego de cometido el crimen, cuando a través de un juicio, el
individuo se vuelve responsable de su acto” (Tendlarz y García, 2008, p. 36). A
diferencia de la culpa para el Psicoanálisis, la cual es estructural e inconsciente, que
se expresa mediante caminos diversos: “desde la perspectiva del Psicoanálisis la
culpa puede ser entendida perfectamente como aquello que empuja al sujeto a!
asesinato, o a los sucesivos asesinatos,.sin que el yo o Ia persona que los lleva a
cabo sea consciente de antes, durante y despues de su acción. Se trata de la culpa
sin reconocimiento yoico, ni afirmada en una verdad, sino desconocida e
inconsciente, sin razón ni por qué: una “culpa-goce”” (Tendlarz y García, 2008, p.
40). Proponen así la idea de que este se interesa por la significación subjetiva del
crimen, sin por eso quitar la responsabilidad o inhabilitar al sujeto. Mediante este
31
análisis del caso por caso y entendiendo que la responsabilidad en un accionar
delictivo determinado, vemos como el sujeto puede implicarse en el mismo y, por lo
tanto, conservar su humanidad.
32
culpabilidad. En primer lugar, la culpa consciente, cuya expresión se encuentra
vinculada a un sentimiento, el de culpa, donde el solo hecho de que este sentimiento
sea percibido por el Yo da cuenta de las intersecciones entre los registros imaginario
y simbólico. Además, existe la culpa inconsciente, relacionada con la castración, en
la medida en que se hace una “invocación a la falta del Otro” y que se encuentra en
la intersección de los registros simbólico y real. Por último, en la culpa muda, el
significante no tiene cabida y está en relación con un Superyó voraz y gozador; esta
culpa se encuentra en la intersección entre lo imaginario y lo real.
33
3.5 Comparación de la normativa vigente en Argentina
34
Constituciones Nacionales el principio de igualdad del hombre y la mujer, tomar
medidas apropiadas para eliminar la violencia cuando ya está instalada, establecer
protección jurídica sobre los derechos de la mujer garantizar educación sobre el
tema, modificar patrones conductuales tanto sociales como culturales, entre otros
aspectos importantes.
35
y psíquicos sufridos por la víctima, la situación de peligro y el medio social y
ambiental de la familia.”
El artículo N° 4 le da habilitación al juez para tomar distintas medidas
cautelares, tales como: ordenar la exclusión de la vivienda del autor y prohibir su
acceso al domicilio del damnificado o donde este se mueva, reintegrar al domicilio a
quien debió salir por seguridad personal, decretar provisoriamente tenencia,
comunicación con los hijos, entre otros aspectos, así también como la duración que
se establezca dependiendo de los antecedentes y la gravedad de la situación.
36
desarrollen sus relaciones interpersonales, sancionada en el 2009, se entiende a la
violencia hacia la mujer como “toda conducta, acción u omisión, que de manera
directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una
relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad
personal” e incluyen aquella llevada a cabo desde el Estado o por sus agentes. A su
vez, cataloga la violencia indirecta como “toda conducta, acción omisión,
disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja
con respecto al varón”.
La misma tiene distintos objetivos, entre ellos: eliminar la discriminación entre
hombres y mujeres en todos los órdenes de la vida, garantizando así el derecho a la
mujer de una vida sin violencia; generar condiciones adecuadas para sensibilizar,
prevenir, educar, sancionar y erradicar la discriminación y violencia en cualquier
manifestación y ámbito; desarrollar políticas públicas de carácter interinstitucional
siguiendo la línea de la problemática; remover patrones culturales que sostienen y
promueven la desigualdad de género, es decir, educar para modificar lo establecido;
el acceso a la justicia de las mujeres que padecen violencia cuando sea necesario,
junto con una posterior asistencia integral; entre otros aspectos. Además, se
describen los tipos de violencia: física, psicológica, sexual económica/patrimonial y
simbólica; a su vez que explaya sus distintas modalidades: doméstica, institucional,
laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática.
➢ Ley Nº 26.791. Modificación del Código Penal Art. 80, Inciso 11 (2012).
37
género”) como del femicidio agravado por el vínculo (“con el propósito de causar
sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una relación en
los términos del inciso 1°”)
Esta ley tiene como antecedente el femicidio de Micaela García, una joven de
21 años que fue asesinada a manos de Sebastián Wagner en 2017. El mismo
generó una intensa conmoción luego de días de búsqueda de Micaela por parte de
las autoridades, terminando en el triste desenlace ya conocido. La joven participaba
activamente del movimiento “Ni una menos” y era militante del Movimiento Evita. En
su honor, y frente a la negligencia del caso, fue promulgada la ley con su nombre
dos años después. La misma establece la “capacitación obligatoria en la temática de
género y violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñen
en la función pública en todos sus niveles y jerarquías en los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial de la Nación.” Se busca implementarla a través de un proceso
de formación integral pertinente, que otorgue las herramientas necesarias y enseñe
sobre su oportuna aplicación a la hora de detectar casos en los que se observe
desigualdad y violencia, para así poder tratarlos de manera efectiva. A partir de la
transmisión de estas herramientas, se espera ir deconstruyendo sentidos comunes,
cuestionar la desigualdad, discriminación y violencia, cuestionando cada política
pública que se llevase a cabo, en pos de ofrecer un diseño que siga la línea de la
perspectiva de género. Esta capacitación se llevará a cabo por el Instituto Nacional
de las Mujeres.
Finalmente, puede decirse al respecto que estas leyes antes citadas siguen
un mismo hilo conductor: la búsqueda de la prevención y protección de las víctimas
de violencia de género, a la vez que se busca prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres en todas sus formas y modalidades. Son el resultado de
la reacción contra ella, en pos de una mejor calidad de vida, libre de violencia.
38
Al respecto, podemos cuestionarnos: ¿por qué, habiendo tantas leyes y
convenciones que avalan la erradicación de la violencia, herramientas posibles y
personas idóneas para llevarlas a cabo, hoy en día vemos que los femicidios son
fenómenos de todos los días? ¿por qué esto hoy en día no alcanza? Por esto,
resulta importante trabajar el fenómeno de la violencia como un fenómeno altamente
complejo. Podemos tener mucha leyes y herramientas que avalen una vida sin
violencia para la mujer, pero si no entendemos que el fenómeno de la violencia es
multicausal y que, por lo tanto, tener una legislación no basta, sino que intervienen
factores tanto sociales, culturales, fenómenos de poder, como psicológicos y
emocionales propios de cada individuo, entonces estaríamos desconociendo la
complejidad de la problemática. Resulta muy importante la capacitación de cada
profesional abocado al tema: abogados, jueces, psicólogos, médicos, entre otros y
el trabajo en conjunto, ofreciendo así una mirada más abarcativa de la problemática.
39
4. Reflexiones finales
40
las relaciones con sus agresores. También resulta importante el completo
entendimiento de la problemática en su complejidad para así entender que, por
ejemplo, una retractación es un punto clave en el círculo de la violencia.
Desde el marco legal nos encontramos con la diferencia entre la teoría y el
contraste con la realidad, entendiendo la existencia de distintos tratados y leyes que
apuntan a la prevención, protección y erradicación de la violencia hacia las mujeres
pero, a pesar de eso, encontramos que existe una insuficiencia en su aplicación. Por
esto resulta primordial el continuo trabajo investigativo del tema, tanto con las
víctimas de violencias como con aquellos sujetos que las llevan a cabo. Es
fundamental el trabajo interdisciplinario de la Psicología y el Derecho y seguir
cuestionando al respecto aspectos tales como si existe una naturalización de la
violencia que excede a muchas de las explicaciones que se le da a la misma hoy en
día; qué otras desigualdades se están pasando por alto y como pueden modificarse;
qué otras intervenciones, independiente al marco teórico, puede ofrecer un
psicólogo para cualquiera de las dos partes y para su entorno; indagar más sobre la
prevención de la problemática; entre otros aspectos.
41
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