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Introducción
El ACV es una condición médica que ocurre cuando una parte del cerebro no recibe
suficiente oxígeno y nutrientes debido a una interrupción en el flujo sanguíneo. Esto puede ser
causado por un bloqueo o ruptura en un vaso sanguíneo del cerebro.
Es importante destacar que muchos casos de discapacidad y mortalidad por ACV son
prevenibles, y que los factores de riesgo comunes para el ACV incluyen la hipertensión arterial,
la diabetes, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la falta de actividad física y una dieta
poco saludable. Por lo tanto, es fundamental abordar estos factores de riesgo y buscar atención
médica de inmediato si se sospecha que alguien puede estar sufriendo un ACV (OMS, 2018).
El cerebro es un órgano complejo y fascinante que controla todas las funciones de nuestro
cuerpo y mente. Está formado por distintas regiones que tienen roles específicos en el
procesamiento de la información y la regulación de las actividades vitales. La corteza cerebral es
la capa más superficial del cerebro y se ocupa de funciones cognitivas avanzadas como el
razonamiento y la memoria. El tronco cerebral es la parte más antigua y se ocupa de funciones
básicas como la respiración y el latido del corazón.
Desde el punto de vista fisiológico, el cerebro necesita un flujo sanguíneo constante para
obtener oxígeno y nutrientes que lo mantengan funcionando correctamente. Si este flujo
sanguíneo se corta, las células cerebrales pueden empezar a morir en pocos minutos, lo que puede
provocar daño cerebral irreversible.
La fisiopatología del ACV puede ser de dos tipos: isquémico y hemorrágico. El ACV
isquémico ocurre cuando un coágulo o trombo que bloquea un vaso sanguíneo en el cerebro,
impidiendo el flujo sanguíneo. Mientras que el ACV hemorrágico ocurre cuando un vaso
sanguíneo se rompe y sangra en el cerebro. Ambos tipos de ACV pueden ser mortales si no se
tratan adecuadamente.
Por otro lado, la fisiopatología del ACVi implica la formación de un coágulo en un vaso
sanguíneo del cerebro. Este coágulo puede originarse en una arteria cercana (trombosis) o puede
provenir de otra parte del cuerpo y ser transportado hasta el cerebro (embolia). El bloqueo de un
vaso sanguíneo provoca una disminución o detención del flujo sanguíneo, lo que priva a las
células cerebrales de oxígeno y nutrientes.
El diagnóstico del ACV se basa en una evaluación clínica y en pruebas de diagnóstico por
imágenes, como la tomografía computada (TC) o la resonancia magnética (RM). La TC es una
herramienta útil para detectar la presencia de coágulos o lesiones en el cerebro y puede ayudar a
guiar el tratamiento.
El tratamiento del ACVi debe ser lo más temprano posible para maximizar las
posibilidades de recuperación. El objetivo principal del tratamiento es restablecer el flujo
sanguíneo en el cerebro y prevenir la formación de nuevos coágulos. Los tratamientos pueden
incluir medicamentos anticoagulantes, trombolíticos y antiplaquetarios, y en algunos casos, se
puede requerir una intervención quirúrgica.
Los factores de riesgo para el ACV incluyen la hipertensión arterial, el colesterol alto, la
diabetes, el tabaquismo, la obesidad y la falta de actividad física. También hay factores de riesgo
no modificables como la edad, el género y la historia familiar de ACV.
El ACV es una afección grave que puede tener consecuencias devastadoras. Es importante
conocer los factores de riesgo y buscar tratamiento de emergencia si se sospecha de un ACV. La
prevención y el tratamiento temprano son clave para minimizar el daño cerebral y mejorar el
pronóstico del paciente.
II. Marco Teórico
La OMS (2018) define al accidente cerebro vascular como “un síndrome clínico que
consiste en signos de rápido desarrollo de trastornos neurológicos focales (o globales en caso de
coma) de la función cerebral, que duran más de 24 horas o conducen a la muerte, sin una causa
aparente que no sea una enfermedad vascular” (Duarte Vera et al., 2022, p.2).
A nivel mundial, los ACV son la segunda causa de muerte después de las enfermedades
cardíacas, convirtiéndose en una de las principales causas de discapacidad permanente, es decir,
la prevalencia de mortalidad, morbilidad y discapacidad a causa de un ACV va en aumento de
manera alarmante en todo el mundo (Fekadu et al ., 2019, p.2).
En este caso, De la Garza et al. (2018, p. 875), explica que la enfermedad vascular
cerebral isquémica se presenta en el 80% de los casos y es consecuencia de la oclusión de un
vaso, el cual puede tener manifestaciones permanentes, implicando un daño neuronal irreversible.
De igual manera, en la enfermedad vascular cerebral isquémica transitoria es el ataque isquémico
transitorio (AIT) donde no ocurre un daño neuronal permanente.
Entre los principales factores de riesgo que aumentan la prevalencia de presentar un ictus
o accidente cerebrovascular se pueden clasificar en modificables y no modificables. Por lo cual,
entre los factores de riesgo no modificables tenemos la edad, el sexo, los antecedentes familiares
y la raza/etnicidad, mientras que entre los factores de riesgo modificables tenemos la
hipertensión, el tabaquismo, la dieta y la inactividad física (Fekadu et al ., 2019).
Es por ello, que el riesgo de sufrir un ACV es 1.25 (Calderón et al ., 2021, p.57) veces
mayor en la población masculina que en las personas de sexo femenino, no obstante, a pesar de
que existe menor tasa de mortalidad, las secuelas motoras y sensitivas producen invalidez,
afectando la salud de la persona que lo padece si no es atendido a tiempo.
4.1.2. Clasificación
El ACV es una patología que se caracteriza por causas sintomatología neurológica que
tiene alto impacto a nivel de salud pública debido a su incidencia, mortalidad y grado de
discapacidad que provoca. Los accidentes vasculares provocan interrupción focal y repentina de
la irrigación sanguínea al territorio cerebral. (Yanchapanta, 2022).
Los accidentes vasculares pueden ser clasificados en isquémicos por obstrucción de los
vasos sanguíneos que irrigan al cerebro los cuales tienen mayor incidencia y hemorrágicos
menos frecuentes, siendo resultados de la rotura vascular cerebral. (Yanchapanta,2022)
4.1.2.1. Hemorrágico
Para Salas et al. (2019, p.187) el ACV hemorrágico corresponde a un 20% de los casos
de accidentes vasculares, caracterizándose por una rotura de un vaso sanguíneo
intraparenquimatoso son aparición aguda con sintomatología como cefalea, náuseas, vómitos,
compromiso de conciencia y déficit neurológicos focales definidos por la zona de sangrado. Los
ACV hemorrágicos son clasificados a su vez por intraparenquimatosos y subaracnoideos.
Araujo (2019, p. 29) explica que la Hemorragia subaracnoidea es una patología menos
frecuente, pero con mayor morbilidad y mortalidad, producida por un taponamiento hemático del
espacio subaracnoideo entre la aracnoides y piamadre. Patología la cual es causada por
aneurismas y malformaciones arteriovenosas en un 70 – 90 % (Araujo, 2019, p. 29) y otras
causas poco frecuentes como abuso de drogas, tumoraciones sangrantes, vasculitis y trastornos de
la coagulación.
Además para cuantificar la gravedad del estado del paciente se utilizan las escalas Hunt-
Hess y la escala de la World Federation of Neurosurgeons (WFNS), mientras que, para evaluar la
distribución y el tamaño de la hemorragia se utiliza la escala de Fisher.
4.1.2.4. Isquémico
4.1.3. Epidemiología
El ACV es una enfermedad grave y común en todo el mundo y en Chile es una de las
principales causas de muerte y discapacidad en la población adulta (Hospital Carlos Van Buren,
s.f).
En Chile las enfermedades cerebrales vasculares son la primera causa de muerte, así como
la causa específica de años de vida ajustados por discapacidad perdidos en mayores de 74 años
(Roa et al., 2019, p. 2). Es por ello que, la tasa de mortalidad en Chile por ACV para el año 2015
fue de 47,1 por cada 100 000 habitantes (Roa et al., 2019, p. 2).
Para Baldessari et al. (2022, p. 74), el ACV es la principal causa de muerte en Chile según
el Ministerio de Salud, con 24.964 casos nuevos anuales. De igual manera, OMS resalta que, en
el año 2017, 15 millones de personas sufrieron un ataque cerebral, de las cuales 5 millones
fallecieron y 5 millones presentaron discapacidad permanente, convirtiéndose en un gran desafío
para el sistema de salud público no solo a nivel nacional sino también a nivel mundial debido a
las cifras de muerte prematura, y los años de vida saludable perdidos por la discapacidad que
genera, lo que conlleva al deterioro de su calidad de vida.
Las tasas de incidencia, prevalencia, y mortalidad son indicadores epidemiológicos
importantes que permiten medir el estado de salud de las poblaciones. Estos indicadores son
fundamentales para entender el impacto que tienen las enfermedades y diseñar estrategias
eficaces de prevención y tratamiento de los mismos.
4.1.3.1. Incidencia
Según Feigin et al. (2021, p. 801) el ACVi constituye el 62.4% de todos los nuevos casos
de ACV. El ACVi posee una incidencia absoluta en el mundo de 7.63 millones; 88% más que en
1990 y una tasa de 94.51 por cada 100.000 habitantes (Feigin et al., 2021, p. 798). Para Saini et
al. (2021, p. 7) la evolución de la tasa incidencia tiene una tendencia al aumento con 11.6
millones de casos en el año 2010 a 13.7 millones en el año 2016. De acuerdo al mismo autor ,
Saini et al., (2021, p. 7), el porcentaje de incidencia desde 1990 a 2010 aumentó en un 37%.
El estudio Saini et al. (2021, p .7) indica que mundialmente, en los Estados Unidos se
estiman alrededor de 795,000 casos nuevos de ACV, de los cuales 610,000 son de pacientes con
su primer ACV, es posible esperar que para el año 2030 ocurran 3.4 millones de casos nuevos en
la población adulta del país.
De acuerdo al estudio antes mencionado de Saini et al. (2021, p. 10) en la India se estima
que la tasa de incidencia de los ACV por año tiene un rango que va desde los 105 a 152 por cada
100,000 habitantes usando datos de China recolectados entre los años 1992 a 2014, la tasa de
incidencia para pacientes con su primer ACV resultó en 297 por cada 100,000 habitantes , de los
cuales el ACVi lidera entre los tipos de ACV que se tasa en el 87% de los casos mundialmente.
Si bien los casos de ACV crecen de manera continua desde los 50 años, se valoran porcentajes de
ACV en población joven que tienen entre los 18 y 50 años que van desde los 10%-15%.
En América del Sur los datos escasean, siendo una preocupación latente razón del
continuo envejecimiento de la población, lo que aumenta el riesgo de ACV isquémico y con ello
la carga al sistema de salud de cada país.
Según un estudio publicado en Argentina, Pigretti et al. (2019, pp. 2), se obtuvo que la
incidencia en la provincia de buenos aires de ACVi es de 78.9 casos por cada 100.000
habitantes/año en el primer ACVi que sufría un paciente; la incidencia para ACV en general fue
de 160 por cada 100.000 habitantes/año.
Por otro lado, en Chile, el estudio de (Lavados et al., 2005, p. 2208) (Figura 1) encontró
que la incidencia por cada 100.000 habitantes de los pacientes con su primer ACV fue de 97.4,
siendo 86,5 en mujeres y 103,2 en hombres. Por su parte, el ACVi fue de 87.3 por cada 100.000
habitantes siendo el ACV más registrado (Lavados et al., 2005, p. 2208).
Un estudio más reciente con datos obtenidos entre 2015 y 2016 (Lavados et al., 2021, p.
344) se encontró que de un total de 890 pacientes registrados con su primer ACV, el (72%) fue
un ACVi es decir, 639 pacientes por lo cual, se concluye que la tasa de incidencia fue de 180,4
pacientes dentro del estudio, los cuales son ajustados a la población Chilena, concluyendo con
una incidencia de 163,4 por cada cien mil habitantes.
Figura 1: Incidencia entre los años 2000 a 2002, Adaptado de Lavados et al. (2005, p. 2208)
Nota: ACV isquémico en Iquique: Incidencia por grupos de edad en pacientes con primer ACVi
entre 2000-2002.
En el año 2018 según Novoa Rodriguez et al. (2021, p. 8) se contaron 30.313 egresos
hospitalarios de los cuales aproximadamente el 80% fueron de tipo ACVi, obteniendo un
estimado de 24,250 casos incidentes de ACVi en tal año. Los datos según el MINSAL (2022) se
registraron 29.542 egresos hospitalarios por ACV sin especificar el tipo.
Nota: Incidencia de casos totales registrados entre 2003-2007 con datos de casos totales
registrados por año.
4.1.3.2. Prevalencia
En torno y según aspecto mundial, las cifras de ACV isquémico han crecido durante las
últimas décadas. En el contexto, y usando un estudio con datos obtenidos entre los años 1990 a
2013 (Krishnamurthi et al., 2015, p. 192) con un margen de error de 95%, se estima que la
prevalencia de ACV isquémico en países en vías de desarrollo en los años 1990 fueron de
1,724,774, en 2013 los números crecieron hasta los 3,214,108 lo que señala un crecimiento del
86.3%.
Por lo cual según (Krishnamurthi et al., 2015, p. 192) en países desarrollados el
crecimiento es similar con un 94.8% de aumento entre los 2,076,621 de casos registrados en 1990
y los 4,044,107 de 2013, entorno a lo global, se da a conocer que en 1990 la prevalencia se estima
en 3,801,396 y en 2013 de 7,258,216.
Con datos obtenidos entre los años 2003 a 2007 que toma en cuenta la edad (Hoffmeister
et al., 2013, p. 466), se analiza la incidencia de accidentes cerebrovasculares en pacientes
hospitalizados en Chile, distribuida en diferentes grupos etarios. Los resultados del estudio
revelan que la incidencia de accidentes cerebrovasculares aumenta significativamente con la
edad, siendo más prevalente en individuos mayores. En la población hasta los 60 años se
registraron 10.879 casos, mientras que entre los 61 y 70 años los pacientes aumentaron hasta los
11.959. En el grupo de 71 a 80 años se aprecia un aumento significativo en los casos registrados,
con 16.314 casos respectivamente. Luego, en el grupo de más de 80 años, se observa una
disminución en el número de casos con 11.978 (figura 3) lo que puede deberse a razones
multifactoriales.
Figura 3: La prevalencia repartidos en grupos de edad de pacientes con su primer ACVi
adaptado de Hoffmeister et al. (2013, p. 466).
Nota: Prevalencia de casos totales registrados anualmente entre los años 2003 a 2007 de forma
nacional
4.1.3.3. Mortalidad
La tasa de mortalidad por ACV es un indicador epidemiológico que mide la proporción de
personas que mueren por estar enfermas en una población en un período determinado . En Chile,
el ACV es la segunda causa de muerte después de las enfermedades cardíacas y la principal causa
de discapacidad adquirida en la población adulta (Instituto Nacional de Estadísticas de Chile
[INE], 2021).
La tasa de mortalidad de ACV en Chile según el MINSAL (2021) , fue de 59,33% en el
año 2007 al 41.37% por 100.000 habitantes el año 2017 mostrando un declive relativamente
notable de la mortalidad en tal década , por otra parte la tasa de sobrevida entre los años 2010 a
2017 fue del 78,7% a 84,6%.
Para Lavados et al. (2005, p. 2206) la tasa de letalidad a 30 días es del 23,3%, donde la
tasa de supervivencia es la proporción de personas que sobreviven después de haber tenido un
ACV isquémicos. Mundialmente la cifra de muertes por causa de ACVi entre países
desarrollados y en vías de desarrollo según el estudio de Krishnamurthi et al.,(2015,p.192) fueron
321,560 en el año 1990 mientras que en el año de 2013 fueron de 435,972 lo que significa un
aumento del 35.6%.
Además, Feigin et al. (2021, p. 798) menciona que la mortalidad absoluta de ACVi fue de
3,29 millones, siendo un aumento del 61% en comparación de 1990 y una tasa de mortalidad
absoluta del 43.5 por cada cien mil habitantes. El ACVi es responsable de aproximadamente 6,5
millones de muertes en el año 2019, lo que representa el 11% de todas las muertes en el mundo.
Tabla 2: Porcentaje de mortalidad con datos obtenidos entre los años 2003 a 2007 de pacientes
en la zona norte de Chile, adaptado de Hoffmeister et al. (2013, p. 466)
Hoffmeister et al. (2013, p. 466) realizo un estudio de 3958 pacientes con su primer ACV
isquémico en la zona norte del país, un 86.5% sobrevivió a los primeros 7 días, cifra que
disminuyo a los 30 días con un 78.8%, al año fue de 67.4% y a los 5 años la cantidad disminuyo
notablemente al 58.9%, teniendo como base el porcentaje restante, por lo que se puede considerar
como porcentaje de mortalidad a través del tiempo.
Las ECV son la tercera causa de muerte en Chile constituyendo una cifra de 8.437
defunciones en el año 2017 según el MINSAL (2020) en la fuente se contabilizaron 7.501
muertes en 2021 por ACV sin especificar el tipo. Por otro lado, Soto V. y Vanegas L. (2021, p.
554) indica que la cifra es de 7.991 (7,3% del total de mortalidad) fallecimientos en el año 2019.
Figura 4: Elaboración propia basado en las tasas de mortalidad por cada 100.000
habitantes en Chile entre los años 2000 y 2019 obtenidos de la OPS (2021)
Nota: Evolución de la tasa de mortalidad por cada 100.000 habitantes entre los años 2000 y 2019
en Chile.
La prevención del ACV es esencial para reducir la tasa de morbilidad y mortalidad de la
enfermedad. La identificación y el control de los factores de riesgo, así como la adopción de
hábitos saludables como la alimentación balanceada, el ejercicio físico regular y la reducción del
consumo de alcohol y tabaco son medidas importantes para prevenir el ACV y disminuir su tasa
de morbilidad y mortalidad.
4.1.4. Anatomía
El ACV es un síndrome clínico que abarca casi toda patología circulatoria del sistema
nervioso central, caracterizada por un desequilibrio entre el aporte y la demanda de oxígeno al
tejido cerebral secundario a alteraciones vasculares, generando así disfunción del tejido cerebral
(Pineda et al., 2022).
Desde el punto de vista anatómico, la circulación cerebral está suplida por las arterias
carótidas, las cuales aportan alrededor de 80% de la perfusión cerebral total y las arterias
vertebrales (Pineda et al., 2022, p. 22).
Es importante tener en cuenta que, la carótida común derecha surge del tronco
braquiocefálico, primera rama del cayado aórtico, mientras que la arteria carótida izquierda es
rama directa del cayado, las cuales se dividen en las carótidas interna y externa a nivel de C3-C4,
al ingresar al cráneo se ubica dentro del seno cavernoso y su orientación es anteroposterior,
terminando su recorrido medial en la apófisis clinoides anterior, en donde se divide en 3 ramas
importantes para la circulación cerebral (Pineda et al., 2022, p. 22).
Con relación a la ACM, Kim et al .(2019) explica que es la más grande y compleja de las
ramas que se originan de la arteria carótida interna; así mismo, su trayecto se divide en 4
segmentos entre los cuales se hace presente en Tabla 3:
Tabla 3: Tabla de segmentos de la arteria cerebral media según Kim et al. (2019)
Nota: La arteria cerebral media (ACM) es una de las principales arterias del cerebro humano, que
irriga varias regiones cerebrales. De acuerdo con el estudio de Kim et al. en 2019, la ACM se
compone de cuatro segmentos diferentes: M1: Segmento esfenoidal u horizontal, M2: Segmento
insular, M3: Segmento opercular y M4: Segmento cortical. Estos segmentos son esenciales para
entender la vascularización y las funciones de distintas áreas cerebrales. Esta clasificación ofrece
un marco para el estudio y el conocimiento de la anatomía cerebral.
En este sentido, las arterias perforantes y corticales son las encargadas de irrigar el
parénquima cerebral, siendo en la mayoría de los casos las primeras ramas del polígono
de Willis que penetran de manera directa el parénquima cerebral, mientras que las
corticales son ramas terminales de las arterias, ACM , ACA y ACP que forman una red
anastomótica sobre la superficie cerebral y penetran la corteza, la sustancia blanca subyacente
y las fibras irrigándolas (García et al., 2019).
En cuanto a las arterias corticales más profundas forman las arterias perforantes
superficiales, que participan en la vascularización del centro semioval (Pineda et al., 2022).
Cabe destacar que el territorio de la ACM abarca gran parte de la corteza cerebral y de los
ganglios basales, excluyendo al tálamo; no obstante, cuando se produce una oclusión proximal de
la ACM, como es en el segmento M1, el territorio comprometido en un ACVi es variable debido
al efecto de la circulación colateral que aportan otras arterias, lo que permite reducir el daño que
tendría debido al ACV (Kim et al., 2019).
Se debe considerar que la ACM es la arteria cerebral que mayor territorio supratentorial
irriga aproximadamente un 54%, siendo este alrededor de 4 veces más grande que los volúmenes
de la ACA y la ACP (Pineda et al., 2022, p. 23).
Es por ello, que se debe tener en cuenta que los límites entre los territorios de cada arteria
cerebral varían entre cada individuo dadas las diferencias en el desarrollo de las arterias
colaterales leptomeníngeas y la anatomía cortical.
Para Sotomayor et al., (2019), durante un ACV ocurre una disminución importante
del flujo sanguíneo debido a la obstrucción de algún vaso que irriga al cerebro, trayendo
como consecuencia disminución en el aporte de oxígeno, glucosa y nutrientes necesarios
para llevar a cabo y mantener el metabolismo neuronal.
De igual manera se produce una zona de infarto conocida como “core” y en esta la
gravedad de la isquemia es máxima y la depleción energética es casi total. Por otra parte, se
encuentra la zona de la penumbra, en donde existe un flujo residual y un déficit energético
que es menor, hay pérdida de las diversas funciones celulares dando lugar a una serie de
alteraciones bioquímicas con efectos nocivos, desencadenando la cascada isquémica (Lizano
et al., 2020).
Es importante tener en cuenta que, cuando se produce una isquemia del tejido
cerebral reduce o anula por completo el aporte de glucosa y oxígeno a las células afectadas,
impidiendo la producción mitocondrial de ATP. Es por ello, que esta depleción de ATP
impide el correcto funcionamiento de las bombas iónicas para mantener los
gradientes electroquímicos, permitiendo la salida de potasio y la entrada de sodio, calcio y
cloro a la célula, por lo que las neuronas se despolarizan liberando cantidades excesivas de
glutamato a las hendiduras sinápticas, que activa sus receptores induciendo el ingreso de
más calcio al interior de la célula, electrolito clave en la activación de mecanismos de
muerte celular como la autofagia, la apoptosis y las vías de necrosis; dicha entrada masiva
de electrolitos genera un gradiente osmótico que permite el ingreso de agua a las células,
produciendo un edema citotóxico. Por lo cual, el exceso de calcio induce disfunción
mitocondrial, generación de radicales libres y activación de las fosfolipasas y proteasas,
capaces de destruir las membranas y el citoesqueleto celular, generando su muerte (García et
al., 2019).
4.1.6. Etiología
Los Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVISA) y los Años de Vida Ajustados
por Discapacidad (DALYs) utilizado internacionalmente, son medidas similares de la carga de
enfermedad en una población y se utilizan para comparar el impacto relativo de diferentes
enfermedades o afecciones en la salud de la población. Ambos indicadores tienen en cuenta tanto
los años de vida perdidos por muerte prematura como los años de vida vividos con discapacidad.
Sin embargo, existen algunas diferencias metodológicas en cómo se calculan los AVISA
y los DALYs. Según explica Alvis y Valenzuela (2010, p. 83) cuando se refiere a la metodología
Disability Adjusted Life Years (AVAD o DALYs), se calculan sumando los años potenciales de
vida perdidos (APVP) con los años vividos con discapacidad (AVD), mientras que el indicador
AVISA se calcula sumando el número de años de vida perdidos por muerte prematura con los
años de vida vividos con discapacidad. (MINSAL, 2020).
La tasa de DALYs según Feigin et al. (2021, p. 798) en números absolutos es de 63.48
millones con un crecimiento del 57% con respecto a 1990 y una tasa estandarizada de edad por
100.000 habitantes de 798.8; en chile es de 315.1 a <433.4 por 100.000 habitantes.
Respecto a los factores de riesgo, existen dos tipos : factores no modificables y factores
modificables. Teniendo en cuenta los factores de riesgo por DALYs, de acuerdo al estudio de
Feigin et al. (2021, p. 806) para los países andinos de Latinoamérica dentro del cual se encuentra
Chile, se muestra la carga de los factores de riesgos en ambos sexos y estandarizados por edad en
2019 enumerados del 1 al 10 con los siguientes resultados:
1.- Hipertensión Arterial
2 .-Obesidad
3.- Diabetes
4.- Dislipidemia
5.- Contaminación por partículas en el aire ambiente
6.- Disfunción Renal
7.- Dieta alta en sodio
8.- Baja temperatura
9.- Tabaquismo
10.- Contaminación del aire en interiores debido al uso de combustibles sólidos en
hogares
Hipertensión Arterial
Según Martínez et al. (2022, p.152) la hipertensión arterial (HTA) es una afección en la
cual la Presión Arterial (PA) presenta una elevación constante con valores iguales o por encima
de los 140 Milímetros de mercurio (MmHg) de presión sistólica y 90 mmHg de presión
diastólica.
Anualmente, se presenta una incidencia de 200 casos por cada 100.000 habitantes y una
prevalencia de 700 casos por cada 100.000 habitantes. En Estados Unidos, por año, 795.000
individuos padecen alguna ECV, en otras palabras, cada cuarenta segundos se produce un
derrame cerebral. (Martínez et al, 2022, p. 153).
En Chile la sospecha de HTA fue del 27.6% con 27.5% en hombres y 27.6% en mujeres.
Según rangos de edad se encontró que entre los 15 y 24 años el porcentaje de HTA fue del 0.7%,
entre el rango 25 a 44 años fue del 10.6%, entre los 45 y 64 años la cifra aumenta notablemente
resultando en 45.1% , arriba de los 65 años la cifra sube hasta los 73.3%. (MINSAL, 2017).
Obesidad
Según OMS (2022) es un trastorno de origen multifactorial consistente en la acumulación
de grasa a niveles que pueden ser perjudiciales para la salud. Según Kernan y Dearborn (2015, p.
1435) lo datos existentes sobre la relación entre la obesidad y los ACV son abrumadoras, ya que,
un índice de masa corporal mayor a >30 kg/m2 aumenta el riesgo de sufrir un ACVi en un 70% a
comparación de una persona con 25 kg/m2.
El estado nutricional de la población se encontró que la tasa de sobrepeso en Chile fue del
39,8% con un 43,3% en los hombres y 36,4% en mujeres. La tasa de obesidad fue del 31,2% con
un 28,6% en hombres y 33,7% en mujeres, mientras que la tasa de obesidad mórbida fue del
3.2% con 1.7% para hombres y 4.7% en mujeres. (MINSAL, 2017).
Así mismo la obesidad puede desencadenar otros factores de riesgo como mediadores,
entre los factores de riesgo más conocidos se pueden encontrar como la diabetes y la hipertensión
arterial, que son factores de riesgos propensos a provocar alguna patología, por lo que la
combinación de estos puede elevar aún más el riesgo de sufrir un ACV. (Kernan y Dearborn,
2015, p. 1435).
Diabetes mellitus
Dislipidemia
Según Nieto-Cárdenas et al. (2022, p.90) la OMS, en 2011, estimó 2,6 millones de
muertes anuales tuvieron como factor de riesgo el colesterol elevado (≥190 mg/dl) y su
prevalencia en la población mundial para el 2008 era del 39%, 54% para Europa, 48% América,
30% Asia y 23% África.
Según Basith et al. (2022, pp. 2-5), la contaminación del aire está directamente
relacionada con la salud, especialmente con el material particulado de menos de 2.5 micras. Este
material se compone y tiene origen en tres tipos diferentes de partículas: las primarias,
compuestas por partículas de carbono de origen natural o de actividades humanas como la
combustión de combustibles fósiles, el humo del tabaco, la construcción, entre otros, por otro
lado, las secundarias compuestas por aerosoles naturales producidos por reacciones químicas con
precursores orgánicos e inorgánicos, y por ultimo las terceras partículas, compuestas de nitrato y
sulfato generalmente, que son producidas por los químicos emitidos por los automóviles y la
combustión del carbono, y que pueden contener metales pesados y químicos perjudiciales incluso
a corto plazo para la salud de las personas.
Según Basith et al. (2022, pp. 2-5), las partículas PM2.5 pueden provocar ACV de varias
maneras. Por un lado, pueden causar inflamación y estrés oxidativo en el cuerpo, lo que aumenta
el riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluyendo el ACV. Además, estas partículas pueden
penetrar en el cerebro y afectar su funcionamiento, lo que también puede aumentar el riesgo de
ACV. Se ha demostrado que la exposición a PM2.5 se asocia con un mayor riesgo de HTA , que
es un factor de riesgo importante para el ACV. En general, la exposición a largo plazo a
partículas PM2.5 puede contribuir al desarrollo de factores de riesgo para el ACV y aumentar la
probabilidad de sufrir un ACV.
Según la OMS (2021), los niveles de PM2.5 en La Serena y Coquimbo entre 2014 y 2022
han sido relativamente altos, superando los límites establecidos por la normativa chilena y la
OMS. La exposición a largo plazo a niveles elevados de PM2.5 se ha relacionado con un mayor
riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias entre otras. En particular, los datos de La
Serena se pueden encontrar en la figura 5, mientras que los datos de Coquimbo se pueden
encontrar en la figura 6 .
Figura 5: Valores anuales de pm 2.5 en μg/m3 en la Serena, adaptado del Ministerio del Medio
Ambiente, 2014-2022.
La Serena
18 16.8
16 15.5
13.6 13.7 13.4
14 13.1
12 11.6
10.8
10 10.3
10
0
Valor 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022
Normal
Figura 6: Valores anuales de pm 2.5 en μg/m 3 en Coquimbo, adaptado del Ministerio del Medio
Ambiente, 2014-2022.
Coquimbo
16 15.1
13.9 13.6
14 13
12.4
11.9 12
12
10.5 10.5
10
10
0
Valor 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022
Normal
Disfunción Renal
La disfunción renal es una afección médica que puede tener consecuencias graves para la
salud, incluyendo la aparición de enfermedades cardiovasculares como el ACV. Según Ovbiagele
et al. (2013, p. 3224), la disfunción renal se asocia con un mayor riesgo de ACV, especialmente
en pacientes con enfermedad renal crónica. La disfunción renal puede aumentar el riesgo de ACV
al contribuir a la hipertensión arterial, la inflamación y la disfunción endotelial, que son factores
de riesgo conocidos para el ACV .
El manejo de la disfunción renal puede ser fundamental para prevenir el ACV y otras
enfermedades cardiovasculares. De acuerdo con Tonelli et al. (2015, pp. 979-986), el tratamiento
de la disfunción renal con inhibidores del sistema renin-angiotensin-aldosterone-system (RAAS)
puede reducir el riesgo de ACV en pacientes con enfermedad renal crónica. Considerando el
control de los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión arterial, la diabetes y el
tabaquismo, puede ayudar a prevenir la aparición de ACV en pacientes con disfunción renal.
Dieta alta en sodio
De acuerdo con Wang et al. (2020, p. 9), consumir altas cantidades de sodio puede
incrementar en un 19% el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular. Esto se debe a los
efectos que produce el sodio en el organismo, como el aumento de la presión arterial y la
retención de líquidos.
Tabaco
La exposición al humo del tabaco tanto pasiva como activa son causas de morbilidad
y mortalidad cardiovascular. Entre los componentes químicos del tabaco como el monóxido de
carbono, la nicotina y los químicos oxidantes son responsables del desarrollo y progresión de los
efectos dañinos al endotelio vascular y la agregación plaquetaria. La nicotina genera un efecto
excitatorio en el sistema nervioso simpático el cual genera aumento de la presión arterial y la
frecuencia cardiaca a corto plazo sin embargo, dicho efecto no explica toda la asociación a largo
plazo entre el tabaquismo y las ECV. (Reyes et al., 2020).
Los ACV causados por el tabaquismo se relacionan por la disfunción de las arterias
periféricas provocando un proceso inflamatorio crónico que contribuye a los procesos
aterogénicos elevando los biomarcadores de la inflamación. Así mismo generan alteraciones en el
perfil lipídico que predisponen el desarrollo de aterosclerosis, principalmente debido a un
aumento en los triglicéridos y una disminución en el colesterol asociado a lipoproteínas de alta
densidad. (Reyes et al., 2020).
Edad
Sexo
En relación a este factor de riesgo los hombres tienen mayor riesgo de sufrir un ACV en
relación a las mujeres, la diferencia es menor cuando las mujeres ingresan a la menopausia ya que
el estrógeno una de las hormonas femeninas ayuda a proteger a las mujeres de las patologías
cardiovasculares. Luego de los 65 años el riesgo es aproximadamente igual. (Palacio, 2020, p.6).
Antecedentes familiares
La semiología del ACV isquémico es diversa y puede variar según la región del cerebro
afectada y la extensión del daño cerebral. Los síntomas pueden ser motores, sensitivos, visuales,
del lenguaje, cognitivos o de equilibrio. (Powers et al., 2019, p. 6).
Los síntomas motores incluyen debilidad o parálisis en un lado del cuerpo, conocida
como hemiparesia o hemiplejía, que puede afectar la cara, el brazo y/o la pierna (Powers et al.,
2019, p. 6). Los síntomas sensitivos pueden manifestarse como entumecimiento, hormigueo o
pérdida de sensibilidad en un lado del cuerpo (Campbell et al., 2019, p. 4). Los síntomas visuales
pueden incluir pérdida de visión en un ojo o en un campo visual, visión doble o dificultad para
reconocer objetos y caras (Powers et al., 2019, p. 7).
Los síntomas del lenguaje, como la afasia, pueden manifestarse como dificultad para
hablar, entender el habla, leer o escribir (Campbell et al.,2019, p.5). Los síntomas cognitivos
pueden incluir confusión, desorientación, problemas de memoria y dificultad para realizar tareas
complejas (Powers et al., 2019,p.8). Los síntomas de equilibrio pueden manifestarse como
mareos, inestabilidad al caminar, vértigo o coordinación anormal de los movimientos (Campbell
et al., 2019, p .6).
Es importante reconocer los síntomas del ACV isquémico de manera temprana para poder
actuar rápidamente y minimizar el daño cerebral y las posibles secuelas. La semiología del ACV
isquémico es amplia y puede variar de un paciente a otro, lo que hace que la identificación de los
síntomas sea un desafío en la práctica clínica (Powers et al., 2019, p.9).
El diagnóstico del ACV se proporciona como un caso clínico el cual se hace presente en
tres diversos aspectos principales como lo son ; la presencia de focalidad neurológica ; afectación
de un territorio arterial y ; ausencia de otra causa que explique el cuadro .
Si bien los síntomas de focalidad neurológica son un gran conjunto de síntomas que
dependen del territorio vascular afectado . En general corresponden a síntomas negativos, siendo
los principales : déficit motor, déficit sensitivo, déficit visuales y trastornos del lenguaje , sin
embargo no hay que olvidar otros síntomas no tan comunes que también pueden corresponder a
déficit focales como lo son el vértigo, mareos, temblor, alteraciones de la marcha y del equilibrio,
alteraciones de la conducta , entre otros. (Mayo Clinic, 2022)
Los síntomas se inician de forma súbita o con una progresión rápida, en el curso de
minutos a horas y son permanentes en el tiempo, sin fluctuaciones. Por lo cual la evaluación del
paciente se inicia según Lecturio et al.,(2022) con el ABCDE siglas en inglés para la evaluación
de vía aérea (airway), respiración (breathing), circulación (circulation) , déficit neurológico
(disability) y exposición (exposure), este es el principal enfoque de manejo utilizado en el
tratamiento de pacientes en estado crítico ) que siempre debe ser evaluado.
Posteriormente se debe hacer una anamnesis acotada para definir la presencia de síntomas
neurológicos y la presencia o no de otros síntomas acompañantes que nos guíen con el
diagnóstico diferencial. Se debe hacer especial énfasis en la hora de aparición de los síntomas ya
que será determinante en el manejo. (Mayo Clinic, 2022).
En el examen físico se debe constatar los signos vitales, el nivel de conciencia con la
escala de Glasgow o GCS y hacer énfasis en el examen neurológico. Dentro de la evaluación
inicial se debe llevar a cabo un ECG y el HGT, que deben realizarse a todo paciente con
sospecha de ACV. (MINSAL, 2013).
Según la Mayo Clinic (2022), el diagnóstico del accidente cardiovascular se basa en una
valoración por parte del especialista y, sobre todo, la realización de pruebas de neuroimagen
como lo son las siguientes pruebas a mencionar :
Tomografía computarizada (TC): Técnica de imagen que utiliza rayos X para crear
imágenes detalladas del cerebro. La TC es útil para detectar el tipo de ACV que tiene el
paciente (isquémico o hemorrágico) y para determinar el tamaño y la ubicación del
coágulo o la hemorragia.
4.1.8.1. Tratamiento
Para García (2019),entre los principales tratamientos que se deben indicar en un paciente
con un ACV se encuentran:
i. En cuanto a las ventanas de reperfusión para pacientes con ACV isquémico agudo,
se debe señalar que el tiempo de ventana para terapias de reperfusión se empieza a
contar a partir de la “última vez que fue visto normal” o cuando un testigo lo
cuantifica.
En cuanto a la prevención secundaria Sequeiros et al. (2020), explica que los tratamientos
que reducen el riesgo de recurrencia son la terapia antitrombótica y control de los factores de
riesgo causales como control de la presión arterial, frecuencia cardiaca/respiratoria, saturación de
oxígeno, temperatura y glicemia.
Todo paciente con sospecha de ACV se debe realizar un TAC de cerebro sin contraste lo
más rápidamente posible. Éste examen permite descartar con una alta sensibilidad y especificidad
la presencia de un ACV de origen hemorrágico, que se observa como una imagen hiperdensa que
se podrá observar de un color blanco, en el parénquima cerebral, se recomienda la toma del
examen en los primeros 20 minutos de llegada al centro médico con el objetivo de diferenciar el
ACV isquémico del hemorrágico. (Enfermería APS, 2018).
Una TC utiliza rayos X para tomar fotos del cerebro. Una TC de la cabeza es, por lo
general, uno de los primeros estudios que se realizan en el caso de un accidente cerebrovascular.
Una TC puede mostrar hemorragia en el cerebro o daños en las células del cerebro. La TC
también puede identificar otros problemas que pueden causar los síntomas del accidente
cerebrovascular. (García et al., 2022, pp. 6).
En el caso de tener disponibilidad y que no retrase el manejo, se puede realizar una RNM
cerebro protocolo stroke, que permite observar de forma precoz signos específicos de isquemia.
Sin embargo no es un examen ampliamente disponible y su realización demora según el
Ministerio de salud (2013) entre 20 a 30 minutos, mientras 20 segundos que demora realizar un
TAC cerebro, por lo cual requiere de un examen rápido y conciso en donde el paciente se
encuentre estable y tranquilo, por lo que la mejor opción, y más viable en torno a la patología es
el examen de Tomografía Computada. (MINSAL, 2013)
Según García et al. (2022, pp.6), la TC simple permite calcular el Alberta Stroke Program
Early Computed Tomography Score (ASPECTS), una escala cuantitativa para medir signos
tempranos, Para calcularlo se utilizan dos cortes axiales: el primero en los ganglios basales y el
segundo en los ventrículos laterales y se divide el territorio de la arteria cerebral media en diez
regiones
4.1.9.2. Protocolo
Todo paciente en sospecha de ACV isquémico agudo debe ser hospitalizado de manera
inmediata. En el caso que el lugar donde consultó no cuente con la posibilidad de acceder a un
neurólogo, imágenes como TC de cerebro sin contraste o unidad monitorizada, deberá ser
trasladado al centro más cercano que cumpla con requerimientos. ( Enfermería APS, 2018).
La hospitalización debe ser en una unidad especializada como pueden ser UTAC (unidad
de tratamiento del ataque cerebrovascular) o en una unidad de intermedio, si ésta no se encuentra
disponible.(MINSAL, 2013)
En las primeras horas el paciente debe permanecer en reposo absoluto, en régimen cero
esto para prevenir la aspiración, se debe administrar oxígeno solo en caso de saturación bajo el
límite y mantener con monitorización continua.(MINSAL, 2013).
El manejo de la hipertensión arterial en el ACV debe realizarse con precaución ya que PA
muy elevadas pueden aumentar el riesgo de sangrado y PA bajas o que disminuyen abruptamente
pueden empeorar la isquemia, especialmente en la zona de penumbra. ( Enfermería APS, 2018).
Protocolo urgencia
Después de contactar a emergencia o de la llegada de a está, el paramédico comenzará a
hacer los exámenes pertinentes . Primero se le preguntará al paciente o a un familiar sobre sus
síntomas y antecedentes médicos.
Luego se realizarán los estudios por imágenes para el accidente cerebro vascular ,
principalmente con el objetivo de que el médico pueda observar el cerebro, y así mostrar qué tan
grave fue el accidente cerebrovascular y la parte del cerebro donde puede haber ocurrido el ACV
tanto como también observar cuánto daño sufrió el paciente , para así dar conclusión o término a
las diversas observaciones , para luego brindar el tratamiento correspondiente . (MINSAL,
2013).
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