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I.

Introducción

El ACV es una condición médica que ocurre cuando una parte del cerebro no recibe
suficiente oxígeno y nutrientes debido a una interrupción en el flujo sanguíneo. Esto puede ser
causado por un bloqueo o ruptura en un vaso sanguíneo del cerebro.

En términos de epidemiología mundial, el accidente cerebrovascular (ACV) es una de las


principales causas de discapacidad y mortalidad en todo el mundo. Se estima que alrededor de 15
millones de personas sufren un ACV cada año y que más de 5 millones de personas mueren a
causa de un ACV (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2018).

En Chile, el ACV es la tercera causa de muerte y discapacidad, y se estima que ocurren


alrededor de 22,000 casos por año (Ministerio de Salud de Chile [MINSAL], 2020). La mayoría
de estos casos son isquémicos, lo que significa que son causados por un coágulo de sangre que
bloquea el flujo sanguíneo al cerebro.|

Es importante destacar que muchos casos de discapacidad y mortalidad por ACV son
prevenibles, y que los factores de riesgo comunes para el ACV incluyen la hipertensión arterial,
la diabetes, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la falta de actividad física y una dieta
poco saludable. Por lo tanto, es fundamental abordar estos factores de riesgo y buscar atención
médica de inmediato si se sospecha que alguien puede estar sufriendo un ACV (OMS, 2018).

El cerebro es un órgano complejo y fascinante que controla todas las funciones de nuestro
cuerpo y mente. Está formado por distintas regiones que tienen roles específicos en el
procesamiento de la información y la regulación de las actividades vitales. La corteza cerebral es
la capa más superficial del cerebro y se ocupa de funciones cognitivas avanzadas como el
razonamiento y la memoria. El tronco cerebral es la parte más antigua y se ocupa de funciones
básicas como la respiración y el latido del corazón.

Desde el punto de vista fisiológico, el cerebro necesita un flujo sanguíneo constante para
obtener oxígeno y nutrientes que lo mantengan funcionando correctamente. Si este flujo
sanguíneo se corta, las células cerebrales pueden empezar a morir en pocos minutos, lo que puede
provocar daño cerebral irreversible.
La fisiopatología del ACV puede ser de dos tipos: isquémico y hemorrágico. El ACV
isquémico ocurre cuando un coágulo o trombo que bloquea un vaso sanguíneo en el cerebro,
impidiendo el flujo sanguíneo. Mientras que el ACV hemorrágico ocurre cuando un vaso
sanguíneo se rompe y sangra en el cerebro. Ambos tipos de ACV pueden ser mortales si no se
tratan adecuadamente.

Si nos enfocamos solo en el Accidente Cerebrovascular Isquémico (ACVi), se podría


definir como una afección médica que ocurre cuando un coágulo sanguíneo bloquea un vaso
cerebral, impidiendo el flujo sanguíneo y provocando una falta de oxígeno y nutrientes en las
células cerebrales. Esta falta de suministro de sangre puede causar daño cerebral permanente o
incluso la muerte.

Por otro lado, la fisiopatología del ACVi implica la formación de un coágulo en un vaso
sanguíneo del cerebro. Este coágulo puede originarse en una arteria cercana (trombosis) o puede
provenir de otra parte del cuerpo y ser transportado hasta el cerebro (embolia). El bloqueo de un
vaso sanguíneo provoca una disminución o detención del flujo sanguíneo, lo que priva a las
células cerebrales de oxígeno y nutrientes.

El diagnóstico del ACV se basa en una evaluación clínica y en pruebas de diagnóstico por
imágenes, como la tomografía computada (TC) o la resonancia magnética (RM). La TC es una
herramienta útil para detectar la presencia de coágulos o lesiones en el cerebro y puede ayudar a
guiar el tratamiento.

El tratamiento del ACVi debe ser lo más temprano posible para maximizar las
posibilidades de recuperación. El objetivo principal del tratamiento es restablecer el flujo
sanguíneo en el cerebro y prevenir la formación de nuevos coágulos. Los tratamientos pueden
incluir medicamentos anticoagulantes, trombolíticos y antiplaquetarios, y en algunos casos, se
puede requerir una intervención quirúrgica.

Los factores de riesgo para el ACV incluyen la hipertensión arterial, el colesterol alto, la
diabetes, el tabaquismo, la obesidad y la falta de actividad física. También hay factores de riesgo
no modificables como la edad, el género y la historia familiar de ACV.
El ACV es una afección grave que puede tener consecuencias devastadoras. Es importante
conocer los factores de riesgo y buscar tratamiento de emergencia si se sospecha de un ACV. La
prevención y el tratamiento temprano son clave para minimizar el daño cerebral y mejorar el
pronóstico del paciente.
II. Marco Teórico

4.1.1. Definición Accidente Cerebro Vascular

  La OMS (2018) define al accidente cerebro vascular como “un síndrome clínico que
consiste en signos de rápido desarrollo de trastornos neurológicos focales (o globales en caso de
coma) de la función cerebral, que duran más de 24 horas o conducen a la muerte, sin una causa
aparente que no sea una enfermedad vascular” (Duarte Vera et al., 2022, p.2).

A nivel mundial, los ACV son la segunda causa de muerte después de las enfermedades
cardíacas, convirtiéndose en una de las principales causas de discapacidad permanente, es decir,
la prevalencia de mortalidad, morbilidad y discapacidad a causa de un ACV va en aumento de
manera alarmante en todo el mundo (Fekadu et al ., 2019, p.2).

En consecuencia, el ACV isquémico es el más frecuente, y se produce por un bloqueo del


flujo normal de sangre hacia el cerebro, mientras que, en el caso del ACV hemorrágico es menos
frecuente pero más letal, y se produce cuando se rompe un vaso sanguíneo en el cerebro
originando un derrame, en otras palabras, ACV ocurre cuando se interrumpe el suministro de
sangre al cerebro o cuando se produce un sangrado en él (Sepúlveda, 2021).

En este caso, De la Garza et al. (2018, p. 875), explica que la enfermedad vascular
cerebral isquémica se presenta en el 80% de los casos y es consecuencia de la oclusión de un
vaso, el cual puede tener manifestaciones permanentes, implicando un daño neuronal irreversible.
De igual manera, en la enfermedad vascular cerebral isquémica transitoria es el ataque isquémico
transitorio (AIT) donde no ocurre un daño neuronal permanente.

En el caso de la enfermedad vascular cerebral hemorrágica, se presenta entre el 15-20%


de casos de ACV (De la Garza et al., 2018, p.876), lo cual se debe a la rotura de un vaso dando
lugar a la colección hemática en el parénquima cerebral o en el espacio subaracnoideo. De igual
manera, el ACV hemorrágico puede clasificarse según el sitio anatómico, en circulación anterior
o carotídea y circulación posterior o vertebro basilar y hemorragia intracerebral. También, puede
originarse de acuerdo con el mecanismo que lo produce como un traumatismo craneoencefálico
(De la Garza et al., 2018).
En este sentido, el ACV afecta tanto la salud física como mental del paciente, dado que
deja secuelas como parálisis, déficit en la coordinación motora, déficits cognitivos, problemas del
habla, dificultades emocionales dolor y trastornos sensitivos, generando problemas en las
actividades de la vida diaria y deterioro de la calidad de vida tanto de la persona que la padece
como de su entorno familiar (Sepúlveda, 2021).

Entre los principales factores de riesgo que aumentan la prevalencia de presentar un ictus
o accidente cerebrovascular se pueden clasificar en modificables y no modificables. Por lo cual,
entre los factores de riesgo no modificables tenemos la edad, el sexo, los antecedentes familiares
y la raza/etnicidad, mientras que entre los factores de riesgo modificables tenemos la
hipertensión, el tabaquismo, la dieta y la inactividad física (Fekadu et al ., 2019).

Es por ello, que el riesgo de sufrir un ACV es 1.25 (Calderón et al ., 2021, p.57) veces
mayor en la población masculina que en las personas de sexo femenino, no obstante, a pesar de
que existe menor tasa de mortalidad, las secuelas motoras y sensitivas producen invalidez,
afectando la salud de la persona que lo padece si no es atendido a tiempo.

La evidencia científica disponible ha evidenciado que los riesgos de padecer patologías


aumentan con la edad, así mismo, los hombres menores de 50 años tienen mayor incidencia de
afecciones cardiovasculares que las mujeres en el mismo rango de edad (Calderón et al ., 2021).

4.1.2. Clasificación

 El ACV es una patología que se caracteriza por causas sintomatología neurológica que
tiene alto impacto a nivel de salud pública debido a su incidencia, mortalidad y grado de
discapacidad que provoca. Los accidentes vasculares provocan interrupción focal y repentina de
la irrigación sanguínea al territorio cerebral. (Yanchapanta, 2022).

Los accidentes vasculares pueden ser clasificados en isquémicos por obstrucción de los
vasos sanguíneos que irrigan al cerebro  los cuales tienen mayor incidencia y hemorrágicos
menos frecuentes, siendo resultados de la rotura vascular cerebral. (Yanchapanta,2022)
4.1.2.1. Hemorrágico

 Para Salas et al. (2019, p.187) el ACV hemorrágico corresponde a un 20% de los casos
de accidentes vasculares, caracterizándose por una rotura de un vaso sanguíneo
intraparenquimatoso son aparición aguda con sintomatología como cefalea, náuseas, vómitos,
compromiso de conciencia y déficit neurológicos focales definidos por la zona de sangrado. Los
ACV hemorrágicos son clasificados a su vez por intraparenquimatosos y subaracnoideos. 

4.1.2.2. Hemorragia subaracnoidea

Araujo (2019, p. 29) explica que la Hemorragia subaracnoidea es una patología menos
frecuente, pero con mayor morbilidad y mortalidad, producida por un taponamiento hemático del
espacio subaracnoideo entre la aracnoides y piamadre. Patología la cual es causada por
aneurismas y malformaciones arteriovenosas en un 70 – 90 % (Araujo, 2019, p. 29) y otras
causas poco frecuentes como abuso de drogas, tumoraciones sangrantes, vasculitis y trastornos de
la coagulación.

Además para cuantificar la gravedad del estado del paciente se utilizan las escalas Hunt-
Hess y la escala de la World Federation of Neurosurgeons (WFNS), mientras que, para evaluar la
distribución y el tamaño de la hemorragia se utiliza la escala de Fisher.

La hemorragia subaracnoidea si bien no produce efecto masa, esta puede provocar


hidrocefalia, vaso espasmos y daños isquémicos en su fase subaguda. La hidrocefalia puede
clasificarse en comunicante u obstructiva. La hidrocefalia comunicante es provocada por una
dificultad en la reabsorción del líquido cefalorraquídeo (LCR), mientras que la hidrocefalia
obstructiva se origina por una obstrucción del flujo líquido cefalorraquídeo a nivel del acueducto
de Silvio. (Araujo, 2019)

De igual forma , la hemorragia subaracnoidea se puede producir por un desgarro de las


venas subependimarias de la superficie de los ventrículos, por extensión de la hemorragia como
consecuencia de un traumatismo penetrante. (Araujo, 2019).
4.1.2.3. Hemorragia intracraneal 

La patología denominada Hemorragia intracraneal es la presencia de contenido hemático


en el parénquima cerebral producto de la rotura de un vaso sanguíneo de forma espontánea,
pudiendo comprometer los ventrículos y los espacios subaracnoideos del cerebro. La presencia de
cefalea intensa, pueden aparecer vómitos y ausencia de conciencia. (Araujo, 2019)

La causa más común es la hipertensión arterial, drogas, malformación vascular o


angiopatía amiloidea. Los síntomas se presentan de acuerdo con la localización de la hemorragia
cerebral. El paciente presenta presión intracraneal elevada con presencia de cefalea intensa,
pueden aparecer vómitos y ausencia de conciencia. (Araujo, 2019)

Según Araujo (2019, p. 30) la hemorragia intracraneal no aneurismica espontánea estima


10 al 15 % de los ictus cerebrales y de acuerdo con su localización pueden presentarse en el
parénquima cerebral o intraventriculares. 

La rotura de pequeños vasos sanguíneos  provoca la presencia de contenido hemático en


el parénquima cerebral, el compromiso de los ventrículos aparece en presencia de hemorragias
grandes y profundas. La hemorragia en el parénquima se asocia a la rotura de pequeñas arterias
dilatadas generadas por hipertensión arterial en valores elevados por encima de lo normal. En el
caso de las hemorragias en parénquima pueden clasificarse según su localización como lobular,
profunda, cerebelo y tronco cerebral. (Araujo, 2019)

4.1.2.4. Isquémico

La enfermedad cerebro vascular isquémica es producida por la disminución del flujo


sanguíneo por la obstrucción de una determinada arteria, estenosis grave o disminución de la
perfusión sistémica. Entre las principales causas de la enfermedad cerebrovascular isquémica son
las trombosis, ictus lacunares de pequeños vasos y el 80% son presentadas por isquemias. (Arias
et al., 2023).
La trombosis se refiere a una obstrucción del vaso sanguíneo por cierre, la cual se produce
en el mayor de los casos por componentes ateroscleróticos desarrollándose de manera gradual o
aguda. La disección o displasia fibromuscular tiene relación importante para tales efectos. (Arias
et al., 2023).
En el caso de las embolias son las partículas de desechos formados en el sistema vascular 
los cuales provocan el bloqueo de una arteria del territorio cerebral. Los infartos lacunares son
resultado de patología de los vasos sanguíneos de menor calibre por hipertensión crónica los cual
provoca una hiperplasia de la túnica media, depósitos de fibrina provocando la oclusión de la luz
cortical del vaso sanguíneo. (Arias et al., 2023)

4.1.2.4. Accidente vascular isquémico transitorio (AIT)

Los Accidente vascular isquémico transitorio (AIT) son episodios de disminución


neurológica focal de corta duración de 24 horas aproximadamente, sin necrosis en parénquima
cerebral. (Araujo, 2019, p. 28).

4.1.3. Epidemiología

El ACV es una enfermedad grave y común en todo el mundo y en Chile es una de las
principales causas de muerte y discapacidad en la población adulta (Hospital Carlos Van Buren,
s.f).
En Chile las enfermedades cerebrales vasculares son la primera causa de muerte, así como
la causa específica de años de vida ajustados por discapacidad perdidos en mayores de 74 años
(Roa et al., 2019, p. 2). Es por ello que, la tasa de mortalidad en Chile por ACV para el año 2015
fue de 47,1 por cada 100 000 habitantes (Roa et al., 2019, p. 2).

Para Baldessari et al. (2022, p. 74), el ACV es la principal causa de muerte en Chile según
el Ministerio de Salud, con 24.964 casos nuevos anuales. De igual manera, OMS resalta que, en
el año 2017, 15 millones de personas sufrieron un ataque cerebral, de las cuales 5 millones
fallecieron y 5 millones presentaron discapacidad permanente, convirtiéndose en un gran desafío
para el sistema de salud público no solo a nivel nacional sino también a nivel mundial debido a
las cifras de muerte prematura, y los años de vida saludable perdidos por la discapacidad que
genera, lo que conlleva al deterioro de su calidad de vida. 
Las tasas de incidencia, prevalencia, y mortalidad son indicadores epidemiológicos
importantes que permiten medir el estado de salud de las poblaciones. Estos indicadores son
fundamentales para entender el impacto que tienen las enfermedades y diseñar estrategias
eficaces de prevención y tratamiento de los mismos.

4.1.3.1. Incidencia

De acuerdo a Feing .(2021) La tasa de incidencia es un indicador epidemiológico que


mide la cantidad de nuevos casos de la enfermedad que se producen en una población en un
período determinado y se considera en todos los estudios a tratar con un 95% de intervalo de
confianza.

Según Feigin et al. (2021, p. 801) el ACVi constituye el 62.4% de todos los nuevos casos
de ACV. El ACVi posee una incidencia absoluta en el mundo de 7.63 millones; 88% más que en
1990 y una tasa de 94.51 por cada 100.000 habitantes (Feigin et al., 2021, p. 798). Para Saini et
al. (2021, p. 7) la evolución de la tasa incidencia tiene una tendencia al aumento con 11.6
millones de casos en el año 2010 a 13.7 millones en el año 2016. De acuerdo al mismo autor ,
Saini et al., (2021, p. 7), el porcentaje de incidencia desde 1990 a 2010 aumentó en un 37%.

El estudio Saini et al. (2021, p .7) indica que mundialmente, en los Estados Unidos se
estiman alrededor de 795,000 casos nuevos de ACV, de los cuales 610,000 son de pacientes con
su primer ACV, es posible esperar que para el año 2030 ocurran 3.4 millones de casos nuevos en
la población adulta del país.

De acuerdo al estudio antes mencionado de Saini et al. (2021, p. 10) en la India se estima
que la tasa de incidencia de los ACV por año tiene un rango que va desde los 105 a 152 por cada
100,000 habitantes usando datos de China recolectados entre los años 1992 a 2014, la tasa de
incidencia para pacientes con su primer ACV resultó en 297 por cada 100,000 habitantes , de los
cuales el ACVi lidera entre los tipos de ACV que se tasa en el 87% de los casos mundialmente.
Si bien los casos de ACV crecen de manera continua desde los 50 años, se valoran porcentajes de
ACV en población joven que tienen entre los 18 y 50 años que van desde los 10%-15%.
En América del Sur los datos escasean, siendo una preocupación latente razón del
continuo envejecimiento de la población, lo que aumenta el riesgo de ACV isquémico y con ello
la carga al sistema de salud de cada país.

Según un estudio publicado en Argentina, Pigretti et al. (2019, pp. 2), se obtuvo que la
incidencia en la provincia de buenos aires de ACVi es de 78.9 casos por cada 100.000
habitantes/año en el primer ACVi que sufría un paciente; la incidencia para ACV en general fue
de 160 por cada 100.000 habitantes/año.

Por otro lado, en Chile, el estudio de (Lavados et al., 2005, p. 2208) (Figura 1) encontró
que la incidencia por cada 100.000 habitantes de los pacientes con su primer ACV fue de 97.4,
siendo 86,5 en mujeres y 103,2 en hombres. Por su parte, el ACVi fue de 87.3 por cada 100.000
habitantes siendo el ACV más registrado (Lavados et al., 2005, p. 2208).

Un estudio más reciente con datos obtenidos entre 2015 y 2016 (Lavados et al., 2021, p.
344) se encontró que de un total de 890 pacientes registrados con su primer ACV, el (72%) fue
un ACVi es decir, 639 pacientes por lo cual, se concluye que la tasa de incidencia fue de 180,4
pacientes dentro del estudio, los cuales son ajustados a la población Chilena, concluyendo con
una incidencia de 163,4 por cada cien mil habitantes.
Figura 1: Incidencia entre los años 2000 a 2002, Adaptado de Lavados et al. (2005, p. 2208)

Nota: ACV isquémico en Iquique: Incidencia por grupos de edad en pacientes con primer ACVi
entre 2000-2002.

En el año 2018 según Novoa Rodriguez et al. (2021, p. 8) se contaron 30.313 egresos
hospitalarios de los cuales aproximadamente el 80% fueron de tipo ACVi, obteniendo un
estimado de 24,250 casos incidentes de ACVi en tal año. Los datos según el MINSAL (2022) se
registraron  29.542 egresos hospitalarios por ACV sin especificar el tipo.

Hoffmeister et al. (2013, p. 466) menciona que entre el 1 de enero de 2003 al 31 de


diciembre de 2007, se registraron 51.130 pacientes con su primer ACVi demostrada con la
siguiente repartición en años (Figura 2). Para Feigin et al. (2021, p.799) la tasa de incidencia en
Chile para el año 2019 , fue de 50.9 a <60.1 por cada 100.000 habitantes.
Figura 2: Incidencia de ACVi entre los años 2003 a 2007 a nivel Nacional. Adaptado de
Hoffmeister et al. (2013, p. 466).

Nota: Incidencia de casos totales registrados entre 2003-2007 con datos de casos totales
registrados por año.

4.1.3.2. Prevalencia

La prevalencia es un indicador epidemiológico que mide la proporción de personas que


padecen la enfermedad en una población , en un momento determinado. Feigin et al. (2021, p.
798) menciona que en el año 2019 la prevalencia absoluta de ACV fue de 101 millones.

En Chile, se estima que la tasa de prevalencia del ACV es de alrededor del 3% de la


población, lo que significa un aproximado de alrededor de 500.000 personas en el país viven con
esta enfermedad (MINSAL, 2020).
Para Feigin et al. (2021, p. 798) la prevalencia absoluta en el mundo de ACVi es de 77.19
millones con un aumento del 95% en comparación a 1990 y una tasa de prevalencia absoluta de
951 por cada 100.000 habitantes. Cabe mencionar según Donkor (2018, p. 3) que el 50% de los
supervivientes de ACV quedan discapacitados de manera crónica.

En torno y según aspecto mundial, las cifras de ACV isquémico han crecido durante las
últimas décadas. En el contexto, y usando un estudio con datos obtenidos entre los años 1990 a
2013 (Krishnamurthi et al., 2015, p. 192) con un margen de error de 95%, se estima que la
prevalencia de ACV isquémico en países en vías de desarrollo en los años 1990 fueron de
1,724,774, en 2013 los números crecieron hasta los 3,214,108 lo que señala un crecimiento del
86.3%.
Por lo cual según (Krishnamurthi et al., 2015, p. 192) en países desarrollados el
crecimiento es similar con un 94.8% de aumento entre los 2,076,621 de casos registrados en 1990
y los 4,044,107 de 2013, entorno a lo global, se da a conocer que en 1990 la prevalencia se estima
en 3,801,396 y en 2013 de 7,258,216.

Con datos obtenidos entre los años 2003 a 2007 que toma en cuenta la edad (Hoffmeister
et al., 2013, p. 466), se analiza la incidencia de accidentes cerebrovasculares en pacientes
hospitalizados en Chile, distribuida en diferentes grupos etarios. Los resultados del estudio
revelan que la incidencia de accidentes cerebrovasculares aumenta significativamente con la
edad, siendo más prevalente en individuos mayores. En la población hasta los 60 años se
registraron 10.879 casos, mientras que entre los 61 y 70 años los pacientes aumentaron hasta los
11.959. En el grupo de 71 a 80 años se aprecia un aumento significativo en los casos registrados,
con 16.314 casos respectivamente. Luego, en el grupo de más de 80 años, se observa una
disminución en el número de casos con 11.978 (figura 3) lo que puede deberse a razones
multifactoriales.
Figura 3: La prevalencia repartidos en grupos de edad de pacientes con su primer ACVi
adaptado de Hoffmeister et al. (2013, p. 466).

Nota: Prevalencia de casos totales registrados anualmente entre los años 2003 a 2007 de forma
nacional

La prevención del ACV es fundamental para disminuir la tasa de prevalencia de la


enfermedad. La identificación y el control de los factores de riesgo son esenciales para prevenir
la aparición del ACV y reducir su tasa de prevalencia.

La prevalencia se duplicó en las últimas décadas, lo que trae consigo un aumento en la


carga del sistema por las discapacidades o problemáticas que conlleva a una Enfermedad Cerebro
Vascular (ECV) , posterior a una ACV, como en el desarrollo social y económico de los
pacientes.

4.1.3.3. Mortalidad
La tasa de mortalidad por ACV es un indicador epidemiológico que mide la proporción de
personas que mueren por estar enfermas en una población en un período determinado . En Chile,
el ACV es la segunda causa de muerte después de las enfermedades cardíacas y la principal causa
de discapacidad adquirida en la población adulta (Instituto Nacional de Estadísticas de Chile
[INE], 2021).
La tasa de mortalidad de ACV en Chile según el MINSAL (2021) , fue de 59,33% en el
año 2007 al 41.37% por 100.000 habitantes el año 2017 mostrando un declive relativamente
notable de la mortalidad en tal década , por otra parte la tasa de sobrevida entre los años 2010 a
2017 fue del 78,7% a 84,6%.

Para Lavados et al. (2005, p. 2206) la tasa de letalidad a 30 días es del 23,3%, donde la
tasa de supervivencia es la proporción de personas que sobreviven después de haber tenido un
ACV isquémicos. Mundialmente la cifra de muertes por causa de ACVi entre países
desarrollados y en vías de desarrollo según el estudio de Krishnamurthi et al.,(2015,p.192) fueron
321,560 en el año 1990 mientras que en el año de 2013 fueron de 435,972 lo que significa un
aumento del 35.6%.

Además, Feigin et al. (2021, p. 798) menciona que la mortalidad absoluta de ACVi fue de
3,29 millones, siendo un aumento del 61% en comparación de 1990 y una tasa de mortalidad
absoluta del 43.5 por cada cien mil habitantes. El ACVi es responsable de aproximadamente 6,5
millones de muertes en el año 2019, lo que representa el 11% de todas las muertes en el mundo. 

La tasa de supervivencia es la proporción de personas que sobreviven después de haber


tenido un ACVi según Hoffmeister et al. (2013, p. 466) de la población total de estudio 51.130
personas, un 88.9% sobrevivió a los primeros 7 días, cifra que bajó a los 30 días con un 81.9%, al
año fue de 69.9% y a los 5 años la cantidad bajó notablemente al 61.2% (tabla 1), desglosando la
población de la zona norte, con una población total de 3958 pacientes con su primer ACV
isquémico en la zona norte del país, un 86.5% sobrevivió a los primeros 7 días, cifra que bajó a
los 30 días con un 78.8%, al año fue de 67.4% y a los 5 años la cantidad bajó notablemente al
58.9% (tabla 2).
Tabla 1: Porcentaje de mortalidad con datos obtenidos entre los años 2003 a 2007 y con una
totalidad de 51.130 pacientes en Chile, adaptado de Hoffmeister et al. (2013, p. 466)

Tiempo Porcentaje de Porcentaje de Mortalidad de


Supervivencia Mortalidad Pacientes

7 Días 88.9% 11.1% 5.670


30 Días 81.9% 18.1% 9.248
1 Año 69.9% 30.1% 15.375
5 Años 61.2% 38.8% 19.832

Nota: La frecuencia absoluta de mortalidad de pacientes se calculó en base al número total de


pacientes registrados en el estudio. Esto, a su vez, se basa en la frecuencia porcentual de
mortalidad, que se deduce del porcentaje de supervivencia mostrado en el estudio. Porcentaje de
supervivencia, mortalidad y mortalidad total en el tiempo registrados en Chile entre los años 2003
a 2007.

Tabla 2: Porcentaje de mortalidad con datos obtenidos entre los años 2003 a 2007 de pacientes
en la zona norte de Chile, adaptado de Hoffmeister et al. (2013, p. 466)

Tiempo Porcentaje de Porcentaje de Mortalidad de


Supervivencia Mortalidad Pacientes

7 Días 86.5% 13.5% 534


30 Días 78.8% 21.2% 840
1 Año 67.4% 32.6% 1290
5 Años 58.9% 41.1% 1624

Nota: La frecuencia absoluta de mortalidad de pacientes se calculó en base al número total de


pacientes registrados en el estudio. Esto, a su vez, se basa en la frecuencia porcentual de
mortalidad, que se deduce del porcentaje de supervivencia mostrado en el estudio. Porcentaje de
supervivencia, mortalidad y mortalidad total en el tiempo registrados en Chile entre los años 2003
a 2007.

Hoffmeister et al. (2013, p. 466) realizo un estudio de 3958 pacientes con su primer ACV
isquémico en la zona norte del país, un 86.5% sobrevivió a los primeros 7 días, cifra que
disminuyo a los 30 días con un 78.8%, al año fue de 67.4% y a los 5 años la cantidad disminuyo
notablemente al 58.9%, teniendo como base el porcentaje restante, por lo que se puede considerar
como porcentaje de mortalidad a través del tiempo.

Las ECV son la tercera causa de muerte en Chile constituyendo una cifra de 8.437
defunciones en el año 2017 según el MINSAL (2020) en la fuente se contabilizaron 7.501
muertes en 2021 por ACV sin especificar el tipo. Por otro lado, Soto V. y Vanegas L. (2021, p.
554) indica que la cifra es de 7.991 (7,3% del total de mortalidad) fallecimientos en el año 2019.

Figura 4: Elaboración propia basado en las tasas de mortalidad por cada 100.000
habitantes en Chile entre los años 2000 y 2019 obtenidos de la OPS (2021)

Nota: Evolución de la tasa de mortalidad por cada 100.000 habitantes entre los años 2000 y 2019
en Chile.
La prevención del ACV es esencial para reducir la tasa de morbilidad y mortalidad de la
enfermedad. La identificación y el control de los factores de riesgo, así como la adopción de
hábitos saludables como la alimentación balanceada, el ejercicio físico regular y la reducción del
consumo de alcohol y tabaco son medidas importantes para prevenir el ACV y disminuir su tasa
de morbilidad y mortalidad.

4.1.4. Anatomía

El ACV es un síndrome clínico que abarca casi toda patología circulatoria del sistema
nervioso central, caracterizada por un desequilibrio entre el aporte y la demanda de oxígeno al
tejido cerebral secundario a alteraciones vasculares, generando así disfunción del tejido cerebral
(Pineda et al., 2022).

Desde el punto de vista anatómico, la circulación cerebral está suplida por las arterias
carótidas, las cuales aportan alrededor de 80% de la perfusión cerebral total y las arterias
vertebrales (Pineda et al., 2022, p. 22).

Es importante tener en cuenta que, la carótida común derecha surge del tronco
braquiocefálico, primera rama del cayado aórtico, mientras que la arteria carótida izquierda es
rama directa del cayado, las cuales se dividen en las carótidas interna y externa a nivel de C3-C4,
al ingresar al cráneo se ubica dentro del seno cavernoso y su orientación es anteroposterior,
terminando su recorrido medial en la apófisis clinoides anterior, en donde se divide en 3 ramas
importantes para la circulación cerebral (Pineda et al., 2022, p. 22).

 Arteria cerebral anterior (ACA).


 Arteria media (ACM).
 Arteria comunicante posterior, formando así la denominada “circulación anterior”

Con relación a la ACM, Kim et al .(2019) explica que es la más grande y compleja de las
ramas que se originan de la arteria carótida interna; así mismo, su trayecto se divide en 4
segmentos entre los cuales se hace presente en Tabla 3:
Tabla 3: Tabla de segmentos de la arteria cerebral media según Kim et al. (2019)

ACM. Segmento Extensión

M1 Segmento El cual se extiende desde la bifurcación terminal de la arteria


horizontal o carótida interna hasta la cisura de Silvio.
esfenoidal.

M2 Segmento insular. Se extiende en posición superior hasta el ápice de la misma


cisura.
 

M3 Segmento opercular De curso inferolateral a través de la cisura desde el surco


circular hasta la superficie cerebral a través del opérculo
frontotemporal.

M4 Segmento cortical. Continúa desde el opérculo frontoparietal y se ramifica


múltiples veces sobre la superficie del hemisferio
correspondiente.

Nota: La arteria cerebral media (ACM) es una de las principales arterias del cerebro humano, que
irriga varias regiones cerebrales. De acuerdo con el estudio de Kim et al. en 2019, la ACM se
compone de cuatro segmentos diferentes: M1: Segmento esfenoidal u horizontal, M2: Segmento
insular, M3: Segmento opercular y M4: Segmento cortical. Estos segmentos son esenciales para
entender la vascularización y las funciones de distintas áreas cerebrales. Esta clasificación ofrece
un marco para el estudio y el conocimiento de la anatomía cerebral.

En este sentido, las arterias perforantes y corticales son las encargadas de irrigar el
parénquima cerebral, siendo en la mayoría de los casos las primeras ramas del polígono
de Willis que penetran de manera directa el parénquima cerebral, mientras que las
corticales son ramas terminales de las arterias, ACM , ACA y ACP que forman una red
anastomótica sobre la superficie cerebral y penetran la corteza, la sustancia blanca subyacente
y las fibras irrigándolas (García et al., 2019).

En cuanto a las arterias corticales más profundas forman las arterias perforantes
superficiales, que participan en la vascularización del centro semioval (Pineda et al., 2022).

Cabe destacar que el territorio de la ACM abarca gran parte de la corteza cerebral y de los
ganglios basales, excluyendo al tálamo; no obstante, cuando se produce una oclusión proximal de
la ACM, como es en el segmento M1, el territorio comprometido en un ACVi es variable debido
al efecto de la circulación colateral que aportan otras arterias, lo que permite reducir el daño que
tendría debido al ACV (Kim et al., 2019).

Se debe considerar que la ACM es la arteria cerebral que mayor territorio supratentorial
irriga aproximadamente un 54%, siendo este alrededor de 4 veces más grande que los volúmenes
de la ACA y la ACP (Pineda et al., 2022, p. 23).

Ahora bien, en cuanto al territorio de la ACA incluye la circunvolución frontal media y


superior, así como las porciones anterior y media del cíngulo y del cuerpo calloso, así mismo, en
la parte posterior se extiende hasta el precúneo y el esplenio del cuerpo calloso; con poca
frecuencia su territorio incluye la corteza orbitofrontal (Kim et al., 2019).

En cuanto a la ACP abarca las superficies interhemisféricas de los lóbulos occipitales


entre los cuales se encuentran la circunvolución lingual, surco calcarino y mitad inferior de la
cuña, así mismo, el tálamo y el mesencéfalo, en la parte lateral incluye las circunvoluciones
occipitales inferior y media, así como el surco occipital superior, en situación anteroposterior se
extiende desde el tálamo anterior hasta el polo occipital (García et al., 2019).

Es por ello, que se debe tener en cuenta que los límites entre los territorios de cada arteria
cerebral varían entre cada individuo dadas las diferencias en el desarrollo de las arterias
colaterales leptomeníngeas y la anatomía cortical.

4.1.5. Fisiología y Fisiopatología


Desde el punto de vista fisiológico, el metabolismo energético del cerebro tiene
relación con el aporte del flujo sanguíneo cerebral, el cual se mantiene regulado de manera
dinámica con la presión arterial y la barrera hematoencefálica. Teniendo en cuenta que, todo
el equilibrio del flujo sanguíneo permite garantizar una liberación continua de oxígeno y
sustratos esenciales para el mantenimiento de funciones celulares como los potenciales de
membrana y la homeostasis iónica (Lizano et al., 2020).

Ahora bien, en cuanto a la fisiopatología del accidente cerebrovascular, Pineda et al.


(2022) explican que durante un ACV isquémico disminuyen el flujo sanguíneo cerebral y la
presión de perfusión cerebral, es por ello que esta reducción en el flujo sanguíneo cerebral se
compensa al inicio por medio de la autorregulación cerebral al inducir la vasodilatación de
arterias y arteriolas; cuando se ha llegado a la máxima vasodilatación posible la fracción
de oxígeno extraída por las células se incrementa.

No obstante, cuando el rango de la autorregulación cerebral se ve superado en el


núcleo isquémico, el flujo sanguíneo cerebral disminuye generando la muerte de tejido y
formando el núcleo necrótico, por lo cual alrededor de este núcleo necrótico se forma un
área de penumbra isquémica, tejido potencialmente recuperable si su perfusión se restaura,
de lo contrario se convertirá en tejido necrótico y el área del infarto será mayor, así
mismo, rodeando el área de penumbra se encuentra el área de oligohemia, en donde el
flujo sanguíneo cerebral está levemente alterado aumentando las probabilidades de
supervivencia del tejido. Cabe destacar que, restablecer la integridad del área de penumbra
isquémica es el objetivo del tratamiento al intervenir un paciente que ha sufrido un ACV
isquémico, intentando reducir la severidad de las secuelas neurológicas que el paciente
pueda presentar (García et al., 2019).

Para Sotomayor et al., (2019), durante un ACV ocurre una disminución importante
del flujo sanguíneo debido a la obstrucción de algún vaso que irriga al cerebro, trayendo
como consecuencia disminución en el aporte de oxígeno, glucosa y nutrientes necesarios
para llevar a cabo y mantener el metabolismo neuronal.

Posteriormente, se desencadenan una secuencia de fenómenos moleculares y


celulares a corto y largo plazo que inician con el fallo energético, debido a la afectación de
los procesos de fosforilación oxidativa y el déficit en la producción de trifosfato de
adenosina (ATP) (Lizano et al., 2020).

Cabe destacar cuando se produce la pérdida de substratos, se afectan los gradientes


iónicos transmembranas a causa del fallo en las bombas iónicas y así también, las bombas de
sodio-potasio ATPasa, que al ser no funcionales producen despolarizaciones anóxicas
(Sotomayor et al., 2019).

En consecuencia , cuando las despolarizaciones no cuentan con los requerimientos


metabólicos necesarios para su control, hacen que la neurona sufra un cúmulo de sustancias
como neurotransmisores, que incrementan a niveles tóxicos calcio, agua, hidrogeniones,
radicales libres, entre otros, trayendo como consecuencia una respuesta inflamatoria,
desregulación de múltiples vías de señalización y por último el daño y muerte celular
(Sotomayor et al., 2019).

De igual manera se produce una zona de infarto conocida como “core” y en esta la
gravedad de la isquemia es máxima y la depleción energética es casi total. Por otra parte, se
encuentra la zona de la penumbra, en donde existe un flujo residual y un déficit energético
que es menor, hay pérdida de las diversas funciones celulares dando lugar a una serie de
alteraciones bioquímicas con efectos nocivos, desencadenando la cascada isquémica (Lizano
et al., 2020).

Es importante tener en cuenta que, cuando se produce una isquemia del tejido
cerebral reduce o anula por completo el aporte de glucosa y oxígeno a las células afectadas,
impidiendo la producción mitocondrial de ATP. Es por ello, que esta depleción de ATP
impide el correcto funcionamiento de las bombas iónicas para mantener los
gradientes electroquímicos, permitiendo la salida de potasio y la entrada de sodio, calcio y
cloro a la célula, por lo que las neuronas se despolarizan liberando cantidades excesivas de
glutamato a las hendiduras sinápticas, que activa sus receptores induciendo el ingreso de
más calcio al interior de la célula, electrolito clave en la activación de mecanismos de
muerte celular como la autofagia, la apoptosis y las vías de necrosis; dicha entrada masiva
de electrolitos genera un gradiente osmótico que permite el ingreso de agua a las células,
produciendo un edema citotóxico. Por lo cual, el exceso de calcio induce disfunción
mitocondrial, generación de radicales libres y activación de las fosfolipasas y proteasas,
capaces de destruir las membranas y el citoesqueleto celular, generando su muerte (García et
al., 2019). 

4.1.6. Etiología

La etiología se refiere al estudio de las causas o factores que contribuyen al desarrollo de


una enfermedad o trastorno en particular. En medicina, es importante comprender la etiología de
una enfermedad para poder desarrollar estrategias de prevención y tratamiento efectivas. El
conocimiento de la etiología también puede ayudar a identificar factores de riesgo y a predecir la
progresión de la enfermedad en pacientes individuales.

En este sentido, la etiología del ACVi es multifactorial y puede variar de un paciente a


otro, lo que hace que su prevención y tratamiento sean un desafío para la medicina actual.
Para abordar la necesidad de comparar y priorizar problemas para invertir los limitados
recursos de manera eficiente y precisa en el ámbito de la salud pública se desarrollaron sistemas
como el indicador compuesto llamado Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVISA) en el
cual los ACV son la principal causa de este indicador  (MINSAL, 2020).

 Los Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVISA) y los Años de Vida Ajustados
por Discapacidad (DALYs) utilizado internacionalmente, son medidas similares de la carga de
enfermedad en una población y se utilizan para comparar el impacto relativo de diferentes
enfermedades o afecciones en la salud de la población. Ambos indicadores tienen en cuenta tanto
los años de vida perdidos por muerte prematura como los años de vida vividos con discapacidad.

Sin embargo, existen algunas diferencias metodológicas en cómo se calculan los AVISA
y los DALYs. Según explica Alvis y Valenzuela (2010, p. 83) cuando se refiere a la metodología
Disability Adjusted Life Years (AVAD o DALYs), se calculan sumando los años potenciales de
vida perdidos (APVP) con los años vividos con discapacidad (AVD), mientras que el indicador
AVISA se calcula sumando el número de años de vida perdidos por muerte prematura con los
años de vida vividos con discapacidad. (MINSAL, 2020).

La tasa de DALYs según Feigin et al. (2021, p. 798) en números absolutos es de 63.48
millones con un crecimiento del 57% con respecto a 1990 y una tasa estandarizada de edad por
100.000 habitantes de 798.8; en chile es de 315.1 a <433.4 por 100.000 habitantes.
Respecto a los factores de riesgo, existen dos tipos : factores no modificables y factores
modificables. Teniendo en cuenta los factores de riesgo por DALYs, de acuerdo al estudio de
Feigin et al. (2021, p. 806) para los países andinos de Latinoamérica dentro del cual se encuentra
Chile, se muestra la carga de los factores de riesgos en ambos sexos y estandarizados por edad en
2019 enumerados del 1 al 10 con los siguientes resultados:
1.- Hipertensión Arterial
2 .-Obesidad
3.- Diabetes
4.- Dislipidemia
5.- Contaminación por partículas en el aire ambiente
6.- Disfunción Renal
7.- Dieta alta en sodio
8.- Baja temperatura
9.- Tabaquismo
10.- Contaminación del aire en interiores debido al uso de combustibles sólidos en
hogares

4.1.6.1. Factores de riesgo modificables

Hipertensión Arterial 

La Hipertensión Arterial (HTA) es una enfermedad considerada crónica prevenible y está


catalogada como un factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares, las cuales lideran las
causas de mortalidad en el mundo.

Según Martínez et al. (2022, p.152) la hipertensión arterial (HTA) es una afección en la
cual la Presión Arterial (PA) presenta una elevación constante con valores iguales o por encima
de los 140 Milímetros de mercurio (MmHg) de presión sistólica y 90 mmHg de presión
diastólica.

Esta condición perjudica las arterias perforantes que se encargan de la circulación


cerebral, las cuales , se desligan con un ángulo de noventa grados de las arterias del círculo
arterial cerebral, mientras ascienden, perforan la superficie cerebral basal e irrigan estructuras
circundantes y profundas, entre ellas, se destacan las cápsulas interna y externa, basales y el
tálamo. Las estructuras en mención anterior componen el sistema sensitivo motor con mayor
antigüedad filogenia del cerebro, en tanto las arterias perforantes son su sistema de irrigación. Por
su parte, las arterias perforantes que irrigan el tronco cerebral provienen, en su mayoría, de la
arteria basilar. (Martínez et al., 2022).

La HTA es el factor principal de riesgo de presentar enfermedad cerebro vascular (ECV).


A nivel mundial la HTA es considerada como la patología crónica responsable de la mitad de las
muertes por infartos y patologías cardiacas. Según Martínez et al. (2022, p.153) las ECV son
afecciones neurológicas frecuentes que a nivel mundial afectan más del 5 %de las personas
mayores de 60 años. Además, representan un medio de las consultas clasificadas como de alta
complejidad en las instituciones prestadoras de salud.

Anualmente, se presenta una incidencia de 200 casos por cada 100.000 habitantes y una
prevalencia de 700 casos por cada 100.000 habitantes. En Estados Unidos, por año, 795.000
individuos padecen alguna ECV, en otras palabras, cada cuarenta segundos se produce un
derrame cerebral. (Martínez et al, 2022, p. 153).

En Chile la sospecha de HTA fue del 27.6% con 27.5% en hombres y 27.6% en mujeres.
Según rangos de edad se encontró que entre los 15 y 24 años el porcentaje de HTA fue del 0.7%,
entre el rango 25 a 44 años fue del 10.6%, entre los 45 y 64 años la cifra aumenta notablemente
resultando en 45.1% , arriba de los 65 años la cifra sube hasta los 73.3%. (MINSAL, 2017).

Además según el Informe de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 , el porcentaje de


prevalencia de hipertensión arterial en la región de Coquimbo es del 25,9%.

 Obesidad
Según OMS (2022) es un trastorno de origen multifactorial consistente en la acumulación
de grasa a niveles que pueden ser perjudiciales para la salud. Según Kernan y Dearborn (2015, p.
1435) lo datos existentes sobre la relación entre la obesidad y los ACV son abrumadoras, ya que,
un índice de masa corporal mayor a >30 kg/m2 aumenta el riesgo de sufrir un ACVi en un 70% a
comparación de una persona con 25 kg/m2.

El estado nutricional de la población se encontró que la tasa de sobrepeso en Chile fue del
39,8% con un 43,3% en los hombres y 36,4% en mujeres. La tasa de obesidad fue del 31,2% con
un 28,6% en hombres y 33,7% en mujeres, mientras que la tasa de obesidad mórbida fue del
3.2% con 1.7% para hombres y 4.7% en mujeres. (MINSAL, 2017).

Así mismo la obesidad puede desencadenar otros factores de riesgo como mediadores,
entre los factores de riesgo más conocidos se pueden encontrar como la diabetes y la hipertensión
arterial, que son factores de riesgos propensos a provocar alguna patología, por lo que la
combinación de estos puede elevar aún más el riesgo de sufrir un ACV. (Kernan y Dearborn,
2015, p. 1435).

Diabetes mellitus 

Las patologías cardiovasculares son la principal causa de muerte en los pacientes


diagnosticados con diabetes mellitus (DM). Según Palacio. (2020, p.5) la Asociación Americana
para el Corazón (AHA) calcula que el 65% de los diabéticos mueren por una enfermedad
cardiovascular. La DM es una patología que se caracteriza por la hiperglicemia, a causa de la baja
secreción o acción insulina. La DM   favorece la aterotrombosis por la presencia de un perfil
lipídico desfavorable (dislipidemias), hiperinsulinismo, hipercoagulabilidad y aumento de
marcadores inflamatorios, factores altamente aterogénicos. (Palacio , 2020).

En Chile según MINSAL (2017) la sospecha de diabetes mellitus es de 12.3% de la


población con 10.6% en el caso de los hombres y 14% en mujeres. De acuerdo al rango de edad
se menciona que , entre los 15 y 24 años fue del 1.8% , entre los 25 a 44 años fue del 6,3% , entre
los 45 y 64 años el porcentaje crece hasta los 18.3% , en las población de más de 65 años el
porcentaje llega a los 30,6%. 
La prevalencia de la diabetes mellitus en la IV región es de un 15,4%, con una estimación
de 88.340 mil personas con esta enfermedad. (MINSAL, 2021).

Dislipidemia

La dislipidemia en el ACV se determina según las concentraciones y tipos de lípidos


sanguíneos, para ello se habla de las lipoproteínas de baja densidad oxidadas (oxLDL) que son el
resultado de la oxidación de la lipoproteína de baja densidad (LDL) implicadas en la
aterosclerosis y desencadenamiento de eventos cardiovasculares, según la National institute of
Health Stroke Scale (NIHSS), la relación de la dislipidemia con el ACV es a mayores niveles
de oxLDL, mayor es el puntaje en la escala del ACV. (Nieto-Cárdenas et al., 2022, p. 89).

Según Nieto-Cárdenas et al. (2022, p.90) la OMS, en 2011, estimó 2,6 millones de
muertes anuales tuvieron como factor de riesgo el colesterol elevado (≥190 mg/dl) y su
prevalencia en la población mundial para el 2008 era del 39%, 54% para Europa, 48% América,
30% Asia y 23% África.

En América la prevalencia de hipercolesterolemia en hombres oscila entre 31,8 y 56,1%,


y en las mujeres está entre 37,5 % y 54,3 % (16). En Colombia según la Encuesta Nacional de
Salud (ENS) de 2007 la prevalencia de hipercolesterolemia fue de 7,8% y de colesterol de alta
densidad (HDL) bajo fue de 62,8%. Y en el Quindío fue de 8,4% para hipercolesterolemia y de
63,1% para HDL bajo. (Nieto-Cárdenas et al, 202,p.90). 

Contaminación por partículas en el aire ambiente y dentro del hogar

Según Basith et al. (2022, pp. 2-5), la contaminación del aire está directamente
relacionada con la salud, especialmente con el material particulado de menos de 2.5 micras. Este
material se compone y tiene origen en tres tipos diferentes de partículas: las primarias,
compuestas por partículas de carbono de origen natural o de actividades humanas como la
combustión de combustibles fósiles, el humo del tabaco, la construcción, entre otros, por otro
lado, las secundarias compuestas por aerosoles naturales producidos por reacciones químicas con
precursores orgánicos e inorgánicos, y por ultimo las terceras partículas, compuestas de nitrato y
sulfato generalmente, que son producidas por los químicos emitidos por los automóviles y la
combustión del carbono, y que pueden contener metales pesados y químicos perjudiciales incluso
a corto plazo para la salud de las personas.

Según Basith et al. (2022, pp. 2-5), las partículas PM2.5 pueden provocar ACV de varias
maneras. Por un lado, pueden causar inflamación y estrés oxidativo en el cuerpo, lo que aumenta
el riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluyendo el ACV. Además, estas partículas pueden
penetrar en el cerebro y afectar su funcionamiento, lo que también puede aumentar el riesgo de
ACV. Se ha demostrado que la exposición a PM2.5 se asocia con un mayor riesgo de HTA , que
es un factor de riesgo importante para el ACV. En general, la exposición a largo plazo a
partículas PM2.5 puede contribuir al desarrollo de factores de riesgo para el ACV y aumentar la
probabilidad de sufrir un ACV.

Según la OMS (2021), los niveles de PM2.5 en La Serena y Coquimbo entre 2014 y 2022
han sido relativamente altos, superando los límites establecidos por la normativa chilena y la
OMS. La exposición a largo plazo a niveles elevados de PM2.5 se ha relacionado con un mayor
riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias entre otras. En particular, los datos de La
Serena se pueden encontrar en la figura 5, mientras que los datos de Coquimbo se pueden
encontrar en la figura 6 .

Figura 5: Valores anuales de pm 2.5 en μg/m3 en la Serena, adaptado del Ministerio del Medio
Ambiente, 2014-2022.
La Serena
18 16.8
16 15.5
13.6 13.7 13.4
14 13.1
12 11.6
10.8
10 10.3
10

0
Valor 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022
Normal

Nota: Se muestra las concentraciones ambientales de los contaminantes atmosféricos normados


en Chile en μg/m3 registrados en la ciudad de La Serena comparado con valores normales.

Figura 6: Valores anuales de pm 2.5 en μg/m 3 en Coquimbo, adaptado del Ministerio del Medio
Ambiente, 2014-2022.
Coquimbo
16 15.1
13.9 13.6
14 13
12.4
11.9 12
12
10.5 10.5
10
10

0
Valor 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022
Normal

Nota: Se muestra las concentraciones ambientales de los contaminantes atmosféricos normados


en Chile en μg/m3 registrados en la ciudad de Coquimbo comparado con valores normales.

Disfunción Renal

La disfunción renal es una afección médica que puede tener consecuencias graves para la
salud, incluyendo la aparición de enfermedades cardiovasculares como el ACV. Según Ovbiagele
et al. (2013, p. 3224), la disfunción renal se asocia con un mayor riesgo de ACV, especialmente
en pacientes con enfermedad renal crónica. La disfunción renal puede aumentar el riesgo de ACV
al contribuir a la hipertensión arterial, la inflamación y la disfunción endotelial, que son factores
de riesgo conocidos para el ACV .

El manejo de la disfunción renal puede ser fundamental para prevenir el ACV y otras
enfermedades cardiovasculares. De acuerdo con Tonelli et al. (2015, pp. 979-986), el tratamiento
de la disfunción renal con inhibidores del sistema renin-angiotensin-aldosterone-system (RAAS)
puede reducir el riesgo de ACV en pacientes con enfermedad renal crónica. Considerando el
control de los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión arterial, la diabetes y el
tabaquismo, puede ayudar a prevenir la aparición de ACV en pacientes con disfunción renal.
Dieta alta en sodio

Según la OMS, la cantidad diaria recomendada de sodio es de menos de 5g, que su


consumo excesivo es un factor de riesgo que puede provocar enfermedades vasculares. Además,
el exceso de sodio en la dieta también se ha relacionado con la hipertensión arterial, la cual es un
factor de riesgo importante para enfermedades cardiovasculares.

De acuerdo con Wang et al. (2020, p. 9), consumir altas cantidades de sodio puede
incrementar en un 19% el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular. Esto se debe a los
efectos que produce el sodio en el organismo, como el aumento de la presión arterial y la
retención de líquidos.

  Tabaco

       La exposición al humo del tabaco tanto pasiva como activa son causas de morbilidad
y mortalidad cardiovascular. Entre los componentes químicos del tabaco como el monóxido de
carbono, la nicotina y los químicos oxidantes son responsables del desarrollo y progresión de los
efectos dañinos al endotelio vascular y la agregación plaquetaria. La nicotina genera un efecto
excitatorio en el sistema nervioso simpático el cual genera aumento de la presión arterial  y la
frecuencia cardiaca a corto plazo sin embargo, dicho efecto no explica toda la asociación a largo
plazo entre el tabaquismo y las ECV. (Reyes et al., 2020).

El tabaquismo se vincula con la aparición de trombosis, hemorragias y vasoconstricción


que derivan a obstrucción vascular e isquemia lo que disminuye el flujo sanguíneo y el suministro
de oxígeno al músculo cardíaco y aumento del gasto cardiaco. (Reyes et al., 2020).

Los ACV causados por el tabaquismo se relacionan por la disfunción de las arterias
periféricas provocando un proceso inflamatorio crónico que contribuye a los procesos
aterogénicos elevando los biomarcadores de la inflamación. Así mismo generan alteraciones en el
perfil lipídico que predisponen el desarrollo de aterosclerosis, principalmente debido a un
aumento en los triglicéridos y una disminución en el colesterol asociado a lipoproteínas de alta
densidad. (Reyes et al., 2020).

A nivel nacional, según la ENS de (2016-2017), la población fumadora de cigarrillos es


de 33,3% con un 37.8% en los hombres y un 29,1% en las mujeres y la población expuesta al
humo del tabaco es del 15,2%.

Según Cazaux Torres et al. (2016, pp. 7) en la región de coquimbo específicamente, el


porcentaje de personas que declararon haber fumado al menos un cigarrillo es de un 35,1%,
siendo este mayor en hombres (39,7%) que en mujeres (30,3%), datos a tener en cuenta en el
riesgo del tabaquismo. 

4.1.6.2. Factores riesgo no modificables

 Edad

 La edad es considerada como un factor de riesgo no modificable principal en el cual


puede presentarse un ACV, a medida que aumenta la edad el riesgo se duplica a partir de 55 a 85
años (Palacio , 2020, p.5). Se genera una asociación significativa en pacientes mayores de 75
años con la presentación de ACV de tipo isquémico.(Palacio , 2020).

 Sexo 

En relación a este factor de riesgo  los hombres tienen mayor riesgo de sufrir un ACV en
relación a las mujeres, la diferencia es menor cuando las mujeres ingresan a la menopausia ya que
el estrógeno una de las hormonas femeninas ayuda a proteger a las mujeres de las patologías
cardiovasculares. Luego de los 65 años el riesgo es aproximadamente igual. (Palacio, 2020, p.6).

 Antecedentes familiares

 Estudios epidemiológicos tanto prospectivos como de casos y controles, e incluso


angiográficos, han demostrado que el riesgo cardiovascular coronario se incrementa en aquellas
personas que tienen parientes de primer grado con antecedentes de enfermedad cardiovascular en
edades tempranas de su vida. (Palacio, 2020).
4.1.7. Semiología

La semiología del ACV isquémico es diversa y puede variar según la región del cerebro
afectada y la extensión del daño cerebral. Los síntomas pueden ser motores, sensitivos, visuales,
del lenguaje, cognitivos o de equilibrio. (Powers et al., 2019, p. 6).

Los síntomas motores incluyen debilidad o parálisis en un lado del cuerpo, conocida
como hemiparesia o hemiplejía, que puede afectar la cara, el brazo y/o la pierna (Powers et al.,
2019, p. 6). Los síntomas sensitivos pueden manifestarse como entumecimiento, hormigueo o
pérdida de sensibilidad en un lado del cuerpo (Campbell et al., 2019, p. 4). Los síntomas visuales
pueden incluir pérdida de visión en un ojo o en un campo visual, visión doble o dificultad para
reconocer objetos y caras (Powers et al., 2019, p. 7).

Los síntomas del lenguaje, como la afasia, pueden manifestarse como dificultad para
hablar, entender el habla, leer o escribir (Campbell et al.,2019, p.5). Los síntomas cognitivos
pueden incluir confusión, desorientación, problemas de memoria y dificultad para realizar tareas
complejas (Powers et al., 2019,p.8). Los síntomas de equilibrio pueden manifestarse como
mareos, inestabilidad al caminar, vértigo o coordinación anormal de los movimientos (Campbell
et al., 2019, p .6).

Es importante reconocer los síntomas del ACV isquémico de manera temprana para poder
actuar rápidamente y minimizar el daño cerebral y las posibles secuelas. La semiología del ACV
isquémico es amplia y puede variar de un paciente a otro, lo que hace que la identificación de los
síntomas sea un desafío en la práctica clínica (Powers et al., 2019, p.9).

4.1.8. Diagnóstico y Tratamiento


4.1.8.1. Diagnóstico de la Patología

El diagnóstico del ACV se proporciona como un caso clínico el cual se hace presente en
tres diversos aspectos principales como lo son ; la presencia de focalidad neurológica ; afectación
de un territorio arterial y ; ausencia de otra causa que explique el cuadro .

Si bien los síntomas de focalidad neurológica son un gran conjunto de síntomas que
dependen del territorio vascular afectado . En general corresponden a síntomas negativos, siendo
los principales : déficit motor, déficit sensitivo, déficit visuales y trastornos del lenguaje , sin
embargo no hay que olvidar otros síntomas no tan comunes que también pueden corresponder a
déficit focales como lo son el vértigo, mareos, temblor, alteraciones de la marcha y del equilibrio,
alteraciones de la conducta , entre otros. (Mayo Clinic, 2022)

Los síntomas se inician de forma súbita o con una progresión rápida, en el curso de
minutos a horas y son permanentes en el tiempo, sin fluctuaciones. Por lo cual la evaluación del
paciente se inicia según Lecturio et al.,(2022) con el ABCDE siglas en inglés para la evaluación
de  vía aérea (airway), respiración (breathing), circulación (circulation) , déficit neurológico
(disability) y exposición (exposure), este es el principal enfoque de manejo utilizado en el
tratamiento de pacientes en estado crítico ) que siempre debe ser evaluado.

Posteriormente se debe hacer una anamnesis acotada para definir la presencia de síntomas
neurológicos y la presencia o no de otros síntomas acompañantes que nos guíen con el
diagnóstico diferencial. Se debe hacer especial énfasis en la hora de aparición de los síntomas ya
que será determinante en el manejo. (Mayo Clinic, 2022).

Si el paciente no puede dar una anamnesis precisa o se encontraba durmiendo, se debe


considerar el tiempo de inicio de los síntomas como el último momento en que fue visto
asintomático.

La anamnesis se debe enfocar a la presencia de factores de riesgo cardiovasculares, uso de


fármacos especialmente hipoglicemiantes orales, antecedentes de patología en los días previos
como por ejemplo infecciones, arritmias, IAM reciente, considerando también consigo , abuso de
sustancias, convulsiones y trauma. ( Enfermería APS ,2018).

En el examen físico se debe constatar los signos vitales, el nivel de conciencia con la
escala de Glasgow o GCS y hacer énfasis en el examen neurológico. Dentro de la evaluación
inicial se debe llevar a cabo  un  ECG y el HGT, que deben realizarse a todo paciente con
sospecha de ACV. (MINSAL, 2013).

Para posteriormente solicitar estudios de diagnóstico por imágenes neurológicas


como TC o RM para excluir una hemorragia cerebral, un hematoma subdural o epidural y un
tumor de rápido crecimiento, hemorrágico o bruscamente sintomático.

La evidencia en la TC incluso de un gran accidente cerebrovascular isquémico de la


circulación anterior puede ser sutil durante las primeras horas; los cambios pueden incluir
borramiento de los surcos o de la cinta cortical insular, pérdida de la unión sustancia gris
sustancia blanca entre la corteza y la sustancia blanca y un signo de la arteria cerebral media
densa. Dentro de las 6 a 12 h de la isquemia, los infartos de tamaño intermedio a grande
comienzan a hacerse visibles como zonas hipodensas ( Enfermería APS ,2018).

4.1.8.1. Diagnostico Imagenológico

Un estudio reciente de la Clínica Universidad de Navarra (2023) destaca la importancia de


la atención médica temprana en los casos de ACV. Según los autores, el tiempo transcurrido entre
el inicio de los síntomas y la llegada al hospital es un factor clave para reducir las secuelas y
mejorar el pronóstico. Los pacientes que reciben tratamiento en las primeras 6 horas tienen un
25-30% menos de complicaciones que los que tardan más en acudir al centro sanitario.

Según la Mayo Clinic (2022), el diagnóstico del accidente cardiovascular se basa en una
valoración por parte del especialista y, sobre todo, la realización de pruebas de neuroimagen
como lo son las siguientes pruebas a mencionar :
 Tomografía computarizada (TC): Técnica de imagen que utiliza rayos X para crear
imágenes detalladas del cerebro. La TC es útil para detectar el tipo de ACV que tiene el
paciente (isquémico o hemorrágico) y para determinar el tamaño y la ubicación del
coágulo o la hemorragia.

 Resonancia magnética (RM): La RM utiliza campos magnéticos y ondas de radio para


crear imágenes detalladas del cerebro. La RM es más sensible que la TC para detectar
pequeñas lesiones cerebrales y puede ser útil para determinar la causa del ACV.

 Angiografía cerebral: Examen que utiliza radiografías y un medio de contraste para


visualizar los vasos sanguíneos del cerebro. Este examen puede ser útil para determinar la
causa del ACV y para planificar el tratamiento.

 Ecocardiograma: El ecocardiograma es un examen de ultrasonido que crea imágenes


detalladas del corazón y las válvulas cardíacas. El ecocardiograma puede ser útil para
detectar la presencia de coágulos de sangre en el corazón que pueden causar un ACV.

Es importante señalar que el diagnóstico y tratamiento temprano del ACV son


fundamentales para prevenir complicaciones graves y salvar la vida del paciente. Si se sospecha
de un ACV se debe inmediatamente dar aviso a emergencia , para así recibir un diagnóstico y
tratamiento temprano .

4.1.8.1. Tratamiento

Para García (2019),entre los principales tratamientos que se deben indicar en un paciente
con un ACV se encuentran:

1. Medidas generales y de soporte: en este caso la evidencia científica recomienda el soporte


de la vía aérea y asistencia ventilatoria como parte del manejo en pacientes con ACV, que
presenten alteración del estado de conciencia o disfunción bulbar que afecte la vía aérea.

2. Terapia trombolítica: la terapia de reperfusión arterial se utiliza para restaurar la irrigación


arterial obstruida, principalmente por trombos. Entre los métodos disponibles para esta
terapia se conocen la trombólisis y la trombectomía, teniendo en cuenta que ambas
terapias presentan diferencias en su rango de efectividad y eventos adversos, siendo
necesario evaluar la eficacia y seguridad de estas dos alternativas de reperfusión arterial.
(Sequeiros et al., 2020).

a. Trombólisis intravenosa (IV): se recomienda en pacientes con un tiempo de evolución


< 4,5 horas, con clínica de localidad neurológica aguda, así como, con síntomas de
ACV presentes durante al menos 30 minutos y que no hayan mejorado de forma
significativa antes del tratamiento, que tengan una RM/angioTC con evidencia de
ictus isquémico sin componente hemorrágico y por último aquellos pacientes con
déficit neurológico significativo

b. Trombectomía mecánica: se recomienda en pacientes con oclusión de gran vaso con


tiempo de evolución < 6 h en ictus de territorio anterior y <12-24 h en territorio
posterior independientemente de que se haya realizado o no trombólisis intravenosa.
(Sociedad Española de Cuidados Intensivos Pediátricos, 2018).
Al respecto, Sequeiros et al. (2020) afirma que, la trombectomía mecánica es un
tratamiento eficaz y seguro en comparación con la trombólisis; sin embargo, presenta
problemas con la factibilidad y un mayor empleo de los recursos debido a los elevados
costos.

i. En cuanto a las ventanas de reperfusión para pacientes con ACV isquémico agudo,
se debe señalar que el tiempo de ventana para terapias de reperfusión se empieza a
contar a partir de la “última vez que fue visto normal” o cuando un testigo lo
cuantifica.

3. Manejo médico y prevención secundaria.


a. Antiplaquetarios: la guía de STROKE 2018 recomienda la administración de
antiagregantes plaquetarios para el manejo del ACV isquémico agudo como
prevención secundaria. Es importante tener en cuenta que, se debe iniciar dentro de las
primeras 24-48 h desde el comienzo de los síntomas (Powers et al, 2018).

b. Anticoagulación: la guía de STROKE 2018 no recomiendan el uso inmediato de


anticoagulantes con el objetivo de prevenir recurrencia de ACV, evitar deterioro
neurológico o mejorar las secuelas después de un ACV, ya que no hay evidencia que
demuestre que la anticoagulación inmediata se asocia con mayor funcionalidad o
disminución de futuros ACV, por el contrario, aumenta el riesgo de hemorragias intra
o extracraneales que pueden poner en riesgo la vida del paciente (Powers et al , 2018).

En cuanto a la prevención secundaria Sequeiros et al. (2020), explica que los tratamientos
que reducen el riesgo de recurrencia son la terapia antitrombótica y control de los factores de
riesgo causales como control de la presión arterial, frecuencia cardiaca/respiratoria, saturación de
oxígeno, temperatura y glicemia.

4.1.9. Diagnóstico por TC

Todo paciente con sospecha de ACV se debe realizar un TAC de cerebro sin contraste lo
más rápidamente posible. Éste examen permite descartar con una alta sensibilidad y especificidad
la presencia de un ACV de origen hemorrágico, que se observa como una imagen hiperdensa que
se podrá observar de un color blanco, en el parénquima cerebral, se recomienda la toma del
examen  en los primeros 20 minutos de llegada al centro médico con el objetivo de diferenciar el
ACV isquémico del hemorrágico. (Enfermería APS, 2018).

Una TC utiliza rayos X para tomar fotos del cerebro. Una TC de la cabeza es, por lo
general, uno de los primeros estudios que se realizan en el caso de un accidente cerebrovascular.
Una TC puede mostrar hemorragia en el cerebro o daños en las células del cerebro. La TC
también puede identificar otros problemas que pueden causar los síntomas del accidente
cerebrovascular. (García et al., 2022, pp. 6).
En el caso de tener disponibilidad y que no retrase el manejo, se puede realizar una RNM
cerebro protocolo stroke, que permite observar de forma precoz signos específicos de isquemia.
Sin embargo no es un examen ampliamente disponible y su realización demora según el
Ministerio de salud (2013) entre 20 a 30 minutos, mientras 20 segundos que demora realizar un
TAC cerebro,  por lo cual  requiere de un examen rápido y conciso en donde  el paciente se
encuentre estable y tranquilo, por lo que  la mejor opción, y más viable en torno a la patología es
el examen de Tomografía Computada. (MINSAL, 2013)

Según García et al. (2022, pp.6), la TC simple permite calcular el Alberta Stroke Program
Early Computed Tomography Score (ASPECTS), una escala cuantitativa para medir signos
tempranos, Para calcularlo se utilizan dos cortes axiales: el primero en los ganglios basales y el
segundo en los ventrículos laterales y se divide el territorio de la arteria cerebral media en diez
regiones

 En el primer corte se debe valorar el núcleo caudado , lenticular  rodilla de la cápsula


interna, brazo posterior  y corteza insular ,  En cuanto a los territorios de la arteria
cerebral media, se debe valorar la corteza anterior de la ACM , la corteza lateral
adyacente al ribete insular y la corteza posterior de la ACM , es decir, siete áreas.
  En el segundo corte se debe valorar el territorio anterior de la ACM , el territorio
lateral de la ACM  y el territorio posterior de la ACM  es decir, tres áreas.

4.1.9.1. Física del Equipo

 La TC se compone de un tubo de rayos X dirigido hacia sensores denominados detectores


que registran la intensidad del haz de rayos X. El denominado gantry contiene la mayor parte de
los componentes del equipo y rodea la abertura central, en la cual el paciente se desplaza durante
el estudio. 
Cada detector junto con el punto focal en el tubo de rayos X constituye un rayo y al cual
mide su intensidad, la cual depende de la atenuación total que sufre al pasar por las diferentes
estructuras del paciente y de esta forma recolecta la información que se utiliza para generar la
imagen. (Criales et al., 2021, pp. 2).
Actualmente la TC posee una geometría del haz de rayos X con conformación de cono
tridimensional más que de un abanico bidimensional, utilizando la tercera generación de equipos
de rayos x. El efecto de la TC con el transcurso del tiempo se ha vuelto de mayor velocidad de
adquisición, lo cual es de extrema importancia. (Criales et al., 2021, pp.2).

La TC posee mayor resolución espacial y temporal, menor volumen de contraste, menor


número de artificios, y menor dosis de radiación por área de exploración, lo cual la hace más
idónea y viable al momento de observar una  patología como lo es el ACV.

4.1.9.2. Protocolo

Todo paciente en sospecha de ACV isquémico agudo debe ser hospitalizado de manera
inmediata. En el caso que el lugar  donde consultó no cuente con la posibilidad de acceder a un
neurólogo, imágenes como TC de cerebro sin contraste o unidad monitorizada, deberá ser
trasladado al centro más cercano que cumpla con requerimientos. ( Enfermería APS, 2018).

La hospitalización debe ser en una unidad especializada como pueden ser UTAC (unidad
de tratamiento del ataque cerebrovascular) o en una unidad de  intermedio, si ésta no se encuentra
disponible.(MINSAL, 2013) 

En las primeras horas el paciente debe permanecer en reposo absoluto, en régimen cero
esto para prevenir la aspiración, se debe administrar oxígeno solo en caso de saturación bajo el
límite  y mantener con monitorización continua.(MINSAL, 2013). 
 
El manejo de la hipertensión arterial en el ACV debe realizarse con precaución ya que PA
muy elevadas pueden aumentar el riesgo de sangrado y PA bajas o que disminuyen abruptamente
pueden empeorar la isquemia, especialmente en la zona de penumbra. ( Enfermería APS, 2018).

Protocolo urgencia 
Después de contactar a emergencia o de la llegada de a está, el paramédico comenzará a
hacer los exámenes pertinentes . Primero se le preguntará al paciente o a un familiar sobre sus
síntomas y antecedentes médicos. 

Posteriormente se realizará un examen físico , el cual  incluye toma de presión arterial y


constatar síntomas de claridad mental; entumecimiento o debilidad; o problemas para hablar, ver
o caminar.

Si bien ya realizado todo lo antes mencionado se realizará un examen neurológico este


examen con la finalidad de verificar cuán bien está funcionando el  sistema nervioso del paciente
para así descubrir si este ha sufrido un accidente cerebrovascular. En este examen, el médico le
hará preguntas al paciente , pondrá a prueba sus reflejos y se le pedirá que realice acciones
simples. Cada parte del examen pone a prueba una parte diferente del cerebro. ( Enfermería
APS ,2018).

Luego se realizarán los estudios por imágenes para el accidente cerebro vascular ,
principalmente con el objetivo de que el  médico pueda observar el cerebro, y así mostrar qué tan
grave fue el accidente cerebrovascular y la parte del cerebro donde puede haber ocurrido el ACV
tanto como también observar cuánto daño sufrió el paciente , para así dar conclusión o término a
las diversas  observaciones , para luego brindar el tratamiento correspondiente . (MINSAL,
2013). 
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