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El entorno ambiental
Desafíos ambientales
Desafíos ambientales
Quizá el primer hito científico en el estudio de los impactos ambientales de la actividad humana
sea la publicación de la revista Climatic Change por S. H. Scheider en el año 1975. En 1988, la
NASA reconoce que se alteró la estructura de la atmósfera y en 1988 se crea el IPCC
(Intergovernmental Panel on Climatic Change), por la mediación del Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
En la actualidad, el cambio climático se asume como realidad, pese a que persisten voces
escépticas. Los sucesivos informes científicos del IPCC dejan evidencias probadas de las
alteraciones medioambientales que produce la acción humana.
En el siguiente enlace tendrá acceso a información sobre diversos aspectos del cambio
climático. Navegando encontrará diversos recursos para apreciar el cambio climático. Haga clic
aquí.
La realidad del cambio climático, en base a evidencias que se vienen registrando desde hace 50
años, es incuestionable en la actualidad. La creación del Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático (IPCC) en 1998 en el seno de la ONU ha servido para avalar evidencias
y así permitir consensuar herramientas políticas para abordar la problemática desde el eje la
gobernanza colaborativa a nivel internacional. En la siguiente tabla se resumen algunos hitos en
el desarrollo de la conciencia medioambiental que permiten situar la centralidad del problema.
1972
–
Conferencia Naciones Unidas sobre Medio Humano: celebrada en Estocolmo. Informe Una sola
Tierra. Con 26 principios y 103 recomendaciones, se establece que el hombre tiene la obligación
de proteger y mejorar el medio para las generaciones futuras. Se Crea el Programa Mundial
sobre Medio Ambiente (PNUMA).
1987
–
Nuestro futuro común (Informe Brundtland): elaborado por la Comisión Mundial del Medio
Ambiente y Desarrollo e impulsado por la ministra de Noruega (Brundtland). Consagra el
concepto de desarrollo sostenible, entendido como aquel en el que se aspira a satisfacer las
necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para
satisfacer las propias. Con el Protocolo de Montreal, tras la Conferencia ONU en Viena, se
establece acuerdo con los productores de clorofluorocarbnados para reducir emisiones.
1991
–
Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo): consagra otra manera de medir el desarrollo, mediante el IDH (Índice de Desarrollo
Humano), según el cual el desarrollo implica no sólo indicadores económicos de ingreso, sino
también otras variables relacionadas con la educación y la salud, con ítems como esperanza de
vida al nacer, cantidad de docentes por habitante, de médicos, etcétera.
1992
–
Cumbre de Río de Janeiro. Cumbre de la Tierra: se asumen 27 principios para una buena gestión
de los recursos del planeta. La ONU crea la Comisión de Desarrollo Sostenible que, reunida en
2002 (Johannesburgo) y 2012 (Río de Janeiro), realizó seguimiento de los acuerdos y
conclusiones de la Cumbre de Río.
1997
–
Conferencia sobre el calentamiento global (Kyoto): establece un protocolo para el
cumplimiento de la Convención Marco de la ONU sobre cambio climático. El objetivo era la
reducción de gases de efecto invernadero (GEI). EEUU se retiró en el 2001. Canadá en el 2011,
argumentó que no están países muy emisores de GEI como EEUU, China o India.
1998
–
Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC: Intergovernamental Panel on Climatic
Change), grupo de expertos creado por la ONU.
2015
–
Acuerdo de París: por primera vez compromete a todos los países (no sólo a los desarrollados)
en un único objetivo: mantener el aumento de la temperatura global en el siglo por debajo de los
2° C (grados Celsius). Se reconoce que las emisiones GEI subirán, pero se propone adelantar la
fecha del máximo para encaminarse en la segunda mitad del siglo hacia el equilibrio entre
emisiones y captación.
Fuente: adaptado de Camacho Larraña, Fernández Fernández, González Fabré, y Miralles, 2013; y
A fecha actual se puede aseverar que pese a las dificultades del acuerdo se establecieron pautas
para el reconocimiento y sensibilización de la dimensión global de las problemáticas ecológicas.
La contaminación, el agotamiento de recursos, la inducción de desequilibrios sistémicos por la
actividad humana, así como –según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud)- las
muertes ocasionadas por contaminación (más de 2 millones de personas en el 2011) del agua,
las sustancias tóxicas de uso agrícola, la contaminación por desechos sólidos, los residuos
nucleares, etcétera (Camacho Larraña, Fernández Fernández, González Fabré, y Miralles, 2013),
son hoy un tópico socialmente asumido. Según consideraciones de la Comisión Internacional
del Cambio Climático, el planeta demora 1000 años en absorber los daños causados por el
hombre, lo que genera desiertos, inundaciones, agotamiento de recursos no renovables, entre
otras. Por no mencionar que, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura), los alimentos no cesan de subir de precio, para el 2023 los países
subdesarrollados con los actuales patrones de consumo quintuplicarán la producción de
residuos, etcétera, sin olvidar la subida del nivel del mar por el deshielo generado por el efecto
invernadero y otros fenómenos (Gilli, 2011). Todo ello nos sitúa en el umbral de catástrofes
futuras para las que la propia ciencia y la técnica no pueden sino atenuar sus efectos, más que
impedirlas.
Aumento de 280 a 400 ppm (partes por millón) de la concentración de CO2 en la atmósfera.
plomo, etc.
Estos impactos ambientales tienen, sin duda, una enorme repercusión no sólo sobre la salud,
sino también sobre el propio ciclo económico. El aumento de las temperaturas supuso un
descenso de la renta per cápita media de entre un 4% y un 5%, aumentó la tasa de muertos por
desastres naturales (que sin duda tienen impacto muy negativo sobre el ciclo económico), lo que
afecta especialmente a la población más pobre (De Miguel, y Tavares, 2015). A estos impactos se
añade que el incremento de la población, en base a los comportamientos depredadores
imperantes, acrecienta el problema de la escasez de recursos, así como incrementa aún más los
residuos.
En América Latina y el Caribe los impactos del cambio climático son notorios, desde la alteración
de los ciclos naturales hasta la amenaza de la biodiversidad. América Latina alberga una cuarta
parte de los bosques del planeta y contiene 6 de los países más ricos en biodiversidad (Brasil,
Colombia, Ecuador, México, Perú y Venezuela). La reducción de esta riqueza tiene impactos muy
amplios: desde las oportunidades económicas (nuevos fármacos, nuevos productos estéticos,
etcétera) hasta la alteración de los ciclos del agua, el oxígeno y el nitrógeno. Los efectos de tal
alteración son para el mundo entero.
En el siguiente video podrá ver qué impactos tiene el cambio climático sobre la biodiversidad de
América Latina y cómo se interrelacionan, así como su vínculo con el modelo de desarrollo
imperante.
YOUTUBE
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2017, recuperado de:
https://goo.gl/mYFe3a
El modelo de desarrollo histórico de la región latinoamericana basado en la explotación
intensiva y poco controlada de recursos naturales lleva a poner en peligro su propia
sostenibilidad ambiental y social. Se precisa transitar hacia un modelo en el que se diseñen
adecuadas políticas de desarrollo territorial, y superar la respuesta puramente normativa a los
desafíos medioambientales (De Miguel y Tavares, 2015). También se necesita: apostar por la
inversión y desarrollo de tecnologías de baja intensidad en el uso de carbono, encarar el nivel de
crecimiento de las ciudades (caracterizadas por un acceso inequitativo a servicios y el abusivo
consumo de carbono), entre otras. La ciudad debe convertirse en un macrobien público en que
se acerquen los servicios a los estratos de población más pobres, y se diseñen sistemas de
transporte público inclusivos. En general, avanzar hacia una economía del cuidado
medioambiental en la que se articulen los tres sectores sociales, en especial el sector productivo
y el sector público, mediante políticas de ordenamiento territorial y zonificación ecológica (De
Miguel y Tavares, 2015).
Según la OMS más de 100 millones de personas en el mundo están expuestas a niveles de
contaminación atmosférica por encima de los niveles de riesgo para la salud. Se calcula que más
de 400 mil personas por año mueren a consecuencia de esto. Las grandes ciudades
latinoamericanas están por encima de los niveles de riesgo (ver figura 1). Además de la
contaminación atmosférica, el incremento sustancial del parque automotor (reforzado por los
deficitarios sistemas de transporte público) es causante de esta situación. Los sectores medios
no usan generalmente transporte público según los reportes, lo que redunda aún más en
desigualdad. Un buen ambiente es la condición indispensable para una buena vida, eje
transversal de la reflexión ética.
Los pobres, y en especial las mujeres, no han sido bien atendidos por la organización del
transporte (De Miguel y Tavares, 2015). Se han diseñado diversos sistemas de tránsito rápido
(BRT, por sus siglas en inglés: Bus Rapid Transit), lo que es un gran avance. Pero diversas
auditorías muestran que aún se precisa más atención a diseños que incorporen la integración
social de los barrios pobres, puesto que suelen desatender paradas en los mismos, así como
desplazan a los vehículos de transporte pequeños que comunicaban estos barrios con los
lugares de prestación de servicios (De Miguel y Tavares, 2015). Por esto, se precisan políticas
públicas encaminadas a intervenir en dos ejes: sistemas de tránsito rápido integrativos por un
lado, pero por otro también la descentralización de servicios, con la finalidad de acercar los
servicios públicos a los lugares marginados, y posibilitar así que el costo de desplazamiento no
cargue sobre las espaldas de, en particular, mujeres y niños que emplean mucho tiempo en
desplazamientos, lo que implica un costo de oportunidad para otro tipo de acciones de cuidado y
actividades laborales.
En el siguiente video tienes una descripción de los sistemas de tránsito rápido, los BRT (Bus
Rapid Transit).
YOUTUBE
Se considera que existe injusticia ambiental (Velasquez, 2012), incluso racismo ambiental
(Velasquez, 2012), en la medida en que los costes de la contaminación recaen sobre los más
pobres, y añaden aún más desigualdad por motivo de clase o grupo étnico-racial: malas
infraestructuras de reciclado en áreas marginales de las grandes urbes, sedimentación de
residuos, vertederos ilegales, etcétera.
Para avanzar en el abordaje de todas estas problemáticas se precisa articulación de los sectores
productivos y los reguladores públicos, así como la implicación de la ciudadanía y sociedad civil
en general. La sostenibilidad debe entenderse en un sentido integral, y considerar elementos
ambientales, económicos, sociales y culturales. Pero sobre todo atender, en el diseño de
políticas y prácticas económicas, al cuidado de las poblaciones más vulnerables.
Gilli, J. J. (2011). Ética y empresa. Valores y responsabilidad social en la gestión. Buenos Aires:
Granica. Pp. 85-88.
Camacho Larraña, I., Fernández Fernández, J. L, González Fabré, R., y Miralles, J. (2013).
Ética y responsabilidad social empresarial. Bilbao: Desclée de Brouwer. Pp. 301-321.
Para acceder a estos textos, ingrese a eBook21. Por dudas o inconvenientes comuníquese
a biblioteca@ues21.edu.ar.
En el siguiente video tiene una entrevista con el nobel de química Mario Molina donde explica el
proceso de modificación climática derivada de emisiones contaminantes, así como el modo de
combatir estos procesos.
RTVE.ES
Los expertos señalan que el objetivo prioritario, dada la acumulación existente de GEI en la
atmósfera, es pautar un incremento de la temperatura máxima y orientar acciones hacia la
reducción de emisión de gases. Mediante la proyección de escenarios futuros se pueden
establecer pautas de acción. Igualmente, deberá tenerse en cuenta al trabajar los impactos que
generará el deshielo polar. En sintonía con la reducción de GEI, se precisa avanzar en la
descarbonización de la economía (Cervigón Simo y López-Tafall Bascuñana, 2016), esto es,
sistemas que reduzcan y eviten los combustibles fósiles. No es tarea sencilla, porque el dióxido
de carbono es la piedra angular de nuestro sistema económico. Por ello, además de desarrollar
tecnologías limpias se precisa desarrollar sistemas para reducir los niveles de CO2 existentes. La
reforestación es uno de ellos, pues el ciclo de la vegetación es un sumidero natural de dióxido de
carbono. También se desarrollan diversas apuestas tecnológicas: tecnologías de captura de CO2 y
otras tecnologías que buscan emitir partículas reflectantes en la atmósfera para evitar la
radiación solar y enfriar así el planeta. Esta última opción se apreció a raíz de la observación de
que los volcanes con sus emisiones enfrían porque se generan partículas que reflectan la
radiación solar. Esta última opción tiene sus contras, aún no se saben los efectos secundarios
que puede generar.
YOUTUBE
YOUTUBE
Lea el siguiente artículo “Cientí cos de EE.UU. rociarán los cielos con partículas
re ectantes para enfriar el planeta” para obtener más información sobre la emisión de
partículas re ectantes a la atmósfera. Haga clic aquí.
DW.COM
La fijación de estándares de consumo puede implementarse tanto por la vía del rendimiento
como del consumo energético, por ejemplo: sistemas de aislamiento, electrodomésticos de bajo
consumo, sistemas de limitación emisión gases en los vehículos, entre otros.
Los mecanismos de mercado actúan básicamente mediante dos modos: el impuesto sobre
emisiones o la compra de cupos de emisión. Mediante los mismos se pretende resolver la
cuestión de la externalidad, pues el coste de los combustibles fósiles no incluye costos asociados
a riesgo climático. El sistema mediante impuesto consiste en grabar a particulares y a empresas
por la emisión de GEI (gases efecto invernadero). En el sistema de cupos, el regulador establece
topes de emisión mediante procedimientos regulados. Quien precise más emisiones puede
comprar a otro su cuota de emisión. Ambos sistemas tienen desventajas, principalmente el
coste relativo mayor para los sectores sociales más desfavorecidos o para los productores en
menor escala. La ventaja del sistema de cupos de emisión es que se puede controlar
directamente el volumen de emisiones.
Los hitos fundamentales en los proyectos de desarrollo sostenible son los objetivos establecidos
por la ONU con el acuerdo y apoyo de los países miembros. Así, los objetivos del milenio (OM),
establecidos en el año 2000 y los objetivos de desarrollo sostenible (ODS)- extensión de los
primeros- acordados en el 2015, son objetivos que tienen sus propios indicadores y metodología
de medición. Los ODS son resultado de un proceso de interacción y negociación de pluralidad de
intereses. Las negociaciones cristalizaron en la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, que
cada país lleva a su propio territorio en el diseño de políticas públicas y acciones colaborativas
con los tres sectores (público, privado y social) de cara a acometer estos objetivos.
Sin duda alguna, los OM como los ODS son un éxito en su misma formulación. Muchos de los
países firmantes de los OM los cumplieron y redujeron así los niveles de pobreza extrema a los
existentes en 1990. Queda mucho por avanzar, pero la base para sentar procesos, políticas,
acciones, etcétera está establecida por primera vez en la historia de la humanidad. La sola
formulación de estos objetivos incentiva, pese a las dificultades, la apuesta por los mismos.
Las iniciativas de gobernanza global sobre medio ambiente y desarrollo sostenible nos incitan a
comprender los avances y los retos que nos sitúan ante el problema (adaptado de De Miguel y
Tavares, 2015):
Se precisa estar atento a las crisis y reconocer la vulnerabilidad que generan. Se precisa
diversificar matriz productiva y mantener a raya los precios de los alimentos.
Los desafíos medioambientales que se exploraron no son solo un reto para los reguladores y los
hacedores de políticas públicas. Es indudable la centralidad que la gobernanza tiene en el
proceso. Pero el modelo de la gobernanza involucra participación y colaboración en la
producción del bien y el valor público. Sector privado y sector social son centrales también.
Desde el punto de vista de las economías de mercado hay que señalar dos cuestiones
fundamentales. La primera, que toda forma de contaminación o externalidad negativa altera los
procesos de mercado, por lo que acaba por generar ineficiencia económica. La segunda que el
combate a la contaminación, mediante la generación de tecnologías limpias por ejemplo, es un
incentivo a la innovación y una oportunidad de negocio.
Para que la región aproveche la transición global hacia una economía más amigable
desde el punto de vista ambiental tendrá que desarrollar su capacidad industrial,
científica y tecnológica, y estimular la innovación, mejorando así su competitividad
sistémica. En el mercado de bienes y servicios ambientales, la región enfrenta
limitaciones tanto para desarrollar ventajas competitivas por medio de la innovación y
el desarrollo tecnológico, como para alcanzar, aun usando tecnologías maduras,
costos competitivos en los procesos productivos y los servicios. Sin embargo, una
región que cuenta con gran diversidad de recursos naturales y cuyos pueblos
originarios poseen amplios conocimientos sobre el uso de la biodiversidad y los
ecosistemas tiene una ventaja competitiva que le permitiría reducir la pobreza,
proteger el medio ambiente y crear sectores internacionales de punta, en la medida en
que esas ventajas sean valorizadas y se proteja su propiedad (De Miguel y Tavares,
2015, p. 106).
Una razón importante para apostar por un mercado que se haga cargo de las externalidades es
que las mismas generan ineficiencias: inducen sobreproducción (al no disponer precios de
equilibrio que consideren los costos ambientales, la reducción del precio genera una demanda
desnaturalizada, y provoca incremento de la producción por encima de la capacidad de
absorción de la misma); desincentiva el ahorro y la innovación tecnológica; se impone como
obligación a terceros, e introduce así diferenciales de precio que generan una distribución de
bienes ineficiente, etcétera.
La contaminación, entonces, impone costos externos y esto significa que los costos
privados de producción son menores que los costos sociales. Por lo tanto, los
mercados con contaminación no imponen una disciplina óptima sobre los
productores y el resultado es una caída de la utilidad social. La contaminación del
ambiente es una violación de los principios utilitarios que apoyan un sistema de
mercados.
[…] Por último, también está claro que la contaminación viola los derechos que
caracterizan un mercado libre competitivo. En él todos los intercambios de mercado
son voluntarios y el mercado respeta el derecho negativo de los participantes a elegir
los intercambios que quieren hacer. Más aún, las personas son libres de entrar o salir
del mercado y ningún productor lo domina como para obligar a otros a aceptar sus
términos. Sin embargo, cuando un productor genera contaminación, impone costos
sobre las personas que no eligieron voluntariamente, lo que viola su derecho a elegir.
Aún más, las víctimas de la contaminación nunca tuvieron la opción de entrar o salir
del mercado donde se encuentran con la carga de los costos por los que no reciben
algo a cambio. Y como el productor domina el intercambio, de hecho obliga a sus
víctimas a aceptar sus términos: pagar sus costos sin obtener algo a cambio. La
contaminación, entonces, no solo viola la utilidad, también viola la justicia y los
derechos (Velasquez, 2012, p. 275).
Desatender los desafíos ambientales nos lleva a ineficiencias en el mercado y a distintos tipos de
injusticias ambientales, como hemos argumentado. Distinta es la situación en la que se busca
ventaja competitiva al incumplir las normas en un horizonte en el que existe cooperación
respecto a las mismas. Aquí sí se debe intervenir por partida doble: la sanción del regulador y la
sanción social.
Son muchos los retos medioambientales para la producción tanto agrícola como industrial, así
como los procesos de comercio. Todos ellos suponen el incremento en las emisiones de GEI (ver
gráficos De Miguel y Tavares, 2015, se encuentran entre las páginas 131 y 137). La producción
industrial desde luego, pero también la agrícola y el comercio generan impactos ambientales
importantes, además de otras huellas como: la huella hídrica (cantidad de agua involucrada en
una actividad durante toda la cadena de valor) o la huella ecológica (contabilización de recursos
del planeta utilizados: áreas biológicamente productivas usadas en el proceso de producción y
absorción de desechos). Se hablaba también de la huella de kilómetros, pero hoy se sabe que no
es tan cierto que la distancia incrementa la emisión de GEI. Con el concepto de huella ambiental
(De Miguel y Tavares, 2015) se busca integrar otras huellas, mediante indicadores multicriterio.
La gobernanza involucra también al sector social, a la sociedad civil dicho genéricamente. Por
esto un desafío clave en la integración mercado-estado-sociedad, fundamental para una lógica
distinta de la producción y el consumo, es potenciar la participación social en proyectos,
distintas temáticas, decisiones, etcétera, vinculadas a la gestión ambiental. Un primer obstáculo
es el actual estilo de desarrollo.
El estilo de desarrollo de la región muestra una inercia que debilita sus propias bases de
sustentación, donde el cambio climático representa una externalidad negativa global
que intensifica estos problemas y paradojas. La estructura productiva, la
infraestructura específica, el paradigma tecnológico dominante —caracterizado por
una escasa innovación—, la política que rige los incentivos económicos y los
subsidios, y una matriz de consumo de bienes privados y públicos inducen y
consolidan una senda de baja sostenibilidad ambiental. Para modificar estas
tendencias se requieren transformaciones profundas del paradigma de desarrollo.
Adaptarse a las nuevas condiciones climáticas e instrumentar los procesos de
mitigación necesarios para el cumplimiento de las metas climáticas exige alcanzar un
acuerdo mundial que apunte a transitar hacia un desarrollo sostenible. Este tipo de
desarrollo implica una mayor igualdad y cohesión sociales, y una matriz público-
privada congruente, factores que reducen la vulnerabilidad a los efectos adversos y
tornan más viables y menos onerosos los costos de la mitigación. El desarrollo
sostenible resulta menos vulnerable a los choques climáticos y permite instrumentar
con mayor eficacia los procesos de adaptación y de mitigación. En este sentido, el
desafío del cambio climático es el desafío del desarrollo sostenible (De Miguel y
Tavares, 2015, p. 144).
Generar ecoetiquetados –etiquetas que recojen las características de impacto ambiental del
producto o servicio- es una herramienta positiva para incentivar la concientización y
participación social en la gestión ambiental. Pero también (adaptado de: De Miguel y Tavares,
2015):
Tomar en consideración las voces de los más afectados, como es el caso de las poblaciones
originarias que viven las consecuencias del desarrollo sin verse, muchas veces,
involucrados en el desarrollo mismo. Desde la Declaración de la ONU de los derechos de los
Pueblos Originarios se apela al consentimiento libre previo e informado de los pueblos
originarios. En algunos países existen cupos de representación de los pueblos originarios.
Tal es el caso de la práctica de la silla vacía en municipalidades de Ecuador, donde esa silla
es ocupada por cualquier representante de la comunidad para poder legislar y asistir en los
actos de gobierno.
El cambio supone retos para los tres sectores, conjuntamente con el sector académico.
Incentivar la economía verde, generar conciencia y responsabilización social y ciudadana son
pilares fundamentales. El Estado debe apoyar la innovación tecnológica y penalizar las
conductas contrarias a los objetivos de desarrollo sostenible. La ciudanía deberá hacerse cargo
(responder) por sus actos desde la cotidianeidad.
Gilli, J. J. (2011). Ética y empresa. Valores y responsabilidad social en la gestión. Buenos Aires:
Granica. Pp. 88-91.