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Entre los intereses (personales, grupales y universales) tomar como eje los
universales.
sinceridad;
inclusión;
reciprocidad;
simetría.
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caso gap
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La empresa tiene una finalidad social y los negocios, en general, están insertos en un sistema
social que les otorga legitimidad. Esto indica que la legitimidad y el sentido que la empresa
adquiera se enmarcan en el contexto de sus vínculos sociales.
El sistema económico actual exige cada vez más responsabilidades a las organizaciones, y éstas,
en algunos casos, adquieren cotas de poder que las hacen especialmente responsables.
Por todo ello, M. Friedman (Gilli, 2011) hace una consideración crítica: la única responsabilidad
es para con los accionistas. Esta consideración deviene hoy en problemática por múltiples
razones. Primero porque sin legitimidad social la empresa no puede actuar, y ésta no depende
sólo de la responsabilidad para con los accionistas. Segundo, en términos morales, porque hay
muchos involucrados en la empresa cuya consideración es vital para que se pueda señalar que la
empresa actúa de conformidad con la ética. El no hacerlo, además, supone riesgos y pérdidas
para la misma, como se puede comprobar en diversos casos y situaciones.
Por esto, en el enfoque ético con orientación hacia la teoría de los stakeholders, así como en la
mayoría de los manuales de referencia en ética empresarial, se parte de la necesidad de contar
con los interesados internos y los externos. Y, respecto de los internos, no sólo con los
accionistas.
Una visión integral de la empresa que supere la concepción mecanicista o legalista que
la reduce a un simple medio para obtener resultados económicos, lleva a contemplar
los siguientes fines:
Generar un valor económico añadido lo más amplio posible y distribuirlo con justicia
entre todos los que contribuyeron a su logro.
Utilizar recursos naturales y artificiales correctamente, responsabilizándose de los
impactos ecológicos y los efectos negativos que se puedan originar.
Si nos fijamos en la enumeración anterior descubrimos cómo hay una serie de obligaciones
éticas. Las mismas definen, también, estándares y están en estrecha relación con los reportes
de responsabilidad social que posteriormente expondremos.
El hecho de que el objetivo supremo del negocio sea la satisfacción de una necesidad es, en sí, un
hecho moralmente relevante. El beneficio que se obtiene ha de ser considerado así también
respecto al bien social que produce. Y, por lo mismo, si un negocio genera no un bien, sino un
mal social, es en sí un negocio malo, y lo más importante, termina por ser también un mal
negocio.
Los trabajadores son centrales en el proceso de la empresa. De hecho, bajo cierto aspecto, son
los que más arriesgan, pues aun cuando no ponen el capital de la misma, sí ponen su tiempo y
sus vidas (Álvarez Rivas y De la Torre Díaz, 2005; Gilli, 2011). Además, hoy el trabajo mutó de tal
forma que se convirtió en un elemento central de la identidad personal. Por un lado se precarizó
la relación laboral, al menos en muchas partes del mundo, pero al mismo tiempo se le exige más
al trabajo respecto de la satisfacción y conformación de la vida propia (Álvarez Rivas y De la
Torre Díaz, 2005). De modo que, pese a la mayor rotación de puestos que se vive hoy respecto a
épocas históricas anteriores (la fluidez frente a la solidez social), en el trabajo se valora más que
nunca el elemento de desarrollo personal. Aquellas organizaciones que atienden a esta
dimensión mejoran en clima laboral, nivel de integración respecto a los objetivos de la empresa,
etcétera. A las tradicionales funciones del trabajo (acceso a la renta e integración social) se
añade hoy la de ser fuente de realización personal (Camacho Larraña, et.al., 2013). Ésta será pues
una de las responsabilidades decisivas para la empresa. Aunque, por supuesto, la empresa y los
negocios han de atender a las demás funciones. La primera, relativa a la renta, mediante la
fijación de salarios justos. La segunda, en referencia a la integración social, al atender a
cuestiones de conciliación de la vida personal con la laboral, o al tratar de paliar los efectos
negativos de la globalización.
Es fundamental una política de conciliación de la vida laboral con la personal y familiar, máxime
en las modernas condiciones de trabajo que tienden a ser absorbentes.
Se perseguirán toda forma de acoso, discriminación, mobbing e injusticia. Desarrollar aspectos de
orientación a las personas para evitarlas.
Usar dilemas para apreciar el tipo de razonamiento moral y perfil de valores del candidato puede
ser útil.
Considerar en los procesos de selección los valores y la cultura organizativa. Algunos valores a
tomar en cuenta en procesos de selección son: lealtad, confianza, responsabilidad y honradez.
Desde los cargos directivos y de gestión ayudar a formar conciencia. También pueden
establecerse en el seno de la organización mentores o guías, consejeros (que no sean los que
tienen funciones ejecutivas sobre los empleados).
Ámbito: Desvinculación.
–
En todo proceso de reducción de personal ha de atenderse al bien de la compañía, no al interés de
alguna de las partes. Se precisa determinar criterios justos para el ajuste. Comunicar con
veracidad, delicadeza y comprensión. Disminuir siempre los daños ocasionados a la comunidad.
Planificar los ceses. Comprometerse con las personas, en especial con los que tienen más
complicación en el reajuste por su edad o condición. Buscar la colaboración de gremios e
instituciones públicas. Ponderar siempre alternativas para minimizar el impacto de la medida.
No sólo existe una dimensión ética respecto a los trabajadores. También se cuida este aspecto en
lo relativo a los inversores y los propietarios. Resulta interesante al respecto de las inversiones
éticas la apuesta por la banca ética, como podemos ver en los siguientes videos.
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Los fondos éticos de inversión (Debeljuh, 2009) nacen en los años 70 ligados a las crisis bélicas.
La idea era no invertir en aquellas compañías que tenían relación con la guerra. También se
aplicaron a casos de discriminación, como no invertir en empresas que desarrollaran
actividades tales que favorecían el apartheid sudafricano. Desde estas iniciativas proliferaron
muchas que buscaban hacer de la inversión, una inversión responsable.
Para operar los fondos éticos de inversión se acude a un comité de ética formado por expertos
reconocidos e independientes de los gestores del fondo. Se elabora un ideario y el mismo es
considerado como guía para la decisión de inversión (Debeljuh, 2009). Este procedimiento es
esencial en el caso de los inversores corporativos, que son los que más poder tienen. En el caso
de decisiones de inversión individual queda a criterio de la persona que, por supuesto, puede
acudir a todo tipo de asesoramiento.
En la actualidad los circuitos de inversión son muy complejos y por ahí se puede esgrimir la
ignorancia del mismo. Pero así como se procede con tiento en el caso de los conflictos de interés
que se ocasionan en el circuito de inversión, también se ha de cuidar conocer el destino de la
inversión. Para ello, es importante aunar al criterio de la rentabilidad, el de la ética. Evitar
inversiones especulativas que pueden dañar la sustentabilidad de negocios y sociedades. El caso
de la banca ética es un ejemplo de buenas prácticas al respecto. En general la ignorancia no
exime de la responsabilidad por participación en inversiones inmorales (Camacho Larraña,
et.al., 2013).
Se han dado algunas iniciativas de lucha ética en el terreno de las inversiones. Tal es el caso del
activismo accionarial, cuya estrategia consiste en comprar fondos de empresas cuestionables
para acceder así a la Junta de accionistas y pedir responsabilidades. En el siguiente video, en
especial hasta el minuto 2 tiene una breve definición del activismo accionarial ejercido por un
sindicato.
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Fuente: [Fotografía intitulada sobre Observatorio de Empresas Multinacionales]. (s.f.). Recuperada de:
https://goo.gl/G2t67m
Existen tres mecanismos para la actuación de los observatorios y para las recomendaciones de
inversión ética (Debeljuh, 2009):
Filtros de selección: ya sean negativos (excluir inversiones a empresas que no cumplen con
los criterios éticos), o sean positivos (invertir en aquellas que sí lo hacen).
Activismo de los inversores: tanto desde la participación activa de los pequeños inversores
como estrategias más colaborativas, planificadas y estratégicas.
Pornografía. Armamento.
Igualdad de
oportunidades. Reciclaje.
Condiciones laborales.
Relaciones con la
comunidad.
Fuente: Debeljuh, 2009, p.69.
Las decisiones de inversión éticas se orientan conforme a principios.
Principios
Por lo que respecta a la contabilidad y finanzas internas de la empresa es preciso seguir los
principios básicos que regulan la profesión contable (Debeljuh, 2009):
Integridad.
Objetividad.
Competencia profesional.
Profesionalidad.
Confidencialidad.
Selección moral de los agentes. Para lo que se puede usar un sistema de búsqueda de
antecedentes éticos.
Este problema de la agencia tiene múltiples dimensiones según se consideren altos directivos,
gerentes, expertos en determinadas áreas, así como la intervención de los miembros del
consejo de administración. Éste último tiene un carácter más político, pues tiene carácter
legitimador ante el entorno. En todo caso es función del consejo de administración velar que el
directivo cumpla con los objetivos para la empresa. Para ello pueden usarse tanto el control
externo apoyado en la disciplina del mercado (EEUU), como el control interno (normativa
regulativa del consejo) como en el caso de Europa. Especialmente en este caso pueden tomarse
en cuenta criterios éticos, diseñar códigos, etcétera (Camacho Larraña, et.al., 2013).
En algunas ocasiones, los principios éticos no son tenidos en cuenta, como en el caso Parmalat
donde se produjeron fraudes contables generando consecuencias muy importantes. A
continuación, observe los siguientes videos alusivos al respecto.
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Camacho Larraña, I., Fernández Fernández, J. L, González Fabré, R., y Miralles, J. (2013).
Ética y responsabilidad social empresarial. Bilbao: Desclée de Brouwer. [pp. 73-142]. Para
acceder, ingrese a eBook21. Por dudas o inconvenientes comuníquese a
biblioteca@ues21.edu.ar.
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Los derechos del consumidor están regulados por la ley (por ejemplo, en Argentina la Ley Nº
24.240) así como dispositivos institucionales (Dirección de Defensa del Consumidor, Entes
reguladores de servicios, etcétera). Los derechos del consumidor (reparación del daño,
protección del interés económico, información, educación, representación, etcétera) se
consolidan desde los años 70 en el mundo. Se trata de derechos que están muy ligados a una
ética del mercado, no sólo en el compromiso por la calidad, sino también en la apuesta por las
reglas de juego limpias, sostener la competencia y la competitividad para innovar y mejorar
productos, para consolidar precios de equilibrio (que son afectados por la condición de
monopolio, entre otras), así como toda estrategia encaminada a garantizar la pluralidad y la
libertad (Camacho Larraña, et.al., 2013). Podemos apreciar así como la ética respecto a un
stakeholder como el consumidor está emparentada con la ética respecto a otro: el competidor.
Los derechos del consumidor están más salvaguardados cuando se respetan los derechos de la
competencia.
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Existen formas de publicidad que son en sí mismas manipuladoras y, por lo mismo, contrarias a
la ética (Debeljuh, 2009):
Publicidad engañosa.
Publicidad subliminal.
Veracidad.
Con los proveedores y clientes existe también todo un ámbito de aspectos éticos. La empresa ha
de cuidar la ética en toda la cadena de valor, lo que significa que debe prestar atención a su
relación con proveedores y clientes. Existe una serie de obligaciones morales para con los
proveedores, como: respetar su organización interna y proyección, no perjudicar sus marcas,
facilitar que cumplan con las normativas, no extremar exigencias con ellos para enfrentarlos
con la competencia, utilizar lealmente la información confidencial, buscar alianzas y otras
afines. Por supuesto, el soborno es en sí inmoral: aceptarlo atenta contra la lealtad a la empresa,
ofrecerlo contra la competitividad del mercado (Camacho Larraña, et.al., 2013). Si bien el tema de
la extorsión es más complejo, puede suceder que sea inevitable. En ese caso estamos ante otro
tipo de consideraciones éticas que veremos posteriormente. Lo mismo podemos decir respecto
a la política relativa a regalos. Ante la duda, lo preferible es no aceptarlo, pero también es
importante operar según las costumbres de la región (Camacho Larraña, et.al., 2013).
El respeto por los proveedores contribuye sin duda a la mejor reputación e imagen de la propia
empresa. Incluso se trabaja bajo el concepto de ventaja mutua para significar cómo los
proveedores también pueden sacar beneficio (Debeljuh, 209)
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Como ya se mencionó, el mercado, para sostenerse, precisa una ética. Cuando se habla de libre
competencia no sólo se excluye la ausencia de coacción o la limitación de la libertad de
concurrencia, sino también la idea básica de que toda libertad está regulada o regida por normas.
Las ventajas competitivas, en ningún caso, se obtienen mediante la explotación o el juego sucio
con stakeholders. La competencia es un principio regulativo que orienta la intervención en el
mercado, de modo que allí donde hay condiciones de escasa competencia es una obligación ética
desarrollarla (Cortina, 2000; Debeljuh, 2009; Francés Gomez, 2009; Gilli, 2011; Moreno Pérez,
2017). La razón es que la competencia genera innovación y potencia la creación de puntos de
equilibrio de precios, lo que constituye un bien social al permitir una mejor redistribución de la
riqueza, así como bienes y servicios de mayor calidad, y cubre con mayor amplitud la necesidad
social. Así entendida, la competencia es un valor central y está ligada indefectiblemente a la
cooperación, otro valor que tiene centralidad ética. La competencia implica y exige relaciones de
colaboración: es como un ideal regulativo que se realiza prácticamente al orientar las acciones
hacia la excelencia. Puede expresarse del siguiente modo: “se compite por posiciones rivales que
consisten ellas mismas en relaciones de cooperación” (Camacho Larraña, et.al., 2013, p. 181).
La mirada ética sobre la competencia nos lleva también a dos temas importantes: los derechos
sobre patentes y el problema de la información. Cuando señalamos que la competencia es un
principio regulativo para la ética empresarial, se señala también que en condiciones de
mercados reales (no los mercados idealizados de los modelos de competencia perfecta) las
asimetrías informacionales, las distorsiones culturales, afectivas, etcétera, inhiben la
posibilidad de una competencia ideal. Así, nadie duda de la necesidad de regulación sobre
patentes. El problema está en que, cada vez más, esta regulación tiende a favorecer a las grandes
corporaciones, y a desproteger los derechos, costumbres y prácticas tradicionales, como
reconoce el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Tal sucede en casos en
que corporaciones farmacéuticas, por ejemplo, se apropian del saber milenario de comunidades
originarias para generar en condiciones de laboratorio determinados medicamentos. Por lo que
respecta al secreto, es lícito por supuesto, pero puede también dañar la competencia, por esto el
secreto ha de estar orientado por una serie de prohibiciones (Camacho Larraña, et.al., 2013):
Apropiarse de documentos.
Desde las teorías posburocráticas de la administración pública (nueva gestión pública, Teoría de
la gobernanza, etcétera) se hace hincapié en las centrales obligaciones que la empresa tiene en
la creación de valor público. Por un lado, la empresa misma se convirtió en un modelo de
eficiencia que puede contribuir a reducir los problemas fiscales y de eficiencia del Estado (al ser
adecuadamente adaptado el modelo). Por otro, las necesidades sociales en aumento, así como
las nuevas estrategias de participación social hacen necesario transitar hacia el modelo de la
gobernanza. En el modelo de la gobernanza (Aguilar Villanueva, 2010) se pone énfasis en la
cocreación de valor entre los tres sectores (público, privado y sector social), así como en la
implicación respecto al proceso mismo de gobernar. Las sociedades de modo relacional e
interrelacional generan la gobernanza, colaborativa y responsablemente.
De tal modo, las empresas se limitan al cumplimiento de obligaciones y apuestan por ser
proactivas en la creación de valor público. Deben contribuir a la mejora de la gobernanza (Vives y
Peinado Vara, 2011), mediante el perfeccionamiento de las reglas del juego y las instituciones.
En este sentido, los autores afirman que las empresas pueden:
Proveer de infraestructuras.
En su relación con el Estado las empresas deben: (Vives y Peinado Vara, 2011):
Desarrollar eficiencia.
Generar transparencia.
Generar recursos
Actualmente se trabaja mucho bajo el concepto de ciudadanía corporativa, al hacer énfasis en las
responsabilidades y modos de integración proactiva que la empresa ha de tener para con la
sociedad y el medio ambiente (Cortina, 2000; Cortina, 2003; González Esteban, 2007; Francés
Gómez, 2009).
En el siguiente video puede encontrar información para ampliar el concepto de ciudadanía
corporativa:
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Ciudadanía corporativa
Ciudadanía corporativa
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González Esteban, E. (2007). “La teoría de los stakeholders. Un puente para el desarrollo
práctico de la ética empresarial y de la responsabilidad social corporativa”. Veritas. Revista de
Filosofía y Teología, vol. II, núm. 17, septiembre, 2007, pp. 205-224. Haga clic aquí.