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Nosotros somos los actores o hacedores de nuestra vida ya que de las pequeñas y
grandes elecciones depende nuestra existencia; tenemos la importante posibilidad de
hacer feliz o no nuestra vida, a pesar de los acontecimientos externos.
Esos acontecimientos no son los que manejan nuestra vida, sino nosotros mismos, como
sujetos activos manejamos nuestra felicidad dependiendo de la INTERPRETACION
que hacemos de ellos.
Todas las sensaciones llegan precedidas por un pensamiento y sin la función del cerebro
no se pueden experimentar sensaciones.
Aunque exista un código común, el nivel del lenguaje sea similar y el mensaje sea
preciso, la falta de atención del oyente impedirá toda posibilidad de comunicación.
Refiriéndonos a estos problemas que dificultan la comunicación desde el punto de vista
de la venta, podemos asegurar que existe una pérdida inevitable debida por una parte a
las dificultades de codificación y de expresión por parte del emisor, y por otra, a las de
captación e interpretación por parte del receptor.
Para reducir al máximo esta pérdida el emisor debe obtener la atención del receptor;
expresar sus ideas con orden; ser preciso en su lenguaje y utilizar el lenguaje adecuado
al interlocutor.
Por parte del receptor las medidas a tomar han de ser prestar atención, no precipitarse
en la interpretación y retener los puntos esenciales del mensaje.
1.3 Análisis de la comunicación telefónica y telemática
El personal de teléfonos debe estar preparado y dispuesto para tratar a todo el mundo
con exquisita amabilidad.
“Gracias por esperar, le voy a comunicar con el Sr..., con..., la extensión... con..., la
oficina...”.
2. Atención al cliente en hostelería y turismo
Tipologías de personalidad
El cliente distante: Existen muchas visitas de venta en las que el cliente parece lejano,
distante, casi ajeno a la exposición. Eso puede hacer pensar que este tipo de clientes no
están realmente interesados en el producto. Pero más tarde puede observarse que estos
mismos clientes compran de forma más o menos regular.
En efecto, hay personas que tienen miedo a mostrar interés en un producto por razones
de naturaleza variada. Por ejemplo, pueden pensar que, si muestran excesivo interés, el
comercial puede acabar pidiendo un precio mayor del que inicialmente había pensado
ofrecerle, por el mismo producto o servicio. Otras personas, sencillamente, no quieren
implicarse en el proceso de venta como a nosotros nos gustaría. Tan sólo quieren saber
si les interesa o no.
Hemos de respetar también a aquellos clientes que no quieren una relación comercial
con un vendedor más allá de las consabidas visitas de venta y del pago de los productos
una vez adquiridos. Ante este tipo de cliente, lo primero que debemos pensar es que
puede estar muy interesado en nuestra exposición pero no tiene por qué tener ganas de
demostrarlo, por lo que nuestra visita de ventas debe ser absolutamente normal. No tire
la toalla en cuanto perciba desinterés. También podemos plantearnos que la causa del
interés podemos ser nosotros. Si le sucede con muchos clientes, déjese acompañar por
un compañero para que le observe y le diga si plantea el producto de forma aburrida. No
es cuestión de ir por ahí aburriendo a la gente, a lo mejor debe mejorar su discurso y
hacerlo más fluido, más interesante.
El cliente abierto: Muchos clientes nos resultan especialmente bonachones. Su trato es
afable y su carácter sociable. Habla sin cesar y nos acoge con los brazos abiertos cada
vez que vamos.
Es muy posible que estos clientes traten de utilizar en su beneficio toda esa farándula
receptiva, consiguiendo con rapidez que los comerciales bajen las defensas y, en
ocasiones, consigan ventajas a la hora de realizar los pedidos.
Nuestra actitud ante ellos debe estar centrada en no bajar la guardia, no ofrecer las
mejores condiciones a la primera de cambio y abordarlos de la manera más natural
posible. No olvide que estos señores suelen ser igualmente simpáticos con todo el
mundo; no nos sintamos especiales.
El cliente dudoso: De la misma manera que hay personas dudosas, hay clientes
dudosos. Son personas a las que les cuesta más tiempo tomar decisiones, personas a las
que les molestan los agobios y los plazos para decidir.
Sea paciente. Lo que necesita este tipo de cliente para decidirse es, en primer lugar, una
buena información de producto o servicio, y en segundo lugar el tiempo suficiente para
pensar que no se precipitó a la hora de decidir. Todo ello no significa que lo dejemos
pensar “ad eternum”. No, en algún momento habremos de abordar el cierre, sea en el
transcurso de esa o de sucesiva visitas de venta.
El cliente tímido: Las personas tímidas tienen ciertos temores a las relaciones sociales.
Aborrecen a las personas tremendamente sociables y no se muestran abiertas ni
habladoras.
Ante ellos, no trate de ser el más simpático porque sólo conseguirá que no le reciba. Sea
amable, paciente y comprensivo y tendrá un cliente para toda la vida. Interésese por sus
cosas pero no profundice, y trate de realizar una visita muy profesional.
El cliente altivo: Se trata de clientes muy subidos, que lo saben todo, que todo lo
cuestionan en base a sus importantes conocimientos sobre cualquier materia. Disfrutan
ante los comerciales discutiendo y explicando sus teorías con altivez. No se achante, lo
único que pretende es que los demás sepan lo inteligente que es y lo preparado que está.
Son fáciles de ganar puesto que sólo necesitan un poco de público que los alabe de vez
en cuando.
Nuestra actitud ante ellos debe ser de marcada admiración. No entre en absurdas
discusiones porque no conseguirá nada. Deje que disfrute explicándole todo lo que sabe
y admírese ante tamaña sabiduría.
Si finalmente piensa que le tiene entre sus admiradores le tendrá más consideración a la
hora de realizar sus pedidos que a aquellos con los que discutió durante la entrevista.
El cliente puntilloso: Los clientes puntillosos son los que, antes de tomar una decisión
de compra lo miran todo con lupa y exigen más que ninguno otro. A diferencia del
cliente dudoso, éste tiene las ideas bastante claras, pero necesita comprobar los
contratos, revisarlos ante un abogado, exigir esto o lo otro y un sin fin de información
absolutamente irrelevante que va a poner a prueba nuestros nervios.
Los comerciales debemos saber hasta qué punto podemos ceder, conocer la línea que
separa lo razonable de lo abusivo.
El cliente normal: Por fortuna, la mayoría de los clientes son normales. Esto quiere
decir que no destacan por nada en especial y que lo que pretenden es sacar el mayor
beneficio de las oportunidades, como todo el mundo.
Lo que pretende este cliente es que le ofrezcamos un buen producto, que seamos claros
y sinceros, y que las condiciones de pago sean buenas. Así de sencillo.
Servicio al cliente.
El servicio que se da a los clientes ha sido importante siempre. Por ejemplo, las
relaciones interpersonales fluidas, las entregas rápidas y oportunas, y la atención
comprensiva de las reclamaciones, proporcionan una ventaja competitiva a aquellos
proveedores que tienen productos que son iguales a los de sus competidores.
Sin embargo, existen también otras razones para pensar que, hoy día, el servicio al
cliente no sólo tiene más importancia que nunca, sino que puede convertirse en el
elemento principal para el éxito o el fracaso de muchas empresas.
Orientación al cliente.
Mantener una relación permanente con el cliente (interno o externo) para conocer sus
expectativas, intereses, necesidades buscando su satisfacción y mejora del servicio
prestado.
Una adecuada orientación al cliente supone el deseo de satisfacer a los clientes con el
compromiso personal para cumplir con sus pedidos, deseos y expectativas. Implica
preocuparse por entender las necesidades de los clientes y dar solución a sus problemas;
así como realizar esfuerzos adicionales con el fin de exceder sus expectativas y mejorar
su calidad de vida, teniendo en cuenta, entre otras, las variables de respeto, amabilidad,
calidad, oportunidad y excelencia.
Una queja no tiene porque ser vista como un problema, sino que a través de ella
podemos mejorar la calidad del servicio al cliente. Resumidamente podemos decir que
una queja es una declaración relativa a las expectativas que no han sido satisfechas. Una
queja es una oportunidad para que la organización pueda satisfacer a un cliente que no
lo está. Si entendemos la queja o reclamación bajo este punto de vista podremos
transformar situaciones de insatisfacción en el servicio en clientes satisfechos con la
empresa.
Una queja es un regalo que el cliente pone en manos de la empresa y que puede ayudar
a optimizar la gestión, y por tanto la rentabilidad de la misma.
Tipología de reclamaciones
Ideas clave
Estas quejas y reclamaciones pueden llegar por diversos canales, es por ello que ha de
existir un procedimiento o protocolo de actuación respecto de las mismas, es decir, que
exista un procedimiento de tramitación normalizado y que se ajuste a criterios de
celeridad y sencillez. Para que este sea eficaz ha de cumplir los siguientes requisitos: