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Módulo 4: Vicios e ineficacia de los actos jurídicos

Unidad 4. 1. Vicios de los actos jurídicos


4. 1. 1. Vicios de los actos jurídicos. Fundamento. Diferencia con los vicios de la
voluntad Definición y fundamento
La buena fe es un principio general del derecho (artículo 9 del Código Civil y Comercial de
la Nación1 [en adelante CCCN]), que veda el ejercicio abusivo de los derechos y sustenta
nuestro ordenamiento jurídico positivo. Como derivación de este principio, se impone a los
sujetos el deber de actuar de manera leal, recta, honesta, con una actitud de cooperación y
generación de confianza en las propias declaraciones. La buena fe es un requisito
indispensable para la validez del acto jurídico y, por ende, cuando falta (como ocurre en los
casos de la simulación, del fraude, de la lesión), concurre un vicio que lo invalida. De este
modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o anomalías susceptibles
de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra la licitud, la buena fe o perjudicar los
intereses de terceros. Son vicios propios de los actos jurídicos la lesión, la simulación y el
fraude. Diferencia con los vicios de la voluntad A diferencia de los vicios de los actos
voluntarios, que son los que afectan la voluntad de alguno de los otorgantes del acto y
pueden presentarse tanto en los simples actos voluntarios lícitos como en el acto jurídico, los
vicios de los actos jurídicos solo pueden presentarse, como su nombre indica, en los actos
jurídicos. No atacan la voluntad de los sujetos, sino que conciernen a la causa de celebración
del negocio, pues este, pese a realizarse de forma adecuada y regular, se utiliza para obtener
una finalidad ilícita, por resultar contraria al orden jurídico, al orden público o a las buenas
costumbres, o bien por carecer de causa suficiente para justificar la tutela del derecho.
4. 1. 2. La Lesión Definición. Presupuestos de procedencia: subjetivos y objetivos El
libro primero, título IV del CCCN, capítulo 6, da tratamiento a los denominados vicios de los
actos jurídicos: lesión, simulación y fraude. Así, la sección primera desarrolla la llamada
lesión subjetiva-objetiva. El artículo 332 del CCCN dispone lo siguiente: Lesión. Puede
demandarse la nulidad o la modificación de los actos jurídicos cuando una de las partes,
explotando la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de
ellos una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. Se
presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de notable
desproporción de las prestaciones. Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del
acto y la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda. El afectado tiene
opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio, pero la primera de
estas acciones se debe transformar en acción de reajuste si este es ofrecido por el demandado
al contestar la demanda. Solo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción.2 El vicio
de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la necesidad, debilidad
síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de un acto jurídico una ventaja
patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. El fundamento de la norma
está dado, por un lado, por la existencia de la voluntad viciada en el sujeto pasivo; por el
otro, por el principio de buena fe que debe primar en todo convenio. Es decir, debe haber
equidad entre las prestaciones recíprocas, por lo que la ventaja de un contratante sobre el
otro, en razón de la explotación de la situación jurídica de inferioridad del primero sobre el
segundo, constituye una conducta reprochable por el derecho. Presupuestos de procedencia
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Para que se configure la figura de la lesión subjetiva-objetiva, es necesario que concurran: a)
la grave desproporción en las prestaciones que debe existir al momento de la celebración del
negocio jurídico —elemento objetivo— y b) el elemento subjetivo, que es la explotación por
parte del beneficiario de la «necesidad», «debilidad síquica» o «inexperiencia» del lesionado.
El elemento objetivo En relación con el primer presupuesto, es decir, “la ventaja patrimonial
evidentemente desproporcionada y sin justificación”, este debe ser concomitante a la
celebración del negocio y la desarmonía entre las prestaciones debe ser «notable»,
«evidente» a la época en que el negocio tuvo nacimiento y no surgir con posterioridad por
acontecimientos ajenos a la voluntad de las partes y que no eran previsibles al tiempo de
celebrarse el acto, pues, en tal caso, se podrá revisar el negocio por aplicación de la cláusula
rebus sic statibus. Además, se exige que esa ventaja excesiva se obtenga sin justificación, lo
que implica efectuar una indagación acerca de la causa fin del negocio, pues, si quien celebró
el negocio pretendió efectuar una liberalidad, dicho acto jurídico escapará a la teoría de la
lesión. Por último, “la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda”, lo que
resulta lógico en razón del axioma “el interés es la medida de la acción”; por ende, si, al
momento de entablarse la acción, las prestaciones por diversas circunstancias se tornaron
equivalentes, desaparece el interés jurídicamente protegido para promoverla. El elemento
subjetivo Por otro lado, en lo atinente al elemento subjetivo, deben coexistir dos
presupuestos que incluso aparecen en sujetos distintos: la necesidad, debilidad síquica o
inexperiencia en el lesionado, y el aprovechamiento de esa situación de inferioridad por parte
del lesionante o sujeto activo. a) Necesidad: esta noción se asocia a la de escasez o privación,
y comprende un estado carencial que puede ser material y también espiritual. Es decir,
significa falta de las cosas que son menester para la conservación de la vida, lo que traduce
una situación de angustia y agobio que deriva de la falta de medios elementales para
subsistir, de lo imprescindible o necesario, teniendo en cuenta las circunstancias propias de
cada persona. b) Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por
razones ajenas a la voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de inferioridad.
Esta cuestión deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en cuenta las concretas aptitudes
del sujeto. c) Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto del
acto en el momento de su celebración. El término resulta de difícil delimitación, por cuanto
la inexperiencia debe referirse concretamente al acto de que se trate y del que se sigue el
perjuicio por las prestaciones inequivalentes. Y el otro recaudo que hace al elemento
subjetivo es el aprovechamiento o explotación por parte del lesionante, que constituye un
acto de mala fe de parte de él, que presupone la intención de obtener una ventaja
desproporcionada, ya que el estado de inferioridad no basta por sí solo para nulificar o
modificar el acto jurídico. Prueba. Presunción El artículo 332 del CCCN3 establece una
presunción iuris tantum de la explotación en caso de “notable desproporción”. Es decir, que,
probada la notable desproporción de las prestaciones, se genera una presunción iuris tantum
sobre la existencia del vicio, es decir, que quedan acreditados o presumidos los dos
elementos subjetivos que figuran en el articulado, el aprovechamiento y la situación de
inferioridad de la víctima. La carga de la prueba para sostener la ausencia de esos requisitos
incumbe al que sostenga lo contrario. Acciones del lesionado. Efectos El vicio de lesión
subjetiva se origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos acciones. Ninguna otra
persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del artículo 332 del Código Civil y
Comercial de la Nación. Es decir, los sucesores singulares no pueden accionar por acto entre
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vivos, porque la acción es personalísima. La intransmisibilidad se funda en que la parte
lesionada es la única que puede saber si se dan las circunstancias subjetivas necesarias para
la configuración del vicio de lesión. Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de
entablar, tanto por vía de acción como de excepción, la nulidad («nulidad relativa» en los
términos de los artículos 386 y 388 del CCCN4, que más adelante veremos) como la
modificación del acto lesivo, es decir, un reajuste equitativo del convenio. Si el lesionado
opta por esta segunda opción, el litigio queda «trabado» en ese aspecto y el demandado no
puede reconvenir por nulidad. Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por
nulidad, el demandado puede, al contestar la demanda, modificar dicho reclamo en acción de
reajuste, si ofrece suprimir la desproporción de las prestaciones. Prescripción En relación con
el plazo de prescripción de la acción, según lo disponen los artículos 2562 y 2563, inciso e
del CCCN5 , el plazo es de dos años y comenzará a computarse desde la fecha en que la
obligación a cargo del lesionado debía ser cumplida. Figura 1: Síntesis Fuente: elaboración
propia con base en el artículo 332 del CCCN.
4. 1. 3. La simulación Definición. Elementos El vicio de simulación está definido en el
artículo 333 del CCCN, que dispone lo siguiente: Caracterización. La simulación tiene lugar
cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto
contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por él se
constituyen o transmiten derechos o personas interpuestas, que no son aquellas para quienes
en realidad se constituyen o transmiten.6 Así, se define la simulación como el acto que, por
acuerdo de partes, se celebra exteriorizando una declaración recepticia no verdadera para
engañar a terceros, sea que esta carezca de todo contenido, o bien, que esconda uno
verdadero diferente al declarado. Es decir, hay simulación cuando los contratantes crean, con
su declaración, solo la apariencia exterior de un contrato del que no quieren los efectos, o
cuando crean la apariencia exterior de un contrato diverso del querido por ellos. Elementos
del negocio simulado Los elementos del negocio simulado son a) la declaración
deliberadamente disconforme con la verdadera intención de las partes; b) el acuerdo de partes
sobre la falsa declaración, y c) el propósito de engañar a terceros. a) El primer recaudo
supone que la disconformidad entre la voluntad interna y la declarada por las partes es
intencional, no es producto del error, sino que es querida y conocida por ambas partes. En
otras palabras, en el acuerdo simulatorio, la voluntad interna y declarada coinciden; las
partes, de común acuerdo, producen la apariencia externa de un negocio jurídico ficticio para
engañar a terceros, sin pretender dar lugar al efecto jurídico de dicho negocio. b) El segundo
presupuesto supone la conformidad de todos los otorgantes del acto en el negocio simulado
sobre la disconformidad entre lo querido y lo declarado, y se caracteriza por el querer común
de no atribuir al acto aparente efectos vinculatorios. c) Por último, la acción de simulación
requiere el propósito de engañar, que no necesariamente implica ocasionar un perjuicio
jurídico a terceros (porque su causa puede ser inocua, en cuyo caso estaremos en presencia
de una simulación lícita), o bien, puede sí implicarlo, es decir, puede existir el fin de
defraudar a terceros —quienes desconocen que el acto es falso— o el de ocultar una
violencia legal. Por último, debe señalarse que la enumeración de los supuestos de negocio
simulado que realiza el artículo 333 del CCCN es meramente ejemplificativa. Clases de
simulación Por un lado, tenemos la simulación absoluta y relativa. La simulación absoluta
tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada tiene de real; el acto es

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completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no quieren en realidad celebrar ningún
negocio jurídico, sino que quieren modificar la apariencia de una disminución del activo o un
amento ficticio del pasivo de una de las partes, en perjuicio de los acreedores; aunque a veces
puede ser una simulación lícita. En la simulación relativa, las partes encubren la verdadera
naturaleza del acto, es decir, se disimula lo que verdaderamente es. Esta simulación puede
versar sobre la naturaleza, cuando “se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro”7 , por ejemplo: una donación bajo el ropaje jurídico de una compraventa;
sobre “cláusulas que no son sinceras”8 , por ejemplo: se expresa un precio que no es el real,
o bien, sobre “fechas que no son verdaderas”9 . Por otro lado, la simulación se clasifica en
lícita e ilícita, que tendrá que ver con la causa determinante que dio origen al acto. Tal como
hemos explicado, la simulación importa necesariamente un acuerdo entre quienes celebran el
negocio jurídico, que consiste en el concierto para producir una declaración de voluntad
diferente de la voluntad real, y ello obedece a una razón determinante que se conoce como
causa simulandi. La causa simulandi es el interés que induce a las partes a dar apariencia a un
negocio jurídico que no existe, o a presentarlo de forma distinta de lo que verdaderamente es.
Esta razón que tuvieron para celebrar el negocio aparente puede ser perfectamente inocente o
bien perjudicial a terceros, lo que reviste fundamental importancia para distinguir la
simulación lícita de la ilícita. La simulación ilícita se verifica cuando el negocio jurídico
tiene como fin perjudicar a terceros o quebrantar el ordenamiento jurídico, hipótesis, esta
última, en que se habla de “fraude a la ley”. Este tipo de simulación causa la nulidad —
relativa— del acto ostensible. Por su parte, la simulación es lícita cuando el negocio
simulado no es ilícito ni perjudica a un tercero. Por último, la simulación puede ser total o
parcial. Es total cuando abarca íntegramente al negocio, y lo vicia en su esencia; es parcial
cuando solo recae sobre una parte del acto, sin que sea necesario que destruya los aspectos
reales del acto. Acción entre partes. Principio general. Excepción El artículo 335 del CCCN
regula esta cuestión: Acción entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un acto
simulado ilícito o que perjudica a terceros no pueden ejercer acción alguna el uno contra el
otro sobre la simulación, excepto que las partes no puedan obtener beneficio alguno de las
resultas del ejercicio de la acción de simulación. La simulación alegada por las partes debe
probarse mediante el respectivo contradocumento. Puede prescindirse de él, cuando la parte
justifica las razones por las cuales no existe o no puede ser presentado y median
circunstancias que hacen inequívoca la simulación. 10 El principio general es que los
simuladores del negocio jurídico carecen de toda acción entre ellos. Ello es así toda vez que
las partes se pusieron de acuerdo en eludir una prohibición legal o perjudicar a terceros, por
lo que pierden, en principio, el derecho de impugnar el acto por el vicio de simulación. Ahora
bien, sí se podrá entablar acción de simulación cuando el simulador se haya arrepentido de su
acto y quiera recuperar el bien para entregarlo a sus acreedores. En este supuesto, quien
acciona pidiendo la declaración de invalidez del acto simulado lo hace no ya para consumar
el perjuicio a los terceros o el fraude a la ley, sino porque, arrepentido, quiere recuperar los
bienes aparentemente enajenados para afrontar con ellos el pago de sus obligaciones. En este
supuesto, la acción es admisible siempre que se tenga un propósito sincero y no interesado de
volver las cosas al estado anterior. El contradocumento El contradocumento es la prueba por
excelencia entre las partes de la simulación. Consiste en la prueba inequívoca de los hechos,
ya que es la constancia escrita —ya sea mediante instrumento público o privado— en el cual
las partes manifiestan el verdadero carácter del acto que ellas han celebrado, por lo que
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deviene innecesario el aporte de indicios y presunciones que corroboren la realidad a que se
refiere. En el caso en que fuera realizado mediante instrumento público, debe recurrirse a los
artículos 289 a 298 del CCCN11 , en tanto se prevén los requisitos, los presupuestos de
validez del instrumento y su eficacia probatoria. Incluso el artículo 298 prevé que el
contradocumento particular que altera lo expresado en un instrumento público puede ser
invocado por las partes, pero que no es oponible respecto a terceros interesados de buena fe.
Y, para el supuesto en que el contradocumento fuera confeccionado en instrumento privado,
debe recurrirse a los artículos 313 a 319 del CCCN12 , toda vez que allí se regula en relación
con los instrumentos privados y particulares, y su valor probatorio. Ahora bien, en el
supuesto de que no existiera contradocumento en el que las partes hayan exteriorizado la
verdadera voluntad, siempre que haya una prueba incontrovertible, cierta, inequívoca de
simulación, es lógico admitir la acción. Asimismo, deberá probarse la imposibilidad de
obtener el contradocumento, sea por su inexistencia lógica o por su desaparición posterior, es
decir, se deberá justificar por qué no pudo realizarse el contradocumento. Acción interpuesta
por terceros. Prueba El artículo 336 del CCCN establece: “Acción de terceros. Los terceros
cuyos derechos o intereses legítimos son afectados por el acto simulado pueden demandar su
nulidad. Pueden acreditar la simulación por cualquier medio de prueba”.13 Así, los terceros
titulares de un derecho subjetivo o de un interés legítimo amenazado por un negocio
simulado pueden deducir acción de simulación, debiendo demostrar la existencia de daño
sufrido como consecuencia de la incertidumbre que el estado de cosas provoca en el
demandante. Se exige la existencia de daño —actual o potencial— aunque se trate de
derechos litigiosos o dudosos. De este modo, el tercero que ejerza la acción debe demandar a
ambas partes del acto simulado; si la simulación fuese por interpósita persona, también al
prestanombre, se conformaría un litisconsorcio pasivo con todos ellos. Hemos señalado
anteriormente que la prueba por excelencia en la acción de simulación es el
contradocumento. No obstante, en esta hipótesis carece de toda lógica, la exigencia de este,
debido a su carácter reservado y a la imposibilidad de su obtención, por lo que el tercero que
entable la acción podrá acreditar la apariencia del negocio jurídico mediante cualquier medio
de prueba, incluso testigos, indicios y presunciones. Efectos de la acción de simulación
Contra quién procede la acción En primer lugar, debe señalarse que la acción de
simulación no procede contra los acreedores adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado
los bienes simuladamente enajenados. En relación con el subadquirente que adquirió a título
gratuito o de mala fe, sí procede la acción de simulación; en cambio, la invalidez del negocio
simulado no alcanza a los terceros subadquirentes de buena fe —es decir, quien, al momento
de la transmisión, ignorase que el derecho tiene como antecedente un acto simulado— y a
título oneroso, respecto a los cuales la sentencia resulta inoponible. Se entiende que son
subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o pudieron conocer, obrando con cuidado
y previsión, la simulación. Efectos Todo tercero que se ha visto perjudicado por la
simulación tiene derecho a ser resarcido del daño sufrido. En el supuesto en que, promovida
la acción por el acreedor, el bien se haya enajenado a un subadquirente de buena fe y a título
oneroso, por lo que no le alcanza la oponibilidad del pronunciamiento judicial, este podrá
demandar tanto a quien contrató con él como al subadquirente —ambos de mala fe— por
daños y perjuicios, quienes responderán de manera solidaria. Desde otra perspectiva, en el
supuesto de que el acreedor promueva acción en contra de subadquirente de buena fe, pero a
título gratuito, este responderá solo en la medida de su enriquecimiento. Prescripción 10 Los
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artículos 2562 y 2563, incisos b y c, del CCCN14 disponen que el plazo de prescripción es
de dos años; en la simulación entre partes, se computa desde que, requerida una de ellas, se
negó a dejar sin efecto el acto simulado; en la simulación ejercida por tercero, desde que
conoció o pudo conocer el vicio del acto jurídico. Figura 2: Síntesis sobre el concepto de
simulación Fuente: elaboración propia con base en los artículos 333 y 334 del CCCN15 .
4. 1. 4. El fraude Noción La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño,
al acto contrario a la verdad, y al recto proceder. El fraude supone una conducta que tiende a
eludir los efectos de una norma imperativa o de origen convencional, utilizando otra vía
negocial no reprobada por ley. El fraude se configura mediante actos reales, serios y no
aparentes, no simulados. No diverge de la voluntad de la realidad declarada, sino que esta
realidad amparada en una norma legal elude las disposiciones de otra o perjudica a un
tercero. Este fraude no es otro que el fraude a la ley y que está contemplado en el artículo 12
del CCCN16 . El fraude a los acreedores El concepto de fraude a los acreedores hace
referencia a los actos otorgados por el deudor, que tienen como nota común una afectación de
su patrimonio de tal magnitud que provoca o agrava su insolvencia, e impide, de esta manera,
la satisfacción de los créditos concedidos con anterioridad a aquellos y con evidente perjuicio
para ellos. Es decir, el fraude a los acreedores es la provocación o agravación de la
insolvencia del deudor mediante actos u omisiones del deudor en perjuicio de sus acreedores,
mediante la sustracción de bienes de su patrimonio. Esta caracterización permite señalar tres
notas que se hallan presentes en la noción de fraude a los acreedores: a) otorgamiento por el
deudor de actos o negocios jurídicos; b) provocación o agravación de la insolvencia del
deudor, y c) sustracción de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los derechos de
los acreedores. La acción de inoponibilidad En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la
acción de fraude no es la nulidad, sino la inoponibilidad. Este efecto implica que el acto
otorgado por el deudor en fraude a los acreedores es válido entre este y el tercero con quien
celebró el acto, y solo queda privado de eficacia frente al acreedor que acciona, es decir, no
puede hacerse valer contra él en la medida necesaria para la satisfacción de su crédito.
Seguidamente, veremos cuándo procede esta acción, es decir, contra qué tipo de actos, cuáles
son los requisitos de procedencia, y quiénes pueden solicitar la declaración de
inoponibilidad. Titulares de la acción El artículo 338 del CCCN prevé lo siguiente:
Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración de
inoponibilidad de los actos celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las
renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitarlo
empeorar su estado de fortuna. Como se advierte, la norma legítima para la acción de fraude
a “todo acreedor”, es decir, a cualquier acreedor, incluso los acreedores con privilegio
general, especial, condicionales, a plazo, etc., puedan incoar la acción, pues solo deberán
acreditar su calidad de acreedor y los requisitos que prevé el artículo 339 del CCCN . Actos
revocables En principio, todos los actos que signifiquen un perjuicio para los acreedores son
revocables, ya sea que produzcan un empobrecimiento del deudor o impidan su
enriquecimiento. El artículo 338 alude a que, mediante la acción de inoponibilidad, se puede
revocar una renuncia a un derecho que hubiera podido mejorar la situación del deudor, o bien
un acto jurídico que empeoró su situación patrimonial. Es decir, que, entre los actos
revocables, se incluyen los casos de renuncia a facultades que, por fuerza, derivan en
derechos subjetivos, en cuanto, por lo general, la renuncia configura una atribución inherente

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al titular del derecho que lo ejercita. En una palabra, se pueden revocar actos de renuncia,
pues son susceptibles de producir o agravar la insolvencia del deudor y, por ende, son tan
inoponibles como los actos de disposición. En definitiva, todos los actos que causan perjuicio
a los acreedores al determinar o incrementar su insolvencia, ya sea porque importan la salida
de un bien de su patrimonio o le impiden el ingreso de algún derecho, son revocables. Sin
embargo, esta regla tiene sus excepciones. Hay consenso en la doctrina en que no pueden
atacarse, por los acreedores, los actos que implican una renuncia a derechos personalísimos,
tales como pedir la revocación de una donación por una causa de ingratitud del donatario,
una causa de indignidad para suceder, la renuncia a ejercer acción de resarcimiento por daño
moral, etc. Requisitos de procedencia El artículo 339 del CCCN establece las condiciones
generales para la procedencia de la acción de inoponibilidad. Dispone lo siguiente:
Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad: a)
que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado
con el propósito de defraudar a futuros acreedores; b) que el acto haya causado o agravado la
insolvencia del deudor; c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o
debido conocer que el acto provocaba o agravaba la insolvencia. Tenemos, entonces, tres
condiciones de procedencia de la acción de inoponibilidad. a. El crédito por el que se
acciona debe ser anterior al acto. El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona
sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito
de defraudar a futuros acreedores. La razón de ser de este primer recaudo es que los
acreedores de fecha posterior al acto del deudor no podrían invocar fraude en su perjuicio,
pues, cuando llegaron a constituirse en acreedores, sea por contrato, sea por disposición de la
ley, los bienes habían salido del patrimonio del deudor y, por ende, no conformaban parte de
su garantía patrimonial. Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que
el acto impugnado, aunque posterior al origen del crédito, haya sido realizado en previsión de
la obligación que nacería más tarde. Es decir, que, si el deudor hubiere realizado el negocio
teniendo en miras perjudicar a futuros acreedores, estos podrán incoar la acción de
inoponibilidad. Ello así, en razón de castigar la conducta dolosa del deudor. b. Relación de
causalidad entre la insolvencia y el acto del deudor. El segundo requisito supone que entre
el acto que se ataca y la insolvencia del deudor haya una relación de causalidad. Este recaudo
se explica porque lo que caracteriza al negocio fraudulento es el perjuicio que acarrea para el
patrimonio del deudor el generar o agravar su insolvencia, toda vez que se verá
imposibilitado de responder a todas sus obligaciones contraídas y, por ende, el daño que
causa al acreedor es no satisfacer su acreencia. En otras palabras, la procedencia de la acción
requiere la existencia de un perjuicio causado al acreedor, el que proviene de la insatisfacción
actual o futura de los créditos vigentes producto de un estado de impotencia patrimonial,
provocado o agravado, precisamente, por los negocios inoponibles. c. Mala fe del tercero
contratante. El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a
título oneroso haya obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido conocer que dicho
acto provocaba o agravaba su insolvencia. Distinto será el supuesto del tercero que contrató a
título gratuito, en cuyo caso no interesa la buena o mala fe del adquirente, pues se prefiere el
interés de los acreedores por sobre el del adquirente y, por ende, solo habrá que acreditar que
el acto fue a título gratuito. Figura 3: Requisitos de la acción de inoponibilidad Fuente:
elaboración propia con base en el artículo 339 del CCCN . Ejercicio de la acción contra los
subadquirentes En primer lugar, debe señalarse que el fraude no puede oponerse a los
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acreedores que, de buena fe, hubieran ejecutado los bienes objeto del negocio jurídico
fraudulento; la misma regla veíamos en la acción de simulación. Por otra parte, la acción
contra el subadquirente procede en los casos en los que en el tercero haya adquirido a título
gratuito o bien haya obrado de mala fe, es decir, con conocimiento de la insolvencia del
deudor, al tiempo de celebrar el acto. Es decir, para que proceda la acción contra el
subadquirente, es necesario, primero que todo, que proceda contra el primer adquirente, pues,
si la segunda transmisión fuera a título gratuito, bastaría con aquel requisito para que
procediese la acción; pero, si fuera a título oneroso, será necesario demostrar, además, que el
subadquirente era cómplice en el fraude. Resumiendo: si los dos negocios son a título
gratuito, es viable la revocatoria contra el subadquirente; si el primero fue a título oneroso
con mala fe y el segundo a título gratuito, también es viable; así como en el caso del primero
gratuito y el segundo oneroso, pero sin buena fe del subadquirente. Por último, señalamos
que, al igual que sucede con la simulación, tanto el tercero contratante como el subadquirente
de mala fe responden solidariamente por los daños ocasionados al acreedor que interpuso la
acción en los siguientes supuestos: a) cuando la cosa fue enajenada a un adquirente de buena
fe y a título oneroso contra quien —como ya se señaló— no procede la acción y, por ende, el
acreedor no puede ejecutar el bien y satisfacer su acreencia; b) cuando el bien se haya
perdido o deteriorado. Por su parte, el tercero contratante de buena fe y a título gratuito
responde en la medida de su enriquecimiento. Efectos de la revocación. Extensión El artículo
342 prevé, en materia de extensión de la acción de inoponibilidad y, en este sentido, señala lo
siguiente: “Extensión de la inoponibilidad. La declaración de inoponibilidad se pronuncia
exclusivamente en interés de los acreedores que la promueven, y hasta el importe de sus
respectivos créditos”.21 De acuerdo con el precepto referido, el acto que se realiza en fraude
a los acreedores debe dejarse sin efecto en la medida del perjuicio que se les ha ocasionado.
Así, el progreso en justicia de la acción hace efectiva la inoponibilidad al acreedor
demandante del negocio impugnado, del cual se ha admitido que fue en fraude a sus
derechos. Es decir, que, reconocido el fraude por sentencia, esa inoponibilidad lo coloca en la
posición de poder reclamar su crédito sobre el bien objeto del negocio, dado que, a partir de
21Código Civil y Comercial de la Nación [CCCN]. Ley 26994 de 2014. Artículo 342. 8 de
octubre de 2014 (Argentina). 16 allí, este no tiene eficacia a su respecto. Ello implica la
posibilidad de actuar en derecho como si el acto impugnado no se hubiese celebrado. Desde
esta perspectiva, el triunfo de la acción le permitirá al acreedor ejecutar su crédito sobre los
bienes que fueron objeto del negocio, hasta la concurrencia de su crédito. Dicho
derechamente, la acción de fraude no beneficia a todos los acreedores, sino solo a quien
transitó los carriles legales para hacer valer sus derechos, y solo procede hasta el importe de
su crédito. Como consecuencia de ello, si, después de ejecutados los bienes, materia del acto
fraudulento y satisfecho, el crédito del acreedor que ejerció la acción, quedara un remanente,
como el acto jurídico es válido entre quienes lo celebraron, aquel pertenece al tercer
adquirente. Extinción de la acción. Plazo de prescripción Extinción De acuerdo con el
artículo 341 del CCCN22 , la acción de los acreedores cesa si el adquirente de los bienes
transmitidos por el deudor los desinteresa o les da garantías suficientes. Es decir, que el
tercero adquirente del bien transmitido por el deudor puede hacer cesar los efectos de la
acción, y satisfacer el crédito de los que se hubiesen presentado o bien constituyendo a su
favor garantías suficientes —las que pueden ser reales o personales— del pago íntegro de sus
créditos. Ello así pues, si los acreedores son desinteresados, desaparece su interés de accionar
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y sin interés no hay acción. Prescripción Por último, cabe referir al término de la
prescripción, la que, según los artículos 2562, inciso f, y 2563, inciso f, del CCCN23 , es de
dos años, que se cuentan desde que se conoció o pudo conocer el vicio del acto.
Unidad 4.2. Ineficacia de los actos jurídicos: nulidad. Inoponibilidad 4. 2. 1. Ineficacia
de los actos jurídicos. Definición. Categorías La validez del negocio jurídico no se
confunde con su eficacia, aunque la eficacia del acto jurídico presupone su validez. El acto
jurídico es válido cuando está perfectamente conformado, cuando no presenta vicios o
defectos congénitos que afectan su estructura. Sin embargo, un acto jurídico válido puede ser
ineficaz o devenir ineficaz. Cuando hablamos de «ineficacia», hacemos referencia a la
privación o disminución de los efectos propios de un determinado negocio jurídico, que las
partes tuvieron en cuenta al momento de su celebración. Ahora bien, la ineficacia se puede
considerar estructural o funcional. En el primero de los supuestos, la privación de los efectos
propios de un negocio jurídico se produce por defectos en su estructura y existentes desde el
momento mismo de celebrarse el acto, primando la idea de nulidad; en cambio, la ineficacia
es funcional cuando el negocio deja de ser apto para satisfacer los fines o el interés práctico
que los sujetos se propusieron alcanzar en virtud de una causa extrínseca a la estructura del
negocio y sobrevinientes a su constitución. De esta manera, se advierte que, cuando nos
referimos a la ineficacia de los actos jurídicos, hacemos referencia a un concepto con
significado amplio, que comprende a todos aquellos supuestos en los cuales el negocio
jurídico carece de fuerza o eficacia para producir los efectos normales, propios, que las partes
tuvieron en cuenta al tiempo de su celebración, ya sea por un vicio existente al momento de
la celebración del acto, referido a la estructura del acto jurídico (ineficacia estructural) o por
circunstancias extrínsecas aparecidas con posterioridad a su celebración (ineficacia
funcional). Así las cosas, la ineficacia como noción genérica comprende, por un lado, la
invalidez de los actos jurídicos, es decir, la nulidad o ineficacia estructural, y también la de
inoponibilidad o ineficacia funcional, que es la que priva al acto de efectos solo respecto de
determinadas personas. Noción de acto indirecto El artículo 385 del CCCN dispone: “Acto
indirecto. Un acto jurídico celebrado para obtener un resultado que es propio de los efectos
de otro acto, es válido si no se otorga para eludir una prohibición de la ley o para perjudicar
a un tercero”.24 El acto indirecto es una modalidad negocional a la que recurren los
particulares valiéndose de un negocio jurídico típico, cuyas consecuencias normales aceptan
con el propósito de obtener una finalidad ulterior distinta. Por ejemplo, son negocios
indirectos la venta que se realiza no para transmitir la propiedad de una cosa, sino con fin de
garantía; la cesión de derechos, también con finalidad de asegurar derechos; entre otros. Es
dable resaltar que la finalidad del negocio indirecto siempre debe ser lícita, pues, si el
negocio está dirigido a eludir normas imperativas (es decir, cuando se lo emplea para lograr,
a través de una vía oblicua, fines que no se pueden obtener directamente), el acto constituirá
un fraude a la ley. 4. 2. 2. Nulidad Definición y fundamento Hemos anticipado, al hablar de
la ineficacia estructural de los actos jurídicos, que dicho concepto de carácter amplio
comprende las situaciones de invalidez, caracterizadas por los supuestos en los cuales el acto
se ve privado de producir sus efectos normales por la existencia de un vicio originario, es
decir, un defecto presente en su estructura desde el momento de la celebración del negocio
jurídico; un defecto constitutivo. Desde esta perspectiva, un acto jurídico está afectado de
nulidad cuando la ley, en virtud de causas existentes desde el origen mismo del acto, le priva

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de los efectos que regularmente debía producir. En otras palabras, la nulidad es una sanción
legal que priva de sus efectos normales a un acto jurídico en virtud de una causa originaria,
es decir, existente en el momento de su celebración, y es también una ineficacia absoluta en
tanto, a diferencia de la inoponibilidad, el acto jurídico inválido es completamente ineficaz,
no solo respecto de terceros, sino también entre las mismas partes que lo celebraron.
Características generales Dentro de las características generales que describen la nulidad,
podemos señalar las siguientes: ● la nulidad es una sanción. La nulidad tiene naturaleza de
sanción, en tanto nos encontramos frente a la reacción del ordenamiento jurídico por la
violación de sus normas. Se trata, entonces, de una sanción legal, pena que consiste en la
privación al acto jurídico de los efectos propios. ● Es legal, en tanto debe provenir
necesariamente de la ley, es decir, que ni los jueces ni las partes en ejercicio de su voluntad
pueden crear nulidades diferentes a las específicamente estipuladas por ley. ● Asimismo,
cabe destacar que la nulidad se genera frente a la existencia de un vicio o defecto en la
estructura del negocio jurídico, que debe estar presente a la celebración del acto. En efecto, la
nulidad se caracteriza por la presencia de defectos originarios, intrínsecos y esenciales. ● Por
último, la nulidad trae como consecuencia el resultado de privar al acto jurídico de los
efectos normales que estaba destinado a producir y que las partes habían tenido en cuenta al
momento de celebrarlo. Como ya dijimos, a diferencia de la inoponibilidad, en la nulidad, la
privación de efectos es absoluta, y afecta, en consecuencia, tanto a las partes como a los
terceros. Clasificación de las nulidades. Criterios de distinción Es posible clasificar a las
nulidades en las siguientes categorías: ●actos de nulidad absoluta y actos de nulidad relativa
(artículos 387 y 388 del CCCN ); ●actos de nulidad total o parcial (artículo 389 del CCCN ).
Nulidades absolutas y nulidades relativas La distinción entre las de carácter absoluto y las
de carácter relativo responde a una causal de naturaleza sustancial, en tanto, para poder
determinar frente a qué tipo de nulidad nos encontramos, es necesario verificar el interés
jurídico lesionado por el vicio. En esta línea, en los supuestos de nulidades absolutas, el vicio
que afecta al acto jurídico que se reputa inválido lesiona un interés general, es decir, que se
encuentra de por medio el orden público (a diferencia de los casos de nulidades relativas, en
los cuales se afecta un interés particular, individual de los sujetos que forman parte del
negocio jurídico). Así, la nulidad absoluta ha sido establecida por el legislador en defensa del
orden público, para proteger el orden social y las buenas costumbres y, al contrario, la
nulidad es relativa cuando solo se está afectando el interés particular de algunos de los
contratantes. Esta clasificación tiene incidencias prácticas, pues, en relación con la forma de
su declaración, la nulidad absoluta puede ser declarada de oficio por el juez sin que medie
petición de parte. También puede ser solicitada por el Ministerio Público y por cualquier
interesado, salvo quien haya dado lugar a la nulidad (artículo 387 del CCCN ). En cambio, en
los casos de nulidad relativa, la situación es diferente; al encontrarse de por medio intereses
particulares de las partes, la nulidad no puede ser declarada de oficio por el juez, sino que
corresponde que sea pedida por la parte en cuyo beneficio se establece. Excepcionalmente,
puede invocarla la otra parte, si es de buena fe y ha experimentado un perjuicio importante
(artículo 388 del CCCN28 ). Por otro lado, cabe señalar que el acto afectado por una nulidad
absoluta no es confirmable, en tanto, por estar de por medio un interés general, es la misma
sociedad la interesada en su invalidez, por lo que el acto podrá llevarse a cabo nuevamente
sin el vicio que afecta al anterior y sin que sea posible su confirmación. En cambio, si se trata
de una nulidad relativa, al estar en juego un interés de carácter particular, el vicio del que
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adolece el acto jurídico sí puede ser confirmado; ello se consagra en el artículo 388 del
CCCN . Finalmente, decimos que la acción que deriva de la nulidad absoluta es
imprescriptible, mientras que la nulidad relativa puede sanearse por prescripción. Nulidades
totales y parciales Teniendo en cuenta como criterio de distinción el alcance de la sanción
de nulidad, podemos decir que estamos frente a una nulidad total cuando los efectos de
ineficacia se propagan a la totalidad del acto jurídico; y estamos frente a una nulidad parcial
cuando solo una cláusula o disposición resulta ineficaz, sin afectar la validez de aquellas
partes no alcanzadas por la nulidad. En esta línea, cabe tener en cuenta el artículo 389 del
CCCN, que dispone lo siguiente: Principio. Integración. Nulidad total es la que se extiende a
todo el acto. Nulidad parcial es la que afecta a una o varias de sus disposiciones. La nulidad
de una disposición no afecta a las otras disposiciones válidas, si son separables. Si no son
separables porque el acto no puede subsistir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad
total. En la nulidad parcial, en caso de ser necesario, el juez debe integrar el acto de acuerdo
con su naturaleza y los intereses que razonablemente puedan considerarse perseguidos por
las partes. 30 En este orden de ideas, se advierte que la nulidad parcial depende de que la
cláusula o disposición respecto de la cual se declara la invalidez sea separable de las otras
disposiciones, pues, de lo contrario, debe declararse la nulidad total. En efecto, la condición
para que un acto jurídico pueda ser solo parcialmente nulo, es que sus diversas disposiciones
o, mejor dicho, los diversos actos de disposición que él encierra, sean separables. En los
casos en los que pueda declararse solo la nulidad de alguna disposición y, por lo tanto,
subsista la eficacia del acto jurídico, el magistrado debe integrar el acto de acuerdo con la
naturaleza y los intereses que puedan considerarse perseguidos por las partes. Efectos de la
nulidad: entre partes y en relación con terceros Cabe estudiar ahora los efectos que la acción
de nulidad produce tanto respecto de las partes que intervienen en el negocio jurídico como
de los terceros. En primer lugar, el efecto propio que se deriva del análisis que hemos
efectuado se centra en la idea de que un acto jurídico, al ser declarado nulo, no podrá
producir los efectos normales que se tuvieron en cuenta al momento de celebrarlo. Es decir,
tiene como consecuencia privarlo de sus efectos como si nunca hubiere existido. Ahora bien,
el CCCN ha receptado, jurídicamente, este problema, analizando adecuadamente los efectos
producidos por la nulidad de los actos jurídicos en los artículos 390 a 392 . El artículo 390
del CCCN estipula la regla general en materia de efectos de la sentencia de nulidad de los
actos jurídicos, en cuanto dispone que la nulidad pronunciada por los jueces vuelve las cosas
al mismo estado en el que se hallaban antes del acto declarado nulo, y obliga a las partes a
restituirse mutuamente lo que han recibido. Efectos de la nulidad entre las partes Ahora
bien, con respecto a los efectos que la nulidad del negocio jurídico genera en relación con las
partes contratantes, es preciso diferenciar si nos hallamos en supuestos en los cuales el acto
defectuoso tuvo principio de ejecución o no. Así, si el acto no fue ejecutado, una vez dictada
la sentencia que declare su nulidad, las partes no podrán exigir o demandar su cumplimiento.
En cambio, si el acto jurídico tuvo principio de ejecución o se ejecutó en su totalidad, al
declararse su invalidez corresponde la aplicación del artículo 390 del CCCN; las partes
deben restituirse mutuamente lo obtenido en virtud del acto anulado, con el fin de volver las
cosas al estado anterior al del acto inválido. Por otro lado, debemos señalar que una o ambas
partes del acto nulo por sentencia pueden haber sufrido daños como resultado de la invalidez
del acto jurídico; daños materiales y aun morales, que es preciso reparar para lograr que la
situación jurídica de las partes retorne al estado anterior a la celebración del acto. En esta
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línea, el artículo 391 del CCCN expresa: “Hechos simples. Los actos jurídicos nulos, aunque
no produzcan los efectos de los actos válidos, dan lugar en su caso a las consecuencias de los
hechos en general y a las reparaciones que correspondan”.33 Desde esta perspectiva,
analizando los efectos con miras al futuro, por más que el acto sea declarado nulo y, con ello,
se impida la producción de los efectos propios que se tuvieron en cuenta al momento de
celebrarlo, en función de la norma transcrita, se considera el negocio jurídico anulado como
un acto ilícito o hecho jurídico en general. Por este motivo, corresponde indemnizar los
daños y perjuicios que hayan ocasionado, en tanto se genera la obligación de reparar el daño
causado. Es decir, que, además de la restitución, se estipula la indemnización de daños y
perjuicios como acción complementaria. Efectos de la nulidad frente a terceros Es necesario
precisar que la declaración de nulidad de un determinado acto jurídico puede generar efectos,
no solo en relación con las partes, sino también con respecto a terceros. Así, el artículo 392
del CCCN dispone lo siguiente: Efectos respecto de terceros en cosas registrables. Todos los
derechos reales o personales transmitidos a terceros sobre un inmueble o mueble registrable,
por una persona que ha resultado adquirente en virtud de un acto nulo, quedan sin ningún
valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero, excepto contra el subadquirente de
derechos reales o personales de buena fe y a título oneroso. Los subadquirentes no pueden
ampararse en su buena fe y a título oneroso si el acto se ha realizado sin intervención del
titular del derecho. 34 Se advierte que el problema se genera en relación con los
subadquirentes, es decir, aquellas personas que, en función de un acto jurídico celebrado
entre las partes, que es nulo, adquirieron un derecho real o personal, y se genera el problema
en torno a si recae sobre ellos la obligación de restituir lo que hubiesen recibido en función a
dicho acto. En esta línea, el efecto retroactivo de la sentencia de nulidad, que constituye la
regla general en materia de efectos, no solo resulta aplicable en relación con las partes del
negocio jurídico, sino también con respecto a los terceros. Es decir, se aplica el efecto
retroactivo de la sentencia de nulidad respecto de los terceros en cosas registrables. El tercero
a quien el adquirente por acto nulo ha transferido la propiedad de una cosa registrable y otro
derecho sobre la materia, es alcanzado por la sentencia de nulidad y privado de esos
derechos. Ahora bien, el artículo 392 establece una limitación a la obligación de restitución
que recae sobre los terceros. Respecto de terceros subadquirentes de derechos reales o
personales sobre cosas registrables, de buena fe y a título oneroso, no procede la obligación
de restitución. Cabe precisar que, para que funcione tal protección de los subadquirentes de
buena fe y a título oneroso, es necesario que se cumplan ciertos recaudos: a) debe ser
invocada por un subadquirente, b) ha de referirse a derechos reales o personales sobre
inmuebles o muebles registrables, c) título oneroso y d) buena fe. La falta de alguno de los
requisitos antes mencionados significa volver al principio general establecido y, en
consecuencia, el subadquirente estará obligado a la restitución de la cosa registrable al primer
enajenante. Por último, el precepto mencionado recepta los casos en que la transmisión de la
cosa haya sido otorgada por quien no es el titular del derecho de propiedad ni se encuentra
legitimado para representarlo. Es decir, aquellos supuestos en que el verdadero propietario no
participa de la transmisión al adquirente. En estos casos, el subadquirente de buena fe y a
título oneroso no puede ampararse en la protección, pues la primitiva enajenación ha sido
realizada por quien no era su propietario.

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4. 2. 3. Confirmación Definición. Requisitos de procedencia La confirmación es una
especie de convalidación de un acto jurídico inválido sujeto a una causal de nulidad relativa.
Es un negocio integrativo, unilateral, no recepticio, de declaración o de actuación, otorgado
por aquel a quien corresponde el derecho de demandar la nulidad del acto y que está en
condiciones de concluir, válidamente, el negocio principal. Además de la confirmación,
existen otras especies de convalidación, como la ratificación (artículo 369 del CCCN), la
conversión (artículo 384 del CCCN ), y la prescripción liberatoria (artículo 2554 y siguientes
del CCCN). En términos generales, la ratificación es una declaración de voluntad del
representado que suple los defectos de representación, y que vendrá a purgar los defectos de
que adolezca un acto llevado a cabo por un representante vicioso. En relación con la
conversión, decimos que, cuando se trata de un negocio jurídico formal, no solemne o de
solemnidad relativa, y las partes omiten darle la forma que se requiere por el ordenamiento
jurídico, no por ello se acarrea la nulidad del acto, sino que el ordenamiento le reconoce la
eficacia de otro negocio jurídico con requisitos formales menores. Tal es el caso que veíamos
cuando estudiábamos “la forma de los actos jurídicos”, de la transmisión de un inmueble por
boleto privado de compraventa. Si bien la ley ordena que se realice por escritura pública, la
transmisión por boleto privado de compraventa no provoca la nulidad del acto jurídico, sino
que impone en cabeza del otorgante la obligación de escriturar. En otro orden de ideas, la
prescripción liberatoria importa la convalidación del acto viciado en virtud del no ejercicio
de la acción tendiente a demandar la declaración de nulidad. Ahora bien, el artículo 393 del
CCCN recepta la confirmación y dispone: Requisitos. Hay confirmación cuando la parte que
puede articular la nulidad relativa manifiesta expresa o tácitamente su voluntad de tener el
acto por válido, después de haber desaparecido la causa de nulidad. El acto de confirmación
no requiere la conformidad de la otra parte. 38 En relación con los requisitos para que
proceda la confirmación, decimos que debe tratarse de actos inválidos por vicios que causan
nulidad relativa, pues en ella solo se encuentran afectados intereses particulares; no así en los
actos con vicios de nulidad absoluta, que son inconfirmables, pues está de por medio el
interés general. a) Basta la voluntad de la persona facultada para confirmar, sin que sea
necesaria la conformidad de la otra, por lo que, una vez manifestada la voluntad de
confirmar, es irrevocable y no puede argumentarse la falta de aceptación de la otra parte. b)
La causal de nulidad debe haber desaparecido. Es decir, el defecto que afectaba la validez del
acto jurídico no debe subsistir. Por ejemplo, el menor de edad no puede confirmar por sí
mismo un acto jurídico hasta alcanzar la mayoría de edad. c) El acto de confirmación no debe
adolecer, a su vez, de otra causal de nulidad: de ser idóneo el acto de confirmación, no sería
idóneo para otorgar eficacia definitiva al acto inválido que se pretende confirmar. d) El sujeto
debe estar legitimado para confirmar: están facultados para confirmar los actos jurídicos los
mismos sujetos que se encuentran legitimados para solicitar la nulidad relativa (artículo 388
del CCCN ). Diferencias con la conversión Tal como hemos señalado, la conversión y la
confirmación son modos de convalidación del acto jurídico. a) Ahora bien, la conversión
procede en aquellos supuestos en los que el negocio fue celebrado con una forma
insuficiente, pero valdrá como causa fuente de la obligación de elevarlo a la forma legal. Es
decir, se constituye una obligación de hacer que, en caso de no cumplirse, podrá ser
demandada judicialmente. b) Para que proceda la conversión, es necesario que concurran dos
requisitos: c) que el acto nulo reúna los requisitos de forma y sustancia de otro acto (requisito
objetivo); d) que las partes hubieran querido al otro acto de haber previsto la nulidad
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(requisito subjetivo). Forma De acuerdo con la forma, la confirmación puede ser expresa o
tácita. La confirmación expresa es la que resulta de la manifestación expresa de la voluntad
del sujeto legitimado para confirmar, y se realiza mediante un acto escrito, ya sea un
instrumento público o privado. Para que opere la confirmación expresa, deben
cumplimentarse los siguientes requisitos: a) el instrumento en el que conste la confirmación
debe reunir las formas exigidas para el acto que se pretende confirmar. Este recaudo solo es
exigible a los actos jurídicos formales solemnes. No es necesario que el acto de confirmación
sea otorgado de la misma forma que el acto que se confirma, por lo que la confirmación
puede hacerse por cualquier clase de instrumento. b) La mención de la causa de la nulidad y
su desaparición: el instrumento por el que se confirma el acto debe contener la mención
precisa de la causa de la nulidad, y se debe dejar constancia de su desaparición. c) La
voluntad de confirmar el acto: se trata de expresar el propósito puntual de renunciar al
derecho de invocar la nulidad relativa, es decir, de impugnar el acto. El acto de confirmación
debe contener indicaciones precisas que individualicen al sujeto legitimado para confirmar, a
los fines de no dejar lugar a dudas. Por otro lado, la confirmación también puede ser tácita.
De acuerdo con el artículo 394 del CCCN: “La confirmación tácita resulta del cumplimiento
total o parcial del acto nulo realizado con conocimiento de la causa de nulidad o de otro acto
del que se deriva la voluntad inequívoca de sanear el vicio del acto”. Así las cosas, la
confirmación tácita es la que resulta de otros actos y hechos de los cuales se derive la
voluntad inequívoca de sanear el vicio del acto. Por ejemplo, el pago voluntario total o
parcial, o la ejecución voluntaria de un convenio prestando el consentimiento. Para que opere
este tipo de confirmación, se requiere: a) que la causa o causas de la nulidad hayan cesado; b)
que no concurra en el acto de confirmación tácita ninguna otra causal que pueda producir su
nulidad; c) que la parte confirmante tenga pleno conocimiento del vicio del que adolecía el
acto, d) que tenga, inequívocamente, intención de repararlo. Efectos El artículo 395 del
CCCN dispone: Efecto retroactivo. La confirmación del acto entre vivos originalmente nulo
tiene efecto retroactivo a la fecha en que se celebró. La confirmación de disposiciones de
última voluntad opera desde la muerte del causante. La retroactividad de la confirmación no
perjudica los derechos de terceros de buena fe. De la norma transcrita surge que la
confirmación tiene efecto retroactivo al día en que tuvo lugar el acto. Así, si el acto se ejecutó
o tuvo principio de ejecución, la confirmación impide que el acto sea impugnable en el
futuro; en cambio, si no se ejecutó, luego de la confirmación se podrá exigir el cumplimiento.
Por otro lado, en las disposiciones de última voluntad, la confirmación opera desde la muerte
del causante, pues es la fecha a partir del cual tales disposiciones adquieren eficacia. Por
último, la norma establece que el efecto retroactivo de la confirmación no perjudica los
derechos de los terceros, es decir, que dicho efecto les es inoponible. Los terceros protegidos
son los sucesores a título singular de derechos reales transmitidos válidamente por quien
pudo demandar la nulidad en el período transcurrido entre la celebración del acto inválido —
ya cesada la causal de invalidez— y su confirmación; en relación con estos terceros, la
confirmación es inoponible. Por ejemplo, cuando una persona ha confirmado en la mayor
edad la venta de un inmueble hecha en la minoridad, esta confirmación no tiene efecto
respecto de un segundo adquirente al cual, el que era menor, hubiese traspasado la propiedad
siendo mayor y antes de la confirmación de la primera venta. Finalmente, debe señalarse que,
en cuanto a los acreedores de la parte que confirma el acto inválido, quedan alcanzados por el

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efecto retroactivo de la confirmación y, por ende, excluidos de la salvedad que consagra el
último párrafo del artículo.
4. 2. 4. Inoponibilidad Definición. Efectos La inoponibilidad implica la existencia de
vicisitudes extrañas al negocio jurídico que se producen con posterioridad a su constitución.
Presupone un acto válido y está enderezada a la protección de los terceros, por lo que la
privación de los efectos es solo relativa. En esta línea, la inoponibilidad es un supuesto de
ineficacia que implica que el acto jurídico es válido y eficaz entre las partes, pero no produce
efectos frente a determinados terceros, protegidos por la ley. En efecto, es la sanción
establecida por la ley a un acto válido en sus comienzos, pero que se torna ineficaz por
incumplimiento de algún requisito adicional que le es exigido por la ley para la producción
plena de sus efectos, especialmente en relación con determinados terceros interesados. Desde
esta perspectiva, es correcto diferenciar este concepto de la nulidad, en tanto, si bien ambos
configuran supuestos de ineficacia, en la inoponibilidad, como ya dijimos, el acto jurídico es
perfectamente válido entre las partes, pero no produce efectos respecto de terceros, salvo en
los casos previstos por la ley, en función de una causa extrínseca o posterior a la celebración
del acto. En este sentido, constituye una ineficacia funcional y relativa. Por su parte, en los
supuestos de nulidad, el acto no solo es ineficaz respecto de los terceros, sino también en
relación con las partes, en tanto la privación de efectos se produce por un defecto existente en
la estructura misma del acto y desde su origen, es decir, desde el momento mismo de su
celebración, constituyendo una ineficacia estructural y absoluta. Se alude a dos tipos de
inoponibilidad: la inoponibilidad positiva, en los casos de actos válidos y eficaces en general,
pero ineficaces frente a ciertos terceros (por ejemplo, el acto fraudulento es inoponible al
acreedor que triunfó en la acción de declaración de inoponibilidad, como consta en el artículo
342 del CCCN ); y la inoponibilidad negativa, cuando es inválido o ineficaz entre partes,
pero esa ineficacia no es oponible frente a ciertos terceros (por ejemplo, en el supuesto que
prevé el artículo 392 del CCCN , que impide hacer valer la nulidad frente al subadquirente a
título oneroso de buena fe). Efectos Hemos explicado que la inoponibilidad priva al acto
jurídico de eficacia solo en relación con determinados terceros a quienes la ley brinda
protección; pero el acto inoponible es válido y eficaz erga omnes (entre las partes y en
relación con terceros en general), salvo aquellos terceros prefijados por la ley (terceros
interesados). Oportunidad para invocar la acción La inoponibilidad puede hacerse valer en
cualquier momento, sin perjuicio de la otra parte a oponer la prescripción o la caducidad
(artículo 397 del CCCN). Así, el tercero interesado puede recurrir a la justicia para hacer
cesar los efectos propios del acto que lo perjudica, ya sea por vía de acción o de excepción.
La acción de inoponibilidad es prescriptible. Por ejemplo, en el caso de la declaración de
inoponibilidad en el fraude, la acción prescribe a los dos años desde que se conoció o pudo
conocer el vicio del acto, por lo que, intentada la acción después de ese plazo, se podrá
interponer la defensa de prescripción. La acción de inoponibilidad es renunciable y el acto
inoponible puede sanearse y tornarse plenamente eficaz. Por ejemplo, el instrumento privado
sin fecha cierta es inoponible a los terceros (artículo 317 del CCCN), pero, por ejemplo, una
vez presentado en juicio, adquiere fecha cierta y se torna oponible a terceros.

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